El Caballero Afortunado y la Princesa Condenada – Capítulo 5: La cruel verdad…

Traducido por Kiara Adsgar

Editado por Yusuke


¡Adelante, Sonia! ¡Dile a sir Christ lo que planeas hacer!

Era el tercer día de la celebración del cumpleaños. Sonia llevaba un vestido simple de color naranja pálido con adornos de encaje que evocaban la imagen de un lugar cálido y soleado en un día de primavera. Como era el último día de las festividades, decidió mantener un estilo maduro revelando audazmente sus hombros.

Su cuello estaba adornado con un collar de diamantes y sus orejas con grandes pendientes de diamantes con el mismo diseño, el juegor era uno de los tesoros de la familia D’Claire.

Fue inmediatamente saludada por Christ al salir de sus aposentos.

—He venido por usted, princesa. Siento no haber estado aquí para ti anoche —dijo.

Su habitual comportamiento galante y alegre hizo que Sonia se sintiera culpable, causando que inadvertidamente desviara la mirada.

—No, está bien. El príncipe Severin tuvo la amabilidad de acompañarme en tu ausencia —respondió Sonia.

—¿El príncipe Severin lo hizo? —preguntó incrédulo.

La incredulidad claramente escrita en la cara de Christ mientras tomaba su mano era justo el empujón que necesitaba. Si voy a decírselo, cuanto antes mejor. Además, no hay mucha gente aquí que nos escuche.

—Confirmamos nuestros sentimientos el uno por el otro en el baile de anoche… y, bueno… me gustaría… ¡aceptar su propuesta! —soltó ella.

¡Lo hice! ¡Lo dije! Mientras se sentía aliviada de sacárselo del pecho, el indescriptible dolor en su corazón hizo que sus manos se convirtieran en puños apretados.

La respuesta de Chris llegó al instante.

—¡No debes! Sería otra cosa si fuera otra persona, pero el príncipe Severin no es digno de ti tal como es ahora.

—¿Eh…? ¿Por qué no…? —Sonia se sorprendió de que él la derribara tan rápidamente, pero su actitud era aún más extraña. La expresión frígida de su cara coincidía con su comportamiento distante. Atrapada bajo su mirada severa por primera vez, se sintió nerviosa.

—Sólo porque finalmente hayas visto al príncipe Severin de nuevo no significa que sea el mismo que cuando eran niños. No lo mires a través del lente rosado de tu nostalgia. Sólo terminarás llorando si lo haces —le advirtió Christ.

¿Acabare llorando? Ya lo he hecho. Y el príncipe Severin sigue siendo tan amable como siempre. ¿Por qué no debería confiar en esa amabilidad?

—Ya he acabado llorando, como dices —bromeó Sonia, tomando prestadas sus palabras. Christ no entendió lo que ella dijo.

—¿Repítelo?

—Señor Christ, ¿qué siente…? ¿Por mí…?

Los ojos de Christ se abrieron por la sorpresa ante la repentina pregunta de Sonia.

—Dame un respiro —murmuró mientras se frotaba la cabeza—. Mira, lo que importa no es cómo me siento, princesa, sino…

—¿Por qué no me llamas por mi nombre? ¿Por qué no me llamas Sonia? —le interrumpió, lanzándole la pregunta a Christ que la había estado molestando desde el primer día—. ¿Por qué me llamas constantemente princesa? ¿Tratas de evitar formar cualquier intimidad conmigo diciendo mi nombre?

—Prin…

—¡Basta! —el grito de rechazo de Sonia detuvo a Christ a mitad de camino, con los ojos aún abiertos por la sorpresa—. Sir Christ, iba a casarse conmigo cuando ya ha jurado su corazón a otra… ¿Cómo puede estar conmigo mientras alberga sentimientos por ella? ¡Apenas tienes derecho a hablar mal del príncipe Severin! ¡No puedo creer que te pongas en un pedestal y lo critiques…!

—¡Pero yo…!

Christ parecía claramente alterado por sus palabras; esto verifica los rumores que Pamela había oído.

—Al menos el príncipe Severin se propuso. Quiere ir a decirle a su padre, el rey Patrice, las buenas noticias. Sus acciones y palabras fueron sinceras. ¡Me presentaré ante el rey esta noche para pedirle que cancele nuestro compromiso para poder estar con el príncipe Severin!

—¡Princesa…!

—¡Déjeme en paz de ahora en adelante! —gritó Sonia. Apartó la mano a Christ y corrió a dejar atrás la escena.

¡Príncipe Severin! ¿Dónde está, príncipe Severin…? Aunque le había dicho a Sonia que lo esperara en sus aposentos, ella no quiso permanecer más tiempo allí. Ella imaginó que él estaba yendo a su habitación, así que no debería estar lejos. Sin embargo, no se le veía por ningún lugar cercano a la habitación que ella estaba usando.

Si Sonia entraba en el salón de baile, los jóvenes nobles estaban obligados a pulular a su alrededor de nuevo. En su lugar, decidió dirigirse al nostálgico cenador donde había conocido a Severin hace apenas dos días. Cuando se dio cuenta de que no estaba en sus habitaciones o en el salón de baile, se le ocurrió buscarlo allí.

Sonia se abrió paso hasta las profundidades del jardín, donde la secreta atmósfera del crepúsculo se desvanecía. Escogiendo cuidadosamente sus pasos para evitar cualquier derrame embarazoso, notó que el cenador ya estaba ocupado para el momento en que apareció. Era difícil distinguir a la pareja en la mala iluminación, pero pensó que eran un hombre y una mujer.

¿Qué debo hacer? Esto no es mejor que espiar. No puedo quedarme aquí para siempre. Tendré que ir a otro lugar. Justo cuando Sonia estaba a punto de abandonar el cenador e irse, la voz de un hombre que conocía muy bien la detuvo en seco.

—Como dije, estoy haciendo esto por nosotros. ¿Por qué otra razón le propondría matrimonio a esa ingenua princesa? Creí que conocías el tipo de chica que me gusta… Sí, sólo me interesan las mujeres que rebosan de encanto maduro, como tú.

¿Príncipe Severin?

—Sólo lo dices para tranquilizarme —respondió una voz de mujer hosca. Su voz tenía un tono entrañable a pesar de su hosca queja. Incluso Sonia podía decir que esa voz estaba reservada para él.

—Es la única hija del ducado D’Claire —respondió Severin.

—¿Qué? ¡Eso significa que es de la línea de la Familia Maldita! ¿Estarás bien si te acercas a ella? —preguntó la mujer. No sólo dejó de apoyar su cabeza en el hombro de Severin, sino que alejó todo su cuerpo de él.

Severin se rió ligeramente del miedo de la mujer. Sonia sólo podía ver sus espaldas desde donde ella estaba, pero se imaginó que él estaba mirando a la mujer con sus labios estirados en una amable y pulida sonrisa.

—Compruébalo por ti misma. ¿Parece que me ha golpeado la maldición?

La mujer sacudió la cabeza de un lado a otro en respuesta a la pregunta de Severin.

—Sospecho que la maldición se ha apoderado de su prometido, Christford. Conociéndolo, está obligado a romper la maldición tarde o temprano. Después de todo, fue elegido en una revelación divina —dijo Severin.

—Mientras tanto, ganarás el corazón de la duquesa D’Claire y se casará con ella una vez que sir Christford rompa la maldición… ¿Eso está bien? ¡Oh, eres terrible! —La mujer se rió mientras ponía su mejilla en el hombro de Severin.

—Lo hago por nosotros. Ya no puedes gastar dinero libremente bajo el ojo escrutador de tu marido. Me quedé sin dinero cuando todo ese derroche provocó la ira de mi padre. Sólo usaba ese dinero para pasar tiempo contigo, querida… Padre no entiende cómo me siento…

—Príncipe Severin… No sé qué decir. Estoy tan feliz de que estés dispuesto a sumergirte en un matrimonio sin amor por mí… —dijo la mujer.

—Catherine, no te dejaré ir —prometió Severin mientras envolvía sus brazos alrededor de la mujer llamada Catherine y la abrazó apasionadamente. Los dos se separaron lentamente después de besarse ardientemente durante un tiempo.

—No te enamores de la duquesa D’Claire, ¿de acuerdo? ¡Mi querido Severin!

—Por supuesto que no. Aunque somos amigos de la infancia, no pienso en ella como algo más que eso. Pero después de que nos casemos, tendré que cumplir con mis deberes para dejar un heredero y tener un hijo… ¡Ah! —exclamó Severin como si de repente recordara algo y se puso de pie.

—¡Se suponía que tenía que recoger a Sonia en su habitación para que pudiéramos recibir la bendición de mi padre! ¡Voy a llegar muy tarde! —gritó.

—¡Oh, Dios mío! ¿Qué pasa si se enfada y cambia de opinión sobre todo el asunto?

—Está enamorada de mí, porque soy su primer amor. Estoy seguro de que está esperando pacientemente en la puerta de su habitación.

—Date prisa, ve ahora —instó la mujer, pero Severin sostuvo su mano con anhelo, bañándola con besos—. ¡De verdad…! ¡Vete ya! —le empujó, sin hacer fuerza.

—Haré que el mensajero envíe mi próxima carta. ¡Adiós! —se despidió Severin con una encantadora sonrisa antes de dejar el cenador.

Y allí estaba ella.

—Príncipe Severin…

Sonia salió de la sombra de un árbol para bloquear el camino de Severin. Por un momento, se olvidó de respirar. Pudo reconocer claramente su rostro pálido incluso ante la pobre luz de las antorchas. No sólo su rostro estaba desprovisto de color, sino que también estaba desprovisto de toda expresión.

—So… Sonia… ¡En el momento perfecto! Estaba a punto de ir a buscarte. Siento haber tenido que atender algunos asuntos primero —dijo Severin, tirando de su mano en un intento de alejarla del cenador.

¿Está ganando tiempo para que la mujer salga del cenador? Así es como se veía. Así que Sonia se giró y llamó a la mujer que trataba de esconderse en la oscuridad del más allá.

—¡No tan rápido! ¡Lo he oído todo! ¿No te das cuenta de que el hombre que amas planea casarse con una mujer que no ama?

La mujer siguió corriendo tan rápido como sus piernas podían llevarla sin siquiera darse la vuelta en respuesta a la pregunta de Sonia. Se tambaleó torpemente, teniendo que subir el vestido hasta sus rodillas, pero los tacones que llevaba puestos eran ridículamente altos. Por no mencionar que eran estrechos. No había forma de que pudiera correr a toda velocidad en esas cosas. En realidad, ya era dudoso que una mujer noble se rebajara al acto de correr a toda velocidad. Nunca se rebajaría en la corte si alguna de las damas chismosas la viera, sería su fin.

Por otro lado, Sonia nunca había usado nada más que tacones bajos durante sus muchos años en la Abadía Real. De manera que había asistido al baile con tacones de menor altura con los que se sentía más cómoda. Sin mencionar que estaba segura de la fuerza de la parte inferior de su cuerpo.

¡Todo ese arduo trabajo de limpieza en la abadía dio sus frutos! Si no pongo a prueba estos músculos ahora, ¿cuándo lo haré? Pensó Sonia, ejerciendo toda su fuerza corriendo en los lugares más inapropiados.

Sus piernas bien tonificadas deben haber tenido la fuerza necesaria, porque atrapó a Catherine en cuestión de minutos. Sonia lanzó pregunta tras pregunta a la mujer, exigiendo:

—¿Por qué no trataste de detener al príncipe Severin si lo amas? Él estaba haciendo esto por mi dinero, pero ¿hay alguna razón por la que seas tan dura?

La mujer mal iluminada se puso a la altura de Sonia con los ojos abiertos, enmarcada por bastante maquillaje. Miró a Sonia como si fuera un monstruo. Luchando contra sus ganas de llorar, Sonia fijó sus ojos en Catherine.

—¡Suéltame ahora! —exclamó Catherine con una risa despreciativa mientras le devolvía la mirada—. ¿No es obvio que hace todo esto para divertirse?

—¿Eh? —Sonia no podía comprenderla.

—¿Podrías soltarme? Sería una violación de la conducta social si no me deja ir. —Dominada por su tono frío, Sonia soltó el brazo.

Subiendo el dobladillo de su escote ,Catherine se dirigió a Sonia, dejando claro por su actitud que sólo lo hizo por una cuestión de protocolo.

—Usted es la duquesa Sonia, supongo… La última en heredar el título D’Claire… Mi nombre es Catherine de Chalier. Te haré saber que ya he hecho el nudo.

¿Tiene un marido?

—¿Está casada…? ¿Pero no estáis el príncipe Severin y tú…? —Las palabras se escaparon de su labios como si tuvieran vida propia. Su mente estaba a punto de sufrir un cortocircuito por una sobrecarga de información.

—Por eso dije que todo era un juego, ¿no? Me gusta disfrutar de falsos romances con hombres al lado de mi marido. A veces finjo que soy soltera otra vez, y nos prometemos nuestro futuro. Otras veces nos resignamos a un romance platónico. Luego están esas veces en las que disfruto entregándome a una noche de placer.

—¡Eso es obsceno y ofensivo…! ¡¿Cómo te atreves a romper los votos que hiciste ante Dios?! ¡Es imperdonable! —regaño Sonia.

—Imperdonable o no, los hijos e hijas de la nobleza no tienen voz ni voto en el casamiento previo. No se nos permite amar a quien nuestro corazón desee.  ¿No te parece que es mucho más imperdonable que una pareja sin amor jure su amor ante Dios?

—Bueno… eso.

Catherine se acercó lentamente a Sonia mientras buscaba a tientas las palabras. La mujer mayor se mostró condescendiente, como si Sonia fuera una niña obtusa.

—He oído que has pasado mucho tiempo en la Abadía Real, por lo que eres ignorante de las costumbres del mundo. Duquesa Sonia, ¿se dio cuenta de que en el mundo real se necesita dinero para hacer cualquier cosa? Especialmente si no estás casada. ¿No queremos todos disfrutar del juego, la recreación y el romance?

Su mano tocó los hombros de Sonia. Se sentía como si su pegajosa y sucia mano se aferrara a la piel de Sonia, haciéndola querer saltar. fuera de su piel.

—¿Quiere que la eduque en los caminos del mundo, duquesa Sonia D’Claire? —preguntó Catherine, sus labios rojos carmesí se curvaban en una sonrisa encantadora.

—¡Lady de Chalier! —llamó una voz severa—. Si desea conocer a Su Gracia, por favor consulte el asunto con su esposo y el rey Patrice primero.

La voz hizo que Catherine saliera corriendo. Sus hombros se levantaron, el asco irradiaba de ella mientras se volvía hacia el dueño de la voz.

—Sir Christ. —Quien mencionó su nombre fue Sonia.

Chris pasó por delante de Catherine y del silencioso y embobado Severin.  Al llegar a Sonia, se plantó frente a ella como si la protegiera de los otros dos.

—Veo que las advertencias de su marido fueron insuficientes. ¿Preferirías que Su Majestad te regañara personalmente? ¡Usted y su marido serán severamente castigados si eso llega a suceder! —expresó Chris claramente enojado.

—¿Qué he hecho para merecer esto…? Simplemente me ofrecí a enseñarle a la duquesa Sonia la etiqueta de la corte y los juegos actuales que son todos los…

—No necesita que le enseñes nada. Además, según recuerdo, ¿no tenía temporalmente prohibida la entrada al palacio…? —siseó con un brillo más fuerte que su voz mordaz, haciendo que Catherine se congelara en su lugar.

Severin respondió a la pregunta por ella:

—La invité. Los guardias me vigilan como halcones fuera del palacio… pero pensé que podríamos escaparnos juntos durante un gran evento aquí.

—Veo que el rey Patrice no te lo dejó suficientemente claro también —gruñó Christ.

—¡Si lo desaprueba porque Catherine está casada, puede irse al infierno! La amo. ¡Quiero estar con ella! —Severin apeló a Christ en serio, y luego se alejó débilmente—. Sin embargo… ella dijo que todo era sólo un juego…

Los ojos de Severin se dirigieron a Catherine mientras le rogaba.

—No lo dijiste en serio, ¿verdad? Era una mentira para salir de este lío, ¿verdad?

Con Christ delante de ella, Catherine aparentemente se devanaba los sesos para averiguar cómo responder. Incapaz de reponerse, su boca se abrió y cerró sin palabras.

Viendo su reacción conflictiva, Chris le reprochó severamente.

—Si realmente amas al príncipe Severin, devuelve el dinero que el rey Patrice te dio para pagar la deuda que tú y el príncipe Severin contrajeron por el juego. Entonces los dos podréis pagar la deuda juntos, pero no puedes hacer eso, ¿verdad? Es la misma razón por la que tú y tu esposo vinieron a pedir ayuda, ¿recuerdas? Por lo tanto, el rey Patrice proporcionó ese dinero de consolación bajo la condición de que no volvieras a ver al príncipe Severin, ¿o lo olvidaste?

Christ se volvió hacia Severin.

—Tengo algunas palabras para usted también, príncipe Severin. Ya no se le permite pasar su tiempo libremente debido a la deuda que ha contraído por el juego. ¡Has tratado de arrastrar a Su Gracia a un problema que tú mismo has provocado! Además, ¡fuiste tras su fortuna! ¡¿Ha caído tan bajo que no tiene ningún remordimiento por aprovecharse de su amiga de la infancia?!

Viendo a los dos caer en silencio.

—Señora de Chalier, por favor, váyase. Le enviaré un mensaje de esto a su marido más tarde. Espere un regaño completo. Puede que no la deje salir de la mansión después de este truco —indicó Christ—. Príncipe Severin, venga conmigo… —Echó una mirada a Sonia y le hizo un gesto—. Tú también tienes que oír esto.

Sonia estaba de pie en un aturdimiento inmóvil, con la cabeza baja.

—¿Cuánto de la conversación del príncipe Severin y lady de Chalier escuchaste…? —preguntó Christ.

Sonia palideció al recordar a Severin presumiendo de su boda con Catherine como un cachorro enamorado.

—Por favor, cuéntame… todo… ya sabes… —dijo mientras miraba sus manos apretadas.

♦ ♦ ♦

Demasiadas cosas impactantes habían sucedido todas a la vez. Sin embargo, ella tenía que saber. Esto era algo que Sonia tenía que escuchar. La había estado molestando durante mucho tiempo.

El rey Patrice se sentó frente a Sonia en una silla bien acolchada y lujosa. Ver a Sonia frente a él con tan poco ánimo le llenó de preocupación. Le había recomendado que esperara unos días para que se calmara, pero Sonia no quiso.

Patrice se había ido a mitad de la celebración al recibir la noticia de Christ.  Como era el último día, las festividades estaban en su apogeo. Hasta que llegara el momento del final, era dudoso que alguien se diera cuenta en medio del alboroto si la estrella de la fiesta se había marchado, con el Caballero del Diamante, Christ, a su lado, cualquiera que lo viera irse respiraría tranquilo sabiendo que estaba a salvo.

—¡Todavía estoy atónito por la estupidez de mi hijo! —Patrice miró a Severin, habiendo escuchado todo de Christ. No podía creer que Severin le propusiera matrimonio a Sonia por su dinero. Y había tenido la audacia de colar a Catherine, a la que se le prohibió incluso echarle una mirada, en el castillo. Y para colmo, tontamente hablaría con un extraño sobre la maldición de la familia D’Claire. Si estuvieran solos, a Patrice le habría encantado darle un buen golpe al chico.

El viento había soplado las velas del amor de Severin al saber cómo se sentía realmente la mujer que él pensaba que correspondía a su amor, pero él se había llevado la pena con su ingenuidad.

Bendecido con una apariencia extraordinaria, Severin fue popular entre todas las damas, incluyendo a su madre, desde que era un joven. Creció bañado en amor y afecto, constantemente rodeado de una multitud de mujeres que lo idolatraban. No era de extrañar que algunos de sus admiradores, hombres y mujeres por igual, albergaran intenciones impuras.

Severin había aprendido los placeres de las relaciones sexuales a un muy temprana  edad. Patrice se dio cuenta y lo apartó de la vida social tanto como pudo, pero Severin se negó a tomar en serio el entrenamiento de Chris. Así que terminó huyendo de Chris y enamorándose de Catherine, que era una jugadora notoria, tentadora y vagabunda.

Había algunas lecciones que Severin había aprendido sobre las mujeres, basadas en sus propias experiencias. Entre ellas.

Las mujeres son suaves y amables. Todas las mujeres me adoran y me alaban. No hay tal cosa como una mujer que no me ame.

Por un lado, sus sentimientos hacia las mujeres y el amor eran puros. Pero por el otro, nunca los cuestionó o dudó de ellas. Si viniera de una mujer, creería hasta las mentiras más superficiales.

No estoy seguro de si es demasiado confiado o simplemente tonto… Me ocuparé de él más tarde. Patrice suspiró para sí mismo y miró a Sonia.

Su sonrisa, que podía iluminar toda una habitación, había desaparecido, y sus ojos caían hasta sus manos en forma de puños, como si luchara por mantenerse en pie. Sus ojos de color aguamarina, que antes eran claros, se veían nublados y ya no reflejaban nada.

—Sonia, me temo que esto será demasiado para ti ahora —confesó Patrice.

Manteniendo la cabeza inclinada, Sonia sacudió la cabeza en señal de protesta.

—No, por favor, dime. ¡Debo saber…! Como la duquesa D’Claire, es mi obligación. Si está directamente relacionado con la muerte de mis padres y hermanos, así como con las cosas extrañas que ocurren a mi alrededor, ¡más aún! —Sonia lloró, y su súplica fue un lamento desesperado que sólo hizo que Patrice dudara aún más.

Parado al lado del rey, Christ señaló.

—Su Majestad, Su Gracia sabe que los rumores están surgiendo a su alrededor. Creo que sería mejor para ella escuchar la verdad de usted que dejarse llevar por pequeños fragmentos que escuche por ahi.

Después de un breve silencio, el rey bebió su té tibio. Al bajar rápidamente la taza, una mirada de determinación cubrió su rostro mientras se enfrentaba a Sonia de frente.

—Sonia, estoy seguro de que te molestaras mucho cuando escuches la verdad. Pero anímate sabiendo que tienes personas que derraman sus corazones y almas para encontrar una manera de salvarte —dijo Patrice.

—Lo haré —le aseguró Sonia.

La preocupación que pintó el rostro de Sonia una vez que finalmente levantó la cabeza llenó de tristeza a Patrice cuando dijo:

—La casa D’Claire se enorgullece de ser el poder financiero más prominente de nuestro reino. Alcanzó su punto máximo durante la generación de su abuelo, William.

La voz de Patrice fue solemne mientras contaba la historia que comenzó todo…

♦ ♦ ♦

La razón principal por la que la fortuna D’Claire se expandió durante la generación de Guillermo fue debido a la confiscación del dominio asignado al sacerdote que residía en el castillo D’Claire en ese momento. Aunque el sacerdote servía a Dios, su apego al dinero y a las ganancias no era diferente al de cualquier hombre secular.

Tal vez entrar y salir del castillo D’Claire a su antojo se le subió a la cabeza, o tal vez se engañó a sí mismo al pensar que era un miembro de la familia D’Claire. De cualquier manera, comenzó a utilizar su propia palabra en cuanto a la administración de las finanzas.

El duque William le dijo que se detuviera pero lo dejó como una advertencia verbal. Había decidido esperar y ver si el sacerdote había aprendido la lección.

—Sirve a Dios antes que a mí. —Había dicho William. Creía que el hombre sabía dónde estaban sus deberes, incluso si demostraba ser un sacerdote secular viviendo en una sociedad secular.

Desafortunadamente, el sacerdote no cambió.  Todo lo contrario, de hecho. Envió un informe falso afirmando que no podía recaudar impuestos de la gente de su dominio debido a las cosechas fallidas y se embolsó el dinero. Al tercer año, William llevó a cabo una investigación encubierta. Durante los tres años en los que el sacerdote supuestamente no había podido recaudar impuestos, hubo cosechas abundantes, y los siervos pagaron en su totalidad. William finalmente confiscó la tierra del sacerdote por llenarse los bolsillos y le dijo que dejara el castillo.

Supuestamente, le dijo:

—¡Agradece que no informe de esto a la Iglesia Central!

Pero las cosas tomaron un giro inesperado más tarde esa noche. El sacerdote convocó a William a la capilla del castillo. Allí, advirtió:

—Devuélveme mi tierra. Si no lo haces, Dios ya no te bendecirá con hijos.

—¿No es… una amenaza? —Sonia dudaba de sus propios oídos, incapaz de creer que un sacerdote fuera capaz de tal cosa.

—William era un hombre muy devoto. El sacerdote probablemente asumió que podía asustarlo para que devolviera la tierra si lo amenazaba como mensajero del Señor —dijo Patrice.

—Pero el abuelo se negó, ¿no es así…?

Patrice asintió y continuó:

—Aparentemente la discusión continuó durante algún tiempo después de eso.

Los dos intensificaron su ira hasta que finalmente el sacerdote gritó:

—¡Como son sordos a las palabras del Señor, ya no recibirán sus bendiciones!

—¡Cómo te atreves a usar al Señor como cubierta para saciar tu codicia! ¡Usted es el que incurrirá en la ira de Dios, Padre! —le respondió William.

—¡¿Te atreves a ridiculizarme?! ¡Ese es el mismo acto atroz de ridiculizar a Dios! ¡Su ira no se calmará hasta que la línea D’Claire perezca!

—En el momento en que el sacerdote declaró eso a William, la estatua de la Santa Madre en la capilla cayó sobre su espalda, matando al hombre —dijo Patrice.

—No tenía ni idea… Por eso la capilla del castillo estaba bloqueada… —dijo Sonia.

—He oído que William sintió que Dios castigó al sacerdote. Viendo que ya no podía seguir usando una capilla manchada de sangre, hizo construir una iglesia en el exterior y reemplazó al sacerdote… —Patrice se detuvo allí y se tragó.

—Déjeme llamar por una nueva taza de té… —ofreció ella, pero Patrice le impidió llamar a una criada.

—No, el agua será suficiente.

Se sirvió un vaso de agua de la jarra. Vaciando el vaso de un solo trago, continuó la historia ahora que se había mojado la garganta reseca.

—Aunque llegó a una conclusión desagradable, el problema se había resuelto. Al menos, eso fue lo que William me dijo cuando yo era el príncipe heredero y mi padre era el rey. También sentí que el castigo divino había sido cumplido correctamente, según su historia.

—Si eso es cierto, ¡¿cómo explicas todas las cosas aterradoras de otro mundo que nos han pasado a mí y a los D’Claire?!  ¿Está seguro de que mi abuelo no omitió algunos de los hechos? —preguntó con voz temblorosa, pero Patrice sacudió la cabeza.

—Sonia, esto es sólo el preludio. El verdadero problema comienza aquí.

Primero, la enfermedad comenzó a tomar la vida de los parientes de los D’Claire, una tras otra. Honestamente, nadie se dio cuenta de que esto se debía a la maldición del principio. Todos asumieron que la serie de pérdidas desafortunadas continuaba porque comieron pan hecho de centeno envenenado que había sido refinado en harina. Poco después, comenzaron a ocurrir fenómenos extraños en la residencia principal, el castillo D’Claire.

La esposa de William, Isabella, fue la primera en perder su vida por estos terrores de otro mundo. Luego tomaron el hermano menor de William y su familia.

Hasta el día de hoy, todavía recuerdo claramente cómo un demacrado William apareció luego de esquivar la maldición y las macabras artimañas el día en busca del consejo de mi padre.

—Si esto persiste, el linaje de mi familia perecerá en sus manos —se lamentó William.

—¿Sus manos? ¿De quién hablas?

—El sacerdote… que ha muerto —respondió William.

—¿El difunto sacerdote…? ¿Nos maldijo…? —preguntó Sonia con una mirada de incredulidad.

Patrice explicó:

—Mientras seas un ser vivo, incluso los que están al servicio del Señor están sujetos a la tentación. Simplemente se esfuerzan por superar tales deseos mundanos. Sin embargo, ese sacerdote fue incapaz de reprimir su codicia.

Reconociendo la raíz del problema, William quiso resolverlo antes de que el daño llegara a sus hijos y sus familias. Como tal, le pidió al Papa en ese momento que comulgara con el sacerdote en el castillo D’Claire.

William tenía la intención de devolver la tierra confiscada a la familia del sacerdote a cambio de levantar la maldición. Desgraciadamente, sus demandas se habían vuelto mucho más codiciosas en la muerte.

—Entrega los impuestos recaudados mientras conservabas mi tierra, insistió. Devuelve el trigo que cosechaste. Si no puedes, por el Señor, te juro que la línea D’Claire ya no será bendecida con progenie.

William respondió a la voz incorpórea:

—¡Tus acciones contaminan a Dios! ¿Cómo te atreves a administrar el juicio más allá de la tumba? ¡¿Te crees un dios?!

—¡Hablo las palabras de Dios! ¡Debes ser un demonio para desafiar a Dios! ¡No puedo hacer la vista gorda a esta casa de adoradores del diablo! ¡Te pondré en el camino correcto desde el otro lado! —indicó el sacerdote.

—Luego desapareció, poniendo fin a la sesión de espiritismo. En última instancia, la situación no ha cambiado desde entonces… —dijo Patrice, poniendo fin a la historia.

Todos estaban sin palabras.

Los únicos presentes eran Sonia, Patrice, Chris y Severin, pero la gravedad de la situación les frenó la lengua. Sonia parecía haberlo tomado particularmente mal. En parte por el shock de que las maldiciones existieran; en parte porque la maldición había sido hecha por un hombre muerto, y no cualquier hombre muerto, sino un hombre de Dios.

—En otras palabras, Dios ha abandonado la línea D’Claire… —dijo Sonia, llegando a una conclusión lamentable.

—¡Eso no es cierto, Sonia!

—¡No mientas! —Al final, Sonia le gritó a Patrice—. Si no, ¿por qué Dios no nos salvó antes de que estuviera sola? Si ese sacerdote se equivocó, ¡debería haber detenido esta locura hace años! ¡Todavía está pasando porque mi abuelo pecó! —gritó.

—Sonia… no es que Dios nos ayude en cada momento. Debemos esperar hasta que se cumpla su voluntad —dijo Patrice.

—Entonces, ¿se supone que la línea D’Claire se va a extinguir? ¿Es por eso que ha esperado tanto tiempo? ¡Porque eso es lo que parece!

Viendo a Sonia ponerse histérica, Patrice y Chris se acercaron con la esperanza de consolarla, pero ella los apartó tirando de su propio pelo.

—¡Aléjate de mí! ¡Déjame en paz! —gritó.

Dado su estado de nerviosismo, los tres hombres decidieron que era mejor dejar la habitación por el momento y pusieron un guardia en la puerta.

—Princesa —llamó Chris mientras salía. Sonia estaba temblando, con la cabeza enterrada en el reposabrazos del sofá—. Por favor, no lo olvides. Hay quienes desean salvarte.

—No soy más que un inconveniente para ti. La maldita duquesa abandonada por Dios es sólo una carga para el Caballero del Diamante, sir Chris —escupió Sonia con amargura sin molestarse en levantar la cabeza o girar para mirar a Chris—. ¡Déjame en paz!

Sin más remedio que conceder a Sonia su histérica súplica de soledad, Chris salió de la habitación con los pies pesados. Sonia mantuvo su cabeza enterrada en el reposabrazos del sofá. No podía enfrentarse a la realidad, eran hechos con los que ningún hombre mortal podría luchar. Era aterrador.

Había perdido a sus padres al mismo tiempo. Luego sus hermanos. Su abuelo. A todos. Lágrimas de frustración surgieron al pensar que esta maldición se había llevado a toda su familia.

También se hizo evidente por qué el rey Patrice había elegido a Chris como su marido. No podía permitirse el lujo de dejar que la familia D’Clare desapareciera. Desde un punto de vista estrictamente político, si Sonia muriera, el rey tendría que supervisar cómo los enormes bienes que ella dejó atrás se dividieron entre la nobleza dispersa por todo el reino. Aunque en el pasado hubo casos de reasignación de tierras y riquezas debido al fin de un linaje familiar, inevitablemente estallaron disputas de diversos tamaños.

La riqueza equivalente al presupuesto nacional… Oh, qué tentador debe parecer. Si un noble pudiera arrebatárselo todo para sí mismo, podría obtener un país entero. Usurpar la corona no era un sueño imposible. Es más podría llevar al reino, tal vez a los reinos vecinos también, a una guerra abierta.

Aunque pasara el resto de mi vida en la abadía, seguiría habiendo guerra después de mi muerte…

Pero los fenómenos paranormales se habían reanudado debido a que ella dejó la abadía. Estos espectáculos sobrenaturales pusieron en peligro la vida de su prometido.

¡Así es! Sir Christ está en el punto de mira por los hijos que tendríamos si nos casaramos… Los celos nunca fueron un factor. 

Christ lo sabía, pero afirmaba que un “espíritu estaba celoso”. Era el caballero de mayor rango del reino, bendecido con la magia protectora de Dios.

—¿Pero qué bien ha hecho eso? ¡No le ha impedido hacer ningún daño! —Sonia se lamentó. Severin se había dado cuenta de que la maldición se había vuelto contra Christ.

Por eso estaba dispuesto a tocarme más tarde, aunque no lo hizo cuando nos reunimos por primera vez.

Si Christ rompía la maldición mientras estaba centrado en él, Severin podría tomar la fortuna de Sonia D’Claire para sí mismo sin salir herido.

Entonces podría vivir en el regazo del lujo con Catherine…

Sonia estalló en una carcajada, de repente sintió unas enormes ganas de reír aunque la situación no era para nada graciosa.

Severin estaba perfectamente dispuesto a susurrar falsas palabras de amor para mantener su lujoso estilo de vida. Y en lugar de detenerlo, su amante estaba completamente complacida con su libertinaje.

El dinero. Todo el mundo estaba tras esta pesada fortuna. El rey sólo quería evitar que sus bienes enviarán a Pharrell a un estado de confusión. Severin sólo la quería para poder vivir en la extravagancia con su amante. Christ…

¿Qué quiere Christ de mí? La pregunta salió a la luz, pero ya atribulada por el agotamiento, su mente se negó a pensar con claridad en ello. Apuesto a que tiene que ver con una recompensa presentada por su amada princesa heredera. Si no es eso, es porque el “rey” se lo ordenó.

Estoy completamente sola. Nadie en el mundo amaba a Sonia por lo que era o estaba realmente preocupado por ella.

Sonia temblaba por la soledad. De repente, sintiendo un frío horrible, se rodeó los hombros con los brazos y se acurrucó sobre sí misma. ¡Si tan sólo no hubiera dejado la Abadía Real!

Los días más felices de su vida fueron cuando soñaba despierta con Pamela sobre cómo serían sus cariñosos futuros maridos.

—¡Pamela…! ¡Pamela…! —gritó Sonia el nombre de su mejor amiga mientras lloraba.

Cuando el nombre de Pamela salió de su boca, notó que una mano le frotaba suavemente la espalda. Giró la cabeza, sin molestarse en secarse la cara empapada de lágrimas. Detrás de ella, miró a Pamela, mirándola con las cejas arqueadas por la preocupación.

—¿Qué ha pasado? Noté que el rey Patrice, el príncipe Severin… y ese caballero… todos se veían serios cuando salieron de la habitación. Sé que está fuera de mis límites, pero hice que la criada de afuera me dejara entrar. ahora me alegro de haberlo hecho. Parece que tomé la decisión correcta —dijo Pamela.

—¡Pamela!

Acunada como una niña pequeña, Sonia envolvió a Pamela con sus propios brazos. Confortada por su calidez, Sonia estalló en lágrimas una vez más.

—¡Eres la única, Pamela! ¡Sólo tú! ¡Eres la única persona que me ve como soy!

¡Todos los demás sólo están preocupados por mi riqueza o por cómo obtenerla! Sonia lloró sin contenerse.

—Sonia… Tienes razón. Nadie tiene tu mejor interés en mente. Nadie más que yo. Soy la única que se preocupa por ti.

—Pamela…

Al notar que Pamela no era la de siempre, Sonia levantó la cabeza. La cara de Pamela estaba muy cerca. Las dos habían presionado sus frentes o mejillas una contra la otra incontables veces en la abadía, así que fueron numerosas las ocasiones en que Sonia había visto su cara de cerca. Pero esta noche era diferente. Sonia podía sentir que algo estaba mal por la expresión de su rostro.

Los ojos negros que la miraban eran extrañamente seductores. Su boca se retorció crípticamente en una sonrisa forzada.

—Sonia, soy como tú… Mi tío decidió casarme con un hombre mucho mayor por sus deudas —confesó Pamela.

—¡Eso es horrible…!

—¡Nos presentó, pero el hombre es despreciable! Prácticamente podía sentir sus manos sobre mí mientras me miraba de arriba a abajo. Entonces el asqueroso se rió y dijo: “¡Estoy seguro de que producirá muchos herederos finos!” ¡Me sentí tan asqueada y ultrajada!

—¡En ese caso, le prestaré el dinero! ¡No puedo dejar que te cases con alguien que no apruebas…! —ofreció Sonia.

Aunque apreciaba el sentimiento, Pamela rechazó la oferta de Sonia.

—Si lo hace, mi tío tratará de aprovecharse de ti… y podría usar eso para entrar en tu vida sin problemas. No pensaría nada de eso… No quiero que arruine nuestra amistad…

Las dos se abrazaron.

—Estoy siendo tomado como rehén para asegurarme de que pague su deuda. Está pagando por el error de su antepasado… Somos muy parecidas, ¿no es así…? Pamela se mofó de su insoportable situación.

—Nada bueno ha pasado desde que dejé la abadía. Ha sido lo mismo para ti, ¿no?

—Hay una sola cosa —respondió Sonia. Estaba a punto de decir que así fue volver a ver a su mejor amiga de nuevo, pero antes de que pudiera hacerlo.

—¡No mientas! —gritó Pamela, repentinamente enfurecida. Sonia estaba tan sorprendida que mantuvo la boca cerrada.

 —No te ha pasado nada bueno, ¿verdad? No, ni una sola maldita cosa! ¡No es posible! No quieres seguir viviendo así, ¿verdad? ¡¿Y bien?! —demandó Pamela. El brillo de sus ojos era aterrador cuando agarró y sacudió a Sonia por los hombros.

—¿P-Pamela…?

Esta no era la misma Pamela que conoció en la abadía. No era la misma persona de modales suaves que traía una sensación de calma a los que la rodeaban.

Estaba llena de pesar debido a las emociones negativas que ahora llenaban su mirada. ¿Fue culpa de su tío que cambiara? ¿O fue porque dejó la abadía?

—Sonia… Me gustaría pedirte un favor. ¿Puedo? —preguntó Pamela, estrechando sus ojos mientras formaba una sonrisa. La hizo parecer un poco menos espeluznante, pero aún así algo parecía fuera de lugar. Al igual que Sonia, debe haber estado creciendo emocionalmente desequilibrada después de sufrir una constante fatiga mental.

Pobre Pamela… Es como yo.

—Claro. Lo que sea —prometió Sonia, apretando la mano de Pamela.

—Gracias… Sonia. Te quiero —respondió Pamela. Ella sonrió mientras apretaba la mano de Sonia a cambio. Las dos se sonrieron, tomándose de la mano por un rato.

—Esto es una tortura. Es una pura tortura. He encontrado una gran manera de salir de esto… pero no podía soportar hacerlo solo.

—Dios mío… ¿Existe tal cosa? Dímelo. Si no quieres hacerlo sola, me uniré a ti —respondió Sonia.

Mi único valor reside en la fortuna D’Claire, de todos modos. También podría quedarme con Pamela todo el tiempo. Si ella quiere, no me importaría que las dos nos fuéramos a otro país.

—¿En serio? ¡Estoy feliz de oír eso, Sonia! —dijo Pamela, su sonrisa se hizo más profunda. Sujetó las manos de Sonia con fuerza, muy fuerte, entre las suyas.

—Entonces ¿Vas a morir conmigo, Sonia…?

La voz horriblemente profunda que salió de la boca de Pamela, como si se arrastrara desde la oscuridad, era la de un hombre…

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