Riku – Capítulo 43: Las Burlas y llantos de las gaviotas

Traducido por Gorrión

Editado por Nelea

Corregido por Sharon


Ha pasado una semana desde que Charlotte le dio a Riku la Orden Imperial.

Ella llegó a la Ciudad de Fert con dos mil soldados.

Riku y sus subordinados se dirigirían a la Isla Shirr desde esa ciudad situada frente al mar. La brisa marina llenaba todo el lugar.

Oliendo la sal en el aire, Riku recordó que la ciudad de Perikka también era una ciudad portuaria. Sin embargo, este lugar tenía diferencias con Perikka, como por ejemplo, la escala de los puertos, y la magnificencia de la ciudad.

No obstante, había algo más notable que cualquiera de esas cosas.

—Como se esperaba del frente de batalla. … Hay una sensación de tensión diferente de Perikka.

La ciudad de Fert estaba llena de una tensión que podría herir la piel.

Todos los Demonios caminando por las calles tenían un arma a mano y caminaban rígidamente. En lugar de comerciantes, el número de soldados era mayor. Entre los establecimientos alineados uno al lado del otro en la calle principal, los que destacaban no eran los restaurantes ni las tiendas que vendían productos del mar, sino las tiendas que vendían armas toscas y establecimientos con mujeres para curar a los hombres de la fatiga de la guerra.

—No tenemos tiempo para jugar. Hazlo después de que volvamos.

Riku reprendió a Vrusto, que tenía la cara lasciva mientras miraba a una chica invitándolo con la mano con una sonrisa lujuriosa. Al ser señalado por Riku, Vrusto chasqueó lengua con disgusto.

—Estúpida, ya sé que vamos a salir pronto.

—Si lo sabes, entonces mantén tus sentimientos bajo control —resopló Riku.

Con los ojos fijos en el frente, siguió caminando. Riku intentaba manetenerse tranquila al poner fuerza en sus pasos, pero aunque no estuviera hablando con nadie, su irritación crecía. Como no pudo quejarse por ser enviada contra su voluntad a la Isla Shirr, sus sentimientos eran cada vez más violentos.

—… Ojou-chan, debes tranquilizarte un poco, ¿sabes?

—¿Calmarme? Estoy calmada. Tranquila —respondió Riku como si intentara reprimir algo. Enfrentándose a un enojo que parecía que fuera a alzar la alabarda en cualquier momento, Vrusto retrocedió un poco.

Ignorando los sentimientos del Demonio, Riku le soltó sus quejas.

―Realmente, ¿qué está pensando esa chica? Sin investigaciones suficientes… Incluso podría ser una trampa.

―Sí, Ojou-chan. Realmente tienes que calmarte.

―Como he dicho antes, ¿estoy lo suficientemente tranquila…?

Riku hablaba mientras se dejaba llevar por su ira. Sin embargo, un grupo de personas aparecieron de frente a sus ojos, interrumpiéndola. Eran hombres con el uniforme del Ejército del Rey Demonio, alineados.

Cuando se detuvieron, el Demonio de mediana edad en el centro se acercó a ellos. Tenía cuernos afilados y músculos fuertes que podían verse incluso a través de la ropa. Emitía un aura que parecía querer aplastarla.

Riku le echó una mirada al Demonio.

―… ¿Tienes algún asunto conmigo?

―… ¿No eres tú la que ascendió, de la que todos habían estado hablando? —El Demonio respondió con otra pregunta lleno de desprecio.

Riku entrecerró sus ojos ante su manera de hablar, como si fuera alguien superior. Ella a menudo era despreciada por los Demonios, pero ahora apareció uno aún más irritante que los demás.

No le importaba ser menospreciada. Mejor dicho, Riku quería ascender de posiciones más rápido. En comparación con un Demonio, ella era una humana y tenía una vida corta. Antes de que escuchar la predicción de Shibira, creyó que podría luchar en su mejor condición hasta los 30.

Es decir que su tiempo restante era de sólo unos veinte años.

Para ella era imposible pasar muchos años subiendo de rango como los Demonios. Con el objetivo de luchar con Leivein pronto y durante mucho tiempo, necesitaba ser promovida lo más rápido posible.

Sí, eso estaba bien. Riku no estaba preocupada por eso.

Pero no le gustaba el Demonio frente a sus ojos. No le gustaban sus ojos que la despreciaban por ser humana.

Si algo no había cambiado desde el tiempo en que vivió en la Residencia Barusak, era que no le gustaban las miradas que la menospreciaban.

―No tengo nada que decir acerca de mi ascenso. Soy la Teniente Comandante Riku Barusak. Por la Orden Imperial de Charlotte-sama, partiré desde este puerto a la isla de Sherr.

Tragando su irritación, fingió estar tranquila.

Si fueran Vrusto o Asty, ella liberaría su ira abiertamente.

Sin embargo, Riku no sabía ni el nombre ni el rango del Demonio frente a sus ojos. Si estallaba contra un Demonio del que no sabía su identidad, era posible que terminara ensuciando el nombre de Leivein, quien la había aceptado desde el principio sin desdén alguno.

No podía traicionar sus expectativas. Tenía que soportarlo por el bien de Leivien.

Mientras se decía eso a sí misma, Riku soportó la mirada de desprecio.

―Ya veo, eras ese humano —El Demonio cruzó silenciosamente sus brazos. Y luego, dándole una mirada como si estuviera mirando algo repugnante, resopló. ―No te creas tanto porque lo has hecho bien en una o dos batallas.

Gorrión
¡Mátalo, por favor mátalooooo!

Y luego se fue junto con los Demonios que habían bloqueado su camino. Cuando pasó a su lado, no se olvidó de burlarse de ella.

—Eres el perro mascota del Dragón Negro.

Por un momento, no entendió de quién estaba hablando.

Pero en el momento en que la imagen de las dos gallardas alas negras de Leivein surgió en su mente, la sangre se le subió a su cabeza. Su mano se movió hacia la espada que tenía en la cintura, pero no desenvainó.

Vrusto le agarró la mano para detenerla. Riku intentó sacudirlo con fuerza para sacar la espada, pero el Demonio usó todo su peso para frenarla a toda costa.

Sin soltarla, inclinó su cuerpo para alcanzar las orejas de Riku.

―Ojou-chan, aguanta. Ese tipo es el Teniente General Zerrik, el gobernador de esta ciudad.

―¿…Teniente General?

―Así es. Por eso es necesario que te aguantes.

Eso quería decir que tenía el mismo rango que Leivein. Riku no podía matar a un Demonio con mayor rango, de ninguna manera.

No le importaba recibir un castigo, pero definitivamente afectaría la reputación de Leivein. Riku apretó los dientes.

Hasta que Zerrik desapareció de su vista, Vrusto no soltó su mano. Cuando él la dejó, la ira de Riku se había calmado un poco.

Quitando su mano con fuerza, Riku habló con un tono indiferente.

―… No hay manera de que en verdad lo hubiera matado.

―Eran serios, ¿sabes? Tus ojos.

―De ninguna manera.

Nelea
Lo siento Gorrión, para la otra será, hahaha. Descuida, si sigue así morirá próximamente en manos de un Espiritista

Diciendo sólo eso, una vez más, Riku comenzó a caminar.

Olvidándose por completo de Zerrik, comenzó a pensar en su próxima batalla. Sin embargo, no se le ocurrió ninguna nueva idea. Parece que su mente todavía hervía después de todo.

Zerrik mostró desprecio no sólo por ella, sino también para su amado Leivein. Algún día, ella definitivamente iba a hacerlo sufrir por ello. Más bien, la forma en que se sentía ahora le daban ganas de castigarlo de inmediat.

… Pero no tendría sentido hacer eso, y sólo cubriría el honor de Leivein con fango.

Sacudiendo la cabeza, Riku eliminó esos pensamientos ociosos. Y justo en ese momento, la figura de un muchacho con orejas de conejo se acercó por detrás y entró en su campo de visión. De repente, recordó algo que había olvidado preguntarle.

―Por cierto… Sargento Mayor Roppu, ¿fuiste capaz de preparar nuestra nave?

―Sí, sí. Ya lo he preparado todo.

Roppu le entregó unos documentos apresuradamente y Riku los leyó sin preocuparse. La información sobre el revestimiento y los armamentos de los cuatro barcos que se habían preparado estaban escritos de manera organizada. Comprobando cosas como las posiciones de los cañones, la capacidad de los buques y la velocidad más alta, Riku sintió una sensación de satisfacción y movió lentamente su boca.

―Cincuenta personas deben caber en cada barco… Son buques mercantes, ¿verdad?

―Sí, sí. Hemos comprado los buques mercantes de la ciudad de Perikka. Ya han sido entregados en el puerto de Fert.

―Ya veo. Gracias. Lo has hecho bien.

―Has hecho bien… ¡¡Ojou-chan!! ¡¿Qué estás pensando para que los ataquemos con buques mercantes y no con buques de guerra?!

Vrusto estaba sin palabras. Agarró a Riku por los hombros para hacerla reconsiderar.

―¡Escucha! El templo en la isla de Sherr es donde entrenan a los Espiritistas. Es imposible que un lugar como ese sea fácil de atacar, y definitivamente deben estar preparados para el combate marítimo. ¡No hay manera en que podamos ganar con un barco mercante que no tiene armas pesadas!

―Sí estoy de acuerdo contigo.

Riku tenía una cara completamente tranquila frente a la oposición de Vrusto.

Su irritación de hace unos momentos había disminuido considerablemente. Sintiendo que volvía a su yo habitual, continuó.

―Creo que probablemente se habrán entrenado para batallas navales lo suficiente para que puedan enfrentarse a ataques de buques de guerra demoníacos.

―¡Por eso necesitamos el mejor buque de guerra que podamos encontrar!

―Pero la corriente del agua es rápida; no podemos enviar barcos así.

Y además, no sólo Riku, sus subordinados no tenían experiencia en batallas navales. Es posible que pudieran encontrar Demonios con experiencia en el Ejército del Rey Demonio, pero la mayoría estaba acostumbrado a la tierra.

Desafortunadamente, Riku no había encontrado Demonios experimentados en batallas navales.

Contra un enemigo que había entrenado intensamente, si unos meros aficionados como ellos los enfrentaban, la victoria sería imposible. A estas alturas era demasiado tarde para aprender estrategias nuevas, y si usaba números para atacar, la mayoría moriría.

Para empezar, arriesgar la vida por un objeto de ensueño que ni siquiera sabe si realmente existe es estúpido.

Aún así, necesitaba ganar. Era una situación tan estúpida…

―Debemos darle la vuelta al juego al que están acostumbrados para ponerlo en nuestro beneficio —resopló Riku.

Quería terminar esta estúpida misión de una vez por todas.

Las gaviotas que volaban en el cielo alzaban gritos de forma indiferente.

Mientras escuchaba esos estúpidos gritos, Riku estaba determinada a ganar.

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