Riku – Capítulo 5: Espada vs Alabarda

Traducido por Kaori

Editado por Kaori

Corregido por Sharon


Seguí a Vrusto hasta una de las excavaciones en la roca, donde apartó la tela que cubría la puerta y entramos. Era un lugar fresco y oscuro, así que no pude evitar frotar mis brazos para entrar en calor.

—¿Hace tanto frío que ni siquiera lo puedes soportar? —soltó una risita burlona.

—Quinto líder Vrusto, ¿usted no tiene frío?

—No, estoy cubierto de pelo… Hey, aquí —Con tono grosero y un gesto con la mano, me indicó que me acercara.

Me fijé al andar que había una gran cantidad de armas distintas a ambos lados de la estancia. La oscuridad no me permitía asegurarlo, pero me pareció ver espadas, lanzas, hachas y unos arcos colocados uno al lado de otro. Parece que la cueva es una armería.

—Cualquiera estará bien. Elige el que creas que mejor podrás manejar.

—Uhh … Pero está oscuro y no puedo ver muy bien.

—¿Quieres que encienda una antorcha para ti? Estúpida, ¿qué pasa si prende la pólvora? La mayoría vemos bien en la oscuridad, este nivel de penumbra no debería ser un problema.

No pude responder.

Somos muy distintos, pero si es así, ¿por qué me escogió Leivein para entrar al batallón? Intentaré preguntarle la próxima vez que le vea.

Sólo una arma llamó mi atención en cuanto la vi.

—Puede ser cualquiera, ¿verdad?

—Sí … Por cierto, ¿alguna vez has tocado un arma?

—Más o menos.

Desde muy pequeña he entrenado con varios tipos de arma. Sé usarlas pero no puedo llenarlas con poder espiritual.

Recordar esa época me duele. Padre ya no me entrenará nunca más. Ahora no puedo siquiera soñar con regresar a la casa Barusak, ni con reunirme con mi familia…

Mi mirada se desenfocó y lágrimas de tristeza amenazaron con derramarse.

—Oye, elige algo. Deja de perder el tiempo.

—Sí —Froté mis ojos con la manga de mi remera y empecé a buscar un arma adecuada.

Rebusqué entre las espadas de doble empuñadura. Eran las que manejaba mejor tiempo atrás, pero no encontré nada de mi agrado. Escudriñé más arriba, y en una esquina, una especie de lanza atrajo mi interés.

En la punta de la lanza había un hacha afilada con un enganche en la otra punta. Eso es…

—¡Una alabarda! — Se me escapó por la emoción.

Era genial, podía cortar, empujar, arrastrar y más. Se podía luchar de muchas formas con ella. Sin embargo, debido precisamente a sus múltiples usos, su manejo exigía una gran destreza. Entre los espiritistas de mi anterior familia, muy pocos podían usarla.

Me gustan desde que era pequeña. Entrenaba con una de madera en casa, y siempre imaginé que cuando fuera espiritista llevaría una. Tal vez lo consiga antes de lo esperado, pero no como espiritista…

—Elijo esta — dije al tomar la alabarda en mi mano.

Su gran peso me abrumó, pero me acostumbraré. Me gusta esta sensación. Traté de girarla con mi mano y escuché el sonido cortante del viento. Nada podría igualarla, una sonrisa satisfecha apareció en mi cara.

—¿Qué? ¿Esa? —Vrusto elevó su tono de voz. —No, es demasiado difícil para ti.

—Aprenderé.

—No, su nivel es muy alto. Deberías empezar con una espada o tal vez una lanza.

—Gracias, pero está bien para mí. Cuando todavía tenía casa, solía entrenar con una. Además, dijo que eligiera lo que quisiera, ¿verdad?

—Bueno, ciertamente eso se adapta a ti… Esta bien, cámbiate allí de ropa y luego ve al punto marcado en el mapa donde empezaremos tu entrenamiento. —Suspiró con fuerza y me lanzó un paquete que atrapé con el enganche de la alabarda. Acto seguido se marchó sin añadir nada más.

El paquete contenía ropa, igual al atuendo militar que Vrusto usaba y una especie de mapa. No puedo diferenciar el color de la ropa, pero imagino que será verde oscuro. Las mangas son un poco largas, tendré que doblarlas hasta que crezca. Coloqué la alabarda sobre mi hombro y salí.

—Bien, vamos.

Tomé el mapa y empecé a andar.

Durante el camino sentí una mirada que me seguía, pero al girarme no había nadie. Sólo vi demonios entrenando con la espada.

Pronto llegué al punto del mapa; se trataba de una especie de arena.

Vrusto estaba allí balanceando una espada de madera. Antes de que pudiera hablar, su nariz se movió, caminó hacia mí y me apuntó con su arma.

Preparé mi alabarda en posición de combate, pero él se rió por debajo de la nariz al verme.

—Llegaste mocosa. Vamos a empezar con tu entrenamiento de una vez.

Me arrojó una alabarda de madera y no pude evitar una mueca descontenta.

—¿Es una alabarda de entrenamiento?

—Es mejor así, es un entrenamiento después de todo. ¿Ves? Yo también usaré una de madera. —Vrusto me lanzó una sonrisa desafiante.

Dejé mi nueva arma en el suelo y preparé la de madera. Tenía confianza, ya había usado una así antes, todo saldrá bien.

Decidí apuntar a su cuello. Le golpeé levemente antes de que desviara la trayectoria con una despreocupada sonrisa, y sin piedad me golpeó el brazo con fuerza.

—¡Duele! —La descarga de dolor sacudió mi brazo y solté mi arma.

Sin embargo, Vrusto no cesó su ataque. Tomó como objetivo mi estómago y me dio una patada con todas sus fuerzas. Me quedé sin aire en los pulmones, y sin tiempo ni para pensar, recibí otro impacto en la espalda que me mandó contra la pared.

Me dolían todos los lugares que golpeó. No fue tan duro como en Perikka, pero sí lo suficiente para hacer brotar lágrimas en mis ojos.

—Deja de perder el tiempo. ¡Ponte de pie y ven! —Me apuntó con su arma de nuevo.

Me levanté tambaleándome. Había entrenado mucho en mi vida, pero mis pies y manos no eran lo suficientemente rápidos. Cuando estaba en casa, siempre me decían que mis artes espiritistas eran mediocres pero mi fuerza era buena.

Sin embargo, ahora ningún ataque le hace más que cosquillas.

Vrusto me miró, parecía preocupado.

—Ciertamente, en comparación con los mocosos humanos, eres superior. Pero…

En cuanto cogí la alabarda, su espada ya venía a por mí. Entré en pánico, puse toda mi fuerza en mi arma y desvié el golpe, pero no fue suficiente. Recibí un fuerte impacto en el estómago, caí sobre mis rodillas con las manos en el estómago a causa del punzante dolor.

—¿Por qué…? — Se escapó de mi boca.

Vi que Vrusto tenía la rodilla derecha levantada, parece que me propinó un rodillazo. ¿Por qué? Estamos luchando con armas, no lo entiendo.

Pareciendo leerme el pensamiento, se mofó y me miró con desprecio.

—¿Te preguntas por qué las patadas? Estúpida. Las técnicas que utilizas son mera esgrima. Irás al campo de batalla. Allí, no necesitas florituras, ¡mételo en tu cabeza! —Balanceó de nuevo su espada.

Aunque seguía en el suelo, rodé para eludirlo. Recogí mi arma y traté de defenderme. Soporté el golpe, pero escuché como se agrietaba el suelo y mis brazos crujían. Apreté los dientes y resistí. Vrusto silbó satisfecho.

—Bien, te defendiste, ¿qué pasa con esto?

Por el rabillo del ojo, pude ver como movía su pie izquierdo hacia mí.

Salté hacia atrás, no quería recibir otro golpe en el abdomen, pero mi pie derecho quedó medio enterrado por el golpe anterior así que el salto no fue como esperaba, y Vrusto lo aprovechó. Apuntó a mis piernas y me golpeó en cuanto aterricé, haciendo que perdiera el equilibrio.

—¡Uaaah! —Tropecé y caí mal.

Un dolor lacerante insoportable irradió desde mi columna a todo mi cuerpo, mi vista se nubló. No puedo soportarlo, antes habría llorado y chillado, pero ahora no me lo puedo permitir.

Antes de que volviera a darme, me levanté vacilante. Preparé mi alabarda y mi espíritu de lucha regresó. Pensé en dónde apuntar.

—Heee, ¿todavía puedes pararte? Me pregunto cuánto tiempo durarás así. —Balanceó su espada hacia mi costado.

Sólo podía mirar al frente, no vi venir el golpe. Un dolor agudo recorrió mi costado y caí al suelo sosteniendo mi arma con fuerza.

—Escucha, nunca pierdas la compostura. ¡Solo debes pensar en la forma de matar a tu oponente!

Abrí un poco los ojos y vi lo que hacía. Estaba dándome golpecitos en el hombro con la espada mientras miraba al cielo desinteresadamente. Cree que no me levantaré en un buen rato, en mi boca se dibujó una sonrisa.

Sólo tengo que pensar en una forma de matarlo. Todo lo que aprendí fue cómo infundir poder espiritual al arma, la forma de usarla se daba por sentado. Con más tiempo entrenando habría aprendido formas más prácticas, pero me echaron muy pronto.

—Realmente, para que no puedas levantarte de nuevo…. Al final, los seres humanos son muy débiles … —Aburrido, se puso a silbar.

Apunté a sus piernas, ahora que está distraído, y con fuerza le lancé una estocada. Sorprendido, se le escapó un feo sonido. Aproveché la oportunidad y me levanté con un salto.

—¡Toma esto!

Apunté a sus genitales sin protección, balanceé mi puño y le di.

Su expresión cambió a una mueca de dolor, sus ojos parecían a punto de salirse de sus órbitas. Se inclinó sosteniendo su miembro y bajó su arma.

Siento que hice algo imperdonable, pero en realidad no fue nada malo. Él dijo que debía pensar en una forma de matar a mi adversario y que no tenía porqué usar mi arma, todo valía.

No hice nada malo, pero sus gemidos me hicieron dudar…

—Uhh… ¿Estás bien?

—¡Si te parece que estoy bien, entonces estás jodidamente ciega!

En sus ojos brillaban unas pocas lágrimas.

Aparté la mirada, pero un golpe se acercó. Lo aparté.

—Tch, lo evitaste.

Estoy sorprendida, Vrusto atacó de nuevo.

—¿Estas bien?

—Estúpida, ¡no hay manera de que esté bien! Me duele tanto que quiero llorar, ¡pero si no puedes manejar esta cantidad de dolor, estás muerto en el campo de batalla! —gritó mientras dirigía su espada a mi cuello.

Atrapé el golpe con el enganche de la alabarda y traté de patear su estómago, pero agarró mi pie y me lanzó lejos.

—¡No solo des patadas! ¡Piensa en tu próximo movimiento! —Su grito enojado resonó por todo el lugar.

Desde ese momento, no sé cuántas veces lo repetimos. Básicamente todo lo que hice fue balancear el arma, ser golpeada, pateada y salir volando, pero en cada ocasión logré me levanté y seguir.

—Bueno, eso es todo por hoy.

Cuando el Sol por fin se puso y las primeras estrellas pudieron vislumbrarse, estaba completamente exhausta.

—Mañana seguiremos. Por ahora, ve a tomar un baño. Después de eso a cenar. —Me arrojó una toalla blanca que cayó en mi cabeza.

Estaba vieja y desgastada, pero muy limpia. Le miré con timidez.

—¿Qué pasa mocosa? La única razón por la que te cuido es porque el Capitán Leivein lo ordenó. De lo contrario no gastaría mi tiempo en una cría humana. Deberías agradecerle —dijo, y se marchó.

Sólo quedaba yo en el campo de entrenamiento. Me levanté con la ayuda de mi arma y tomé la toalla.

—Ah, se me olvidó preguntar dónde está el baño…

Me adentré en el Campamento dispuesta a encontrarlo.

♦ ♦ ♦

Horas más tarde, corría oculta entre las sombras de la noche por la Capital Real. Vestía un sombrero para enmascarar mi identidad, y portaba una carta arrugada en la mano.

No podía permitir que mis orejas puntiagudas de ardilla me delataran. Me encargaron infiltrarme en las tabernas de la capital donde los Guardias Reales y Espiritistas bebían, el lugar perfecto para reunir información destacable.

Finalmente había encontrado algo remarcable después de tantas noches de esfuerzo, ya veía el final.

—Al fin… tengo algo. Con esto, puedo decirle adiós a este pestilente lugar, regresar a la Capital Demonio y vivir en una casa sin grietas ni agujeros por los que se cuele el viento.

—Que desafortunada.

Alguien bloqueó mi camino.

Desperté de mi ensoñación, el peligro flotaba en el aire. Miré a la mujer que me obstaculizaba el paso y sobresalía en este maloliente callejón. Era una sirvienta de gran busto, con una escoba en la mano y ropa de buena calidad.

—¿Qué?

—En cuanto a la información que obtuvo, me temo que debemos hablar de ello.  —Se acercaba a mí, lenta pero inexorablemente.

Me asusté y di un paso atrás, pero sujeté con fuerza la carta. Después de lo que me costó obtenerla, no voy a entregarla sin más. Mi cabeza da vueltas buscando una salida.

—No Mary, quiero hablar con ella —dijo una voz tras la mujer, parecía alguien inteligente.

Aumenté mi guardia. Hay otra persona.

Preparé el cuchillo que escondo en la manga. En el peor de los casos atacaré para poder huir. El sudor perlaba mi frente.

—¡P-Pero…! Aunque sea joven es un Demonio. Podría ser peligroso para el joven maestro.

—Está bien Mary, sin duda es un Demonio de buen corazón.

Con estas palabras el dueño de la voz salió a la luz.

Se trataba de un niño de aspecto elegante y vestido con prendas costosas.

Quedé perpleja. Por su voz, imaginé que sería alguien mayor, pero sólo es un niño, más joven que yo incluso. Tiene unas manos tan pequeñas que no es posible que pueda sostener una espada.

Me siento estúpida por ponerme tan a la defensiva.

—¿De buen corazón? ¿De quién hablas?

—Obviamente de ti. Con tu poder, si hubieras querido ya te habrías encargado de nosotros pero no lo has hecho. Eres pacífica, en realidad no quieres hacerle daño a nadie.

—¿Qué? ¡N-No hay manera de que sea así! —Me sonrojé enojada por las tonterías que soltaba el mocoso.

Estoy enfadada, no puedo aceptar las palabras de ese crío. Saqué el cuchillo rabiosa.

—¡No tengo buen corazón! ¡Especialmente con los humanos!

Voy a cortar al niño y luego entregar la información. Me abalancé hacia ellos, pero…

—¿Ehh? —El niño me tomó el brazo.

Estoy sorprendida, ni siquiera pude verlo moverse. Era rápido.

El mocoso susurró a mi oído con una voz increíblemente dulce y embaucadora.

—Cerraste los ojos, ¿sabes? Cuando nos apuntaste con el cuchillo.

—Tal cosa… —Es imposible, ni siquiera me percaté de ello. Sin palabras, ni siquiera fui consciente del momento en que me arrebató el cuchillo.

—Sé que no quieres hacerle daño a nadie. En cuanto a la guerra, si cooperamos podemos detenerla. Tengo una pregunta que hacerte.

El cuchillo cayó sobre el suelo adoquinado, y el eco resonó por el callejón. Algo en mí cambió, ya no quería matarle y el rubor en mis mejillas no se debía a la rabia.

—Te entiendo, pero… Debo reportar la información.

—Lo sé, pero sólo solo necesito eliminar una palabra — me susurró al oído.

Desde el punto de vista de un tercero parecíamos dos amantes acaramelados. Creo que a la sirvienta no le gustó y decidió interferir.

—Joven maestro, está coqueteando demasiado con ella.

—Ah, lo siento Mary. — Como una ola que regresa el mar después de lamer la orilla, se alejó de mí. Cuando su calor me dejó, me sentí sola.

—Entiendo… haré lo que pides, pero antes dime una cosa… ¿Cuál es tu nombre?

Le miré esperando su respuesta mientras la sirvienta le cargaba en brazos. Se giró a verme con una sonrisa angelical y con una dulce y suave voz me respondió.

—Soy Rook Barusak. Gusto en conocerte Kurumi-chan.

Y salió del callejón, en brazos de la sirvienta.

Salí de allí, todavía llevaba la carta pero ya no la sostenía con tanta fuerza. Iba pensando en lo que dijo Rook, aunque sus últimas palabras no tuvieran relación con la guerra…

— Rápido, debo entregar esto.

3 respuestas a “Riku – Capítulo 5: Espada vs Alabarda”

  1. Rook debe tener una especie de poder de “coqueteo” o “encanto” como todo juego galge o otome….
    GRACIAS POR LA TRADUCCIÓN! SIGAN ASÍ!

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