Contrato con un vampiro – Capítulo 40: Su propio mundo (Punto de vista de Kyouya)

Traducido por Herijo

Editado por Ayanami


Mi madre era mi mundo cuando era pequeño.

Para cuando me di cuenta, solo dos tipos de personas me rodeaban: aquellos que me temían y despreciaban por mis ojos rojos, y los que trataban de usarme a su favor. Algún espectador curioso salía de vez en cuando, pero después de un tiempo mostraban un obvio desagrado. Tal vez, debido al acondicionamiento recibido por lo que los demás decían de mí o las amenazas de sus padres de que se alejaran de mí, siempre terminaban retirándose.

¿Cuándo comencé a no sentir nada después de que las personas que hablaban felizmente conmigo desaparecieran? Pensando un poco, diría que para cuando tenía cinco años ya había ganado el entendimiento de que las personas no dudarán en abandonarte por su propio beneficio, por lo que desarrolle una idea general de cómo me veían los demás.

“Una abominación de ojos rojos”

Esa era la forma en que me veían, incluso siendo solo un niño.

No es como si fuera mi culpa. Simplemente nací con ese color de ojos. No despreciaba tanto mi vida como para terminar con ella, pero tampoco tenía esperanzas de un final feliz. Esa fue mi niñez. Y, de entre todo ese desprecio que me rodeaba, solo estaba el amor de mi madre. Su amor era el que esperarías de una madre. Me regañaría si hacía algo mal, me felicitaría por mis logros, lloraría y reiría conmigo.

Akashy nos otorgó una pequeña cabaña de troncos cerca del pueblo donde pasábamos nuestros días sin preocupaciones. Eso era todo mi mundo.

Mi madre tenía una constitución débil y su despertar como vampiro tampoco fue muy fuerte. Puse mi cuerpo y alma siempre que tenía que cuidarla cuando enfermaba. Mi padre, Akashy, se presentaba en la cabaña una vez al mes, pero no compartíamos nada considerado como una conversación, mucho menos una relación afectiva padre-hijo.

—¿Cómo está mi muchacho?

—No pelees con otros

Recuerdo asentir a estas frases mes con mes. Lo reconocía como mi padre, pero su posición como patriarca tenía una impresión más fuerte en mí, causando inseguridad cuando trataba de volverme más cercano con él.

Mi mundo no creció mucho incluso después de empezar a asistir a la escuela. O más bien se redujo. Ninguna persona en mi clase trataba de conversar conmigo. Cuando tenía la necesidad de acercarme a ellos, mantener una conversación era imposible ya que se paralizaban del miedo. Algunos de mis compañeros más valientes trataban de molestarme de vez en cuando, pero cuando me hicieron enojar y les regrese el favor, se convirtieron en cachorros domésticos al día siguiente.

Honestamente, el pensamiento que tenía en ese momento era el de “pueden venir a mi cuando quieran”. Era mucho mejor sufrir alguna broma recurrente y ser molestado a ser tratado como si no existiera.

Un cambio vino a mi mundo en el otoño de mi décimo cumpleaños. Un chico dos años mayor, diciendo ser mi hermano, me hizo llegar una carta solicitando un duelo. Escuché lo que tenía que decir, solo para descubrir que era mi medio hermano, nacido de otra madre, y que había venido a retarme a un duelo para ver quién de los dos era más fuerte. También mencionó que yo era al tercero al que retaba, y que había vencido completamente a los otros dos.

Estaba realmente sorprendido. Aprendí que tenía hermanos por primera vez. Más que nada, estaba anonadado después de descubrir que uno de esos hermanos no solo no temblaba de miedo frente a mí, si no que me estaba retando a una pelea. Obviamente, acepté su propuesta y obtuve una clara victoria.

Dijo que su nombre era Tomoki. Era un chico animado que sonreía todo el tiempo. Fue mi primer amigo y mi hermano mayor.

Desde ese día, mi mundo se expandió para incluir a mi madre y a Tomoki.

Venía a la cabaña a retarme a una pelea siempre que tenía oportunidad. Le pregunté porqué estaba tan desesperado en intentar vencerme, a lo cual respondió con ojos brillantes —¡Quiero ser yo quien se convierta en el siguiente patriarca después de padre!

Su madre quería que se convirtiera en el patriarca.

Peleamos, reímos y jugamos juntos. Así eran los días. Eran realmente divertidos. Y, sobre todo, realmente disfrutaba pasar el tiempo con él. Aprendí por primera vez lo divertido que era pasar el tiempo con alguien más.

Con esa rutina pasó un año y Tomoki se había convertido en mi mejor amigo. Pase la mayor parte de mi tiempo con él. Y otro año más pasó. Los dos crecimos un poco, nuestras personalidades cambiaron con la edad, y aunque ya no reíamos a carcajadas del mundo, aun así, teníamos una relación genial.

También dejó de retarme a cada segundo del día. Y, a pesar de que nunca dejó de hablar de su idea de ser el patriarca, su forma de narrarlo pasó a ser como si hablara de un sueño lejano. Su madre se desesperó y vino a nuestra casa casi al mismo tiempo. Siempre que estábamos estudiando juntos podíamos oír sus gritos de: —¡Tu te lo llevaste! ¡Tu tomaste a mi hijo!

Al principio, intente ir a ayudar a mi madre, pero ella me alejó diciendo que ese era un problema entre mujeres. Desde ese momento, dudaba en bajar las escaleras y simplemente me sentaba en el escalón a escuchar los gritos de locura de su madre.

Las visitas de Tomoki a nuestra casa decrecieron en proporción a como la histeria de su madre empeoraba. Después de medio año de soportar los arranques de su madre, dejó de venir a visitarnos. Era silencioso. Las cosas solo regresaron a como eran antes de que comenzara a venir, pero el silencio me carcomía. En ese momento, sufrí un ataque de ira en la escuela. Tomoki acababa de cumplir quince años y yo solo tenía trece.

Fue entonces cuando el fatídico día llegó.

Mis hermanos, sus madres y nosotros fuimos convocados a la mansión del patriarca. Fue ahí donde conocí al resto de mis hermanos por primera vez. Eran cinco en total: cuatro chicos y una niña. Por supuesto, Tomoki se sentó obedientemente en la habitación. Tenía un aire ligeramente más maduro y angustiado desde la última vez que lo había visto.

Fuimos reunidos bajo el pretexto de un encuentro informal para conocernos mejor. Estábamos invitados a cenar y a pasar la noche juntos. Eso fue todo. Pensé que Akashy tenía varios tornillos sueltos para reunir a todas sus amantes en un lugar, pero también creí que serviría para calmar los arranques de histeria de la madre de Tomoki después de ver lo feliz que estaba al verlo.

Tomoki me llamó esa noche.

Estaba mirando distraídamente la luna en el jardín de la mansión. Esa noche fue bendecida con una luna tan hermosa que daban hasta escalofríos.

Un poco emocionado por verlo, lo llamé y salí corriendo hacia él. Un suspiro salió de mi boca después de ver lo que tenía en sus manos. Recuerdo vívidamente la expresión de su rostro y el sonido de su voz cuando dijo:

—Pelemos Kyouya —Los ojos de Tomoki reflejaban como si estuviera a punto de llorar y un cuchillo hecho completamente de plata soltaba destellos desde su mano derecha.

Estaba elaborado de la plata más fina que podrías encontrar desde su empuñadura hasta el final de su hoja. El olor de piel quemada se desprendía de su mano cuando el sonriente Tomoki se acercó lentamente hacia mí. Estaba paralizado después de experimentar por primera vez en mi vida una auténtica intención asesina dirigida a mi persona.

No entendía lo que estaba pasando. Todo lo que sucedió después parecía pasar en cámara lenta. Tomoki corrió hacia mí con el cuchillo en la mano. Lo observe sin hacer nada. Por un momento, me fue imposible identificar la sombra que se interpuso entre nosotros dos.

Mi madre fue apuñalada intentando protegerme.

En términos simples, fue eso lo que sucedió. Había clavado el cuchillo a través del corazón de mi madre. La carne cercana a la herida instantáneamente explotó en un sangriento desastre. Madre colapsó y frente a ella estaba un Tomoki cubierto de su sangre. Sus manos temblorosas aún sujetando el cuchillo.

—Todo es tu culpa. Tu culpa. Tú culpa —Repetía una y otra vez sin parar con sus dientes tiritando y su voz sonando cada vez más lejana.

Realmente, no recuerdo qué sucedió después.

Cuando recupere los sentidos Tomoki estaba tirado en el suelo en medio de la piscina de sangre que se había formado con la sangre de mi madre. Había un agujero donde se suponía estaba su corazón y mi mano estaba manchada de un líquido rojo oscuro. Finalmente, comencé a notar lo que había hecho y la gravedad de mis acciones. Había perdido mi mente.

—Madre nunca me amo debido a que naciste con ojos rojos y recibiste el nombre de Kyouya… Todo es tu culpa, maldito monstruo —Fue lo que dijo con su último aliento.

Sus últimas palabras eran de odio. Se ahogaba entre palabras, pero claramente transmitió su intención. El joven que consideraba mi mejor amigo y querido hermano me maldijo como un monstruo en sus últimos momentos.

Creo que lloré. Solo que mi sangre fuera transparente, estaba seguro de que lo que salía de mis ojos eran lágrimas. Por primera vez en mi vida resentí mi existencia. Si arrancarme los ojos me permitiera rehacer las cosas. Los sacaría de sus cavidades felizmente. Pero, desafortunadamente, la realidad no es tan bondadosa…

Mi madre había muerto.

Había matado a Tomoki.

Podía escuchar claramente como mi mundo colapsaba a mi alrededor.

Mi conciencia, repentinamente, me sacó de mi sueño. Estaba un poco perplejo por el techo que estaba sobre mí.

¿Dónde estoy?

Me senté en la silla de piel y confirmé mis alrededores. Mi mente finalmente comenzaba a entender la situación.

—¿Por qué soñar ahora con el pasado? —Me quejé para mí mismo.

Un suspiro escapó naturalmente de mis labios, mientras intentaba acomodarme en el suelo. Patético. Mis ojos cayeron naturalmente en la bandeja de comida que estaba sobre la mesita en el centro de la habitación. La comida que Azusa me trajo se había enfriado hace mucho tiempo.

Me acomodé en el sofá y tomé uno de los sándwiches. Azusa, probablemente, preparo algo ligero pensando que sería mejor para mí.

Las mujeres consideradas son las mejores. Pensé casualmente mientras me recargaba en el sofá,

¿Por qué la estoy llamando mujer?

Me dije a mi mismo que nunca consideraría a la chica que conozco desde que tenía cuatro años como una mujer.

¿Estaré siendo influenciado por los rumores acerca de nosotros?

Pienso que he estado fuera de mí últimamente

Siempre hace cosas que me toman por sorpresa. Siempre está sonriendo felizmente a mi lado y me toca sin sentir ni el más mínimo miedo. Me grita molesta que no me tiene miedo y describe mis perturbadores ojos como rubíes. Se que debería regañarla y arreglar ese mal hábito que tiene desde que tenía cuatro, pero aun me es imposible hacerlo.

Incluso Tsubaru, Ichy e Iouta, temblaban de miedo la primera vez que nos conocimos. Pero ella nunca lo ha hecho. Probablemente, nunca me recuperaría si un día, de repente, comienza a temblar de miedo por mis ojos. No me importa que el mundo me tema, pero no podría soportar que ella lo hiciera.

Solo tres personas. De todas las personas que he conocido, solo tres no temblaron de miedo después de ver mis ojos.

De esos tres, dos llevan muertos desde hace mucho tiempo. Siento como si mi sueño fuera una advertencia de que no me haga ilusiones. Mi propio subconsciente me está diciendo que no puedo ser feliz.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

 

error: Contenido protegido