El Conde y el hada – Volumen 1 – Capítulo 2: La cruz de Sir John

Traducido por Den

Editado por Nemoné

Corregido por Gia


En el siglo XVI, en la corte imperial de la reina Isabel, hubo una vez un conde llamado lord Ashenbert, quien afirmó ser el descendiente del Conde Caballero Azul. Fue un aventurero que viajó alrededor del mundo, solía contar, a toda la gente reunida de la corte, sobre las extrañas y maravillosas anécdotas de lo que había observado y escuchado.

De todas las historias que contó, un oyente: F. Brown, recogió y escribió solo los relatos del ancestro, el lord Caballero Azul, por lo que se dice que ese fue el origen del libro «Lord Caballero Azul: Viajero del Mundo de las Hadas».

Lydia conocía muy bien ese libro. Era una de las muchas historias que su padre le leyó después de la muerte de su madre. Todavía recordaba a su padre decir que aquello era una historia real.

Por supuesto, Lydia, quien conocía sobre la existencia de las hadas, no se atrevió a dudar de ello. Solo admiró la idea de que hubieran clanes que reconocieran a un humano como su gobernante, a pesar de que había un rey de las hadas en la tierra que estas gobernaban.

Un libro inspirado en el Lord Caballero Azul, de quien se decía realmente existió. Era natural creer que la parte de las hadas era ficción. Sin embargo, Lydia pensaba que no había nada irreal en ninguna parte de esa mágica e increíble historia.

También había información disponible en ese libro sobre la preciada espada de la que Edgar habló.

En el último capítulo, había una escena en la que el Lord Caballero Azul se despide de Edward I, mencionando que volvería al Mundo de las Hadas. Ante la pregunta del rey, respecto a si regresaría a su corte, el Caballero Azul respondió:

«—Por supuesto. Si Su Majestad requiere de mi servicio, vendré sin importar en dónde esté. Seré siempre su humilde servidor. Sin embargo, el tiempo en el Mundo de las Hadas transcurre a una velocidad diferente al del mundo humano. Un año ahí, pueden ser cien años acá. De la misma manera, pasar unos diez años allá, y envejecer, podría significar unos pocos días aquí. Es por ello que le pido a Su Majestad que, en cualquier momento, donde yo o cualquiera de mis descendientes regrese a usted, por favor, sepa quienes somos».

Después de que el rey escuchara aquellas palabras, le entregó su espada al Lord Caballero Azul, mencionando lo siguiente:

«—En el nombre de Edward I, no importa cuándo sea, el rey de Inglaterra dará la bienvenida a quien demuestre ser el Conde Caballero Azul».

Después de ello, se dijo que varios descendientes del Lord Caballero Azul habían aparecido en la corte real de Inglaterra. Entre ellos, uno debe haber conocido al señor Brown, quien escribió la historia del Lord Caballero Azul.

Y ahora, Edgar era ese descendiente. A fin de cuentas, él trataba de poner sus manos en la preciada espada de Edward I, prueba de su posición como el Conde Caballero Azul. Encontrarla fue el trabajo que se le ofreció a Lydia como Doctora de Hadas.

—Bueno, supongo que está bien. ¿Por qué no ayudas?

Nico estaba de un inusual buen humor, probablemente por el desayuno de panqueques y tocino que fue entregado a la habitación en esa mañana.

—Oye, ¿no estabas diciendo ayer cuán sospechoso era él? —cuestionó Lydia.

—Pero, a menos que no lo hagas, serás arrojada sin un centavo en un lugar desconocido.

Me pregunto si esa amenaza iba en serio.

—Incluso si ayudo, no garantiza que encontremos la espada.

—Solo acéptalo como pago por adelantado, asegúrate de obtener su valor. Oh, pero también está la idea de salir corriendo después de conseguir el dinero —dijo el despreocupado e irresponsable gato, mientras se ataba una servilleta alrededor del cuello. Usaba arrogantemente el tenedor y cuchillo para llevar un trozo de tocino a su boca.

Si uno iba a conseguir dinero, entonces esa persona sería responsable y trabajaría para ello, eso es lo que era un trabajo. Sin embargo, Lydia se encontraba indecisa porque no sabía con certeza si Edgar era o no el verdadero heredero de la preciada espada.

No obstante, como dijo Nico, a menos que no huyan con el dinero, sería difícil rehusarse a ayudarlos.

—Tengo que escribirle a papá.

Lydia sacó un papel y un sobre que estaban en el escritorio, junto a la ventana.

«Querido papá, parece que llegaré a Londres más tarde de lo planeado. Un caballero llamado conde Ashenbert me ha ofrecido un trabajo relacionado con las hadas. Dice que es el descendiente del Lord Caballero Azul. No sé si realmente lo sea, pero parece que no me dejará ir a menos que termine el trabajo».

Se preguntaba si debería escribir sobre cómo estuvo a punto de ser aprisionada por un hombre llamado Huxley, pero decidió que eso solo lo preocuparía, por lo que decidió no comentarle sobre ello.

«De todas maneras, no te preocupes por mí. Cuídate».

Después de firmar con su nombre y sellar el sobre, alguien llamó a la puerta.

—Buenos días —dijo Edgar, irritado, con una fresca y despejada sonrisa.

Su cabello rubio brillaba con la luz del sol de la mañana. Parecía tan perfecto que comenzó a sentirse celosa. Se preguntó si Dios lo favorecía demasiado.

—¿Qué necesitas?

—Pensé que deberíamos discutir sobre lo que vamos a hacer a partir de ahora.

Entró arrogantemente, como si fuera su habitación, y se sentó en uno de los sofás. Su sirviente extranjero, quien estaba detrás de él, se paró al lado de la puerta y no se movió.

Nico ya había terminado su comida y estaba estirado en un cojín, Edgar no pudo presenciar su extraña escena comiendo.

—Primero, mira esto.

Edgar dejó una moneda en la mesa cerca de él. Lydia se sentó para mirarla y la tomó con su mano.

—Una antigua moneda de oro.

—El escudo de armas de la familia del conde está ahí. ¿Puedes ver que hay algo escrito en él? De acuerdo con nuestra familia, fue inscrito por las hadas.

—Es demasiado pequeño, no puedo leerlo.

—¿A pesar de que eres una Doctora de Hadas?

Lydia se molestó por su comentario.

—¿Sabes? Puedes mirarlo con un lupa. Cuando se trata de hadas, la gente podría ver esto como algo misterioso, esperaría a que usara algunos poderes mágicos y ¡poof! El problema estaría resuelto. Sin embargo, el arma de un Doctor de Hadas es su conocimiento sobre las hadas y sus habilidades de negociación. No soy una maga.

—Entiendo. Esto es una foto a través de una lupa. ¿Puedes leerlo ahora?

Lydia cogió enérgicamente el trozo de papel y frunció el ceño. Podría haberlo sacado desde el principio. Por otro lado, ciertamente se reveló una serie de letras retorcidas con una pequeña peculiaridad en ellas, pero si lo miras sin tener en cuenta a las hadas, entonces podrías notar inmediatamente que era un alfabeto.

—Esto está evidentemente escrito en inglés… ¿Me estás probando?

—No conozco tu capacidad. En esta sociedad, existen personas que se aprovechan de otros diciendo que pueden ver lo que otros, y hablan sobre cómo ellos son los únicos que saben sobre hadas, fantasmas y visiones del futuro. Sin embargo, tú no lo conectas con algo oscuro e inexplicable, y solo porque no puedo entenderlo, no pareces ser el tipo de persona que te da una respuesta vaga. Ser capaz de descubrir eso debería ser una ventaja para ambos, ¿no es así? —dijo, como si nada.

Lydia frunció el ceño aún más. Era molesto que la subestimaran.

—Entonces, milord, quien es el descendiente del Lord Caballero Azul, pero no puede ver hadas, ¿cree que fueron las hadas quienes inscribieron eso aquí?

—Esto fue inscrito por humanos. Al menos si es de este nivel de trabajo detallado, no es algo que un humano no pueda hacer. No sirve como evidencia de que las hadas existen.

—Así que está diciendo que es alguien que no cree fundamentalmente en las hadas. Y, ¿todavía cree en la existencia de la espada que está protegida por estas y tiene a una Doctora de Hadas, de la cual no sabe si es un fraude o no, buscándola?

—La espada del Lord Caballero Azul solo tiene un origen histórico, pero no tiene ningún misticismo al respecto. El problema es dónde está escondida. Los nombres de las hadas son utilizados como palabras para guiarnos a su ubicación. Lydia, tú dijiste que el arma de un Doctor de Hadas es su conocimiento y sus habilidades de negociación. Yo no necesito de poderes mágicos, solo quiero que entiendas lo que significan las palabras inscritas aquí. ¿Heriría tu orgullo que alguien como yo, quien no cree en las hadas, pida ayuda a un Doctor de Hadas para conseguirla?

Confrontando su mirada desafiante, la ansia que crecía en el interior de Lydia se retorcía, quería que él admitiera que estaba equivocado y que aceptara sus pruebas. La razón por la que los doctores de hadas eran necesitados desde hace mucho tiempo.

El vínculo entre las hadas y los humanos era tan fuerte que el solo conocimiento no era suficiente para poder deshacerlo.

—Edgar, a menos que no me pidas más que conocimiento, no tendrás en tus manos la espada, ¿sabes?

—¡Qué confiable! Entonces, lee esto primero.

Tomando aliento, Lydia cogió otro trozo de papel que le entregó.

«—El gato verde de la cuna del spanky. Un baile con las pixies en una noche de luna. Más allá de la cruz de la silkie. En el laberinto del pooka…» —leyó Lydia—. ¿Qué es esto…?

—Eso es lo que quiero saber.

Al igual que esos primeros acertijos, había más en el texto, donde se empleaban los nombres de otras hadas. Sin detenerse, Lydia decidió echarle un vistazo a todo.

«—Intercambia la Estrella de la Merrow. Sino, la merrow cantará su canción de lamento.» —continuó Lydia—. ¿Eso es todo…?

—La Estrella de la Merrow es, probablemente, el zafiro estrellado que está en la espada —respondió Edgar.

—Entonces, esta última parte es la más importante relacionada con la espada. Me pregunto qué significa “intercambia la Estrella de la Merrow” —murmuró Lydia.

—Tampoco lo sé, al igual que el resto del texto.

—Estoy bastante segura que la primera mitad son pistas de la ubicación oculta… ¿Dónde se encuentran las propiedades de la familia del conde? Si no vamos allí, entonces no puedo decir nada definitivo.

—Mi familia tiene tierras y edificios por toda Inglaterra.

Edgar extendió un mapa. Había una equis roja que marcaba varios lugares.

—¿Por dónde deberíamos empezar? —preguntó Lydia.

—También quiero saber eso.

Se encontraba perpleja. Si fueran a revisar cada uno de ellos, les tomaría demasiado tiempo. Y todavía ese hombre le seguía repitiendo que quería saberlo. Bueno, por supuesto, desde su punto de vista, ese es un trabajo que le ofrecieron a Lydia.

—Un trabajo… —murmuró Lydia.

Al final, parecía que la única opción que le quedaba era aceptarlo. Sin embargo, si lo miraba positivamente, era una oferta de trabajo decente e inusual. Si quería volverse una profesional, entonces no debería estar dudando en un momento como ese. Y mientras Lydia se sentía desesperada, su espíritu luchador despertó.

Tal vez en el enigma hay una pista de qué propiedad podría ser.

Recorrió con la mirada el mapa y la nota. Se dio cuenta de algo en los nombres.

—Bueno, parece que nombra muchas hadas de Irlanda —comentó Lydia.

—Oh, ¿en serio? Sin embargo, mi familia no tiene ninguna propiedad o castillo en Irlanda.

—Y una merrow es la manera en la que llaman a una sirena en Irlanda, pero si esto indica dónde está la espada, debe ser un lugar cerca del mar. —Repasó el lado oeste de Irlanda. Había una marca en la costa conectada con el mar—. Ah, ¿qué tal aquí? Es la Isla de Man. Si se trata de una isla, debería haber una o dos leyendas sobre sirenas.[1]

—Entonces comencemos desde aquí.

Parecía que iba a tomar el camino más largo para llegar a Londres.

—Para tu información, no trabajo gratis. Tendrás que pagarme por adelantado.

—Ciertamente. ¿Cuánto?

Ahora que pensaba en ello, nunca había tenido una oferta de trabajo decente, por lo que nunca había decidido un salario exacto para sus servicios. Sin embargo, si él se llegara a dar cuenta, la subestimaría, por lo que puso desesperadamente una cara de indiferencia. Sería menospreciada si lo ponía muy bajo.

Atrevidamente mostró cinco dedos de su mano a Edgar.

—Raven —llamó a su sirviente, sin dar ninguna opinión de la demanda de Lydia.

Raven salió rápidamente de la habitación, sin esperar instrucciones, e inmediatamente regresó. Por supuesto, en sus manos había una bandeja de madera con un cheque encima. Justo enfrente de Lydia, Edgar firmó el cheque. Cuando miró lo que le entregó, Lydia cerró la boca antes de gritar sorprendida

—¿Es eso suficiente?

Creyó que estaba cobrando una exorbitante cifra de cincuenta libras, pero ¿quinientas? Le entregó tal fortuna a la ligera, que se avergonzó y no pudo corregir el malentendido.

—Eso sella el trato. Estaré esperando mucho de ti —comentó Edgar.

Justo cuando él se levantó del sofá, por primera vez Raven le dijo algo a Lydia:

—¿Milady, le gustaría que envíe su correo?

Al parecer vio su carta en el escritorio. Él, definitivamente, era un sirviente que se daba cuenta de las cosas rápidamente. Si fuera una situación normal, Lydia pensaría eso, pero en ese momento y lugar, inmediatamente sintió un cambio desconcertante en el aire.

Raven se había dado cuenta que Lydia trataba de contactar con alguien, y le preguntó a propósito para que Edgar lo oyera.

—Está bien. Lo enviaré yo misma —le respondió apresuradamente, pero sabía que Edgar envió una mirada penetrante al sobre.

—¿Una carta para quién?

—Para mi padre… Quería que supiera que llegaré tarde a Londres. ¿Tiene algo de malo?

—Será malo si nuestra ubicación se filtra. Huxley y sus hombres podrían adelantarse.

—Solo le diré que llegaré tarde.

—Eso solo haría evidente que me estás ayudando. Por favor, entiende, Lydia, una vez firmado nuestro contrato, me he convertido en tu jefe. Todos los secretos deben ser confidenciales, y me gustaría que siguieras mis instrucciones.

No lo dijo con una voz áspera, pero había una fuerza en esta que no permitía ninguna objeción. Estaba acostumbrado a que otros le sirvieran.

Con sus apacibles ojos, majestuosa voz y su recta, pero poderosa postura, tenía todas las cualidades imaginables de un noble de clase alta, lo que hacía que sus palabras sonaran indiscutibles.

Aún con una leve necesidad de tomar represalias, Lydia permaneció en silencio.

—Perdona por ser irrazonable. Pero, Lydia, por favor, no me molestes demasiado. Eso sería lo mejor para ti —agregó.

Si enviaba su carta a hurtadillas, ¿sería arrojada al mar? Su tranquila voz le dio esa aterradora idea. Una peculiar mezcla de tranquilidad y miedo. La única cosa que entendió fue que, al final, estaba en la misma situación que cuando fue aprisionada por Huxley. No sabía qué hombre, era el mejor mal para ella, pero estaba segura de que Huxley era un hombre más fácil de leer.

La carta para su padre todavía estaba en el escritorio, y la razón por la que no se la confiscaron fue, probablemente, porque él confiaba en que ella no tenía el valor para enviarla.

El leal sirviente no era solo eso para Edgar, sino que también era su inteligente mano derecha y hombre de confianza. Sin embargo, Lydia vio que su vínculo era mucho más fuerte que aquello, como si fueran cómplices de un crimen. Podría ser como ellos dijeron, que realmente mataría a cualquiera que lastimara a Edgar.

—¡Oye, la próxima vez asegúrate de traer más caliente el té con leche! No es que tenga la lengua sensible como un gato —dijo Nico a Edgar y Raven, quienes salían de la habitación.

Lydia miró a Nico, preguntándose qué le hizo hablar de repente, pero Edgar no pareció notar que había dicho algo. Solo Raven se detuvo brevemente, pero después de decidir que se lo había imaginado, siguió a su maestro.

—Se hace llamar el descendiente del Lord Caballero Azul, pero, desde el principio, solo es un chico que se niega a creer que un gato puede hablar. Nunca podrá ver y entender a las hadas —agregó Nico.

Se preguntaba si eso significaba que acabaría ayudando a un impostor. De cualquier manera, no tenía voz en el asunto. La fuerza de Lydia era drenada por el pensamiento de que se había convertido en una prisionera.

♦ ♦ ♦

A partir de ese momento, cada vez que salía de su camarote, Ermine la acompañaba y, a diferencia de su extraño e indiferente hermano, era cordial y le hablaba con cariño, pero no sabía si era solo una mera actuación, debido a que era la sirvienta de Edgar.

—Señorita Carlton, la luz del sol es fuerte hoy. Por favor, use esto —dijo Ermine, mientras sostenía una sombrilla sobre Lydia, quien había salido sola a la cubierta.

Habían pasajeros que se interesaron al mirar a la criada con ropa de hombre, pero Ermine no les prestaba atención.

Lydia no era una chica de la sociedad de clase alta a la que le preocupara broncearse, pero envidiaba la hermosa piel blanca de Ermine.

—El tiempo es inusualmente hermoso hoy para este país —comentó Ermine.

Su perfil pareció como si estuviera recordando el sol de un país extranjero.

—Señorita Ermine, ¿has estado en un país extranjero?

—Por favor, llámeme Ermine. Y sí, no soy británica.

—Ahora que lo pienso, Edgar dijo que había estado en un país extranjero hasta ahora… por lo que debe haber sido ese, ¿cierto?

—¿No confía en lord Edgar?

—Eso es porque hay mucho que él… ciertamente, en nuestro primer encuentro me agarró de repente, y me inmovilizó los brazos detrás de la espalda. Sobre todo, no sé si es amable o aterrador, o si es un caballero u otra cosa. En primer lugar, ¿es realmente el Conde Caballero Azul? —Ermine le respondió con una dulce sonrisa y no le mencionó nada acerca de su maestro—. Y ese hombre llamado Raven. Es joven, pero no tiene ninguna expresión en su rostro en absoluto. ¿Acaso Edgar le ordenó no sonreír? Si es así, parece ser del tipo que lo sigue.

—Raven es ese tipo de niño. No es que le hayan ordenado actuar así. Ah, pero sí fue una orden de lord Edgar. Él haría cualquier cosa para seguirla.

Ese tipo de niño… La manera en la que lo dijo, sonó como si fuera muy cercana a él. Una relación, la cual parecía que lo cuidaba amablemente. Debió de sentir la curiosidad de Lydia porque respondió a su pregunta

—Raven es mi hermano pequeño.

—Eh, pero…

—Nuestra piel es diferente porque nuestro padre es diferente. Señorita Carlton, usted dice que conoce todo sobre las hadas, pero ¿ha viajado alguna vez a su mundo?

—Bueno… sí. Puede que no me creas, pero los pasadizos están por todas partes. En el margen de las sombras y la luz del sol, lugares donde el viento cambia momentáneamente de dirección, en los matorrales de los espinos, en los arbustos de bayas de saúco, en las sombras de las hojas de los tréboles…

—En nuestro país también se creía en la existencia de las hadas, pero como algo más aterrador. Y habían niños que nacían con la sangre de esas temidas hadas. Raven fue uno de ellos.

—Eh, ¿en serio? Entonces, ¿él también puede ver y hablar con las hadas?

—No estoy segura. Era un niño que no quería hablar con nadie sobre ellas.

Podía entender el no querer hablar con otros sobre eso. Si Lydia tuviera una personalidad reservada al respecto, entonces también lo habría hecho. Sin embargo, para no olvidarse de su madre, siempre mantuvo su atención abierta hacia ese mundo mágico, pero también solían hablar de ella a sus espaldas, diciendo que era una niña cambiada.

No se parecía a su padre o a su madre, el color de sus ojos era extremadamente raro, y su mirada seguía algo cuando estaba sola en la cuna, luego, repentinamente, se reía. Cuando creció, jugaba sola con algo invisible, hablaba con eso, como si le estuviera respondiendo. Todo aquello había perturbado a la niñera.

Simplemente ignoraba a aquellos que la llamaban bicho raro, pero, cuando la llamaban una niña cambiada, era impactante y triste. Era como si negaran sus lazos y recuerdos con su madre.

—Así que él también tiene malas experiencias. Es algo que otros no pueden entender.

—Eso creo. Y en el caso de Raven, es la encarnación de un espíritu maligno. Originalmente se consideró como una existencia horrible. Quien fuera poseído, sería expulsado de la sociedad. Incluso como su hermana mayor, no pude entender todo sobre él… Nos marchamos de nuestro país, como si fuéramos perseguidos, pero cruzamos nuestro camino con lord Edgar y, finalmente, pudimos encontrar nuestro lugar en el mundo.

—¿Porque es el Conde Caballero Azul, el lord del Mundo de las Hadas…?

—Si lo es o no, no importa. Es porque es un hombre triste.

¿Triste?

Para Lydia era arrogante y coactivo. Manipulaba a otros como si fueran peones de su propio juego, parecía disfrutar de tratos peligrosos con otros y de cazar tesoros. Lydia ladeó la cabeza y Ermine levantó los bordes de sus labios.

—La amabilidad y la severidad de lord Edgar son una parte de su tristeza. Y es por eso que también acepta nuestra tristeza. Solo deseo que el Mundo de las Hadas le traiga verdadero descanso —respondió Ermine, mostrando una sonrisa lastimada.

Lydia se preguntó a qué se refería con verdadero descanso. ¿Sería el lugar donde los descendientes del Lord Caballero Azul regresarían, o sería su deseo porque no era el verdadero descendiente?

Edgar, Raven y Ermine le mostraban diferentes partes de ellos, una tras otra, ocasionando que la imagen que tenía de ellos siempre cambiara. Una bocina sonó. El bajo y vibrante sonido fue absorbido por el cielo oscuro.

Un grupo de personas, quienes estaban hablando en la cubierta, señalaron algo en el mar. Lydia estiró el cuello para ver. Era un barco de una patrulla militar. La gran sombra negra se movió en su dirección. Después, el barco en el que estaban redujo la velocidad.

—Me pregunto qué habrá pasado —dijo Ermine, frunciendo el ceño nerviosa—. Volvamos a la habitación, señorita. Carlton.

La habitación donde Ermine condujo a Lydia era el camarote de Edgar. Él se encontraba junto a la ventana, hizo una mueca enfadado y miró el barco negro de la patrulla, pero sonrió de forma inesperada, como si pensara en algo divertido, y se volvió para mirar a Lydia.

—Tal vez Huxley nos está buscando.

—Eh, eso es imposible. ¿Estás diciendo que está moviendo al ejército?

—Bueno, lo averiguaremos a su debido tiempo.

Huxley podría estar acercándose a ellos, pero Edgar no mostraba ningún signo de preocupación.

De acuerdo con la explicación del capitán, al parecer había alguien peligroso a bordo del barco. Y por ello, la tripulación inspeccionaba las habitaciones. Quizás Huxley contactó a alguien poderoso. Cabía la probabilidad de que Lydia y Edgar hubieran sido vistos adentrándose en el barco corriendo.

Después de un rato, un oficial militar entró a la habitación acompañado de varios hombres. Se presentó como el lugarteniente y dijo cortésmente:

—Lo lamento mucho, milord, pero ¿nos permite inspeccionar su camarote?

—Adelante. Sería problemático para mí si hubiera alguien escondiéndose en esta habitación. Hay habitaciones que no estamos usando, por favor, inspeccione esas también —dijo Edgar sin dudarlo, mientras se sentaba en el sofá.

Mientras sus hombres inspeccionaban, el teniente verificó las identidades de Raven y Ermine. Hizo unas cuantas preguntas sencillas a Lydia y le pidió permiso para entrar a su habitación.

—Eh, acerca de ese polizón, ¿qué tipo de persona es?

Si en efecto se trataba del informe de Huxley, Lydia sentía curiosidad por saber qué tipo de queja presentó.

—Bueno, el polizón podría ser quien está detrás de los robos en Londres. Tenemos un informe que dice que tiene un rehén, así que decidimos actuar de inmediato —respondió el teniente.

—¿Un rehén?

—Sí señorita. Se dice que ha amenazado y secuestrado a una joven. Una chica de su misma edad.

—Teniente, por favor, no diga nada que pueda asustarla. Ya de por sí son noticias aterradoras. ¿Y no es el ladrón del que está hablando,quien se rumorea que ha matado a cien personas?

Gracias a las palabras de Edgar, Lydia finalmente recordó las noticias del periódico. Se preguntaba si Huxley usó como excusa el tema del robo y el ladrón que huía. Y al declarar que el ladrón tenía un rehén, significaba que también debía estar buscándola.

Quizás no anticipó que ella y Edgar tendrían preparado un billete, por lo que planeaba capturar a quien no estuvieran en la lista de pasajeros.

—Ah, lo lamento, pero, milord, el rumor de que él era el asesino estadounidense fue porque tenían características similares. Sin embargo, ese asesino ya fue ejecutado.

Sus hombres regresaron de su búsqueda, informando que no habían anormalidades. Justo después de su reporte, el hombre que estaba detrás del teniente tomando notas, de repente, interrumpió la conversación.

—Teniente, ese informe dice que el ladrón es un hombre joven de cabello rubio y ojos morados…

El comandante no escondió su ceño fruncido.

—Loine, es suficiente.

—Ya veo, es una característica común. Aquí hay uno —dijo Edgar francamente.

Lydia no pudo evitar mirarlo. Ahora que se fijaba en él, tenían las mismas características, pero si solo fuera por aquello, entonces habría muchos otros con ese mismo rasgo. Sin embargo… tenía un mal presentimiento, por lo que no pudo apartar la mirada de Edgar.

—Bueno, parece que nuestro trabajo aquí está hecho. Necesitamos ir a la siguiente habitación. Gracias por su cooperación.

—Gracias por su servicio.

Después de que el teniente y sus hombres salieron de la habitación, Edgar debió de haber notado la mirada de Lydia, por lo que se volvió a verla. Echó la cabeza hacia atrás pero, debido a que lo hizo de manera tan poco natural, sus sospechas sobre él debieron de notarse. Se odiaba por mostrarlo tan fácilmente.

—Lydia.

—¿Q-Qué pasa?

—Llegaremos al puerto de Scarborough dentro de dos horas. Asegúrate de estar lista para bajar del barco.

Sin preguntar nada, Edgar solo le sonrió con su usual actitud incuestionable.

♦ ♦ ♦

—¿Loine, en qué estabas pensando? ¿Querías llamar al conde ladrón?

—No, señor, eh, teniente, solo que el conde se parecía a él.

—No se parece. Ese retrato tenía la imagen de un ladrón bueno para nada.

—Sí, lo sé, pero no puede depender de un retrato. Y cualquiera podría tener ese color de pelo y ojos. Sin embargo, tiene una característica distintiva… Si verificamos eso, entonces todo estaría aclarado.

El oficial de aspecto importante, quien caminaba rápidamente por el pasillo, de repente se detuvo y miró a su subordinado.

—Entonces, ¿ibas a pedirle al conde que nos mostrara la lengua? —Nico, quien estaba durmiendo sobre una lámpara de pie de mármol, se despertó por la conversación y prestó atención—. Después de preguntar algo tan humillante como eso, y que no hubiera nada, ¿crees que nos saldríamos con la nuestra? Por supuesto que se negaría y, además de eso, presentaría una queja. Aparte, tener una cruz tatuada en tu lengua significa que eres un asesino en serie en América. Si quieres mezclar eso con el ladrón de Londres, entonces sigue leyendo los cotilleos como los ciudadanos entusiastas.

—Lo siento… pero, eh, ¿fue realmente ejecutado en América? Se rumoreaba que el asesino en serie, llamado sir John, quien era un hombre carismático de clase alta y cuyo cuerpo fue exhibido después de su ahorcamiento, no se parecía a alguien así.

El comandante miró a su subordinado y se encogió de hombros.

—¿Cómo puede haber clase y carisma en un cuerpo ahorcado? Y, Loine, estás equivocado sobre el asunto principal. A quién estamos buscando es, no un pasajero de clase alta, sino un rufián que se esconde en algún lugar.

Hmm.

Restregando sus patas por sus bigotes, Nico vio cómo los dos oficiales se alejaban. Se dirigió a la habitación de Lydia sobre sus dos patas traseras, refunfuñando para sí mismo:

—Ahora estamos avanzando.

♦ ♦ ♦

Lydia y los demás desembarcaron en el puerto de Scarborough. Se dirigían al oeste en tren. La vista desde la ventana era repetitiva y monótona.

En el tren de vapor, Lydia tuvo que sentarse enfrente de Edgar, en un compartimento perturbador e insoportable para ella. A veces se ponía de pie sin razón alguna.

—Oye, oye, si actúas así, sospecharán de ti —dijo Nico, apareciendo por el pasillo de pie, sobre sus patas traseras.

—Oye Nico, sobre lo que dijiste antes… ¿realmente crees eso?

—Si el oficial lo dijo, ¿no pensarías así también?

—Tienes razón. Es difícil de creer que un asesino en serie pueda hablar inglés a la perfección.

Había llegado a esa conclusión, pero todavía había algo que la molestaba. Tal vez era la parte turbia sobre la personalidad de Edgar desde la primera vez que se conocieron.

—¿Sabes? Puedes simplemente revisar su lengua.

Lydia sabía las noticias sobre el tatuaje de la cruz porque Nico había espiado la conversación de los oficiales. No podía imaginarse cómo una persona podría tatuar la lengua de alguien. Sin embargo, esa información era muy valiosa. El cómo comprobarlo, era algo que Lydia estaba maquinando desde que había oído sobre ello en el barco.

—Pero, normalmente no puedes ver la lengua de alguien. Y la historia sobre el tatuaje era en América, así que, si no tuviera el tatuaje, entonces significaría que no es el ladrón que ha estado cometiendo los robos en Londres, ¿verdad?

—Por el momento, podemos relajarnos sabiendo que él no es el asesino porque dicen que las víctimas del criminal de Londres están vivas.

Eso podría ser solo una coincidencia, pero también podría ser como dijo Nico. Quería aclarar las cosas, pero terminó sin tener una idea clara y regresó a su compartimento. Cuando miró a Edgar, estaba sentado frente a la ventana con su bastón apoyado en su regazo y los ojos cerrados.

Quizás estaba durmiendo.

Tal vez podría aprovechar esta oportunidad…

Lydia se acercó a él de puntillas. No parecía que se fuera a despertar. A pesar de que estaba descansando con su barbilla apoyada en una mano, era perfecto, como si lo pusieran en una pintura que encaja perfectamente en un marco elegante. Su cabello dorado yacía sobre su blanca mejilla, cubriéndola con su sombra.

Lydia se fijó en sus labios, pero por mucho que mirara su boca, no podía ver su lengua. Si fuera a meter su dedo en su boca, estaba segura de que se despertaría. A pesar de saber eso, Lydia se sentía atraída hacia él, y no se movió desde donde se inclinaba para verlo.

¿No se supone que los hombres son más rudos?

Largas pestañas, finos labios y una suave y delgada barbilla. Sentía ganas de tocarlo, como si tuviera la sensación de estar observando una maravillosa escultura de arte. Cuando estiró el dedo, los labios de Edgar se curvaron lentamente en una sonrisa divertida. Abrió los ojos y la miró fijamente.

—¿Puedo ayudarte en algo? —Lydia se congeló. Tenía su dedo índice apuntando cerca de la punta de su nariz—. Si ibas a ofrecerme tus labios, entonces habría seguido fingiendo dormir, pero no pensé que iba a ser golpeado.

—Hmm… Yo solo iba…

—Está bien. A tocarme.

—No, yo no iba a…

Apartó la mano. Iba a huir de la escena, pero Edgar la agarró por el hombro.

—Oh, lo lamento, no pretendía rechazar la oferta de una dama. Estaré encantado de cumplir con tus expectativas.

Se acercó a ella, lo que hizo que Lydia entrara en pánico.

—No, yo, tu lengua…

—¿Lengua? No imaginé que te gustara el estilo francés.

—¡¿Q-Qué estás pensando?! ¡Tú…!

Lydia luchó para apartar a Edgar cuando vio por encima de su hombro que Raven traía el té. Sin embargo, este no prestó atención a Lydia, quien estaba siendo empujada al sofá, y permaneció inexpresivo mientras dejaba el juego de té en la mesa, para luego salir.

—Espera, ¡¿por qué no me ayudas?! —le reclamó Lydia.

—Raven no me detendría incluso si fuera a romper tu delicado cuello —respondió Edgar.

Qué nivel de lealtad. Se preguntaba si esas personas estaban en el mismo grupo criminal.

La rabia surgió en su interior. Su mente se puso en blanco por un momento, saber que era un conde era la única restricción que la mantenía alejada, pero esa idea se desvaneció.

Su palma aterrizó justo en su mejilla y Edgar finalmente la soltó. Sin embargo, no permitió que eso acabará allí, sino que intentó arrojar la taza de té, lo que llamó su atención.

—¡Milord!

Lydia volvió a sus sentidos ante la voz de Raven, pero para entonces, el té caliente ya había sido derramado sobre el brazo de Raven, quien se interpuso entre ellos.

—L-Lo siento mucho. S-Será mejor que lo enfríes con agua.

—Estoy bien. No hay nada de lo que preocuparse. Iré a hacer más té —respondió Raven.

—No será necesario. Ve a que te lo trate Ermine —ordenó Edgar.

Asintió a las órdenes de su maestro. Lydia vio cómo Raven se iba y dejó escapar un suspiro.

—No te preocupes por eso —dijo Edgar indiferente.

—¡Es tu culpa! Tú me obligaste… Y decir que me romperías el cuello de esa forma…

—Solo era un ejemplo.

—Hubiera sido mejor si recibías el té caliente. ¡No tenía ninguna intención de lastimar a Raven!

—Hmm, entonces no te preocupas por mí, que fui abofeteado.

—¡Por supuesto que no! —le espetó y salió corriendo del compartimento.

♦ ♦ ♦

—Ya basta, Lydia, incluso si fuera una mujer, alguien que intentara lastimar al conde sería asesinado.

Justo cuando vio la oscura espalda de Raven junto al fregadero, y se iba a acercar a él, escuchó el débil susurro de la voz de Nico. Estaba bromeando otra vez. Sin embargo, todavía estaba nerviosa y dudaba si debía ignorarlo después de derramar el té sobre él.

Raven debió de notar los pasos de Lydia acercándose a él, pero no se dio la vuelta.

—Hmm, ¿dejó una marca? —preguntó cautelosa.

—No es gran cosa. Más importante… —Finalmente se volvió y, aunque no mostró una sonrisa como de costumbre, tampoco parecía estar enfadado—. Justo como dijo, debería haber detenido a lord Edgar antes.

—¿Entonces no le hubiera tirado el té a Edgar?

—Nunca imaginé que una señorita haría semejante cosa.

Lydia se sintió un poco insultada, pero la sensación de remordimiento, por haberlo lastimado, venció.

—Te haré saber que no todas las mujeres se sentirían halagadas porque Edgar intentara conquistarlas.

—Sí, gracias por enseñarme eso.

Su seria respuesta aparentaba no molestar o culpar a Lydia, pero debido a que no medía sus palabras, probablemente era más fácil de entender que Edgar, a pesar de que no mostraba sus expresiones.

—Disculpa, pero ¿cuántos años tienes?

Mientras estaba en ello, Lydia decidió preguntarle sobre lo que estaba curiosa.

—Dieciocho.

—Oh, así que eres un año mayor que yo.

—Es debido a este rostro adolescente.

Incluso respondió a aquello de forma seria.

Como él dijo, tal vez debido a que sus ojos eran muy grandes, aparentaba menos años que su edad real. Lydia pensaba que si sonriera, daría una impresión muy amistosa a los demás.

—Quiero preguntarte algo. Si Edgar tratara de matar a alguien, ¿realmente no lo detendrías?

—Yo no diría que lo detendría, más bien, sería yo quien lo hiciera.

Ser capaz de decir algo así, de manera tan natural, le provocó un escalofrío. A diferencia de Edgar, cuando esta persona lo dijo, no sonó como una broma.

—¿Te ensuciarías las manos por tu maestro? Ir tan lejos, ¿no confundiría tu lealtad?

—Si tuviera que cometer un crimen, sería por el bien de lord Edgar. Él me enseñó que no tengo que matar a otros sin sus órdenes. Aunque me tomó tiempo comprender eso.

No entendió a qué se refería. Lydia sentía que estaba parada en las profundidades de una oscuridad interminable.

Después de observar más de cerca, Lydia se percató que los ojos de Raven, que creía que eran del mismo color que su puro cabello negro, en realidad eran de un verde oscuro. Recordó que le dijeron que llevaba sangre de hada en él, tal vez debido a esos ojos.

Mientras pensaba aquello, Raven se giró hacia ella y también la miró.

—Oh, lo siento. Solo estaba curiosa por el color de tus ojos. ¿Ves? También tengo ojos verdes. Dado que el verde es el color de las hadas aquí, puedo ver hadas que al parecer se superponen con otras imágenes de hadas, por eso era llamada una niña cambiada. Oh, un niño cambiado es cuando un hada secuestra al hijo de un humano y lo cambia por su propia descendencia para que estos lo cuiden.

Inesperadamente, terminaron mirándose el uno al otro. Lydia se avergonzó, por lo que había comenzado a parlotear, pero cuando se detuvo a tomar aire, la interrumpió.

—Un espíritu es algo que vive en el bosque. Los bosques en Inglaterra son pálidos, tienen el color de sus ojos, el color del sol. Donde nací, era un denso y oscuro verde donde no había luz. Las hadas de este país son demasiado brillantes para que pueda verlas, pero es posible que usted pueda ver el espíritu dentro de mí.

Parecía como si sonriera levemente, apenas perceptible para sus ojos. Y era como una sonrisa oscura y casi lastimosa. Incluso si tenían el mismo poder para entrar en contacto con las hadas, sintió como si fuera un tipo diferente de persona. Un espíritu mágico encarnado de un país diferente.

Se decía que el Lord Caballero Azul disfrutaba viajando, y contaba historias de sucesos en tierras lejanas, lo cual animaba la corte real. Los países de Oriente, en ese entonces, eran un lugar más lejano que el Mundo de las Hadas, llenos de misterios y maravillas para los británicos.

La historia del conde que vino del Mundo de las Hadas con sus sirvientes mágicos. Lydia tuvo la sensación de estar dando un paso hacia la antigua leyenda de las aventuras del Lord Caballero Azul.

¿Fueron ellos, el Conde Caballero Azul y sus seguidores, quienes vinieron al mundo humano otra vez? ¿O acaso eran unos ladrones y asesinos?

♦ ♦ ♦

Cuando se bajaron del tren de vapor en la última estación, el cielo estaba sombrío por el crepúsculo.

Normalmente, las estaciones estaban ubicadas a las afueras, así que en el exterior solo había una oscura calle vacía por donde pasaban los carruajes. No habían muchos pasajeros y, después de que todos se dispersaran, solo quedaron ellos.

Raven se fue diciendo que iría a buscar un carruaje. Debería haber una zona de espera para los carruajes detrás del edificio de la estación.

—¿Señor, está buscando un carruaje? ¿Cuál es su destino?

En ese momento, un hombre, quien emergió de la oscura sombra del edificio de la estación, se dirigió a ellos.

—No, gracias. Nuestro ayudante ha ido a buscar uno —le respondió Edgar con frialdad.

—Oh, no diga eso, señor, le daré un buen precio —dijo el hombre, mientras se acercaba a ellos y, de repente, agarraba el brazo de Lydia.

Antes de que pudiera decir algo, le colocó un afilado cuchillo contra su garganta. Edgar y Ermine se pusieron en guardia. Sin embargo, mientras observaban su alrededor, fueron rodeados por un grupo de hombres que salieron de entre las sombras.

—No se mueva, sir.

Se giró para enfrentar a la voz, quien era de un hombre que salió del grupo y les mostró el destello de la pistola, la cual estaba escondida debajo de su levita. Era Huxley.[2]

—Oh, así que eras tú, Huxley. Aunque no sabía que usaras ese nombre —dijo Edgar en un tono ridículo.

El hombre fulminó ferozmente a Edgar con la mirada, lo que lo hacía ver como un hombre diferente al Huxley que recibió amablemente a Lydia.

—No te des tantos aires. Que pretendas ser un noble es absurdo.

—No finjo. Y además, no soy sir, sino lord. Intenta no confundir eso.

—¡Deja de bromear! ¿Estás disfrutando de un viaje extravagante con el dinero de nuestro padre?

—La compensación que tu padre me ofreció, desafortunadamente, solo era de asignación. No puedo estar de acuerdo con eso, pero ahí se acaba. No es que tengamos problemas de dinero.[3]

—¡¿Compensación?! Después de que robaste todo, ¿planeas robar la joya que nuestro padre busca? Es tu culpa que…

—La razón por la que tu padre está en el hospital, al borde de la muerte, es porque descuidadamente disparaste tu revólver. Incluso si me apuntabas a mí, ¿no sería evidente que también podría alcanzar a tu padre, quien estaba detrás de mí? Y todavía lo dices como si fuera yo quien lo hizo.

—¡Cállate! ¡Cállate! ¡Me aseguraré de que nunca más vuelvas a abrir esa arrogante boca tuya!

Escuchando la conversación de los dos, Lydia se puso de pie, todavía agarrada por el hombre que tenía atrás de ella, en un completo estado de conmoción.

¿Qué significa esto? ¿Edgar iba tras el dinero y la joya del padre de Huxley? ¿Huxley disparó su arma y la bala alcanzó a su padre?

—Vamos a hacer que la señorita Carlton nos ayude a partir de ahora, ¿entendido? Oigan, amárrenlos. Los voy a arrastrar hasta la policía y haré que los ahorquen —declaró Huxley.

—Oh, entonces, los crímenes de tu padre y tuyos se harán públicos. ¿Te gustaría acompañarnos a la horca? O tal vez eso será lo primero.

Justo cuando Edgar terminó de hablar, una sombra negra se deslizó al lado de Lydia. Con una ráfaga de aire, parecida el leve batir de unas alas, la sombra se alejó de ella y rozó suavemente su mejilla.

El hombre que forcejeaba con Lydia cayó al suelo sin hacer ruido. Su cuello estaba severamente retorcido, había dejado de respirar. La sombra bailaba.

Raven.

Como si estuviera protegiéndose de la línea de fuego de Huxley, se deslizó frente a su maestro y se puso en guardia con un delgado cuchillo en su mano.

Los hombres de Huxley se abalanzaron juntos para intentar atrapar a Raven. Las caras de estos no solo correspondían a los del barco, sino que parecía que tenían otros matones a quienes debieron haber recogido en su grupo.

Teniendo solo Raven, parecía que lo superaban en número. Sin embargo, apareció otro torbellino. Ermine pateó a uno de los hombres que estaba junto a ella. Y al momento siguiente, con su cuchillo en mano, respaldó a Raven.

Lydia se dio cuenta que su ropa de hombre era con el propósito de realizar movimientos flexibles, pero no pudo evitar mirar boquiabierta. ¿El Lord Caballero Azul y sus dos misteriosos sirvientes, Raven y Ermine? Era como si estuviera fuera del libro.

Lydia se dio cuenta de que Edgar estaba a su lado, pero justo cuando iba a voltear a verlo, la agarró y tiró de su brazo. En ese momento, se escuchó el sonido de un disparo y un agujero se abrió entre sus pies.

Raven se hizo a un lado en un instante. Su pierna, la cual se balanceó hacia arriba, cayó fuertemente para chocar contra la pistola que estaba en la mano de Huxley. Después, se giró defendiendo a Edgar con su espalda, y evadió a los hombres que lo atacaban, uno por uno.

Milord, hay un carruaje en la esquina, justo adelante.

—¿Puedo dejarte esto a ti?

—Por favor, tenga cuidado.

Después de su simple intercambio, Edgar se movió, tirando del brazo de Lydia, y se alejaron de la lucha.

La lámpara que iluminaba el carruaje brillaba débilmente en la oscura y profunda oscuridad. Sin embargo, Lydia atrapó su pie en el dobladillo de su falda enrollada y cayó. Justo cuando se levantó, la punta de un sable apuntó a su nariz.

—Dije que la llevaríamos con nosotros. John, puedes luchar todo lo que quieras, pero solo eres un bueno para nada que es apto para morir en la basura.

¿Quién es John? Huxley la agarró, su sangre hirviendo de rabia: ¿Por qué?, ¿Por qué cada uno de ellos trata de engañarme y me amenazan? ¿Y por qué tengo que escuchar lo que dicen?

Incluso si Huxley tenía un arma afilada, no le importó. Mientras finalmente perdía los estribos, Lydia forcejeó frenéticamente, intentando zafarse de su agarre.

—Gossam, no, ¡detente! —gritó Edgar.

Huxley debió haberse molestado cuando Lydia le mordió el dedo, por lo que blandió su sable con el fin de golpearla.

Alejada del golpe por Edgar, Lydia fue testigo de cómo la punta del sable le desgarró el hombro y le abría su saco. Edgar frunció el ceño ante el dolor. Cuando Huxley se movió para atacar otra vez, Edgar, a pesar de estar herido, lo detuvo con su bastón.

De su bastón, sacó un estoque de su vaina.[4] Detuvo el sable de Huxley con el forte de su espada, cargó con fuerza y lo derribó. Aprovechó ese momento y cortó el puño de la camisa de Huxley, lo que hizo que éste retrocediera rápidamente para poner distancia entre ellos.

Una vez más, Edgar tiró del brazo de Lydia, y fue en la dirección opuesta a la de Huxley. Cuando visualizó un carruaje, la empujó dentro y subió.

—¿Quién…? ¡¿Quién demonios eres?! ¡¿Quién es John?! ¡¿Y Gossam…?! —gritó Lydia, pero Edgar detuvo sus gritos al poner la mano en su boca.

—Conduzca, ahora —ordenó Edgar.

A pesar de que Edgar estaba herido y que la situación aparentaba un forcejeo para subir a una joven a un carruaje, lo que para cualquiera hubiera parecido un secuestro, el conductor no hizo ninguna pregunta después de que le arrojara un fajo de billetes.


[1] La Isla de Man es una dependencia de la Corona británica, formada por una isla principal y algunos islotes situados en el mar de Irlanda.

[2] La levita es una prenda masculina que cubre el cuerpo hasta casi la rodilla.

[3] Sobre asignación. Se trata del acto y el resultado de asignar: Otorgar aquello que corresponde. También se trata del precio o pago señalado como sueldo u otro concepto parecido.

[4] El estoque es una espada estrecha y afilada solo en la punta. Es especialmente usada por los toreros al momento de asesinar al animal. El forte es la parte más resistente de la espada, desde la empuñadura hasta la mitad.

2 respuestas a “El Conde y el hada – Volumen 1 – Capítulo 2: La cruz de Sir John”

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

 

error: Contenido protegido