Riku – Capítulo 29: El ejército en la calle de atrás

Traducido por Gorrión

Editado por Nelea

Corregido por Sharon


Muchos sonidos animados se oían en la ciudad de Derufoi.

Incluso con el día de la fiesta acercándose, la agitación de la víspera del Festival no se calmó. De hecho, el día del Festival toda la vivacidad aumentó. Incluso los niños sin dormir se pasaron por alto ese día.

Ignorando la invasión demoníaca del día anterior y posponiendo su trabajo, todos buscaban divertirse. Ciertamente era un gran evento que sólo ocurriría una vez al año.

Por eso los habitantes de la ciudad no se dieron cuenta.

Algunos estaban un poco incómodos y sospechaban del temblor que ocurrió antes, pero nada más. Nadie notó que en las sombras de la ciudad, la batalla entre los Demonios y los Espiritistas se hacía aún más feroz.

Después de que Riku y Vrusto salieran del bosque del Santuario, volvieron directamente a la posada.

Tal vez hubiera sido bueno para ellos regresar a la entrada del pasaje subterráneo, pero si pensaban en cómo los Espiritistas llegaron al pasaje justo después de que Kurumi se sacrificara, podían concluir que el sonido del paso derrumbándose también fue escuchado en la superficie.

Roppu debió pensar en volver a la posada de inmediato y contactarse con Keity. Por eso Riku y Vrusto corrían por las calles laterales hacia la posada.

—Parece que llegaremos más rápido de lo que pensábamos.

Vrusto soltó una sonrisa audaz.

En este día de fiesta, no habría nadie lo suficientemente excéntrico como para estar caminando por las calles secundarias. Incluso si hubiera alguien, sería sólo personas con circunstancias privadas. Por lo tanto, aunque vieran a una pelirroja llevando una alabarda y un chico con una máscara de lobo muy bien hecha, nadie lanzaría una mirada.

Más bien, todos pensaban que si intervinieran, tendrían problemas.

Pero no había manera de que todo fuera tan fácilmente.

—¡Parad, ustedes dos!

Riku y Vrusto vieron a alguien que no conocía llamarlos.

Era un grupo que buscaba a Charlotte, quien había escapado. Sin embargo, ni Riku ni Vrusto se preocuparon por eso. Haciendo un signo con la mano para decirle a Vrusto que se fuera, Riku dio un paso adelante.

—¿Qué?

—Somos espiritistas de Buryuuser. Ahora mismo, hay un Demonio que ha escapado de nuestro cautiverio. Sólo para que podamos confirmar, ¿podrías quitarte la ropa?

—¿Oh? ¿Estás sospechando de nosotros?

Riku hizo una expresión muy disgustada. El Espiritista que estaba más cerca de ella se alejó lentamente con su mano en el mango de su espada. No hubo señales de que bajara su guardia.

Con sus dos manos vacías, se acercó a él.

—Eso es rudo. No soy un Demonio. Soy humana, ¿sabes?

—… Si ese es el caso, ¿por qué estás en un lugar como este en este momento?

—Toda el alboroto se volvió un poco molesto. Sólo quería ir a un lugar tranquilo.

Riku estaba jugando al tonto. Los ojos de los Espiritistas pasaron de Riku a Vrusto.

—Esta máscara es realmente muy detallada.

Ellos vieron a Vrusto de la cabeza a los pies fijamente. Sus palabras eran de alabanza, pero la mirada de precaución en sus ojos no desapareció en lo absoluto. En su lugar, parecía aún más fuerte.

Riku chasqueó la lengua en su mente. Los brazos y orejas de Keity Fostar eran de tigre, pero su cara era como un ser humano, así que antes no la tuvieron en cuenta y los dejaron irse. Pero el rostro de Vrusto era diferente de un ser humano; era igual al de un lobo.

—¿Podrías enseñármela un poco? —dijo el Espiritista mientras se acercaba a Vrusto.

Él no respondió la pregunta.

Cuando su mano se acercó lo suficiente como para tocar fácilmente a Vrusto, algo en su manga brilló. No había manera de que pasara por alto eso.

Estaba a punto de dar un paso atrás para alejarse del Espiritista, pero él le atacó con el cuchillo que sacó de su manga.

—¡¡Qué estás haciendo!!

Debido a que el Espiritista estaba demasiado cerca, Vrusto no tuvo tiempo para sacar su espada o evitar el ataque.

En ese instante, atacó con sus garras.

Las afiladas garras desviaron ligeramente el cuchillo. Mientras el arma seguía en el aire, el Espiritista saltó hacia atrás, alejándose. Y, con una sonrisa en su rostro, sacó su espada.

—Hmph, mostraron sus verdaderos colores, ¡¡Demonios!!

—¡No hay manera de que las garras falsas envíen un cuchillo volando!

La tensión aumentó en la calle secundaria. Era como si el aire se estuviera volviendo más denso, pesando sobre sus cuerpos.

Todos los Espiritistas entraron en una postura de combate.

—No se puede evitar. Sin embargo, me gustaría evitar hacer ejercicio innecesario.

—Realmente, ¡los Espiritistas deberían descansar en los Festivales!

Riku tomó la alabarda en sus manos y Vrusto sacó su espada.

Su dolor de cabeza y náuseas disminuyeron, pero todavía no quería moverse demasiado. Lo mismo le pasaba a Vrusto, que estaba cubierto de vendas, aunque ninguna en sus puntos vitales. Ambos querían evitar cualquier conflicto inútil y habían dejado que los Espiritistas hicieran lo que quisieran, pero parece ser que el plan había fracasado por completo.

No pudieron evitar la batalla.

—¡Empecemos por ti, pequeño Demonio!

El primero en sacar su espada fue un Espiritista que avanzó hacia Riku. Enviando el arma atacante a volar con un leve movimiento, ella cortó su torso con fuerza. Sus órganos salieron y se esparcieron por la calle pavimentada.

Riku pisó los órganos caídos.

—Nos atacan sin saludar con un cuchillo e incluso sacan sus espadas… ¿Los Espiritistas no tienen modales?

—Tch, ¡alguien! ¡Llame refuerzos rápidamente! —habló un Espiritista alto mientras temblaba. Probablemente se asustó al ver a su compañero morir tan fácilmente.

La persona que obedeció su pedido asintió rápidamente, dándose la vuelta para correr por la calle.

Pero no había forma en que Riku permitiera que llamaran refuerzos.

—Ingenuo.

Con sus ojos brillando, ella pateó el suelo.

Intentando evitar que Riku le atacara, los demás Espiritistas se pusieron en su camino.

Ella dobló su cuerpo y los pasó a todos.

Desde la perspectiva de los Espiritistas, parecía que hubiera corrido rápido, pero desde la de ella, era tan lento que era aburrido.

Alcanzó al mensajero en un instante y le susurró al oído.

—No te dejaré escapar.

—¡Hiii!

El Espiritista alzó un gemido similar al de un mono acorralado.

Siguió avanzando aunque miró atrás con los ojos abiertos por el miedo.

Sin vacilar, Riku bajó la alabarda. La hoja en forma de hacha, se clavó en la espina dorsal del Espiritista. Luego presionó su arma contra el suelo mientras se acercaba al enemigo caído.

—Bueno, ¿quién es el siguiente? —murmuró Riku, y la expresión de los Espiritistas cambió.

Sólo quedaban tres. Antes habían pensado que si rodeaban a Riku y atacaban al mismo tiempo funcionaría de alguna forma. En la práctica, Riku ya había matado a dos personas.

No solo eso, todavía quedaba Vrusto, que tenía la clara apariencia de un Demonio.

Decir que sus posibilidades de victoria eran desesperadas no era exageración.

—… ¡Mierda! ¡No temas! ¡En honor de Buryuuser, mataremos al enemigo!

Aún así, los Espiritistas no perdieron la inspiración. Con aquella voz que temblaba hasta el punto de ser vergonzosa, su moral parecía elevarse. Dos de los Espiritistas corrieron a Riku y el restante fue a atacar a Vruto.

—¡Cargaré el resentimiento de nuestros compañeros!

—¡Oh, maldito Demonio pelirrojo!

Con un grito de guerra, los dos Espiritistas acusaron a Riku.

La expresión de ella no cambió. Giró la alabarda en su mano como si todo fuera una molestia. Con el sonido del aire cortado, la velocidad de uno de los Espiritistas se redujo por el miedo. Pero el otro no se detuvo.

Se precipitó hacia Riku con los ojos inyectados en sangre.

—¡Toma esto! ¡El resentimiento de nuestros compañeros muertos!

—De acuerdo. Entonces, adiós.

Con un simple movimiento, le cortó la cabeza. El cuerpo que había perdido la cabeza roció sangre como si fuera una fuente. Mientras sus mejillas se empapaban con la sangre derramada, se acercó al espiritista congelado por el miedo.

—Lo siento. ¡Por favor, perdóname!

La espada cayó de su mano. Comenzó a suplicar por su vida mientras retrocedía inestablemente.

—¡Yo, tengo un hijo! ¡Es sólo un bebé que ni siquiera puede levantarse!

El sudor fluía sobre la frente del Espiritista.

A diferencia de quien atacó a Riku con sus ojos inyectados en sangre, la expresión de este estaba llena de miedo y con ganas de huir, mientras pensaba en la cara de su hijo en su casa.

—Si, si no vuelvo, mi familia… ¡Mi familia…!

—Sí, eso sería malo, ¿verdad? ¿Por eso quieres que te deje vivir?

La cara de Riku se relajó. Se acercó a él mientras elevaba las comisuras de su boca.

El Espiritista pensó que aún podría haber esperanza de salvarse. Extendió las manos como si intentara agarrarse a esa esperanza, ese rayo de luz que brillaba en la oscuridad.

—Te lo suplico. No le hablaré de ti a nadie. Así que…

—No quiero.

Riku envió la mano que se extendía hacia ella a volar. La calle se llenó de un grito lleno de dolor y desesperación.

Dándole a la cara empapada de lágrimas una mirada sin un fragmento de emoción, dio otro golpe. La cabeza fue mandada a volar y aterrizó en un mar de sangre.

—A pesar de que tomaste tu espada, ¿no estabas preparado para morir? Si tu vida es tan preciosa, entonces habría sido mejor que te fueras corriendo para empezar. —murmuró para sus adentros viendo los ojos abiertos por el miedo del Espiritista.

—… Ojou-chan, así que realmente te preocupas por lo que Shibira dijo —comentó Vrusto con tono preocupado luego de acabar con su Espiritista.

—No me hagas volver a decírtelo. No me interesan las profecías —le interrumpió Riku.

Diciendo eso, se limpió la sangre de su mejilla. Tener sangre sobre ella era desagradable. Ahora tenía ganas de tomar un baño

Desde que su plan para salvar a Charlotte había comenzado no había tenido tiempo de ir a bañarse. Pensando en eso, decidió que debía llegar a la posada lo antes posible.

Moviendo ligeramente su alabarda y salpicando de sangre la calle, empezó a caminar.

—Vamos, Teniente Vrusto.

—… Entendido… ¡Espera, Ojou-chan!

Fue en el mismo momento en que se detuvo por la advertencia de Vrusto.

En el otro lado de la calle había una gran cantidad de gente moviéndose. Era como un Ejército de amas de casa en un festival de descuentos. Si uno mirara de cerca, podrían ver una pequeña sombra en el frente de ese Ejército que corría como si estuviera huyendo.

Parece que la multitud de humanos sosteniendo espadas perseguían a la pequeña sombra frente a ellos.

Con el pelo rubio desaliñado que sobresalía incluso de noche y una espada rota en su mano derecha, la sombra corría directamente a la dirección de Riku. Esa descripción era como…

—¡Mu, Capitán! ¡Es el Capitán!! ¡Quiero un poco de tu ayuda!

Como si dijera “finalmente te encontré”, los ojos de esa pequeña sombra brillaban. Estaba corriendo hacia Riku.

Tras ella, había un Ejército lleno de intenciones asesinas. Como era de esperar, ante una situación tan inesperada, incluso el rostro de Riku se deformó.

—¿¡C-Charlotte!?

Sin intenciones de perdonarla por huir, un Ejército de cincuenta Espiritistas iba tras Charlotte.

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