Contrato con un vampiro – Capítulo 22: Asalto

Traducido por Herijo

Editado por Ayanami


— ¡Hey! ¿De dónde están saliendo todos estos perros callejeros?

— ¡¿Por qué están aquí?! ¡Protejan al maestro Akashy!

Kyouya trataba de abrirse camino desesperadamente para salir del territorio de Akashy en medio de los gritos y el caos. Se libró de las bestias que arremetían a sus costados, salpicando sangre sobre toda su ropa.

Todo ocurrió cuando fue convocado a la casa de Akashy para dar su reporte semanal. Un loco grupo de bestias arremetió dentro del territorio de Akashy sin previo aviso. Un rápido vistazo a la habitación le permitió saber a Kyouya que eran perros salvajes.

Uno de los sirvientes que trató de detenerlos fue devorado en su totalidad. No quedó ni un solo hueso en el lugar donde estaba. Parecían ser perros salvajes comunes y corrientes sin ninguna habilidad especial, pero, de alguna manera, sus limitadores mentales habían sido removidos, sacando toda la fuerza que usualmente se encuentra limitada por el instinto de autopreservación.

Sin embargo, incluso en ese estado de sobre fuerza, no eran rival para los vampiros, el problema era que su número total les daba una ventaja sobrecogedora.  Justo como las hormigas pueden devorar a un saltamontes estando en grupo, docenas de perros salvajes tarjeteaban a cada persona y la devoraban vorazmente, incitando miedo en cada vampiro presente.

Y todas esas bestias salvajes iban tras una sola persona…Kyouya Doumeki.

Habiendo notado su objetivo, Kyouya, inmediatamente, dejó el lugar para evitar incrementar las bajas inútilmente.

Estaba harto de los animales salvajes persiguiéndolo sin importar a donde corriera. Reflexionó sobre cómo manejar la situación. Consideró escapar volando, pero parvadas de cuervos y halcones volaban enloquecidos encima de él. Si peleara en el cielo, no solo tendría que preocuparse de lo que viniera por sus costados, si no también de lo que lo atacara de arriba y de abajo.

Solo podía predecir su perdición si era noqueado en el cielo cayendo a las mandíbulas de los perros salvajes debajo. Considerando todo eso, jugar con los perros salvajes en el suelo era su mejor apuesta. Notó que los enemigos en el cielo solo lo observaban desde arriba, mientras combatía a los perros en el suelo. El grupo de aves de presa no mostraba signos de descender.

Kyouya se apresuró a través del bosque, mientras pensaba tranquilamente las cosas. Sólo entonces, sintió como si algo pesado se posara sobre su cabeza. Se tambaleo golpeando su espalda contra un árbol. Una fuerte sensación de mareo lo había golpeado. Se sacudió el mareo rápidamente y empezó a correr de nuevo, pero los animales enloquecidos se encontraban aún más cerca.

La sangre se drenó de la cara de Kyouya, sudor corría por sus mejillas. No estaba cansado, jugar con los animales obviamente había gastado su energía, pero un problema más grave ejercía presión sobre él. O sería más correcto decir que todos sus problemas eran consecuencia de esa única cosa.

—Estoy sediento.

Por primera vez en mucho tiempo, Kyouya sentía la necesidad de beber sangre. Últimamente, había estado sobre usando sus habilidades. Volar era obviamente agotador, pero crear familiares para ver y escuchar a través de ellos era lo más desgastante. Luego, estaba esta situación. Sus instintos habían comenzado a buscar lo que era necesario para sobrevivir.

No podía pensar correctamente. Atormentó su mente para pensar en un plan.

¿Qué debería hacer? ¿Cómo puedo perderlos? ¿Por qué está pasando esto justo ahora? ¿Quién es la mente maestra tras este incidente?

Y en ese momento lo golpeó. ¿Por qué no había pensado en eso hasta ahora? Las bestias eran la carnada y una distracción. Incluso si algo fuera a ocurrir en la mansión de Azuza, la mayoría de los vampiros estarían poniendo atención a la sala del Patriarca. Y Kyouya, el guardaespaldas principal de Azuza, estaba siendo retenido por las bestias salvajes.

— ¡Demonios!

Habiendo llegado a esa conclusión, Kyouya de inmediato cambió de dirección. Su sed retorcía sus entrañas, una necesidad dolorosa que todo lo consume, destruyendo su estamina y su capacidad para pensar. Podía ignorarlo por el momento, pero la sed de un vampiro no puede ser negada.

♦ ♦ ♦

—Que desafortunado para usted…su príncipe no vendrá sin importar cuanto tiempo lo espere.

Azuza tembló de miedo ante las palabras del hombre; casi sonaba como si hubiera leído su mente. Al mismo tiempo, se preocupó por Kyouya.

Es un vampiro poderoso. No será vencido fácilmente. Lo sabía perfectamente, pero la confiada sonrisa plasmada en el rostro del hombre frente a ella le causó pánico.

De nuevo, como si hubiera visto una parte de sus pensamientos, los labios del hombre de pelo plateado se curvaron aún más, convirtiéndose en una sonrisa — ¿Está en una posición como para preocuparse por otros? Realmente, me sorprende.

—No estoy preocupada. Kyouya está bien —Azuza lo creía desde el fondo de su corazón. Pero también era un hecho que el peor escenario estaba cruzando por su mente. Sus puños estaban blancos de lo fuerte que estaban apretados, revelando gran parte de su estado mental

—En su máximo poder lo estaría —El hombre juzgó calmadamente, como burlándose de su muestra de valor.

— ¿A qué te refieres?

— ¿Cuántos años cree que tiene Kyouya Doumeki sin beber sangre? No es diferente de un ser vivo que no ha consumido un solo nutriente necesario para su supervivencia. Si peleara con toda su fuerza y sacara el cien por ciento de su habilidad, sería capaz de derrotar una armada. Nadie podría ponerle un dedo encima, pero, actualmente, no es capaz de sacar siquiera el treinta por ciento de su poder, dando a mis creaciones la oportunidad de matarlo,

— ¡No!

—No hay forma de que eso ocurra.

Azuza gritó al mismo tiempo que una tercera voz intervino en su conversación. El hombre de pelo plateado tiró rápidamente de la mano de Azuza. Con sus manos retenidas atrás de su espalda, los ojos de Azuza estaban contemplando la vista de Kyouya cubierto de pies a cabeza con la sangre de sus enemigos.

— ¡Maravilloso! ¡Simplemente, maravilloso! Sin embargo, parece que no escapó indemne, Kyouya Doumeki.

Kyouya chasqueó su lengua. La sangre de sus enemigos lo cubría completamente, por lo que, no se podía observar a simple vista, pero una inspección más de cerca revelaba cortes en su abdomen. Azuza jadeó.

— ¡Kyouya! ¡¿Te encuentras bien?!

—Sin problemas —dijo, pero su voz estaba tensa y sus hombros temblaban de dolor con cada respiración que daba a pesar de su valiente fachada

—Déjala ir en este momento.

—Lo siento, pero no puedo hacer eso. Sin embargo, es libre de intentar recuperarla por la fuerza —El hombre de pelo plateado chasqueó sus dedos.

El sonido hizo que la jauría a su espalda cargase en unísono. Pero eran una miseria en comparación con el número que Kyouya eliminó de camino hacia aquí.  Levantó su brazo para tratar de detenerlos, pero…

El hombre sonrió entretenido —Usted no es su objetivo.

—Ichy —Azuza gritó cuando uno de los perros estaba a punto de clavar sus colmillos en la yugular de Ichy.

Kyouya tomó la cola del perro salvaje y lo lanzó hacia un lado. El animal voló por lo alto de forma casi artística antes de desaparecer en un arbusto distante. Era demasiado pronto para relajarse. La jauría se paró en sucesión tomando turnos para atacar a Ichy. Kyouya los derrotaba uno tras otro, pero su elevado número rápidamente comenzó a abrumarlo.

— ¡Maldita sea!

— ¡Kyouya! ¡Ichy!

—Bueno, entonces, es momento de partir, señorita Azuza —El hombre de pelo plateado levantó su mano, golpeando el estómago de Azuza, mandando su conciencia al oscuro abismo.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

 

error: Contenido protegido