La Legión del Unicornio – Tomo II – Capítulo 10: Elección

Traducido por Kavaalin

Editado por Anissina


La muerte del legendario mago, Daniel, fue verificada; y el Viejo Jake finalmente confirmó que fue realizada por el elfo.

El misterioso arquero volvió a convertirse en un tema popular en el Hogar de los Mercenarios.

Con este nuevo asunto para discutir después de la cena, los mercenarios se imbuían en la alegría de cotillear.

Los únicos que no estaban contentos eran Guantelete de Hierro y su grupo.

Por supuesto, que estuvieran infelices significaba que sucedería algo pronto.

A la mañana del día siguiente, como era de esperarse, todos los miembros de la Tropa del Águila llegaron al vestíbulo. Se sentaron en dos mesas grandes mientras hablaban y reían a carcajadas, pero extrañamente, todos llevaban armas encima.

No obstante, el elfo no apareció.

Cuando la hora del desayuno casi se terminaba y la mayoría de los mercenarios se habían marchado ya, una figura pasó por la mesa del caballero.

—Buenos días, Caín.

El elfo se había cambiado esa ropa de pordiosero que solía llevar. Por fin parecía un mercenario normal. Sin embargo, su salud parecía no haberse recuperado, pues todavía lucía pálido y tenía ojeras bajo los ojos.

Como el Viejo Jake no estaba presente, el desayuno era estilo bufé.

El elfo tomó dos trozos de pan, se sirvió una taza de té negro y buscó una mesa vacía para sentarse.

Al ver esta escena, muchos de los mercenarios que planeaban irse, de repente descubrieron que podían seguir conversando unos minutos más.

Después de un breve momento de silencio, el vestíbulo se volvió tan ruidoso como antes, pero las más ruidosas seguían siendo las dos mesas ocupadas por la Tropa del Águila.

De vez en cuando se podían escuchar las palabras «comerciante del mercado negro» por encima del ruido de las demás conversaciones.

—Un solo golpe mortal con un cuchillo, fue bastante limpio.

—Supongo que ni siquiera un mago puede evitar quedar desprotegido en ese tipo de situaciones.

—¿Ese tipo de situaciones?

—Es decir —uno de los bandidos de la Tropa del Águila se echó a reír—, probablemente le dio el golpe mortal mientras estaba acostado exhausto encima de él.

El grupo le acompañó en las risas, volteándose para mirar al elfo, todos con expresiones lascivas en sus rostros. No sería excesivo describirlo como un abuso visual.

El caballero frunció el ceño.

La Tropa del Águila no solo quería una confrontación verbal, venían con un plan, enojar al elfo y comenzar una pelea.

El vestíbulo quedó en silencio de nuevo, y los mercenarios sintieron que estaban a punto de presenciar un buen espectáculo.

Pero el elfo seguía bebiendo té con calma, la mano que sostenía la taza lo hacía con firmeza y sin signos de temblor, era como si no escuchara nada.

Al ver esto, Guantelete de Hierro de repente cambió de tema, comenzando a compartir sus experiencias sexuales. El tema continuó hasta llegar finalmente a qué tipo de marcas de nacimiento tenía Fil en su cuerpo.

Las Espinas todavía estaban en misión así que todo su grupo estaba ausente, por ello estas palabras obviamente estaban destinadas al elfo.

El aludido seguía inexpresivo, pero sus orejas se levantaron ligeramente. Incluso si fue solo por un instante, el caballero pudo ver un destello de ira en sus ojos.

—Estaba afuera ese día. —Ese mismo miembro de la Tropa del Águila dijo en voz alta—. A pesar de que es un hombre, sus lloriqueos me pusieron duro solo con escucharlos. Je, je, je.

El elfo se levantó de repente.

Un murmullo se extendió por todo el vestíbulo.

¡La pelea estaba por comenzar!

Los mercenarios confirmaron en silencio el mensaje entre ellos, algunos ya estaban ansiosos, esperando que el elfo hiciera un movimiento antes de echarle la mano encima.Pero este permaneció en silencio para luego solo girarse y salir por la puerta con tranquilidad.

Entonces los murmullos se convirtieron en un suspiro de decepción.

¿Ese sería el final?

El elfo se movió con parsimonia, un paso a la vez, la corta distancia de diez metros parecía interminable.

Entonces el caballero lo miró, sus sentimientos un caos.

El elfo ya debería saber que si elegía luchar, habría muchos que se pondrían de su lado.

Por tanto, ¿por qué? ¿Por qué permanecer en silencio? ¿Solo se daría la vuelta para irse aún cuando su amigo estaba siendo insultado frente a él?

Casi había llegado hasta la puerta.

El caballero de repente sintió una llamarada de enojo y decepción.

No con él, sino consigo mismo.

¿Qué sucede, Caín Frank?

¿Ha pasado poco más de un mes desde que abandonaste la orden de los paladines y ya has caído tan bajo?

¿Tirar a la basura el nombre de Félix el Paladín también significó tirar tus principios?

¿Esperarás a que alguien más comience la pelea para atreverte a hacer algo?

¿Esas cosas sobre la misericordia, la justicia, el honor y el juramento de un caballero eran solo palabrerías?

Todavía había mucha gente en el vestíbulo, una pelea atraerá mucha atención.

Pero ya no quería seguir preocupándose por eso.

Se puso de pie para pararse frente a la mesa de la Tropa del Águila, agarró por el cuello de la camisa al bandido que aún hablaba en voz alta y lo levantó de su silla.

—Maldita sea, caballero blindado. —Este luchó para darse la vuelta—. ¿Estás loco?

—Eso lo estarás tú —respondió el caballero con frialdad—. Tu boca apesta tanto que ni siquiera puedo desayunar.

Luego levantó el puño, lo pensó por un momento y controló su fuerza, solo rompiendo la mitad de los dientes del bandido.

Entonces los miembros de la Tropa del Águila se pusieron de pie para rodearlo.

Un pequeño vitoreo resonó por el vestíbulo.

¡Finalmente había comenzado!

Está bien, elfo —pensó el caballero—. Puedes mantenerte alejado pero siempre habrá alguien que dé un paso adelante.

En medio del caos, resonó la clara y calmada voz del elfo, lo que los obligó a detenerse.

—¿Solo saben cómo causar alboroto en casa? Si quieren pelear conmigo, salgan, Tropa de Moscas.

La Tropa del Águila cambió de inmediato su objetivo, volteándose para mirarlo con cautela, sacando sus dagas, espadas y guantes de combate.

—No te lleves a mi presa, elfo —dijo el caballero con frialdad—. Puedo encargarme yo solo de todos ellos.

El mencionado no respondió. Sonriendo, se dio la vuelta y se fue.

Toda la habitación estaba nerviosa, luchando por salir por la puerta.

Esta vez se iban a asegurar de conseguir una buena posición para observar.

—Dije que puedo encargarme yo solo —gruñó el caballero—, no necesito de tu ayuda.

—Lo mejor será que no la necesites —dijo el elfo—. Dado que el combate cuerpo a cuerpo no es mi punto fuerte. Piensa en esto como en un uno y medio contra veintiuno.

—No serán tantos —respondió el caballero—. Una regla al luchar contra un grupo es que, si te deshaces de los más estúpidos, los inteligentes saldrán corriendo.

—Ya veo. —El elfo sonrió—. Gracias por el consejo.

—Encárguense del caballero blindado —ordenó Guantelete de Hierro, tocando los pinchos de sus guantes—. Déjenme al elfo, le daré tan duro que ya ni siquiera será capaz de lloriquear.

—Parece que ese es el más estúpido —dijo el elfo—. ¿Te importa si me lo quedo?

El caballero no se molestó en responder sino que, ignorándolo, apuntó al más cercano y le dio un fuerte puñetazo.

Después del sonido de la clavícula de su oponente al romperse, escuchó el sonido del metal chocando detrás de él, lo que significaba que el elfo también se había puesto en acción.

El caballero agarró al segundo enemigo, golpeando su cabeza contra la del tercero y dejándolos inconscientes. Luego levantó la mano, bloqueando casualmente la daga que se acercaba desde el costado.

La pesada armadura limitaba su visión y audición hasta cierto punto, pero la presión de tener que defenderse se reducía bastante.

Si hubiese estado solo, tendría que mantenerse siempre alerta en caso de ser atacado por la espalda, pero eso ya no importaba.

La Tropa del Águila se dio cuenta con rapidez de su error.

Originalmente habían planeado tratar con un arquero desprotegido, por lo que solo habían traído armas, pero ahora los bloqueaba una armadura inamovible. Golpear con puños revestidos de metal un cuerpo humano sin armadura era como romper un papel, neutralizándolos a todos.

Entonces, a pesar de que su líder se los había ordenado, se dirigieron inconscientemente hacia el elfo, planeando esperar por una oportunidad para atacar.

Por supuesto, el caballero se negó a permitir que eso sucediera y voltéandose, bloqueó el ataque de Guantelete de Hierro para luego tirar del elfo, intercambiando sus posiciones.

—Cuida mi espalda.

—Hazlo rápido, solo podré aguantar por un minuto más.

—Diez segundos serán suficientes —dijo el caballero, y agarrando el puño de Guantelete de Hierro, se giró hacia un lado y lo golpeó con el codo de su otro brazo.

El hombre llevaba una armadura completa, pero por desgracia era solo cota de malla que, aunque era flexible y podía bloquear perfectamente ataques de cuchillos y otras armas afiladas, no era nada contra este tipo de ataque contundente.

Guantelete de Hierro cayó de inmediato al suelo con un ruido seco mientras soltaba espuma por la boca.

—Bien, ¿alguien más es lo suficientemente estúpido?

Una respuesta en “La Legión del Unicornio – Tomo II – Capítulo 10: Elección”

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

 

error: Contenido protegido