Sin madurar – Capítulo 5: El niño maldito (5)

Traducido por Den

Editado por Nemoné


Al día siguiente, estaba tan ocupada que no tuve la oportunidad de visitar a Leandro. El anexo no solo necesitaba limpieza, sino que Anna y las otras doncellas de la lavandería también necesitaban ayuda con su trabajo. El día siguiente y el día siguiente de ese también avanzó de manera similar.

Según la información que obtuve de la cocina mientras pelaba las cebollas, la razón por la que todos estaban hasta el cuello de trabajo se debía a que la duquesa no estaba administrando la mansión adecuadamente. La duquesa iba a fiestas de caridad, subastas, la ópera y salía en busca de diversión mientras que el duque se iba de viaje con sus amantes. Por lo tanto, la situación en casa se volvió terrible.

Sin embargo, hubo noticias de que algunas doncellas recién contratadas pronto entrarían en la residencia, así que sólo estaríamos ocupadas durante unos días más. A parte de no poder ver a Leandro a menudo, la carga del trabajo era soportable.

¿Quién iba a saber que sería una doncella tan capaz? 

Estaba oscureciendo afuera. Después del trabajo, miré el palacio que estaba inundado de los colores del atardecer mientras caminaba hacia la cafetería. Tan pronto como recibí mi ración de comida y me senté en una mesa, Anna se dejó caer a mi lado.

—Anna, Ibellina.

—Señora.

—Señorita Irene —la señorita Irene se nos acercó.

Ella es una pariente lejana de bajo rango del duque a quien se le ha dado la responsabilidad de administrar la mansión en nombre de la duquesa. Esto la mantenía muy ocupada.

—Ha sido una locura últimamente, ¿verdad? Las nuevas doncellas se nos unirán pronto, así que resistid.

Ya lo sabíamos. Asentí mientras arrancaba un trozo de pan y lo masticaba.

“Resistid”.

¿Vino a buscarnos para decirnos eso? Pero como pensaba, ese no era el caso. No se fue al instante. En su lugar, tosió para dirigir nuestra atención hacia ella. La señorita Irene procedió a empujar sus gafas hacia la nariz.

Curiosa por lo que nos tenía que decir, la miré.

—Ha habido un cambio en el personal. Anna, limpiarás el anexo. En cuanto a ti Ibellina… —arrastró sus últimas palabras mientras fruncía sus finas cejas y puso una mano sobre mi hombro.

—Deberás atender al joven maestro de ahora en adelante, a partir de mañana… Ya sea para traerle sus comidas o para asistir a su baño. Siempre permanece en espera y sube de inmediato si te llama por algo.

— ¡De ninguna manera…! —esta respuesta no vino de mí sino de Anna. Hizo un gran alboroto como si hubiera recibido malas noticias. Ella hinchó sus mejillas pecosas y gritó.

— ¿Por qué? El joven maestro no recibe a las doncellas de turno, ¿verdad?

—Anna, cálmate. No me importa.

—Estas son las órdenes del joven maestro. ¿Qué podemos hacer? —dijo la señorita Irene.

La señorita Irene soltó un largo suspiro mientras acariciaba mi hombro.

¿Por qué todos actúan así? ¡Realmente no me importa! En realidad estaba contenta con las noticias. Después de irme la última vez, no pude volver a visitarlo. Estaba empezando a sentirme un poco inquieta porque no había visto su rostro en mucho tiempo.

Parecía que estas personas no sabían que ya me había ocupado del baño de Leandro antes. Supongo que es de esperar. El anexo era increíblemente silencioso. No me encontré con una sola alma a lo largo de los pasillos.

—Estás actuando así por el rumor que has escuchado, ¿verdad? No es cierto. No contraerás su enfermedad y tu piel no se deteriorará solamente porque hayas entrado en contacto con él.

—Por supuesto —asentí con la cabeza rápidamente.

Este era un hecho que todos necesitaban saber. Las miradas de todas las doncellas se centraron en nosotras cuando escucharon el nombre de Leandro. A Anna no pareció importarle la repentina atención y siguió pareciendo dudosa.

— ¿Está segura de eso?

—Sí, probablemente…

Las palabras ambiguas de la señorita Irene volvieron a suscitar a Anna.

— ¿Probablemente? ¿Qué quiere decir con “probablemente”?

— ¿Anna, no dije que estaría bien? Ya has tocado al joven maestro. Pero mira, estás completamente bien, ¿no es así?

— ¿Qué…? ¿Qué dijiste? ¿Señora, puedo cambiar de habitación?

Las cejas de la señorita Irene se arrugaron con desánimo. Yo también tenía el ceño fruncido. Me había equivocado al pensar que Anna estaba preocupada por mí. Había olvidado por un momento que no era más que una mocosa egoísta.

—Cálmate. Parece que crees que el joven maestro tiene una enfermedad infecciosa, pero…

— ¿Nunca has oído hablar de infecciones latentes? ¡¿Qué voy a hacer?!

—Es suficiente —estiré la mano para pellizcar las mejillas de Anna. Rápidamente se apartó, frotándose la mejilla. Sacudí la cabeza y me volví hacia la señorita Irene.

—Entonces, ¿solo espero las órdenes del joven maestro a partir de mañana?

—Así es. Enviaré a alguien más para que se encargue de tus tareas de limpieza. Anna eres responsable de limpiar los pasillos mañana.

Anna me fulminó con la mirada mientras soltaba un chillido. Decidí ignorarlo.

Después de terminar de decir lo que quería decir, la señorita Irene escribió algo en la tabla que había estado sosteniendo y se fue poco después. Habiendo recibido más tareas de limpieza, el rostro de Anna se distorsionó de rabia.

Puse mi mano sobre la suya y le aseguré:

—Ayudaré a menudo, así que deja de fruncir el ceño, ¿está bien?

— ¿Dónde estás poniendo tus manos? —Anna apartó mis manos y fruncí el ceño. Comenzó a murmurar sombríamente—. De verdad, tengo que irme de este lugar. ¿Es suficiente un buen salario? Hay un monstruo que vive en la casa. Estoy cansada de tener que evitar las llamadas del joven maestro.

No le hice caso. Ya no tenía la voluntad para sujetarla por los hombros y decirle que Leandro no era un monstruo sino una pobre víctima de una maldición. Terminé de comer el resto de mi comida antes de regresar al anexo. Dentro de cuatro años, la maldición se levantará y Leandro se dirigirá hacia el Palacio Imperial para ver a Eleanora, así que es mejor que admire su bonita cara antes de que se vaya.

La piel de la mitad de su rostro ya se había arrugado, pero pensaba que todavía era adorable.

El joven maestro de trece años no parecía saber cómo utilizar a las dos doncellas asignadas a su lecho de enfermo. Aunque era hora del desayuno, la campana permaneció en silencio. Incapaz de soportarlo, tomé la comida y subí a su habitación. Cuando me vio, su expresión mostró incredulidad. Obviamente se preguntaba qué estaba haciendo.

Ya habían pasado tres días desde que me asignaron el papel como doncella personal de Leandro. ¡Tres días! En esos tres días, no me llamó ni una sola vez. Permanecí disponible, esperando ser llamada como me había dicho la señorita Irene. Esperé y esperé, ¡pero la campana nunca sonó!

Por supuesto, nunca antes había atendido a nadie, así que no estaba acostumbrada. Por lo tanto, siendo la idiota que soy, simplemente me quedé cerca de la puerta de la habitación de Leandro como un perro guardián. Finalmente, me levanté temprano esta mañana y agarré un cruasán recién horneado, un poco de mermelada de fresa y leche y los traje a su habitación.

—No tengo apetito.

—Eso no tiene ningún sentido. Es solo porque el joven maestro no ha visto este brillante cruasán. Ahora, solo cierre sus ojos y dele un mordisco —parlotée, intentando convencer a Leandro, pero meramente me dijo que dejara de molestarlo con un gesto de despedida.

—Entonces, solo deberías comértelo.

Tal vez no esperaba que realmente me lo comiera, pero cuando lo hice, dejó escapar una carcajada silenciosa.

—Nunca antes he visto una doncella como tú.

—Nunca antes he visto una persona como tú, joven maestro.

— ¿Por qué tú…?

—Sí, sí, no sea así y dele un mordisco. Incluso lo unté con un poco de mermelada.

—Sólo voy a comerlo porque eres molesta.

Cuidar al joven maestro no es tan fácil como originalmente había pensado. Aunque es muy delgado, cuando era la hora de comer, siempre decía que no tenía apetito. Casi tenía que alimentarlo a la fuerza para asegurarme de que comiera, y durante el proceso, la habitación se volvería a desordenar, lo que significaba que tenía que limpiarla por segunda vez. Pensar que limpiaría la habitación de otra persona con tanta frecuencia… Ni siquiera limpiaba mi propia habitación tan seguido.

—Joven maestro sea honesto. Le gusta tener una doncella como yo alrededor, ¿no es así? —estaba cambiando las sábanas cuando hice la pregunta.

—Eres demasiado ruidosa. Me duele la cabeza.

Mientras ordenaba la cama, Leandro se reclinó en el sofá, apoyado en un cojín.

—Ni siquiera dije mucho —respondí mientras me acercaba a él. Realmente parecía tener dolor de cabeza. Su mano pálida se estaba agarrando su pequeña cabeza mientras soltaba un gemido.

— ¿Tiene fiebre?

—Siempre.

—Déjeme ver.

— ¡Deja de tocarme como te da la gana…!

No sé qué hizo que se enfadara tanto, pero se puso furioso. Lo ignoré y apoyé mi frente contra la suya. Como era de esperar, tenía fiebre. Leandro de repente dejó de resistirse. Mientras me alejaba, suspirando disgustada, Leandro me agarró del brazo con sus delgados dedos y lo atrajo hacia él. Me sorprendió. Entonces lo escuché hablar en una voz tan baja que pensé que había oído mal.

—La última vez… l-lo siento.

— ¿Cómo es que está tan callado de repente…? Era bueno siendo descarado hace poco.

Leandro me dirigió una mirada cuando levantó la cabeza. Esa imagen me recordó a un pequeño gatito o conejo. Era tan lindo que puse las palmas de mis manos en sus mejillas y contuve mi impulso de abrazarlo.

—Caray, nuestro joven maestro es…

—Si vas a ser sarcástica, déjalo.

— ¡No es eso! Estoy tan feliz.

— ¿Por qué…?

—Se acaba de disculpar conmigo. Lo murmuró para que no pudiera escucharlo correctamente.

— ¿Murmuré…?

—Sí, así que, ¿podría repetirlo?

—No quiero…

—Tsk.

— ¿Cómo te atreves?

—Tsk.

—¿Por qué no dice: “¿Cómo te atreves?” esta vez?

—Me duele la boca.

Era como un anciano en el cuerpo de un niño. Haciendo una mueca, agarré su mano y la quité de mi brazo. Cuando comencé a alejarme, los labios de Leandro se torcieron.

— ¿Ha tomado su medicina? Está en el cajón al lado de su cama, ¿verdad?

—Déjalo.

— ¿Qué? ¿Por qué?

—Solo pon tu mano en mi frente. Es agradable y fresco, así que se siente refrescante.

Esto fue una sorpresa. Es la primera vez que Leandro pide algo. Esto debería ser registrado en la historia. Hasta ahora, todo lo que obtuve de él fueron rechazos.

Volví sobre mis pasos a su lado y aparté su cabello negro. Leandro se encogió visiblemente.

—Creo que el médico vendrá pronto. Espero que su condición haya mejorado.

— ¿Estás preocupada por mí…?

—Por supuesto.

Leandro abrió los ojos. Pude ver mi reflejo en sus ojos oscuros y nublados. Llevaba una expresión ambivalente[1] en su rostro. Por un lado, parecía que estaba triste. Por otro lado, parecía que estaba ocultando algo.

—He conocido personas que se han compadecido de mí… pero nunca conocí a alguien que admitiera que estaban preocupados por mí.

—Estoy preocupada por ti, joven maestro. De verdad.

—Lo sé bastante bien…

¿Cuáles eran las emociones que se arremolinaban dentro de él? Su rostro constantemente cambiante no revelaba nada. Sin embargo, esperaba que fuera algo bueno.

Pobre chico. La persona más lamentable que conozco. Incluso si es su visión, solo su visión y nada más, mejorara un poco, eso sería mejor que nada. Entonces no tendría que vivir así.


Notas:

[1] Ambivalente es que encierra emociones o sentimientos contrapuestos.

2 respuestas a “Sin madurar – Capítulo 5: El niño maldito (5)”

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