Riku – Capítulo 30: Refuerzos

Traducido por Gorrión

Editado por Nelea

Corregido por Sharon


—Nos regresamos, Teniente Segundo Vrusto.

Riku estaba a punto de dar un paso atrás.

Si eran diez o veinte personas, podría lograrlo de alguna manera, pero ahora mismo estaban heridos.

Antes pudieron encargarse de cinco Espiritistas, pero frente a este número era imposible. Con sus posibilidades de ganar siendo tan bajas, no debían enfrentarse a ellos. Al menos por el momento.

—Espera, Ojou-chan. ¿Planeas abandonar a la sustituta del Señor Demonio-sama?

Vrusto cogió el brazo de Riku, quien estaba a punto de salir del lugar. Riku no podía ver su cara desde su posición, pero su tono de voz estaba lleno de ira.

—No soy lo suficientemente estúpida como para lanzarme a una batalla que es imposible ganar.

Riku se soltó.

No le importaba Charlotte.

Tal vez, si hubiese Espiritistas de los Barusak entre esas personas la situación podría haber sido diferente. Sin embargo, quienes los atacaron hace unos momentos, los que encontraron bajo tierra, más los Espiritistas que llegaron a la posada antes, eran todos del Buryuuser. Lo más probable es que no hubiera un Espiritista de Barusak.

Si ese era el caso, lo mejor sería retirarse sin luchar.

—Pero ella es la mayor autoridad del Ejército del Señor Demonio, ¿sabes? Si la abandonas, causará problemas al Capitán.

—¿Problemas?

En ese instante, su corazón tembló.

Esa vacilación cambió su decisión por completo.

En un abrir y cerrar de ojos, Riku y Vrusto fueron envueltos por la ola de Espiritistas que se acercaban por la calle. Estaban llenos de intención asesina y apuntaban sus espadas y lanzas sin vacilar. Era necesario que ellos se prepararan para pelear.

—¡Mátalos! ¡Mata a los Demonios!

—¡Por el honor de los Buryuuser! ¡¡En el nombre de Cellia Romaneti Buryuuser!!

—¡Matar! ¡Matar! ¡¡Matar!!

Gorrión
A veces me pregunto quiénes son los auténticos demonios.

Los Espiritistas avanzaron con sus lanza mientras decían sus gritos de batalla.

Riku y Vrusto cortaban lanzas y cabezas. La sangre que volaba se derramaba sobre los rostros de los Espiritistas que llegaban corriendo, pero ninguno se limpiaba.

No les importaba algo como tener sangre pegada en la cara.

Con los ojos enrojecidos y empapados en la sangre de sus propios compañeros, apuntaban sus lanzas y espadas hacia Riku.

—Sin siquiera presentarte… ¡¡Ven te mataré!!

Riku balanceaba su alabarda mientras apretaba sus dientes. Dibujando un círculo a su alrededor como en un columpio, los espiritistas que estaban reunidos cerca de ella tenían todos su torso rebanado. Había intestinos de alguien colgando en la hoja de su alabarda, pero Riku no tenía tiempo de limpiarlo.

Justo después de eso, un enemigo cargó contra Riku con su lanza, apuntando muy cerca de su cuello.

—Tch,¡ molesto!

Mientras barría con su alabarda a ese espiritista, Riku apuntó su mirada en otro lugar.

En algún lugar cercano a ella, Vrusto estaba blandiendo su espada. Protegía a Charlotte colocándola contra la pared. La forma en que luchaba desesperadamente quizás podría considerarse admirable o un ejemplo a seguir para otros Demonios.

Charlotte también buscaba una brecha para poder robarles una espada. Extendía las manos y avanzaba por cualquier abertura intentando hacer algo, pero al intentarlo, varias espadas y lanzas la atacaban, así que no le iba muy bien.

Desafortunadamente, Charlotte no tenía tiempo de recoger una espada.

—¡No desvíes la vista, cabeza roja!

Había un Espiritista bajando su espada.

Volviendo su cuerpo hacia ella, giró la alabarda hacia arriba. Al ser cortado en línea recta en diagonal, el espiritista instantáneamente murió y cayó al suelo. Como si los Espiritistas estuvieran fluyendo con cada corte que daba, empuñando sus espadas, avanzaban a través del cuerpo. No importaba cuántas veces los cortara, no había fin. Sus números debieron haber sido mucho menos que los Espiritistas de Bistolru en la Fortaleza de Ren y las batallas del Castillo de Myuuz, pero su fuerza individual era mayor.

—¡Por el bien de Cellia Romaneti Buryuuser-sama! ¡Mataremos al Demonio que escapó! ¡Y sus compañeros!

—¡Deja caer el martillo sobre los Demonios cobardes que mataron a nuestros camaradas!

Cargaban mientras gritaban con fuerza, llenos de moral.

Sin tiempo para descansar, Riku balanceó su alabarda. Pero cada vez que desviaba las lanzas y se defendía de las espadas se agotaba más. La alabarda en su mano era cada vez más pesada. Como resultado, su respiración se volvió errática.

¿Por qué tenía que luchar por el bien de Charlotte?

Aunque el pesar de no haberse retirado de inmediato no paraba de asaltar su mente, soportó tales sentimientos y los alejó. Si no podía proteger a Charlotte, Leivein, quien la había recogido cuando estaba a punto de morir, tendría mala reputación. Sólo quería evitar eso.

Mientras lo pensaba, seguía balanceando su alabarda.

—¿Aún quedan algunos?

Incluso después de cortar una veintena de personas, todavía estaban llenos de vigor.

Incluso después de cortar treinta de ellos, los ataques no se detendrían.

Había matado a unos cuarenta. Sin embargo, el número de personas recibiendo sus golpes no disminuía.

—¿Son cada vez más?

Tal vez habían pedido refuerzos.

Tal vez era un resultado obvio. Solo Riku y Vrusto se enfrentaban a las cincuenta personas llenas de sangre, y estaban heridos. A pesar de que fue una lucha estrecha, sin duda habían reducido sus números. Si ese fuera el caso, no sería raro que alguien pidiera refuerzos.

Riku chasqueó la lengua.

—¡¡Hoy está siendo una pesadilla!!

Muchos Espiritistas vinieron de arriba y abajo, como intentando engullirla. En ese momento, una lanza se abalanzó hacia ella. Saltando ligeramente, después de ponerse sobre la lanza, ella sacó su espada.

Dibujando un arco con la espada de plata, ella cortó el seno del Espiritista que estaba delante de sus ojos y lo empujó hacia abajo con su peso corporal. Riku, que acababa de evitar la lluvia de espadas, ahora estaba inclinando con la alabarda a su mano derecha. Diez Espiritistas se derrumbaron sobre un charco de líquido rojo como resultado.

Presionando el mango de la alabarda contra el suelo, trató de recuperar su respiración. Todo su cuerpo estaba lento. Sus pies no reaccionaban a tiempo. Aunque sólo fuera un poco, quería descansar. Pero no había manera de que los Espiritistas le dieran tiempo para hacer eso.

—¡Muerte, Demonio pelirrojo!

Muchas lanzas fueron empujadas contra Riku.

Riku colocó la alabarda en su mano derecha para defenderse. No sería posible defenderse contra todos los ataques. Aún así, en el instante en que todas las lanzas llegaron, ella usó la alabarda para defenderse y sostuvo su espada con su mano izquierda para complementarla.

Estrechó los ojos, mirando las lanzas que se acercaban a ella delante de sus ojos. Y entonces…

—Rompeos en pedazos, humanos.

De repente, una sola espada larga cayó desde arriba.

Todas las lanzas que apuntaban a Riku cayeron al suelo rotas, y los cuerpos de los Espiritistas cortados en dos.

Frente a Riku, que estaba sorprendida al ver a sus blancos morir repentinamente, un par de alas de Dragón se extendían ampliamente. Aunque las alas se fusionaron con la oscuridad de la noche, era como si las dos estuvieran brillando.

—Has aguantado muy bien, Riku.

Volviendo la cabeza hacia Riku, ella vio dos ojos azules, iguales al amplio cielo.

—¿Teniente General, Leivein?

Era alguien que no debería haber estado aquí.

Riku había oído que estaba en una guarnición cercana, pero no escucho que fuera a venir. Sin poder aceptar la buena suerte que estaba frente a sus ojos, abrió la boca con una expresión sorprendida.

A su lado, corriendo ahora hacia Riku, estaba el Sargento Mayor conejo.

—Vinimos a ayudar. Es demasiado peligroso sólo para ustedes dos, Capitán.

Roppu Nezaarand apoyó a Riku en el hombro.

—¿Sargento Mayor Nezaarand?

—Cuando llegué a la posada, los Espiritistas que se dirigían allí ya habían sido asesinados. Capitán, por favor, descansa aquí. Que el Teniente General se ocupe del resto de los enemigos.

—No… No puedo dejar que él haga todo el trabajo por sí mismo.

Poniendo la espada en su vaina, ella sostuvo su alabarda llena de energía.

Quería luchar junto con Leivein algún día.

Quería luchar junto con Leivein, al igual que sus alas.

No quería ser una carga, incapaz de luchar.

—Sargento Mayor, te encargo a Vrusto.

—Eh, pero, ¡el Segundo Teniente Vrusto ya está siendo ayudado por la Teniente Coronel Fostar… ¡¡Más bien, será peligroso si no descansas!!

Sin escuchar el consejo de Roppu, Riku se apresuró hacia la ola de Espiritistas.

La mayoría ya había perdido la vida a manos de Leivein. Su gran espada goteaba sangre y hacía un sonido agudo al cortar el aire.

Aunque estaba siendo temeraria, acababa con los enemigos que intentaban atacar a Leivein por detrás.

 

—Ve a descansar. ¿No te ordené que hicieras eso? —murmuró Leivein mientras cortaba Espiritistas.

— ¡No! No puedo dejar que al Capitán hacer todo el trabajo —gritó Riku mientras giraba su alabarda y mataba más Espiritistas.

Él vio su actitud de reojo mientras aplastaba cabezas de Espiritistas con sus manos. Las comisuras de su boca se elevaron levemente.

— ¿Es así? Entonces, da lo mejor para matarlos a todos.

— ¡S-Sí!

Recibiendo las palabras de Leivein en su corazón, Riku balanceó su alabarda. Parecía que su cuerpo tenía más energía que antes, como si su cuerpo agotado que había alcanzado sus límites, hubiese resucitado.

Cubierta de sangre, corría por la calle matando Espiritistas, cuyos números caían cada vez más. Un Espiritista que entendió que debía ir a buscar refuerzos no pudo escapar a la velocidad de Roppu.

Después de matarlos uno a uno, finalmente Riku presionó su alabarda contra el cuello del último Espiritista restante.

—Y contigo… se acabó.

El último Espiritista superviviente tenía una expresión llena de miedo. Riku pensó que iba a suplicar. Pero con su voz temblorosa, gritó como si dirigiera su voz a alguien.

—¡V-Viva Cellia-sama!

—Oh, lo siento, pero esa voz no llegará a nadie.

El Espiritista que gritó palabras de alabanza para escapar del miedo a la muerte perdió la cabeza en un instante. Con los ojos bien abiertos de miedo, mientras alababa a alguien… murió fácilmente.

Después de confirmar que Riku había matado a la última persona restante, Leivein caminó hacia Charlotte, quien estaba siendo vigilada por Vrusto y Keity.

—He llegado tarde, Charlotte-sama.

Se arrodilló en silencio y bajó la cabeza hacia su superior del Ejército del Señor Demonio.

Mirando a Leivein arrodillarse, resopló.

—Has llegado tarde. Aunque hubiera sido mejor si hubieras venido conmigo para empezar… Bueno, está bien. Si no fuera por tu subordinada, tal vez ya no estaría respirando. Le daré una recompensa más tarde —declaró con tono autoritario.

—Sí.

—Bien, ahora volvamos a casa. No pudimos encontrarnos con Shibira, pero… No hay manera de que podamos hacerlo después de toda esta conmoción.

Charlotte comenzó a caminar y Keity la siguió. Aunque todos estaban alegres con la sensación de querer volver a casa, sólo una persona sentía que no debían volver aún.

Era Riku. Sin mover sus pies, sus ojos brillaban de una manera extraña.

Al ver a Riku así, Vrusto tuvo ganas de reprenderla. Después de un suspiro, estaba a punto de decirle algo, pero Leivein fue más rápido con las palabras.

—¿Qué pasa? Vamos.

En lugar de Vrusto, Leivein le dijo a Riku que se moviera. Pero Riku sacudió la cabeza.

—No, no hay necesidad de volver. Ahora que llegó el Capitán Leivein, será fácil.

Mataron al enemigo. Justo en este lugar, mataron a la mayoría de los Espiritistas estacionados en la ciudad. Dado que ese era el caso, todo sería fácil. A sus ojos, la imagen de Rook, sentado cómodamente en la residencia ahora mismo, se reflejaba en sus ojos.

—Si el Capitán está aquí, podemos romper las defensas de esa residencia en un instante. ¡¡Y luego, y luego…!!

—¿Y entonces, matar a una persona que está en esa residencia? —dijo Leivein en voz baja.

Riku asintió con la cabeza llena de energía. Mientras miraba sus ojos azules, ella expresaba sus pensamientos más sinceros.

—Sí. Parece que el siguiente jefe de la Familia Barusak está allí. Si lo matamos ahora, creo que será mucho más fácil para nosotros avanzar hacia la tierra donde el Señor Demonio fue sellado.

—Ya veo.

Leivein asintió con la cabeza. Mientras sacudía la sangre que estaba pegada a su gran espada, miró a Riku.

—Pero ahora mismo, nos retiraremos —agregó con el mismo tono.

—¡¿QU-?! ¡¿Por qué?!

Debido a la sorpresa, Riku dio dos pasos atrás.

No creía que su propuesta fuera a ser rechazada. No sabía de Charlotte o Keity, pero si era su amado y respetado Leivein, pensó que sería capaz de entenderlo. Tenían suficiente poder de combate. No sólo podía luchar ahora mismo, sino que con Leivein, saldrían victoriosos.

Sin embargo, sin pensarlo siquiera, su propuesta fue rechazada. Leivein extendió su mano a la cabeza de Riku.

Después de ver cómo esas manos aplastaban cabezas tantas veces, Riku se preparó inconscientemente.

Tal vez estaba a punto de morir como un castigo por dar un consejo que no le convenía a Leivein.

—¿Te has degradado a un asesino que confía en esconderse para atacar?

La mano de Leivein acarició suavemente la cabeza de Riku.

Ella se sorprendió por sus motivos para rechazar su propuesta. Pensaba que era porque Charlotte había declarado que volverían a casa, o porque no tenían suficiente poder de combate, pero la razón era completamente diferente.

También estaba sorprendida porque la hubiera acariciado en la cabeza. Su pelo rojo que estaba cubierto de sangre estaba siendo acariciado por Leivein sin ninguna vacilación.

—Si quieres mostrar tu poder, debes hacerlo en una batalla justa. Esconderse en una sombra y atacar es algo que sólo las personas débiles hacen. No es digno de las personas fuertes

Leivein acariciaba suavemente su pelo ensangrentado.

No podía considerarlo como la misma persona que había estado matando a los enemigos hasta hace unos momentos. El corazón de Riku se llenaba de felicidad poco a poco luego de superar su sorpresa. Ella abrazó los sentimientos que se sentían como si hubiera sido reconocida por Leivein.

—Puedes dejar caer el martillo sobre los que te despreciaron en el campo de batalla. Hacerlo con el poder que has estado entrenando… Espero mucho de ti, Riku.

Mientras miraba sus alas extendidas a su espalda, Riku saludó.

— ¡Sí, entendido!

En la batalla de hoy, si Leivein no la hubiera salvado, estaría muerta.

Era la segunda vez que él salvaba su vida. Aunque la había reconocido, este tipo de cosas no servían.

Quería ser más fuerte. Más fuerte y más útil. Ya que su vida fue salvada, quería luchar a su lado para poder salvar su vida a la hora de la batalla.

Hasta su último aliento.

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