Por mi culpa mi esposo tiene cabeza de bestia – Volumen 1 – Capítulo 6: Historia de la Bestia Sagrada en el Bosque Prohibido

Traducido por Kiara

Editado por Sharon


—Príncipe Klaudio, ¿podría repetir lo que acaba de decir? —Rosemarie lo miró fijamente con una expresión muy seria.

Ocurrió la noche después de que Klaudio se desplomó debido al té de Saola. Como no podía descansar demasiado, él se dirigió a cumplir sus deberes oficiales, y luego fue a la habitación de Rosemarie cuando terminó el día. Cuando llegó allí, le dio la noticia como si no fuera nada.

—Tienes prohibido beber Saola. No bebas nada hasta que el Maestro Edel termine su análisis.

—Saola… prohibido… —Ella había expuesto a Klaudio a un peligro mortal. No había maneras de que pudiera disculparse por eso. Sin embargo, aunque entendía por completo sus sentimientos, ¿no era suficiente con que él no lo bebiera?

—Ya me he tomado la libertad de ordenarle a la criada que recoja todo el suministro de Baltzar. Le he dado instrucciones explícitas para que se lo entregue al Maestro Edel a través de Alto, incluyendo el que envía Volland —le informó con una sonrisa en su rostro, casi como diciendo que ya había predicho cualquier idea brillante que Rosemarie pueda tener. Los hombros de la princesa se desplomaron con decepción.

Ahí va mi tranquilizante número dos… 

El número uno era su cubo.

Se desplomó sobre la cama con el viento golpeando fuertemente las ventanas mientras que Klaudio añadió más insultos a la lesión.

—Ah, sí. Y dentro de diez días, el príncipe a la corona de la nación vecina, Rivera, nos hará una visita en conjunto con su princesa heredera, así que será tu deber acompañarla. La nación de Rivera siempre ha sido un aliado cercano a Baltzar. Me gustaría que te comportes de la mejor manera posible. Lo que significa que absolutamente no usarás ningún cubo durante su estancia.

Rosemarie estaba conmocionada al saber que su tranquilizante número uno también estaba prohibido. Su espíritu parecía haber caído, pero Klaudio tenía una sonrisa irónica en su rostro por una razón desconocida.

—No necesitas parecer tan sombría. Claro, te he prohibido tu adorada saola y tu cubo, pero voy a darte algo bonito a cambio.

—¿Algo bonito? —¿Había algo mejor que esas dos cosas? Ella ladeó la cabeza, positivamente perpleja y siguió a Klaudio que la llevó fuera de la habitación.

Era tarde en la noche. Atravesaron el pasillo, que estaba vacío a parte de los caballeros de la patrulla que pasaban de vez en cuando por el camino, y se acercaron a la rosaleda que se veía desde los aposentos de Rosemarie. La misma rosaleda que ella quería visitar aunque ya había pasado su pico de floración, pero ver las hojas de un verde vibrante era una visión refrescante para su corazón.

—¿A dónde estamos yendo? —le preguntó Rosemarie a Klaudio por detrás mientras caminaba con ella, pasando también por la rosaleda. Todo lo que hizo fue sonreír sugestivamente sin darle una respuesta adecuada.

Pronto, llegaron a un jardín considerablemente apartado de los demás en el Palacio Real. Una ligera mirada reveló que el denso Bosque Prohibido, que residía en la parte trasera del castillo, estaba justo al lado. Lo que Rosemarie vio allí hizo que sus ojos se abrieran de sorpresa.

—¿Un invernadero?

Estaba al lado de un enorme árbol de teja como si ya hubiera sido olvidado. El reflejo de la luz de la luna le impedía ver lo que había dentro, pero el edificio de cristal era definitivamente un invernadero.

Klaudio la llevó adentro de la mano. Tal vez gracias a algún tipo de hechizo, una luz tenue iluminó repentinamente la habitación. Gracias a la luz, un montón de rosas con una variedad de colores habían florecido por todo el recinto. Sin embargo, quizás debido a la falta de mantenimiento, las ramas crecían a su antojo, con un aspecto un poco rebelde.

—Este lugar…

—Es un invernadero que el jardinero real solía usar en el pasado. Los sirvientes dijeron ver una especie de sombra acechando alrededor del Bosque Prohibido, y les asustó tanto que lo abandonaron. Debido a la propagación de esos rumores, muy poca gente se acerca a este lugar. Así que, te lo daré a ti.

—¿Me lo estás dando? ¿En serio? —Sus ojos se iluminaron y exploró la habitación. Había tenido un invernadero en su villa en Volland también, pero era mucho más pequeño que esto.

Miró a Klaudio con una gran sonrisa en su rostro, lo que provocó que él sonriera a cambio.

—Sí, de verdad. Me enteré por tu criada que eres una gran aficionada a la jardinería, ¿verdad? A cambio de prohibirte tomar tu adorada saola y el cubo, siéntete libre de usar este lugar. Sin embargo, también debes preocuparte de que el Maestro Edel use este lugar para una siesta por la tarde en ocasiones, o incluso que me acerque a este lugar mientras doy un paseo. Te lo estoy dando, porque asumo que no le temes al Bosque Prohibido.

—Mientras no me meta en el bosque, no debería haber ningún problema, ¿verdad? En ese caso, no tengo nada que temer. También estoy acostumbrada a usted y al Maestro Edel, así que estaré bien. ¡Muchas gracias por esto!

Como no se crió en Baltzar, el concepto de que el Bosque Prohibido era un lugar que inspira temor no era algo que se le había inculcado. Había estado fuera de discusión por un buen tiempo, pero ahora que las cosas se habían calmado, ella quería utilizar su pulgar verde en el jardín; incluso una maceta habría sido suficiente.

Cuando se dio la vuelta para mirar a Klaudio y darle las gracias, el cristal del invernadero actuó como un espejo improvisado, y el reflejo de su cabeza de León de Plata entró en su vista. Había pasado bastante tiempo desde la última vez que lo vio así, así que la asustó por una fracción de segundo.

—¿Tienes miedo? —Klaudio detectó rápidamente lo que estaba pasando y le hizo esa pregunta en un tono impasible.

—No, sólo me asuste un poco. Es sólo que mis ojos siempre muestran tu cabeza como humana, así que cuando te veo como la bestia sagrada, soy capaz de ver el resultado de robar tu maná con mis propios ojos.

Tenía que devolverle la maná para que pudiera tener el mismo rostro humano que ella veía a través de sus ojos, y rápidamente. De lo contrario, Klaudio sería expulsado de su posición de príncipe heredero.

Ese momento de profundo pensamiento le hizo llegar a una realización.

—Eso me recuerda. He estado posponiendo la pregunta por un tiempo, pero ¿por qué tener mana es un prerrequisito para acceder al trono?

—Oh, ¿eso? Supongo que es natural que no lo sepas. Nunca te lo dije, después de todo. Sería un inconveniente si esta información se difundiera demasiado. De hecho, sólo un cierto puñado de personas saben acerca de… —Klaudio cortó su oración de forma poco natural. Rosemarie miró su rostro con sospecha para ver que su expresión se había vuelto contemplativa y sombría—. No puede ser… ¿Podría haber una posibilidad de que Kastner no sepa…?

—¿Qué tiene que ver el Arzobispo? —preguntó.

El Arzobispo Kastner siempre lo desafiaba. Empezó a preocuparse de que pudiera haber algún tipo de problema en marcha. Se encontró tirando del puño de Klaudio, y él la miró, ligeramente sorprendido.

—Está bien, está bien. Te pondré al corriente, así que borra toda esa preocupación de tu cara.  —Klaudio aclaró ligeramente su garganta y sonrió irónicamente—. El palacio real de Baltzar fue construido para contener la propagación del Bosque Prohibido. El maná del rey es fundamental. Si el rey no tiene maná, entonces el bosque continuará expandiéndose, y la capital se verá invadida por árboles y finalmente caerá en la ruina.

—Caer en la ruina… —repitió, palideciendo de repente. Eso era algo que iba a terminar simplemente quitándole a Klaudio su posición como príncipe heredero—. ¿Significa esto que por casualidad hice algo que podría destruir la nación?

—En conclusión, sí. Aun así, tampoco le di a ese punto la consideración que necesitaba. A pesar de estar en una posición de responsabilidad, fui descuidado y corrí detrás de ti, en vez de dejarlo en manos de los caballeros que me rodean —dijo admitiendo que compartía la culpa. Rosemarie soltó la manga. Sin embargo, esta situación la convirtió en la causa número uno de todo esto—. En este momento, Su Majestad ha declarado que no me destituirá como príncipe heredero, pero probablemente tiene mucho que considerar. Por otra parte, me dejará luchar hasta que se demuestre que mi maná no puede ser recuperado pase lo que pase —aclaró con una sonrisa audaz, y Rosemarie bajó la mirada.

—Como… ¿Cómo es capaz de mantenerse tan fuerte, príncipe Klaudio?

—Porque mi vida y la de mis aliados penden de un hilo. Es lo correcto. Si fuera removido como príncipe heredero, tendría un final miserable. Y todos los que me siguieron podrían caer conmigo. Eso puede hacer que un hombre caiga en la desesperación.

El frío que corría por su columna hizo que Rosemarie se frotara el brazo. Volland era una nación libre de luchas políticas. Sólo ahora se dio cuenta de que había llegado a un lugar aterrador.

—Ah, vamos, terminemos con esta charla de pesimismo y tristeza. Ya que nos tomamos el tiempo para llegar aquí, ¿por qué no miras alrededor del invernadero? —expresó en tono alegre casi forzado mientras le daba un empujón en la espalda. Rosemarie finalmente levantó su cabeza.

Asintiendo, ella exploró el invernadero en desorden, y comenzó a caminar. Una vez que lo hizo, su mente quedó fascinada por los pequeños paisajes que podía observar.

—Oh, querido. Hay que sacar estos tallos. Me pregunto si se animarán una vez que les de algunos nutrientes. Estas maceta necesitan ser trasladadas a otras… ¡Ah! ¡Hay bichos!

—¡Rosemarie!

Ella caminó por el invernadero positivamente mareada y se separó de Klaudio. Fue entonces cuando de repente le agarraron el hombro.

—¡Rosemarie!

—¿Sí? ¿Pasa algo?

—Te he llamado un millón de veces. —Klaudio parecía enfurruñado, probablemente molesto porque no había respondido a sus llamadas. Ella parpadeó sorprendida antes de mirarlo.

—Me disculpo. Estaba distraída. No me he olvidado de usted, príncipe Klaudio, así que por favor no se moleste.

—Estoy bastante enfadado —refunfuñó Klaudio, tocando ligeramente su mejilla con su dedo. Parecía comportarse de manera infantil cuando estaban juntos. Una vez que ella suavemente sacó la mano que pellizcaba sus mejillas, Klaudio torció su boca insatisfecho—. Solo ha pasado un instante y ya te dejas llevar, espero que no pases todo el tiempo aquí o acaso ¿darte este lugar fue un error?

—Si fue un error, ¿entonces vas a quitármelo? Por favor, no digas eso ahora después de todo lo que ya has prometido. Además me has prohibido el saola y mi cubo, si ni siquiera puedo tener un jardín, entonces dudo que pueda seguir viviendo —dijo desanimada de que le negaran lo que pensaba que iba a recibir, haciendo que se formaran lágrimas en sus ojos cuando miró a Klaudio. Él se encontró instantáneamente sin palabras.

—Ya sabes, en tu caso, es probable que en verdad te eches a perder —dejó salir un suspiro de decepción y rápidamente se dirigió hacia la salida del invernadero. Rosemarie intentó seguirlo, pero tan pronto como salió, su pelo se enganchó en las ramas del árbol de teja.

—¡Ay!

—Aah, espera. Sólo quédate quieta. —Klaudio la ayudó a desenredar su pelo de la rama. Su cara se acercó a la de ella, tan cerca que podía ver sus largas pestañas proyectando una sombra sobre sus ojos, lo que hizo que su pulso se acelerara.

La princesa desvió su mirada tímidamente.

—¿Estaría bien si podara un poco las ramas de este árbol? —dijo para desviar la atención de sus ruidosos latidos. Klaudio parecía ligeramente indeciso, pero asintió con la cabeza en respuesta.

—El trabajo de esta cosa es alejar el mal. Ya que está cerca del Bosque Prohibido, sería preferible no cortarlo… —Klaudio peinó con sus dedos el cabello de Rosemarie ahora que estaba libre de la rama, y luego sonrió como si se le hubiera ocurrido una idea—. Como estaba diciendo antes, vamos a ajustar el tiempo. Tienes permitido estar aquí dos horas al día. Si quieres estar más tiempo, tendrás que esperar hasta que termine mis deberes.

—Teniendo en cuenta que no soy una niña, decidir el tiempo que puedo estar aquí parece…

—Si no eres una niña, entonces puedes aceptar el intercambio, ¿verdad?

Esa declaración la calmó, haciendo sonreír a Klaudio con diversión. Ella le dedicó una mirada amarga.

—Sí, pero me siento incómoda por tener que obligarlo a hacerme compañía después de terminar su trabajo, príncipe Klaudio.

—No te preocupes por eso. Los paseos nocturnos siempre han sido uno de mis pasatiempos —dijo Klaudio. Él sonrió cínicamente como si no fuera nada, pero recordó que Heidy dijo algo similar hace algún tiempo. También recordó que él no dormía con ella porque realizaba excursiones nocturnas. Después de pensarlo un poco, el significado volvió a su mente.

—Excursión nocturna, significa traicionar a su pareja, si recuerdo bien…

—¿Qué? ¿Y quién fue el que le enseñó ese significado? Lo que quiero decir es que camino por las noches. ¿Excursiones nocturnas? Lo hago porque de todas formas no puedo dormir —espetó, pellizcándole las mejillas con mal genio una vez más, y luego las soltó justo antes de que ella le dijera que estaba empezando a doler. Se preguntó por qué Klaudio le pellizcaba tanto las mejillas el día de hoy. Deseo tener su cubo antes de que su cara normal y corriente se hinchara y se volviera aún más hogareña. Mientras se frotaba la cara, pudo sentir los ojos de su esposa sobre ella—. Cómo estás tan preocupada por que te engañe, me pregunto qué es lo que piensas de mí.

—¿Eh…? —Él la miró fijamente, y Rosemarie pudo sentir su cara sonrojándose hasta el punto de hervir.

No era como si lo estuviera acusando. Al mismo tiempo, aunque sentía que no debía responder a esa pregunta, no sabía si podía darle una respuesta concisa. Sus labios temblaron con indecisión.

Sin embargo, estaba segura de que ver a otra chica al lado de Klaudio la pondría, más o menos, de un humor desagradable.

—De todas formas, olvida eso —dijo Klaudio para romper el hielo, aclarando torpemente su garganta y comenzando a caminar de nuevo—. El punto es que no tienes que preocuparte por mí de esa manera. Cuando estoy contigo no me siento tan agotado como siempre, ya lo sabes. Lo único que te pido es que, como harás viajes cortos fuera del palacio, necesitas tener una guardia imperial que te proteja mientras no esté.

—Vale, lo entiendo —dijo, asintiendo con la cabeza firme y repetidamente. Su cabeza estaba llena de ideas sobre lo que debía hacer mañana. Estaba tan eufórica que quería empezar a tararear una pequeña melodía—. Muchas gracias por esto, príncipe Klaudio —le agradeció en voz alta con un pequeño tirón a su chaqueta mientras caminaba delante de ella.

Los hombros de Klaudio se elevaron, y él miró a Rosemarie. Casi parecía como si estuviera tratando de contener una risa, lo cual era un alivio.

—Me has dado las gracias hace un segundo.

—Sí, pero tengo ganas de decirlo una y otra vez. Este regalo que me has dado, me ha hecho realmente muy feliz. —De todos los regalos que Klaudio le había dado, este sin duda era el mejor. Después de todo, fue uno que él preparó completamente para ella.

Se rió tímidamente, y el rostro del príncipe se sonrojó al instante. Por alguna razón, Klaudio se estaba poniendo rojo desde su barbilla hasta sus orejas. Pero cuando ella le tendió la mano, preocupada por si tenía fiebre, él dio unos pasos atrás. Luego se dio la vuelta.

—Si este regalo es el que te ha hecho más feliz hasta ahora significa que los otros que te envié no fueron de tu agrado.

—¿Eh? Oh, lo siento…

—¡Aah! Espera, no es así. No estoy enfadado contigo, eh, por supuesto… Supongo que quizás estoy deprimido, eso es todo.

—¿Es así? ¡Um, bueno, siento mucho haber confundido eso con la ira!

Klaudio trató de suavizar las cosas en un raro despliegue de pánico. Tal vez esa impaciencia se transfirió, porque Rosemarie, ahora también sumida en el pánico, inclinó la cabeza y lo miró fijamente. Los dos entonces terminaron sonriendo al mismo tiempo.

♦ ♦ ♦

El aire tibio del verano rozó su piel.

La alta temperatura del mediodía no había cambiado mucho desde la noche y todavía hacía el suficiente calor como para hacer sudar a alguien. Tal vez fue el calor ligado con la enorme cantidad de gente que se sumó a la suciedad general en el gran salón.

Rosemarie miró el salón iluminado desde su lugar junto a la entrada privada de la realeza. Estaba aquí para asistir a la gala de la noche. Sus manos estaban colocadas en su pecho y temblaban de tensión y miedo.

—Heidy, ¿no crees que el escote de este vestido es demasiado revelador…? Es más bajo que mi clavícula. Esto es tan vergonzoso que sólo quiero volver a mi habitación… Oh, pero la sala de espera también servirá. Probemos ahí —se quejó Rosemarie con impaciencia a Heidy a su lado. No había usado un vestido con un escote tan abierto desde la boda. Como no aprobaba mostrar demasiada piel durante un evento al mediodía cuando asistía a las misas en el combate imperial, su vestidos solían ser cerrados hasta el cuello.

Pero ahora estaba vestida con un vestido rosa, hecho de la tela especial de la nación vecina, Rivera. La suave textura de la fina tela la llenaba de una sensación de ansiedad.

—No puede hacer eso. Le prometió a Su Alteza que se comportaría lo mejor posible, ¿no es así? Además, ese vestido es lo que está de moda hoy en día. No tiene nada de raro.

—Pero temo que podría resultar descortés con el príncipe heredero y la princesa de Rivera…

La realeza de Rivera que Klaudio mencionó habían llegado esa tarde. Rosemarie lo había acompañado a saludarlos. El príncipe heredero de Rivera probablemente ya conocía a Klaudio porque no mostró ninguna sorpresa sobre su cabeza de León de Plata; su pareja, en cambio, se puso mortalmente pálida como si hubiera visto un monstruo. Su rostro pálido se transformó instantáneamente en el de una vaca, llenando a Rosemarie de una amarga sensación de ansiedad.

Quiero decir, honestamente, no tiene nada que temer del príncipe Klaudio. 

Podría tener una cabeza de león, pero él era una persona encantadora y afable. Ciertamente no alguien que pudiera opinar, pero le ofendió que lo juzgaran por su apariencia.

—LadIy Rosemarie —la llamó una voz digna y femenina por detrás. Se dio la vuelta con cautela para encontrar una chica vestida con un vestido azul claro hecho del mismo material que el vestido rosa de Rosemarie. Esta chica que mostraba todo el aplomo de una dama elegante y hermosa era la princesa heredera de Rivera—. Tu vestido está hecho con telas de nuestra nación, ya veo. Me complace mucho ver que lo llevas puesto. Te queda muy bien.

—Oh, muchas gracias.

Tenía una actitud amistosa y en esta ocasión su cabeza era humana. No parecía tener ningún sentimiento de animosidad hacia Rosemarie, lo cual era un verdadero alivio. Creyó verla mirando alrededor del área antes de sonreirle.

—Parece que Sus Altezas no han terminado de hablar todavía.

—Sí, así es. ¿Está cansada? —Su cuerpo estaba tenso por la ansiedad, pero se las arregló para responder sin que su voz temblara. Klaudio y el invitado no habían llegado todavía, lo que significaba que sus conversaciones diplomáticas se habían prolongado.

—Oh, no. No mucho. Como es mi primera vez en un país extranjero, todo lo que veo y escucho es tan nuevo y emocionante que he olvidado cualquier cansancio que pueda haber tenido. Por ejemplo, he oído que usted, lady Rosemarie, se casó en cuanto vino de Volland.

—¿Está familiarizada con mi madre patria? —preguntó Rosemarie.

—De hecho, he oído que es un país religiosamente devoto con hermosos paisajes. —dijo la princesa con rebosante interés; su cabeza no se convirtió en una bestia todo el tiempo que conversaron. En ese caso, eso significaba que estaba siendo sincera con Rosemarie.

Aunque con una ligera incomodidad, los dos procedieron a charlar un rato. Pronto, la tensión se liberó de los hombros de Rosemarie y se relajaron. Sin embargo, fue entonces cuando le hicieron la pregunta:

—Por favor, no lo tome a mal, pero lady Rosemarie… ¿El príncipe heredero Klaudio no la asusta en absoluto? —El rostro de la mujer había sido todo sonrisas antes de decir eso, pero comenzó a deformarse. De manera similar a cuando Rosemarie fue a saludarla, su cabeza se volvió bovina, cubierta por una piel aterciopelada de pelo corto y castaño. Sus suaves ojos sin esclerótica miraban fijamente a Rosemarie y su larga lengua formaba palabras—. Hablando con honestidad, él es bastante perturbador para mí. Sé que dicen que es el avatar de una bestia sagrada, pero tener esa persona como marido sería…

—No me asusta. —Rosemarie sonrió, perpleja porque incluso frente a alguien que ahora tenía la cabeza de una bestia, no tenía ni un gramo de miedo.

Para bien o para mal, la princesa heredera aquí estaba siendo probablemente directa. Aunque, uno podría haber argumentado que era un poco desconsiderado que considerara apropiado decirle algo así a Rosemarie, viendo que era la esposa de Klaudio.

—El príncipe Klaudio es una persona extremadamente buena. Es un individuo fuerte, amable y maravilloso que alguien tan abyecto y mediocre como yo no merece. Incluso si la gente que le rodea le teme, mientras Klaudio me necesite, me gustaría estar a su lado. —El príncipe había tenido una cabeza humana todo este tiempo y ha hecho cosas que hirieron sus sentimientos. Incluso si ella viera su cabeza como el león de plata ahora, sería demasiado tarde; ella no le tendría miedo —. También…

—Puedes detenerte ahí mismo, Rosemarie. —La voz de Klaudio cortó abruptamente la conversación. Al mirar en la dirección de donde procedía, lo vio sosteniendo su frente con una mano, con el agradable príncipe heredero de Rivera a su lado. Rosemarie entró en razón al ver la parte del rostro de Klaudio que no estaba oculta por su mano con las cejas tejidas en señal de socorro. Ella rumiaba las palabras que acababa de decir y se quedó helada. El príncipe heredero de Rivera comenzó a reírse.

—Tu armoniosa muestra de amistad es suficiente para hacerme sonrojar. Parece que mi esposa ha hecho algunos comentarios groseros. Le ruego que la perdone. —El simple pero honesto invitado inclinó la cabeza mientras hablaba, y su esposa le siguió con sus disculpas. Los dos se tomaron la libertad de entrar en la sala primero.

—¿Cuánto tiempo estuviste escuchando? —Una vez que los dos desaparecieron en el salón, Rosemarie finalmente salió de su pérdida de palabras y se dirigió a Klaudio, quien parecía estar de un humor algo torpe.

—Desde que dijiste “no me asusta”.

—Quiero usar mi cubo y esconderme en mi cuarto. —Lo que significaba que él escuchó casi todo. Abrumada por la vergüenza, se cubrió la cara con las manos—. Te he puesto de mal humor, ¿no? Lo siento, por favor perdóname. He estado hablando tan presuntuosamente. Pero… todo lo que he dicho es verdad.

Ella no quería que él pensara que sólo estaba diciendo cosas de improviso para satisfacer a la princesa heredera de Rivera.

Klaudio no le estaba dando una respuesta verbal, así que ella quitó lentamente sus manos y lo miró. Él puso su mano en la parte posterior de su cuello y desvió su mirada. Tanto su cara como sus orejas se estaban tornando rojas.

—¿Estás enfadado? Um… —Queriendo confirmar si Klaudio estaba enfadado o no, intentó entrar en su línea de visión, pero él retrocedió como si estuviera sorprendido. A pesar de que fue sólo un poco, ella estaba decepcionada—. Siento haber arruinado su humor y…

—No, te equivocas. No estoy enfadado. —Aunque dijo eso, su tono contundente hizo que Rosemarie se rascara su cabeza. Klaudio dejó escapar un gran suspiro y finalmente se volvió hacia ella—. Es sólo porque estás vestida de esa forma.

—¿Eh…? Oh, lo siento. Tuve el presentimiento de que esto sería impropio. —Parecía que no avanzaban mucho en la conversación. Sus hombros se desplomaron, y Klaudio aclaró su garganta irritada.

—Juro que a veces me odio a mí mismo. Bien, estoy siendo poco claro. No estoy tratando de regañarte. Te queda tan bien, solo que no me gusta la idea de que entres ahí y te muestres a toda esa gente —dijo incómodo, mientras Rosemarie se sonrojaba.

Terminó queriendo saber más sobre el tema, y eso había lanzado su mente a la confusión. Miró a Klaudio, y él se alejó un poco tímidamente.

—Discúlpenme Sus Altezas, pero apreciaría que recordaran que todavía estoy aquí. También, apreciaría que entren al salón ahora —interrumpió Heidy, en tono reservado. Rosemarie jadeó, y sus hombros se sacudieron al darse cuenta. Sus mejillas se sonrojaron; sintió como si un pariente acabara de verla confesarse.

—Entremos. —Después de aclararse la garganta para recuperarse, Klaudio ofreció su mano. Ella la tomó nerviosa. Rosemarie respiró profundamente y se puso de frente. De repente, Klaudio se inclinó muy ligeramente—. Acerca de lo que le dijiste a la princesa heredera de Rivera hace un momento… Escucharte decir que piensas en mí de esa manera… me hizo, bueno… feliz. Feliz, sí.

Los ojos de Rosemarie se iluminaron. La alegría brotaba de su interior hasta su rostro como una gran sonrisa. Una vez que de pie en la entrada del salón al lado de Klaudio, los ojos de los asistentes se dirigieron hacia ella de inmediato.

Varios pares de ojos, de bestia y humanos se fijaron en ella. Sus piernas temblaban.

Está bien, está bien, Klaudio está aquí. No hay nada que temer. Él no me abandonará ni nada de eso nunca más.

Mientras se decía eso a sí misma una y otra vez para convencerse, la mano que le había confiado a Klaudio fue tirada de repente, pero con suavidad. Cuando le prestó atención, se encontró con un poderoso y tranquilizador par de ojos azules. Los dos sonrieron con un ligero asentimiento y se adelantaron lentamente.

♦ ♦ ♦

Mientras Rosemarie se movía del clamoroso salón al balcón, el aire frío la llenó de una sensación de alivio.

—¿Estás bien? Ya casi hemos terminado, así que aguanta. —Klaudio estaba de pie detrás de Rosemarie como si la apoyara en la espalda. Ella lo miró y le mostró una sonrisa lastimera.

—Sólo un poco cansada. ¿Pero qué hay de usted, príncipe Klaudio? ¿Cómo lo llevas?

—Sí, estoy bien —dijo Klaudio y su tez no se veía tan mal cuando Rosemarie la revisó en el luminoso salón, así que probablemente estaba bien—. Hemos hecho nuestra ronda de saludos, y los príncipes de Rivera están listos para despedirse. Una vez que lo hagan, no veo ningún problema en que nosotros también nos despidamos. En un tema aparte, no eres la mejor bailarina, ¿verdad? Nunca hubiera imaginado que te tropezarás con tus propios pies.

Como una señal para el inicio de la fiesta de la noche, Rosemarie terminó bailando con Klaudio, pero ella tropezó varias pisando el borde de su vestido.

—Siempre me encerraba en la villa, así que nunca asistía a las galas nocturnas. Eso también significa que casi nunca practicaba. Creo que sería realmente peculiar si bailara bien —dijo, echándole a su esposo una mirada amarga mientras se reía. Él cepilló con los dedos el pelo que caía sobre su mejilla y le presentó la misma mano.

—¿Practicamos ahora, entonces? No sólo se puede oír la música desde aquí, sino que la gente tendría que hacer un esfuerzo para vernos.

—¿Eh? No, creo que pasaré —dijo, rechazando la oferta inmediatamente y dando marcha atrás. Klaudio se rió, y sus hombros rebotaron.

—Vamos. Te lo estoy pidiendo amablemente, ¿no?

—Sólo porque tienes que salir de tu camino para mirar no significa que nadie estará cerca… —Acababa de terminar de tropezar con ella misma a lo grande ante todo un salón. Si alguien los viera practicando aquí, estarían alimentado enormemente los rumores—. Si se enteraran de que la princesa heredera no sabe bailar, podrían hablar mal de ti por casarte con una mujer tan inculta, príncipe Klaudio.

—Es demasiado tarde para que algo tan trivial rebaje mi reputación, pero si no quieres hacerlo, no lo haremos.

Los ojos de Rosemarie cayeron cuando Klaudio sonrió suavemente.

Ya era un objeto de miedo para la gente. Una esposa inexperta como ella haría más fácil que su reputación se desplomara. Incluso si fuera un asunto menor, él todavía necesitaba ser consciente de ello.

Si no tuviera una cabeza de león…

Para que eso ocurriera, sin embargo, ella necesitaba devolverle su maná. Después de levantar la cabeza, Rosemarie notó que Klaudio miraba al jardín con una mirada sombría.

—¿Hay algo malo…?

—¡Agáchate! —Con esa tensa declaración, le tiró del brazo y la empujó hacia la entrada del salón. Casi al mismo tiempo, tres figuras descendieron desde arriba. Cada silueta sostenía un cuchillo de plata que brillaba a la luz de la sala.

Rosemarie sofocó su grito y retrocedió. Mientras ella lo hacía, Klaudio tomó represalias pateando uno de los cuchillos de un asaltante al suelo. Rosemarie se giró hacia el salón para pedir ayuda desde dentro.

—¡¿Quiénes son ustedes?!

Gritos de pánico y rabia que no le pertenecían vinieron del salón. Los invitados que llegaron corriendo, intentando escapar de los asaltantes que se habían infiltrado desde el otro balcón, vieron a Klaudio en medio de la batalla y empezaron a huir en pánico.

La gala de la noche estaba siendo asaltada por un grupo de personas… En cuanto a quiénes eran y su objetivo, esa era una historia diferente.

—¡Rosemarie! —la llamó Klaudio, agarrándola en la confusión—. ¡¿Te lastimaron?!

—Los asaltantes, ellos…

—Los derroté. Los caballeros de la patrulla del castillo han venido como refuerzos.

Las cosas empezaron a volver a la realidad. Los hombres que habían asaltado la sala no eran muy numerosos, y estaban siendo aprehendidos uno a uno por los caballeros del castillo.

El rey Baltzar, el príncipe heredero y la princesa heredera de Rivera debieron haber sido evacuados de inmediato, porque Rosemarie no podía verlos en ninguna parte.

—¿Te hicieron daño?

—No, ni un poco. —Mientras miraba a Klaudio, usando su mano para limpiar su ceja de sudor, notó que una persona se acercaba a ellos.

Rosemarie jadeó y corrió detrás de su esposo. Era el Arzobispo, con su cara mitad humana, mitad de lagarto fundida en una sola. La parte derretida de su rostro era aún peor que antes. Prácticamente podía oler el mal olor que desprendía, lo que le daba ganas de vomitar.

—¿Está a salvo, príncipe Klaudio?

—Sí. Me alegra ver que usted también está ileso, Arzobispo Kastner. —Klaudio le extendió la mano a Rosemarie, de pie detrás suyo, para consolarla. Ella la apretó con fuerza. La gran mano, ligeramente fría, le calmó los nervios.

—Dios mío, qué fiasco. Y, de todos los tiempos, cuando estás entreteniendo a la realeza de Rivera… ¿Podría ser un ataque contra Rivera o contra nuestro país?

—Cuida tu tono. No toleraré tal falta de respeto.

—Mil disculpas por hablar sin la debida consideración. Parece que este calvario me tiene bastante agitado. —Su tono de voz no daba la impresión de estar agitado en lo más mínimo. Escucharlo hizo que Rosemarie se mordiera los labios.

El hecho de que observará el desastre y no se inquietara en lo más mínimo significaba que o bien tenía agallas, o estaba absolutamente seguro de que permanecería ileso.

Si realmente se siente aliviado, entonces no debería tener esa cabeza desfigurada.

A pesar de este hecho, su cara seguía siendo medio monstruo, así que, ¿qué significaba todo esto? Al llegar a su conclusión, apretó la mano de Klaudio y él le protegió los hombros con su brazo.

—Disculpe, Su Gracia, pero como mi esposa está muy asustada, nos retiraremos.

—Ah, sí, no puedo decir que pueda culparla por estar asustada, por decir lo menos. Sólo una última cosa antes de que se vaya, príncipe Klaudio. Hay algo que me gustaría preguntarle, así que ¿sería tan amable de dedicarle un momento?

Justo cuando estaba a punto de irse, Klaudio se detuvo en su camino, claramente molesto. Rosemarie sintió el irritante latido de su corazón y presionó una mano contra su pecho.

—¿Por qué no usaste tu magia? Conociéndote, príncipe Klaudio, con el maná más fuerte de la tierra, podrías haberte ocupado de estos rufianes en un abrir y cerrar de ojos. Oh, lo que me recuerda. No he visto a tu familiar por aquí, tampoco. Me preocupa bastante que tal vez no se encuentra en su mejor estado de salud. O, tal vez… —Los labios de su rostro medio humano se rizaron en una fea sonrisa—, ¿quizás usted tiene algún tipo de problema con su maná, príncipe Klaudio?

Klaudio se quedó en silencio mientras sostenía a Rosemarie cerca de su cuerpo.

Rosemarie gimoteó a través de su garganta seca de ansiedad.

Si no tenía maná, no podía ascender al trono. Esta fue la razón por la que Klaudio había estado manteniendo el robo de su maná en secreto de todo el mundo. A pesar de eso, la mayor oposición estaba sospechando; para empeorar las cosas, se trataba del Arzobispo Kastner.

—¿Le importaría responder a mi pregunta y eliminar mis preocupaciones?

—Si eso le preocupa tanto, debería organizar una investigación. Con gusto subiré al estrado. —No había ninguna indicación de ira en la voz de Klaudio. Declaró eso como si no fuera nada. Entonces, parcialmente metiendo a Rosemarie bajo su brazo, salió del salón.

Mientras caminaban por el pasillo, donde la gente se apresuraba a seguir su camino, Rosemarie miró a Klaudio con preocupación.

—¿Qué pasa si realmente te toma la palabra y organiza una investigación?

—Él puede seguir adelante y hacerlo, de todas formas no dirá nada para avivar las llamas si haberse preparado antes. —Las preocupaciones de Rosemarie sólo se agravaron cuando vio a Klaudio levantar la comisura de su boca con una sonrisa sarcástica, y se agarró a su chaqueta con fuerza.

Esto probablemente significaba que Klaudio tenía algo bajo la manga.

—Por favor no hagas nada demasiado peligroso.

—Actuaré en consecuencia.

Klaudio parecía ligeramente sorprendido, pero pronto entrecerró los ojos en una sonrisa.

Mientras ponía su mano sobre su pecho lleno de preocupación, Rosemarie frunció el ceño con ansiedad, incapaz de sonreír a cambio.

♦ ♦ ♦

—¿Por qué es qué hace tanto frío en este invernadero aunque hace tanto calor fuera? Está situación es sorprendente.

Rosemarie, que estaba replantando rosas en macetas frescas, escuchó el genuino suspiro de Heidy y se dio vuelta con una sonrisa. Tomó la regadera que su criada le estaba guardando y le agradeció.

—Gracias, he oído que la razón por la que hace frío aquí es porque la magia está regulando la temperatura. De lo contrario, las plantas se marchitarían.

Al parecer, construir este tipo de invernaderos era algo común. gracias al mantenimiento diario que Klaudio le había regalado, había mejorado considerablemente del lío salvaje que había sido en su primer día.

Habían pasado tres días desde la gala nocturna a la que asistió la realeza de Rivera. Los asaltantes habían sido identificados como un grupo de asesinos especializados en atacar aristócratas y personas ricas, y era conocido que aceptaban cualquier trabajo que se les ofreciera siempre que se les pagara por ello. Klaudio le había dicho a Rosemarie que estaban en medio de la búsqueda de su empleador.

Después de que el príncipe y la princesa de Rivera regresaran prematuramente a su país, la cantidad de guardias aumentó. Incluso hoy, ella pasó por varios caballeros para caminar hacia el invernadero. Por cierto, había dos guardaespaldas apostados frente a la puerta del invernadero mientras hablaban.

Aun así, me pregunto si ahora es el momento de hacer esto, como si no me importara nada…

Había pensado en detener sus viajes al invernadero. Klaudio, divertido con la idea, no quería nada de eso, notando que ella probablemente se desmayaría si dejaba sus visitas. Así que, a pesar de sentirse incómoda, Rosemarie aceptó su oferta.

Heidy miró a los caballeros y una vez más suspiró.

—Aun así, ¿esos guardias de afuera no tienen calor?

—Bueno, la entrada tiene la sombra del tejo para protegerlos, así que me gustaría asumir que están bien.

—Se niegan a entrar aunque se los ofrezca, señorita, diría que son unos individuos bastante estirados…

—También me siento abrumada con toda esta gente alrededor. Por cualquier razón, siento que todos me miran como si fuera una loca desde que llegué aquí. —Ya sea por la cantidad de caballeros o por la tensión general en el aire, Rosemarie no se imaginaba lo altas que eran sus probabilidades de ver una cabeza de bestia.

—Princesa, la culpa es de lo que llevas puesto. Tu apariencia es impropia de una princesa heredera.

—Puede que tengas razón, pero…

Heidy le sonrió irónicamente, y Rosemarie miró lo que llevaba puesto. Era un vestido verde oliva de cuello completo. Apenas tenía adornos, así que no tendría problemas para ensuciarse. De hecho, ya estaba cubierta de tierra alrededor de los puños y la parte delantera de la falda.

—Aun así, has llegado hasta aquí, así que diría que has hecho un progreso considerable.

—¿Es… un progreso? Este invernadero en desorden me ha estado llamando, eso es todo. ¿No es así, querida? —se dirigió a la rosa que estaba en medio de la replantación. Después de que le mostraran el invernadero en un estado tan deplorable, se sintió obligada a ayudarla en todo lo que pudiera.

—Hace tanto tiempo que no hablas con las flores que casi había olvidado que tenías ese mal hábito. —Heidy entrecerró los ojos con desagrado, pero Rosemarie continuó regando la planta replantada a pesar de eso. En ese momento, notó una conmoción en la entrada.

—¿Qué podría ser eso…?

Los Guardias Imperiales que estaban de guardia tenían una especie de disputa verbal. Justo cuando se levantó y miró fijamente a Heidy, la puerta del invernadero se abrió con violencia.

La gente que marchaba en masa no eran los guardias imperiales con uniformes negros, sino otro grupo de caballeros con uniformes blancos. Chocaron con las plantas en maceta de los estantes, golpeando varias al suelo y rompiéndolas.

—¿Caballeros de la Segunda Orden…? —Ellos principalmente hacían guardia fuera del castillo y mantenían el orden general. Por alguna razón, todos tenían diferentes cabezas de bestia y miraban directamente a Rosemarie.

Ella los miró, sin palabras, tratando de contener su corazón que latía salvajemente. Un caballero con cabeza de lobo, que parecía ser su capitán, pasó de repente al frente.

—Su Alteza Real Rosemarie. La llevamos bajo custodia por el supuesto plan de asesinato de Su Alteza Real Klaudio.

—¿Eh? ¿Qué? —Por un segundo, ella no comprendió lo que le acababan de decir.

Los engranajes de la mente de Rosemarie dejaron de girar, y se quedó allí, quieta y en silencio. Heidy arremetió con indignación.

—¡¿Cuál es el significado de esto?! La princesa no mataría ni una mosca, ¡mucho menos a Su Alteza!

—Sea como fuere, hemos recibido un aviso de que Su Alteza Real Rosemarie puede haber intentado envenenar a Su Alteza Real Klaudio. Después de investigar, tenemos testigos que dicen que estaban en la escena cuando Su Alteza se desmayó, y hemos venido aquí para el interrogatorio. ¿Le importaría venir con nosotros ahora?

Rosemarie se puso pálida de inmediato. Puso su mano temblorosa sobre su boca.

Quieren decir… cuando Klaudio bebió la saola y se desmayó… 

Sí, era cierto que la Saola era venenosa para Klaudio. Sin embargo, nadie, incluyéndola, tenía conocimiento de eso.

Sin embargo, ese fue un incidente que nadie fuera de Alto, Edeltraud y Heidy debería saber, así que ¿cómo salió a la luz?

—Testigos, ¿quiénes son…?

—Un médico y una criada de guardia. Han contado que vieron a Su Alteza desmayado en el suelo de su habitación cuando fueron convocados por el Vice Capitán Clausen de la Guardia Imperial después de ser informados de que Su Alteza había caído enfermo. También contaron que había una taza de té volcada en una mesa cercana.

Básicamente, el doctor que Alto trajo y la sirvienta contaron lo que pasó desde ese momento.

Rosemarie dio un paso atrás, sacudiendo furiosamente la cabeza.

—Te equivocas. ¡No estaba tratando de envenenarlo!

—Escucharemos su relato más tarde.

Ante la señal para llevársela, un par de caballeros, uno con cabeza de oso y el otro con un perro marrón claro, la agarraron por ambos brazos. Vio los dientes afilados y las lenguas largas de sus bocas parcialmente abiertas. Aunque su mente se estaba quedando en blanco, el terror aún permanecía.

—Eh… No, no déjame ir. Por favor. ¡No me toquen!

—¡¿Qué están haciendo?! —La voz enfurecida de Klaudio sonó desde detrás de los guardias. Los caballeros que rodeaban a Rosemarie se separaron al instante, y ella cayó de rodillas cuando las manos que la agarraban aflojaban su agarre. Sin demora, Heidy, que estaba siendo mantenida a raya, corrió a su lado y abrazó los hombros de la chica.

—¿Qué significa esto?

Klaudio lucía cada vez más furioso a cada paso, parado frente a Rosemarie mientras se arrodillaba en el suelo para protegerla. Ella miró hacia esa amplia y confiable espalda con lágrimas en sus ojos.

—Su Alteza, la princesa heredera, es sospechosa de un plan de asesinato contra usted, príncipe Klaudio.

Klaudio se burló del caballero con cabeza de lobo que estaba parado frente a él.

—¿De dónde ha salido tal información?

—No estamos seguros de dónde vino, pero los testigos han dicho…

—¿No están seguros? ¿Y todavía está intentando hacer un arresto? ¿Qué piensan hacer si estos cargos son falsos? No importa cuán pequeña sea una nación comparada con la nuestra, significaría un incidente internacional. ¿Está preparado para asumir la responsabilidad de eso?

—Señor, yo… —El caballero se quedó sin palabras. Sus hombres tampoco se movieron ni un centímetro, quizás demasiado nerviosos para hacerlo.

—No recuerdo haber sido envenenado. Sin embargo, ustedes probablemente creerán a su testigo por encima de la víctima. ¿Es eso lo que usted llama trabajar por mis mejores intereses?

—Bueno, entonces… —El caballero bajó los hombros, aliviado. Los hombres de Klaudio comenzaron a acercarse a Rosemarie, pero él los miró fijamente, deteniéndolos.

—¿Simplemente vigilar la habitación de mi esposa no es suficiente para ti?

—Los cargos son cargos, señor, así que…

Mientras miraba al angustiado caballero a la cara, Klaudio dudó un poco, pero al final dejó escapar un gran suspiro.

—Bien. Adelante, arreste a la princesa. Sin embargo, la tratará con cuidado. Bajo ninguna circunstancia ejercerá violencia. Cuando ella vuelva a mí, si veo un moretón en su cuerpo o un rasguño en su piel, consideraré que ha hecho daño a mi propio cuerpo. —Los labios de Klaudio se enroscaron en una sonrisa feroz y salvaje. Podía ver a algunos de los robustos caballeros retrocediendo unos cuantos pasos. Sin duda estaban viendo al príncipe con su cabeza de león mirándolos directamente.

—Sí, nos aseguraremos de cumplir con eso. —El humilde Capitán lo saludó, y el par de caballeros que habían agarrado a Rosemarie antes la alcanzaron una vez más. Klaudio se interpuso en su camino y los obstruyó.

—No la toquen. La llevaré yo mismo. Sólo muéstrame dónde.

La chica se puso de pie con la ayuda de Klaudio, y siguieron al Capitán fuera del invernadero. El caballero que la había agarrado antes pasó a la retaguardia. Sus ojos estaban cegados por la fuerte luz que bronceaba la parte superior de su cabeza. Klaudio la ayudó a sostenerla por los brazos debido a su tambaleo. Mientras lo hacía, le puso algo en la mano.

¿Eh? ¿Qué es esto…? ¿Un pedazo de papel?

Trató de confirmar lo que era, pero Klaudio cerró su mano alrededor.

Ella lo miró con dudas, y él le sonrió débilmente.

—Escucha, pase lo que pase, no admitas el crimen. Te tendré libre en poco tiempo. Así que, sólo cree en mí y ten paciencia.

Al escuchar la voz tranquila y calmada de Klaudio, Rosemarie asintió en silencio en respuesta.

♦ ♦ ♦

Rosemarie se sentó en la cama y miró fijamente la luz de la luna que entraba por la ventana enrejada.

Era su segundo día en la prisión de clase alta en el rincón de los terrenos del castillo. El trozo de papel que Klaudio le había dado, muy arrugado por las muchas veces que lo había leído, estaba en su regazo.

Me da un poco de alivio, pero… 

Esencialmente, decía que ella no necesitaba preocuparse, y que se quedara quieta ya que él había calculado que algo así sucedería.

Después del asalto en la gala de la noche con los príncipes de Rivera, ella había estado ansiosa sabiendo que Klaudio había estado tramando un plan. Nunca esperó que terminaría involucrándola a ella también.

La próxima vez que vea al príncipe Klaudio, tal vez debería darle un pedazo de mi mente.

Si él sabía que las cosas llegarían a esto, debería haberle dado la oportunidad de prepararse mentalmente. Pensó que esta era una situación en la que era seguro enojarse. Como siempre, Klaudio falló en darle una adecuada explicación.

Como su esposo no podía venir, Fritz la visitaba todas las mañanas a ver cómo estaba, pero eso no aliviaba la carga de su mente.

Con un pequeño suspiro, volvió sus ojos hacia la puerta.

La gruesa puerta de madera estaba asegurada no sólo con una cerradura de alta resistencia desde el exterior, sino también con un hechizo de cierre lanzado por un hechicero. Además, se le dijo que nunca lo tocara. La ventana estaba aparentemente igual, lo que significa que tocarla resultaría en una desagradable quemadura en la mano.

—Pero ¿qué pasa si se disipa al tocarla?

Ella poseía la cualidad de robar maná, después de todo. Tal vez podía absorber el maná que alimentaba el hechizo de cierre, como cuando desvió el maná de esa escoba. Sin embargo, incluso si eso fuera posible, no haría mucho para cambiar nada, dado el predicamento actual en el que se encontraba.

Mientras estaba sentada mirando la puerta, aliviada por la sorprendente calma que mantenía, se abrió de golpe.

—¿Eh…?

¿Cómo se había movido la puerta sin que ella le pusiera un dedo encima? Todo lo que había hecho era mirarla. Perturbada, empezó a levantarse para mirar más de cerca.

Sin embargo, antes de que pudiera, la puerta de la prisión se abrió sin hacer ruido.

—¿Y cómo podríamos esperar que hiciera eso, princesa heredera? —En la puerta apareció el Arzobispo con la cara de lagarto medio derretida, Kastner. Puede que tuviera una sonrisa amable en su cara humana, pero su apariencia era monstruosa y más aterradora que la de cualquier otra persona.

Está bien, está bien, el príncipe Klaudio me dijo que tuviera fe y lo esperara.

Rosemarie miró resueltamente a Kastner, conteniendo las ganas de vomitar debido al olor acre que flotaba en el aire.

—Dios mío, nunca hubiera esperado que envenenaras al príncipe Klaudio. Las mujeres pueden ser feroces bajo esos rostros tan dóciles.

—Está equivocado, no lo envenené.

—Oh, cielos, parece que no sabes cuándo rendirte. El testigo era un médico que ha estado presente en este castillo mucho más tiempo que usted. ¿De quién cree que será más creíble su declaración?

Rosemarie frunció el ceño con frustración. Lo que dijo Kastner no era incorrecto. En lo que respecta a la credibilidad, el doctor la vencía.

—Si realmente estaba tratando de envenenarlo, estuvo muy cerca de hacerlo. Por otra parte, en este momento no importa si lo envenenó o no. Llévensenla.

Kastner se dio vuelta y dio una señal con un tirón de su barbilla. Los caballeros que habían estado esperando detrás de él, vistiendo uniformes desconocidos bordados de dorado, entraron en la habitación. Antes de que la conmoción se calmara, Rosemarie fue tomada de los brazos, los cuales doblaron en su espalda.

—¡¿Qué estás haciendo?! —Por más que intentará escapar, ellos bloqueaban la salida, y otro caballero le puso una mordaza en la boca. Con una expresión culpable y un ligero ceño fruncido, le ató las manos a la espalda. Asfixiada y confundida, Rosemarie apuntó sus ojos llenos de lágrimas hacia Kastner. Los labios del arzobispo se enroscaron en una sonrisa.

—El príncipe Klaudio le ha estado dedicando mucha atención. Sería bastante engorroso si por alguna casualidad ya estuvieras embarazada de su hijo.

Un… un niño… 

Klaudio se había casado con ella para recuperar su maná, no porque quisiera un heredero. Sin embargo, obtener un heredero habría sido la razón usual. Ella sabía la situación en la que se encontraba, pero podía sentir sus mejillas sonrojarse por la vergüenza. La muchacha sacudió furiosamente su cabeza, ante lo cual Kastner levantó una ceja, sorprendido.

—No puedo decir que esperaba que afirmará mi suposicion. Bueno, aun así, usted sera útil para nuestros planes. Verá, quiero asegurarme de que las posibilidades de que algo salga mal sean casi nulas. Para que nuestro candidato se convierta en el príncipe heredero, es decir…

Ella dirigió su atención a un fuerte ruido sordo que venía de la entrada y vio a un caballero indiferente llevar en un barril de vino.

¿Van a matarme…?

¿Iban a matarla, meterla en ese barril y enterrarla en medio de la nada? ¿Klaudio había previsto esto también?

Su respiración comenzó a ser errática mientras sentía que su sangre se drenaba. Espoleó su cuerpo tembloroso para sacudir las manos del caballero, pero sus poderosos brazos la levantaron.

La metieron en el barril de vino, causando que se golpeara el trasero en su interior. Ella soportó el dolor, y miró hacia arriba para ver que la tapa estaba siendo colocada de nuevo. El caballero sostuvo la tapa, sin decir una sola palabra y mordiéndose el labio. Ver eso le hizo creer que probablemente no era algo que él quería hacer.

—Si tuviera que hacer que te mataran aquí, lidiar con las secuelas sería un asunto bastante arduo. Por eso huirá de aquí por temor a que su crimen sea investigado, se adentrará en el Bosque Prohibido y se esconderá. Por lo menos, así es como la narración será establecida. Pero, vamos. Si tienes una cantidad apropiada de maná, no desaparecerás. Incluso si terminas volviendo a Volland, eso será suficiente.

Sus ojos se abrieron de par en par al escuchar las palabras “Bosque Prohibido”. Le habían dicho que se había perdido allí una vez cuando era niña y Klaudio ayudó a rescatarla, así que navegar fuera del bosque habría sido casi imposible.

—Aah, eso me recuerda. La investigación del príncipe Klaudio será mañana. Sé que esto ya no te concierne, pero ¿por qué no rezas por la seguridad de tu marido?

Antes de que pudiera siquiera intentar luchar para ponerse de pie, la tapa fue cerrada. La oscuridad y el suave aroma del vino la rodearon, y la sensación de estar atrapada la superó y le quitó el aliento.

El barril tembló y se sacudió durante el transporte, y sólo se detuvo después de que pasara un tiempo inespecífico con ella encerrada.

Incapaz de seguir la pista del tiempo transcurrido en la oscuridad, Rosemarie se concentró intensamente en cualquier sonido del exterior. Sus gritos de ayuda no fueron cuestionados por nadie, posiblemente debido a la mordaza en su boca que le impedía ser escuchada, resultando en nada más que un dolor de garganta.

Esa prisión estaba en las afueras del castillo, así que debería estar cerca del Bosque Prohibido… 

Así fue como pudieron transportar un barril de vino sin ser notado con tanta facilidad.

—Enganche el caballo al carruaje y déjelo suelto.

Rosemarie agudizó sus sentidos del oído y trato de escuchar todo lo que decían atentamente. La frase que escuchó le hizo temblar la columna vertebral.

¿Eh? ¿Dejarlo suelto? ¿Carruaje? 

Sin saber lo que intentaban hacer, acercó sus orejas a la madera con la esperanza de oír algo más. Entonces, de repente, el barril dio la vuelta. Su cuerpo se golpeó contra los lados. Una sensación de vértigo la hizo sentirse casi físicamente enferma.

A pesar de eso, no hubo un alto a las oscilaciones, sino que comenzaron a ser más intensas. Era casi como si estuviera montada en un carruaje en fuga.

¿Realmente han enganchado el caballo al carruaje y lo han dejado suelto en el bosque prohibido?

Si ese fuera el caso, entonces esto continuaría hasta que el caballo se detuviera o el barril cayera. El chasquido de los cascos del caballo resonaba constantemente mientras las ruedas rodaban por el terreno irregular, surgiendo ocasionalmente cuando pasaban por encima de zanjas o piedras en su camino.

Se acurrucó en posición fetal para proteger su cabeza. Mientras lo hacía, el barril se inclinó en un ángulo notablemente grande. Segundos después se sacudió con más fuerza y luego giro y giro hasta que eventualmente golpeó algo y se detuvo.

¿Estoy salvada…? ¡Oh, está abierto!

Cuando abrió sus ojos bien cerrados, un fino rayo de luz brilló en su antes completamente oscuro campo de visión.

Con las manos todavía atadas a la espalda, se retorció como una oruga para empujar la tapa. Al mismo tiempo se libró de la mordaza que se había aflojado con los movimientos de su mandíbula.

Me alegro de haber sido capaz de quitarla fácilmente, pero siento que podría haber estado atada bastante floja… Podría ser que el caballero se apiadara de mí.

La expresión de reticencia en la cara del caballero que vio justo antes de que se cerrara la tapa del barril le vino a la mente. Las cuerdas que ataban sus manos tampoco estaban muy apretadas, y pudo sacarlas con poco de esfuerzo.

Rosemarie miró a su alrededor con un suspiro de alivio, y luego se quedó boquiabierta.

Estaba en un bosque en el sombrío sudario de la noche. Ahora se dio cuenta de que la luz que brillaba a través de la tapa del barril era la luz de la luna que se asomaba por las grietas de las ramas siempre verdes.

Tal vez fue el resultado de estar encerrada en la oscuridad total hasta hace unos segundos, pero pudo observar el área lo suficientemente bien incluso con la escasa iluminación. Tal y como ella esperaba, el carro de transporte y el barril dañado estaban en el suelo cerca. Había marcas de donde el caballo se había enganchado, pero no se veía por ninguna parte, posiblemente por haber huido.

Al mirarlo, se estremeció al pensar que si la colisión hubiera sido más fuerte, podría haber chocado en algún lugar vital y haber muerto.

—Tengo que volver.

Era improbable que Klaudio hubiera previsto que la abandonarían en un lugar así.

A menos que volviera al castillo, sería condenada por envenenarlo, y no quería que la culpa recayera en su hogar o, más importante aún, en su familia.

Los vestigios de Klaudio en su juventud corrieron por su mente. Él pudo haberla rescatado en ese entonces, pero no iba a venir esta vez. La razón era que, mañana, iba a asistir a una investigación acusándolo de la presencia o ausencia de su maná. En este momento, Klaudio no tenía maná para empezar, así que no podía entrar al bosque.

La ayuda no llegaría , lo que significaba…

—Volveré por mi cuenta. Volveré y sorprenderé a todos —dijo Rosemarie como si tratara de convencerse a sí misma. Entonces empezó a avanzar lentamente, siguiendo las huellas de las ruedas que logró distinguir en la hierba.

♦ ♦ ♦

Cuando Klaudio escuchó la noticia del clérigo, abandonó toda esperanza de comprender las implicaciones.

—Espere, Su Alteza. ¿Adónde va? No puede entrar en el bosque prohibido —dijo Fritz con reproche, lo que permitió a Klaudio darse cuenta de que salía de sus aposentos sin siquiera pensarlo. Fue entonces cuando la rabia brotó de lo más profundo de su ser. Un gruñido retumbó de su garganta.

Temprano en la mañana del día de la investigación, Fritz entró corriendo a la habitación de Klaudio con una mirada de terror en su rostro.

—¡Maldito sea ese repugnante arzobispo! —Esas mismas palabras que había escupido volvían a morderle. Había calculado que podría secuestrar a Rosemarie en algún lugar, pero… —¿Y la abandonó en el Bosque Prohibido de todos los lugares? ¡Ese cretino!

Eso no era mejor que una sentencia de muerte gradual.

Si alguien se perdía en el bosque y no poseía maná, la persona estaba destinada a desaparecer. Algunos decían que era porque perdían la cordura. Otros decían que la bestia sagrada seguía muy viva en el bosque, y que los que se perdían allí se convertían en un sacrificio para ella. Y como ningún humano normal había intentado entrar y volver, no estaba claro qué pasaría en el bosque.

—No tuve cuidado. No importaba lo ocupado que estuviera corriendo con los preparativos de la investigación, debería haber hecho un mejor trabajo quedándome con ella. En el servicio matutino, uno de los paladines que estaba con el Arzobispo se veía extraño, así que lo presioné para obtener información y fue entonces cuando escuché la impactante noticia de que la habían dejado en el Bosque Prohibido… —dijo Fritz. En una rara exhibición, su rostro mostraba una expresión abatida. Klaudio apartó los ojos de él y se sentó rápidamente en el sofá.

—Rosemarie tiene mi maná. No sé cómo el bosque discernirá eso, pero sí reconoce que ella tiene maná, entonces creo que será capaz de encontrar su camino fuera del bosque, pero… —Puso una mano en su frente y se estrujó el cerebro, mirando hacia el bosque—. Con mi insignificante maná, todo lo que haría es perderme… ¿El Maestro Edel sigue encerrado?

—Sí, está sumergido en el análisis de la saola. Para la investigación, habíamos preparado que el Maestro Edel done su maná usando esa rama como medio, pero… —señaló una pequeña rama de tejo sobre el escritorio. El tejo no sólo era una protección contra el mal, sino que también llevaba maná, aunque en cantidades minúsculas. Klaudio lo había escondido en su bolsillo y lo usaba como un medio, dando la ilusión de que había estado usando magia y haciendo hechizos.

Esto era totalmente diferente de la vez que Edeltraud lo engañó para que pensara que Rosemarie había desaparecido. En ese entonces, estaba claro que la culpa había sido la moción que había ganado al final. Esta vez, sin embargo, emociones como el pánico y la pérdida iban y venían por su corazón, culminando en la rabia. Esa rabia hizo que sus manos temblaran y se apretaran con fuerza en los puños.

—En cualquier caso, Su Alteza, no se mueva. Si no llega a tiempo a la investigación de hoy, pensarán que se ausentó porque no tiene mana. ¿Entendido? No aprobaré que renuncies al trono en desgracia además de ser acusado de fingir que tienes maná cuando no lo tienes —le advirtió Fritz a Klaudio en un tono profundo. Su actitud normalmente relajada había pasado a un segundo plano, y pedacitos de su prestigio como clérigo se alzaron.

—Eres un idiota, ¿lo sabías? —Servir bajo alguien que era tan difícil como Klaudio por su propia voluntad… Él había pensado esto desde el principio, pero eso en sí mismo era una idiotez.

—Pienso en muchas cosas, siendo el idiota que soy, señor. Y no quiero ver a Su Alteza llorando tampoco —dijo Fritz, encogiéndose de hombros. Fue una visión que calmó un poco los nervios de Klaudio.

—Rosemarie estuvo a salvo a pesar de que vagaba en la zona prohibido. Sé que ingresó al bosque cuando era una niña. Sin embargo, no se puede garantizar lo mismo esta vez. —Klaudio no quería ser tan irresponsable como para dejar de preocuparse por la pérdida de su posición como príncipe heredero. Si eso sucediera, Rosemarie estaría sin duda más triste que nadie.

En un intento de sofocar el vórtice de pánico y rabia en su corazón, cerró los ojos. Luego respiró profundamente.

—Preparémonos para la investigación. Una vez que lo hayamos resuelto, haremos lo que sea necesario para buscar a Rosemarie.

♦ ♦ ♦

Saludada por el brillante sol de la mañana, Rosemarie abrió los ojos. Un dolor sordo recorrió varios puntos de su cuerpo mientras intentaba moverse, pero se las arregló para alejarse de la base del tejo contra el que había dormido.

—Me pregunto si terminó protegiéndome del mal…

No había hecho nada más que caminar con la esperanza de salir del bosque desde anoche, pero no pasó mucho tiempo antes de que su cuerpo, falto de ejercicio regular, bramara en agonía.

Recordando el tejo plantado a la entrada del invernadero que recibió de Klaudio, se acurrucó en uno que vio y descansó. Terminó aliviando mucho su fatiga. Al parecer, mientras no hubiera gente alrededor, era lo suficientemente valiente para dormir al aire libre.

Unas pocas horas de descanso fueron suficientes para quitarse una carga considerable de los hombros. No había puesto mucha consideración en su propia resistencia debido al pánico, pero debería haber sido un poco más cuidadosa.

—Aparte de eso, esto es realmente serio…

Sangre roja rezumaba de sus dos muñecas cuando se expusieron al sol brillante en lo alto. Gracias a que movió sus manos sin parar mientras caminaba para quitar las cuerdas que unían sus brazos, las cuerdas se aflojaron y se liberó. Y aunque sabía que no había nada que pudiera hacer con respecto al dolor en sus muñecas, no fue hasta que pudo ver a la luz del día que se dio cuenta de lo mal que se veía.

Después de quitarse la cinta del pelo y vendarse la mano derecha, echó un vistazo. Por lo que pudo ver de inmediato, no había nada más que árboles de hoja perenne y hierbas altas. Las huellas de las ruedas que había seguido la noche anterior no se veían por ningún lado.

La desesperanza se filtró en su corazón por un segundo antes de que fijará su actitud y se pusiera en pie. Rompió una ramita del tejo malvado y la metió en el encaje que adornaba la parte delantera de su vestido como si fuera un amuleto de buena suerte.

—Me pregunto si la investigación ha comenzado… —Klaudio había dicho que estaba preparado para que, aunque hubiera una investigación, él estaría bien. Sus preocupaciones permanecían, pero creía que saldría adelante.

El verdadero problema aquí era ella misma.

Habría sido genial si hubiera podido salir del bosque sólo por el camino, pero no había forma de que las cosas fueran tan fáciles.

—Bueno, me dijeron que la última vez que me perdí aquí, subí al árbol más alto del Bosque Prohibido…

Trató de mirar hacia arriba y, por supuesto, pudo ver un árbol considerablemente más alto que los árboles de la zona en la que se encontraba. El proceso de pensamiento de su infancia estaba empezando a encajar. Probablemente pensó que si subía a ese árbol, podría ver el castillo. El hecho de que ella había incubado la misma idea incluso ahora era, al menos para ella, un testamento de lo tonta que era.

—Es bastante increíble lo poco que he avanzado —dijo con una sonrisa irónica, caminando hacia adelante.

No estaba muy lejos de donde quería ir. Pero, lo más importante, el dobladillo de su vestido se enganchaba y le dificultaba caminar.

Se le ocurrió la idea de rasgarlo y acortarlo, pero parecía que estaba demasiado débil o la tela era más fuerte de lo que parecía, porque no fue capaz de hacerlo.

—Sería genial si pudiera usar el maná del príncipe Klaudio… De esa manera, podría ir directo a casa aunque esté lejos.

Al llegar finalmente al lado del enorme árbol, le vino un pensamiento que no había pasado por su mente en todo este tiempo, en parte debido al agotamiento.

Rosemarie levantó la cabeza, como si ella misma se hubiera sorprendido.

—No es que no pueda usarla… ¿verdad?

No le habían dicho nada al respecto, aunque no supiera cómo usarlo. Se miró las dos palmas de las manos, las apretó con fuerza, pero no sucedió nada y se avergonzó antes de rendirse.

Rosemarie sacudió la cabeza e intentó planificar cómo escalar el árbol que estaba delante de ella, pero fue entonces cuando vio algo blanco que sobresalía de detrás del árbol gigante.

—¿Qué…? ¿Es eso… una cola de animal?

Todo este tiempo, ni siquiera había oído el canto de un pájaro, y mucho menos había visto un animal salvaje. El bosque estaba envuelto en un silencio tan extraño que era casi como si toda la vida se hubiera extinguido, dándole una vibración ligeramente inquietante.

Esa era la única razón por la que su corazón latía con fuerza. Podía tratarse de una bestia que no había visto antes. Sin embargo, al mismo tiempo, el miedo la embargaba.

¿Es realmente un animal normal?

Este era el Bosque Prohibido, un terreno inviolable. El mismo lugar donde fueron enterrados los restos de la bestia sagrada. Había una razón por la que los que no tenían maná terminaban perdiéndose dentro.

Su corazón agitado latía con fuerza. Rosemarie no sabía si afligida por el miedo o la ansiedad, pero la curiosidad mezclada la empujaba, así que se puso de puntillas y se asomó lentamente detrás del árbol.

—¿Eh…?

No había nada allí. Había visto una cola blanca hasta hace un segundo, pero en el momento en que miró al otro lado, no encontró nada. Incluso después de explorar el área, no pudo ver más que sombras proyectadas por las hojas que se mecían con la brisa.

—¿Tal vez sólo estoy viendo cosas, entonces? —No estaba dispuesta a aceptarlo, a pesar de todo, así que tocó la parte del tronco del árbol donde el animal había estado.

Sólo fue un instante, pero su cuerpo quedó enterrado.

Toda la luz se desvaneció y su visión se cubrió de oscuridad, como la vez que fue metida en el barril. Casi como si estuviera atascada en un pantano, no pudo evitar que su cuerpo se hundiera lentamente, y pronto se le hizo difícil respirar.

¿Era esta la razón por la que toda esa gente desapareció?

¡Si sigo hundiéndome, voy a morir!

Agitó su mano como una mujer poseída, esperando que hubiera algo para agarrarse, hasta que su mano tocó una roca esculpida en algún lugar diferente con un golpe.

—¿Huh? ¿Princesa de Volland? —Una voz familiar, aunque muerta, se le metió en los oídos. Esa forma de hablar sólo podía pertenecer a una persona. Rosemarie levantó la cabeza, aturdida. Sus ojos se abrieron de par en par en la incredulidad.

—¿Mago Edel…?

El sombrío hechicero encapuchado ladeó su cabeza en confusión mientras se sentaban en su silla.

—¿Por qué estás aquí, Mago Edel?

—Debería preguntarte eso, princesa de Volland. ¿Cómo has entrado aquí?

Mientras Rosemarie se sentaba en el suelo, aturdida, un dulce aroma rozó su nariz de la nada, haciéndola revisar su entorno. Estaba en una habitación circular que tenía una envergadura del doble de la de Rosemarie. La pared de la rotonda estaba llena de estantes con libros. No estaba claro cómo se debía entrar o salir, ya que no había ventanas, ni puertas. Sobre el escritorio, en el centro de la habitación, había varias botellas y recipientes de cerámica de todas las formas y tamaños con vapores que salían de ellos.

—¿El olor de la saola…?

—Sí, es saola.

—Así que aquí es donde has estado analizando la semilla. ¿Entonces…? —Aún sin entender nada de lo que estaba pasando, Rosemarie se levantó y se acercó a Edeltraud. El hechicero se volvió a poner los guantes.

—¿Sabes dónde estamos?

—¿Eh? Uh, bueno…

Viendo que tartamudeaba y parecía incapaz de responder a la pregunta, Edeltraud dibujó un círculo con su dedo.

—En el centro del Bosque Prohibido. Directamente debajo de donde descansa la Bestia Sagrada. Todos aquellos que se acercan son devorados por los sueños de la Bestia Sagrada. Soy su guardián. Este es el puesto de guardia.

—¿Sueño de la Bestia Sagrada…? —Esas palabras evocaron imágenes de la cola del animal que vio cerca del gran árbol en su mente por alguna razón.

Pensé que era blanca… ¿pero tal vez era plateada…?

Al decir devorados, ¿se referían a esa mítica bestia de pelo plateado?

—Tienes el maná de Klaudio. Probablemente por eso estás a salvo.

Rosemarie había sido engañada por la extraña explicación de Edeltraud, pero su memoria reaccionó al escuchar el nombre de Klaudio.

—¡La investigación! ¿Sabe lo que pasó con la investigación del príncipe Klaudio? —preguntó, presionando a Edeltraud para obtener respuestas. El hechicero inclinó la cabeza, perplejo.

—¿Quieres ir con Klaudio?

—¡Sí, quiero! ¡Pero, primero, ¿cuáles fueron los resultados de la investigación?! —Considerando lo despreocupado que estaba actuando Edeltraud, ella asumió que Klaudio estaba a salvo y consideraban que poseía mana, pero aún estaba inquieta.

—No se ha producido todavía. Debería estar empezando ahora, probablemente no necesite ir. —Mientras Rosemarie estaba allí, con los ojos muy abiertos, Edeltraud aprovechó la oportunidad para acercarse—. Te llevaré allí, pero ¿puedes ayudarme con algo que quiero que pruebes?

—Bueno, si es algo que puedo hacer, entonces… —asintió con torpeza, algo temerosa y en guardia. Las ideas de Edeltraud siempre estuvieron polarizadas entre lo bueno y lo malo.

—En este momento, la Semilla de Sellado de Maná en Klaudio está en estado acelerado. Está en descontrol por su necesidad de absorber mana. Por lo tanto, si le das maná debería tranquilizarla. En realidad, él ha estado mejorando por el contacto físico contigo. Cuando la gente toma nutrientes, lo hace por la boca al ingerir alimentos. Por lo tanto, la transmisión de maná por la boca probablemente sea lo mejor. Es más efectivo. Lo mismo cuando bebió el té de Saola. Así que, considera que eres un paquete de maná.

—Sí, ¿de acuerdo?

—En otras palabras, si Klaudio y tú… entonces el maná podría volver a la normalidad.

—¿Perdón?

Sentía que acababa de escuchar una palabra difícil de comprender. Edeltraud la miró, confundida.

—¿No escuchó? Dale a Klaudio un…

—¡No puedo! —Su cara se enrojeció de vergüenza. No, todo su cuerpo estaba caliente, así que podría haberse enrojecido hasta la punta de los dedos de los pies—. Nunca podría hacer tal cosa con el príncipe Klaudio. ¡Simplemente no puedo!

Si hiciera eso, seguramente a él le desagradaría. Incluso si fuera un compromiso, ella seguía siendo, en el fondo, la persona detestable que le robó el maná. Pensó que haría cualquier cosa para ayudar, pero tampoco quería que Klaudio la odiara.

—¿No lo extrañas?

—¡Eso no es lo que dije! —respondió medio por reflejo, lo que le hizo entrar en razón. Al parecer, tenía tantas ganas de volver con Klaudio, que al escuchar la pregunta no pudo evitar pensar cuánta falta le hacía—. U-Um, ¿uno rápido será…?

Su cara estaba todavía tan roja que incluso ella misma lo notó, pero se preparó, pensando que la alternativa era mejor que quedarse varada aquí y no saber qué fue de Klaudio.

 Ella vio una sonrisa en la cara de Edeltraud.

—Está bien. Está bien, vamos. —Edeltraud arrancó la rama de tejo que Rosemarie pegó en el frente de su vestido antes.

En un abrir y cerrar de ojos, las hojas delgadas y dispersas en la mano del hechicero fueron recogidas por un viento que surgió de la nada, y luego llovió desde arriba.

Sus ojos abiertos se cubrieron rápidamente de oscuridad y su cuerpo empezó a temblar. Fue una sensación parecida a caer de un lugar alto, como si tus entrañas fueran aplastadas desde dentro. Se encontró cerrando los ojos como resultado.

—Si el maná no regresa, me encargaré de las cosas. No te pongas demasiado nerviosa. —La voz de Edeltraud comenzó a desvanecerse en la distancia, y eventualmente fue borrada por los sonidos del viento.

Todo se iluminó de repente, y, al mismo tiempo, se sintió abandonada en otra parte.

Rosemarie se golpeó el hombro, dejando escapar un pequeño gemido.

Tres veces sólo hoy… Voy a tener moretones a este ritmo… Y si es así, Heidy tendrá un ataque…

Escaneó el área mientras superaba el dolor para encontrar que estaba bajo el tejo que crecía junto al invernadero que le dio Klaudio.

—He… ¿conseguido volver al castillo? —En lugar de estar contenta por haber vuelto, estaba más preocupada por el gran salto que dio de estar en el bosque a estar cerca del castillo. Aunque todavía estaba conmocionada, Rosemarie rápidamente se puso de pie.

¿Dónde están llevando a cabo la investigación?

Espoleando sus temblorosas piernas a la acción, corrió a través del patio. Entró en el edificio, casi tropezando, y se topó con los caballeros que hacían guardia afuera.

—¡Oh, ¿Su Alteza Real?!

—¡¿Sabes dónde están llevando a cabo la investigación?! —preguntó, tirando del caballero congelado por la sorpresa. Rosemarie estaba preocupada por la situación en la que se encontraba en el castillo en ese momento, pero era más eficiente preguntar en lugar de correr por toda el palacio buscando. La desesperada ferocidad en su rostro hizo que el caballero abriera la boca con vacilación.

—En el gran salón… pero…

—Le agradezco. —No esperó a que terminara su frase, y en su lugar empezó a correr. Mientras agradecía a sus estrellas de la suerte que era un lugar que conocía, su corazón saltó al oír los pasos que la seguían por detrás.

—¡Su Alteza Real, espere ahí!

—¡Su Alteza ha escapado de la prisión!

Aparentemente, no se había anunciado su supuesto escape anoche. Aunque se sintió aliviada al saber eso, no podía permitirse el lujo de dejarse atrapar ahora.

Levantó el fleco de su vestido para que sus piernas no se enredaran y se dirigió hacia la sala. Trató de perderlos haciendo desvíos, pero era inútil. Mientras más lo hacía, más caballeros la perseguían.

—¡No es bueno! ¡Me van a atrapar!

Fue cuando dobló la esquina, medio llorando, cuando sucedió. Chocó con alguien, quien la sostuvo mientras rebotaba y volaba hacia atrás.

—¡La he atrapado, Su Alteza! —Un caballero con cabeza de venado le apretó el brazo.

♦ ♦ ♦

Había tanta gente en el gran salón que apenas había espacio para todos los reunidos para la investigación “Cuestionando el estado del maná del príncipe heredero Klaudio”.

Hace tres días, el anuncio del propósito de la investigación en todo el castillo sorprendió y asombró a la gente, mientras que un puñado de personas temblaban de alegría.

Una de las personas felices era el Arzobispo Kastner, la persona que intentaba reclamar un lugar en el trono y la persona junto a la cual Fritz estaba de pie. Mientras estaba parado allí, sin querer escuchó lo que la gente de alrededor tenía que decir.

—¿No se suponía que era la segunda venida de la bestia sagrada?

—Si lo piensas, Su Alteza no usa activamente la magia. ¿Nos habrá estado engañando?

—Quiero decir, la mayoría de los otros hechiceros son de la misma manera, ¿no? Es sólo que el Archimago Edeltraud usa demasiada en comparación, es tan frivolo.

—Si no tiene maná, ¿quién va a tomar el trono como príncipe heredero? El derecho al próximo sucesor seguramente…

La charla indiscriminada que se intercambiaba a su alrededor, haciendo que Fritz suspirara en su interior mientras mantenía su cara neutral.

Cielos, me gustaría que se callaran. Aunque, la persona que está ocupando la posición de príncipe heredero podría no tener maná. Eso es un evento sin precedentes, así que supongo que no puedo culparlos.

Antes de acceder a la posición, se realizaban las investigaciones adecuadas. En ese momento, Klaudio todavía tenía su maná y su cabeza no era la de un león. Probablemente nunca esperó perder su maná después.

El clamoroso gran salón de repente se volvió tan silencioso que se podía oír caer un alfiler.

Klaudio atravesó la entrada real.

Su firme y juvenil complexión estaba vestida con un traje negro, y su cabeza, la de un león plateado. La forma en que entró, sin un ápice de nerviosismo, hacía que los presentes quisieran arrodillarse e inclinarse de forma natural. Y en realidad, como una ola en decadencia, los aristócratas y burócratas de la sala comenzaron a arrodillarse.

El miedo y la reverencia se unieron a las dudas y a la sospecha. Una plétora de emociones llenó la sala.

Supongo que es mejor que la esposa real no esté aquí.

Rosemarie se habría desmayado si viera este paisaje.

Probablemente nada más vería cabezas de bestias, a izquierda y derecha. Era lo único que se podía considerar una circunstancia afortunada de su desaparición, si se atrevía a pensar así.

El rey Baltzar fue la última persona en hacer su entrada, y se sentó en el trono, comenzando la investigación.

♦ ♦ ♦

Se colocaron seis velas en el gran candelabro que fue transportado al centro del salón.

—Nos gustaría que encendiera cada una de las velas, príncipe Klaudio. Si lo hace, el estado de su maná será claro como el día —explicó el Arzobispo Kastner dentro de la atmósfera llena de tensión. Para evitar cualquier interferencia externa de otros hechiceros que no fueran Klaudio, se había prohibido su asistencia.

Sí, sólo los hechiceros.

Klaudio vio a Fritz, con una mirada de inocencia en su rostro, parado detrás de Kastner.

Había gente que no tenía suficiente maná para convertirse en un hechicero como Fritz, y también había gente que nunca intentaría serlo. Probablemente había algunas de esas personas entre las muchas que se reunían en el salón también.

Cuento con usted, Maestro Edel.

Klaudio dio un inusual rezo al hechicero normalmente distante.

Extendió su mano hacia la vela al extremo derecho. La clamorosa sala una vez más se llenó hasta el borde de tensión.

Hubo una pausa durante unos segundos, pero la mecha permaneció sin encender.

Incluso la gente que era optimista al principio empezó a dudar de él, y sus susurros se hicieron más fuertes. Klaudio no se movió ni una pulgada de todos modos.

Maestro Edel… ¿está tan envuelto en la investigación que se olvidó de la investigación? O tal vez… 

Normalmente, siempre que Klaudio usara magia, Edeltraud estaría cerca para usarla en su lugar. Pero cuando se trataba de usarla desde una distancia como esta,  era probable que ni siquiera el Archimago, que usaba la magia y los hechizos a voluntad, fuera capaz de hacer algo así.

—Parece que las velas son bastante difíciles de encender, ¿no? Esta vela podría muy bien estar manipulada. Démosle una luz sólo para asegurarnos —se rió Kastner con sus hombros temblando. Se acercó a la vela y le hizo señas a un chambelán con una llama.

Un fuego naranja cálido ardió, y Klaudio apretó sus mejillas muy ligeramente.

Esto es malo, ¿eh…?

Fritz, que estaba de pie al lado de Kastner, miró a Klaudio con pánico. Si Fritz se esforzaba, probablemente podría haberla encendido, pero Klaudio dejó escapar un gran suspiro en lugar de asentir con la cabeza.

—Cambia la vela. ¿Quiénes la prepararon y dónde? Dijiste que podrían haber sido manipuladas, ¿no? Estas son herramientas para una investigación muy seria. Debería ser de sentido común que no han sido manipuladas, pero ¿cómo puede estar seguro de eso? —klaudio soltó una profunda carcajada. El sonido de la risa aterrorizó tanto al chambelán que estaba a su lado, que dejó caer la llama que sostenía. Kastner la apagó, sin expresión.

—Un patético despliegue que sólo…

—Klaudio. —El rey Baltzar, que había estado supervisando silenciosamente el giro de los acontecimientos hasta este punto, interrumpió a Kastner a mitad de camino. Su voz, que no era nada enérgica, atrajo las orejas hacia él—. Si tienes tus dudas, usa las velas de la pared. ¿Aceptable, Arzobispo? —El monarca señaló las velas colocadas alrededor del salón, y luego puso sus ojos en Kastner.

Los dos saludaron con una mano al pecho, en cuyo momento el chambelán se preparó para traer las velas de la pared.

Klaudio involuntariamente se dio una palmada en el pecho. Esperaba que Edeltraud estableciera con éxito el vínculo que necesitaba con ellos mientras tanto.

Una vez que el chambelán arrancó la primera vela, se oyó el sonido de mucha gente corriendo desde fuera del salón.

—¿De qué se trata? —Kastner frunció sus cejas con sospecha. La gente en el salón se agitó y parloteó.

Las pisadas que sonaban apresuradas se acercaron. Luego, la puerta del salón se abrió, haciendo un ruido tan fuerte que parecía casi como si se fuera a hacer pedazos.

—¡Príncipe Klaudio! —Fue Alto quien abrió la puerta de par en par.

Prácticamente tropezando por detrás de él había alguien vestida con un vestido sucio, con moretones por todas partes y con la apariencia de haber sido arrastrada por el barro, nada menos que la princesa heredera Rosemarie.

♦ ♦ ♦

—¡Príncipe Klaudio! —, Rosemarie corrió hacia el salón, pensando tímidamente en el gran número de ojos que la miraban a la vez, pero pasó por delante de eso y entró. Sorprendidos, los asistentes a la investigación le abrieron un camino. O, más exactamente, todos retrocedieron tratando de evitarla.

—¡¿Rosemarie?!

Vio a Klaudio tratando de abrirse camino hacia ella con ojos sorprendidos, y las lágrimas brotaron en sus ojos en alivio.

Rosemarie saltó a los brazos de Klaudio cuando él los extendió hacia ella, casi cayendo sobre sí mismo. Sin un momento para siquiera recuperar el aliento, apretó sus labios contra los de él.

—Te he extrañado tanto. —Rápidamente separó los labios y se acurrucó con Klaudio, cuyas mejillas estaban carmesí y su expresión totalmente desconcertada.

—En otras palabras, si besas a Klaudio, entonces el maná podría volver a la normalidad.

Esa fue la idea que le sugirió el Archimago. Era un experimento para devolverle el maná a Klaudio.

No podía levantar la cabeza, y su corazón latía tan fuerte que le hacía sentir como si fuera a salir de su pecho en cualquier momento, causándole mareos.

—Por favor, vuelva a la normalidad.

Ella se apretó en la ropa de Klaudio con una oración. Fue entonces cuando él la agarró de los hombros con más fuerza.

—Hah.

La cara de Klaudio se arrugó como si se asfixiara y se golpeó la cabeza como una bestia.

—¡¿Príncipe Klaudio?!

—¡Su Alteza!

Alto había llegado a su lado en algún momento y ayudó a retirar a Rosemarie de las manos de Klaudio, que se agarró a la chica tan fuerte que era probable que le aplastara los hombros.

La persona con la que se había encontrado al huir de los guardias del castillo era Alto. Sin embargo, ahora se estaba empezando a sentir mal por obligarlo a acompañarla.

Klaudio tembló dramáticamente una vez más, pero pronto respiró profundo y levantó la cabeza con  lentitud. Sin siquiera limpiarse el sudor de su frente, sus ojos azules miraron a Rosemarie llenos de confusión.

Sólo entonces, el clamor se convirtió en un alboroto.

—El rostro de Su Alteza…

—¿Ya no… parece la Bestia Sagrada?

—¡El rostro del príncipe Klaudio es humano de nuevo!

Mientras varias personas gritaban y sus gritos resonaban por la sala, Rosemarie miró a Alto, que la sostenía en alto.

—¿Su rostro ha vuelto realmente a la normalidad?

—Sí, milady. ¡Ciertamente! —respondió Alto, sonriendo con orgullo mientras su voz temblaba de alegría. Rosemarie miró a Klaudio, tocando su propia cara, y se conmovió hasta las lágrimas.

Con su cara aún tensa, como si hubiera visto algo increíble, Klaudio pasó su mano por el aire.

Las velas del candelabro en el medio del salón se encendieron todas a la vez. Las velas que estaban dispuestas en la pared también se encendieron, una por una, con una llama azul alimentada por maná. Klaudio agitó su mano una vez más, pero, esta vez, las llamas cambiaron de color a un rojo oscuro.

Su maná… ¿ha vuelto?

Rosemarie estaba tan reconfortada por esto que se hundió en el suelo, como si hubiera perdido toda la fuerza de sus rodillas.

—¿Estás bien? —Klaudio rápidamente extendió su brazo y la tomó en su abrazo.

—Gracias a Dios… —Mientras ella envolvía sus brazos alrededor de su cuello, las lágrimas que brotaban de sus ojos caían por sus mejillas. La preocupación que tenía superaba al sentimiento temporal de vergüenza, angustiada por la posibilidad de que no pasara nada a causa de su beso, o que causara que su condición se degradará más.

—No estoy muy seguro de cómo, pero parece que mi maná ha vuelto. Gracias —le susurró, apretándola con fuerza. Sin embargo, la soltó más rápido de lo que ella esperaba, ya que quería disfrutar del sentimiento y asintió con la cabeza. Con una sonrisa intrépida, Klaudio se dio vuelta—. Ahora, entonces, como pueden ver claramente, tengo mi maná. Más importante aún, estoy tratando de averiguar exactamente por qué la princesa, que aún debería estar detenida, ha aparecido aquí tan desaliñada como está. ¿Alguna pista, Kastner?

El comentario de Klaudio atrajo los ojos de Rosemarie hacia el otro lado y ella jadeó.

—¿No ha vuelto a la normalidad? Pero, ¿por qué…?

El rostro de Kastner seguía en el mismo estado demoníaco, mitad lagarto que se estaba derritiendo y mitad humano. Si el maná de Klaudio volvió a él, entonces no debería haber sido capaz de ver eso.

—Sí, esa es la pregunta que me gustaría hacer aquí. —Una sonrisa de satisfacción cruzó su rostro demoníaco. Esos ojos de reptil y humano la miraron fijamente, causando que Rosemarie se encogiera de miedo, pero abrió la boca, a pesar de todo.

—El Arzobispo me abandonó en el Bosque Prohibido mientras estaba detenida. Dijo que sería un problema si daba a luz a un niño…

—Alteza, ¿qué está diciendo? Si te hubieran abandonado en el Bosque Prohibido, no habría habido forma de que pudieras volver. Le agradecería que no me acusara falsamente de una fuga que hizo por su cuenta.

—¡No es falso! Anoche, yo estaba…

—Rosemarie. —La voz consoladora de Klaudio la silenció. Ella lo miró, insatisfecha, como si le preguntara por qué no la dejaba explicarse, pero Klaudio le dio una dulce sonrisa como única respuesta. Luego se volvió para enfrentar a Kastner—. La princesa no ha pronunciado ni una sola falsedad. Esta gente ha testificado que eso es un hecho. Fritz.

—Sí, Su Alteza Real Klaudio. —Fritz se inclinó respetuosamente, y por detrás de él entraron varios caballeros vestidos con los uniformes bordados en oro que habían metido a Rosemarie en el barril de vino cuando aún estaba detenida en la prisión—. Estos caballeros fueron incapaces de soportar el tormento de su conciencia y vinieron a mí para hacer penitencia. Arzobispo, como hombre de la iglesia, no puedo pasar por alto un acto que involucra paladines contra la familia real. Oh, tal vez debería traer esto, también, mientras estoy en ello —dijo mientras sacaba varias notas de su bolsillo del pecho con una sonrisa complaciente—. Me tomé la libertad de investigar según las instrucciones del príncipe Klaudio… Malversación de las contribuciones de la Iglesia estatal, sobornos al personal burocrático, violencia y daños corporales al personal de limpieza… Y la lista continúa, pero ¿le gustaría compartir su versión de la historia?

—Fritz, ¿cómo te atreves…? —dijo Kastner, apretando los dientes.

El alboroto de la multitud compuesto de miradas y gritos de desaprobación llovió sobre el Arzobispo.

A pesar de que Rosemarie sabía que las diversas miradas bestiales que sólo ella podía ver no estaban dirigidas a su persona, le causaron un escalofrío por la columna vertebral y la hicieron sentir enferma. Klaudio acarició ese mismo escalofrío suave y delicadamente con una mano.

—Kastner, ¿qué planeabas hacer después de que me consideraran el príncipe sin maná? No puedes convertirte en el rey de esta nación sin maná. Para recibir el derecho a ser heredero del trono, debes tener tanto el linaje como el maná. ¿Puede el candidato que esperabas apoyar reclamar ambos?

El lado humano del rostro de Kastner estaba bañado de odio, y decenas de escamas en la porción de lagarto derretida se cayeron cuando abrió bien la boca. Una lengua bífida salió del interior de su boca roja. Agarró el candelabro cercano e intentó golpear a Klaudio con el objeto contundente, pero antes de que los caballeros tuvieran la oportunidad de intervenir, él lo detuvo de forma fácil y rápida.

—¡Maná esto, maná aquello! ¡Cierra tu insolente boca sobre el maná, mocoso! Esa mera ridiculez fue una ley inventada, hecha durante la creación de esta nación sólo para que los hechiceros preservaran sus líneas de sangre. Un rey puede ser perfectamente adecuado incluso sin tener una pizca del maldito maná —gruñó en respuesta.

—Me lo imaginaba. Realmente no sabes la razón por la que el maná es necesario para acceder al trono —murmuró el príncipe mientras lo miraba con lástima.

Aunque era poco probable que intentara atacar a Klaudio de nuevo, el brazo de Kastner se tensó. Sus ojos oscuros estaban ligeramente teñidos de confusión.

—Este castillo fue construido para mantener el Bosque Prohibido bajo control. El maná del castillo es fundamental. Si el rey no tiene maná, el bosque se extenderá más y más. La capital sería completamente engullida y eventualmente caería en la ruina.

—Eso no puede ser…

—¿Estás calificado para decir que es imposible? ¿Tú, alguien que no sabe nada de las artes místicas? ¿Puedes decir eso con certeza? —presionó para obtener respuestas, pero Kastner no hizo más que mantener la boca cerrada con frustración.

Klaudio sonrió triunfalmente, soltando el brazo de Kastner. Después de ser abruptamente arrojado a un lado, el Arzobispo se tambaleó un poco antes de recobrar el equilibrio. Sin embargo, continuó mirando con odio a Klaudio.

—Lo que ha estado tratando de hacer equivaldría a un plan para destruir la nación si no se le da la debida discreción. —Del cuerpo de Klaudio, se levantó una neblina blanca y brillante, las llamas recién encendidas de las velas vacilaron a pesar de que no había viento—. Además, planeaste un regicidio contra la princesa. Antes de que seas juzgado ante la ley, ¡te juzgaré yo mismo!

La neblina amorfa comenzó a tomar forma. De repente, las pequeñas llamas de las velas estallaron en un práctico infierno. Lo que apareció en el centro de la sala, separando las llamas, fue una criatura con cabeza y cuerpo de león y cuernos de carnero rizados. Su espalda, en una postura intimidante, albergaba un par de elegantes alas.

—¡¿La Bestia Sagrada, el León de Plata?!

Su piel parecía demasiado suave para ser una ilusión, y la fuerza del viento del duro batir de sus alas parecía muy real. Rosemarie estaba atónita.

La Bestia Sagrada lanzó un rugido atronador. Ese rugido sacudió la atmósfera, invocando el asombro y el miedo desde el mismo corazón de los espectadores. Mientras la multitud permanecía inmóvil en su lugar, Kastner se volvió con una mirada frenética en su rostro.

—A él —expresó con frialdad Klaudio. Al escuchar sus instrucciones, el León de Plata persiguió a Kastner, quien corría hacia la salida.

El León de Plata se abalanzó hacia el Arzobispo, que estaba haciendo todo lo posible por escapar mientras tropezaba con él mismo.

—¡Alto! ¡Monstruo vil…! ¡Retrocede, atrás, atrás! ¡¡Aaaaaaaaah!!

La Bestia Sagrada abrió su gigantesca boca de par en par y se tragó la cabeza del Arzobispo entera.

Los gritos resonaron por toda la habitación. Tanto los que se desmayaron por la impresión como los que intentaban huir asustados, todos tenían miedo de Klaudio.

—Príncipe Klaudio… ¿cómo pudo…? —Rosemarie se agarró a la túnica de Klaudio con dedos temblorosos. Él respondió con una sonrisa.

—Mira de cerca.

La Bestia Sagrada comenzó a disolverse como una simple neblina, dejando en su lugar la forma del Arzobispo Kastner, aturdido y en completa confusión, con sus ojos ligeramente abiertos. Al notar esto, la confusión de la multitud se calmó gradualmente, y alguien llamó a los caballeros para que lo tomaran en custodia.

—Estará fuera de servicio por un tiempo.

—¡Ha ido demasiado lejos! —Ella miró a Klaudio mientras sonreía agradablemente con un ojo crítico. El Arzobispo estaba probablemente inconsciente.

Podía ver a los caballeros de la guardia del castillo sacando el cuerpo inerte de Kastner, por ambos brazos.

El príncipe miraba con calma mientras Kastner era llevado bajo custodia. Luego comenzó a instruir a los que lo rodeaban. Rosemarie notó que toda la gente que quedaba en el salón enfocaba sus curiosos ojos en Klaudio mientras hablaba.

Oh, es cierto. La mayoría de la gente aquí sólo ve el rostro humano del príncipe Klaudio por primera vez… 

Debían lo reconocían por su parecido a su versión más joven, aunque quizás se veía diferente.

También vio a algunas chicas suspirando por el elegante principe de pelo negro que estaba delante de ellas, lo que la hizo sentir un poco desanimada.

—Klaudio —resonó una voz tenue pero clara. Rosemarie se dio vuelta junto con Klaudio y los otros. Se apresuró a arrodillarse ante el rey Baltzar, el hombre que permanecía imperturbable a pesar de todo lo que acababa de suceder. A su lado, su esposo permaneció de pie.

—Siento mucho la conmoción, Su Majestad. También me disculpo por hablar de los detalles del Bosque Prohibido ante todos los presentes. Le aseguro que se hizo en interés de evitar que alguien como Kastner hiciera lo mismo…

—Eso no importa. Si crees que has incitado una conmoción, entonces asegúrate de mejorar tus acciones en el futuro. Estoy seguro que eres muy capaz de hacerlo.

Esos fueron los únicos comentarios del rey, hechos con un severo tono mientras dejaba el trono y se iba con el chambelán.

—Príncipe Klaudio… —Su intercambio fue tan extremadamente brusco que era difícil creer que eran padre e hijo. Fue una interacción que hizo que las cejas de Rosemarie se hundieran, desanimadas, pero Klaudio le sonrió como si nada hubiera pasado.

—Ahora, entonces, un fuerte proceso de limpieza espera. Después de todo, hemos expuesto todas las fechorías de Kastner. Ya es hora de que exponga a la luz a  todos sus conspiradores. Sin embargo, antes de hacerlo… —El tono de Klaudio fue intencionalmente brillante y alegre para Rosemarie, cuya mente aún no está clara. Él sostuvo con suavidad sus manos magulladas—. Hiciste un buen trabajo al volver aquí. Cuando escuché que habías sido abandonada en el Bosque Prohibido, me preocupé mucho.

—Tengo que agradecerle por eso, príncipe Klaudio. El Maestro Edel me dijo que pude salir a salvo porque tenía tu maná en mí.

Hasta ahora nunca había dejado de sentirse culpable por lo sucedido, pero esta fue la única vez en la que estuvo agradecida por tenerlo.

—Así que pudiste ver al Maestro Edel. Veo que eso fue lo que hizo que ese acto se llevará a cabo…

—¿Ese acto…? —Rosemarie ladeó la cabeza confundida, y Klaudio la miró fijamente a los ojos. Más exactamente, directo a sus labios. La sensación de los labios ligeramente secos, pero inesperadamente suaves, de Klaudio volvieron a su memoria, y la sangre se disparó a su cabeza—. ¡Eso fue…! ¡Um! El maestro Edel me dijo que probara eso a cambio de enviarme a usted, príncipe Klaudio, ya ve, y…

Ahora que podía analizar mejor la situación terminó besando a Klaudio en frente de todos. Desde la perspectiva de un transeúnte sin relación, parecía una princesa sin sentido común ni consideración por el ojo público.

¡Cubo! ¡Necesito mi cubo!

Como todavía tenía a Klaudio agarrado de sus dos manos, no podía usarlas para cubrir su cara. En su lugar, se la clavó en sus brazos, temblando tímidamente.

—Te estás sonrojando demasiado.

—Tus… tus orejas están igual de rojas, príncipe Klaudio —señaló ella en respuesta a su comentario burlón.

—Silencio. Ni una palabra más —respondió pellizcándole la nariz en lugar de la mejilla esta vez.

—Su Alteza Real.

Rosemarie se congeló antes de que pudiera darse vuelta al escuchar la voz que hablaba. Era una voz familiar y profunda, una que pertenecía al Capitán con cabeza de lobo de la Segunda Orden.

—Estaré allí enseguida. —Ella misma no había sido absuelta de ser sospechosa de intentar asesinar al príncipe. No quería pensar que la manera en que regresó empeoraría sus cargos, pero no tenía ni idea de lo que pasaría.

—Rosemarie, recuerdas lo que te dije, ¿verdad? —le susurró su esposo, frunciendo el ceño.

—”No importa lo que pase, no admitas el crimen. Lo resolveré en poco tiempo. Así que, ten fe y espera” —recitó sin errores. Klaudio pareció aturdido por un segundo, probablemente sorprendido por eso. Entonces desvió su mirada, aparentemente avergonzado—. Estaré esperando por ti.

—Bien.

Rosemarie le sonrió con timidez a su esposo, quien asintió firmemente con la cabeza.

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