La hija de la Casa Albert – Capítulo 8

Traducido por Nina

Editado por Chizuro

Corregido por Maru


Olvidando la afirmación anterior, el querido padre de Mary era el famoso caballero de la Casa Albert.

A pesar de ser el foco de varios rumores, mucha gente lo reverenciaba; en la fiesta de hoy incluso llegaron individuos de tierras lejanas. Era una reunión a gran escala.

—Uhm, s-soy Alice. Asisto a la misma escuela que la señorita Mary. Somos buenas amigas. Uhm, ¡f-felicitaciones por hoy! —dijo con tensión en la voz.

Desde la perspectiva de la plebeya Alice, el jefe de la Casa Albert es alguien completamente fuera de alcance, por lo que estar nerviosa es natural.

Sin embargo, el cabeza de familia sonrió enternecido ante el aburrido discurso de felicitación.

—Gracias. ¿Eres amiga de Mary?

—¡S-Sí!

—Nunca pensé que Mary se haría amiga de alguien tan honesta como tú… Bueno, ella es una hija peculiar, pero por favor llevaos bien en el futuro.

—¡Sí! ¡Por supuesto!

Alice asintió con entusiasmo; y como si estuviera observando a su propia hija, él esbozó una sonrisa.

Mary y Addie, que observaban a esos dos desde las sombras, tenían sus miradas alineadas.

—Addie, ¿viste eso justo ahora?

—Sí, por supuesto que lo vi.

Intercambiando serias miradas, asintieron.

—Mi padre no se ha percatado de la verdadera identidad de esa chica. A pesar de que él regularmente se reúne con la realeza… Como pensé, igual que en el juego, es necesario hacer esfuerzos extras para obtener el evento.

—¡El señor es en verdad una persona benevolente! ¡Fíjese en la mirada protectora que le dirige a Alice! ¡Como se esperaba del jefe de la Casa Albert!

—Hey Addie, ¿podrías por favor calmar tu profunda admiración y lealtad hacia mi padre? Si haces eso, puede que tengamos una relación más armoniosa.

Mary fijó su ceño fruncido en el tenso Addie.

Ver al joven de veinte años hablar de su padre, que ya estaba en sus cuarenta, con un tono agudo y emocionado hacía patente que su comportamiento era terriblemente espeluznante, más aún considerando el “testimonio”  de antes. [1]

Padre, ¿por qué es sorprendente que tenga una amiga honesta? Comentando que tu hija biológica es extraña, ¿a qué te referías con eso? Y Addie, como suponía, tu orden jerárquico es un completo caos… 

Sin embargo, ahora no es el momento para meditar sobre ello.

La adoración de Addie hacia el cabeza de familia no era nada nuevo, además Mary tenía una o dos evaluaciones peculiares respecto a su querido padre.

Primero, que era incurable. Y segundo, que ni siquiera tenía intenciones de remediarlo. Así, meditar sobre ello era una tarea infructífera.

De esta manera, dejó el tema de observarlos más tiempo.

—Ey.

Siendo llamada, ella se giró ágilmente.

Quien estaba allí era Patrick. Llevando un atuendo formal de la nobleza, en el pecho lucía el Escudo de su familia. Esa imagen de él era exactamente la cristalización del príncipe ideal de las chicas… Si quitara ese ademán escéptico.

—Oh, Patrick, buenas tardes.

Viendo su figura, Mary fijó su postura y sonrió. Su elegante gesto de levantar ligeramente el borde de su falda era esperado de una dama de la Casa Albert.

Sin embargo, siempre y cuando su actitud de espiar a su padre como hacía tan solo unos segundos atrás permaneciera existiendo, le sería imposible mantener esa imagen.

—¿Podrías por lo menos contener tu excéntrico comportamiento en la fiesta de tu familia?

—Oh querido, excéntrico dices, qué grosero.

Inflando ligeramente sus mejillas, Mary giró su rostro.

Un mal humor con un objetivo “fácil de entender”. Desde el punto de vista de la gente que asumió que Mary es una dama de sangre azul, probablemente lo tomarían como entrañable. Entre ellos, podría incluso haber individuos que queden cautivados por ella y piensen: “¿Es ese gesto su manera de llamar mi atención, le gusto?”

Infló sus mejillas tanto (hasta el punto de ser “endemoniadamente adorable”) que su apariencia solo podía ser descrita como fascinante.

Sin embargo, Patrick indudablemente no era engañado. Se conocían desde hace eones, sabía cómo era Mary sin actuar. Por eso, sabía que su ridículo comportamiento no era más que una payasada.

Aun así, no comprendió sus verdaderas intenciones, pero al entender que era una actuación, suspiró pareciendo agotado.

—Oh querido, por favor no suspires en una fiesta. Da mala suerte.

—Si fueras más dócil no suspiraría, ¿sabes?

—Entonces te invito a suspirar todo lo que desees.

Ante la respuesta audaz de Mary, Patrick suspiró por segunda vez.

Entonces, si observabas al lado de la dama, encontrarías a Addie mostrando una sonrisa irónica, divertido por su conversación.

Dos aristócratas, cargando con el nombre de sus estimadas familias pero con tales actitudes. Si fuera el Patrick usual ya lo habría regañado, aunque frente a Mary se tragó sus palabras.

Esta también era otra muestra de que Patrick la conocía muy bien. Si no hubieran personas alrededor, regañaría al impertinente Addie… y provocaría la furia de Mary.

Recordando el incidente pasado, Patrick sofocó sus argumentos, y ojeando a la dama que continuaba indiferente la vigilancia sobre su padre, suspiró por enésima vez hoy. Entonces tocó levemente el hombro de Addie.

—Cielos, no puedo manejar a la señorita Mary. Me pregunto si hay alguien capaz de equilibrarla. Si tal persona existe querría conocerla, ¿cierto, Addie?

—Uh, sí… .

—Piensas así también, ¿verdad? Debe de ser un hombre extraordinario, para ser un igual a la señorita Mary.

—S-Sí… Es como dice…

Mientras Addie se avergonzaba, Patrick rió entre dientes y sonrió ladino.

Y así encarando a Mary otra vez, hizo una reverencia y estiró su mano.

—Tu padre me ha solicitado ser tu escolta esta noche, ¿te comprometes con este humilde yo?

—Esa es una línea que estimula a otras mujeres a desmayarse… Uhm, cierto… eres mi escolta, ¿huh?

—¿Hay algo mal?

Observando su mano extendida, Mary reflexionó.

¿Qué ha pasado? 

Patrick levantó su cabeza, mirando de forma inquisitiva el rostro de Mary.

La Casa Dice y la Casa Albert se habían asociado desde hacía mucho tiempo; su soberanía era segunda tras la Casa Albert. Si dentro de sus hogares un chico y una chica eran de la misma generación, no sería un problema que se escolten.

En particular, Mary tenía tal personalidad. Podía actuar como una perfecta dama; sin embargo, al ser alguien que la conocía, podía sentirse a gusto.

Patrick era igual. Como era una petición de los padres de ella antes que una chica desesperada intentando ganar su amor o lo que fuera, él podía relajarse con Mary.

Quién es su escolta y con quién bailan primero; los aristócratas tenían un montón de reglas molestas. En ese sentido, habían aceptado que si era Mary, las otras damas también lo ignorarían.

Ambos padres no tenían nada que objetar si era de mutuo acuerdo. Dejando las cosas al juicio de sus hijos, incluso si cometían un desliz, no tenían nada que temer. Aunque el improbable incidente fuese a ocurrir, considerando el prestigio de sus padres no habría ningún problema.

Patrick era el más apropiado para ser el escolta de Mary. Multiplicado por su próxima edad y el hecho de que ninguno de los dos solía manifestar desacuerdo.

Sin embargo, hoy Mary dudó a la hora de coger su mano. Su ceño fruncido y su sombría mirada en profunda reflexión no era una apariencia propia de una dama, aunque reflejaba bien su verdadera personalidad.

—¿Qué ocurre?

—Eh… No, está bien, no es nada. ¿Serías mi acompañante?

—Ah, por supuesto.

Mary delicadamente unió su mano con la de Patrick.

Entonces, sin prisa, se dirigieron al lugar principal. Podían escucharse voces de admiración para la hermosa y joven pareja y voces celosas de gente hipnotizada por ellos.

Ninguna palabra podría describir su belleza al responder a esto con una sonrisa. Parecían sacados de una pintura que dejaba sin habla.

Originalmente, para la fiesta de esta noche, Mary no tenía intenciones de rogar a nadie que fuera su acompañante.

En el juego, ella habría obligado al personaje con quien Alice era más cercana para que fuera su escolta, aunque con lo mucho que codiciaba el final de destrucción ese tipo de acto deplorable era absurdo.

Era creíble si era acompañada por su amigo de la infancia, Patrick. Sin embargo, si llamaba al Asistente del Consejo Estudiantil o al profesor, sería Mary quien acabaría ridiculizada.

En primer lugar, sería enigmático si el escolta se mostraba reacio frente a Alice.

Incluso ahora, viendo a su querido Patrick y Mary tan íntimos, los ojos de Alice brillaban mientras los observaba. En su mirada hipnotizada no había ni una pizca de envidia, así que Mary estaba frustrada.

Al parecer tiene mayor compatibilidad con Patrick, y aún así… 

Mientras Mary intentaba averiguarlo, Patrick apretó ligeramente su mano por segunda vez..

—¿Bailamos? —Con una sola frase las llamas de la envidia ardieron en toda la sala pero Mary no se percató de ello.

Mirando a la pareja celosos, sólo podían pensar excusas en sus corazones. Sin embargo, fueron sorprendidos por la rústica chica que apareció a su lado.

Sus miradas amargas mostraban que no simpatizaban con su entorno, y Mary devolvió el apretón de Patrick.


[1] Por testimonio se refiere a la afirmación del padre de Mary del capítulo anterior. Es la que lo hace ver un lolicon.

2 respuestas a “La hija de la Casa Albert – Capítulo 8”

  1. Tampoco pude entender la última parte, lo más que puedo entender es que para todos es muy obvio lo que siente Alicia por Patrick, la gente alrededor que continúa con una cara amarga de envidia se dieron cienta de Alicia y aunque seguían envidiosos por lo buena pareja que hacían Mary y Patrick sentían simpatía y/o pena por Alicia… O será que saben la relación de Alicia con la pareja y le tienen envidia a Alicia por poder pasar sus días con ellos
    Bueno cualquier cosa se sabrá después

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