La Tierra está en línea – Capítulo 136: … ¿Supervivencia o loli? Ese es el problema

Traducido por Shisai

Editado por Shiro


Una enorme mujer lobo, de dientes afilados y enfundada en un largo vestido negro, descargó el libro que llevaba en la mano contra una niña menuda. La pequeña, vestida de rojo y con dos coletas, se echó hacia atrás y, de la nada, sacó un fósforo gigante. Cuando el libro descendió, Mosaico alzó su fósforo para recibir el golpe.

El choque fue brutal. La niña salió despedida, mientras la mujer lobo jadeaba sin que su cuerpo se moviera un ápice.

—¡Te atreves a contraatacar! —rugió, furiosa.

Mosaico tragó saliva. Su rostro estaba oculto tras un grueso mosaico, pero Tang Mo y Bai Ruoyao sabían que debía de estar temblando. Cuando la mujer lobo volvió a levantar el libro, la niña gritó:

—¡Ah, no me mates!

Al instante, soltó el fósforo y salió corriendo hacia el patio. El enorme objeto rodó hasta detenerse junto a los pies de Tang Mo y Bai Ruoyao.

Bai Ruoyao entornó los ojos. Sonreía, pero en su mirada había un frío cortante. Reconoció la cerilla, lanzó a Tang Mo una mirada significativa y se agachó para recogerla. Estaba a punto de tocarla cuando una voz débil le detuvo.

—¡No… no te muevas!

Bai Ruoyao alzó la mirada hacia un rincón sombrío del patio.

Allí, un hombre y una mujer permanecían acurrucados, encogidos por el miedo, con la vista clavada en la niña y la mujer lobo. Sus rostros, cenicientos bajo las manchas de sangre seca y barro endurecido, reflejaban el agotamiento de varias noches sin dormir.

—¡No puedes tocarlo! —dijo el hombre, temblando—. El lobo persigue a la niña y no parece verte, pero si alguien toca el fósforo, dejarán de pelear y se lanzarán a matar a esa persona. ¡No lo hagas!

Tang Mo metió las manos en los bolsillos, observando con calma a Mosaico y a la mujer lobo, como si no hubiera oído nada.

Bai Ruoyao, inclinado hasta la mitad, parecía dispuesto a obedecer. Pero, tras escuchar la advertencia. sonrió y dijo:

—Oh, ¿es así?

Y volvió a extender la mano hacia el fósforo.

—¡No lo agarres! —insistió el hombre, desesperado—. ¡Llevamos seis días esperando a que haya suficientes jugadores para iniciar la instancia!

La mano de Bai Ruoyao descendió hasta rozar el objeto. Los ojos de sus interlocutores se inyectaron en sangre. Sin embargo, el ataque esperado nunca llegó.

—¿Eh? ¿Por qué no vienen a matarte? —preguntó el hombre, atónito.

—Je, je… porque soy lindo —respondió Bai Ruoyao.

Tang Mo le lanzó una mirada gélida y luego observó su mano, que en realidad no tocaba la cerilla.

No fue hasta que Bai Ruoyao se enderezó que el hombre y la mujer comprendieron que aquel joven de rostro aniñado los había engañado. En realidad, nunca había tocado la cerilla: sus manos habían permanecido a un centímetro de distancia. Desde su perspectiva, parecía sostenerla, pero solo se estaba burlando de ellos.

Las expresiones de la pareja cambiaron al instante. En sus ojos, al mirar a Bai Ruoyao, ya no había simpatía alguna.

En ese momento, la mujer lobo alcanzó por fin a Mosaico. La cargó al hombro como si fuera un saco, mientras la niña la golpeaba con los puños una y otra vez. Cada impacto sonaba seco y doloroso, pero la mujer lobo ni siquiera pestañeó. Caminó hacia el centro del patio, apartó unas mesas y sillas, y obligó a la niña a sentarse.

Entonces, la voz infantil resonó por todo el campus:

¡Ding, dong! La instancia de realidad «Todos son basura» se ha abierto oficialmente. Se solicita a los cuatro tutores que ingresen en la escuela de Mosaico.

Una puerta azul de luz apareció de repente frente a Tang Mo y Bai Ruoyao. Al mismo tiempo, una idéntica se materializó ante el hombre y la mujer. Ambos se levantaron del suelo con renovada energía y, sin vacilar, atravesaron el umbral.

Tang Mo imitó su ejemplo: abrió de un tirón la superficie translúcida y cruzó al otro lado, cerrando la puerta tras de sí.

—Eh, Tang Tang, yo aún no he entrado.

Bai Ruoyao se deslizó rápidamente antes de que la puerta terminara de cerrarse.

Así, las cuatro personas terminaron en el patio, agrupados. Apenas traspasaron el umbral, la mujer lobo giró bruscamente la cabeza. Las pupilas verdes recorrieron a cada uno, como si acabara de descubrirlos. Su nariz se agitó cuando se detuvo en Bai Ruoyao, y una extraña sonrisa asomó en su rostro; luego, al posarse en Tang Mo, frunció el ceño y volvió a olfatear.

Al segundo siguiente, alzó la vista al cielo.

—¿Pueden estas cosas convertirse en los tutores de Mosaico?

¡Ding, dong! Se ha detectado que el jugador Tang Mo posee «Desprecio de Mosaico» y ha activado el efecto «Mi profesor menos favorito». El jugador Tang Mo tiene la prioridad número cuatro.

¡Ding, dong! Se ha detectado que el jugador Bai Ruoyao posee «Humano inteligente» y ha activado el efecto «Profesor favorito de los padres». El jugador Bai Ruoyao tiene la prioridad número uno.

Las notificaciones dejaron a los cuatro momentáneamente perplejos. El hombre y la mujer miraban a Tang Mo y Bai Ruoyao con ojos desorbitados, cargados de temor.

Bai Ruoyao sonrió con deleite. Tang Mo, en cambio, sentía que su semblante se ensombrecía.

¡El desprecio de Mosaico! Medio año ha pasado… ¡¿y todavía no desaparece?!

Su expresión cambiaba, pero la mujer lobo no parecía dispuesta a esperar. Imponente y amenazante, esbozó una mueca extraña y avanzó hacia ellos. Cada pisada hacía vibrar el suelo. El hombre y la mujer, que llevaban días aguardando el inicio del juego, apretaron nerviosos sus armas. Tang Mo blandía su pequeña sombrilla; Bai Ruoyao, sus cuchillos mariposa.

Se acercó a los cuatro y habló con voz áspera:

—Soy una madre.

Ellos la observaron con cautela.

—Madre —gritó la perspicaz Mosaico desde atrás.

—Soy una madre —repitió la mujer lobo.

El silencio se mantuvo. Medio minuto después, rugió:

—¡He dicho que soy una madre!

Tang Mo entrecerró los ojos, bajó la sombrilla y, tanteando, preguntó:

—¿Madre?

—¡Madre! —repitieron al instante el hombre y la mujer.

Bai Ruoyao luciendo una sonrisa extraña, permaneció callado. El hombre y la mujer lo fulminaban con la mirada, instándolo a que hablara. Solo cuando la mujer lobo dejó escapar una carcajada fría, el joven de rostro aniñado canturreó con tono meloso:

—Madre~

Ella pareció complacida. Puso las manos en la cintura y, con calma, comenzó su relato:

—Ya lo han visto: mi condenada hija es perezosa todo el día. Hace dos días incendió la Pradera de los Espíritus. Le di una paliza y perdí mucho dinero. Hoy los he traído aquí para asegurarme de que deje de holgazanear.

Giró la cabeza y gritó:

—¡Maldita Mosaico, mueve el trasero aquí!

—Madre, fuiste tú quien me obligó a sentarme aquí —replicó la niña.

—¡Si te digo que vengas, vienes! —rugió la mujer lobo.

Mosaico no dijo una palabra; se limitó a clavar la mirada en su madre. Nadie podía verle el rostro, pero Tang Mo podía imaginar sin dificultad la expresión de desprecio que aquella muchacha arrogante y asesina debía de estar dedicándole en silencio.

Acto seguido, sin mirarlo siquiera, Mosaico se levantó de la mesa y la silla, avanzando con pasos lentos. Al llegar junto a la mujer lobo, esta la levantó de un tirón.

—Hoy, cuídenla bien. Voy al funeral de un amigo. Si cuando vuelva descubro que ha vuelto a holgazanear… —pisó con fuerza, y el suelo se agrietó, extendiéndose las fisuras en todas direcciones como una tela de araña. La mujer lobo mostró sus afilados dientes en una sonrisa siniestra—. ¡Entonces me los comeré!

Sin más, agarró a Mosaico por un brazo y la dejó caer de nuevo a la silla. La niña apenas empezaba a incorporarse cuando la voz de su madre resonó como un trueno:

—¿Te atreves a levantarte?

Mosaico quedó encorvada sobre la mesa, demasiado asustada para volver a moverse.

Era la misma que, en la biblioteca, había amenazado con entusiasmo a Tang Mo y que había incendiado la Pradera de los Espíritus, ¡provocando la huida de todos los monstruos de la Torre Negra!

Todos meditaban sobre las palabras de la mujer lobo, pero Tang Mo fue el único cuyo cerebro trabajó a toda velocidad al ver aquella escena. Nadie más que él sabía lo violenta que podía ser esa niña. Su fuerza era comparable a la del gran pavo, y sin embargo, frente a su madre no se atrevía siquiera a levantar la cabeza, ni a quitarse el mosaico para mostrar su desprecio. Si la mujer lobo decidía comérselos, no tendrían forma de defenderse.

¿Podría Bai Ruoyao acabar devorado por ella?, pensó Tang Mo, girando la cabeza hacia el joven de rostro aniñado que tenía a su lado. Bai Ruoyao advirtió su mirada, ladeó la cabeza y sonrió.

¿De repente me encuentras guapo?, respondió para sus adentros.

Tang Mo apartó la vista.

Sí, antes de entrar en la instancia de realidad, Tang Mo había usado su habilidad «Muerte Mortal» y lo que vio fue… una esfera negra.

Bai Ruoyao estaba envuelto en un aura mortífera tan densa que ni siquiera se distinguía su cabello. En un principio, Tang Mo había pensado que ese aire mortuorio se debía a haber muerto intentando recoger el gran fósforo en la puerta. Sin embargo, Bai Ruoyao nunca llegó a ese punto, pues no lo recogió. Pero no: él nunca llegó a recogerlo. Aun así, su halo de muerte no disminuyó… sino que aumentó.

Podía usar su habilidad solo tres veces al día y siempre sobre la misma persona. Ese día ya la había usado dos veces en Bai Ruoyao; le quedaba una. El otro no sabía que él poseía esa habilidad. Según las especulaciones de Tang Mo, Bai Ruoyao le había dicho que no moriría porque, al usar su propia habilidad, había visto que el aire mortecino que lo envolvía era ligero.

Al final, Bai Ruoyao estaba cubierto por un aire mortecino abrumador, pero Tang Mo no.

De pronto, Tang Mo cayó en la cuenta.

Espera… ¿esta instancia?

—Entonces me voy. Arreglen eso rápido. Decidan qué par enseñará «Lengua» y cuál «Matemáticas». —La mujer lobo los miró con impaciencia. Luego señaló a Bai Ruoyao—. Tú darás «Lengua». Busca a otro que lo dé contigo.

El hombre y la mujer se sobresaltaron.

—¿Es por la prioridad?

Sí. La prioridad otorgada por la Torre Negra. Bai Ruoyao tenía la número uno.

Esto hizo que la sonrisa del joven se ensanchara.

Las bocas del hombre y la mujer se torcieron; se replegaron cuanto pudieron, con la esperanza de pasar inadvertidos ante aquel lunático. Pensaban que no serían elegidos: la mujer loba quería formar equipos y el psicópata seguramente escogería al chico guapo.

Esperaron confiados a que Bai Ruoyao decidiera, hasta que escucharon:

—Oh… ¿qué tal si te elijo a ti?

La joven se quedó petrificada.

La mujer lobo le dio una palmadita y la empujó hacia Bai Ruoyao. Ella se colocó a su lado con gesto huraño.

—Escoger un compañero de equipo es tan problemático… Ustedes, los humanos, solo me hacen perder el tiempo. Vigilen a la maldita Mosaico por mí. Me voy al funeral. Si vuelvo y la encuentro holgazaneando… —su voz se volvió lenta y cortante mientras clavaba la mirada en Tang Mo—. ¡Empezaré comiéndote a ti!

Los ojos de Tang Mo se movieron, pero su expresión permaneció inmutable.

Pronto, la mujer lobo salió corriendo por las puertas de la Universidad de Beijing.

En el patio, la niña del mosaico golpeaba la frente contra la mesa sin pronunciar palabra. Un viento frío recorría el lugar mientras los cuatro jugadores se observaban. Pasado un minuto, la voz áspera de Mosaico quebró el silencio:

—¿Por qué siguen ahí de pie?

El hombre y la mujer se mantenían alerta, sin atreverse a moverse. Bai Ruoyao abrió la boca, preparado para decir algo, pero fue Tang Mo —el siempre precavido Tang Mo— quien habló primero. El joven de rostro aniñado pronto entendió el motivo: Tang Mo llevaba un fósforo gigante y debía conocer a esta niña.

—¿Cómo empezamos el juego? —preguntó él, directo al grano

Sus palabras fueron directas al grano.

Mosaico parpadeó, sorprendida.

—¿Por qué no me consuelas? Quiero prender fuego. ¡Quiero jugar! No quiero estar aquí. —La niña chilló, con voz aguda y caprichosa.

Tang Mo no se inmutó.

—Nos hemos dividido en equipos. ¿Cuál es el juego principal?

Mosaico lo miró e, incrédula, exclamó en su interior: ¡¿Acaso no me dejarán ni siquiera mi momento protagónico?!

Tang Mo podía haber sido cortés con la Abuela Lobo —no podía derrotarla—, pero no pensaba andarse con rodeos ante Mosaico. No quiso seguir el guión, y la niña, frustrada, dejó de hablar. Con un bufido, se incorporó y se puso de pie sobre el suelo.

Un estruendo resonó y una luz azul se elevó. En el amplio patio, apareció de golpe un mapa cuadriculado. Era una retícula de cinco por cinco, veinticinco casillas en total. Mosaico ocupaba el centro, y en las esquinas flotaban palabras: a la izquierda, «Lengua»; a la derecha, «Matemáticas».

—Pónganse dentro —ordenó, sin ganas.

Los cuatro jugadores presentes habían superado al menos el primer piso de la Torre Negra. No necesitaban más explicaciones. Tang Mo se colocó en la esquina superior derecha, «Matemáticas», y Bai Ruoyao en la superior izquierda, «Lengua». Frente a frente, este último le sonrió al otro, quien, impasible, volvió la vista hacia Mosaico.

—¿Entonces? —inquirió Tang Mo.

La niña estaba de pésimo humor.

¿Por qué ninguno de estos cuatro muestra una actitud amable hacia un niño? ¡Solo quieren empezar y largarse!

Molesta, volvió a tumbarse sobre la mesa. Fue entonces cuando resonó la voz solemne y metálica de la Torre Negra:

El hombre joven y la mujer estaban muy ansiosos, pues querían que les explicara claramente las reglas del juego. Antes de que pudieran abrir la boca, Mosaico enterró la cara entre los brazos. En el momento en que hizo esto, se oyó la fuerte voz de la torre negra.

¡Ding, dong! La misión principal «Todos son basura, Mosaico es superior» se ha activado.

Las reglas del juego:

En primer lugar, Mosaico permanecerá sentada en la casilla central y no podrá moverse.

En segundo lugar, antes del inicio de cada ronda, cada jugador debe situarse en la cuadrícula correspondiente a su identidad de maestro.

En tercer lugar, cada diez minutos aparecerán veinte ítems en el mapa, uno por cada cuadrícula vacía —excepto las que ocupan Mosaico y los jugadores—. Estos objetos son los tesoros de Mosaico.

En cuarto lugar, Mosaico está envuelta en una luz blanca y los ítems en una luz azul. Cuando los ítems aparecen, el encendido o apagado de estas luces será aleatorio (incluida Mosaico), y representan dos estados: encendido y apagado.

En quinto lugar, al entrar en una cuadrícula iluminada, todas las cuadrículas en su misma fila y columna invertirán su estado. Las que estaban encendidas se apagarán y viceversa.

En sexto lugar, los jugadores se moverán por orden de prioridad, del uno al cuatro, desplazándose solo una cuadrícula en vertical u horizontal.

En séptimo lugar, antes del inicio de cada ronda, se anunciará el número de pasos que pueden dar los jugadores.

En octavo lugar, si al final de los pasos el jugador cae en una cuadrícula encendida con ítem, este podrá entregarlo a Mosaico; pero si la cuadrícula de Mosaico está apagada, no podrá entregarse.

En noveno lugar, antes del inicio de cada ronda, los jugadores del mismo tema tendrán cinco minutos para discutir libremente su contenido de enseñanza, sin ser escuchados por los demás.

En décimo lugar, en cada ronda habrá al menos un libro en una de las cuadrículas.

Las reglas del juego terminaron. Sobre el tablero cuadriculado azul, capas de luz comenzaron a encenderse. La mayor cubría el centro, envolviendo a la niña de rojo que callaba. Las otras veinte permanecían vacías; el juego aún no había comenzado, así que los ítems no habían aparecido.

Gracias a la intervención directa de Tang Mo, la explicación de la instancia fue rápida. Él repasaba mentalmente las reglas mientras, a su lado, el hombre y la mujer procesaban la información con lentitud. Al levantar la vista, Tang Mo se topó con la sonrisa maliciosa de Bai Ruoyao.

Por primera vez, la torre negra añadió una frase final:

… ¿Supervivencia o loli? Ese es el problema.

¡La primera ronda de «Todos son basura, Mosaico es superior» ha comenzado oficialmente!

♦ ♦ ♦

La autora tiene algo que decir:

Mosaico: Tang Mo no tiene nada que ver conmigo. ¡Él no me respeta!

Mo Tang: Oh, ya he descubierto cuál es el desprecio de Mosaico.

Mosaico: ¡T^T, no hay jefe de Torre Negra que haya sido más deshonrada que yo!

El ya frío, Primo Pavo: …[Ya estoy frío, no me nombres]

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