La Legión del Unicornio – Capítulo 27: ¿Gnomos? ¡Gnomos!

Traducido por Kavaalin

Editado por Nemoné


Afortunadamente, el caballero no tuvo oportunidad de demostrar sus habilidades.

El enano corrió hacia la multitud con su escudo en alto, derribando directamente a uno de los granjeros. Entonces alguien finalmente reaccionó, cuando lo atacaron con una azada, el enano empuñó la daga del elfo.

A pesar de que simplemente estaba blandiendo la daga, el destello de luz atrajo la atención de todos. Los granjeros se hicieron a un lado temerosamente para escapar de la daga, tratando de encontrar otra abertura para atacar. Pero luchar con alguien de la mitad de tu tamaño no era una tarea fácil. Como resultado, el enano los derrotó a todos sin necesidad de derramar sangre.

La mayoría fueron derribados por el escudo, algunos tropezaron solos o con los pies de sus amigos cuando intentaron atacar con sus azadas.

Los granjeros se sentaron en el suelo, ninguno de ellos parecía estar gravemente herido y tenían suficiente energía para clamar insultos, diciendo lo humillante que era como humanos el convertirse en los subordinados del Rey Gnomo, por supuesto, algunas personas vieron las orejas puntiagudas del elfo y lo agruparon con los gnomos.

Pero cuando el elfo saltó del caballo, fulminándolos con la mirada, todos se callaron.

—Soy un inspector enviado por la reina. ¿Quién me puede decir qué ha pasado aquí?

El elfo no hablaba alto, pero su voz se podía escuchar con claridad, su tono no contenía enojo ni pretendía ser amenazante, pero poseía una seriedad indescriptible. Esa frialdad calmó de inmediato a los granjeros, los más cobardes incluso se estremecieron.

Los granjeros se miraron entre sí por unos segundos, posteriormente uno de los más valientes habló.

—Creo que es mejor que vaya a preguntarle al jefe de la villa, señor.

—Entonces, por favor, guíennos.

Los granjeros se pusieron de pie, mirando al enano con cansancio.

—Es un enano, no un gnomo —dijo el elfo.

—Si quieren pueden acercarse, mis orejas no son puntiagudas —dijo Julian con timidez—. Gracias por su ayuda.

Sacó una moneda de plata de su billetera para dársela al granjero.

— ¡Bien, señor enano! —El granjero aceptó su explicación sin sospecha—. ¡Será un honor guiarlos!

— ¡Yo también puedo guiarlos!

— ¡No, dejen que yo lo haga!

— ¡Yo puedo hacerlo!

Las personas sentadas en el suelo comenzaron a discutir. Entonces Julian sonrió, entregándoles una moneda a cada uno.

—No discutan. Gracias por su arduo trabajo, si alguien resultó herido, que use esto para pagar los honorarios del curandero.

Los granjeros dejaron sus azadas y se levantaron para recibir el dinero. Se empujaban entre sí para ayudar al enano a subir en su caballo.

Aquellos con piernas lesionadas, cojearon hacia un lado del camino para despedirlo, olvidando por completo al elfo parado a un lado.

—Tomó completamente el centro del escenario, señor inspector —dijo el caballero sonriendo.

— ¿Qué dices en momentos como este…? —dijo el elfo completamente impotente.

¿Maldita gente rica?

— ¿Julian pagará por el almuerzo? —dijo el sireno después de pensarlo por un instante.

—Estoy de acuerdo.

—Es unánime.

Bajo la protección de los granjeros, entraron a la Villa de los Gnomos.

La calle era ancha, pero no había mucha gente, con más edificios de piedra que de madera, la sombra de la Era Legendaria se evidenciaba en sus edificaciones. De vez en cuando pasaba un aldeano mirando a los viajeros con curiosidad u odio, pero los granjeros gritaban en voz alta.

— ¡¿Qué estás mirando?! ¡Es un enano, no el rey gnomo!

—Un enano, ¿entiendes? ¡Enano!

El edificio más alto de la aldea era la Posada de los Gnomos de dos pisos, el dueño también era el jefe de la aldea. Pero desafortunadamente cuando llegó el grupo, el jefe no se encontraba presente.

Debido a los ruegos constantes del sireno, el almuerzo fue lo primero en la agenda.

Sólo había un restaurante en la Villa de los Gnomos, su especialidad era bastante simple, básicamente eran tres ingredientes mezclados: papas frescas, papas viejas y papas que no se podían comer porque ya habían comenzado a germinar. Los condimentos eran sal y una crema de champiñones que tenía un color extraño y sabía a moho y suciedad.

—Sin carne… —El sireno parecía estar a punto de llorar.

El elfo le dio unas palmaditas en la cabeza y dijo:

—Aguanten por un poco más, el jefe no volverá hasta la noche. Antes de eso, podemos ir a explorar el área y cazar un poco mientras tanto.

—Cazar, ¿podemos cazar peces?

—Umm… Sobre eso…

—Puedo hacer cañas de pescar —Interrumpió el enano—. Siempre y cuando tenga los materiales adecuados.

—Eso es bueno, para cebo sería suficiente con desenterrar algunas lombrices de tierra —agregó el caballero.

— ¿Qué son las lombrices de tierra? —preguntó el joven.

—Es un gusano que puedes encontrar en el suelo. Son pequeños y largos y, si los cortas por la mitad se convierten en dos gusanos.

— ¿Podemos pescar con esos gusanos? ¡Yo también quiero ir!

— ¿Qué? ¿Nunca has pescado antes…? ¿A pesar de ser una criatura marina y un aprendiz de marinero?

—Las sirenas usan sus dientes para atrapar peces. Primero los aturdimos con nuestra cola, después sólo nos sumergimos para atraparlos. Y, cuando salimos al mar, obviamente usamos una red.

—Pero, probablemente sólo haya peces de agua clara —especuló el caballero.

—Sabrá bien mientras esté cocido —asintió el sireno y señaló la ensalada de papa—. ¡Al menos mejor que eso!

—Tiene sentido —El caballero suspiró, volteando la cabeza para gritar—. Julian, la cuenta.

— ¡Sí, señor Frank!

—Caín, no es bueno aprovecharse de una persona honesta —dijo el elfo en voz baja al caballero.

—Tú también votaste a favor —El caballero tenía una expresión de amarga—. Una moneda de plata, son dos días de comida para un paladín.

—En ese caso… —El elfo meditó por un momento, para después sacar una moneda de plata y depositarla en la mano del caballero.

— ¿Qué es esto?

—Dos jarras de vino de la Finca del Amanecer —respondió el elfo, sonriendo—. Te lo debía de la última vez.

El caballero giró la moneda en sus manos, las comisuras de sus labios se levantaron.

—No es suficiente.

— ¿Eh?

—Han pasado cinco días, por supuesto que hay interés.

—Y entonces el león revela las garras… ¿Cuánto?

—Cuatrocientas monedas de oro.

Compraron los materiales necesarios en una pequeña tienda. Habían planeado pedir información en los alrededores, pero en el momento en que mencionaban la palabra gnomo, los aldeanos se volvían como los granjeros, mostraban expresiones de enojo y respondían: esos bastardos deshonrosos que desperdician alimentos.

El grupo comenzó a caminar río arriba por el arroyo del pueblo. El lecho del río comenzaba a expandirse, la hierba estaba alta y densa.

—Aquí debería estar bien —dijo el caballero—. Shelly, lucha por el bien de la comida.

El enano suspiró satisfecho, sacó un pequeño taburete y comenzó a concentrarse en tallar cuidadosamente el bambú.

— ¿Ellen? ¿A dónde vas?

El elfo seguía caminando por la orilla del río hacia el bosque. Cuando escuchó la llamada del caballero, se dio la vuelta sonriendo.

—A dar un paseo.

Como representante del elemento tierra, los gnomos eran criaturas que amaban la naturaleza. Casi nunca se acercaban a asentamientos humanos, pero habían excepciones ocasionales. Por ejemplo, la Villa de los Gnomos en la Era Legendaria. La rica vegetación, las vetas minerales, habían atraído a la raza gnomo. Estos pequeños seres del tamaño de la palma de la mano a menudo iban a la aldea, intercambiando artesanías y minerales por comida humana y la gente de la Villa de los Gnomos era muy amigable con ellos.

Pero ahora, si mencionabas a los gnomos, sólo recibirías la ira y el odio de los aldeanos.

¿Podría ser que estas criaturas mágicas que habían desaparecido durante doscientos años, volvieron a aparecer en este mundo? ¿Y qué había sucedido para que la relación entre humanos y gnomos se volviera tan hostil? Si quería saber la respuesta, no bastaba con sólo escuchar el lado de los humanos.

Lo que buscaba el elfo era el hábitat de los gnomos.

Como le temían a la luz, los gnomos se movían de noche y se escondían en agujeros para dormir durante el día. Las madrigueras de gnomos estaban bien escondidas, pero como pertenecía a una raza que también era cercana a la naturaleza, además de poseer una excelente visión, el elfo confiaba bastante en que podría encontrarla.

Le tomó menos tiempo de lo que pensaba encontrar lo que estaba buscando, el elfo rápidamente notó algunas pequeñas pistas. A veces eran unas huellas en el barro muy pequeñas y audaces, a veces eran pequeños restos de minerales. Después de esto, muy rápidamente notó algo extraño entre la hierba.

Era un sombrero rojo puntiagudo, una de las características más comunes de los gnomos. El elfo avanzó con la intención de levantar el sombrero, pero cuando se acercó se dio cuenta con sorpresa de que este no estaba abandonado. Al lado del sombrerito, había un ser diminuto, de media mano de estatura, con una camisa verde. Yacía inmóvil en la tierra, las pequeñas orejas largas ya rojas por el sol. El elfo levantó con cuidado al gnomo inconsciente, cubriéndolo con su capa, seguidamente se apresuró en regresar por donde venía.

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