Vida en prisión de la villana – Capítulo 22: La asistente le entrega algo a su señora

Traducido por Den

Editado por Sharon


—¡Bien, no dejes pasar ni un solo ratón! ¡Aumenta la seguridad y prepara un bloqueo adecuado alrededor de Rachel!

Varios caballeros se posicionaron alrededor de cierta mazmorra en la dirección del príncipe Elliot. Muchos caballeros de la Orden de Caballeros cambiaron de turnos, ocultándose, y esperando atrapar al contacto de Rachel con el mundo exterior.

—No importa cómo lo pienses, Rachel debe haber abierto su celda para recibir nuevos suministros. Si no, entonces no hay ninguna forma de explicar la aparición de los nuevos muebles que tiene. Vamos a atrapar al chico que trae cosas y frente a sus ojos le haremos sentir nuestras tácticas de inanición.

Sykes estaba explicando la estrategia a sus compañeros caballeros. Desafió a Rachel a escuchar desde el interior de su celda.

Cada caballero se escondería en las sombras de algunos árboles o plantas cercanas, vigilando la ventana de ventilación para capturar a cualquiera de sus agentes esenciales que se acercaban descuidadamente. Si su último rayo de esperanza fuera capturado ante sus ojos, entonces Rachel seguramente se daría por vencida.

—Por supuesto… Parece que todavía no hay ningún movimiento de la casa del duque, ¿qué está pasando? —murmuró Elliot, sintiéndose irritado. No sólo la casa del duque no hacía ningún movimiento para rescatarla, sino que el duque y su esposa fueron en la dirección opuesta y se fueron de viaje—. ¡¿No pueden comprender la situación actual?! ¡¿No se han dado cuenta de que su hija ha sido acusada de un crimen y arrestada?! ¡Normalmente enviarías al menos provisiones!

—Su Alteza, ¿quiere que envíen suministros a mi hermana? ¿O no quiere…?

Elliot quedó atónito por un momento ante el punto de George, pero finalmente logró inventarse una respuesta.

—Por supuesto, es imposible que esas provisiones lleguen a Rachel. Sin embargo, me gustaría que esos padres intentaran mostrar sus sentimientos al enviar algunos dulces. ¡De verdad, ¿qué está haciendo el duque?!

—¿Debería entregar algo de la tienda cercana a nombre de mi padre?

—Hmm, me lo comeré delante de ella.

—Ah, estabas pensando en un acoso más apropiado…

Mientras tanto, había alguien que no estaba prestando mucha atención al alboroto que se estaba armando afuera. Hoy también Rachel se había puesto su antifaz, hundiéndose en la cama y soltando un suspiro de satisfacción mientras se quedaba dormida.

♦ ♦ ♦

El mayordomo estaba terminando otro día ocupado lleno de su trabajo más el de su Señor, cuando Sofía apareció ante él.

La asistente de su señorita parecía estar lista para salir con un bonito manto con capucha sobre la cabeza.

—Jonathan, me reuniré con mi lady.

—Ah, ¿es así? Por favor, asegúrate de decírselo a los otros sirvientes.

La mano del mayordomo dejó de escribir cuando levantó la cabeza. Sin embargo, se puso rígida ante lo que dijo a continuación.

—Meia y yo iremos juntas a un viaje de negocios durante dos o tres días, así que no nos esperes hasta entonces.

Aunque su Señor no está presente, ¿por qué un par de doncellas tendrían que hacer un viaje? Pensándolo por un momento, Jonathan una vez más comenzó a firmar documentos sin decir nada.

—Bien. Cuídate.

Es inútil preocuparse por los detalles cuando se trata de la señorita. 

♦ ♦ ♦

Sofía se dirigió hacia el Palacio Real, caminando hacia la entrada lateral de una tienda en una manzana cercana.

Mostrando su rostro en la oficina, recibió un informe del representante de la compañía.

Era un frente disfrazado de negocio justo. Aquí era donde entran en contacto con zonas remotas. Donde preparan suministros para la señorita. Donde trabajan para cumplir con las solicitudes que la señorita les había pedido específicamente… Esta tienda cerca de la casa del duque era la Compañía Gato Negro, la base de Sofía y los otros miembros de Los Gatos Negros de la Noche Oscura.

Después de confirmar que no había ningún problema, inmediatamente sacó el carro. Ya había sido preparado para partir a la llegada de Sofía, así que con una escolta acompañándola, pudo subirse en la parte trasera. Con el carro atravesando el portillo del patio trasero, la tienda no parecía diferente de lo habitual.

♦ ♦ ♦

Aunque pensaras que ser el portero del Palacio Real era un trabajo ocupado, solo era verdad hasta alrededor del mediodía. Todos los que estaban allí para hacer negocios ya estarían adentro y ningún visitante llegaría tan tarde. Por eso cuando ya es muy de tarde, verás que no hay casi visitantes en el castillo o carros entregando víveres.

En tal lugar, apareció un pequeño vehículo sin características remarcables.

—¡Alto! Um… ¿A qué estación estás entregando esto?

Un portero lo recibió. Mientras intentaba averiguar a dónde iba, el cochero sonrió desde su asiento y se quitó el sombrero para saludar.

—Sí, tengo una entrega de comida para gatos.

—Entendido, ¡adelante!

El portero hizo una señal mientras le entregaba al conductor un pase y otro retiraba la barricada que bloqueaba el camino. El cochero le hizo un gesto antes de que el carro continuara su camino.

Parece que habían enviado una notificación desde la primera puerta, ya que cuando el carro llegó a la segunda, se le permitió un pase libre.

El vehículo finalmente pasó delante del calabozo y se detuvo en la puerta trasera.

Sofía saltó desde el portaequipajes del carro. Mientras tanto, el cochero y la escolta retiraron el dosel y comenzaron a descargar el equipaje.

Un caballero de repente se acercó hacia ellos desde detrás de un follaje cercano. Se detuvo frente a Sofía e hizo una reverencia.

—¿Eres un perro? —preguntó ella con tranquilidad.

—En este momento todos los que están de guardia son gatos. Los demás están vigilando de cerca. La patrulla de hoy no pasará por la prisión hasta dentro de tres horas.

Si miras a tu alrededor, verás que varios de los empleados inferiores del Palacio Real se habían reunido para ayudar a descargar los víveres. Sofía les encargó la entrega y bajó a  la mazmorra.

♦ ♦ ♦

Al darse cuenta de la situación, Rachel retiró el candado y soltó las cadenas de los barrotes. En cuanto a la cerradura de la celda, actualmente estaba en el proceso de tratar de abrir la cerradura con destreza con su mano sobresaliendo de entre los barrotes.

—Mi lady… Por favor, utilice la llave para abrir la puerta —Sofía expresó sus quejas pero Rachel respondió dando poca importancia a las palabras de su sirvienta.

—Si no utilizas tus habilidades de vez en cuando, seguramente se oxidarán con el tiempo.

—Sin embargo, se darán cuenta del truco cuando noten rasguños extraños. Y, ¿qué hará si rompe la cerradura por accidente?

—¿No crees que sería interesante si sólo pudieras deslizar estos barrotes y colocarlos contra la pared?

—Por favor, guárdelo para la próxima vez.

—¿Volverás a entrar…?

Sofía empujó a su señorita a un lado mientras abría la puerta de la celda con la llave que solo el guardia de la prisión debería tener. Por cierto, Rachel también tiene una copia de esta llave. Sólo que no la usa por el orgullo de un cerrajero (mentira).

—¿Han habido inconvenientes en su estadía?

—Nada en particular. He podido dormir bien desde que cambiamos mi cojín por una cama… Y mi libro va bien..

—Hemos cargado la muestra de la Compañía el Gato y el Ratón en el carruaje. Por favor, échele un vistazo más tarde… Todavía no ha pasado un mes, ¿por qué ya ha escrito diez volúmenes?

—Fufu, la historia avanza por su cuenta cuando los personajes están vivos. —Rachel cruzó la puerta y salió de su celda por primera vez en casi un mes—. ¡Nmmm! ¡Ha pasado mucho tiempo desde que probé el aire del mundo exterior!

—Acaba de salir de los barrotes; el aire aquí no es nada diferente al que respiraba antes. No tenemos mucho tiempo, así que por favor, rápido y siéntese aquí.

Sofía sentó a Rachel en la silla del guardia de prisión, colocando una peluca morena en su cabeza y peinándola. En principio, Rachel tiene el pelo largo, por lo que tiene que utilizar una peluca más oscura para esconderlo bien. También es necesario que su cabello esté recogido para que pueda reunirse con la gente.

—Aquí tiene entradas para un asiento de palco en el Teatro Real. El programa es “El príncipe y el chico vagabundo”. Como el joven maestro estará en casa hoy y mañana, le hemos reservado una suite con dos camas individuales y un salón en las Nuevas Hojas Verdes. Haremos que Meia la espere en el hotel cuando esté lista para regresar a la mazmorra. Por favor, informe a Lisa a través de Meia si tiene algún negocio dentro de la mansión.

Rachel sonrió satisfecha, comprobando su cabello en un espejo después de cambiarse a un atuendo nuevo.

—¡Hace mucho tiempo que no veo a Alexandra! Ya ha pasado más de un año desde que siguió a su padre cuando se mudó por un trabajo nuevo…

—Ya recibimos un mensaje de la otra parte diciendo que realmente quieren verla y escuchar todo lo que está sucediendo. También recibimos una carta de Martina disculpándose por no poder llegar a tiempo.

Sofía se quitó el manto y la capucha mientras hablaba. Su cabello grisáceo había sido teñido de un marrón chocolate, y estaba peinado de la misma forma que el su señora. La ropa que llevaba puesta era la misma que la de Rachel. En realidad, como ambas tenían alturas y figuras similares, podían engañar a cualquiera al usar la misma ropa y desprender un aire similar.

—Ojalá te hubieras cambiado de ropa aquí. ¿La talla está bien?

—Pero entonces no habría habido suficiente tiempo para preparar el ambiente adecuado dentro de la prisión. El poco espacio extra en el pecho me está irritando.

—¿No sería mejor decir que eres razonable? Tienes mejor forma que el saco de arena.

—Esa joven generalmente alegre, ¿eh?

El cochero bajó del carro e informó que la carga y la descarga habían terminado.

Rachel se puso el manto y la capucha de Sofía, quien entró en la celda, asegurándose de no pasar nada por alto.

—Por cierto mi lady, la última vez tampoco había basura por aquí. ¿Qué hace después de terminar de comer?

—¿Hm? ¿No es una buena higiene eliminarla? Si lo tiras por la ventana hacia el patio trasero, alguien se quejará… Pero si lo tiras en la celda de enfrente, el señor guardia de la prisión solo lo recogerá.

La persona que dijo algo probablemente fue alguien que amaba mucho el patio trasero.

—¿Es así? Entonces está bien.

Sofía finalizó el tema sin entrometerse demasiado. Mientras se resuelva el problema, un detalle trivial no molestaría a Rachel en absoluto. Ambas son sencillas; una maestra y una sirviente que son muy similares entre sí.

Rachel cerró la celda desde afuera y Sofía envolvió la cadena alrededor de los barrotes y volvió a colocar el candado. Solo en este momento Sofía, que había sido el epítome de la compostura hasta ahora, casi lo dejó caer antes de recuperarlo rápidamente.

—Mi lady, levantar esta cerradura…

—Si no puedes levantarla, entonces no podrás preparar la ballesta ni estar a la altura de los rumores.

Probablemente sólo hay una mujer noble en el mundo que amenazaría a un príncipe y después difundiría los rumores.

Rachel también comprobó si quedaba algo.

—Recientemente he cambiado mi estilo de vida y me he estado quedando despierta hasta altas horas de la noche. Siempre y cuando tengas el futón sobre de ti, el guardia de la prisión no te llamará. Es posible que tengas que responder si el grupo de Su Alteza hace una de sus visitas ocasionales… Pero estarás bien, ¿verdad?

Desde el interior de la celda, Sofía se llevó la mano a la garganta y tosió un poco. Luego…

—Nuestras apariencias son bastante similares con un poco de maquillaje, así que mientras las luces estén apagadas, no debería haber nada raro… al menos para Su Alteza y el saco de arena, ¿verdad?

Pudo responder perfectamente imitando la voz y el tono de Rachel.

La satisfacción de Rachel se manifestó a través de una sonrisa, e indicó a los demás en la habitación que comenzaran a subir las escaleras.

—Muy bien, Sofía, nos vemos a la misma hora pasado mañana.

—Sí, por favor, disfrute su fiesta de pijamas.

—Lo intentaré incluso si el tema de conversación son Su Alteza y George.

♦ ♦ ♦

Rachel salió de la mazmorra, mirando el cielo despejado por primera vez en casi un mes antes de abordar el carro.

Mientras el vehículo se sacudía al moverse, Rachel entrecerró los ojos y descansó la barbilla en la palma de su mano.

—Bueno, entonces… Comencemos por las extremidades.

6 respuestas a “Vida en prisión de la villana – Capítulo 22: La asistente le entrega algo a su señora”

  1. Se supone que algunos son parte de la organización de los gatos negros… O son racionales acerca de no vigilar a alguien, que de ir si ya está en prisión.

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