Por mi culpa mi esposo tiene cabeza de bestia – Volumen 1 – Capítulo 5: La identidad del dulce veneno

Traducido por Kiara

Editado por Sharon


—Príncipe Klaudio, ¿cómo se siente esta mañana? —le preguntó Rosemarie a su marido en un tono preocupado cuando entró en la habitación a darle los buenos días.

Habían pasado unos días desde que se reconcilió con Klaudio. Debido a que ahora tenía más oportunidades de entrar en contacto con Rosemarie, su tez pálida había mejorado levemente, sin embargo ella seguía preocupándose.

—Estoy mucho mejor. No hay necesidad de preocuparse tanto. Estabas en medio del desayuno, ¿verdad? Sigue comiendo; no te preocupes por mí —dijo Klaudio enroscando sus labios en una sonrisa suave. Habían llegado al acuerdo de que Rosemarie lo llamaría por su nombre como una regla, y él parecía disfrutar de eso más que ella.

Esa sonrisa la estaba despistando ya que nunca lo había visto hasta hace unos días, así que apartó la mirada.

—Mis disculpas. Terminaré pronto —se disculpó, y se llevó a la boca el resto del desayuno que había tomado—. Sé que no puedes participar en las comidas, así que lo siento mucho.

Al terminar de comer, Heidy, que había estado sirviéndole el desayuno todo el tiempo, sacó una taza de té de la mesa. Los hombros de Rosemarie se hundieron bajo su conciencia culpable.

No fue hasta que Klaudio comenzó a visitarla todas las mañanas que se enteró que él no podía tomar ningún alimento que no fuera líquido. Estos fueron probablemente los efectos de la Semilla de Sellado de Maná. Aparentemente, tenía problemas al consumir comida sólida. Incluso si mojaba los alimentos con líquidos, le resultaba difícil digerirlos y los terminaba vomitando. Según él, lo máximo que podía manejar era la sopa.

Ahora que sabía que le había robado el simple placer de comer, no podía mirarlo a la cara.

—No te disculpes por eso. Ya me he acostumbrado a eso. No es nada por lo que debas preocuparte. —Klaudio comenzó a mostrarle un lado más suave: su forma de hablar y sus modales dejaron de ser tan agudos, como si hubiera sido exorcizado de un espíritu oscuro. Aunque se sentía aliviada por su buenos tratos, también se sentía perdida a cómo debería comportarse a su alrededor—. Olvida eso y dame tu mano.

Extendió su mano desde el otro lado de la mesa, y Rosemarie puso la suya sobre la de él sin dudarlo ni un momento.

Se habían tomado de la mano constantemente en la oficina real para estabilizar la salud del príncipe en los días previos al combate imperial. Ahora, sin embargo, dividían sus encuentros a lo largo del día, en la mañana, mediodía y noche. Klaudio realizaba a propósito un viaje a la habitación de Rosemarie. Estaba siendo demasiado considerado, y eso la hacía sentir un poco nerviosa.

Si lo piensas bien, es como si yo fuera la comida de Klaudio. O, al menos, su medicina… 

Aunque sólo le dio un ligero apretón de manos, hizo que su corazón casi se saliera del pecho. Tal vez era el resultado de que Klaudio fuera más suave con ella, pero en los últimos días, los pequeños gestos como este eran suficientes para hacerla sentir al límite.

—Entonces, ¿qué tienes preparado en la agenda de hoy?

—Voy a inspeccionar los trabajos de irrigación en las tierras bajo la jurisdicción directa de la familia real. Probablemente regresaré en algún momento de la noche. Por lo tanto, mi única visita del día hoy será en la mañana.

—Sólo por la mañana y nada más… En ese caso, ¿te gustaría apoyar tu cabeza en mi regazo?

—Pasaré esta vez. Empiezas a preocuparme con tu insistencia de colocar cabezas en tu regazo… —Klaudio sin ninguna pizca de entusiasmo se cubrió el rostro con la mano. Rosemarie abrió la boca, aprovechando su oportunidad.

—Bueno, pensé que era algo bueno porque te ayuda a dormir tan bien sin darte cuenta, por lo tanto también debe ayudarte a recuperarte físicamente mucho más rápido… Entonces, ¿lo harías?

—Acabo de decirte que no, ¿verdad? Eso está lejos de ser una conducta matutina apropiada.

—En ese caso, todo lo que tienes que hacer es esperar hasta la noche, ¿verdad? —expresó Rosemarie con picardía.

—Silencio y espera ahí mismo, Fritz.

La abrupta interrupción de la conversación asustó a Rosemarie y la hizo girar hacia la puerta. Allí, vio al clérigo con el lunar debajo del ojo izquierdo. A diferencia de Rosemarie, Klaudio no se asustó en lo más mínimo y le echó una mirada sucia, señalándole que no se metiera.

—Odio interrumpir un momento tierno con su esposa real, pero ¿le importaría si tomo prestado a Su Alteza por un segundo, mi lady?

Ella asintió con la cabeza, aunque todavía en estado de shock, mientras el siempre evasivo clérigo le mostraba una sonrisa encantadora. Trató de quitarle la mano a Klaudio, pero él la agarró y la estrechó en su lugar.

—Escucha, voy a llegar tarde hoy. No te quedes despierta esperándome como lo hiciste anteayer. Estaría en una posición difícil si tu salud comenzará a deteriorarse.

—Está bien, no lo haré.

Sus palabras fueron pronunciadas con firmeza, pero sólo para poner énfasis en ellas. Mientras Klaudio la miraba con la frente tensa y una sonrisa irónica, Rosemarie le apretó la mano para confirmarlo.

♦ ♦ ♦

—Probablemente deberías haber sido más directo y decirle, “querida, estoy preocupado, así que no me esperes levantada y ve a dormir,” ¿no crees? —dijo Fritz encogiéndose de hombros exageradamente, una vez que Klaudio salió del cuarto de Rosemarie.

—¿Alguna vez te callas? Espero que no hayas venido aquí sólo para preguntar eso. Tengo poco tiempo. Date prisa y di para qué estás aquí. Supongo que has hecho progresos en lo que te dije que investigaras —lo presionó mientras empezaba a caminar y lo miraba. La cara de Fritz instantáneamente tomó un giro más serio.

—Progreso ¿eh? Es una forma de decirlo, supongo… Pero asumo que usted está al tanto de que el Arzobispo Kastner ha estado metiendo las narices en los asuntos del maestro Edel y en los suyos, husmeando por todas partes, ¿verdad?

—Sí, incluso me atacaron en la ciudad el otro día. Aunque no parecía que quisieran matarme.

Había dejado al atacante en el pueblo para que se ocuparan los caballeros de la patrulla, pero le habían informado que el prisionero se escabulló de sus defensas y se escapó. Los caballeros no eran tan incompetentes como para dejar que algo así sucediera. Si tuviera que adivinar, debió recibir la ayuda de una segunda persona que hizo posible la fuga del asaltante.

—Y aparentemente el ataque ocurrió mientras caminaba solo después de terminar el trabajo anteayer, ¿verdad?

—Cierto. Lo atrapamos y tratamos de hacer que dijera quién lo envió, pero no se quebró. Quiero decir, no es que no sepamos quién lo envió, por supuesto. —Como ese plan fracasó, terminó haciendo que Rosemarie se quedará toda la noche esperándolo.

—Sí, y apuesto a que Alto tuvo el honor de intentarlo. Cielos, sabes que sus métodos pueden ser bastante desagradables. Que no diga nada, incluso después de eso, es impresionante. —Fritz apretó los dientes y movió la mejilla, a lo que Klaudio le puso una sonrisa de acuerdo.

—¿Y entonces? ¿Cuál es tu punto aquí?

—Parece que el Arzobispo quiere asegurarse de algo.

—Asegurarse de algo, dices —dijo Klaudio en una muestra de adoración forzada. Si estaba tratando de comprobar algo, sólo podía ser una cosa y era si el príncipe heredero Klaudio tenía maná o no—. El requisito mínimo para acceder al trono es tener maná. Hasta ahora no me he comportado de una manera que diga lo contrario, pero podría haber adquirido alguna información. En cuyo caso, voy a tener que tratar con él.

—Ahora estás hablando mi idioma —sonrió Fritz divertido. Luego escudriñó a su alrededor para confirmar que no había nadie—. Ah, claro, y una cosa más. No estoy muy seguro de lo que está tratando de lograr con esto, pero… La persona que el Arzobispo está tratando de apoyar para la candidatura es uno de los príncipes que no tiene ningún tipo de maná propio.

Klaudio levantó una ceja, perplejo.

—¿Qué quieres decir con eso? ¿Cómo hace eso a pesar de culparme por no tener maná? ¿Cual es su punto, hacerlo pasar por un hechicero y fingir que tienen poderes mágicos como yo?

Sin embargo, esa había sido una tarea sobrehumana que había logrado sólo porque contaba con la presencia de Edeltraud, un individuo con suficiente destreza para servir como Archimago. Incluso si tenía un hechicero de su lado que pudiera rivalizar con Edeltraud, el disgusto extremadamente vocal del Arzobispo Kastner por los magos hacía difícil creer que alguien estuviera dispuesto a servirle. Además…

—Considerando los hechos, aunque pudieran acceder al rango de príncipe heredero, nunca podrían acceder al trono.

—Sí, y eso es lo que no entiendo aquí.

Klaudio desvió su atención de Fritz mientras se encogía de hombros, perplejo, y se cruzaba de brazos en una postura contemplativa.

Si se pudiera acceder al trono sin poseer mana, entonces él habría realizado tal hazaña hace mucho tiempo.

—No puedo imaginar que un tipo que tiene tantos prejuicios contra los magos sea conocedor de la magia… —Mientras se devanaba los sesos, Fritz tomó rápidamente cierta distancia, quizás detectando a alguien que se acercaba. Habría sido un conflicto de intereses si Fritz fuera visto rondando a Klaudio cuando se suponía que estaba sirviendo al Arzobispo.

—En cualquier caso, puede que no estemos tan seguros de que estén desprovistos de mana propia, pero puede que intente agitar algo pronto. Sólo cuida tu espalda ahí fuera.

Klaudio hizo una última pregunta a Fritz cuando comenzó a alejarse.

—Fritz. ¿Estás realmente de acuerdo con la posibilidad de perder a tu superior?

—¿Superior? Se supone que mi único superior es Su Alteza. ¿Tiene algún plan de retirarse?

—Me temo que no.

Fritz sonrió, se dio la vuelta y se fue en la dirección opuesta a Klaudio.

♦ ♦ ♦

Un dulce aroma llenó la habitación. Rosemarie acercó la taza a la nariz para apreciar el aroma de la relajante saola, pero dejó escapar un pequeño suspiro.

—¿Princesa? ¿Cuál es el problema?

—El príncipe Klaudio realmente llegará tarde a casa, ¿no es así? —Heidy, que ya se había preparado para ir a la cama, entró en el salón para ver cómo estaba Rosemarie. La princesa respondió en un tono abatido.

—Entiendo que se sienta sola, pero él volverá a casa en cualquier momento.

—No es que me sienta sola… exactamente…

En realidad estaba preocupada por si su salud había sufrido debido a la lejanía. Klaudio era del tipo que odiaba mostrar a la gente sus vulnerabilidades. Incluso Alto, que siempre estaba a su lado, tenía dificultades para notar la mala salud de Klaudio.

¿Estoy sola, sin embargo? No estoy muy segura de esto… 

Debía reconocer que esperaba con interés la charla sin sentido que compartían durante sus sesiones para tomarse de las manos en la mañana, al mediodía y la noche de estos últimos días.

Volvió a suspirar. Entonces, sucedió. Hubo un suave golpe en la puerta del salón.

—¿Ves? Tu muy esperada Alteza ha regresado.

Heidy se apresuró a abrir la puerta mientras Rosemarie dejaba su taza en la mesa, tratando de evitar sonrojarse. Tan pronto como se levantó del sofá, fiel a sus expectativas, un Klaudio bastante cansado entró en la habitación.

—Bienvenido de nuevo, debe de estar cansado, príncipe.

—¿Estabas a punto de ir a la cama? Vi que las luces aún estaban encendidas, así que decidí entrar…

—Sí, lo estaba, pero está perfectamente bien. No es tan tarde todavía, después de todo.

El pelo negro de Klaudio estaba húmedo, probablemente porque se había bañado al volver y vino enseguida. Todo lo que tenía puesto era una camisa lisa y un par de pantalones. Había desaparecido la chaqueta ornamentada de esta mañana, con todos sus botones y diseños bordados. Era la primera vez que lo veía usando algo más casual que no fuera su ropa de dormir. Estaba llenando su corazón con la alegre idea de que él se permitía actuar más relajado a su alrededor.

—¿Desea tomar algo?

—Claro. Ese es un aroma muy dulce. Has estado bebiendo ese té de Saola o como sea que se llame, ¿verdad? En verdad te encanta esa cosa.

Klaudio se sentó en el sofá y miró la taza sentada en la mesa. Rosemarie sonrió, sentada a su lado.

—Sí, porque es delicioso. ¿Quiere un poco, príncipe Klaudio? He oído que ayuda a aliviar la fatiga. Es un poco amargo y toma un poco de tiempo acostumbrarse, sin embargo.

—¿Quieres decir que no es dulce? —Klaudio parecía algo decepcionado al oír eso y Rosemarie ladeó la cabeza, perpleja. Ella nunca lo había tomado por el tipo de persona a la que le gustan las cosas dulces, pero tal vez si le gustaban a pesar de las apariencias.

—¿Eres más fanático de las cosas dulces? Es delicioso incluso si le añades algo de azúcar.

—Siendo así, lo intentaré —asintió Klaudio.

Rosemarie estaba a punto de enviar a Heidy a prepararle una taza, pero Klaudio tomó la que ya estaba en el escritorio.

—Esta servirá.

—¿Eh? Pero he estado bebiendo de esa, y no es…

—¡Ah! —Trató de detenerlo, pero ya era demasiado tarde, Klaudio tomó un sorbo. Sus cejas se arrugaron de inmediato como resultado.

—¿Qué es esto? La gente bebe esto… Quiero decir, tiene un sabor interesante.

Trató de suavizar las cosas sin hablar mal, a pesar de tener la mayor mueca de desagrado en su rostro. Estaba actuando raro, y Rosemarie no puedo evitar sonreír por eso.

—Te traeré un poco de agua, ¿de acuerdo?

Se dio vuelta con la intención de pedirle a Heidy que fuera a buscar un vaso, pero en el siguiente instante, Klaudio de repente se dobló mientras sostenía su garganta con dolor. El movimiento brusco hizo que la taza se tambaleara, derramando el té sobre la mesa.

—¡¿Príncipe Klaudio?! —Sin saber lo que acababa de suceder, Rosemarie acarició su espalda mientras se retorcía de dolor—. ¡Heidy, manda llamar a un médico! —gritó.

La llamada demasiado repentina hizo que la criada se pusiera de pie y prestara atención a lo que sucedía dentro de la habitación. Entonces salió corriendo envuelta en pánico.

Una vez que Rosemarie logró poner a Klaudio en el sofá, notó la gran cantidad de sudor que salía de su frente.

¿Qué? ¿Qué salió mal? Solo bebió té, y luego… 

Confundida, se aferró a la gran mano de Klaudio. Aunque fue a llamar a un médico, Heidy pronto volvió a la habitación.

—Heidy, ¿ya llegó el doctor?

—El señor Clausen ha ido a llamarle, así que volverá pronto. Todo está bajo control, no se preocupe.

Miró a Heidy con lágrimas en los ojos. La criada asintió y acarició la espalda de Rosemarie para tranquilizarla.

Ella miró el té marrón derramado sobre la mesa, acurrucándose más cerca de las rodillas de Klaudio, mientras él continuaba respirando erráticamente. El dulce aroma abarcaba la habitación, pero por el momento, su paciencia con el olor se estaba agotando.

¿Cómo podría beber Saola hacer que colapse…? Por mucho que me gustara, nunca se lo habría recomendado si hubiera sabido que esto pasaría.

Sin embargo, ya era demasiado tarde para arrepentirse. Se preocupaba por lo que podía hacer ahora.

—¿Podemos hacerle vomitar? Tal vez pueda aliviarlo si saca lo que bebió.

—No lo haga. Apenas está consciente, así que hacer que vomite lo asfixiaría —la detuvo una voz, y se volvió hacia ella. No tenía ni idea de cuándo había aparecido, pero allí estaba el Archimago Edeltraud, con la capucha de siempre cubriendo su cara, prácticamente deslizándose hacia ella—. Klaudio se desmayó, así que vine. ¿Qué pasó?

—Todo fue mi culpa. Le dejé beber el té de saola… —Ella miró al mago, al borde de las lágrimas y mirando Klaudio con su expresión de dolor.

—¿Dónde está esta esa Saola? —Mientras Edeltraud examinaba la piel bajo los ojos de Klaudio, la pigmentación de su lengua y comprobaba su pulso, Rosemarie les presentó lo que quedaba del té.

—Este es un té que se bebe a menudo en mi país. Pero nunca he oído hablar de que alguien se desmaye después de beberlo

Después de identificar el aroma que aún quedaba en la taza, Edeltraud se quitó el guante negro que siempre usaba, metiendo la punta del dedo en él y lamiéndolo.

Sus hombros se estremecieron.

—Esto. ¿De qué está hecho esto? ¿De hojas?

—No, de semillas. Se producen quitando la pulpa del fruto y tostando las semillas después. Luego toman el resultado granulado de esas semillas tostadas, lo disuelven en agua y se bebe. Es un artículo que debe ser preparado por un artesano entrenado para ser bebible…

—¿Semillas? ¿De qué tipo? Muéstrame.

Tratando de responder cada pregunta que Edeltraud le hizo lo mejor que pudo, Rosemarie hizo que Heidy les trajera las semillas.

Mirando las semillas marrones y elípticas no más grandes que la punta de un meñique contenido en el recipiente de porcelana, Edeltraud cuidadosamente pellizcó una entre sus dedos.

—¿Estas son las semillas de saola? ¿Estás segura? —preguntó con la voz quebrada.

Rosemarie no sabía qué expresión estaba haciendo, pero sí sabía que estaba claramente sacudido. Un terrible sentimiento de aprensión creció en su pecho.

—Sí, son semillas de saola. Me han dicho que sólo se cultivan en el suelo de Volland.

—No puede ser. No puede ser. Estas de aquí son… ¡son las semillas de Sellado de Maná! —casi gritó, haciendo que el corazón de Rosemarie se acelerara.

Rosemarie se congeló en su lugar, Edeltraud se volvió hacia Klaudio mientras se retorcía en un sudor frío y colocó su mano sobre su abdomen.

—La semilla extra de Sellado de Maná que tomó probablemente se repele con la que ya está en su cuerpo, causando una reacción adversa. Todavía no ha sido absorbida. Puede ser extraída. Princesa, agárrate fuerte la mano de Klaudio.

Con su mano temblando al comprender la gravedad de la situación, Rosemarie agarró con fuerza a su esposo.

La mano de Edeltraud en el abdomen de Klaudio comenzó a brillar con un tenue tono de verde. La luz ascendió lentamente hasta su pecho, pasó por su garganta y finalmente llegó a su boca. Klaudio comenzó a dar vueltas como para resistirse, pero Rosemarie sostuvo desesperada su mano.

Una luz verde salió de la boca de Klaudio. El material que vomitó se convirtió en un fino polvo marrón y se esparció por todas partes antes de dispersarse en un abrir y cerrar de ojos.

—¡Príncipe Klaudio! —Rosemarie le acarició los hombros mientras él tosia con violencia. Sus ojos cerrados se abrieron débilmente, y sus ojos azules miraron vacíos a Rosemarie.

—No llores. —Su voz era ronca, pero aún audible. La mano de Klaudio acarició la cabeza de Rosemarie de una manera poco refinada mientras se quebraba en lágrimas de alivio y culpa. Sin embargo, su mano pronto se detuvo, y procedió a roncar suavemente.

—Ahora está bien. Aunque estuvo cerca.

Edeltraud soltó un suspiro de alivio antes de ponerse de pie con un movimiento de cabeza. Por otro lado, Rosemarie estaba tan aliviada que se desplomó sobre su asiento justo donde estaba.

—¿Qué he hecho…?

—Simplemente no lo sabías. Tampoco sabía que las semillas de sellado de maná se bebían comúnmente bajo ese nombre. Significa que el mundo está lleno de misterios. —Después de ponerse el guante, Edeltraud acarició la cabeza de Rosemarie, pasando sus sorprendentes y delgados dedos por su cabello. Ella estaba convencida de que nada bueno vendría si Edeltraud se involucraba, pero ahora mismo, se estremeció al pensar en lo que podría haber pasado si el hechicero no hubiera estado allí—. Está bien. Klaudio no te culpará, además el tuvo la culpa por beber.

—Gracias… muchas gracias, Mago Edeltraud. —Tenía razón. Por cómo se comportaba últimamente, Klaudio no enojaría de manera irrazonable. Aún así, ella no pudo evitar sentirse culpable.

—Princesa, por favor mantenga su barbilla arriba. Permitamos que Su Alteza descanse en la cama por el momento.

—Heidy… Sí, tienes razón. Mi habitación servirá, así que ¿le importaría preparar las cosas?

Heidy asintió con una expresión mansa y salió de la sala de estar. Al ver que lo había hecho, Rosemarie se volvió hacia Edeltraud, que estaba mirando fijamente las semillas de saola con gran interés.

—Maestro Edel, ¿hay algo más que pueda hacer? —En ese momento, sentía que podía hacer cualquier cosa. En comparación con Klaudio que tenía su vida en peligro debido a las semillas de sellado de maná, ser capaz de ver la animosidad de la gente era una gota en un vaso de agua. Edeltraud se detuvo por una fracción de segundo, pero luego rápidamente se dio la vuelta para enfrentarla.

—Mantente en sus brazos toda la noche. Debería mejorar mucho si lo haces.

—¿Eh? ¿Qué? ¿Debo hacer eso?

¿Debía tener a Klaudio en sus brazos toda la noche?

Klaudio siempre había sido el que la acercaba o el que ponía sus manos sobre las de ella, pero nunca había iniciado el contacto por sí misma.

Justo cuando estaba a punto de acobardarse y sacudir la cabeza, Edeltraud se acercó. Aunque sus ojos podían estar detrás de su capucha, sintió su fuerte mirada sobre ella.

—Sí. Tú.

Esperaba que el sonido indiferente pero amenazador de su oración estuviera en su imaginación.

Mientras Rosemarie se aferraba a la duda, una conmoción se agitó en el pasillo.

—¡Milady! ¡Le he traído al doctor! —Sin llamar, Alto irrumpió en la puerta y entró con un médico de mediana edad colgado del hombro como un equipaje. Una criada que llevaba las cosas del médico le siguió poco después, corriendo con pánico en la cara.

Se le había olvidado casi por completo, pero así era. Se suponía que Alto iba a salir a buscar al doctor.

—Señor Clausen, verá…

—No hay necesidad de un médico. Klaudio estaba cansado y ahora está descansando. La princesa de Volland sacó conclusiones precipitadas —intervino Edeltraud en medio de sus esfuerzos apresurados para darle una excusa.

Alto vio que el hechicero estaba allí y, aún respirando pesadamente, se hundió hasta una rodilla por el agotamiento. Rosemarie lo vio caer y se abrazó a sí misma, sintiéndose muy arrepentida.

♦ ♦ ♦

Sus brazos estaban calientes.

Klaudio se dio cuenta de que estaba volviendo a sus sentidos mientras apretaba ese calor, parecido a los geniales rayos del sol, para asegurarse de que no se escapara.

Antes tenía algunos problemas para respirar, tanto que le hacía pensar que le estaban aplastando la garganta, pero ya no quedaba ni rastro de esos problemas. Tampoco estaba sudando por todas partes, a pesar de que había sentido tanto frío.

¿Qué me pasó…?

Su memoria después de beber el té de saola era confusa, pero asumió que había alguna razón específica para el deterioro de su salud.

Abrió lentamente los ojos. La habitación estaba llena de la débil luz de la mañana. Gracias a sus días y noches de insomnio, el silencio de la mañana era algo que no le gustaba mucho. A pesar de que la semilla que llevaba dentro anhelaba maná, sentía como si creciera al bañarse en el sol debido a su origen vegetal.

Como si le molestara la débil luz, presionó su cara contra lo que fuera que estaba abrazando. La sensación algo fría y dura que sintió como resultado le hizo abrir los ojos sospechosamente.

—Uh, ¿qué? —Lo que apareció ante sus ojos fue un cubo con un hermoso brillo plateado. No había ni una mancha de óxido o suciedad debido a que estaba tan bien mantenido, sin duda, pero el hecho permanecía: Era un cubo. La cinta verde brillante atada a una parte del mango le daba un encanto bastante inocente—. Dios, ¿a dónde va a llegar el mundo si un cubo parece tener un encanto inocente?

Habiendo despertado, sus pensamientos no estaban en orden. Mientras intentaba poner en marcha sus engranajes, el cubo se movió ligeramente. Al examinarlo más de cerca, parecía como si hubiera estado durmiendo con alguien que llevaba un cubo en la cabeza.

—Buenos, um… días —escuchó una voz tímida y reservada que venía de debajo de la herramienta. Miró, estupefacto, a la fuente de la voz familiar antes de poner su mano en el cubo. Después de superar un poco de resistencia, lo sacó. Lo que apareció debajo era un rostro tan rojo como una remolacha con una cabeza llena de pelo caoba y un par de ojos verdes, rasgos que, a todos los efectos, constituían a su esposa.

—¿Por qué estoy durmiendo contigo? Además, ¿de qué se trata este cubo?

—¡Lo estoy usando para mi estabilidad mental! —explicó Rosemarie nerviosa , y le contó lo que pasó anoche. Fue informado de todo. Se había desmayado por beber el té. La semilla de saola era la misma que sellaba el mana. Al beberla, la semilla que ya estaba en su cuerpo había provocado una reacción adversa, que le causó el desmayo. Después de un profundo suspiro, sostuvo su frente.

—Ya veo… Pensar que esa bebida estaba hecha de Semillas de Sellado de Mana…

—¿Estás enfadado conmigo? En otras palabras, te recomendé beber veneno.

Rosemarie parecía lista para llorar. Cuando él la miró fijamente, ella movió su hombro como si estuviera asustada.

—¿Qué sentido tiene enojarse? No sabías que está saola, o como se llame, era la misma que la Semilla de Sellado, ¿verdad? No sirve de nada enojarse. Aparte de eso, ¿por qué estoy aquí durmiendo contigo?

—El Maestro Edel me dijo que si dormía contigo en mis brazos toda la noche, tu condición mejoraría. Sé que no es muy agradable para tí, pero…

—Nunca dije eso.

Con su rostro aún más rojo, Rosemarie trató de distanciarse, pero aún estaba entre sus brazos.

Debió ser ella quien probablemente lo encontraba menos agradable de los dos. Después de todo, no importaba cuanto lo perdonara, aún tenía que mantener al hombre que la trataba tan mal en sus brazos todo el tiempo.

—Nunca dije eso. Disfruté de tu calidez. —La abrazó más de cerca, asegurándose de no aplastarla, y su elegante pelo le rozó la mejilla. El aroma de la saola que le hizo pasar por un infierno anoche se extendía por toda la habitación, lo que le hizo curvar sus cejas durante una fracción de segundo antes de terminar de procesarlo.

—Príncipe Klaudio, ¿estás hablando dormido? Espero que sepas que no soy una almohada parlante…

—Una almohada no podría hablar tan bien.

—En ese caso, vamos a separarnos, Oh, puedes usar mi regazo como una almohada. Sí, vamos a hacer eso en su lugar.

—Si uso tu regazo, no podrás acostarte. Todavía es bastante temprano. Si te preocupa mi cuerpo, entonces quédate quieta —dijo, apretando con suavidad a Rosemarie, y haciéndola retorcerse un poco. Ella puso su cara contra el pecho de Klaudio, y pronto se relajó.

—Príncipe Klaudio, iré a su oficina para su reabastecimiento del mediodía.

—¿Estás segura de eso?

—Si tuvieras que preguntarme si estoy o no segura, ciertamente no lo estoy, pero también estoy bastante segura. Al menos, creo que estoy lo suficientemente segura como para asegurarlo.

—¿Puedes oír las palabras que salen de tu propia boca? —No podía ver su cara, pero probablemente iba en serio. Él sabía que no debía reírse, pero ella estaba actuando de forma muy cómica.

—¡En cualquier caso! Puedo superar el hecho de que veo las cabezas de las personas que tienen animosidad como bestias si eso te ayuda a mejorar, príncipe Klaudio —declaró con seguridad mientras sus hombros se tensaban. Sólo pensar en ello la hizo ponerse a la defensiva, por lo que el hecho de que Rosemarie estuviera dispuesta a superar su miedo por él le llenó de una vaga y agradable sensación de vergüenza.

—Sólo para estar seguro, ¿tus ojos hacen que las cabezas de las personas en las que tú mismo confías se conviertan en cabezas de bestias?

—¿Eh? Oh, sí. Así es. Incluso cuando Heidy se enfada, su cabeza se transforma en un gato negro —dijo Rosemarie, levantando lentamente su cabeza, confundida.

—Ya veo… Eso debe ser duro para ti. —Rosemarie jadeó en los brazos de Klaudio—. No puedo comprender lo aterrador que debe ser poder ver la animosidad y las emociones negativas. Si ves las cabezas de las personas en las que confías como bestias sólo porque albergan el más mínimo descontento, no es de extrañar que te duela.

Había estado tan cegado por el resentimiento hasta hace unos días que ni siquiera se dio cuenta de esto. No era el tipo de animosidad que uno encuentra cuando se trata de burócratas o aristócratas; era cuestión de tener a alguien en quien confiar lo suficiente como para dejar que entre en tu corazón, o incluso a un miembro de tu propia familia, con ese aspecto, si es que tenían alguna emoción negativa. Estabas siendo traicionado sin querer por alguien en quien confiabas. Lo más probable es que eso fuera absolutamente mortificante.

—Así que, realmente, no necesitas esforzarte demasiado.

La lágrimas se comenzaron a formar en los ojos verdes de Rosemarie de una sola vez. Ella frunció los labios mientras intentaba evitar que salieran de sus ojos, pero sacudió la cabeza de todas formas.

—No. Por favor, no me mimes tanto. Me haces sentir incómoda.

—Mis intenciones no son mimarte, sin embargo. Sólo te digo que no te esfuerces demasiado. No te estoy diciendo que no vengas a verme. Ah, no llores. Tu cara se pondrá toda hinchada y fea.

—Sí… ¡Soy consciente de eso! —Intentó secar las lágrimas que caían por su cara, pero de repente ella le dio la espalda. Sus versátiles expresiones le divirtieron y le hicieron querer decir todo tipo de cosas, lo cual era un problema.

Klaudio acercó a la enojada Rosemarie y sonrió irónicamente a ese pequeño problema en su cabeza mientras le daba una palmadita a su esposa en la espalda.

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