La Princesa derriba banderas – Capítulo 61- La petición de la princesa reencarnada (7)

Traducido por Yousei

Editado por Sakuya


Como medida preventiva contra el escorbuto, introduje el “chucrut”. Era repollo fermentado, utilizado frecuentemente como una guarnición en la cocina alemana.

Hacerlo era sencillo.

Primero, se remueve el corazón del repollo, el resto se corta en tiras y se frota bien con sal.

Transferir todos los jugos en un contenedor que haya sido desinfectado con agua caliente, y dejar un peso encima. Eso era todo.

—Todo lo que queda es dejarlo en un área fría donde el sol no pueda alcanzarlo por una semana para que fermente.

Limpiando mis manos con una toalla, miré al maestro Julius.

Él sostenía su barbilla con su mano y, frecuentemente, miraba el jarro donde había ido el producto incompleto.

—Es sorprendentemente simple.

Cuando me ofrecí a hacer una muestra, inmediatamente dio su aprobación.

—Estamos en un restaurante ahora mismo, siéntete libre de usar la cocina. ¿Qué ingredientes necesitas? —Preguntó animadamente. La sangre de mercader en él debía estar hablando.

Su expresión decía, no importa lo difícil que sea conseguirlo, te lo daré.

Sentí un poco de pena por él, cuando todo lo que necesitaba era una repollo y sal.

— ¿Fue decepcionante? —Sonreí irónicamente. Y como si se lo hubiera impuesto, la misma sonrisa apareció en sus labios.

—Para serte sincero, solo un poco.

Quizá debería haber pedido unas semillas de comino o unas hojas de laurel también.

Si lo hubiera hecho acorde a mis gustos, también habría añadido pimientos. Pero era importante hacerlo extremadamente simple esta vez. Para que cualquiera pudiera replicarla donde sea.

—Sin embargo, si podemos hacerlo con tan pocos ingredientes y tiempo, producirlo en masa es bastante factible.

—Sí.

—Lo que sigue es como lo distribuiremos…

Ante sus palabras, dudé.

No estaba preocupada sobre cómo difundirlo. Sabía lo que iba a hacer, es por eso que hice que Sir Leonhard y Bianca esperaran. No obstante, en este momento, me encontré con falta de coraje para poner mi vergonzosa petición en palabras.

Mis manos estaban fuertemente apretadas, mis labios fruncidos.

Tragué.

—Maestro Julius.

— ¿Qué ocurre?

Muy humildemente, dije, —Tengo… una petición.

Sus ojos se abrieron enormemente, pero se estrecharon con rapidez, llevándolo al borde de la seriedad.

Sin palabras, me instó a continuar.

— ¿Podría manejarlo como uno de sus productos?

El me miró como si hubiera tragado algo malo.

—Bien, ciertamente sería muy conveniente para mí, pero ¿estás segura? Dependiendo de cómo se maneje, es un producto que podría amasar una fortuna.

—No importa que tan valioso sea, no tengo los medios para hacerlo conocido. Digamos que les enseño a otros a hacerlo incontables veces, sin cargos. Lo máximo que voy a lograr, es que se alejen al final, pensando que es demasiado bueno para ser verdad.

Existe un dicho que versa: no existe tal cosa como una comida gratis. Muchas personas sospecharían si les ofreces algo gratis. Incluso si se les daba la receta, la gente tendría sus reservas. ¿Cuál es el truco? pensarán. Sería una práctica fútil.

Para hacer el trabajo correctamente, es mejor acudir a alguien especializado. Incluso si debo humillarme y pedir ayuda, como una principiante, acudir a alguien que conozca los negocios por dentro y por fuera, era mucho más efectivo.

—Si el hombre que hiciera el trabajo fuera usted, maestro Julius, con sus extensas conexiones y la infinidad de clientes que depositan su confianza en usted, entonces puedo encargarle esto.

—Me honra con sus palabras.

Él me sonrió amablemente, y mi corazón comenzó a latir dolorosamente. Era doloroso decir lo siguiente… pero necesitaba hacerlo.

—Es egoísta, pero tengo dos condiciones que me gustaría dejar estipuladas…

— ¿Condiciones? —Preguntó.

Mi declaración lo dejó algo sorprendido, pero no cambió el ambiente.

—La primera condición es, quiero que el costo que fije sea bajo. No soy tan tonta como para pedirle que deje el precio en un monto tan bajo que signifique una pérdida. Por su puesto, debe poder cubrir el costo de los materiales, la mano de obra, el transporte y otros gastos varios. Sería maravilloso si logra conseguir una ganancia, pero…

—Quieres que la minimice al máximo posible.

—Sí. —dije en una voz pequeña, sin sonar como yo misma.

Era consciente de lo injusta que era mi sugerencia. Este producto, si se vendía bien, podría volverse una mina de oro. Lo puse frente a él, y ahora le estaba diciendo que no lo capitalizara. Solo podía imaginar las peleas que tendría con sus socios.

— ¿Y su otra condición? —Preguntó tranquilo como siempre, sin levantar la voz.

¿Estaba enojado o no? Incluso con mis diferentes experiencias, al parecer no podía leerlo. Y sin estar segura de sí estaba encendiendo su ira o no, lancé otra bomba.

—Quiero que la receta esté impresa en papel y esté adherida al producto, de modo que cualquiera pueda hacerlo.

La conmoción debió estar a un nivel muy diferente. Sus ojos se abrieron enormemente.

El maestro Julius podría haber aceptado la primera condición si era realista acerca de la pequeña ganancia y rápida recuperación. La demanda sería alta, y sobre todo, tendría el monopolio. Dependiendo de sus habilidades, aún era posible para el obtener una gran ganancia. Sin embargo, la segunda condición podía cambiar todo.

Literalmente le estaba pidiendo dejar ir su monopolio y lanzar por la borda la ganancia de la mercancía.

Asustada por su reacción, mi mirada bajaba cada vez más, pero inmediatamente me enderecé, avergonzada.

— ¿Así que es eso? —dijo el maestro Julius. Era una frase dirigida más a sí mismo que a mí.

— ¿Qué?

—Creo que es bastante simple, o debería decir, ¿sencillo? Cada vez que preparaba algo para el gusto de mi cuñada, siempre estaba absorbida en lo que hacía y dedicaba mucho tiempo y cuidado a ello. Si esta vez también hubieras estado cocinando acorde a un gusto personal, ¿no le habrías agregado algo para que tuviera mejor sabor? Pero no hizo eso, y hubo una razón para ello. Hizo la versión más básica para que cualquiera pudiera hacerlo en casa. ¿Estoy en lo cierto? —Sonrió algo orgulloso.

Dudosa, asentí. En mi vida pasada, en realidad agregué todas las especias que mencioné antes a mi chucrut.

—Eres realmente diligente. No solo absorbes la información; la pones en práctica y la vuelves aún mejor.

—No es nada parecido… más bien, ¿maestro Julius?

— ¿Hmm?

— ¿No se opone?

— ¿Para qué? No soy un santo, y tampoco soy tan viejo como para no tener interés en esta gema que aparece frente a mí.

—Pero si la receta es ampliamente conocida, entonces su precio en el mercado bajará a nada.

—No del todo. Hay muchas formas de abordarlo. —Dijo sin dudar y me congelé, olvidé mi compostura y dejé la boca abierta. —Bien, es posible si y sólo si estás dispuesta a colaborar.

— ¡Por supuesto! ¡Le daré todo mi apoyo!

—Eres tan confiable. —Se rio, podía decir lo mismo de él.

Solo dos pensamientos estaban en mi mente todo el tiempo: Si le molestaba o si le iba a hacer enojar. Estaba decepcionada de mi misma, me encontraba profundamente avergonzada de cómo mis pensamientos se habían vuelto tan negativos, cuando un hombre tan brillante y de gran generosidad, estaba saliéndose de su camino para ayudarme.

—Cambiando de tema, ¿podría preguntar algo en lo que he estado pensando?

— ¿Qué es?

Su cabeza se inclinó al lado, y yo le imité.

— ¿Por qué me enseñaste como hacer chucrut antes de decirme tus condiciones? Era tu carta de triunfo, pudiste mantenerla hasta el final si querías forzarme a cumplir algo sin importar que. Déjame adivinar. Enseñándome primero, era una muestra de tu sinceridad como si se lo pidieras a un amigo, para que viera sus ventajas. Es por eso que se lo mostraste a un mercader, a mí.

—No está… equivocado.

Eso de verdad dio justo donde dolía. Fuera de mi control, mis ojos se humedecieron un poco. Deprimida, no quería decir nada, pero era inútil intentar evitarlo. De forma inarticulada, dije, —Maestro Julius, no tengo a nadie más a quien acudir si lo rechaza.

— ¿Es verdad?

—Sí. En este punto, le permitiré hacer lo que desee.

— ¿Qué? —Él estaba estupefacto.

Mi cara parecía arder en llamas.

—Pensé que presentaría mis condiciones incluso si sabía que tendría algo que decir. Si el producto estuviera bajo su cuidado, nada podría salir mal y llegaría más lejos de lo que yo podría imaginar. Pero, si se negaba, pensé que simplemente me comportaría como una amiga, que presenta un plato.

En palabras simples, le dejaba la decisión final a él.

Si se lo dejaba todo desde el principio, definitivamente tendríamos resultados positivos. Yo sabía eso, pero había una parte de mí que se resistía incluso a entregar la receta sin pensar en algo por mi misma.

Había una enorme diferencia entre el acto de confiar en alguien y dejarle toda la responsabilidad.

Es por eso que tentativamente añadí un par de condiciones, pero el hecho de que él podía deshacerse de ellas, significaba que existía un problema con dichas condiciones, lagunas que no eran aparentes para un novato en el comercio como yo.

Si es así, entonces debería dejarle el resto a él, eso fue lo que pensé.

Solo estaba actuando como una amiga, por lo que no habría transferencia de dinero o derechos. Incluso si el maestro Julius la producía como mercancía, no iba a tener ninguna queja…

—Lamento ser tan ladina —Dije débilmente, pero él no respondió a mis disculpas. Con la sensación de que algo andaba mal, levanté mi cabeza y me encontré con sus ojos verdes muy abiertos.

—Sigues sorprendiéndome.

¿Eh? ¿Qué quiso decir con eso?

—Es bueno que muestres tanto cuidado al detalle a tan temprana edad; sabes cuándo renunciar a algo. Es más, no eres arrogante por ese conocimiento, no pareces entender tu propia importancia en todo. —Él continuó como si escuchara mis pensamientos.

No sabía si me estaba alabando o criticando.

¿No se vuelven más inquietas las personas a medida que envejecen?

Quizá tengo una enorme cabeza, pero al menos puedo ver mi cuerpo por completo.

Mi naturaleza conflictiva levantó la cabeza cuando reinterpreté todo lo que dijo.

—Una vez más, estoy lleno de la más alta estima. Es realmente la más impresionante señorita. —El maestro Julius abandonó el lenguaje informal que había estado usando y me enfrentó con la espalda recta. —Acepto su sugerencia. Daré lo mejor para estar a la altura de sus expectativas.

— ¡Gra-gracias!

Mi cuerpo entero se relajó de alivio, y el maestro Julius parecía sonreír mientras me miraba. Un pensamiento cruzó su rostro.

—Por la misma línea, tengo dos solicitudes.

El parecía un niño travieso mientras alzaba dos dedos.

2 respuestas a “La Princesa derriba banderas – Capítulo 61- La petición de la princesa reencarnada (7)”

  1. Waaa me preguntó cuáles serán las solicitudes de Jilus??
    Realmente agradezco a la chica que patrocinó los capítulos, así como ustedes por su trabajo y esfuerzo, esperaré pacientemente ppr los próximos capítulos, en serio, amo esta historia❤❤❤❤

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

 

error: Contenido protegido