Mi prometido ama a mi hermana – Arco 6 – Capítulo 13

Traducido por Kavaalin

Editado por Sharon


Seguía sosteniendo la pequeña botella con mis manos temblorosas, sin saber qué hacer. Para intentar normalizar mi errática respiración, inhalé y exhalé profundamente. Repetí esta acción varias veces.

—Mi encantadora princesita.

Madre había hecho una expresión que parecía indicar que era incapaz de no amar inmensamente a Silvia. A menudo la había visto sostener a mi hermanita en sus delgados brazos.

Silvia y yo sólo habíamos nacido con unos meses de diferencia. Cuando se trataba de diferentes madres, entonces naturalmente, este tipo de situaciones eran posibles. Lo que había decidido nuestros lugares como hermanas sólo había sido este intervalo de unos pocos meses. Cuando era pequeña a menudo pensaba en esto. Pensaba qué habría pasado si nuestros nacimientos hubiesen ocurrido al revés. ¿A mí también me habrían acariciado la cabeza gentilmente, me habrían abrazado, me habrían dicho “te amo tanto que me es imposible contener estos sentimientos”?

—Silvia es el tesoro de mamá.

Probablemente nunca había imaginado que la niña a la que había dado a luz se encontraba detrás de la puerta, la cual estaba ligeramente abierta, ni que su voz se filtraba hacia afuera. Sin embargo, yo, que me había escabullido de mi habitación porque añoraba desesperadamente a mi madre, había entendido sus palabras con claridad. Había sido más lenta que mi hermana para aprender lenguaje, mi forma de hablar había sido precaria durante mucho tiempo. Sabía que había decepcionado a mis padres. Pero no era como si no pudiera entender esas palabras.

¿Qué hay de mí?

Cuando estaba frente a mi madre, siempre pensaba lo mismo.

Si Silvia era el tesoro de mamá, si ella era su princesita, entonces, ¿qué demonios era yo?

Permaneciendo inmóvil en el desierto pasillo, contemplé la figura de mi hermana pequeña envuelta en los brazos de mi madre. Esa noche, debido a que Silvia tenía fiebre, mi madre la había estado cuidando. Era pasada la medianoche y la mansión estaba en completo silencio. Yo también había estado soñando en mi cama, pero me había despertado súbitamente. No era invierno. Sin embargo, hacía un frío inusual, la vacía y oscura habitación provocaba una increíble sensación de soledad. El tic tac que marcaba el paso del tiempo hacía eco, sonando aterradoramente. Me había escabullido de mi habitación porque no podía soportar esta soledad, porque quería estar con alguien sin importar qué. Cuando mis pies sobresalieron de las sabanas que me cubrían, una brisa que no debería haber soplado en el interior de la habitación me hizo sentir frío en los dedos de los pies. A pesar de esto, había salido de mi habitación descalza. No importaba lo entrada de la noche, por razones de seguridad, la mansión no estaba completamente dormida. Confiando en las tenues luces que ardían en el pasillo, seguí adelante.

Estaba asustada.

Para la pequeña yo, caminar por ese corredor había sido lo mismo que adentrarme en la más profunda oscuridad. Entonces, después de combatir por un tiempo, vi una luz inesperadamente fuerte. Noté que era la habitación de Silvia cuando escuché la voz de mi madre. Su voz susurrante sonaba especialmente amable. En ese momento creía que esa voz me rescataría de esta indomable soledad.

—Mm, ¿señorita…?

De repente, una voz resonó cerca de mí, haciendo que me congelara. Al otro lado de la puerta que sólo se encontraba entreabierta, pude ver a la sirvienta que había traído el carrito de té. Estaba mirando en la habitación con sólo su rostro atravesando por la rendija, probablemente porque no había recibido ninguna respuesta.

—El caballero Alfred me dijo que había regresado, pero cuando llamé a la puerta no hubo respuesta… Como escuché que no se sentía bien, pensé que tal vez algo había sucedido así que… Sé que fue muy grosero de mi parte, pero me tomé la libertad de abrir la puerta.

—No, está bien. Gracias.

Cuando dije eso, la sirvienta lanzó un suspiro de alivio. Probablemente había juzgado que era una emergencia, por lo que decidió abrir la puerta, pero dependiendo de la situación, su comportamiento podría no haber sido excusado. Naturalmente, habría recibido una reprimenda del mayordomo y si hubiera sido la habitación del señor de la casa, incluso podría haber sido despedida.

—Más importante, tengo una solicitud.

—Sí, ¿qué puedo hacer por usted?

—¿Podrías llamar a la persona encargada de la limpieza? La persona que administra las llaves también sería suficiente.

—¿La persona que maneja las llaves?

—Sí.

Aunque hizo una expresión dubitativa, tenía que obedecer la orden de su ama. A pesar de su confusión, salió de la habitación. Incluso ahora mis manos temblorosas seguían agarrando fuertemente el frasco. Lo había metido en el bolsillo de mi abrigo. Sería genial si mis miedos resultaran ser infundados. Sí, estoy segura de que sólo era mi imaginación.

Pero, la semana pasada, mi hermanita ciertamente había tenido fiebre. Y, un poco antes de eso, había colapsado debido a fuertes mareos. En ese momento su enfermedad no era lo suficientemente grave como para hacerla perder el conocimiento, el médico que la examinó también consideró que no era un asunto grave, por lo que no se convirtió en un gran alboroto, pero…

—A veces, me siento extraña. 

Recordaba las palabras que Silvia había murmurado. Parecía perturbada, pero desde siempre tenía una constitución débil, así que no era la primera vez que algo como esto sucedía. Desde hace mucho tiempo, su rostro perdía su color de repente, a pesar de que había estado bien hace sólo unos instantes. Había escuchado que sus mareos y esa especie de zumbido que escuchaba en sus oídos eran provocados por la anemia. Eran sólo pequeños inconvenientes, por lo que, en teoría, si tenía cuidado con su dieta, su condición debería mejorar.

Es por eso que esta vez también había pensado que era lo mismo de siempre. No se encontraba en un estado terrible sufriendo de fiebre alta, asaltada por ataques de tos o atacada por sarpullido. Debido a que este tipo de síntomas que eran previos a las recaídas de su enfermedad no habían aparecido, pensaba que no había necesidad de preocuparse demasiado. De hecho, el médico había concluido con una sonrisa irónica que, en lugar de ser causada por un agravio de su enfermedad, sus mareos puede que surgieran por la fatiga que había estado acumulando debido a no estar acostumbrada a la vida escolar.

Mi hermanita se había reído, diciendo que se sentía aliviada al escuchar eso. Había agregado que estaba contenta de que no fuera alguna enfermedad extraña. Su rostro que parecía estar hecho de cristal se había desplomado sin fuerzas, luciendo encantadora. Esa era la única impresión que tenía de ese evento.

Me preguntaba qué tipo de expresión estaría haciendo madre en ese momento.

—Señorita, la persona encargada de la limpieza ha llegado.

La sirvienta de antes apareció junto con un suave sonido de golpeteo. Detrás de ella, vi a una joven que parecía obviamente nerviosa. Pero la persona a cargo de las llaves debería ser alguien mucho mayor. Esa duda y sorpresa probablemente habían aparecido en mi rostro.

—Actualmente, la encargada se encuentra atada con un negocio urgente y, en consecuencia, no pudo venir.

Cuando la sirvienta explicó esto, empujó la espalda de la sirvienta más joven.

—Y-Yo, fui encargada con las llaves. Me fue pedido que se las entregara personalmente, señorita—. Por lo general, esta sirvienta y yo no teníamos otro contacto conmigo que pasar una al lado de la otra en los pasillos. Pero a decir verdad, incluso eso era bastante raro. Estas sirvientas mostraban sus verdaderas habilidades precisamente cuando sus amos no estaban presentes. Es por eso que los momentos en que se encontraban de servicio eran muy temprano en la mañana y durante el día cuando mis padres se encontraban confinados en sus oficinas. Yo almorzaba en la academia, así que había pocas posibilidades de cruzármelas. Y por eso, incluso si teníamos la oportunidad de vernos, lo más seguro es que ni así nos volveríamos cercanas.

Así habían sido las cosas, desde ese momento en el pasado cuando esa sirvienta con la que me llevaba bien había sido despedida.

Sin embargo, Silvia, que había pasado mucho tiempo confinada en este feudo para recuperarse, era diferente a mí. Debido a que daba paseos dentro de la mansión para mover su cuerpo, se las encontraba en muchas ocasiones y, como tal, parecía llevarse bien con ellas. Esto era algo que nunca había cambiado hasta ahora. A veces, veía a Silvia y a las sirvientas riéndose juntas y su figura se superponía con la joven yo. Recordaba haber entrado felizmente en contacto con alguien, como lo estaba haciendo mi hermana. Pero esa persona ya no estaba aquí. Estábamos yo, a quien se le había enseñado a no interactuar más estrechamente de lo necesario con los sirvientes y Silvia, a la que no. Pensaba sobre cuál podría ser ese límite entre nosotras…

—Mm, señorita…

Cuando abrí la palma de mi mano para recibir las llaves, la sirvienta me habló con un tono apenado.

—¿Sí?

—Esto… debe ser reportado al amo.

Me recordó esto porque pensaba que estaba tramando algo. Además, la razón por la que lo dijo era porque el mayordomo ya debería de haber sido notificado.

—No me importa.

Agarré con fuerza el manojo de llaves y la miré a los ojos. Entre estas llaves estaban las de la oficina y los archivos o el almacén de los tesoros, en otras palabras, las habitaciones que requerían del permiso de mi padre para poder entrar. Como las habitaciones a las que generalmente no íbamos estaban cerradas, la persona encargada de la limpieza administraba las llaves, pero eso no significaba que cualquiera pudiera usarlas. Sin embargo, era cierto que con poseer esas llaves, podías traspasar la mayoría de las habitaciones. Cuando pensabas en ello, siempre se te venía a la mente que alguien podría intentar usar las llaves para cometer un acto malvado. El mayordomo probablemente también estaba preocupado por esto.

En otras palabras, no confiaban en mí.

—Todas las cosas que haré de ahora en adelante, no me importa si lo informas a tus supervisores.

Después de declarar esto, pasé de largo a la sirvienta que claramente se encontraba temblando.

—¿Mi señorita…?

Sin importarme su débil voz que no podía ocultar su desconfianza, salí de la habitación.

—¡Por favor, espere, señorita…!

Hice a un lado a la sirvienta que estaba tratando de adivinar las razones por las que necesitaba las llaves según mis acciones y expresiones. No podía preguntarme directamente porque en el fondo, yo era la hija de su empleador. Pero si no me entregaba las llaves, yo sólo tenía que ordenarle que lo hiciera. Mientras sentía la presencia de las sirvientas que me perseguían, avancé por el pasillo. Cada vez que daba un paso adelante, mi corazón trepidaba. Mi visión se volvía borrosa, no porque las lágrimas fluyeran, sino por el cansancio. Sí, seguramente era eso. Sin embargo, sentía como si mi corazón y mi cuerpo se hubieran convertido en dos entidades separadas y mis pies se enredaran ocasionalmente.

Si esto fuera un sueño y, si me despertara de este, reiría. Reiría de que una realidad tan absurda nunca podría ser verdadera.

A pesar de que el sol aún no se había puesto, el largo, largo y recto corredor parecía bastante sombrío. Seguía siendo más luminoso que esa vez en mi infancia cuando caminaba sola en medio de la noche. Sin embargo, la escena se parecía mucho a la esa época. Puede que se debiera a que era el mismo lugar. Puse mis manos frente a mi pecho y las apreté con fuerza, seguidamente moví mi mirada de derecha a izquierda, recordando vívidamente cómo había caminado por este pasillo como si estuviera escapando de algo. En ese momento, mis dedos temblaban. Sorprendida por mi propia sombra proyectada por las tenues luces de las lámparas, mis hombros temblaban.

Aun así, había seguido caminando ansiosamente.

No había encontrado socorro en el lugar al que había llegado, sin embargo, era cierto que la escena inmutable me había tranquilizado. Silvia y mi madre nunca cambiaban. No importaba lo que me pasara, no importaba cómo cambiara el mundo, permanecerían imperturbables y continuarían viviendo su vida como si nada fuera diferente al día anterior.

La razón por la que no había entrado a la habitación era porque temía que mi propia existencia terminara cambiando sus días por unos inusuales. Sabía que siempre tenía que comportarme como yo. Mantener la espalda recta, no tener miedo de nadie, sobrepasada por nada, en todo momento tenía que enfrentarme a lo que fuera con una actitud firme. No debía hacer algo como aferrarme a la mano de mi madre.

—¡M-Mi señorita! ¡La señorita Silvia no está presente!

La sirvienta me llamó en un tono tembloroso cuando alcé el manojo de llaves frente a la habitación de Silvia. Como era una empleada, incluso si se había dado cuenta de lo que pretendía hacer, no podía protestar directamente. Como era una empleada, no podía arrebatarme las llaves de las manos. Miré fijamente la cara de la asustada sirvienta que seguía inhalando quedamente. Era plenamente consciente del hecho de que Silvia no se encontraba presente.

—Si te quedas conmigo, también podrías ser reprendida. Por lo que deberías irte de este lugar —le advertí, moviendo mi mirada hacia la sirvienta que se encontraba parada a unos pasos de nosotras.

—N-No, yo no… —Ella sacudía la cabeza frenéticamente, seguro le habían dicho que observara e informara sobre todas mis acciones. Como era incluso más joven que Silvia, es probable que no tuviera derecho a rechazar esta orden. Por no hablar de detener a la hija de su amo si esta intentaba hacer algo.

El hecho de que esta joven sirvienta fuera elegida a propósito no se debía a que estuvieran cortos de manos. Había sido para tener un peón sacrificable cuando las cosas se pusieran difíciles. Su edad, así como el hecho de que su rostro no resultaba familiar, mostraban que era una persona que había sido contratada recientemente. En otras palabras, no parecía que le hubieran encomendado un deber importante. Como tal, si le llegara a suceder algo, incluso si ya no estaba en la mansión, no sería un duro golpe para los otros empleados. Si yo hiciera un desastre y cometiera un acto inverosímil, después de haberlo informado, su boca probablemente sería sellada.

Ella naturalmente no se había dado cuenta de esto. Sin embargo, ambas vivíamos en ese tipo de mundo.

Aparté mi mirada de la sirvienta que me estaba mirando sin ocultar su desconcierto. Si hubiera sido un día normal, me habría arrepentido y habría regresado a mi habitación. Le habría devuelto las llaves fingiendo que no pasaba nada, le habría dicho algunas palabras de disculpa al mayordomo, y eso sería todo. Como todavía no había sucedido nada, inventar una explicación también sería innecesario. A pesar de entender todo esto…

—¡Señorita…!

Ciertamente había escuchado la voz de la sirvienta llena de reproche. Aun así, abrí la puerta sin preocuparme por ello.

—¿Dónde se guarda el té que Silvia recibe de mi madre?

Si bien les había dicho que estaba bien que se fuera, cuando le hice esta pregunta a la sirvienta, ella me siguió a regañadientes. Entonces, después de dudar un poco, miró hacia un lado de la cama. En ese lugar, había un gran baúl decorado con exquisitos tallados y encima de él, se encontraban alineados peluche y muñecas de varios tamaños. Eran cosas que nuestros padres habían comprado para Silvia. Para no dejar que la niña que a menudo se quedaba postrada en cama se sintiera sola, se habían reunido juguetes de innumerables tamaños, desde los que eran perfectos para abrazar hasta los que sólo debían ser admirados. Y todos habían sido entregados personalmente a Silvia por nuestros padres.

Incluso yo había poseído algunos de estos. Sin embargo, la forma en que me los habían dado era diferente de cómo Silvia había recibido los suyos.

Su respetable madre nos ha pedido que le entreguemos esto a la señorita —dijo el comerciante que trataba con nuestra casa, agregando palabras que podrían o no haber sido ciertas, depositando cortésmente frente a mí los juguetes y peluches envueltos. Ahora, esas lamentables muñecas se encontraban encerradas en un armario en lo profundo de mi habitación. Debido a que me miraban con ojos que parecían excesivamente reprochadores, no había podido abrazarlos ni una sola vez.

—¡S-Señorita!

Sin esperar, cuando abrí el baúl decorado con muñecas, los frascos de vidrio ordenados dentro de una caja cuadrada aparecieron frente a mis ojos. Las hojas de té probablemente estaban dentro de este cajón para que Silvia pudiera mirarlas para pasar el tiempo. Las botellas de vidrio que cambiaban de color sutilmente brillaban como joyas. Cuando elegí una, la sensación helada hizo que mi mano temblara. Estas botellas no estaban adornadas con nada. Como pensaba, la que Silvia me había dado había sido decorada con una cinta a propósito, ahora estaba segura de ello. Cuando abrí la tapa, un dulce aroma salió al exterior.

—Ah, ¿por qué…?

Probablemente nadie había escuchado mi murmullo. Tomando los ocho frascos contenidos en la pequeña caja, los revisé uno por uno. Las hierbas medicinales mezcladas con el té parecían variar. Pero el olor que quedaba en mi nariz era el mismo. Los temblores que me habían estado asediando desde hace un rato no se detenían.

—¿Mi señorita? —Probablemente notó mi estado inusual. La sirvienta me miró con una expresión dubitativa.

Cada vez que parpadeaba, lo que recordaba era el rostro de mi madre mientras abrazaba a mi hermanita. Siempre parecía feliz cuando miraba el rostro de esa niña que estaba acurrucada cerca de ella. Esta apariencia nunca te dejaría imaginar que guardaba rencor u odiaba a alguien.

—¿Por qué?

Esos pequeños brazos abrazaban fuertemente el cuello de mi madre. Como era demasiado joven, no sabía cómo contener su fuerza. Pero mi madre no había dicho nada, en cambio, había sonreído ampliamente, luciendo muy contenta. Podía escuchar la voz de mi hermanita mientras se reía.

—Madre, te amo.

—¿Por qué? ¿Por qué…? ¡¿Cómo…?!

Mis labios temblaron. Mis dientes emitieron un ruido al chocar porque me temblaba todo el cuerpo. No sabía si estaba afligida, si era desgarrador o por qué era tan doloroso.

Pero no pude evitar llorar en voz alta. Durante todo ese tiempo sin sentido que había repetido una y otra vez, no había nada en lo que pudiera creer incondicionalmente, pero nunca había dudado del afecto de mi madre hacia Silvia. Lo envidiaba. No podía evitar anhelarlo. Nunca había conocido ese tipo de amor sincero y puro sin maquinaciones ni engaños, un amor que no era otorgado como recompensa por lograr algo. Incluso en ese mundo completamente negro, al menos una cosa como esta había existido. Y esa había sido una luz lo suficientemente fuerte como para quemarme los ojos, un profundo afecto que nunca olvidaría, incluso si los cerraba.

Es por eso que nunca había podido dejar de desear algo como esto.

—¡Señorita! ¡Señorita Ilya! ¡No debe…! —exclamó en voz alta la sirvienta que por fin se había dado cuenta de la gravedad del asunto.

Sacudí vigorosamente sus manos mientras esta intentaba agarrar mis brazos y quité la sábana de la cama de Silvia. Seguidamente la extendí en el suelo. Del baúl saqué la caja que se usaba para guardar las botellas y la volqué sobre la sábana. Al caer hicieron un ruido inesperado cuando chocaron una contra la otra. El olor ligero y dulce dentro de la habitación aumentó. Creía que incluso podrían contener hibiscos.

—¡S-Señorita! ¿Qué diablos está haciendo? ¡Estas, estas, estas son las pertenencias de la señorita Silvia!

Aparté a la sirvienta que había movido su cuerpo para obstruir mi camino, tratando de evitar que sostuviera los frascos que había envuelto en la sábana. A unos pasos de distancia, la sirvienta responsable de las llaves parecía tener la intención de evitar que saliera de la habitación a pesar de sus ojos llorosos. La chica cerró la puerta y emitió un sonido feroz. Después de quedarme quieta por un momento, estupefacta, presioné fuertemente las botellas que sostenía en mi mano contra mi pecho. Cuando cerré los ojos con fuerza, algo cruzó por el rabillo de mis ojos.

Una vez que salga de esta habitación, no podré volver atrás.

Lo que se reflejaba en este mundo oscuro eran los delgados dedos de mi madre y los cabellos plateados de Silvia. El color de sus cabellos era más claro en su infancia que ahora, era más cercano al blanco. Esa niña que tenía el cabello de mi color favorito, mi madre la acariciaba gentilmente. Una y otra vez. Como indicando que no podía evitarlo porque era demasiado encantadora, porque la amaba demasiado. No había visto esta escena sólo una o dos veces.

Si hubiera sido yo en su lugar… Me pregunto cuán feliz y bendecida me sentiría, era lo que a menudo pensaba.

—Hazte a un lado.

—¡S-Señorita!

—¿Me harás repetir lo mismo dos veces?

—¡Pero, señorita…!

—¡Dije que te hagas a un lado!

Cuando levanté la voz, como si estuviera actuando en común acuerdo, mi corazón latió con fuerza. Pudo haber sido porque había gritado sumamente fuerte. Cuando mis ojos se abrieron de par en par, una sirvienta que me miraba pasmada y la otra que temblaba de ansiedad se vieron claramente reflejadas. Cuando las enfrenté frunciéndoles el ceño, vacilaron un poco y se abrió una brecha. Arremetiendo con mi delgado cuerpo, salí de la habitación.

Sintiendo como si fuera un ladrón escapando de una casa, una vez que salí al corredor di una profunda exhalación. Aunque no había nadie aquí, exhalé en silencio como si estuviera asegurándome de que nadie me escuchara, pero mi garganta dejó escapar un llanto estremecedor. Las dos sirvientas parecían no haberme seguido. Seguramente habían corrido para informar al mayordomo. Durante este intervalo, debía alejarme de la habitación de Silvia aunque fuera sólo un poco. Mientras aceleraba mi ritmo, mi respiración se aceleraba en consecuencia. ¿Por qué había agarrado mi garganta inconscientemente? La angustia aumentaba, no me hacía sentir más cómoda. El recto corredor con alfombras extendidas sobre él parecía complicarse como un descuidado laberinto. Cada vez que daba un paso al frente, me asaltaba la ilusión de que el peso de mi cuerpo me hundía.

Estoy asustada. Asustada. Alguien. Quien sea…

Una vez que llegué a mi destino, inhalé y exhalé dos veces. Empujé la puerta sin tocar, vi una delgada espalda sentada en una mecedora. Aunque me estaba dando la espalda, probablemente había escuchado el sonido de la puerta que había resonado con un estruendo. Doblando el cuello con las cejas algo arrugadas, lentamente giró la cabeza.

—¿Ilya…?

Cuando nuestros ojos se encontraron y vi su expresión perpleja, mis brazos comenzaron a temblar sin razón. La sábana que sostenía se cayó y los pocos frascos que esta contenía se salieron. Ligeramente rodando, perdieron su impulso cuando llegaron a los pies de mi madre que se había puesto de pie antes de que me diera cuenta, reflejando la luz del sol que venía de la ventana.

Mientras entrecerraba los ojos debido al deslumbrante reflejo, escuché el sonido de la ropa al doblarse.Vi como mi madre recogía una botella con sus delgados dedos. Como si estuviera revisando algo, hizo que la botella que contenía las hojas de té rodara en la palma de su mano varias veces, luego levantó el rostro para mirarme fijamente. Entonces, moviendo sus ojos como si trazaran sus contornos, pareció reconocer los otros frascos que yacían a sus pies. Por alguna razón, en su boca se deslizaba una pequeña sonrisa. No estaba molesta, maravillada ni enojada. Era una sonrisa en la que no podías leer la más mínima emoción.

Ese tipo de expresión, la conocía muy bien.


Kavaalin
Esto sólo ha comenzado

Sharon
Esto no me lo esperaba

7 respuestas a “Mi prometido ama a mi hermana – Arco 6 – Capítulo 13”

  1. ya pero qué tiene que ver que la mamá envenenar a a Silvia con el enamoramiento de soleil y que todas las personas quisiera más a Silvia 🙄
    eso sólo explica la enfermedad de Silvia no lo maldita qué es

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