La Legión del Unicornio – Capítulo 8: Ya vienen

Traducido por Kavaalin

Editado por Nemoné


Cuando el elfo se despertó, no sabía cuánto tiempo había dormido.

Le dolía la cabeza, escuchaba un zumbido en sus oídos, sus extremidades se sentían pesadas, era como si no hubiera descansado en absoluto.

La iluminación de la habitación era sombría, como una posada que había sido remodelada de una prisión. Era casi imposible distinguir entre el día y la noche dentro de las habitaciones del Hogar de los Mercenarios.

Pero en este ambiente familiar, había una presencia extraña.

— ¿Estás despierto? —En la oscuridad, se escuchó la gentil voz de Caín—. La puerta no estaba cerrada con llave, así que entré.

Escuchó el sonido de pedernal al chocar, seguido por la penetrante luz de las velas.

Ellen levantó la mano instintivamente para tratar de bloquearla, pero antes de pudiera, un pedazo de tela fría le fue colocada en la frente.

—Mejor no te muevas —Caín se sentó a su lado—, a menos que quisieras sentirte peor.

—Así que esto es a lo que llaman resaca… —murmuró Ellen, cerrando los ojos.

—Te estás adaptando bastante bien para ser la primera vez que bebes.

— ¿Cuánto tiempo dormí?

—Ni siquiera ha anochecido.

Al escuchar la palabra anochecer, el elfo luchó por tratar de sentarse.

—El Duque Elmond… debería solicitar una orden de búsqueda en todo el reino…

—Ya está hecho. —El caballero se estiró para acostarlo de nuevo en la cama—. El Duque está actualmente bajo investigación por la Sagrada Orden de los Paladines, por adorar a un culto malvado y realizar rituales secretos en su hogar. No encontraron a su persona, pero la evidencia de la magia sangrienta estaba realmente presente. En este momento, la mansión del Duque está llena de sirvientes de la Reina y de la Iglesia. No creo que se revele por un tiempo.

El caballero sonrió y continuó:

—Por supuesto, también está acusado de asesinato, trata de menores y el intento de secuestro de un noble. Le envié a la Reina una carta con tu sello, espero que no te moleste.

— ¿Caín?

— ¿Mm?

—Buenas noches. —El elfo se recostó rápidamente sobre su almohada y se cubrió los ojos con la tela; Su respiración se suavizó poco después.

El caballero lo observó en silencio por un momento, después apagó la vela.

—Buenas noches, Ellen.

Cuando el elfo volvió a despertar fue por un ligero sonido, como si un gato estuviera arañando su puerta. Parecía que su audición había regresado y su cabeza ya no le dolía.

El elfo se levantó para abrir la puerta, la luz del sol se filtró en la habitación a través de las ventanas del pasillo.

El joven sireno, agachado frente a la puerta, levantó la cabeza después de escuchar el sonido de la puerta abriéndose. Con la cara llena de inocencia, dijo:

—Caín dijo que no te molestara, pero tenía hambre.

Al oír eso, el caballero a su lado dejó escapar un largo suspiro de lamento.

—Ya te has acabado todas mis raciones de viaje.

—Esas eran los trofeos que deberías haberme ofrecido como el vencedor.

—Te reto a un duelo. ¡No se permite la magia, un guerrero debe resolver sus problemas con una espada honorablemente!

— ¿Espadas? Humano tonto, ¿quieres comparar tamaños o resistencia?

— ¡Eso no es lo que quería decir! ¡Vuelve a ponerte los pantalones!

—Espérenme un momento. —El elfo cerró la puerta mientras se reía, dejando afuera al caballero y al sireno que discutían.

El mercado de la Capital de Oro, Elvira, estaba situado justo fuera del límite entre los barrios y la ciudad como tal, confiando en el puerto cercano para abastecerse de una gran cantidad de bienes. Había regresado a su estado próspero poco después de la guerra.

Aquí, el estatus y los títulos no importaban, a los comerciantes sólo les interesaba si los clientes podían pagar la cantidad adecuada. Así que, aunque la apariencia del elfo podría atraer algunas miradas curiosas, no causó ningún tipo de conmoción.

Los viajeros exóticamente vestidos eran bastante comunes, muchos observadores ya habían considerado automáticamente las orejas puntiagudas como una especie de moda nueva. Los dueños emprendedores de los puestos, probablemente ya habían comenzado a considerar el lanzamiento de una serie de conjuntos de disfraces de enanos u ogros.

Frente a este tipo de multitud, el sireno estaba muy nervioso al principio, pero pronto se sintió atraído por los deslumbrantes productos en exhibición y comenzó a mirar a sus alrededores sin mayor preocupación.

Buenos Días Petirrojo era un pequeño y modesto puesto en la esquina cerca de los barrios bajos, pero los clientes habituales sabían que allí se podía encontrar el pan con mantequilla y el aguamiel más sabroso de la ciudad.

Ellen frunció el ceño cuando escuchó la mención del licor, pero Caín le garantizó de inmediato que era básicamente una bebida dulce y que no causaba resaca.

Suave pan horneado a la perfección, combinado con mantequilla derretida, con un solo bocado, el cálido y delicioso sabor se extendería por la boca. La tibia aguamiel no era demasiado dulce y tenía un regusto a flores difícil de igualar.

El joven sireno ciertamente no poseía este tipo de apreciación por la comida deliciosa, en un abrir y cerrar de ojos ya se había terminado su desayuno y ahora se encontraba mirando la canasta de un vendedor ambulante. Al momento siguiente, regresó corriendo, cargado de pescado sin escamas y sin destripar, con las aletas aún unidas, emparedándolo entre dos pedazos de pan y comenzó a comerlo con gusto.

—Sabe mejor cocinado. —dijo, después de comerse su sándwich de pescado crudo—. Los seres humanos sí tienen algunas buenas ideas de vez en cuando.

—Te agradezco tu apreciación en nombre de la humanidad. —Caín puso los ojos en blanco, apuntando a la fuente en medio del mercado—. Debajo de la estatua del ángel, hay un puesto que vende pescado a la parrilla, recuerda no pagar más de la mitad de su precio de venta.

Mientras el sireno se abría paso entre la multitud en su camino de regreso con una brocheta de pescado en la boca, algunos marineros se sentaron frente a su mesa en el Petirrojo. El caballero giró la cabeza, diciéndole algo al elfo, los dos se miraron y se echaron a reír juntos.

La expresión del caballero al mirar al elfo contenía una dulzura que le resultaba familiar. El joven sireno recordó vagamente, parecía que hacía mucho tiempo, alguien también lo miró con esa misma expresión.

No confíes en los humanos. —La voz del Duque Elmond se escuchó claramente en los oídos del sireno.

El chico dio un brinco asustado, girándose para mirar a su alrededor, pero no pudo encontrar nada.

No confíes en los humanos —La voz continuó—. ¿Te has olvidado?

Pero Caín me salvó.

— ¿Y qué? El que te sacó del mar, ¿no te salvó también?

Eso es diferente. Los humanos y humanos son diferentes.

Todos son iguales —Sonrió el Duque Elmond—. Recuerda, el que te hizo esa promesa, cómo te trató. Ese marinero…

Marinero…

Era como si esa palabra hubiera abierto una compuerta de miedo. La sirena comenzó a temblar incontrolablemente.

Ya vienen, están aquí…

Tropezando, el joven empujó a las personas que lo rodeaban, corriendo hacia el elfo.

— ¡Ellen! —gritó—. ¡Corre! Ellos…

El joven levantó la mano, una nube de niebla negra se extendió entre la multitud, la gente más cercana, los marineros, cayeron al suelo, gimiendo quedamente.

Siguiendo el caos, el chico desapareció de su vista.

—Por suerte es solo un hechizo de miedo —El caballero volteó al marinero caído y le levantó los párpados, suspirando—. Ve tú primero. Me haré cargo de esto y luego me reuniré contigo.


Nemone
Típico. Los humanos arruinándolo todo.

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