Villana en un otome, ¿cómo acabaron las cosas así? – Capítulo 62: El mismo nombre (6)

Traducido por Herijo

Editado por Raon Miru


Puesto que no había visitado a Elise en un largo tiempo, buscó una razón para explicarle. Antes de notarlo, había soltado la excusa de que el entrenamiento se había vuelto más difícil por lo que no tenía el tiempo para visitarla al no ser capaz de pensar en algo mejor.

Un pesado sentimiento parecido al lodo se acumulaba en su pecho.

En su mente, tres chicas se mantenían apareciendo y desapareciendo, intercambiando lugares.

Los nobles son terribles. Mientras los aldeanos están en una horrible situación, ellos viven la buena vida y pierden el tiempo felices.

La Hermana de ojos como el amanecer y su débil sonrisa era después sustituida por la efímera sonrisa de Elise, resultando en ella sacudiendo su cabeza con tristeza.

Después de ellas, la gélida expresión de Eliza y sus ojos como la sangre, junto a las palabras que había dicho a través de los barrotes de la celda venían a su mente.

Las leyes del país están ahí para proteger a los ciudadanos. Nobles incluidos. La nobleza no son personas comunes, son los engranes que hacen funcionar a este país… Si gente tonta olvida eso y trata de herir a los demás, este país podría ser destruido. Tal como hizo mi padre.

Y de esa forma, continuaron intercambiando lugares, remplazándose la una a la otra, continuando sin fin, haciendo que la mente de Ratoka se sintiera extraña.

Por supuesto, esto afectaría su capacidad para concentrarse y sus habilidades físicas.

La espada de madera en sus manos fue sacada volando con gran fuerza, y la próxima cosa que supo es que estaba en el suelo. Sucedió tan rápido, que ni siquiera entendió lo que ocurrió hasta que su espalda comenzó a doler.

—Oye, no te estás concentrando.

Él permaneció en blanco paralizado por un rato, antes de que su voz saliera y alcanzará al hosco Gunther.

—Duele.

El hombre lo pateó ligeramente en la cabeza, antes de agarrarlo por la parte trasera de su camisa y levantarlo forzadamente del suelo.

—¡¿Qué estás haciendo?!

A pesar de que estaba siendo algo tosco y continuaba gritándole, todo lo que recibió como respuesta era una mirada en blanco. El soldado miró al niño haciendo que este retrocediera.

—Es suficiente por hoy…

—¿Eh?

—Solo has lo que se te apetezca hasta que comience el entrenamiento de marcha —dijo antes de marcharse de los campos.

—¿Qué fue todo eso?

La espada de madera del joven fue sacada volando con gran fuerza, había volado más lejos que cualquier otra ocasión.

♦ ♦ ♦

Mientras Paulo aplicaba algo de medicina a su espalda, Ratoka solo miraba de forma perdida al trigo siendo movido por la brisa en los campos.

—¿Qué te ocurre hoy? Pareces estar más distraído que de costumbre.

—Mmm…

Él apenas y respondió a la persona que atendió sus heridas, quien estaba preocupado por él, sin evitar pensar en las tres niñas que aún estaban en su mente.

A pesar de que realmente quería detenerlo y hacer que los recuerdos se fueran, notó que eran la manifestación de su propia confusión.

La chica que le había enseñado su sentido de valores.

La chica más importante para él en este momento.

Y la persona que más odia.

No sabía en quién confiar o en quién creer. Estaba perdido en confusión.

Sus emociones no habían madurado aún ya que había tenido una educación retorcida que distorsionó su desarrollo emocional. Su madurez era menor al promedio de su edad.

Lidiar con todos esos nuevos pensamientos y emociones le causaron una gran confusión.

Solo giraban y giraban dentro de él, pero no podía pensar en una respuesta, por lo que Ratoka decidió aún con una expresión en blanco preguntarle a Paulo que se encontraba atrás de él:

—Oye, los nobles son personas terribles ¿cierto?

Muchos de los soldados habían sido forzados a convertirse en bandidos debido al antiguo señor del territorio, por lo que lo odiaban y despreciaban. Y eso debería extenderse a su esposa e hijos. Su esposa tenía una mansión en la capital real, y rara vez se quedaba en el territorio, sus hijos eran gordos y feos, que disfrutaban molestar y torturar a la gente.

Pero, ¿por qué no incluía eso a Eliza, la única superviviente?

—¿A qué te refieres? A pesar de que el antiguo señor era en realidad terrible, el conde Terejia ha estado ayudándonos —respondió Paulo—. Claudia es una buena persona también, es agradable, divertida y nada arrogante.

Con aquellas palabras, él recordó a la bella chica de pelo rubio. Nunca le había hablado, pero la vio por los alrededores en muchas ocasiones. Era la asistente personal y guardaespaldas de Eliza, era todo lo que sabía de ella. Si no hubiera sido obediente, tal vez podría haberla visto más de cerca.

—Y en cuanto a Eliza… Definitivamente la odiaría si fuera un noble terrible como su padre, pero fue traída por el conde Terejia, y pienso que es una persona sensata. Claudia dice que es una buena persona, y todos los demás soldados la han reconocido, por lo que creo que lo único que podría decir es que es una buena noble.

El momento en que terminó de expresar sus pensamientos fue el mismo en el que terminó de aplicar la medicina en la espalda del niño, quien se paró en el acto.

—Bueno, si estás ansioso, ¿por qué no vas a verlo tú mismo? —dijo Paulo con franqueza.

—¿Qué?

Ratoka no pudo hacer otra cosa que pensar en sus palabras. Aunque quisiera verlo por si mismo, pero Eliza generalmente no venía a su mansión. Además, ya que Paulo era solo un soldado en entrenamiento le debería ser imposible acercarse a ella.

—No te preocupes, no es nada malo. Lo único que tienes que hacer es acompañarnos cuando nos despleguemos al Fuerte Jugfena.

—¿Desplegar?

Fue una palabra inesperada, por lo que solo pudo repetirla de forma aturdida.

El Fuerte Jugfena significaría ir a las fronteras del país. Considerado el lugar más peligroso en Arxia, que colinda con el país enemigo de Densel. Un lugar donde las personas debían estar preparadas para encontrar su muerte. A pesar de que él desconocía estos hechos, de alguna manera comprendía lo que significaba desplegar tropas ahí.

Sin embargo, más importante que eso, era que Paulo estaría dejando las barracas.

—¿Empezará una guerra?

Las palabras que salieron de su boca, no eran las que hubiera preferido decir si el soldado en verdad dejaría el lugar. Quería decir que los acompañaría, pero no pudo.

En el peor escenario, Paulo podría no regresar nunca por lo que Ratoka no tuvo el valor de decir adiós.

—No creo que sea a esa escala porque sería una especie de insurrección en el país vecino. He oído que solo nos dirigiremos para incrementar la seguridad. Nuestro territorio tomará unos cuantos refugiados, ¿lo sabías?

Él ya había escuchado acerca de los refugiados. Los soldados que lo habían capturado ahora estaban viviendo junto a él y le habían comentado acerca de ellos.

—Parece ser que debido al dominio del antiguo señor, el territorio no tiene suficiente población. No sé si fue el conde Terejia o Eliza quien lo pensó, pero parece ser que decidieron aceptar a los refugiados para ayudar a reconstruir el dominio y mejorar el desarrollo económico. Teniendo que tomar la responsabilidad por eso, es probable que sea la razón del despliegue de la armada al Fuerte Jugfena. Tal vez algunos otros territorios querían aceptar los refugiados y algunos otros estaban en contra, en cualquier caso al nuestro no le será posible permanecer fuera de la discusión.

Sin siquiera notarlo, Calvin había llegado a su lado trayendo un plato de comida y entrando a la conversación, parecía traer las porciones de ambos jóvenes sentándose al lado de ellos.

—Según Kamil, fue Eliza quien peleó de manera agresiva porque fuera nuestro dominio quien los aceptara, también fue ella quien desarrolló las contramedidas para las polillas de fuego. Si es cierto, entonces Eliza no se parece en nada al antiguo señor.

—Es muy pronto para decirlo —murmuró Rakota al escucharle.

—Eso es correcto. Aún no sé cómo resultará Eliza en el futuro, pero en este momento definitivamente está trabajando por el bien de la población. A parte, ella estuvo aquí en las barracas, haciendo su mejor esfuerzo en el duro entrenamiento a diario. Ustedes deberían saber mejor que nadie lo duro que es eso —dijo Calvin en acuerdo.

El niño no pudo siquiera mover su cabeza en respuesta ante lo dicho por él, quien sonreía de manera irónica. Lo que sí hizo fue hacerle una pregunta.

—¿También irás al Fuerte Jugfena, Calvin?

El soldado se quedó con una expresión en blanco antes de asentir con una sonrisa.

—Eso es correcto…

Las tres chicas finalmente habían desaparecido de su mente, pero en su lugar ahora tenía el presentimiento de que se separaría de los soldados.

Sintió tristeza seguido de un terrible sentido de vacío.

Ratoka estaba sin palabras.

 

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