El Conde y el hada – Volumen 1 – Capítulo 3: Verdades y mentiras de la fuga

Traducido por Den

Editado por Nemoné

Corregido por Gia


De un pozo abandonado, Lydia sacó agua con un cubo que limpió, después de desenterrarlo de la espesa hierba. Encontró una taza rota y una olla de hierro deformada en la esquina del sucio piso de la cocina.

La cabaña deshabitada estaba a punto de desmoronarse. Sus bisagras de madera emitían crujidos cada vez que el viento la golpeaba.

El sitio donde se encontraban estaba ubicado bastante lejos de la carretera. Gracias a un matorral que actuaba como camuflaje y a la puesta del sol, Huxley no se daría cuenta que había un edificio ahí, incluso si logró seguirlos.

—Oye, Lydia, ¿no deberíamos darnos prisa y huir? —dijo Nico, quien apareció en el cerco de piedra que rodeaba el pozo.

—¿Dónde estabas? Creí que nos habíamos separado.

—Te he estado siguiendo sin ningún problema. Aunque me hice invisible.

—Es cierto, siempre desapareces cuando se vuelve peligroso.

—Pero, ¿qué se suponía que hiciera en esa situación? Estaba en mi límite tratando de no perderte de vista. Más importante aún, no creo que tengas tiempo para estar sacando agua.

Lydia soltó un suspiro y se sentó al lado de Nico.

Tenía razón. Si fuera a huir, esa era su oportunidad. Dentro de la cabaña, Edgar podría estarlos vigilando, pero estaba herido, por lo que tal vez se las arreglaría para escapar de él.

Después de ser obligada a subir al carruaje por el herido Edgar, se preguntó qué tan lejos viajarían. Luego de un tiempo, detuvo el carruaje y le dijo al conductor que siguiera conduciendo hasta el próximo pueblo y le entregó dinero para que se mantuviera callado. Se bajó del carruaje y comenzó a caminar por los senderos que serpenteaban por los campos de cultivo.

Lo más probable es que anticipara que Huxley iría tras el carruaje, por lo que decidió pasar la noche en aquella cabaña que se encontraba en ruinas, justo cuando el sol se estaba poniendo.

No era como si estuviera encadenada, pero al final, Lydia decidió seguir a Edgar. Se imaginó que podría aliviar su desesperación con la compañía de un ladrón asesino en el oscuro camino de la noche, en ese camino forestal que no tenía ni una sola farola ni casas, pero decidió que era ridículo. Es cierto, él era un criminal.

—Él… realmente es un criminal buscado.

—Así parece…

Edgar llamó al hombre que se presentó como Huxley, Gossam. El nombre Gossam era el apellido de la familia que casi fue asesinada por el ladrón. Huxley debe haber sido el hijo de lord Gossam, por lo que cuando Edgar robó el dinero de su patrimonio, debió de perder su objetivo y le disparó a su propio padre. De todas formas, eso fue todo lo que Lydia entendió.

—Pero llamó compensación al dinero que robó. Además, también sonó como si la familia Gossam estuviera haciendo algo en contra de la ley.

—Lydia, ¿a quién le importa si dos criminales tienen una discusión y comienzan a matarse entre ellos? Eso no significa que tengamos que involucrarnos. Incluso no hay necesidad de revisar el tatuaje de su lengua, ese hombre no es un mediocre ladrón. ¿Recuerdas que el asesino supuestamente ejecutado en América se llamaba sir John?

—Soy plenamente consciente de eso, Nico.

Miró hacia el pequeño corte que tenía en la palma de su mano. Se lo hizo cuando trató de luchar para liberarse de Huxley.

—Me salvó la vida.

—Escucha, eso lo hizo porque si algo te llegara a pasar, no podría encontrar la espada del Lord Caballero Azul.

—Es verdad. Sin embargo, no hay ninguna necesidad de acabar muerto al tratar de rescatarme.

—Porque no está muerto y no tiene ninguna herida de vida o muerte. Si fuera a comprar tu simpatía, entonces debe haber sido más barata que quinientas libras para él.

Lo que estaba diciendo tenía mucho sentido.

Después, Nico le tendió la palma de su mano, o más bien la palma de su pata, en la cual tenía una pequeña bola blanca.

—Muele esto y haz que se lo beba.

—¿Qué es esto?

—Es una fórmula secreta para dormir de las hadas. Lo adormecerá, así que una vez que eso suceda, no nos tendremos que preocupar de que nos siga o nos atrape. Ahora es nuestra oportunidad, dado que su sirviente no está con él.

—Hmm… Tienes razón, la oportunidad para escapar es ahora, cuando Raven y Ermine no están.

—Sí, debes actuar de una vez y salir de aquí.

Definitivamente hay algo mal conmigo. Si no escapo ahora, quién sabe qué me hará el ladrón.

Apretando la pastilla en su puño, Lydia se puso de pie.

Mientras caminaba por el marco de la puerta, que casi se caía, y entraba en la cabaña, Edgar estaba en la esquina de la pequeña habitación, sentado en el suelo y apoyado contra la pared. Parecía exhausto. Se miraba muy mal, lucía como un hombre herido y agotado, por lo que ella dudaba de si debía tratar de escapar. ¿Sería inocente de su parte si dijera que no parecía una persona peligrosa?

Había fuego en la chimenea, debía de tener cerillas con él. Las piezas de la silla de madera quebrada, y otros restos de muebles, se usaron como madera para las llamas que se acumulaban y calentaban la habitación.

—No es bueno si te mueves —dijo Lydia.

Edgar, mirándola, ladeó la cabeza como si se sorprendiera y se preguntara por qué había vuelto después de que había salido. Aunque podría estar fingiendo eso también.

—Acabo de encender un fuego.

Lydia llevó el cubo de metal lleno de agua al brezal [1]. Luego se volvió y se dirigió hacia donde estaba Edgar.

—¿Duele?

—Un poco.

—Esta planta es consuelda. Será mejor que frotes y pongas las hojas en tus heridas. Detendrá el sangrado y las desinfectará.

Le mostró las hojas de la hierba medicinal, y este, por un momento, dudó y entrecerró los ojos, como si quisiera decir algo, pero al final las aceptó en silencio.

—La encontraste incluso en esta oscuridad.

—Sobre eso, ¿me darías uno de tus botones?

—Ah… El coste de la medicina.

De una de las mangas de su camisa, sacó un botón que tenía un granate [2]. De manera descuidada, se lo lanzó a Lydia.

—No me malinterpretes. Esto no es para mí —dijo Lydia, arrojando el botón por la ventana.

—¿Hay alguien afuera?

—Sí, un hada.

—Bueno, ciertamente cobras demasiado por unas hojas de jardín comunes.

—Pero no sería capaz de encontrar consuelda por aquí.

Edgar miró las hojas ligeramente secas y lacias, y después, repentinamente, comenzó a reírse a carcajadas.

—Así que, ¿estas son tus habilidades de negociación con las hadas?

—¿Qué? ¿Estás diciendo que mi conversación con las hadas es absurda?

—No… Es solo que, por un momento, había una parte de mí que creía seriamente en las hadas.

—¿Estás diciendo que no puedes creer en las hadas con solo esto?

—¿Quién sabe? Por otro lado, no puedo creer que todavía sigas aquí, enfrente de mí.

Al verlo con esa clase de actitud débil, la hizo sentir como si fuera la mala por intentar escapar. Iba a abandonar a alguien que había sido herido en su lugar.

Se tranquilizó a sí misma y se dio la excusa de que iba a escapar después de atender sus heridas.

Al igual que Huxley, incluso Raven y Ermine podían ir tras el carruaje en el que se encontraban, por lo que no había motivo para que entrara en pánico. Si esperaba hasta que casi amaneciera, sería más seguro para Lydia no tener que caminar los peligrosos caminos oscuros. Sin embargo, aún era innegable que había una parte de ella que dudaba al respecto.

Pero, fui yo a quien utilizaron y engañaron.

Lydia se alejó unos pasos de Edgar y se sentó en una silla chirriante.

—¿Por qué? Creía que era tu fuerte engañar y amenazar a la gente para que hicieran lo que tú ordenaras, milord.

—El hechizo se ha roto.

—No he estado bajo ningún hechizo desde el principio —respondió Lydia con confianza, aunque se preguntó si eso era verdad.

Incluso ahora, podría permanecer ahí por el encanto peligroso que él liberaba.

A pesar de que pensó aquello, eliminó esa idea inmediatamente de su cabeza. Está bien, él puede ser alguien que tiene un aspecto encantador y decir cosas agradables que a las mujeres les encantaría ver y oír. No obstante, lo que Lydia sentía de él, no era algo dulce como eso, sino más bien curiosidad sobre su oscuridad, debido a que era llamativamente aterradora.

Parecía un noble de nacimiento, pero en realidad era un peligroso criminal. Usaba su astuta forma de hablar y su sonrisa perfecta para capturar los corazones de los demás. Sin embargo, con esa brillante actuación, escondía la verdad y utilizaba a otros con sus mentiras. Y aún así, ¿por qué la defendería y saldría herido por ella?

Como dijo Nico, bien podía ser porque quería conseguir su simpatía, pero eso fue solo el resultado afortunado. En ese momento, en ese solo segundo, reaccionó. Era imposible que estuviera pensando sobre ello tan seriamente. En primer lugar, la acción de Lydia en ese momento fue temeraria e irreflexiva. Fue completamente impredecible.

Es por eso que quería descubrir la parte misteriosa sobre él. Esa era la magia que utilizaba en ella.

—Quiero saber, ¿quién eres? ¿Lord Edgar? ¿O sir John?

—Edgar fue mi primer nombre —respondió quitándose la levita.

—¿Qué quieres decir con fue?

—Porque murió. El chico con ese nombre murió cuando tenía doce años, junto con sus padres. Se sospechaba que formaban parte de una rebelión. Su padre mató a su familia y después se quitó la vida. La línea familiar terminó ahí. Es por eso que, quien está enfrente de ti, es solo un fantasma. Puedes llamarme como quieras.

—Pero estás aquí, vivo.

—Sí, vivo… Sé que estoy ante la presencia de una dama, pero discúlpame.

Se quitó el chaleco, junto con la camisa manchada de sangre, y frunció sus cejas perfectamente esculpidas mientras inspeccionaba su herida.

En cualquier caso, el lugar donde se encontraba estaba lejos del fuego, por lo que a Lydia no le importaba. Sin preocuparse por ella, Edgar continuó:

—Pero no fue como si me hubieran rescatado. Cuando desperté, estaba en el infierno, en un pueblo al sudeste de América… Había sido vendido a un hombre que quería un esclavo blanco y, una persona que se suponía que estaba muerta, no era tratada como un ser humano ahí. Escapé de ese lugar hace cuatro años. Raven y Ermine huyeron conmigo. Nos escondimos en el distrito del centro y evadimos a los hombres que nos perseguían, hicimos lo posible para sobrevivir.

Mientras escuchaba esa inimaginable historia, la razón por la que no le ayudó a atender sus heridas fue porque su mente estaba llena de desconfianza. Incluso esa historia podría ser una gran mentira.

—¿Y sobre eso que eres un ladrón asesino? ¿Realmente mataste a cien personas?

—Los rumores tienden a exagerarse mientras se transmiten.

—¿Lo hiciste?

—Estábamos en la parte más baja de la sociedad, en los sucios vertederos. Chicos de nuestra misma edad subsisten robando, vendiendo sus cuerpos y haciendo eso, apenas se las arreglan. Simplemente viven la vida de un perro callejero; no pueden leer ni pensar, solo andan desesperanzados. Sin embargo, nunca les contaron sobre dónde estaba escondido el oro, cómo conseguirlo y que el dinero sucio era dinero sucio, algo que no existía en una sociedad abierta.

—Y es así como te convertiste en su líder y te llamaron sir.

—¿Rey de las ratas de alcantarilla? Sí, tal vez. Un rey solo da órdenes a su ejército. Decide el plan, reúne a sus hombres, les da armas y les ordena marchar. En un campo de batalla siempre habrá bajas. Y eso, en efecto, es mi culpa, por lo que no diré que nunca he matado a nadie. Sin embargo, no quiero que te preocupes, así que diré esto, el dinero con el que te he estado pagando no es robado. Trabajé como jornalero y conseguí dinero con las apuestas falsas. Oh, pero tú no aprobarías eso tampoco. De todas maneras, fui invirtiendo en negocios comprando acciones. Esa es la fuente de mi riqueza. Afortunadamente, es tanta que nadie sospecharía de mí cuando me llamo noble.

Lydia solo podía escucharlo en silencio. Edgar no cambió de expresión y habló de sí mismo como si fuera una persona diferente.

—Sin embargo, solo soy un hombre que no tiene nombre o identidad. Alguien que se supone que está muerto. Incluso si fue un negocio legítimo, hice tratos utilizando el nombre de otra persona. A donde quiera que vaya, la marca de un esclavo me persigue y tiemblo ante las sombras de mis cazadores.

—¿La marca… de un esclavo?

—Ya lo sabes, ¿no? Sobre la cruz que tengo en mi lengua. ¿No trataste de buscarla en el tren…?

Así que estaba despierto y aún así hizo algo como eso.

La parte ofendida de Lydia debe haberse reflejado en su cara, por lo que sonrió divertido.

—Tu reacción fue muy linda, no pude evitarlo —agregó.

¿Cómo podía decir algo así, delante de ella, cuando la situación era tan deprimente?

—La próxima vez, me aseguraré de derramar agua caliente sobre ti.

—No lo volveré hacer.

—Bien. Entonces, realmente tienes un tatuaje.

—No es un tatuaje, más bien una marca. El hombre que no me quería muerto, me la marcó con fuego para que supiera que era su esclavo. No sé dónde comenzó el rumor del tatuaje, pero otras grupos comenzaron a utilizarlo y, gracias a eso, fue una buena tapadera.

Así que había líderes de grupos criminales que se hacían pasar por sir John en todas partes. Entonces, nadie sabría quién comenzó el rumor sobre el despiadado asesino. Antes de que se diera cuenta, Lydia estaba pensando en su situación positivamente.

—Entonces, ¿quién es el hombre llamado Gossam? ¿Cómo regresaste a Inglaterra?

—Gossam era un doctor que había ido a América en busca de especímenes para usar en sus experimentos en el cuerpo humano. Además, quería el cerebro de un criminal para realizar su investigación psiquiátrica.

—¿U-Un cerebro… y experimentos con el cuerpo humano?

—Es cierto. Había sido capturado porque me reportaron, así que estaba esperando por mi ejecución cuando Gossam me intercambió por alguien más en secreto. Al parecer, pagó una gran suma de dinero a quienes estaban involucrados en ello.

—Y entonces, ¿te quitaron el cerebro? —preguntó Lydia.

—Eso es una interesante observación.

No lo creo, pensó Lydia. Lo que estaba diciendo era tan extremo que comenzó a no ser capaz de aceptarlo en absoluto.

Edgar utilizó su corbata desenredada como vendaje, y la ató alrededor de sus heridas. De la forma en que lo hizo, parecía como si estuviera acostumbrado a ello. Quizás, en el lugar donde vivía, las lesiones ocurrían todo el tiempo.

—Hizo todo el camino para obtener a su criminal y lo trajo de vuelta a Londres, por lo que intentó conseguir toda la información posible. Me inyectaron drogas y me realizaron experimentos dolorosos, los cuales estaban cerca de la tortura. No era el único experimento de prueba, había unos que tenían la cabeza abierta mientras aún estaban vivos, y vi sujetos que estaban abiertos por dentro. No solo investigó a delincuentes, sino que utilizó a personas inocentes y mató a muchos.

Al escuchar eso, comenzó a sentirse mal. Lydia no podía creer en esa clase de mundo. El lado oscuro de la sociedad, lleno de conspiraciones y locura. No podía imaginar lo que vieron o sintieron las personas atrapadas allí. Es por eso que nunca podría entenderlo.

—Para mí, eso es más inimaginable que las hadas. Que haya partes retorcidas en los corazones de las personas. ¿Estás diciendo que hay gente que es indiferente al vender a otros humanos y usarlos en sus experimentos? —dijo Lydia a duras penas, bajando la mirada.

—Eres una chica con suerte. Sin embargo, los humanos son criaturas que pueden cometer todo tipo de atrocidades.

Lydia sintió moverse el aire alrededor y levantó la mirada. No se había dado cuenta que Edgar estaba de pie frente a ella, observándola fijamente.

Era un hombre que acababa de cumplir los veinte años y aún así, como él dijo, todo lo que tenía se lo arrebataron, su nombre, su identidad, su pasado, y si es verdad que sobrevivió con toda su fuerza, entonces lo que estuviera escondiendo detrás de esa cautivadora sonrisa suya, sería inimaginable para los demás, haciéndolo una persona peligrosa.

Lo que tenía en sus manos era la espada que estaba en su bastón. El cuerpo de Lydia se puso rígido.

—Conocía la historia y la leyenda del Lord Caballero Azul desde que era un niño. Conseguí esa antigua moneda de oro en una tienda de antigüedades en América. Estaba planeando investigar cuando finalmente regresé a Inglaterra. Sin embargo, incluso si volví a Londres, aún era prisionero de Gossam y no podía moverme. Es por eso que hice que este encontrara la moneda de oro, insinué que conducía hacia la ubicación oculta del zafiro estrellado, y esperé hasta que terminara de investigar. No podía morir mientras todavía esperaba a Raven y Ermine, por lo que ese truco era perfecto para ganar algo de tiempo, pero debido a eso, tengo que competir contra su familia por el tesoro, es algo que no se puede evitar.

—Entonces… eso quiere decir que no eres el verdadero descendiente del Lord Caballero Azul, ¿verdad? Si quieres que te ayude, aunque no seas el verdadero, entonces será imposible obtener la espada que está protegida por las merrows.

—Aun así, mi única opción es conseguir la espada enjoyada.

—¿Serás feliz consiguiendo un nombre falso? ¿No deberías tratar de recuperar tu nombre real?

Inclinándose apenas, bajó la mirada hacia la de Lydia.

—Te equivocas, Lydia, al pensar que no hay nada de valor en algo falso. ¿Cuál sería el punto en tener de vuelta el nombre de una familia etiquetada como rebelde? El esclavo y el líder de una pandilla están muertos. Incluso si es falso, necesito un nombre que sea grande y con una presencia innegable. Necesito ese poder para que aquellos que me colocaron en ese informe, no puedan ponerme las manos encima. Si no puedo obtener el nombre del Conde Caballero Azul, entonces moriré como la basura que dicen que soy, pero si lo consigo, te enseñaré cómo convierto esa farsa en algo real —declaró amablemente y persuadiéndola. Luego, sostuvo el bastón frente a los ojos de Lydia.

—¿A-Ahora qué?

—Si un ladrón tuviera un arma consigo, no podrías dormir, ¿verdad? Dejaré esto contigo.

Alejándose de Lydia, se sentó contra la pared en un rincón.

Su verdadero ser estaba en la tumba. Si realmente vivió una vida falsa como el objeto de otra persona, entonces todo era una mentira. Para él, no había nada real o falso, solo la diferencia de si era una mentira útil o no.

Lo que le dijo a Lydia, no estaba segura si podía ser verdad. Sin embargo, si se trataba de él, podría hacer que una bola de cristal se viera como un diamante. Así como así, se sintió persuadida por el pensamiento del por qué el vidrio no puede considerarse un diamante.

Incluso pensó que, tal vez, el nombre del Lord Caballero Azul que esta persona reclamaría, sería más adecuado para él que para cualquier otro.

Además de eso, la dejó a cargo de su arma y la trató como si fuera un caballero en el exterior. Podría ser su plan para comprar su simpatía y, para comprobar eso, Lydia empezó a desear creer que no era una persona cruel. Sin embargo, por supuesto, todavía era cautelosa con él. Pasar por el problema de darle su arma, puede ser su forma de comprobar si estaba planeando escapar.

Si fuera a escapar, eso sería un problema para Edgar. Haría su búsqueda de la espada enjoyada del Lord Caballero Azul aún más difícil. Además, aumentaría las posibilidades de ser capturado por la policía o Huxley.

Podría estar pensando que sería fácil manejar a una chica, incluso si le entregaba su bastón. Entonces, ¿qué haría si insinuaba que iba a escapar? ¿Le mostraría la verdadera parte criminal de él? Era mejor para ella hacerle beber la pastilla para dormir antes de que necesitara ver ese lado suyo.

Decidida, Lydia se puso de pie y miró hacia la olla que estaba sobre el fuego. Recogió el agua caliente con la taza. Dejando caer la pastilla que Nico le dio, le agregó una hoja de menta y se la entregó a Edgar.

—Puede que no sea tan elegante como el té, pero al menos esto te tranquilizará.

—Ah, gracias.

Le sonrió, sin mostrar preocupación. Sin embargo, Lydia sintió algo astuto detrás de esa sonrisa y, de repente, sintió su espalda enfriarse. La mano con la que Edgar cogió la taza le tocó su mano. Ella, sin pensarlo, la apartó, pero él la agarró.

—¿Qué le echaste?

—Eh… ¿De qué estás hablando?

—Alguien que está tramando algo, su comportamiento lo delata. Puedes pensar que lo estabas haciendo desapercibida, pero vi que echaste algo más que menta. Es peligroso provocar a un criminal con algo como esto.

—Suéltame.

—Si te suelto, correrás.

—¡Por supuesto que lo haría, eres un ladrón…! —gritó Lydia.

—De verdad no tienes autodefensa. Al igual que cuando fuiste atrapada por Huxley, no deberías tratar de escapar tan imprudentemente. Te quedarías sin vidas aunque tuvieras más de una.

—¿Estás diciendo que me vas a asesinar?

—Nunca me atrevería. Si lo hiciera, no podría averiguar dónde está escondida la espada.

—¡Incluso si me amenazas, no haré lo que tú digas!

—No lo entiendes. Hay otras maneras de hacer que alguien haga lo que tú dices. Ingenua y pequeña dama, nunca podrías imaginar cómo se siente caer en la desesperación más profunda y oscura, de la cual ni siquiera querrías seguir respirando.

En ese momento, Lydia recordó cómo describió Ermine a Edgar, un hombre triste.

Más que estar asustada de él, sintió que su corazón dolía por la persona enfrente de ella, quien mostraba su verdadero ser por primera vez. No era su verdadera parte criminal, era el dolor, el dolor de alguien a quien le arrebataron su felicidad y el futuro que le habían prometido.

—Has sentido tal desesperación…

De repente, frunció el ceño. Tal vez dijo algo que podía haberlo enfadado.

Oh, mi instinto para captar el peligro realmente debe estar roto.

Al tiempo que pensó eso, Edgar la soltó. Todavía luciendo como si estuviera sufriendo, bajó su rostro. Finalmente, dijo en voz baja que era verdad.

—La espada del Conde Caballero Azul es mi única esperanza. ¿Lydia, me estás abandonando?

Su mirada se clavó en ella, como si estuviera tratando de evitar que su amante lo abandonara. Lydia también estaba a punto de olvidar su posición de prisionera.

—Incluso si dices eso, no sirve de nada…

—Por favor, no te vayas.

—No tiene sentido. Tú fuiste quien me amenazó y planeó hacer que hiciera lo que tú digas.

—Si dices que te irás, entonces me quitaré la vida.

—Espera, ¿esa es tu amenaza?

—Si mi esperanza desapareciera, entonces sufriría si continúo con vida.

Estaba mirando la taza que Lydia le entregó y después, se la bebió con desesperación.

—Si esto es veneno y fuera a morir, aún así no te lastimaría en lo absoluto.

—N-No seas ridículo. Es una poción para dormir.

—Ya veo. Entonces mi destino será decidido cuando me despierte. Si desapareces ante mis ojos, entonces mi vida acaba aquí… Ah, eso no suena mal. Mi destino está en tus manos. Son como palabras de un amor apasionado.

Tienes que estar bromeando.

Le dedicó a la sorprendida y boquiabierta Lydia, una sonrisa dolida, pero todavía perfectamente elegante.

—Buenas noches, mi hada.

Incluso si lo dijo en tono de broma, sonó como una propuesta de amor honesto.

Dejando el sonido de su dulce voz todavía zumbando en sus oídos, se sentó en el piso, envuelto en su abrigo. Inmediatamente, se sumergió en un profundo sueño. Lydia se puso de pie mirando ese inofensivo lado de Edgar.

—Oh, gracias a Dios, eso fue aterrador —dijo Nico apareciendo—. Vamos, Lydia, tu oportunidad para poner la pastilla en la poción no fue buena en absoluto. Bueno, al final funcionó, dado que se la bebió.

Empujando a Edgar con su pata trasera, se aseguró de que la poción estuviera funcionando.

—Ahora, démonos prisa y vayámonos, Lydia.

♦ ♦ ♦

Ted, ese hombre llamó a Edgar. La voz que nunca desaparecía de sus recuerdos, todavía lo atormentaba, incluso en sueños.

Ted, eres perfecto. Todo lo que tienes que hacer es mirar con desprecio a aquellos inferiores a ti, y brillar como la luz. Finalmente, tus seguidores se presentarán ellos mismos y se reunirán alrededor de tus pies.

Te enseñaré. Cuán fácil es manipular a aquellos que te rodean. No se darán cuenta de que has sido capaz de hacer que se movieran como tú dijeras. Entonces, es así cómo te convertirás en mí. Pensarás como yo, gobernarás como yo y manipularás como yo.

No había forma de que eso sucediera porque Edgar había logrado escapar de las garras del hombre que dijo aquello. No terminó como ese hombre quería.

El hombre llevaba una máscara que cubría la mitad distorsionada y fea de su cara, se decía que era de una herida de batalla. Se llamaba a sí mismo Príncipe y pretendía hacer de Edgar su marioneta. Quería un muñeco que fuera leal y atractivo, un muñeco que se moviera, hablara y trabajara a gusto en su lugar, debido a que no podía aparecer en público.

Su sueño de robarle a la marioneta su voluntad, alma, y convertirlo en su recipiente vacío, nunca tendría éxito. Sin embargo, de vez en cuando, Edgar estaba asustado. Todo lo que había construido hasta ahora podía ser manipulado por ese hombre, debido a que cuando estalló en desesperación, se escondió y trató de sobrevivir, terminó usando el conocimiento y las habilidades que le inculcaron.

Si pudiera colocarse con éxito por encima de los demás, actuando con tolerancia y paciencia hacia ellos, lo que lo hacía parecer atractivo y encantador, entonces todo iría sobre ruedas para él.

Podía hacer felices o poner nerviosos a los demás, podía hacerlos sentir lástima y temerle a su voluntad, manipulando sus sentimientos y usándolos para su beneficio. Sin embargo, Edgar sabía que aquellos a quienes manipulaba de esa manera no eran sus verdaderos aliados.

La confianza no podía formarse en una relación de maestro-sirviente o carismático-servidor. Solo se creaba cuando dos individuos se encontraban igualados entre sí. Sin embargo, eso no era fácil, no se podía formar con cualquiera.

Sin ninguna razón, Raven y Ermine eran sus únicos aliados.

Y no tuvo otra elección, así que utilizó esas opciones solo por el impulso del momento. Después de todo, nadie podía entender por el sufrimiento que Edgar y sus amigos pasaron. Pensaba que solo los utilizaría como quisiera. Lydia era una más de los muchos que iba a utilizar, pero no funcionó.

Pensó que sería fácil conquistarla, debido a que creía que era una joven ignorante, pero no confió en él de inmediato como había planeado. Fue inesperado que sus identidades pudieran ser reveladas por la aparición del hijo mayor de Gossam, pero gracias a la herida que Edgar acababa de conseguir, era una ventaja, mientras la pudiera usar para comprar su simpatía.

Es por eso que decidió hablar de su pasado. Parecía que todavía dudaba, pero al final, decidió que aún no podía confiar en ellos.

Cuando vio que echaba la pastilla, solo le quedaba una opción. La haría escuchar a la fuerza. Y aún así, no podía entender por qué le había dado la oportunidad para escapar.

Has sentido tal desesperación.

¿Por qué pensaría en él cuando se enfrentaba a un criminal aterrador? En un momento donde todo lo que pensarías sería en cómo protegerte. Edgar se sintió confundido acerca de cómo aparecía en esos ojos de hada de color verde dorado.

Por lo general, era absolutamente consciente de cómo aparecía para los demás. Era consciente y fingía, solía crear la impresión que quería dejar en otros, pero con Lydia, sintió que ella miraba más allá de las capas de máscaras que utilizaba para actuar como una criatura malvada e inhumana.

No podía creer que le contara sus más profundos y honestos sentimientos, solo por querer que no lo abandonara. Y nadie pensaba que quitarse la vida pudiera ser una amenaza efectiva, pero ya no le importaba más. En cambio, pensó que era mejor si lo envenenaba.

♦ ♦ ♦

Una sencilla poción para dormir, gradualmente se agotó y lo trajo a su despertar. La luz del sol que le cubría los párpados, lo despertó por completo.

Edgar abrió lentamente los ojos. El sol de la mañana cubría su cuerpo, filtrándose por el resquebrajado tejado de la cabaña y las grietas de la pared.

Oh, ya es de mañana. Una mañana solo.

—Miau.

Al escuchar el maullido del gato, Edgar se sentó y vio a un gato gris que tenía una corbata atada alrededor de su cuello, sentándose en el alféizar de la ventana.

Ese es el gato de Lydia. ¿Por qué está aquí?

Mientras se preguntaba aquello, la figura de una chica, sujetando su bastón y durmiendo contra el respaldo de una silla cerca a la chimenea, llamó su atención.

—Vaya, realmente no puedo seguir con esto —murmuró Nico, lanzando un pastelillo al joven que estaba completamente aturdido mientras observaba a Lydia.

Al sentir el golpe en su cabeza, Edgar giró en dirección al gato. Ladeó la cabeza, como si no supiera en qué pensar, tal vez en la razón por la que Lydia no escapó, o tal vez ante la imposibilidad de que un gato le lanzara un pastelillo con una de sus patas delanteras.

Miró al pastelillo que se le cayó y no se movió, como si fuera a herir su orgullo recibir comida de un gato.

—Cómelo —dijo Nico, en un tono evidentemente arrogante.

—Hmm, Nico, ¿verdad? Gracias por tu oferta, pero estoy bien. Al igual que tú, que prefieres té caliente, va contra mi política recibir comida de otros.

—Hmm, así que puedes comprender lo que estoy diciendo.

—Puede ser mi imaginación, pero suenas tosco cuando hablas.

—Oh, ya veo, así que eres la clase de humano que puede oírnos, pero no se da cuenta que lo hace. Hay humanos como tú muy a menudo. Bueno, no importa, siempre y cuando entiendas lo que digo. Ahora presta atención, tú, maldito villano, si le haces algo a Lydia, nunca te lo perdonaré.

Al abrir la boca y sisear con sus colmillos, debió haber enviado su mensaje correctamente a Edgar.

—Ah, así que estás preocupado por Lydia —dijo Edgar, mirándola—. Me pregunto por qué no se fue.

—Quién sabe.

Para Nico, esa era su mayor insatisfacción.

Nico le dijo a Lydia que si el ladrón moría por su cuenta, entonces eso sería bueno para la sociedad, pero no se marchó. Quizás su compasión hacia él, por haber salido lastimado en su lugar, debió haber ganado. Incluso si realmente moría, eso podría haberla perseguido en sueños.

Pero Nico pensaba que si alguien dependía de Lydia, no podría rechazarlos. A pesar de que la llamaban una niña cambiada cuando era pequeña, y era tratada como un bicho raro en la ciudad, nunca los llegó a odiar. En cambio, creía que la gente como ella había nacido para convertirse en el puente entre los humanos y las hadas, y que, finalmente, llegaría a ser necesaria por su don.

Por ahora trabajaba para la gente del pueblo que se burlaba de ella por poner un letrero de “Doctora de Hadas”, lo cual enfatizaba su buen corazón y, si había alguien en problemas, era seguro que acudiría en su ayuda. Es por eso que no podía odiar a Edgar y dejarlo morir.

—Tal vez se enamoró de mí.

—Eso es imposible.

—Tal vez tengas razón.

La luz del sol se reflejó en el cabello de Lydia, destacando su brilloso marrón rojizo. Edgar se puso de pie y se acercó lentamente, pero se detuvo cuando Nico saltó al regazo de Lydia.

—¿Estás diciendo que no puedo? Solo voy a tocarla un poco, así que déjalo pasar por esta vez.

—En tus sueños.

Ignorando su siseo, extendió su mano y tocó el suave cabello que caía por su mejilla.

Lydia abrió un poco los ojos. La luz del sol se reflejó en sus dorados ojos verdes con los que veía a las hadas.

—Buenos días, Lydia.

Para colmo, antes de que Nico pudiera reaccionar, Edgar deslizó la mano de Lydia hacia sus labios y besó su dorso.

—Ah… ¡¿Qué planeabas hacer?! ¡Pervertido!

Lydia se sobresaltó nerviosa.

—Nada realmente. Dado que tu gato te estaba protegiendo.

¿Realmente valía la pena empatizar con este frívolo bastardo?, pensó Nico mientras dejaba escapar un suspiro.

—Oye, Lydia, te traje unos pastelillos. Desayunemos.

Cogió el pastelillo que le lanzó con ambas manos, pero todavía veía a Edgar con recelo.

—Creía que me odiabas, así que me alegro de verte de nuevo.

—Te odio… Odio a los mentirosos. Es por eso que te odio.

—Pero decidiste que no me abandonarías.

—Eso es porque soy una Doctora de Hadas y acepté tu oferta de trabajo, pero no es como si dijera que te ayudaré a conseguir la espada del Lord Caballero Azul. Si las merrows la protegen, entonces, quiero dejar claro que está fuera de tu alcance.

Las merrows no son hadas malas, pero son poderosas. Y es mi trabajo, como Doctora de Hadas, enseñarle a un despreocupado ladrón como tú, que no cree en las hadas, que lo que haces no tiene sentido.

—Lo tomaré como que estás preocupada por mí.

—Más bien como si fuera mi política.

—Trabajemos juntos y consigamos la espada.

—¿Edgar, me estás escuchando?

—Ah, vas a llamarme por ese nombre.

—Bueno, ese es tu verdadero nombre, ¿no…?

—Me has hecho muy feliz, Lydia.

Parecía como si fuera su antiguo yo otra vez. Lydia se espabiló cuando Edgar la tomó de las manos.

—No planeabas realmente morir… ¿verdad?

—Por supuesto que no —dijo Nico.

—Estoy vivo gracias a ti. Me salvaste la vida.

—Está bien, ¡ahora suéltame!

—Este hombre puede ser más problemático que una merrow —murmuró Nico, mientras se preocupaba por el camino por delante.

♦ ♦ ♦

Cuando la Scotland Yard [3] visitó la residencia del profesor Carlton en Londres, fue justo después de que le pidiera ayuda a un conocido suyo de la policía.

La carta que llegó de su hija Lydia, hace varios días, tenía la fecha de cuando salió de casa, pero incluso cuando llegó a tiempo al barco, no apareció.

No recibió ninguna noticia después de esa, por lo que se comenzó a preocupar. Envió una carta a su casa de Escocia, preguntando qué ocurrió, pero no pudo soportar esperar una respuesta, así que acudió a la policía por si acaso.

De acuerdo con el oficial de policía que fue a su casa en Londres, no encontró ninguna señal de que hubiera utilizado el camarote del barco que había comprado al nombre de Lydia Carlton. Y el día en que ese barco abandonó el puerto de Forth, hubo un testigo que dijo ver a un hombre, que se parecía al ladrón detrás de los robos de la propiedad Gossam, en el mismo puerto. Incluso había un informe de que se había secuestrado a una joven.

—Por supuesto, eso no quiere decir que sea su hija a quien se llevaron —añadió el oficial de policía—. ¿Ha habido alguna noticia desde entonces? Como un contacto con el secuestrador, o una nota de rescate… Incluso si no es nada directo, algún informe sobre alguien sospechoso alrededor, o algo que hayan recogido.

—Nada ha sucedido. Y no queremos que algo suceda, es por eso que contacté con la policía.

Incluso Carlton, quien normalmente estaba tranquilo, no podía evitar entrar en pánico cuando se trataba de su única y preciada hija. ¡La posibilidad de que pudiera ser secuestrada por un criminal era terrible! Pasó los dedos por su cabello desaliñado, lo que hizo que se desordenara aún más.

—Entonces, si contacta con el secuestrador, hágamelo saber inmediatamente.

—¿Y si no hay contacto? ¿No comenzarán a buscar a mi hija ahora?

—Por ahora estamos en busca del rumoreado ladrón y la búsqueda es solo dentro de Inglaterra. Puede ser el caso de que el secuestrador haya abandonado el país y, por lo tanto, la conexión entre su hija podría desaparecer. Por favor, entienda que buscarla puede ser muy difícil.

Después de que el policía se marchara, Carlton se dejó caer en el sofá y apoyó su cabeza en las manos. Solo después de ser sacudido en el hombro por su ayudante de la universidad, se liberó de su estado mental en blanco.

—¿Profesor, qué ha pasado? ¿Está enfermo?

—¿Ah? Ah, eres tú, Langley.

Carlton se acomodó sus anteojos y pensó por un momento, después se levantó repentinamente.

—Sé que no debería quedarme aquí de brazos cruzados. Mi hija podría estar secuestrada.

—¡¿Qué?! ¿En serio?

—Es por eso que iré a buscarla. Langley, te encargo mi trabajo.

—Por favor, espere solo un momento. ¿Cómo la buscará y dónde?

—Revisaré mi residencia en Escocia y después…

Mientras hablaba, se dirigió a su habitación y abrió una maleta. Al abrir el armario comenzó a guardar la ropa.

—No había ninguna noticia de su casa, ¿verdad? ¿Y tiene alguna pista a seguir?

—No…

No hay manera de que una sola persona pudiera buscar lo que la policía no pudo. Carlton se encogió de hombros y se sentó en la cama.

—Por favor, cálmese. Haré que la doncella prepare algo de té. Después pensemos qué podemos hacer.

Langley estaba acostumbrado a tratar con el profesor. Su hija describió a Carlton como un inútil en gran medida, además de su investigación, e incluso su asistente podía ver eso. Su cuerpo era muy delgado y no se preocupaba por su ropa o peinado, incluso caminaba por el terreno del campus con un libro abierto, se tropezaba y chocaba con un árbol, o era atacado por un perro.

No obstante, para sus estudiantes eso no rebajaba su calidad como profesor.

—Ah, sí. Tienes razón. Lo siento por entrar en pánico de esa manera.

Carlton se tranquilizó un poco y pensó que si no se trataba de algo importante, como un secuestro, y solo se había metido en algún tipo de problema, si solo esperaba, entonces todo finalmente se resolvería.

Lydia era una chica que podía cuidar de sí misma, y es por eso que no estaba preocupado de vivir lejos de ella. Después de algún tiempo, recibiría alguna noticia o de seguro aparecería por allí.

Pero, ¿y si estaba metida en algún lío? Si era un ladrón, el secuestrador contactaría con él para pedir un rescate. Hasta entonces, no podía hacer nada. O si el secuestrador no buscaba dinero y la usaba como una rehén hasta que pudiera escapar, entonces la liberaría después de escapar, o…

Cuanto más pensaba en ello, más aterrorizado estaba. El té con aguardiente no lo ayudó a calmarse en lo absoluto.

—El ladrón que entró en la residencia Gossam, ¿no? Si es verdad, entonces realmente es una extraña conexión, ¿verdad?

Ante las palabras de su asistente, Carlton levantó la mirada.

—¿Qué conexión?

—Bueno, ¿recuerda que el doctor Gossam vino como un invitado a la universidad varias veces? Vino a preguntarle, profesor, sobre el legendario tesoro.

Carlton era un profesor de historia natural, pero se especializaba en minerales. Él, especialmente, sabía sobre gemas y joyas, de las cuales no solo trataba de clasificar aquellas ya existentes, sino también las que existieron en el pasado, así como las que estaban en leyendas y sueños.

Por ejemplo, la esmeralda que se cree que trajo éxito a Alejandro, o el rubí de Cleopatra que se decía que traía la caída del propietario, y para acabar, el misterioso cristal de Cassandra, el jaspe de Salomé y la iolita del Rey Salomón.[4]

Eso era solo un intento de reunir, de manera comprensiva, una lista de las herencias milagrosas creadas por la naturaleza, y nada relacionado con el ocultismo actualmente popular.

Pero a menudo se reunía con invitados de esa área que tenían preguntas. Carlton recordaba que Gossam era una de esas personas. Ahora que lo pensaba, ese hombre vino preguntando por el legendario zafiro estrellado.

—Oh, sí, ese caballero estaba interesado en saber si la estrella de la Merrow existía o no.

—¿Realmente cree que existe?

—Bueno, es una leyenda, pero aparentemente existió hace unos trescientos años. Se decía que un hombre llamado conde Ashenbert tenía una. Sin embargo, él, bueno, no sé si fue él, pero en el libro del «Conde Caballero Azul» de F. Brown, se cuenta que dejó la joya al cuidado de las merrows y desapareció. Se dice que ese libro es ficción, así que no es una prueba, además, hay constancia de que el conde permanece en el extranjero y que nunca ha regresado, por lo que la gema puede haber desaparecido con él. Por ejemplo, si estaba en un barco que se hundió, ahora está en el fondo del mar. La romántica creación de las merrows debe haber surgido de eso.

Pero, ¿cómo puede eso estar relacionado con la desaparición de Lydia? ¿El ladrón que irrumpió en la casa de Gossam fue tras Lydia?

Justo cuando algo iba a conectar en su mente, la doncella hizo otro anuncio.

—Tiene un invitado que dice ser el hijo del señor Gossam.

—¿Qué?

El profesor salió corriendo del salón y fue personalmente a recibir al invitado.

El hombre se presentó como el tercer hijo del doctor Gossam y, después de sentarse en el sofá del salón, dijo:

—¿Ha oído que a mi padre le disparó el ladrón y que ahora se encuentra en el hospital? En realidad vine a decirle, profesor, que algo sobre este incidente está relacionado con algo importante para usted.

—¿Se trata de la estrella de la Merrow?

El tercer hijo se mostró como si estuviera sorprendido, pero, rápidamente, endureció el rostro y asintió.

—El ladrón no buscaba dinero, sino que también estaba interesado en la estrella de la Merrow. Nuestro padre continuó buscando la gema, usando la información que le preguntó a usted. Finalmente, fue conducido hasta el misterioso acertijo inscrito en la moneda de oro del conde, donde pensó que apuntaba a la ubicación oculta, pero también fue tomada por el ladrón. El acertijo contenía los nombres de algunas hadas, por lo que nadie sabía el significado detrás de estos pero justo cuando mi padre estaba buscando a alguien que conociera sobre las hadas, profesor, se enteró que su difunta esposa había sido una Doctora de Hadas.

Oh, no, pensó Carlton, y apretó su sudoroso puño.

—Padre descubrió que su hija había continuado con el negocio de Doctora de Hadas, y estaba a punto de pedir su ayuda.

—Oh, lo recuerdo —interrumpió Langley —. Me encontré con el señor Gossam por casualidad de camino hace un tiempo, me preguntó sobre la hija del profesor.

—Y le dijiste que Lydia era una Doctora de Hadas.

—Bueno, eh, sí, pero solo fue algo que surgió en nuestra charla… La última vez que me encontré con su hija fue hace unos años, así que, incluso si me pidieran su descripción, solo podría recordar su cabello, que era de un color hierro oxidado —respondió Langley, en tono de disculpa. Incluso si su aprendiz lo decía así, no era como si Carlton estuviera escondiendo a su hija, por lo que no era quién para culparlo.

—No, Langley, no es tu culpa… Así que dice que el ladrón también descubrió lo de mi hija.

—Lamentablemente sí, por lo que hay una posibilidad de que su hija esté en manos del criminal.

—Ah, sí, eso me dijo la policía también.

Soltando un suspiro pesado, Carlton agachó cabeza. Era la peor situación.

El tercer hijo frunció el ceño.

—Ya veo, pero no puede confiar en la policía. Actualmente, mi hermano mayor ha puesto una descripción del ladrón en el periódico por todo el país. Se ha colocado una recompensa para recopilar información, así que nos gustaría pedirle, profesor, su ayuda.

—Haré todo lo que pueda.

—Hubo un reporte de un testigo que decía que su hija y el ladrón subieron a un tren de vapor dirigiéndose al oeste de Scarborough. Si fue amenazada por el bastardo para encontrar la gema, entonces, ¿sabría de algún lugar al que su hija se dirija en esa dirección?

—Pero no estoy tan familiarizado con las hadas como mi hija.

—Sabe más que nosotros, lo más importante es que la seguridad de su hija está en juego.

Era como él dijo.

El tercer hijo le mostró un papel con el acertijo impreso y un mapa. Dijo que el mapa estaba marcado con los lugares relacionados con el conde Ashenbert, hace trescientos años, de quien se decía que tenía la estrella de la Merrow.

¿Dónde habría ido Lydia si fuera ella?

—Así que, profesor, nos gustaría pedirle que nos acompañe para salvar a su hija.

—Por supuesto que iré. ¿Se marcharán ahora mismo?

—Sí, pero ¿hacia dónde…?

—Pensemos eso en el carruaje.

Era la primera vez que su aprendiz, Langley, veía a Carlton tomando decisiones tan rápidamente que no fuera por su trabajo.


[1] El brezal es una comunidad arbustiva, los cuales poseen una altura media.

[2] El granate es una piedra popular y asequible, disponible en un número de variedades y colores.

[3] Scotland Yard es una metonimia para la Policía Metropolitana de Londres.

[4] La jaspe es una piedra silícea de grano fino, opaca, que generalmente forma vetas de diversos colores; es apreciada en joyería y como material ornamental. La iolita es un mineral de hierro, magnesio y aluminio, también conocido como cordierita.

Una respuesta en “El Conde y el hada – Volumen 1 – Capítulo 3: Verdades y mentiras de la fuga”

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