El Sentido Común de la Hija del Duque – Capítulo 217: Padre e hijo (2)

 Traducido por Shisai

Editado por Meli


—Has vuelto a entrenar de nuevo.

Al escuchar lo que dije, Melli volvió la cabeza en mi dirección.

—Sí… gracias a todos estoy recuperando la forma.

Detrás de ella había varias «bajas»… algunos hombres seguían tirados en el suelo.

En comparación con ellos, apenas tenía una marca en ella. Incluso su ropa estaba sin manchas.

La única prueba de los duelos de mi hija con esos hombres fue el sudor en su frente.

—Señora Mellice, es mi… ah, disculpe, general.

Los hombres se acercaron, la necesidad de luchar claro en su lenguaje corporal.

Inicialmente se habían asustado por la abrumadora fuerza de Melli. Pero ahora, todas las emociones negativas habían desaparecido de sus ojos y se reemplazaron por admiración y respeto.

Se había ganado su deferencia sin depender del título de duquesa o de la familia Anderson.

Recientemente escuché que ella había estado dando retroalimentación a sus oponentes sobre sus duelos como una instructora.

Su consejo fue increíblemente útil, por lo que cada vez más esperaban probar sus habilidades contra ella.

Mi hija era realmente… No pude evitar tener una sonrisa exasperada en mi rostro.

—Lo que sea, je. Por favor, conoce tus límites.

Fue entonces cuando un hombre que parecía tener entre cincuenta y sesenta años se me acercó con pequeños pasos vacilantes desde el interior de la mansión.

—Maestro, justo ahora el Barón Messi envió un mensajero…

—¿Qué? Terminaré ahora mismo.

Los agudos ojos de Mellice se arrastraron entre nosotros, poniendo toda su atención en nuestro intercambio.

Al notar esto, me di vuelta para mirarla.

—Tú también deberías venir.

—¿Estás seguro?

—Sí.

Nos dirigimos a la sala de espera, el mensajero estaba allí sentado en el sofá y al verme entrar, se puso de pie.

—Por favor, relájate. Has viajado desde muy lejos.

—Sí, señor.

Me senté frente a él. Mellice estaba a mi lado.

—Disculpe, ¿esta mujer es…? —Miró a Mellice confundido.

—No hay necesidad de preocuparse. Permítame llegar al punto. ¿Por qué te ha enviado el barón Messi? —Lo interrumpí, instándolo a moverse rápidamente.

—El Reino Towair ha hecho su movimiento.

—¿Un movimiento en el frente militar?

—Sí.

Ni Mellice ni yo estábamos conmocionados ante el informe. Era como si lo que habíamos estado esperando finalmente estaba aquí. Estábamos asombrosamente tranquilos.

El mensajero parecía sorprendido por nuestra falta de reacción.

Mellice especialmente, que lucía como una mujer delicada.

El mensajero debe haber asumido que podría desmayarse por la situación en cuestión, por lo que se preguntó por su presencia en primer lugar.

A diferencia de lo que debe haber imaginado, Mellice estaba increíblemente tranquila.

—¿Su majestad ya sabe de esto?

—La mayor parte. Conoció la noticia a través de otros lugares. Mi maestro también envió otros mensajeros.

—Es así… ¿tenemos una estimación del tamaño y la velocidad de la fuerza enemiga?

—La escala es la misma que enviaron durante la última guerra. Su velocidad es más rápida de lo esperado… dentro de diez días, llegarán a las fronteras.

—Ya veo. Estaré en el palacio lo antes posible para prepararme para la batalla. Informe al barón Messi que espere hasta que yo haya llegado.

—Me tranquilizan sus palabras. Muchas gracias. —Relajándose un poco, el mensajero bajó la cabeza.

—Melli.

—Sí.

—Cómo has escuchado, me dirijo al palacio. Existe la posibilidad de que nos traslademos directamente al frente de batalla.

Ella asintió en silencio en respuesta.

—No tienes que pelear, pero no sé qué podría pasar de ahora en adelante. Esto es la guerra. —La miré, son rostro serio.

Ella no parecía intimidarse en absoluto.

En cambio, aceptó la pesadez de mi mirada, mirándome con la misma determinación.

—¿Recuerdas tus votos?

Sus ojos se abrieron por un momento en estado de shock… luego sonrió.

Sus votos.

Me refería a las palabras que había jurado cuando le dí su espada.

—Juro por mi nombre, que estoy orgullosa de la esgrima que me transmitieron mi padre y otros ancianos. Juro no levantar nunca mi espada en humillación de ese orgullo.

Había pasado mucho tiempo desde que ella pronunció esas palabras. Parecía que ella no las había olvidado.

—Por supuesto. Pero tengo una razón diferente para levantar mi espada que la que tenía en aquel entonces.

—¿Qué quieres decir?

—En comparación con el orgullo, lo que más valoro en este momento es la gente que me rodea. Por ellos, estoy dispuesta a abandonar todo mi orgullo para convertirme en un fantasma de lo que soy ahora.

—Es eso así…

Sonreí ante la respuesta de Melli, pero de inmediato me detuve.

—Me voy ahora.

—La mejor de las suertes en el campo de batalla.

Shisai
El abuelito se va a la guerra, recen por su salud y éxito.

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