Mi prometido ama a mi hermana – Arco 6 – Capítulo 6

Traducido por Kavaalin

Editado por Sharon


—¡Mi señorita…! ¡¿Qué sucedió?!

Quien me descubrió sentada en el suelo y cubierta de tinta fue una vieja sirvienta. A pesar de que normalmente nadie entraría en los archivos, parecía que ella había llegado por un capricho. Cuando entró, estaba comentando que pronto llegaría el momento de tomar un descanos… pero en cuanto me vio, detuvo su respiración y exclamó en voz alta:

—¡Oh, Dios…!

Luego, presa del pánico, dio media vuelta y cerró con llave la puerta. Mientras mis padres estuvieran en los jardines, no había nadie más que pudiera entrar o salir de los archivos. Pero en el improbable caso de que alguien abriera la puerta, a ella probablemente le preocupaba que alguien pudiera ver mi desagradable apariencia. Ciertamente, no era bueno dejar que los sirvientes me vieran ahora.

Porque harían preguntas innecesarias para descubrir por qué había terminado así. Como la lealtad de los sirvientes más jóvenes era escasa, tenían la lengua un poco floja. Hasta los que habían servido por más tiempo podrían tener un momento de descuido en el que podían hablar demás. Si eso sucediera, en un abrir y cerrar de ojos se difundirían malos rumores sobre mí. Esta situación de mancharse con la tinta derramada no le sucedería ni a un niño pequeño. Porque si eras un aristócrata, alguien siempre estaría a tu lado desde tu infancia. Si ocurriera una situación donde se derramara tinta y se terminara manchado, sería por el error de la persona a su lado no del noble mismo. Eso era lo que significaba nacer como un aristócrata. Estar bajo el patrocinio de alguien era natural, ser protegido, apreciado y servido por otros no era nada especial. Era algo común, algo natural.

—¿Al está…?

Cuando hice la pregunta que revoloteaba en mi mente, ella respondió con una expresión pesarosa.

—El joven Alfred dejó la mansión por un recado.

Lo arruiné…

En tales circunstancias, no era preferible llamar a alguien del sexo opuesto. Tenía que mostrar la reacción adecuada. Tenía que tomar la actitud adecuada como noble. Habiendo reconsiderado mis pensamientos, negué con la cabeza.

—No, eso no es lo que quiero decir… Me alegro de que fueras tú la que viniera.

Cuando dije eso, la sirvienta bajó las cejas y mostró una pequeña sonrisa. Probablemente no sabía qué tipo de expresión hacer.

Estaba sola en este lugar. Aunque era la hija de un noble, mi figura manchada de tinta ofrecía una vista miserable. Si hubiera habido una persona que quisiera difamarme… probablemente estarían apuntándome con sus dedos mientras se reían.

—¿Hay algo con lo que limpiar…?

Extendiéndome una mano ya que aún me encontraba sentada en el suelo, la sirvienta me ayudó a levantarme sin preocuparse por ensuciarse, luego sus ojos se deslizaron por la habitación.

—No, está bien.

Cuando declaré esto, mientras me tambaleaba sobre mis pies, me encontré con sus ansiosos ojos marrones.

—Señorita, su rostro está espantosamente pálido. ¿Se siente mal?

Mi espalda fue acariciada suavemente con simpatía. Esto me hizo sentir como si mi vacilante e influenciable corazón se hundiera aún más. Ella había estado sirviendo en nuestra casa durante mucho tiempo. De hecho, era la sirvienta a la que se le había confiado el cuidado de Silvia. Al principio, se suponía que la nodriza de Silvia debía cumplir con ese deber, pero su condición física se deterioró y tuvo que regresar a su ciudad natal. Por lo tanto, debido a sus largos años de servicio, fue elegida como sustituta entre las varias sirvientas empleadas. Mis padres confiaban mucho en ella y en la actualidad servía completamente como la sirvienta adjunta de Silvia.

Pero ella era originalmente mi sirvienta personal. Un día, mi madre la seleccionó de entre muchas candidatas a contratar como una sirvienta de primera categoría para mí, que iba a ser la esposa de un marqués. Por lo que, había estado conmigo desde el día en que me convertí en la prometida de Soleil.

A pesar de esto, no me dijeron nada. En algún momento, ni siquiera recordaba cuándo, poco a poco, se fue alejando de mí. Padre o madre podrían haberle dado instrucciones para hacerlo. No sabía cuál era la razón, ni tenía ganas de preguntar. Porque en este punto ya sabía que sería inútil.

Pero cuando me di cuenta, recibí un golpe considerable. Cuando decidí tomar un descanso de mis estudios y levanté la cabeza, la sirvienta que siempre debería haber estado a mi lado no se encontraba aquí. Pensando que seguramente tendría algún tipo de recado que hacer, no le presté atención, pero ella no regresó como de costumbre. Después de varios días así, como era de esperar, ya no pude seguir ignorando esa situación y fui a buscarla.

El hecho de que no le preguntara a nadie sobre su paradero se debía a mi vanidad como su ama. Si yo, la ama, no sabía dónde estaba ella, ¿cómo es posible que alguien más pudiera saberlo? Ese era el pensamiento que tenía. Poco después, me di cuenta de que era sólo un malentendido. Me encontré con ella en el pasillo justo cuando salía de la habitación de Silvia. La sirvienta reveló una expresión de culpabilidad sólo por un momento antes de cubrirla con una sonrisa.

—¿Ha venido a ver a la señorita Silvia? En este momento, la señorita está descansando —dijo. Ella me habló con un tono extremadamente natural. Por eso entendí que ya no era mía. Incapaz de aceptarlo, cuando casualmente le reclamé a mi madre, fui reprendida gentilmente.

—Si te preocupas por Silvia, entonces deberías darte por vencida, ¿no crees? Ya contrataremos a otra sirvienta para ti.

Ella no estaba ni enojada ni tratando de hacerme entrar en razón, sino que me regañó cómo alguien tratando de persuadir a un niño pequeño. Sus ojos me miraban como si fuera una niña tonta y desesperada. Lo tomó como si yo estuviera tratando de causar problemas, comportándome egoístamente para evitar que me quitaran a mi sirvienta.

—Silvia también es importante para ti, ¿verdad? —Me lanzó una pregunta que no permitía más que una respuesta afirmativa. No había nada que pudiera responder.

Aunque en estas repetidas vidas mías, había varias discrepancias, en el momento en que Silvia y Soleil se conocían, hace mucho ya que la había perdido a ella.

—Teniendo en cuenta la situación, probablemente sea más conveniente preparar un baño caliente. Me disculpo por las molestias, pero ¿podrías llenar la bañera con agua caliente, por favor?

Me limpié ligeramente las manos con el paño que había traído para limpiar el polvo de los libros. Incapaz de ver esto y dejarlo pasar, la sirvienta exclamó con un tono de crítica oculto en su voz:

—¡Señorita! ¡No debería limpiarse las manos con un trapo…!

—Está bien, está bien, —respondí con suavidad, arreglando mi falda y limpiando la tinta derramada. Una gota de tinta que aún no se había secado hizo una nueva mancha en el suelo. —Me disculpo por ensuciar este lugar. Limpiar todo es difícil, ¿no?

Cuando dije eso con una sonrisa amarga, la sirvienta arrugó el entrecejo.

—No hay necesidad de que la señorita se disculpe… Absolutamente ninguna.

Era inusual que esta eternamente calmada sirvienta perdiera la compostura. Que me lo dijera en un tono ligeramente más fuerte hizo que una risa tensa escapara de mis labios. Mi actuar probablemente fue evidente. No es como si lo hubiera hecho a propósito. Pero no pude evitarlo porque, por alguna razón, la imagen del pulcro piso había quedado impresa en mis ojos.

No debía hacer nada que pudiera incomodar a los sirvientes, nunca debía tomar esa actitud frente a una sirvienta. No era ese tipo de persona y no debía convertirme en ese tipo de mujer. Siempre debía estar tranquila, no perder nunca los estribos y siempre llevar una sonrisa.

—Aparte de eso… desearía que tuviéramos algo con lo que limpiar, pero…

El trapo que llevaba conmigo ya estaba teñida de un azul intenso. Pero la sirvienta sacudió un poco la cabeza y susurró:

—Ese no es el punto, eso no importa.

Realmente no sabía qué pensaba la sirvienta que había agachado la cabeza y se encontraba mordiendo la comisura de sus labios.

—¿Qué sucede…? —Cuando le pregunté, de repente levantó la cabeza y dijo con firmeza:

—Por favor, acepte mis más sinceras disculpas. Iré a prepararle un baño caliente.

Por alguna razón su actitud decayó e hizo una expresión abatida.

—Por favor, espere aquí un momento, señorita, —dijo, pero no me atreví a dejarla irse en ese estado.

—Merge…

La llamé instintivamente y ella se detuvo. La sirvienta se volteó con los hombros temblando de sorpresa y abrió los ojos como si hubiera visto algo increíble. Yo incliné mi cabeza preguntándome qué demonios le había pasado, pero entonces murmuró:

—¿Aún lo recuerda?

—¿Recordar qué cosa?

Sacudiendo la cabeza como si estuviera tratando de alejar su desconcierto, Merge dio varios pasos atrás y sonrió.

—No, no es nada, —respondió, como si realmente nada hubiera pasado.

—No trates de esquivar la pregunta, Merge.

Podría no haberle prestado atención a su reacción si hubiera estado en mi estado habitual. O si se hubiera tratado de la primera yo. Habría creído sus palabras.

Pero, sabía que cuando había dicho que no pasaba nada, significaba que pasaba algo. Si realmente no fuera nada, entonces no hubiese tenido necesidad de expresarlo. Nos miramos la una a la otra por un rato, pero en poco tiempo Merge soltó un pequeño suspiro y explicó:

—Acerca de mi nombre, pensaba que ya lo habría…

Sus últimas palabras fueron dejadas en el aire, probablemente porque notó que estaba fuera de lugar que una simple sirvienta dijera eso. Ningún sirviente le preguntaría a su amo si recordaba su nombre. No deberían importarle tanto detalle, era el derecho y la libertad del amo el recordarlo o no. Así era como funcionaba la relación de amo y sirviente.

Sin embargo, no era como si el tiempo que había pasado con ella fuera tan pequeño e insignificante. Al principio, había aprendido muchas cosas bajo su constante asistencia. Porque en la época en la que se decidió que iba a ser la prometida de Soleil, era demasiado joven. Realmente no sabía nada, no podía hacer nada. Y quien me enseñó que incluso cuando me encontraba sentada en una silla, tenía que mantenerme alerta y ser cuidadosa, no había sido otra más que esta sirvienta.

—Recordarlo, ¿no es normal?

Mi voz, que debería haber respondido sin dejar que ninguna emoción se mostrara a través de ella, sonaba un poco fría. No pude evitar que apareciera una sonrisa burlona en mi rostro porque había descubierto que nunca había confiado en mí.

¿Pensaba que ni siquiera recordaría su nombre? ¿Todo ese tiempo se había quedado a mi lado mientras pensaba eso? Si ese había sido el caso, entonces no era culpa de mi padre y de mi madre que se hubiese ido a servir a Silvia. Seguramente ella se había ofrecido. Eso podría entenderlo.

Si tuviera que atribuir la responsabilidad a alguien, entonces, como era de esperar, sería culpa mía.

—Señorita…

Me llamó con una voz ligeramente temblorosa.

—Fuiste muy buena conmigo. Y estoy realmente agradecida por eso. Gracias, —le dije y reí, mis labios arqueados en su nunca cambiante sonrisa. Se sentía como si mis ojos, nariz y boca estuvieran dibujados con tinta en un papel que había sido pegado en mi cara. Era mucho más delgado que una máscara. Pero también mucho más sofocante.

Experimentando este sentimiento demasiado familiar, profundicé mi sonrisa. Merge, quien se encontraba mirando fijamente mi expresión facial, abrió más sus ojos por un segundo, pero al siguiente bajó la cabeza sin decir nada. Seguidamente dejó los archivos inmediatamente, como si estuviera huyendo. Sin dudas, debió haber algo que había querido decir. Pero al final, no lo hizo. Me hizo darme cuenta de cuán vacía y vana era esta llamada relación de confianza mutua.

Ahora e incluso en el pasado, a menudo la veía acompañando a Silvia durante sus paseos.

Como Silvia no recibía una educación de dama adecuada, la barrera entre ama y sirviente no existía entre ellas. Se sentía más como si estuvieran pasando el tiempo juntas como amigas. Parecían reír y conversar mucho.

—Si la sirvienta resulta ser una espía… entonces, ¿qué piensa hacer?

Cuando aún era una niña pequeña, Merge me había dicho esto. En ese momento, precisamente, habíamos contratado a una sirvienta con la que me hice cercana. Era una existencia extremadamente rara, una persona que se había acercado amigablemente a alguien como yo, una niña que siempre mantenía distancia con todos los empleados en la mansión. También se podría decir que debido a que aún era joven, ella aún no entendía completamente las reglas de la relación entre amo y sirviente. Sin embargo, debido a su amistad, le conté muchas cosas que hasta entonces había mantenido para mí misma. Como los libros que acababa de leer, lo que aprendía de mi tutor privado, incluso hasta los sueños que había tenido.

Era una buena oyente y, también era buena para sacarme información. Yo, que nunca había tenido una amiga de mi edad, le conté orgullosa qué tipo de habitaciones poseía la mansión. Porque ella se mostraba encantada cuando lo hacía. Porque ella hacía una expresión de felicidad. Al verme actuar así, Merge trató de ofrecerme un consejo honesto.

—Incluso si ella misma no es una espía, ¿qué pasa si hay una persona así entre sus amigos, sus familiares o sus conocidos? 

Sus palabras que solo manifestaban dudas quedaron grabadas en mi mente. Escuchaba en silencio mientras me decía que tenía que comprender y lidiar con ello. A pesar de que no me había dicho la respuesta, entendía correctamente. Me estaba diciendo que no debía ser demasiado íntima con la sirvienta.

Solo unos pocos días después de recibir la advertencia de Merge, me enteré que la sirvienta había renunciado y abandonado la mansión.

Decir que no estaba triste sería una mentira. Después de decirle adiós, lloré en mi habitación. Lo hice en secreto para no dejar que nadie se enterara. Lloré reteniendo mi voz. No quería que nadie supiera que su partida me había lastimado.

Nunca supe si realmente había sido una persona malintencionada o no. Sin embargo, recordaba cómo me había dicho consolado cuando estaba a punto de llorar. Me había contado que tenía un hermanito bastante más joven que ella, el cual sufría de una enfermedad desde hacía muchos años y ni siquiera podía levantarse, por lo que necesitaban mucho dinero. Ella me había contado francamente la historia de su vida. No sabía si era verdad o no, pero esa persona que me había sonreído con amargura y dicho:

—La señorita y yo podríamos ser muy parecidas.

Me había transmitido una sensación de alivio. A pesar de que tenía una familia, a pesar de que no estaba completamente sola en el mundo, no podía deshacerme de esta sensación de aislamiento y soledad. Que hubiera una persona que lo entendiera me había salvado hasta cierto punto. Incluso si eso hubiera sido una mentira. Pero al final, lo importante aquí no era si ella era una persona honesta o una mentirosa.

Era cómo lo percibía nuestro entorno.

Incluso si estaba diciendo la verdad, incluso si era digna de confianza. Eso no tenía nada que ver. El problema era que no había trabajado el suficiente tiempo como para ganarse la confianza de las personas que la rodeaban. Si no hubiera sido una sirvienta o una empleada recién contratada, las circunstancias podrían haber sido diferentes. Pero, ese no había sido el caso.

♦ ♦ ♦

Alrededor de media hora más tarde, otra sirvienta me entregó una toalla y vino a informarme que el baño estaba listo. No podía limpiar la tinta que ya se había secado, así que la envolví a mi alrededor, cubriendo todo mi cuerpo. Seguidamente, me dirigí rápidamente al baño para no ser vista por otras personas. Aunque no había hecho nada que requiriera una cantidad considerable de esfuerzo, estaba agotada. Inesperadamente, preocuparse por cosas requería un montón de fuerza.

Mientras todavía me encontraba perdida en mis pensamientos, la sirvienta me ayudó a quitarme la ropa manchada. Aunque era un atuendo casual, la forma en que estaban abrochadas las ropas para la nobleza era compleja y el que una persona se las quitara sola consumiría demasiado tiempo. Me desvestí rápidamente y entré al baño, pero luego detuve a la sirvienta que pretendía seguirme para ayudarme a bañarme.

La habitación en sí era amplia, pero la bañera apenas era lo suficientemente grande como para permitir que dos personas entraran al mismo tiempo. Esta estaba llena de agua caliente. Después de verter un poco sobre mi cuerpo para lavarlo ligeramente, metí las puntas de mis pies en la bañera. El agua no estaba ni demasiado caliente ni demasiado tibia, era la temperatura perfecta. Me sumergí hasta los hombros. El agua se volvió ligeramente turbia, probablemente debido a la tinta que había permanecido escondida en lugares fuera de mi vista.

Por alguna razón, me sentía muy cansada. Cuando me sumergí hasta que el agua llegó a mi boca, comenzaron a caer gotitas del techo. Mientras observaba distraídamente como las gotitas caían en la bañera, estas continuaron entrando en mi campo visual, una tras otra. Casi parecían gotas de lluvia. Cada vez que parpadeaba, sentía que la cantidad aumentaba. Las gotas que rebotaron en la superficie del agua me salpicaban en mis ojos ligeramente abiertos. Por alguna razón, esta sensación se sentía familiar. Cuando cerré los ojos mientras giraba la cabeza, tratando de recordarlo, mi mejilla derecha se sumergió lentamente en el agua. Estaba pensando que no podía quedarme así, pero la oscuridad me apartó de la realidad.

♦ ♦ ♦

Una escena se alzó al otro lado de mi conciencia. Vi mi propio brazo estirado. Debido a que mis palmas estaban volteadas hacia arriba, mis largas uñas se extendían hacia el cielo.

¿Mis largas uñas…? Tan trivial detalle fue acompañado con una sensación de incomodidad. La hija de un aristócrata no tenía largas uñas, porque una de las cosas que le enseñaban era a cómo tocar instrumentos musicales. Ya fueran de cuerda, de teclado o incluso de viento, la mayoría necesitaba que el intérprete mantuviera sus uñas cortas para tocarlos. Desde niña había estado aprendiendo piano. Por eso, mis uñas nunca habían sido largas. Pero, ahora mismo, en el rabillo de mis ojos, las uñas de mis manos estiradas estaban largas. Más bien, era que no habían sido cuidadas. Estaban astilladas, sus formas eran irregulares y torcidas.

Después de percatarme de todos estos detalles, noté que mi cuerpo casi no podía moverse. Además, mis ojos tampoco podían ver bien. ¿Estaba perdiendo la vista o se encontraba obstaculizada por algo? Probablemente eran ambas cosas.

Mientras seguía parpadeando una y otra vez, me di cuenta de que estaba tirada en el suelo. La razón por la que no podía ver a mi alrededor era porque caía una lluvia bastante fuerte y las luces de la calle no estaban encendidas. Grandes gotas de lluvia caían y rebotaban en el suelo llano, no debidamente pavimentado. El agua que salpicaba golpeaba mis mejillas. Estaba tumbada impasiblemente, esperando que pasara el tiempo mientras la fuerte lluvia casi mojaba todo mi cuerpo.

Ah, otra vez estoy… Otra vez estoy muriendo.

No podía recordar claramente lo que había sucedido. Podría haber olvidado por qué había terminado tirada en este callejón pero mis recuerdos de mucho antes también eran borrosos. Me preguntaba si había terminado así porque estaba enferma. ¿O había sido por una lesión? ¿Había sido asaltada por alguien? ¿O me había hecho esto a mí misma?

No entendía nada, pero sabía que ya parecía ser demasiado tarde, estaba a punto de morir. Cada vez que cerraba mis párpados, el tiempo que me quedaba disminuía. Las gotas de agua que caían sobre mis labios entraban sin piedad en mi boca por lo que respirar era difícil y doloroso. Pero mi lengua inmóvil se negaba a escupirlas.

Me preguntaba cuántas veces había repetido mi vida. Incluso esto era vago. Quería tomarme las cosas con calma. Quería tirar este cuerpo dañado, huir a alguna parte y nunca más volver. A pesar de que eso era lo que pensaba… era seguro de que, otra vez, volvería aquí, a este mundo.

—Ayu…da.

Dije una palabra que no sabía cuántas veces había repetido. Si bien sabía que nadie me oiría, si Dios estuviera aquí, estaba orando para que mis palabras lo alcanzaran. Cerré los ojos con fuerza y esperé por ese momento.

—Bien…

La voz que había reverberado repentinamente hizo que mi corazón latiera implacablemente. Cuando abrí mis pesados párpados, vi la punta de unos zapatos negros delante de mí. Por un segundo, había pensado que se trataba de una mujer porque la ropa que le envolvía parecía una falda. Pero la voz que había escuchado definitivamente pertenecía a un hombre. Además, era terriblemente familiar.

Lo que llevaba puesto no era una falda, sino una túnica negra. La reconocía. El dobladillo de la túnica que se balanceaba justo por encima del suelo no estaba mojada a pesar de la lluvia. No había lodo en esos zapatos apenas visibles. Como ya había perdido mi fuerza, no podía mover la cabeza y confirmar su rostro. Pero estaba convencida. Pensaba que su voz era nostálgica. Su única palabra que se había perdido entre el ruido de la lluvia era desgarradora.

Siempre, siempre había estado esperando esto. Siempre había estado esperando a que apareciera. El que se revelara sólo en mis últimos momentos, cuando estaba al borde de la muerte, era tan… Él me miró al rostro mientras se agachaba lentamente. Debido a que su cabeza estaba cubierta por una gran capucha, solo veía su boca. Ese color pálido, la forma de sus finos labios, recordaba los días que había pasado con él. ¿Cuándo había sido que le había revelado mi secreto? ¿Cuándo había sido que había renunciado a mi vida al ser negada, al no ser aceptada?

—Finalmente…

Me preguntaba cuál de los dos había susurrado esto. El ruido de la lluvia que golpeaba el suelo las había ahogado, las palabras que se suponía que seguían después se desvanecieron.

Este cuerpo que no podía mover en lo más mínimo, Cuervo lo tomó entre sus brazos. Seguidamente, susurró gentilmente algo en mis oídos. No sabía si sus palabras tenían significado o no. a pesar de que era la primera vez que nos encontrábamos en esta vida, me sorprendía que actuara como si fuésemos viejos amigos. Pero de todos modos, ya no había nada que se pudiera hacer y ya no importaba.

Había algo que quería decirle. Aunque era probable que Cuervo no quisiera saberlo. Por alguna razón, realmente quería hacérselo saber.

—Tenía… sentido.

Pensaba que mi voz ya no saldría y, aun así, mi seca lengua había pronunciado esas palabras. Por alguna razón, se había escuchado claramente.

—Había… una… razón.

De por qué no era amada.

—Así como no hay razón para amar a alguien, ¿nunca pensaste que podría no haber razón para no amar? Si ese fuera el caso, entonces lo que estás haciendo podría carecer de significado.

En una de mis vidas, en algún momento, dijo Cuervo.

Si no había ninguna razón, ningún significado para no ser amada, era porque no había lugar para ser amada.

Pero yo sabía. La razón por la que no era amada. La razón por la que mis padres nunca me amaron a mí, sólo a Silvia. En realidad, sabía por qué.

Abrí mis labios para decirle, pero parecía que no me quedaban fuerzas. Sólo podía seguir abriéndolos y cerrándolos inútilmente. Como para aliviar mi pecho, del cual salía un doloroso silbido, Cuervo me sobó la espalda con ternura. Me calmó gentilmente.

—Está bien ahora.

De repente sentí que ya no me importaba nada.

Está bien ahora, todo está bien.

Esas palabras resonaron en mi corazón. Era lo que quería escuchar. Siempre lo había querido. Quería que me las dijeran.

Ya veo, ya está bien. 

Cuando lo pensé, mi conciencia se comenzó a desvanecerse rápidamente.

El ruido de la lluvia continuó reverberando en mis oídos.

Yo estaba…

19 respuestas a “Mi prometido ama a mi hermana – Arco 6 – Capítulo 6”

  1. APOCO ESTÉ ES EL FINAL???

    NO MACAYU, ME ENCANTARIA QUE DEJARÁ ILYA DE PREOCUPARSE POR LA ZORRA DE SILVIA, A MI SE ME HACE QUE ESA ESTUPIDA HERMANITA EMBRUJA A LA GENTE.🤔🤔

    Y CUERVO POR FAVOR YA SE UN GALÁN PARA ILYA, ENSEÑALE A SER FELIZ😍😍😍
    NO SE POR QUE SOLEIL NO ES CAPAZ DE SER HOMBRE Y LUCHAR POR SILVIA Y DEJAR A ILYA 😢😢😢

  2. Joder. Soy masoquista por seguir leyendo esto.
    Pero he de leer esta novela hasta el final así se me rompa el alma.

    Ahora .. eso de que hay una razón ¿Teníamos razón? Esa maldita zorra está usando magia de encanto de alguna forma? Es eso ¿Verdad?

    Ugggghhh. Quiero convertir esto en una película Gore taaaan mal. Excepto por Ilya y Cuervo quiero matar a todos.

    1. Mi corazón duele, pero fiel hasta el final con esta historia.
      Existía alguna vez la razón de porque Ilya está atrapada en este bucle han horrible, porque este prometido de pacotilla parece que lo controlan.
      Y Silvia, no le deseo el mal pero me gustaría que por una vez si se muera antes de entrar a la escuela ya que tan enferma esta.

  3. Lo detesto….no me gusta tanto dolor. Jolines que lo echaria a patada a el a mi madrastra a mi padre inclluso a mi hermana…me lei el final en ingles queria ver si hay un happy end pero bueno no estropeare el final par also que queiren leerlo.
    No me gusta esto tipos de historias son devastdores no progresan…y te dejan con le corazon dolido como Candy Candy

  4. Dios que doloroso 🙁 y yo pensé que lo había visto todo con Romeo y Julieta y el Titanic pero esta novela merece una película. plzzzzzz si alguien tenga una idea de cuando sale el próximo cap dígame.
    . .
    /\’

Responder a LRuth Cancelar respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

 

error: Contenido protegido