Un día me convertí en una princesa – Capítulo 92

Traducido por Den

Editado por Sakuya


Seth había sido asignada a trabajar en el Palacio Garnet recibiendo a los invitados, por lo que había visto todo.

Hanna comenzó a llorar una vez escuchó lo que sucedió, y Lilly no durmió bien después de enterarse.

—¿No podría, el Mago de la Torre Negra, curar a Su Majestad

—El emperador no lo reconoce por sí mismo, por lo que…

Él mismo ni siquiera quería arreglar la situación, así que no había nada que pudieran hacer.

—Jaaa. Estoy tan preocupada.

—Yo también. Pobre princesa Athanasia. ¿Qué deberíamos hacer?

Pero Lillian estaba preocupada tanto por Claude como por Athanasia. La princesa ya había sido lastimada, y él también sufriría una vez recuperara la memoria. Sería bueno si ya nadie resultara herido.

Fue un alivio que el emperador no hubiera buscado a la princesa después del baile. Pensó que la expulsarían de su palacio nuevamente debido a lo que sucedió en el salón.

—Hoy prepararé el pastel de chocolate que le gusta a la princesa.

—Yo también ayudaré.

Lilly suspiró. No pasaba ningún día sin que estuvieran preocupadas.

♦ ♦ ♦

—Princesa, ¿hoy no lee? —me preguntó Lilly con cautela.

—No es interesante —dije, tumbada en el sofá.

No había cambiado de posición ni una sola vez esta tarde. Me limité a mirar la luz del sol. N-No. No la estaba mirando, solo miraba a la nada… Mi pasatiempo de estos días era quedarme quieta.

Traté de explicar lo que estaba haciendo, pero me di por vencida y observé impasible el cielo.

No pienso en nada, porque… no quiero pensar en nada…

—Ya son las tres de la tarde. ¿Le traigo algunos postres?

—No, gracias.

Estos días en verdad no quería comer nada, así que solo decía no.

Lilly, Hannah y Seth parecían muy sorprendidas de que rechazara los dulces, pero estas cosas pasaban a veces.

Sabía que últimamente se habían estado sintiendo inquietas por mí. Estaba apenada por eso, pero tener que reaccionar a todo lo que otras personas hacían, me daba dolor de cabeza. Así que, aunque sabía que estaban preocupadas por mí, me limitaba a pasar el día tumbada.

Incluso frente a Lilly daba vueltas en mi cama o en el sofá.

Desde que ya no llegaban las cartas de Zenit, pasaba mi vida en aislamiento. ¿No era esta la vida de una princesa abandonada que Claude quería que tuviera?

Pero Lilly no se dio por vencida.

—Entonces, ¿qué tal un paseo? Los rayos de sol son agradables.

—No quiero…

—No, necesita moverse más en momentos como este. Si quiere estar sola, no la seguiré. ¿Hm?

Sin duda era poderosa. Estaba tratando de hacerme levantarme del sofá y de la cama en los que me había quedado durante varios días.

No pude rechazar sus ojos desesperados y terminé saliendo de mi habitación.

—¡Princesa!

—¿Va a pasear?

Como lo habían planeado, Hannah y Seth me estaban esperando fuera del dormitorio tan pronto como salí. Me miraron con ojos brillantes.

—Ha hecho una buena elección.

—Sí, hoy hace buen tiempo.

Parecían estar extremadamente felices de que finalmente saliera. Me hicieron sentir mal por no haberlo hecho antes.

—Vuelvo enseguida.

Pasé junto a ellas, incómoda, recibiendo una cálida acogida de todas las doncellas en el pasillo.

Tan pronto como salí, el radiante sol brilló sobre mi cabeza.

Es tan deslumbrante. Ah, ha pasado un tiempo desde que estuve expuesta directamente a la luz del sol. 

Pensé que lo mejor sería entrar después de caminar un poco, así que comencé a andar.

Pero nadie me mira desde arriba, ¿verdad? Levanté la cabeza recelosa. Sin embargo, el reflejo de la luz del sol me impidió ver el interior. Me di por vencida, volviendo a mirar hacia atrás con los ojos entrecerrados.

Mi ropa era muy sencilla, ya que en realidad estos días no tenía a dónde ir. Así que caminar parecía ser un poco más cómodo que antes.

Como quería Lilly, miré los árboles, las hojas y el cielo, paseé a paso lento por el palacio. Después de un tiempo, entré en un jardín rebosante de rosas blancas aún más hermosas que las del jardín donde pasaba tiempo con Claude. Este era el lugar que él me hizo abruptamente después de que dijera que las rosas eran bonitas.

Atravesé un camino que estaba en medio y extendí mis manos hacia una flor que había florecido por completo, y sus hojas. Sentí su toque y me acerqué. Luego, la acaricié y tiré con fuerza del tallo.

Cuando bajé la cabeza, vi que la flor brillaba intensamente al sol. Me quedé quieta por un momento y, luego, la dejé caer al suelo.

También recogí otras rosas a lo largo del camino.

No sabía por qué, pero tan pronto como las vi, quise deshacerme de ellas.

Cuando miré hacia atrás, estaban esparcidas por el suelo como las piedrecitas de la historia de Hansel y Gretel. Las observé en silencio y me volví hacia adelante.

Cuando levanté la cabeza, vi a un hombre contemplándome en silencio.

El viento sopló de repente y agitó su cabello. También dispersó las rosas y las hojas, y meció mi vestido.

Claude y yo nos miramos mutuamente en silencio.

Su aparición fue completamente inesperada, no obstante, no me sorprendió demasiado verlo. Podría haber sido porque pensé que vendría a verme algún día.

No me observaba con hostilidad como había hecho en el baile. Sus oscuros ojos azules me atravesaron.

El silencio se sintió una eternidad pero, al mismo tiempo, también corto. Me miró con ojos indiferentes, sin embargo, cuando comenzó a caminar, inconscientemente me estremecí y solté la rosa que estaba en mi mano. La distancia entre nosotros se acortó pronto.

Observé su rostro. Parecía una persona que había estado enferma durante días.

Abrió lentamente su boca y dijo:

—No debería haberte dejado vivir.

Ya ni siquiera me sorprendían sus palabras. Pero su voz se sintió diferente a cómo me había amenazado en el pasado.

—Si me hubiera deshecho de ti cuando te vi por primera vez, no habría tenido que recordar tu rostro —prosiguió en voz baja. Cuando dijo aquello, sus ojos cambiaron ligeramente de color. Su indiferencia ahora se sentía helada.

Extendió su mano hacia mí. Entonces, el sonido de algo colisionando sacudió mis tímpanos. Una intensa luz brilló con el ruido. Una fuerza desconocida me empujó y las rosas esparcidas se agitaron.

Más allá de mi cabello mecido por el viento, vi los ojos que relucían con frialdad.

—Qué gracioso. El maná de tu magia de protección es en definitiva mío —se rió secamente como si hubiera oído una broma sin sentido, y me di cuenta de lo que acababa de hacer—. No sé cuál es la combinación, pero la magia no miente, así que el maná es sin duda mío. Pero… pensar que lo estoy destruyendo ahora mismo. —Una vez más estiró su brazo hacia mí—. No existe una tragedia como esta.

Las rosas blancas flotaban a mi alrededor. Su olor me hizo cosquillas en la nariz y otra fuerza sacudió el aire de nuevo.

Ah… Claude en realidad estaba tratando de matarme. No me estaba amenazando, sino que lo estaba haciendo de verdad. La magia de protección, que se suponía que debía protegerme, estaba siendo destruida.

—Ese rostro, esa expresión… —En ese momento, su cara se deformó—, …me están sacando de quicio. Se acabará si me deshago de él.

No podía saber si estaba hablando conmigo o consigo mismo, pero en este momento, eso no importaba.

3 respuestas a “Un día me convertí en una princesa – Capítulo 92”

  1. OMG!!!!!!!!!!!!!!!! Quedó en la mejor parteeeeeeeeeeeeee!!!!!!!!!! Waaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!!!!!!!!!!!!!!!

    Gracias infinitas por su tiempo y por subir estas historias, que no tendríamos otra forma de leerlas si no fuera por ustedes!! Gracias!!!!!!!!!!!!

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