Traducido por Shiro
Editado por YukiroSaori
Guo Zerui se encontraba en la puerta del invernadero observando cómo los usuarios con habilidades de tierra removían los meteoritos que habían y los colocaban en grandes cestas. Otros subían a la estructura de acero para reparar el techo destrozado.
Una vez que un meteorito contaminaba la tierra, las sustancias tóxicas que contenía podían polucionar un rango de decenas de kilómetros. El daño era enorme, y no se disiparía por unos sesenta años. A menos que consiguieran un purificador de tierras, esos invernaderos jamás volverían a producir alimentos.
Guo Zerui todavía recordaba cómo la Base B había dependido de los dos agentes limpiadores esenciales y del vidrio templado hecho a partir de meteoritos para enriquecerse en su vida pasada. Los usuarios con habilidades en esa base casi nunca tenían que preocuparse por cazar zombis. Aquellos en la cima de la cadena alimenticia recibían regularmente núcleos de alto nivel. La mayoría de las personas ni siquiera necesitaban arriesgarse a salir a recolectar materiales, ya que los suministros necesarios siempre les eran entregados directamente por otras bases.
La fuerza solo servía para defenderse, pero la inteligencia era indispensable para promover el desarrollo social. «Aquellos que trabajan con su mente gobiernan a las personas. Aquellos que trabajan con su fuerza son gobernados por las personas». Guo Zerui por fin comprendió la profunda verdad detrás de estas palabras.
Ahora deseaba secuestrar a todos los científicos de la Base B. Mientras reflexionaba sobre cómo podrían recopilar algo de información cuando fueran a intercambiar el agente purificador, un compañero de equipo corrió hacia él y dijo:
—¡Gou-ge! ¡Algo terrible ocurrió! Da Niu fue internado en el instituto. Escuché que los investigadores quieren usarlo para un experimento. ¡Detenlos antes de que lo disecten!
—¿Qué? ¿El doctor no le prometió al jefe que nunca haría experimentos humanos? ¡Si no cumple su palabra, cerraré ese laboratorio ahora mismo! —Guo Zerui apretó los dientes y corrió hacia el Edificio Oeste.
Empujó a los guardias e irrumpió laboratorio de Dr. Bai. Allí vio a un grupo de personas con batas blancas tomando notas y escribiendo, mientras que Da Niu yacía arrodillado detrás de paredes de vidrio. Su piel, de un rojo enfermizo, estaba plagada de vasos sanguíneos hinchados que sobresalían en tonos verdes y azules, como si gusanos estuvieran reptando bajo su piel. Parecía estar mutando.
—¡Bai Mohan, ¿qué le estás haciendo a Da Niu?! —gritó Guo Zerui mientras lanzaba unas enredaderas para intentar atar al Dr. Bai y a los demás investigadores, dispuesto a irrumpir y rescatar a su compañero.
Pero, inesperadamente, una gruesa placa de acero apareció como si hubiese surgido de la nada. No solo bloqueó la red de enredaderas, sino que, en el siguiente segundo, se transformó en una cuchilla giratoria que cortó las enredaderas en pedazos.
Zhao Lingfeng emergió de la multitud y se lanzó al combate contra Guo Zerui. Era como ver tijeras contra papel. A pesar de su ventaja en tiempo de renacimiento, Guo Zerui no pudo hacer frente a la experiencia acumulada de Zhao Lingfeng en su vida pasada. Zhao Lingfeng había alcanzado un nivel mucho más alto. Tras unos meses de intensa práctica, había recuperado su instinto de lucha, lo que llevó a Guo Zerui a ser completamente dominado.
—¡Mira en silencio y no causes problemas! —exclamó mientras presionaba a Guo Zerui contra la pared de vidrio, obligándolo a enfrentar la grotesca figura que se encontraba detrás.
Guo Zerui observó más de cerca: los bultos no eran realmente vasos sanguíneos, se trataba de criaturas vivas. No conforme con eso, parecía que algo las controlaba, haciendo que lucharan por salir del cuerpo. Al final, se abrieron paso a través de la garganta, por donde salieron en masa y cayeron en un contenedor que había sido preparado de antemano para recolectarlas.
Da Niu, aliviado de todo el dolor, se apartó gateando del contenedor.
Dentro del contenedor, las criaturas, delgadas como capilares, extendieron tentáculos en un intento inútil de escapar. De repente, un usuario con habilidades de fuego que aguardaba en una esquina lanzó una bola de fuego, reduciéndolas a cenizas en un instante.
Los investigadores, al confirmar que el peligro había pasado, ingresaron a la celda. Le administraron a Da Niu una medicina de color azul claro y luego le entregaron a él y al usuario con habilidades de fuego cinco núcleos de nivel tres a cada uno.
Ambos sonrieron ampliamente, pero su alegría se desvaneció en cuanto se percataron de la cara deformada contra la pared de vidrio; la cual, al examinarla con detalle, la identificaron como la de su subcapitán.
—Guo-ge, ¿también viniste a ofrecerte como voluntario para los experimentos del doctor? ¡Qué generoso es! —dijo Da Niu, palpando su bolsillo y sonriendo—. La próxima vez que necesite ayuda, no dude en decirme. Con esta medicina, la vid sanguinolenta no representará ningún peligro en futuras acampadas. No podemos anticipar todos los peligros durante nuestras misiones; si en el equipo no hubiese un usuario con habilidades de vegetación, ¡estaríamos perdidos!
Zhou Yunsheng, mientras registraba los resultados de la prueba en su cuaderno, respondió con amabilidad:
—Cuando haya trabajo, les llamaremos. No se preocupen, jamás tomaré sus vida a la ligera.
Los dos usuarios asintieron y se marcharon sonriendo, ignorando por completo la subyugación de su subcapitán.
Zhao Lingfeng finalmente liberó a Guo Zerui, y al notar la expresión avergonzada de su compañero, soltó un resoplido frío.
Guo Zerui comprendió la situación: Da Niu no había sido capturado, sino que se había ofrecido como sujeto experimental para el doctor, lo que resultó en que lo infectaran con la vid sanguinolenta.
No podía creer que el fármaco esencial para combatir la vid sanguinolenta, tan codiciado por los usuarios de habilidades, en realidad hubiera sido desarrollado por el doctor.
¡Aún teniendo ojos no pude anticiparlo!
La Base B generaba enormes ingresos al vender ese medicamento. En esa misma época, también existían otros dos medicamentos restauradores en el mercado que actuaban con gran celeridad: uno amarillo, para el poder espiritual, y otro rojo, para las habilidades. Estos, junto con el medicamento de expulsión, eran conocidos como las Tres Grandes Medicinas Divinas, y todos los usuarios con habilidades enloquecían por conseguirlas.
Al renacer y ser testigo del nacimiento de una de las Medicinas Divinas, Guo Zerui sintió de repente un profundo orgullo.
—Las vides sanguinolentas son extremadamente peligrosas; una sola persona infectada puede desencadenar una epidemia. Debemos ser cautelosos y no permitir que esta planta se propague sin control —dijo Zhou Yunsheng mientras entregaba su cuaderno a un asistente y se ajustaba las gafas.
—¡N-No, doctor! ¡De verdad, eso fue un malentendido! —Guo Zerui recordó de inmediato que había infectado al doctor con la vid sanguinolenta.
A causa de ese error, cada vez que su jefe lo arrastraba al campo de entrenamiento, lo golpeaba sin piedad hasta que vomitaba sangre; luego lo curaba y volvía a golpearlo hasta hacerlo vomitar sangre otra vez; un ciclo interminable de dolor. Solo lo dejaba ir cuando estaba satisfecho. La muerte misma, en esos momentos, casi le parecía un alivio.
—Si tú lo dices —Zhou Yunsheng asintió, y continuó con tono indiferente—: No importa cuán grande sea el malentendido, mientras me permitan llevar a cabo mi investigación, no me quejaré. Cuando desarrolle la vacuna, puedes matarme si quieres —culminó mientras se dirigía al interior de la farmacia.
Guo Zerui sintió un nudo en el pecho. El tono del doctor dejaba claro que aún albergaba un profundo malentendido sobre él y su jefe; incluso pensando que solo lo estaban utilizando para desarrollar la vacuna.
Es comprensible, pensó Guo Zerui.
Cualquiera que hubiera sido sometido a tal brutalidad guardaría rencor hacia sus captores. Pero ¿estaba el doctor dispuesto a acompañarlos a Suzhou, incluso si eso significaba su muerte?
Ese espíritu altruista… esa valentía para salvar a la humanidad son aspectos dignos de admiración.
A medida que la vergüenza lo invadía, sus mejillas se sonrojaron y luego se tornaron moradas al ver la mesa de pruebas del doctor.
—Doctor, ¿qué tipo de medicamentos son estos? ¿Están listos ya? —preguntó, señalando los tubos de ensayo que contenían un líquido rojo oscuro y otro amarillo claro, al final inclinándose para olisquearlos.
El déjà vu casi le hizo llorar de emoción.
—Este suplemento restaura el poder espiritual, y este otro potencia las habilidades. Ambos están en fase experimental. No los toques. Tienes demasiado tiempo libre. Lárgate —replicó Zhou Yunsheng, apartando con un manotazo la mano que se acercaba a los tubos.
¿Es esta la legendaria Medicina Divina? ¿Es el doctor el inventor de la Medicina Divina? ¡Es increíble! ¡Hemos encontrado un tesoro invaluable!
Guo Zerui quería saltar de alegría.
—No toques nada, ¿no te lo ha dicho ya el doctor? —gruñó Zhao Lingfeng, amenazando con darle una patada en el trasero.
Pero Guo Zerui seguía sonriendo de oreja a oreja, sin inmutarse en lo más mínimo. Incluso rodeó a Zhao Lingfeng con el brazo, insistiendo:
—¿Por qué no me dijiste que el doctor era el inventor de la Medicina Divina? ¿De qué otras invenciones me estoy perdiendo? Si hubiera sabido que el doctor era tan excepcional, lo habría tratado como a un ancestro.
Zhao Lingfeng, con tono misterioso, respondió:
—Tenía miedo de que te murieras de susto al enterarte. El doctor no solo creó la Medicina Divina, también inventó un catalizador para acelerar el crecimiento de los cultivos, la píldora que convierte el agua en agua potable y las cápsulas dameike, la panacea que cura la enfermedad de la sangre negra. El valor del Dr. Bai es inimaginable.
A pesar del tratamiento que el agua recibía, algunas personas aún se infectaban con una enfermedad más terrible que la peste. Toda la sangre del cuerpo se volvía negra y desprendía un nauseabundo olor a descomposición. Incluso aquellos con habilidades que entraban en contacto con los pacientes tenían un 20 % de probabilidad de contraer la enfermedad.
Cuando la humanidad estaba al borde de la desesperación, las cápsulas dameike salieron al mercado, y su eficacia extraordinaria causó sensación en el mundo. Posteriormente, la creación del catalizador acortó de manera significativa el ciclo de crecimiento de los cultivos, solucionando por completo el problema del hambre.
La Base B había mantenido en secreto la identidad del inventor de los medicamentos, que resultó ser el Dr. Bai. Antes incluso de desarrollar la vacuna, ya había salvado innumerables vidas.
Guo Zerui, con una expresión de sincera reflexión, se golpeó el pecho con un puño, aterrorizado por sus propios pensamientos. Por suerte, no había logrado acabar con la vida del doctor; de lo contrario, habría sido responsable de la ruina de la humanidad.
De ahora en adelante, cuando el jefe me llame para entrenar y me golpee sin piedad cada pocos días, ya no me resentiré, al contrario, aceptaré el castigo como algo merecido.
Mientras meditaba sobre esto, escuchó la voz del doctor detrás de él:
—Espera, no te vayas, hay algo que casi olvido.
—Doctor, ¿necesita algo de mí? Sea lo que sea, no dudaré en hacerlo —respondió Guo Zerui, girando rápidamente y corriendo hacia el doctor, adulándolo con la devoción de un eunuco ante su emperador.
—Tengo algunas fórmulas aquí. Dile a Lei Chuan que reclute con urgencia a unos científicos químicos para que se encarguen de desarrollarlas —explicó Zhou Yunsheng, guiándolo hacia la oficina y abriendo varios archivos en la computadora.
Guo Zerui se inclinó para observar la pantalla, y cuando comprendió la naturaleza de las fórmulas, sus ojos se abrieron desmesuradamente.
—Doctor, ¿de dónde obtuvo esta información? —preguntó, asombrado.
—Me infiltré en el sistema del laboratorio de investigación de la Base B y las descargué —respondió Zhou Yunsheng con tono impasible.
—¡Doctor, es usted increíble! Iré a contárselo al jefe y al comandante. —Guo Zerui levantó el pulgar con entusiasmo y salió corriendo. Sin embargo, al llegar a la puerta, se detuvo, regresó, y con el rostro encendido añadió—: Doctor, ¿le he mencionado que cada vez lo admiro más?
Sin esperar respuesta, se acercó, tomó al doctor por el rostro del doctor y le estampó un fuerte beso en la frente. Luego, soltó una risa y salió corriendo como un niño travieso.
Zhou Yunsheng frunció el ceño, preparándose para limpiarse la saliva, pero Zhao Lingfeng apareció de inmediato con un pañuelo, frotándole la frente mientras murmuraba maldiciones en voz baja.
