Herscherik – Capítulo 9: Engaño, pruebas y acuerdo (2)

Traducido por Shisai

Editado por Sakuya


Mientras el viento frío que señalaba el comienzo del invierno rozaba su mejilla, Herscherik sonrió a los ciudadanos que vinieron a despedirlo.

—Bueno, entonces, Meria, estaré esperando tus cartas. Lo mismo con todos los demás. Informen en cualquier momento si sucede algo más.

Los ciudadanos asintieron ante cada palabra del príncipe, quien había logrado la proeza milagrosa de regresar vivo de ese incendio.

El incidente se resumió de la siguiente forma: un grupo de matones allanó la villa en la que se hospedaba el príncipe, atacó a los Guardias Imperiales y finalmente prendió fuego al lugar.

Los cadáveres del grupo de matones fueron descubiertos más tarde en el bosque. Si bien aún se desconocía cómo fue derrotado el grupo o quien los derrotó, el incidente se consideró resuelto.

—Su Alteza, cuídese… Muchas gracias.

Las lágrimas se formaron en la esquina de los grandes y caídos ojos marrones de Meria, Herscherik le dio una sonrisa.

Junto a ella estaban sus primos, los cómplices del secuestro, quienes se inclinaron tantas veces que parecía que su cuerpo se partiría por la mitad.

Había una razón para que se sintieran tan agradecidos.

Al día siguiente después del incendio, el conde Grimm había notificado a todos los ciudadanos: —Me equivoqué y devolveré los impuestos recaudados. Del mismo modo, ofreceré préstamos suplementarios individuales a quien encuentre difícil superar este invierno. —Aunque en realidad se llamaban “préstamos”, era lo mismo que regalar el dinero sin pedir ninguna compensación.

Herscherik nunca habló con la mayoría de la multitud que lo esperaba fuera de la mansión del señor local, y estaba de acuerdo con eso. Pero sí les dijo que le notifiquen si algo llegase a suceder.

—Maestro Herscherik, tuve la suerte de haber servido a su alteza.

—También me alegré de tenerte, Meria, como mi niñera. Estoy seguro de que mi padre y mi madre, en el jardín del cielo, sienten lo mismo.

Después de intercambiar su último abrazo, Herscherik abordó el carruaje. Continuó moviendo su mano desde la pequeña ventana del carruaje hasta que ya no pudo verlos.

Luego, volvió a acomodar su cuerpo en su asiento, respiró tan profundamente como pudo y dejó salir todo.

Finalmente se dio cuenta de que había estado más nervioso de lo que imaginó.

—Maestro Hersche, ha hecho un trabajo maravilloso.

—Sí. Pero Schwartz, pensé que te dije que cuando somos solo nosotros dos, está bien abandonar los títulos.

Los dos se rieron de este intercambio. Ayer fue una larga noche.

— ¿Está bien dejar al conde Grimm así? —Kuro recordó los eventos de anoche y le preguntó a Herscherik.

—…Creo que podría ser tan bueno como espero.

Sería fácil publicitar los pecados del conde Grimm y quitarle el territorio. Pero no estaba seguro de si el próximo señor feudal sería la persona adecuada para los ciudadanos. Por eso pensó que era mejor llegar a un acuerdo con el conde y mantenerlo ahí donde Herscherik pudiera monitorearlo, hasta que durase su utilidad.

Herscherik tenía tres condiciones a cambio de las cuales perdonaría la vida del conde Grimm y pasaría por alto este incidente:

Primero, sé justo con los ciudadanos de tu tierra.

Dos, deja de vender inmediatamente nuestro país y corta tu relación con el enemigo.

Y, finalmente, tres, envíame información sobre la facción del Ministro.

Dejando a un lado la última, las primeras dos condiciones debían cumplirse silenciosamente. Esas dos condiciones determinaron si el conde podría vivir o no.

Si sucediera algo, los ciudadanos se pondrían en contacto con el príncipe. Si no hubiera un contacto regular proveniente de la gente de ese territorio, supondría que algo habría sucedido.

Además, Herscherik había amenazado al conde Grimm con algo más, además del intento de asesinato y la evidencia en su mano.

—Se aprovechó del secuestro planeado de los ciudadanos.

—Bueno, fueron sus ciudadanos quienes lo hicieron, por lo que no es tan raro decir que él estuvo involucrado, ¿verdad?

Herscherik amenazó a Grimm, culpándolo por el secuestro que Meria y los demás habían ideado y ejecutado.

—Si tuviera que decir que fueron amenazados y silenciados, ¿padre no lo creería? Mira, con esta evidencia, si lo menciono, será perfecto. —Herscherik se rio inocentemente. Pero sus palabras estaban manchadas de malicia.

Pero lo que Kuro quería escuchar no era eso.

— ¿Está bien dejar el asunto del Conde Luzeria así? —Kuro preguntó sin rodeos para que el príncipe entendiera la intención de su pregunta.

El conde Grimm era, por así decirlo, el enemigo del conde Luzeria. Como este método no borró la deshonra que manchó el nombre del Conde Luzeria, Kuro se preguntó qué estaba sintiendo el príncipe sobre esta conclusión, al ver cómo había admirado tanto a ese hombre.

Herscherik guardó silencio, como si escudriñara sus palabras. Luego, lentamente abrió la boca.

—Creo que el conde seguramente diría que está bien así. Más que su propio nombre o tierra, apreciaba a su país… y a su gente.

De lo contrario, lo que sucedió hace dos años no habría ocurrido.

Como aristócrata por encima de todos los aristócratas, su orgullo estaría satisfecho con tal resultado. Herscherik lo creía así.

—…Realmente quería llevar el asunto del Conde Grimm al público y juzgarlo. Quería declarar que el Conde Luzeria tenía razón… Pero eso sería solo autosatisfacción.

Hubiera sido fácil y miope obtener venganza con el fin de obtener su propia satisfacción.

Pero, el conde Grimm no era más que un subordinado. Su existencia podría ser descartada, como cortar la cola de un lagarto. Como tal, no podían llegar fundamentalmente a una resolución.

—Definitivamente voy a limpiar el nombre del conde. Pero ahora no es el momento para eso. —Determinado, Herscherik continuó, agarrando con fuerza el reloj de bolsillo.

Sin embargo, estuvo bastante bien para ser la primera vez.

Incluso con el inesperado intento de asesinato, se podría decir que fue un éxito de principio a fin.

No importa cuánto planifique para cada eventualidad, puede que no funcione; esto no es una especie de manga o juego. Pero la multitud de libros leídos y juegos jugados en su vida pasada, resultaron proporcionarle una buena experiencia.

En su vida pasada, Ryouko tenía la costumbre de leer con anticipación.

En el trabajo, predeciría y se prepararía para situaciones inesperadas, de modo que, si surgiera algún problema, pudiera cumplir de inmediato con su deber.

Con sus pasatiempos, casi siempre daba en el blanco cuando se trata de juegos de misterio y dramas de detectives. Para los juegos de guerra, leería varios pasos adelante, calcularía y obtendría una victoria absoluta con su equipo. También le gustaban el ajedrez, el shogi e incluso Go.

En este mundo, las habilidades y la experiencia adquiridas en su vida pasada como empleado de oficina, fueron útiles, pero dependiendo de la forma en que fueron utilizadas, su conocimiento otaku también jugó un papel importante.

Además, Ryouko era una adicta al texto impreso, leía montañas de manga y novelas ligeras, su favorita, pero también profundizaba en las tapas duras y los libros de bolsillo.

Los libros exponen la forma de pensar del autor como un espejo. No era exagerado decir que leer un libro era conocer a una persona. El conocimiento que había obtenido de los muchos libros de su vida pasada preparó a Herscherik con una perspectiva y una forma de pensar más amplias que la mayoría de las personas.

Ojos claros y centrados, y una capacidad de juzgar: el conocimiento de su vida anterior no estaba estrictamente destinado a la realeza, pero dejó un efecto en Herscherik.

—…Bueno, entonces, ¿cuántos años llevará?

— ¿Años?

Kuro sospechaba de los murmullos de Herscherik mientras veía pasar el paisaje.

—No hay forma de que ese tipo, después de hacer cosas tan horribles, pueda reformar fácilmente sus costumbres.

Es lo mismo para cualquier mundo. Si esto dejara su garganta, ¿qué pasaría?

—Además, si el conde Grimm ya no pudiera actuar, alertaría a sus superiores de la facción de alguna anormalidad. Si realmente no puede caminar por esta cuerda floja, será ese lado el que lo hará desaparecer.

Solo quedaba un camino para el conde Grimm. Ya sea largo o corto, sería una prueba de sus habilidades.

El enemigo no es tan bueno como yo. Por eso tenemos que tomar medidas hasta entonces.

La verdadera pelea aún no había llegado.

Herscherik miraba afuera, aturdido. Ahora, en el viaje de regreso, el interior del carro se sentía muy diferente. Posiblemente porque su mente estaba llena de pensamientos, también se olvidó de su mareo.

Kuro se estremeció, mirando al príncipe. No fue porque tuviese frío; ni tampoco por miedo.

¿Hasta dónde está leyendo?… ¿Era esto lo que ellos llaman “incapaz de ver incluso el límite más bajo”?

Kuro volvió a reconocer los méritos que le había asignado a su maestro y tembló de alegría.

Absoluta convicción de que no sería arrastrado por sus emociones.

Resolución para cumplir su objetivo, incluso si no puede elegir los medios o el método.

Previsión para elegir la mejor opción, leyendo con calma con anticipación.

Sin embargo, emociones intensas, para nunca ignorar a quienes lo rodean.

¿No eran estos los talentos que pertenecen a alguien que está por encima de todo, el que se dice que es el recipiente de un rey o héroe?

Había una cosa más que vio a través de los hábitos de Herscherik.

Hubo dos momentos en que el príncipe se dirigió a sí mismo como una mujer.

El primero era cuando Herscherik estaba solo con Kuro.

El otro, cuando Herscherik se enfriaba.

La cabeza fría se refería a su forma de hablar fría y despiadada, pero también se refería a sus momentos de calma en situaciones tensas.

Cuando fue secuestrado y cuando estaba amenazando al Conde Grimm, un aspecto de esta calma hizo que el príncipe cambiara inconscientemente el pronombre con el que se refería.

Puede que no se vea diferente si lo miras, pero, su mente estaba corriendo con los cálculos, tratando de leer antes de la situación.

Por cierto, las veces que usó la forma masculina fue cuando era “el príncipe”. Siempre usaría esta forma cuando pretendiera ser el príncipe inofensivo o frente a su padre y la familia real.

—Hey, Kuro. —Profundamente en sus pensamientos, Kuro volvió a sus sentidos por su maestro que lo llamó por su nombre.

Frente a él estaba Herscherik, mirándolo con cara seria.

—Quiero proteger a mi padre. Quiero proteger a mi familia. Quiero proteger este país. Quiero proteger a sus ciudadanos. Haré cualquier cosa para cumplir este deseo mío.

Kuro sonrió ante las palabras del príncipe, el recipiente cuyo límite aún se desconocía. Sin embargo, en la raíz de esto, había una ternura que hacía que otros simpatizaran: No puedo dejarlo solo.

“Si quieres salvarte solo a ti mismo, simplemente tira todo, incluso tu estatus de príncipe”. Ese tipo de pensamiento nunca cruzó la mente de Herscherik. No se trataba solo de ser amable. Sabía que la bondad por sí sola no podía proteger a nadie ni a nada.

Tomando un respiro, Herscherik continuó. Sostuvo el viejo y hermoso reloj de bolsillo plateado y apretó su agarre.

—Schwartz, estar conmigo será más difícil que cualquier trabajo que hayas asumido hasta este momento.

Esta no era una predicción vaga o su imaginación.

Cambiar un país era algo impensable para alguien como Herscherik, quien solía ser un trabajador oficial. Si fracasaba, la extinción era segura.

Al convertirse en su mayordomo principal, Kuro estaría compartiendo el mismo destino que él.

En ese momento, Kuro aún podría volver atrás.

—No tengo nada que darte a cambio. Por el contrario, está la posibilidad de exponer tu vida al peligro… a pesar de eso, ¿seguirías luchando a mi lado?

Su maestro lo miró directamente, inquietud visible en la cara del príncipe.

Herscherik ocultó su ansiedad y permitió que Kuro hiciera su elección.

Kuro se lo volvió a replantear de nuevo pero ningún argumento que lo hiciera dejar al príncipe existía en su mente. Se dio cuenta, de repente, entonces.

Quizás Herscherik también permitió que el Conde Grimm tomara una decisión.

A pesar de que el príncipe dijo que el conde no se reformaría, pero en el improbable caso de que cambiara para mejor, el conde se convertiría en uno de los ciudadanos que el príncipe juró proteger.

Si eso sucediera, Herscherik lo protegería a toda costa. Incluso si él fuera, desde la perspectiva del Conde Luzeria, un enemigo.

Y, así, Kuro decidió.

Podía declarar con certeza que la razón por la que no había tenido un maestro hasta ahora era porque estaba esperando al príncipe. Así como el príncipe “no podía dejar a nadie solo”, Kuro también “no podía dejar” al príncipe solo.

Kuro se arrodilló sobre su rodilla e inclinó la cabeza.

Como estaban dentro del carruaje, la distancia entre los dos era muy pequeña.

—Mi cuerpo es la espada que hace pedazos a tus enemigos, el escudo que te protege de las dagas de los asesinos y el bastón que te sostiene.

Esas fueron las mismas palabras que el Conde Luzeria había prometido a Herscherik.

Cuando Kuro se convirtió en mayordomo principal, aprendió de Luke las costumbres y la etiqueta de la familia real.

En ese momento, pensó que eran simplemente palabras. Pero, Kuro revisó ese pensamiento.

Estas palabras fueron un juramento directo del corazón, un pacto donde las desviaciones eran imperdonables.

—Mi señor, si lo desea, lo acompañaré a las tierras enemigas que albergan a cientos de miles de soldados enemigos, hasta los confines del cielo e incluso hasta las profundidades de la Tierra.

Cuando Kuro levantó la cara, su maestro ante él, tenía los ojos muy abiertos por la sorpresa.

—Por favor, te pido que me permitas esto.

Herscherik cerró los ojos y, cuando los volvió a abrir, fijó su mirada en Kuro. Los frescos ojos verdes se encontraron con los oscuros rubí.

—Schwartz, lo permitiré. Sin embargo, quiero que me prometas una sola cosa.

Diciendo eso, Herscherik colocó el viejo y hermoso reloj de bolsillo plateado en el asiento y con las manos vacías, sostuvo la cara de Kuro como lo había hecho con su sobrina en su sueño.

Era la manifestación de su sentimiento de no dejar que esta promesa cambiara, de no querer que cambiara.

—No permitiré que mueras antes que yo. Recuerda que cuando mueras es cuando yo moriré.

No quería despedirse de él como con el Conde Luzeria.

No quería volver a perder a nadie querido para él. Sabía que esta promesa era solo para su propia satisfacción. Aun así, Herscherik no pudo evitar decirlo.

Sintió la luz que residía en los oscuros ojos rojos de Kuro.

—Como usted ordene, mi señor.

5 respuestas a “Herscherik – Capítulo 9: Engaño, pruebas y acuerdo (2)”

  1. Gracias 😚 Gracias ❤️❤️❤️❤️❤️ por este gran capitulo . Me encante ❤️❤️❤️❤️❤️❤️❤️❤️❤️❤️❤️❤️❤️❤️❤️❤️❤️❤️❤️❤️❤️❤️❤️

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