La hija de la Casa Albert – Capítulo 3

Traducido por Nina

Editado por Chizuro

Corregido por Maru


“Emocionante escuela de amor: la doncella enamorada y el príncipe de ensueño”, abreviado como “Escuela de Amor”; colocó a la Casa de Mary Albert como la segunda en el poder tras la familia real.

Ella siempre se había vestido con prendas caras, y como era de esperar, su uniforme era de alta costura.

Poseyendo una gran fortuna, tendía a estar a cargo de todo y hacer lo que quisiera.

Se había burlado incansablemente de la común heroína, haciéndole darse cuenta de la inmensa diferencia en el poder financiero. Por lo tanto, el alardeo de Mary la convertían en el clásico personaje desagradable.

—Heh. La señorita del juego tiene gastos abundantes, ¿huh?

—Eso es correcto. Tras fanfarronear sobre algo, soltaría: “Oh, ¿no apesta a plebeyo aquí?” a las pertenencias de Alice.

—Otra vez con lo típico… —se quejó Addie.

No hay nada sorprendente.

Mary asentía en confirmación. Incluso si ambas eran nobles, y tenían el mismo nombre, esta Mary Albert carecía de habilidades sociales.

Pero bueno, la realidad de este mundo era que la mayoría de los nobles eran un simple cúmulo de orgullo.

Una princesa aprisionada en la jaula de la Casa Albert.

Para Mary, gastar la fortuna de sus padres para obtener lo que deseaba era algo natural. Por ejemplo conseguir numerosos carruajes o mandar a construir una villa para su cumpleaños. Como su comida favorita era foie gras y caviar, invitaría a cocineros de primera clase para que hicieran sus creaciones en sus fiestas…

La Mary del juego alardeaba de este poder; jactándose de su influencia proclamando: “Soy la ganadora”.

Una chica nacida en la Casa Albert. Sin importar qué prestigioso fuera el linaje de sus oponentes se verían obligados a admitir la derrota y escuchar sus pesadas habladurías.

Como sea, la Mary real no tenía tantos aires de grandeza, todo lo nuevo que se mostraba frente a ella recibía exuberantes reacciones. Un carruaje para la casa es más que suficiente; la villa familiar ya le era muy cómoda…

—Pero, tengo que ser arrogante de ahora en adelante.

—Hablando de eso, no la he visto fanfarronear, señorita. Además, usted nunca compra nada caro. ¿Por qué?

—Incluso si preguntas, sí que compro cosas que quiero comer cuando lo deseo.

—Dicho sea de paso, ¿últimamente qué es lo que más quiere?

—El despido de alguien.

—¿La comida favorita de la señorita?

—Una carta de despido es realmente difícil de conseguir; bueno, la conseguí pero desapareció cuando aún estaba a medio hacer. Hey Addie, ¿tienes alguna idea de donde podría estar tu carta de despido?

—No, ni la más remota idea. Quizás, un duende que vive en su habitación la ha robado.

—Qué respuesta más fantástica.

—No fui yo, dejando de lado esa carta de despido que no tiene ninguna relación conmigo, ¿cuál es la comida favorita de la señorita?

—Mi comida favorita… —murmuró Mary, mientras Addie tosía para cambiar el tema. De repente, su rostro se iluminó—. ¡Las croquetas!

—Señorita, por favor no esté tan orgullosa con ese nivel.

Soltando un gran suspiro, Addie dirigió su mirada al menú.

De paso, estaban en el comedor del tercer edificio. Dado que era el descanso para comer, estaba muy lleno.

Entre todos, Mary y Addie estaban mirando las listas del menú mientras hacían cola esperando su turno.

Si fuese la Mary de “Escuela de Amor”, una vez que entrase, ella tomaría un asiento y exclamaría:

—¡Apresúrate Addie!

Desafortunadamente, Mary no mostraba esos llamativos comportamientos.

Por el contrario, observando el abarrotado comedor, ella solo pronunció:

—Deberíamos haber cogido un sitio primero.

Nunca forzaría a otros a darle su asiento tampoco, no como la de “Escuela de Amor”.

—De todas maneras, las comidas aquí son bastante caras.

—Bueno es una institución para nobles después de todo.

—Como foie gras y caviar, estoy sorprendida de que puedan servir esto.

Viendo la perplejidad de Mary, Addie asintió.

—Era de esperar.

Como había mencionado Mary, las comidas de St. Karelia eran exorbitantes. Incluso un simple postre costaba más que los gastos de alimento de toda una casa normal.

El diseño era grandioso, igualando al interior de un restaurante de primera clase.

Más aún, habían reunidos chefs de todo el mundo ofreciendo sus platos; superaba con creces el concepto de “comedor”.

Sin embargo, su servicio al cliente era más bien carente; como evidencia existían estas largas colas. Era predecible considerando el cuidado extra que ponían en cada plato.

Era un sistema ineficiente, aunque no se puede evitar siendo los nobles la causa. Para la gente común su prioridad era algo rápido, barato y delicioso. Mientras tanto, para quien tiene libertad de tiempo y de monedero, “sin prisa, caro, delicioso y valioso” es lo que tienen en cuenta a la hora de escoger sus comidas.

—Pero es una verdadera pérdida de tiempo. ¿No deberían construir otro?

—Señorita, de nuevo con la observación caprichosa de los nobles… Podemos comer maravillosas comidas, así que vamos a ser adultos y esperemos pacientemente.

—Geez, soy Mary Albert, ¿sabes? Cualquier comida que aparece en este menú la puedo comer cuando quiera en casa. Si no fuera por ti, ¿quién querría venir a este bullicioso lugar?

—Bueno, si no me hubiese matriculado aquí, probablemente nunca habría comido nada tan caro tampoco.

Mary suspiró al notar la expresión alegre de Addie mientras cogía una bandeja.

¿Dónde en el mundo encontrarías a una señorita acompañando a su sirviente a comprar su comida…? Bueno, ella está aquí, vale.

Localizando a alguien, Addie repentinamente tocó el hombro de Mary quien estaba sumida en sus pensamientos.

—Señorita, por favor mire allí. ¿No es esa Alice?

—¡¿Eh, dónde?!

En el lugar que señalaba, se podía ver la figura de la muchacha.

Estaba sentada en la esquina del comedor para esconderse, prestando suma atención a sus alrededores. En sus manos sostenía una pequeña caja, seguramente su comida. Frente a ella había un plato único que era realmente improbable que fuese comida gourmet.

Inspeccionando toda la situación, Mary sonrió burlona.

—Addie, esta es una oportunidad.

—¿Una oportunidad?

—En el juego, esa chica no tenía suficiente dinero y traía una caja de almuerzo. Quien aparecía frente a ella…

—Ya veo, la villana Mary entonces alardearía de sus comidas.

—Sí. Presentando su lujosa comida, ella se burlaría de su pobre almuerzo. ¡Entonces Addie, permítenos mostrar la gran diferencia entre un plebeyo y un noble! ¡Con el prestigioso tazón de mariscos!

—Señorita, no hay tal cosa.

—Ah, ¿en serio?

El prestigioso tazón de mariscos no es bueno, huh… 

Mary apartó de su vista su ticket para la comida.

Escrito en negrita se veía “Prestigioso tazón de mariscos”. Como se esperaba era una comida inadecuada para que una dama alardeara.

Bueno, es realmente apetecible pero… 

Mientras Mary se mantenía pensativa, Addie rápidamente removió el ticket de su mano y lo intercambió con el suyo.

—¿Addie?

—Tengo una repentina necesidad de comer un prestigioso tazón de mariscos. Señorita, ¿le importaría?

Sin dar oportunidad a contestar, Addie la apresuró para que caminase delante; consiguiendo que Mary sonriera involuntariamente.

Geez, qué sirviente más molesto que es. Pero si lo dijera, él seguramente respondería: “Solo estoy actuando conforme a los deseos de mi maestro”.

—No se puede evitar entonces. Tendré que comer esto…

Mary naturalmente leyó el ticket.

Igual que su “prestigioso tazón de mariscos”, escrito en negrita decía…

“Filete de cordero con foie gras”

—Addie, tú seguro que sabes aprovechar la generosidad de la Casa Albert.

—Simplemente no quiero que la benevolencia del señor se desperdicie.

—Bien, de cualquier manera hoy le demostraré a Alice la diferencia entre nuestras posiciones.

Cogiendo una bandeja, Mary continuó haciendo cola.

De momento nadie se había ofrecido a sentarse al lado de Alice, una plebeya estudiante transferida, y como si estuvieran evitándola a propósito, los asientos que la rodeaban se mantenían vacíos.

No quiero comer al lado de una plebeya, era lo que pensaban claramente los de sangre azul.

Algunos cuya curiosidad los venció, se encontraban observándola, desentonando entre los demás, y un grupo de ellos chismeaban sobre ella.

Por supuesto, la persona en el centro de estas atenciones indeseadas se percató de todo; la figura de Alice se encogía cada vez más y su triste expresión inducía a sentir simpatía.

Addie, quien estaba en la misma posición que ella, no podía ignorarlo como si fuera el problema de otro. Sin embargo, Mary caminó solemne y se apoderó de un asiento a su lado como si todo el lugar le perteneciera.

Además…

—¿Está desocupado? —preguntó de manera amenazante.

Ambos, Alice y Addie, quedaron atontados.

—Sí —atinó a decir Alice, y le ofreció una silla mientras Addie se mantenía estupefacto observando como Mary se sentaba.

—Oh, trajiste tu propia caja de almuerzo, ¿huh? ¿Por qué no comes ese de ahí? —preguntó la dama mirando el plato sin tocar de la otra mujer, quien miró el suelo avergonzada.

—No lo sé… N-Nunca aprendí modales en la mesa… Y estoy asustada de arruinarlo —confesó con suavidad.

Como era una pueblerina inculta, se sentó en una esquina para esconderse. Alice se encogió un poco más mientras admitía esto.

Sin embargo, como era de esperar de una escuela para nobles, todos en el comedor tenían unos perfectos modales. Incluso las chicas mostraban una actitud sofisticada mientras comían y charlaban.

Aquí no enseñaban etiqueta pero era algo obvio ponerla en práctica. Por lo tanto, Alice, a quien no le habían enseñado simplemente se reflejaba en la pulida cubertería de plata.

—Humph, es natural para una plebeya no aprender etiqueta.

Lanzando un comentario lleno de sarcasmo, Mary alzó un tenedor y un cuchillo. Entonces con elegancia colocó en su boca un bocado de filete perfectamente cortado; todos quienes lo hayan visto debían alabar sus perfectos modales. Era de esperar. Mary era la señorita de la Casa Albert, podía mostrar comportamiento impecable de forma tan natural como respirar.

Alice quedó en trance ante la elegancia de Mary, y cuando finalmente se liberó de su estado hechizado, apresuradamente alzó su cubertería de plata.

La observó en silencio, ineptamente corrigiendo su agarre en cuchillo y tenedor. Imitándola, cortó un pequeño trozo y se lo llevó a la boca, feliz.

Señorita, en vez de una villana, se ha convertido en su modelo a seguir.

Comiendo su tazón de mariscos frente a esas dos, Addie se tragó su opinión.

8 respuestas a “La hija de la Casa Albert – Capítulo 3”

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