La Tierra está en línea – Capítulo 139: Oh, esta es la justicia del juego~

Traducido por Shisai

Editado por Shiro


Lo que Liu Wansheng había deducido, Tang Mo ya lo había pensado.

Si los jugadores avanzaban siguiendo el «orden de prioridad», el único que realmente controlaría el desenlace del juego sería Tang Mo. Antes de eso, sin importar en qué casillas estuvieran Bai Ruoyao o Lin Qian —incluso si ocupaban las casillas con libros—, mientras Tang Mo apagara la casilla del Mosaico al final, ellos no podrían completar el nivel.

No había nada justo en un juego así.

La interpretación de Liu Wansheng sobre esta «injusticia» era que la Torre Negra buscaba forzar la cooperación entre los dos equipos, por eso había establecido reglas tan evidentemente desiguales. Su especulación no era descabellada. Nadie sabía cuándo regresaría la mujer lobo; ambos equipos querían superar la instancia lo más rápido posible. Y aunque Tang Mo era la clave para decidir el juego, si Bai Ruoyao y Lin Qianxi querían sabotearlos, podrían ocupar todas las casillas con libros o entorpecer de otras formas el avance de Tang Mo y su compañero.

Por ese motivo, Liu Wansheng había exigido cooperación y súplicas.

Bajo las reglas actuales, el equipo de Bai Ruoyao no tenía forma de ganar. La iniciativa recaía por completo en Tang Mo: si este se negaba a colaborar, los otros dos estarían condenados a ser devorados por la mujer lobo. Y una vez que el dúo vislumbrara la victoria, no se preocuparían por los otros dos: despejarían la instancia sin miramientos.

Tang Mo, no obstante, se negaba a creer que la Torre Negra pudiera diseñar un juego tan injusto. Levantó la vista y la clavó en Bai Ruoyao. El joven de rostro aniñado aún mantenía su sonrisa burlona. Al notar que el otro lo miraba, parpadeó lentamente. Luego, lanzó una mirada de reojo a Liu Wansheng, soltó una burla indescifrable y se giró para regresar a su casilla.

Lin Qianxi pareció entender la orden silenciosa de su compañero y regresó también a su casilla.

El semblante de Liu Wansheng se ensombreció; la rigidez y el sudor frío contrastaban con el calor del día. Tras un momento, giró la cabeza y encontró a Tang Mo que le observaba con calma. Liu Wansheng bajó la mirada y se retiró con un último susurro:

—No lo lamentes.

Acto seguido, regresó a su casilla.

Cuando ambos equipos volvieron a sus lugares, la Torre Negra resonó. Un muro translúcido surgió entre ellos, ahogando cualquier sonido del bando contrario.

—No necesitamos cooperar para ganar —se apresuró a decir Liu Wansheng—. En cada ronda aparece al menos un libro, ahora han salido dos. Puede que en otras haya tres o cuatro. Si hay tres o más, tenemos oportunidad. Ellos solo pueden tomar dos; nosotros uno más, y tú controlas el brillo final. Así, superaremos la instancia.

Sus ojos se movían con rapidez, como si calculara probabilidades. De pronto, alzó la vista, convicción en la voz:

—Aunque tres libros no garantizan nada; lo importante es su posición. En resumen, nosotros tenemos una oportunidad; ellos, ninguna.

Cuando terminó, descubrió que Tang Mo observaba al otro equipo. Siguió su mirada y palideció: Tang Mo y el arrogante psicópata no eran compañeros, pero claramente se conocían.

—¿Quieres trabajar con él? —gruñó entre dientes.

—Acaba de decir que vas a morir —respondió Tang Mo.

El rostro de Liu Wansheng se ensombreció.

—¡Ese psicópata!

Tang Mo giró la cabeza y lo miró con fijeza.

—¿Qué pasa?

Una mueca se dibujó en los labios de Tang Mo.

—No me cae bien ese psicópata, pero si él dice que vas a morir, es que ya estás muerto.

La expresión de Liu Wansheng se desmoronó por completo, volviéndose grotesca. No pudo articular palabra antes de que Tang Mo continuara:

—No tengo intención de pedirles que cooperen con nosotros. Este juego no es tan simple como crees ni es un mero juego de matemáticas. Y Bai Ruoyao no es tan amable como imaginas. Si de verdad quiere matarte, podría serle mucho más fácil que a la mujer lobo.

—Tú…

—Ella tardaría al menos diez segundos en devorarte. Bai Ruoyao solo tres. —Sonrió con frialdad—. No provoques a un extraño si no estás seguro de poder con él. En la próxima ronda, tú tomarás el libro y yo controlaré el brillo.

Liu Wansheng habría preferido otro arreglo, pero el tono de Tang Mo lo irritó.

—Lo sé —replicó con arrogancia—. Pero dudo mucho que pueda matarme.

—Entonces permíteme reformularlo.

Liu Wansheng parpadeó, desconcertado.

Alzó la vista justo para ver a aquel joven de facciones afiladas inclinar la cabeza bajo el sol abrasador; su sonrisa un destello gélido.

—Matarte a ti… solo me tomaría un segundo.

El corazón de Liu Wansheng se desplomó. Sintió cómo el frío de la muerte le recorría la espalda, como si lo hubieran sumergido en un lago helado.

Antes de que iniciara la segunda ronda, Tang Mo se quedó absorto en sus pensamientos dentro de su casilla, mientras Liu Wansheng mantenía la cabeza gacha en completo silencio. Los cinco minutos de discusión se esfumaron. Mosaico, impaciente, pidió a la Torre Negra empezar. La luz azul se disipó y volvió el sonido del otro equipo. En ese instante, una voz masculina rompió el silencio:

—Recuerdo… ¿te llamas Tang Mo?

Los pensamientos de Tang Mo se interrumpieron. Giró la cabeza para mirar a Liu Wansheng, sin reconocer ni negar nada.

—… ¿Eres ese Tang Mo?

El exbibliotecario miró con calma al cauteloso Liu Wansheng. Dos segundos después, apartó la mirada.

Liu Wansheng humedeció los labios y aunque no pronunció palabra, para sus adentros exclamó: ¡De verdad es Tang Mo!

Si lo era, entonces sus palabras tenían un 70 % de credibilidad. Como primer jugador chino en superar el tercer piso de la Torre Negra, Tang Mo podía matarlo en un segundo. En cambio, ese psicópata del otro equipo probablemente tardaría tres.

Liu Wansheng maldijo en silencio, y muchas de sus estrategias previas se desmoronaron.

«La fuerza bruta rompe cualquier técnica», y este caso no era la excepción. Ahora entendía por qué esa mujer no se atrevía a cuestionar ni una coma de las palabras del psicópata: ¡obviamente había reconocido a Tang Mo desde el principio! Solo otro monstruo de su calibre sería capaz de relacionarse con él, molestarlo impunemente y hasta sacarlo de quicio.

¿Por qué demonios  dos monstruos como ellos participarían juntos en esta instancia?

¡Esta instancia ni siquiera es tan importante!

Miles de pensamientos se agolpaban en su cabeza.

Para entonces, la película luminosa se disipó por completo y la Torre Negra dio inicio a la segunda ronda. Veinte objetos surgieron lentamente en el tablero.

La luz terminó de desvanecerse y Tang Mo escaneó el terreno. Solo había un libro.

Y justo estaba colocado en la cuadrícula A4… frente a Liu Wansheng.

¡Ding, dong! En la segunda ronda, los jugadores pueden avanzar siete casillas.

Se pide a los jugadores que avancen según el orden de prioridad.

—Siete pasos~ —anunció Bai Ruoyao con su eterna sonrisa, dando un paso hacia la casilla frente a él.

Liu Wansheng sonrió para sus adentros. Miró a Tang Mo, asintió y avanzó hacia la casilla A4. Lin Qianxi fue la tercera en moverse, posicionándose en A2.

Era una oportunidad inesperada: si Liu Wansheng defendía A4 moviéndose entre ella y las adyacentes, podría asegurar su derecho prioritario. Lin Qianxi siempre llegaría tarde. Bai Ruoyao necesitaría los siete pasos para alcanzarla. Por lo que, siempre que no se percatara… ganarían.

Conteniendo su euforia, Liu Wanshing rondó las casillas cercanas a A4.

Pero, como temía, Bai Ruoyao no era tan tonto. Avanzó sin pausa hacia el libro.

Maldita sea, este lunático es más listo de lo que parece.

Paso a paso, Bai Ruoyao fue acortando distancia, mientras Lin Qianxi se quedaba rondando A4. En el quinto paso, la situación estaba apretada: Bai Ruoyao en B3; Lin Qianxi, Liu Wansheng y Tang Mo en A4.

En el sexto paso, Bai Ruoyao se movió a A3. Liu Wansheng a A5. Tang Mo se mantuvo en B4.

En el séptimo, Bai Ruoyao, con naturalidad, pisó A4 y reclamó el libro. Liu Wansheng, por inercia, iba a seguirle…

Hasta que Tang Mo cortó el aire con una orden glacial:

—Ve a B5.

Liu Wansheng se sorprendió. Vio los ojos serenos de Tang Mo y comprendió rápidamente. Después de mirar temeroso al joven de rostro aniñado que aún sonreía, se apresuró a entrar en B5.

Al final de la segunda ronda, ninguno de los dos equipos ganó.

La Torre Negra anunció el final de la ronda y todos los jugadores regresaron a sus casillas originales. Liu Wansheng se disponía a volver a A5, mientras que Lin Qianxi se giraba hacia A1 cuando…

Una sombra blanca se abalanzó sobre él, y una oscura saltó sobre Lin Qianxi. Tang Mo y Bai Ruoyao atraparon simultáneamente al compañero del otro equipo.

La reacción de Liu Wansheng fue rápida: sacó un delantal rojo y lo interpuso como escudo. En cuanto tocó el aire, el tejido se volvió tan duro como el hierro… pero la mariposa plateada de Bai Ruoyao lo partió en tres trozos que cayeron al suelo.

En un parpadeo, el filo de su cuchillo estaba en el cuello de Liu Wansheng… justo cuando la pequeña sombrilla de Tang Mo rozó la garganta de Lin Qianxi.

Los dos novatos que apenas habían pasado el primer piso quedaron congelados, sin atreverse a moverse. Bai Ruoyao oyó el leve sonido a su espalda y giró lentamente. Sus ojos se toparon con la sombrilla de Tang Mo presionando la piel de su compañera. Una chispa de sorpresa cruzó por sus ojos, seguida de una farsa teatral:

—¡Oh, Tang Tang! ¿Qué haces? ¿Acosando a una chica indefensa? —Su voz goteaba falsa indignación, aunque la sonrisa nunca abandonó sus labios

Tang Mo, con la mano derecha firmemente agarrada al mango de su sombrilla, respondió con tono glacial:

—Exactamente lo mismo que tú.

—Yo solo estaba charlando con este pequeñín, ¿verdad? —Bai Ruoyao canturreó, mientras la hoja de su mariposa presionaba con delicadeza mortal. Un hilillo de sangre brotó del cuello de Liu Wanshen.

El aludido estaba demasiado rígido para hablar; lo único que lo salvaba del pánico era la poca cordura que le quedaba.

Tang Mo sonrió.

—Entonces yo también estoy charlando con tu compañera… ¿verdad, señorita Lin?

Aunque la pregunta iba dirigida a Lin Qian, ni siquiera giró la cabeza. Su mirada —y su sonrisa afilada— permanecieron clavadas en Bai Ruoyao.

Sobre la cuadrícula del tablero, Mosaico saltaba de emoción:

—¡Pe-lea! ¡Pe-lea! —gritaba la niña, como si animara un espectáculo sangriento.

Bajo ese coro macabro, los dos hombres se midieron en silencio. Algo extraño ocurrió: cuanto más se prolongaba el enfrentamiento, más se desvanecía la sonrisa de Bai Ruoyao… mientras la de Tang Mo brillaba con crueldad creciente.

Finalmente, el psicópata cedió:

—Sabes que no la matarás, Tang Tang. No eres de los que manchan sus manos con inocentes~.

—Puedes intentarlo —susurró Tang Mo, mostrando los dientes.

Bai Ruoyao arqueó una ceja, y en vez de contestar con palabras, hundió la hoja un milímetro más.

La sangre brotó de golpe. Antes de que la Tierra entrara en línea, una herida así habría sido mortal y habría requerido hospital inmediato.

Ahora, Liu Wansheng solo empalideció. La herida se cerró sola, como si el tiempo rebobinara. Bai Ruoyao sonrió con aire provocador… justo antes de que la mano derecha de Tang Mo se moviera. La punta de la pequeña sombrilla descendió y se hundió directamente en el pecho de Lin Qianxi.

Su ropa se tiñó de rojo al instante.

La sonrisa de Bai Ruoyao se congeló.

Tang Mo retiró la sombrilla, volvió a colocarla contra el cuello de la mujer y esperó. La herida sanó… y él volvió a sonreír.

—Te lo dije, puedes intentarlo.

Silencio.

—No matarás… —empezó Bai Ruoyao, pero la frase se ahogó cuando Tang Mo movió de nuevo la sombrilla, dejando un corte fino y sangrante en el cuello de Lin Qianxi.

Se sostuvieron la mirada, ninguno cediendo.

Tres minutos después, la Torre Negra llamó para que regresaran a sus casillas para la tercera ronda. Nadie se movió. Diez segundos más, y estaba a punto de repetir el aviso, cuando Bai Ruoyao se retiró de golpe. La mariposa de plata giró en el aire antes de desaparecer bajo su manga. Con las manos en los bolsillos, volvió a su cuadrícula como si nada.

—Tang Tang, eres demasiado aburrido. Ni siquiera me dejas gastar una broma.

Cuando él llegó a E1, Tang Mo bajó la sombrilla y regresó a su posición.

—Si quieres matarlo, entonces yo la mataré.

La sonrisa de Bai Ruoyao se tensó. Luego se encogió de hombros y calló.

La luz divisoria volvió a aparecer, aislando sonidos y miradas. Solo entonces Liu Wansheng respiró hondo, como si hubiese estado conteniendo el aire. Jadeó y, al recobrarse, miró con gratitud a Tang Mo.

—Tang… Tang Mo, gracias por salvarme.

El otro guardó su sombrilla en la cintura sin alterarse:

—No te salvé.

Liu Wansheng parpadeó, desconcertado.

—No iba a matarla —continuó Tang Mo, frío como el acero—. Si tú morías, quedaría uno contra dos. La situación se volvería desventajosa… y la victoria, casi imposible.

La expresión del joven se tornó una mezcla grotesca de horror y comprensión. La verdad era innegable: había un 90% de probabilidades de que su supuesto «compañero» nunca hubiera intentado salvarlo por un acto de piedad, sino como parte de una fría estrategia.

Al otro lado de la luz divisoria, Bai Ruoyao articuló una frase muda para Tang Mo: «Qué malvado eres».

Tang Mo le ignoró.

El psicópata se giró hacia Liu Wansheng y repitió, exagerando el movimiento de sus labios: «Qué estúpido eres».

Liu Wansheng apretó los puños, la ira haciendo palidecer sus nudillos, pero desvió la mirada.

Bai Ruoyao soltó una carcajada helada, un sonido que la membrana logró apagar… pero no la perversidad en su mirada.

Desde el momento en que Bai Ruoyao sentenció la muerte de Liu Wansheng, Tang Mo comprendió algo crucial: este no parecía no estar mintiendo. Lo más probable era que hubiese visto que Liu Wansheng moriría, y por eso, sabía que debía matarlo para asegurar su victoria.

En realidad, Liu Wansheng se había equivocado por completo. Para el equipo contrario no era imposible ganar la partida, y tampoco tenían que suplicarles cooperación. Solo necesitaban eliminar a los miembros del otro equipo para ser los únicos en pie.

Durante la partida, las casillas limitaban el movimiento, por lo que bastaba mantenerse lo suficiente alejado de los otros jugadores, pero entre rondas había un instante sin confinamiento. La mayoría lo olvidaba; era la ventana perfecta para asesinar. Bai Ruoyao había intentado aprovecharla.

Tang Mo no dudó: si él quería matar a su compañero, entonces él mataría al suyo. Un intercambio en el que, finalmente, Bai Ruoyao se retiró.

Fu Wenduo jamás mataría a inocentes; Bai Ruoyao no estaba tan seguro de Tang Mo. Y aunque creyera que había solo una mínima posibilidad… esa pequeña duda bastó para detenerlo.

Liu Wansheng sudor frío en la frente, ya planeaba su próximo movimiento: evitar a toda costa caer en la misma casilla que el psicópata. Si compartían espacio, ese demente lo asesinaría con la facilidad de aplastar un insecto. Ni Tang Mo podría salvarlo entonces… y era obvio que este jamás mataría a Lin Qian como represalia.

Entonces, la luz se disipó y con ella llegó el anuncio de la Torre Negra:

¡Ding, dong! En la tercera ronda, el jugador 1 puede avanzar cuatro pasos, el jugador 2 puede avanzar tres pasos, el jugador 3 puede avanzar tres pasos y el jugador 4 puede avanzar dos pasos.

Liu Wansheng alzó la cabeza bruscamente, los ojos dilatados por el shock, clavados en la niña en el centro del tablero. Por el rabillo del ojo, captó algo igualmente revelador: hasta Tang Mo había parpadeado, sorprendido, como si ni él hubiera anticipado este giro.

Bai Ruoyao se quedó quieto un instante… y sonrió.

—Ah, así que esta es la justicia del juego.

—¡No dijiste que cada jugador podía avanzar un número diferente de pasos! —Liu Wansheng estalló.

Mosaico chasqueó la lengua.

—¿Y por qué no me lo preguntaste? Además, ¿me lo suplicaste? A Tang Mo y al niño bonito los conozco. A ti, no.

—¡Tú…!

¡Ding, dong! Dado que los jugadores pueden avanzar un número distinto de casillas, pueden elegir si quieren moverse o no en cualquier ronda, a excepción del jugador con la mayor número de movimientos. Por ejemplo, si el jugador 2 puede avanzar tres casillas, después de que el jugador 1 se mueva a la primera casilla, el jugador 2 puede elegir renunciar a esta oportunidad y moverse tres veces en las rondas siguientes.

Los cuatro guardaron silencio, procesando las nuevas reglas.

Mosaico observó la curiosa apariencia de los cuatro humanos concentrados e imitó el tono de Bai Ruoyao.

—Oh, esta es la justicia del juego~

♦ ♦ ♦

La autora tiene algo que decir:

Viejo Fu: Creo que mi nombre apareció en este capítulo.

Mo Tang: Presumí de mi viejo Fu, diciendo que es recto y un buen hombre.

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