Mi prometido ama a mi hermana – Arco 7 – Capítulo 5

Traducido por Ichigo

Editado por Lucy


—Es un cadáver, creo… no, no es así con exactitud. Debería decir que… ¿es algo como un cadáver?

También pensé eso la primera vez que lo conocí, luego el tiempo pasó y lo sentí una vez más ahora que lo volví a ver. Tenía una ocupación digna, un comportamiento manso y un tono cortés, pero parecía poco fiable y frívolo. La primera vez que lo conocí, ese hombre ya tenía veinte años. Habían pasado quince años desde entonces, así que ahora no sería extraño que hubiera pasado los treinta y tantos. Y sin embargo su apariencia era muy juvenil. Cuando de manera inconsciente le miré fijo, inclinó un poco la cabeza.

—¿Me estás escuchando?

—Lo estoy… Pero, ¿qué quieres decir?

Pensándolo bien, creo que pude haber entendido sus palabras. Pero mi cabeza no funcionaba bien. No había fuerza en mi voz que tratara de suprimir su temblor, debe haber sonado como si tuviera miedo. De hecho, estaba indefenso y asustado.

—Tu… este cuerpo está… más muerto que vivo. Pero, no es como si estuviera de verdad muerto… si tengo que decir si está vivo o no, entonces, lo está, creo.

Escuché su monólogo bastante incoherente. Por un instante, me imaginé agarrándole el pecho y sacudiéndolo, gritando que quería que fuera más inteligible. Pero entonces inhalé una profunda respiración. Porque no tenía una mano derecha. Lejos de levantar la voz, mi verdadero yo se quedó quieto en la silla, y solo mi mano izquierda tembló con un tirón. Como mi garganta se había apretado, solo pude respirar hondo unas pocas veces. Cuando me preguntó si debía preparar alguna bebida, sacudí la cabeza para negarme y apreté el puño izquierdo para ocultar mi temblor. Luego, para escapar de la mirada observadora del hombre que estaba delante de mí, miré hacia el techo de la clínica.

El techo un poco manchado parecía viejo. Pero sabía que estaba bien limpio. No vi ninguna telaraña ni polvo. Este doctor podría de manera inesperada amar la limpieza. Entonces, empezando por el techo, mi mirada vagó sin sentido por la habitación. En el rincón, con seguridad, no muy grande sala de examen, había una pequeña estantería. Los materiales de enseñanza relacionados con la magia estaban alineados en ella. Recuerdo que en el pasado me dijo que era “un doctor muy familiarizado con la brujería”.

—Oye, tú. ¿Estás bien? ¿Me estás escuchando?

Por eso no me equivoqué al elegir venir aquí. No debería estarlo.

—Estoy escuchando…

Pero no podía aceptar lo que me decía de forma tan natural… Tal vez, escuché mal… Sí. Debo haberme equivocado. Como pensaba, dijo algo extraño. Debería pedirle de nuevo que lo confirme. Y sin embargo…

—¿Por qué?

Lo que salió de mi boca fueron palabras que ni siquiera yo esperaba. Fue hecho inconsciente, pero un matiz de culpa manchó mi voz.

—En ese momento, ¿no dijiste que… nada era extraño?

Sus ojos se abrieron de par en par por un segundo, luego asintió con la cabeza.

—Así es.

Viendo su expresión mansa mientras su elegante flequillo caía sobre sus ojos, sentí una expresión de dejá vú y jadeé. No es de extrañar. Cuando me examinó de joven después de haber sido arrojado al cuadrado mágico de mi padre… estoy seguro que hizo la misma expresión. Por muy tensa que fuera la situación, ese hombre nunca se sintió impaciente. Para alguien que trabajaba como médico, esta tolerancia era necesaria.

—¿Mentiste?

Cada vez que las palabras salían de mi boca, perdía algo de calor. Sentía un escalofrío en la nuca, como si una gota de agua helada corriera y me hiciera sentir como si estuviera vomitando. Me impresioné bastante de mí mismo por haber podido, de forma inesperada, continuar la conversación de manera apropiada a pesar de esto.

—No, no lo hice. En ese momento, no había ninguna anormalidad en absoluto. Al menos, no vi ninguna. No debería haber ningún error con el juicio que te hice.

En el pasado, este hombre se había jactado de que trabajaba como asistente de mi padre. Si esto era de verdad cierto, me pregunto si él sabría lo que me hizo. Si lo supiera, ¿por qué no diría nada? Intenté quejarme, pero ahora me di cuenta de lo inútil que era preguntar. Ahora mismo, mi cuerpo había caído en una situación de desamparo. El resultado de la brujería que mi padre me echó encima no podía ser revertida.

—Sin embargo… Después de esto, ya que no te he examinado a intervalos regulares… no sé de qué manera tu cuerpo cambió durante este lapso de tiempo.

Se disculpó, mientras bajaba la cabeza, pero parecía como si no entendiera la gravedad de esta crisis. No, no es eso. Tal vez, él mismo podría haber estado desconcertado por este problema tan grave. Cuando nos enfrentamos, noté que su mirada se balanceaba.

—Esto es solo una coyuntura pero… tu cuerpo podría haber alcanzado sus límites hace mucho tiempo.

—Envejeció a la fuerza. Tal vez para adaptarse mejor —dijo el doctor mientras me tocaba la mejilla—. No estás creciendo, porque no puedes crecer.

Cuando de forma inconsciente traté de escapar de su mano, me restringió con fuerza el movimiento.

—No te muevas.

No sabía que estaba mirando pero movió mi cara a la derecha, luego a la izquierda y luego suspiró un poco.

—Creo que el hecho de que puedas moverte sin problemas incluso ahora es gracias a tu enorme poder mágico.

Entonces, el doctor tocó con suavidad mi hombro derecho. Fue un gesto cuidadoso, como si estuviera tocando algo frágil. Con un movimiento suave, su mano se deslizó hacia abajo y luego me agarró con agilidad la parte superior del brazo, y cuando confirmó que no había nada desde mi codo hasta mis dedos frunció el ceño. Cuando vine a este clínica después de perder mi brazo, le expliqué todo de antemano, pero lo más probables es que él también tuvo que confirmarlo por sí mismo. Como no había nada en el interior, mi manga derecha se balanceaba impotente ante cada pequeño movimiento. Con lentitud la dobló, y luego examinó mi brazo. Sus ojos estaban llenos de lástima.

Parecía simpatizar conmigo, abrió la boca varias veces, pero al final no encontró nada que decir y se hundió en el silencio.

El silencio continuó durante mucho, mucho tiempo antes de que yo consiguiera preguntar si había alguna solución. Aunque ya sabía que tal cosa no existía, no pude evitar preguntar. Por supuesto, después de otro momento de silencio en el que sus palabras se clavaron en su garganta… susurró:

—Lo siento.

Su voz sonaba dolida. Aunque hablaba en un tono informal, su disculpa ahora era diferente, sonaba solemne. Eso me dijo todo. Por instinto, presioné mi pecho para comprobar los latidos de mi corazón. Cuando sentí una pulsación en la palma de mi mano, suspiré un poco. Al menos, ahora mismo estaba vivo. Esto era cierto…  es creía. Por eso, consciente de mi atrevida voz brillante, declaré.

—Mi corazón está latiendo.

Cuando lo hice, el doctor, incapaz de ocultar su perplejidad, se rió con sequedad.

—¿De verdad? —preguntó.

Por un segundo, pensé que estaba jugando conmigo. Así que traté de rebatirlo, pero ante mi mirada había una mirada seria que no pude resistir. Mientras mi boca permanecía abierta, contuve la respiración.

—Tal vez, todo esto es un sueño que tu poder mágico te está mostrando. En realidad, los latidos de tu corazón ya se han detenido, tu pulso no late, incluso el hecho de que estés respirando es una alucinación auditiva, una ilusión… Tal vez, ya estás muerto —respondió el doctor—. Ya lo he dicho antes. Pareces estar vivo, y estás muerto… pero, tampoco es que estés muerto por completo. Si tengo que decir si este estado podría llamarse estar vivo o no, entonces puede… quizás.

Declaro esto casi como si mi existencia misma fuera un sueño, una ilusión. Sus palabras fueron demasiado frías, pero se sentía como si fuera la verdad. Si ese cuerpo ya ha terminado su papel como organismo vivo, entonces, lo que había aquí era solo un trozo de carne.

Para suprimir mi temblor, jadeé varias veces. Me di cuenta de que hacer esto podría no tener sentido. Si todos los gestos hechos “para vivir” no tenían sentido, entonces no necesitaba respirar. A pesar de que era tan doloroso. A pesar de que mi respiración podía acelerarse así. A pesar de que luchar por respirar era lo que significaba estar vivo. ¿Podría todo ser solo producto de mi imaginación?

A pesar de que estoy vivo, estoy muerto. Aunque esté muerto, estoy vivo.

—¿Qué debo hacer…? ¿Qué demonios, debería hacer…?

Mi cuerpo estaba temblando tanto que se sentía miserable. Si esto no fuera estar vivo, ¿cómo lo llamarías? Aunque eso es lo que pensé, el doctor frente a mis ojos solo sacudió la cabeza.

—Me disculpo pero, soy un doctor. Solo puedo curar a los que están vivos.

Fue un comentario cruel, pero seguro sabía que mostrar una amabilidad a medias aquí sería una gran forma de crueldad. Para no darme una esperanza inútil, me dijo la verdad y los hechos sin vueltas. Un buen y experimentado doctor entendería que era lo correcto.

Habiendo perdido ya toda mi voluntad y energía, ya no podía cuestionarlo. Aunque tenía muchas cosas que quería preguntarle, las preguntas no pudieron tomar forma y desaparecieron.

Su línea de visión me siguió cuando al final me levanté. A pesar de haberme dicho palabras muy duras, entendí que estaba preocupado por mí. Él, que no me había ofrecido su ayuda.

Porque lo más probable es que supiera que no podía ayudarme.

♦️ ♦️ ♦️

Si yo fuera inmortal.

Cuando pensé en esto por primera vez, lo que se me pasó por la cabeza fue Emma. Si tuviera que seguir viviendo para siempre. Si esto era de verdad lo que me esperaba, entonces ella dejaría con seguridad este mundo antes que yo. Al imaginarme solo en este mundo, temblé de miedo.

Nunca pensé que podría morir antes que ella… Ni siquiera imaginé esto.

—Entonces… eso significa que Rya, ¿podría desaparecer de repente?

Cuando llegué a casa, le dije que había ido a ver al doctor pero no le expliqué en detalle. Emma no había dicho que vendría conmigo. Es porque la convencí de que cuidara la casa mientras yo no estaba. Entonces, cuando volví de la clínica y abrí la puerta del vestíbulo, estaba aquí. Me miró con cara de ansiedad. Con solo mirarla bastaba para saber que había acumulado mucho cansancio, y me di cuenta de que debía estar esperando allí durante horas. Tal vez los sirvientes ya se habían retirado a su habitación, pero no había nadie a su lado y estaba sola en un amplio salón. Durante un rato, nos miramos con intensidad sin decir nada. Durante mucho tiempo, permanecimos en silencio. En esta habitación donde solo reinaba la quietud, sentí la desilusión de que solo nosotros dos existíamos en este mundo. Tal vez, es un ambiente que creamos. No importaba con cuántos sirvientes viviéramos, no importaba cuánta gente conociéramos, no podíamos aceptar a otra persona.

Podría decir con confianza que para cada uno de nosotros, la existencia del otro era nuestro todo… Como tal, necesitábamos algo de resolución y preparación.

—Emma, lo siento.

Inhalé profundo varias veces y al final me las arreglé para decirle la verdad. A partir del acto inhumano de mi padre, le dije todo sin ocultar nada. Como resultado de tratar de explicarlo de una manera fácil de entender, sino sin querer como un cuento que se le contaría a los niños. A veces asentía con la cabeza o la sacudía, y yo no sabía si lo entendía o no, pero escuchó mi historia hasta el final sin apenas interpelar. Luego, después de haber escuchado todo, sus ojos reflejaban con claridad su desesperación.

Mientras estaba en medio de la narración de mi historia, a menudo me quedaba sin palabras y me preguntaba con frecuencia si era algo que ella debía escuchar o no. Si seguía sin saber nada, como la vez anterior a que perdiera mi brazo, entonces me preguntaba si seríamos capaces de volver a estos días inalterables. Pero yo sabía bien que este egoísmo mío no podía permitirse. Tenía el derecho de saber, y yo tenía la obligación de decírselo.

De lo contrario, no podríamos tomar “nuestra decisión”. La resolución de enfrentar los días venideros.

—Tal, tal cosa, no.

Su voz temblorosa se volvió nebulosa antes de desaparecer. No había manera de que ella pudiera contener su dolor. Pude ver muchas líneas marcando sus mejillas redondas. Darme cuenta de que eran lágrimas me llevó un tiempo porque había estado llorando demasiado en silencio. No sollozaba con convulsiones, no derramaba ningún sonido de llanto, sus lágrimas solo caían una a una.

—¿Hay alguna manera de salvarte?

Sacudí mi cabeza ante su pregunta.

—Esto es inevitable —añadí.

Sintiendo un dolor punzante en mi pecho, comprendí que mis propias palabras me atormentaban. Sin quererlo, presioné mi pecho con mi mano izquierda, pero después de hacerlo me pregunté si esto también era una ilusión. Pensé en algo desagradable.

Pero, aunque mi cuerpo ya ha encontrado la muerte, mi corazón seguía aquí y se quejaba de dolor. Era un hecho innegable.

—No seré capaz de soportarlo. Nunca, nunca seré capaz de soportarlo. Rya, Rya. No puedo irme sin ti. No puedo…

Me agarró con fuerza el pecho con sus pequeñas manos y me miró con pánico. Su dolor hizo que el aire temblara.

—Rya, Rya.

Mientras me llamaba una y otra vez, no podía soportar verla agonizar tanto. Todo lo que podía hacer era darle una palmadita en la espalda.

—Lo siento —repetí, una y otra vez.

Ni siquiera tenía palabras de consuelo.

Después de todo… ¿cuántos años pasamos juntos?

Cada mañana, cada noche, ella tenía miedo. Si al menos hubiéramos recibido un veredicto con respecto al tiempo que me quedaba, podríamos haber sido capaces de ordenar nuestros sentimientos, pero nadie podía siquiera predecir cuándo llegaría ese día.

Justo por eso Emma tenía miedo de la noche, diciendo, “Cuando pienso que podrías desaparecer en el momento en que parpadeo, no puedo cerrar los ojos.” Luego, también temía la mañana, “Cuando me despierto por la mañana y pienso que podrías haber desaparecido mientras dormía, no puedo abrir los ojos.”

Durante los días, apenas trabajaba y seguía viniendo a verme. Aunque quería volver a nuestra vida habitual como fuera posible, en primer lugar, no era algo factible. Si nuestras posiciones fueran al revés, lo más probables es que actuaría de la misma manera que ella. Me mantendría a una distancia en la que pudiéramos confirmar la presencia del otro y le cogería la mano de vez en cuando. Mientras el tiempo lo permitiera, solo lo pasaría a su lado, sin hacer nada. Aunque sabía que seguir así no era bueno. Pero no sabía qué más podía hacer aparte de eso. Por casualidad, teníamos muchos activos. Teníamos suficiente espacio para vivir sin hacer nada. Sin embargo, los sirvientes no veían con buenos ojos nuestras vidas ociosas. Pero ya sea que decidieran vigilar la situación o que solo estuvieran confundidos, nadie puso ninguna objeción.

A pesar de pasar nuestros días durmiendo bajo un suave sol, nuestros corazones parecían no tener relación con esta calma. Cuando entramos en la cama por la noche, Emma abrazó mi cuerpo y tembló. También puse mis brazos alrededor de su espalda y la sostuve con fuerza en mis brazos, pero no pude detener mi temblor.

—Tengo miedo —susurró.

Pero no había nada que pudiera decirle.

Y entonces, un día, delante de sus ojos, me convertí en arena.

Cuando ocurrió, estábamos sentados uno al lado del otro en el sofá. Después de un tiempo, ella había logrado recuperar un poco de su compostura. Sonrió.

—Tal vez deberíamos volver a trabajar pronto —comentó.

Me alegré de verdad. Así que asentí con la cabeza.

—Tienes razón, eso sería genial —respondí.

Mientras los dos sonreímos y yo estaba a punto de levantarme pensando en tomar algo, mi visión se volvió borrosa de repente.

—Rya…

Sus ojos, que me miraban fijos, no podían abrirse más de lo que ya lo hacían en ese momento.

—No, no… ¡Rya! ¡Rya!

Intenté preguntarle, “¿qué paso?” pero luego me di cuenta de que las palabras no salían. No solo eso, sino que incluso el brazo que estaba a punto de calmar a mi pálida y gritona esposa, no se veía por ninguna parte. Cuando sentí que mis dedos tocaban algo crujiente y bajé la mirada, vi que mi brazo izquierdo se había desmenuzado en grava. ¿Fui yo el que jadeó? ¿O fue Emma?

—¡Espera…, espera, no, no!

Ah… Maldita sea.

Sentí que eso era lo que pensaba, pero no pude recoger mis pensamientos. Aún continuando con el grito de mi nombre, Emma trató de abrazarme mientras me estaba convirtiendo en arena, pero no pudo hacerlo y volvió a gritar. En el sofá y en el suelo pulido, pedazos de mi se dispersaron. Revoloteaban en todas direcciones mientras bailaban en el viento. Mientras gritaba, Emma estiró sus manos, pareciendo no entender con exactitud lo que estaba pasando. Trató de reunirme a mí que había caído en pedazos. Se llevó a su pecho mi camisa y pantalones que habían caído con suavidad, y juntó las gravas que se habían esparcido a su alrededor. Como si pensara que haciendo eso, podría devolverme a mi forma anterior. Se resbaló del sofá y cayó de rodillas. Movió sus manos una y otra vez, recogiendo lo que solía ser yo. Se parecía a un niño pequeño que jugaba con la arena.

—Rya, Rya, ¿por qué…? ¿Por qué, por qué, por qué…?

Cuando al final, se dio cuenta de que recoger arena no tenía sentido, se levantó mientras seguía abrazando mi ropa. En ese momento, los sirvientes se reunieron en la habitación, preguntándose si había pasado algo. Sus miradas estaban ciertamente desconcertadas al ver la arena esparcida en la habitación y a su amada llorando.

—Señora, ¿qué ha pasado aquí?

Pero Emma solo seguía diciendo mi nombre.

—Madame, madame —llamó uno de los sirvientes, pero no pareció escucharlos.

Solo enumeró palabras crípticas.

—Rya… Rya, ¿dónde… dónde estás…? ¿Estás… tratando de engañarme? Lo estás haciendo, ¿verdad?

Sus ojos enrojecidos se movieron con brusquedad de izquierda a derecha.

—¡¿Qué te ha pasado?! ¡¿Dónde estás?! ¡Rya…! ¡¡¡Rya!!!

Ella gritaba hasta el punto que pensé que se arrancaría la garganta. Nunca la había visto gritar tan fuerte. Y con esa voz tan fuerte, me estaba llamando. Lo hizo mientras se rascaba el pecho, como si le doliera tanto que no hacer nada sería insoportable de otra manera. Emma me llamó una y otra vez, y otra y otra vez. Su mirada vagaba por ahí. Ella me estaba buscando de verdad. Aunque había visto a su marido convertirse en arena con sus propios ojos, seguía buscándome.

Y yo, a pesar de haber perdido mi cuerpo, la estaba “mirando”. Sí. Solo la miraba a ella. Mientras mi esposa gritaba en voz alta y lloraba con la cara enrojecida con la de un recién nacido, no pude alcanzarla. Una vez más, cayó de rodillas con un fuerte golpe y comenzó a recoger la arena esparcida, sus uñas rascando el suelo de madera.

Emma, Emma. Detente. Detente.

Aunque eso es lo que pensé, como era de esperar, mi voz no salió. Es natural, ya que no tenía cuerdas vocales.

—¡Rya! ¡Rya!

Emma seguía llamándome, incluso si sus uñas estaban rotas, incluso si la sangre rezumaba sin parar de sus dedos. Con una expresión espeluznante, no le faltaba ni un solo grano de arena que pudiera haberse  alojado en la grieta del suelo. Su obvia trastornada figura era por completo diferente de su habitual prudencia.

No pude verlo. No era ella. Se estaba perdiendo a sí misma. Tenía que ayudarla. Eso pensaba, pero solo podía mirar, sin poder detenerla.

A pesar de que debería haber perdido mis ojos y oídos, mis propios ojos estaban viendo a mi amada persona caer en la desesperación. Sus trágicos gritos se grabaron en mis oídos.

Un verdadero malhechor era alguien que, al igual que lo que estaba sucediendo ahora, no hacía nada mientras veía a una persona sufrir delante de él.

2 respuestas a “Mi prometido ama a mi hermana – Arco 7 – Capítulo 5”

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

 

error: Contenido protegido