Riku – Capítulo 26: Shibira

Traducido por Gorrión

Editado por Nelea

Corregido por Sharon


¿Qué es este sitio?

Viendo un techo extraño, Riku se preguntó vagamente dónde estaba.

Sintió algo frío y suave tocar su frente. Estirando sus pesados brazos, notó que era una toalla. A diferencia de las camas frías e incómodas en las que solía dormir, esta era blanca y suave.

Después de girar lentamente hacia un lado, vio a Vrusto sentado en una silla de madera. Tenía los brazos cruzados y los ojos cerrados. Todo su cuerpo estaba cubierto de vendajes luego de tratar sus heridas. En este momento, más que un demonio lobo, parecía más una momia que hablaba en sueños.

—¿… Por qué estoy yo… ?

Esto no era el Batallón del Dragón Demonio, donde se había acostumbrado a vivir, ni la habitación de alguna Fortaleza. Esa habitación le recordaba a una habitación de la Residencia Barusak, pero los muebles de esta tenían muebles de muchísima mejor calidad que allí y el ambiente era relajante.

—Hm… Oh, ojou-chan, ¿estás despierta?

Vrusto abrió los ojos al escuchar su voz. Tal vez no había estado durmiendo, sólo tenía los ojos cerrados. Por su rostro, parecía estar aliviado.

—Después de eso, Ojou-chan perdió tu conciencia. Menos mal que despertaste.

—… ¿Pérdida de conciencia?

Vagos recuerdos inundaron su mente.

Después de llegar a la ciudad de Derufoi, recorrió la ciudad con Charlotte, y luego, el que apareció delante de ella…

—Eso es, ¡Rook!

Tras decir eso se levantó de un salto, completamente despierta.

Ella fue tras Charlotte para encontrarse con Rook. Sin embargo su guía, Kurumi, era en realidad una traidora, y después de todo lo que pasó, terminó suicidándose. Debido a eso, Riku tuvo heridas severas al golpearse la cabeza con fuerza, y después de matar a los Espiritistas que los persiguieron, llegó a sus límites. Y justo antes de que perdiera el conocimiento, lo último que vio fue…

—Que bien que te hayas despertado.

Riku escuchó una voz suave cerca de Vrusto.

La mujer estaba enteramente vestida de blanco y le sonreía. Todo su cuerpo estaba cubierto de un paño tan blanco que dudaba en tocarlo, y su pelo como la seda se extendía hasta su espalda. La mujer que tenía los ojos ojos cerrados, abrió sus labios bien formados.

—Permítanme presentarme una vez más. Soy Shibira. Trabajo en el Santuario de la ciudad de Derufoi. Es un honor conocerte, Riku Barusak-sama.

Shibira extendió su mano hacia Riku.

Ella iba a tomar su mano, pero se detuvo a medio camino. Sin retroceder, tomó el paño que cubría su frente. Estrechando los ojos, Riku lo inspeccionó. No sabía demasiado sobre la tela, pero lo vendiera en el mercado conseguiría bastantes Monedas de Plata.

Sintió que era increíble que estuviera usando una tela de tal calidad para refrescarse la cabeza. No podía decir si era porque la mujer tenía buena voluntad o si había algo más detrás de escenas.

—¿Esto es tuyo?

—Sí. Soy su aliada después de todo.

—Hmph, ¿es realmente así?

Vrusto lo dijo sin rodeos como si estuviera escupiendo estas palabras. Sentado entre Riku y ella, miraba a la mujer con desdén.

—Estoy agradecido porque haya tratado nuestras heridas, pero es sospechoso… Realmente no quiero pensarlo, ¿pero realmente no estás pensando en obtener nuestra gratitud para conseguir algo a cambio? O tal vez planeas que nos descuidemos y luego nos maten…

Pero aunque Shibira estaba recibiendo palabras que eran casi como amenazas de Vrusto, su expresión no cambió. Riku pensó en Kurumi, pero era diferente de aquella falsa sonrisa. Si tuviera que explicarlo, sería como un lago congelado en invierno en el centro de un bosque profundo. Estando completamente en silencio, los miró a ambos.

—Si hubieran permanecido en ese lugar, Riku Barusak-sama, y usted también, habrían muerto… Incluso si pudieras seguir vivo después de todo eso, eventualmente serías perseguido por los Espiritistas de Buryuccer, y así, no podríamos hablar en este momento. Por lo tanto, aquí estamos en este Santuario, para que podamos tener la oportunidad de hablar.

Shibira movió suavemente la mano como para apaciguar los ánimos.

—No tengo ninguna espada, ni hay alguna oculta. Pero si hubiera armas… con su capacidad olfativa, debería ser posible saber si hay espías o guardias alrededor.

Riku comprobó la reacción de Vrusto. Por su rostro, parecía que Shibira decía la verdad. Los hermosos paños que llevaba también hacían destacar la forma de su cuerpo. No parecía que estuviera escondiendo una daga o cualquier otra cosa. Por supuesto, tampoco parecía que hubiera bombas atadas a su cuerpo como Kurumi.

—¿Por qué necesitas hablar conmigo?

Vrusto protestó ante las palabras de Riku, pero ella le ignoró. Aunque su cuerpo no estaba recuperado por completo, estaba mucho mejor que como estaba en el pasaje subterráneo. No sólo su dolor de cabeza había disminuido, sino que ya no sentía náuseas. Si miraba a su alrededor, era posible ver la alabarda que siempre usaba estaba junto a su cama. Si Shibira en verdad no poseía armas, matarla sería sencillo.

Si mintiera, sería suficiente simplemente ignorarla.

—Sí. De hecho, necesito hablar con el otro tú.

—¿La otra yo?

Riku frunció el ceño.

Vrusto la miró con una expresión que preguntaba de qué estaba hablando. Riku sacudió la cabeza. Ella sólo era Riku Barusak, nadie más. Tenía la sensación de que había oído hablar de personalidades múltiples antes, pero Riku no poseía una característica tan rara.

—¿De qué estás hablando?

—Ya veo… Entonces como se esperaba, ella realmente ha sido devorada.

Shibira, por primera vez, mostró una expresión triste.

—¿Ha sido devorada?

—No, por favor, olvídate de lo que dije. Ya no puede ser restaurada.

Shibira quería poner fin al tema. Pero al hacerlo, sólo hizo que Riku se interesara. Inclinando su cuerpo hacia adelante un poco, miró a Shibira.

—¿Qué querías decir con “ha sido devorada”?

—No puedo ver la realidad. A cambio de eso, puedo ver el futuro.

Diciendo eso, Shibira puso su mano derecha sobre sus ojos.

La información que Keity Fostar le había contado hacía eco en el fondo de su mente. Inconscientemente, Riku bufó con una sonrisa.

—He oído hablar de ello. Sin embargo, no creo en un futuro inmutable.

—Sí, el futuro que veo no es inmutable, pero tiene altas posibilidades de ocurrir. Incluso en este momento, el futuro está cambiando constantemente. El futuro que puedo ver es sólo la ocurrencia más posible, teniendo en cuenta el presente. Las decisiones de las personas podrían cambiar o no.

Shibira mostraba una sonrisa que parecía dolida. Tal vez, como les decía, era algo que ya había visto. O tal vez era diferente. Pero para Riku, que no podía ver el futuro, esas cosas no importaban.

—¿Y entonces? ¿Tiene algo que ver con lo que ‘la hayan comido’?

—Sí. De hecho, hace diez años, yo… Vi el futuro y predije la profecía de las dos Riku Barusak. A la otra Riku Barusak, que dormía dentro de ti. Pero la situación de ese futuro ha cambiado de donde blandió su espada como Espiritista a donde ondeó su alabarda para los Demonios.

—¿Hace diez años? ¿Qué pasó?

Riku perdió interés en un instante.

Si era sólo eso, podía saberlo tras investigar un poco. El hecho de que Riku fuera desechada fue un secreto para el público. Oficialmente debían de haber anunciado que murió por una enfermedad. Pero como fue despreciada, no había necesidad de investigarlo.

Por supuesto, que buscaran hasta averiguar que había sido reclutada por el Ejército del Señor Demonio era un trabajo muy prolongado, pero no imposible. Si un humano pelirrojo de apellido Barusak se destaca, inmediatamente notarían que era Riku.

—Este tipo de cosas se pueden averiguar sólo investigando. El yo inútil que pretendía ser una Espiritista fue eliminada… Y se convirtió en otro yo. Sería algo así, ¿verdad?

La razón por la que nadie sabía de Riku, como pasó con Toudo, era simple. Nadie tenía interés en ella después de lo que pasó. El destino de una niña inútil que fue arrojada por un acantilado; no valía la pena investigarla. Era así de sencillo.

—Gracias, es suficiente. Gracias por tratar nuestras heridas.

Se sentía agradecida por los actos de Shibira.

Aunque eran del Ejército del Señor Demonio, no parecía querer pedir algo a cambio. Por sus palabras y detalles, suposo por qué los había salvado. Para Shibira, tratar sus heridas era algo por lo que debían estar agradecidos. Si los hubiera dejado en el pasaje subterráneo, los Espiritistas los hubieran atacado y ellos no hubieran podido defenderse.

Riku no podía entender porqué quería atender las heridas de personas que ni siquiera conocía.

Más que nada, su sonrisa no era como la falsa sonrisa que Kurumi tenía antes. Shibira era sólo una sacerdotisa muy silenciosa y honesta.

—… ¿Es así?

—Sí. Lo siento, pero me voy ya. Necesito encontrarme con Roppu… encontrarme con un amigo pronto. ¿Podrías guiarnos a la salida?

De pie, Riku puso la alabarda en su espalda. Después de colgar la espada de plata en su cintura, dio una mirada al perplejo Vrusto y caminó hacia la salida.

Mientras se movía, las palabras de Shibira llegaron desde su espalda.

—Entiendo. Te guiaré hasta la salida. Sin embargo, por favor, permítanme decir sólo esto. Riku Barusak no vivirá hasta el próximo invierno.

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