Riku – Capítulo 4: El pueblo oculto

Traducido por Kaori

Editado por Kaori

Corregido por Sharon


Los demonios son unos bárbaros lamentables.

Se parecen a los humanos pero alguna parte de su cuerpo tiene un rasgo animal distintivo. Son fieras rabiosas, que ya han destruido muchos territorios y, al final, llegaron al Reino Shiidoru.

El Rey en aquellos días, Fifus Shiidoru, era demasiado benévolo para su propio bien. El ejército del Señor Demonio se acercaba y sólo había una solución aceptable para el gobernante.

—¡No podré soportar que las personas sufran si el reino es invadido!

El amable Rey Fifus propuso la paz.

Con pocas tropas, se dirigió al territorio de los demonios para firmar un tratado. Sin embargo, donde se suponía que se llevaría a cabo la reunión, el Señor Demonio decapitó al incauto Rey.

De un golpe segó la paz a la que Fifus Shiidoru aspiraba. Los Demonios, que no conocen la palabra “negociación”, marcharon hacia la capital sin ningún remordimiento.

El primogénito, Shikus Shiidou, estaba determinado a entregar su vida luchando hasta el fin para salvar a su pueblo. Sin embargo, las familias espiritistas no estaban a favor de semejante insensatez.

—Si el Rey muere, el Reino caerá. No podemos ganar contra el Señor Demonio, pero tal vez podamos sellarlo, eso debería detener la invasión.

El Rey aceptó su propuesta y partió junto a cinco espiritistas para llevar a cabo su plan.

El príncipe Shikus luchó contra el Señor Demonio en un combate a muerte que se extendió durante tres días y tres noches. Al amanecer del cuarto día, logró atravesarle con la espada de sellado. Y el diablo, maldiciendo y debatiéndose dejó de moverse.

Desde ese momento, los Demonios, que tenían la inteligencia de un animal, no fueron capaces de actuar sin gobernante. Así que, lentamente, fueron cazados por el príncipe y los espiritistas.

De esta forma el Reino de Shiidoru alcanzó la paz.

Sin embargo, el Señor Demonio no está muerto. Las familias de los 5 espiritistas que ayudaron al príncipe, vigilan el lugar donde permanece sellado.

Publicación extraída de la historia militar espiritista del Reino de Shiidoru, Volumen: Sellado del Señor Demonio.

♦ ♦ ♦

Pasaron varios días desde que salimos de la ciudad de Perikka.

No puedo seguirles el ritmo a Piguro y Leivein, que caminan a grandes zancadas delante de mí. Ni siquiera cuando tropecé con la raíz de un árbol y casi caí me hicieron el menor caso. Siguieron caminando a través del bosque.

Tal vez si me detengo me dejen atrás, pero la idea de escapar ya no me resulta atractiva. Aunque sean Demonios, me consideran necesaria y útil, así que para cumplir sus expectativas sigo moviendo mis pequeños pies.

Observé en silencio la espalda de Leivein. Después de matar a los hombres me dio comida, agua y también curó mis heridas. Ya no sentía frío ni dolor, ni los volvería a sentir, pero después de eso ya no me dirigió la palabra, ni siquiera una mirada, y eso me ponía nerviosa.

Piguro sí que me miraba, pero como si fuera una sucia existencia.

En algún lugar de mi corazón, sentí frío por mi situación actual. Tal vez lo mejor que podía hacer era centrarme en la comida y el alojamiento que obtendría gracias a ellos y olvidarme de todo lo demás.

—Ah, por fin estamos aquí. Aunque tenía la esperanza de que ella no lo lograra… —murmuró cansado Piguro alejándose un poco.

Ambos se detuvieron así que yo también lo hice. Parece que el bosque termina aquí. Son más altos que yo y me tapan la vista, desde aquí no atisbo lo que hay más allá.

—Riku, ven aquí —me llamó Leivein.

—¡S-Sí!

Volver a oír su voz me proporcionó algo de calor, así que fui alegremente a su lado.

Cuando ví lo que había delante, no pude ahogar la exclamación de sorpresa. Ante mí se erigía una ciudad impresionante excavada en un escarpado valle de paredes rocosas.

Cada apertura en la roca quedaba oculta tras una tela, seguramente a modo de puerta. También me fijé en una bandera con el dibujo de un dragón ondeando al viento.

Era distinto a lo que esperaba. Imaginé que me toparía con un pequeño pueblo desolado y no fue así, pero todavía estaba dentro de mis expectativas. A fin de cuentas, se trataba de una pequeña ciudad oculta entre las rocas, lejos de los humanos y ubicada en un lugar escarpado.

—¿Es este el pueblo de los Demonios?

—No, no lo es —dijo Leivein negando con la cabeza.

Con calma nos dirigimos al pueblo, caminaba intentando ocultarme en su sombra.

Allí había varios demonios entrenando para el combate: unos, más musculosos, perfeccionaban su técnica con la espada. Otros elaboraban arcos y afinaban su puntería y unos más alejados luchaban con los puños desnudos.

Algunos tenían tanta fuerza que cuando pateaban a un oponente, éste salía volando y se estrellaba contra la pared de roca. Los que parecían instructores, atacaban a traición a sus discípulos, mientras éstos tomaban aliento.

—Ah, ¡capitán Leivein!

Cuando nos acercamos, los Demonios se arrodillaron al verle. Eso me sorprendió.

La estatura de Leivein era ligeramente superior a la mía, pero aunque se consideraría joven, muchos demonios agachaban la cabeza ante él.

—¡Bienvenido de regreso, Capitán!

—Hmm. —Su expresión no cambió para nada, parece que esto es el pan de cada día.

No tenía muy claro qué hacer, así que permanecí escondida tras él. Observé a los Demonios inclinados, hasta que mi mirada se encontró con los ojos de uno con cabeza de lobo.

Éste entrecerró los ojos sorprendido y olfateó en mi dirección.

—Capitán, ¿quién es esa niña? Por alguna razón huele a humano.

—Sí, es humana —declaró Leivein con calma.

Con esas palabras, todos los presentes se levantaron como un huracán y me miraron amenazantes, destilaban rabia y odio. Si las miradas mataran, habría sido acuchillada sin compasión.

Intenté sobrellevarlo, pero inconscientemente retrocedí.

—No hay nada que temer Riku, sólo es su naturaleza —me dijo Leivein, sin apartar la vista de ellos.

Aunque me diga que no me asuste, en semejante situación, lo raro sería estar tranquila. Sin embargo, ahora que se ha adueñado de mi nombre, sus órdenes son absolutas, así que no puedo desobedecerlo.

Me mantuve todo lo firme que pude, pero seguía temblando.

—Esta es la primera base del cuarto batallón del que estoy al mando… Conocida como “La Fortaleza del Batallón del Demonio Dragón”. En tiempos de paz, proporcionamos entrenamiento militar.

—¡Capitán Leivein! —El demonio lobo habló mientras daba un paso al frente, pero él seguía hablando conmigo. —¡Capitán! Se trata de una humana, ¡no me diga que tiene la intención de unirse a nuestro batallón!

—Quinto líder Vrusto, ¿acaso no tiene ojos? Es obvio que sí.

—¿¡Qué!?

—Sí, es humana, pero desborda talento.

—¡Me niego rotundamente! —Vrusto apretaba con tanta fuerza los puños que le sangraban. —Los humanos son unos bellacos. A lo largo de los años nos han oprimido, ¿olvida que sellaron al Señor Demonio cuando estaba desarmado para negociar la paz? ¡¡Incluso le culparon por la muerte de su Rey!!

—¿Eh? —Esa historia es opuesta a la que me han estado contando toda la vida. La sorpresa se reflejó en mi cara y Vrusto no desperdició la ocasión para seguir.

—Por favor mírela, es puro teatro, intenta parecer confundida. No tiene sentido que se una, es más, ese broche de su ropa… ¿no es el emblema de esa famosa familia de espiritistas?

—¡Es cierto, Capitán! ¡Esa chica. sin duda, lo está engañando!

—En primer lugar, el color rojo de su pelo es repulsivo. No sé qué está pensando, Capitán.

—Por favor reconsidérelo.

Tras las palabras de Vrusto, siguieron los argumentos de los demás. Cada frase, era una puñalada en mi corazón, me estaban destrozando.

Levanté la vista para observar el rostro de Leivein. Había cerrado sus ojos y, no sabría decir qué estaba pensando. El ambiente se volvía cada vez más sombrío y la calidez anterior parecía una ilusión.

Todo fue inútil, si me rechazan seré expulsada también de aquí. ¿Qué se supone que debo hacer?

—Ya veo, hay algo de verdad en vuestro razonamiento, pero puede sernos útil. Así que se queda. Sin importar su origen o raza, a partir de este día, Riku forma parte del Batallón del Demonio Dragón. —Vrusto y los demás miraban estupefactos al capitán, pero éste terminó su anuncio sin darles la mayor importancia. —Quinto Líder Vrusto, le encargaré su cuidado. Entrénela bien.

—¿¡Qué!?¿¡Yo!?

—No acepto quejas. Sólo hazlo. —Finalmente me miró.

Sus vivaces ojos azules reflejaban mi pequeña figura, me enderecé para mejorar mi aspecto.

—El lado victorioso puede cambiar el pasado según le convenga. Tus antepasados vencieron y por eso, nuestra historia fue mancillada. Ocurre lo mismo con tu cabello, es poco común y por eso, no importa lo bonito que sea, será despreciado. Las personas débiles y la pequeña minoría, no pueden contra la mayoría. Asegúrate de recordarlo.

Acarició mi cabeza con delicadeza.

—Domina todo aquello, que se interponga en tu camino. Espero mucho de ti, Riku.

Tras esas palabras se marchó, junto con Piguro.

Me quedé allí, en silencio observando a los demonios delante de mí. Todos empezaron a dispersarse y a regresar a sus tareas, excepto Vrusto.

—De verdad … Bueno son órdenes del Capitán, así que no tengo elección. ¿Para qué traer a una humana? Qué pasatiempo más extraño… En fin, ¡mocosa, ven aquí! —Vrusto me llamó mientras se rascaba la cabeza.

Podía escuchar las quejas que murmuraba, pero le ignoré. Toqué el lugar donde Leivein me acarició mientras miraba ensimismada la dirección en la que se fue.

Los Demonios son malvados, se parecen a nosotros pero no son humanos. Sus ojos dan miedo, pero no me tengo otra opción, no tengo a dónde ir.

Tengo que ser fuerte, tal vez estos demonios… ¿sean buenos? No, eso es imposible, conozco las historias mataron y mutilaron a muchos hombres, la palabra “bueno” no puede definir a un demonio.

—¡Si sigues perdiendo el tiempo allí te mataré mocosa! —Volví al presente con el grito enojado de Vrusto.

Parece que me ha estado esperando y, por como patea el suelo impaciente, es obvio que no está de muy buen humor.

—¡S-Sí, ya voy! —corrí hacia Vrusto.

No sé si es un buen tipo o no, pero ahora mismo no es el mejor momento para divagar sobre eso.

No tengo a dónde ir, pero Leivein me ha aceptado tal como soy, así que daré lo mejor aunque sólo sea por un tiempo. Creo que las cosas se empiezan a encarrilar.

Por primera vez, alguien alabó mi pelo… Es una extraña sensación.

3 respuestas a “Riku – Capítulo 4: El pueblo oculto”

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