Un lirio que florece en otro mundo – Día 1, en la mañana: el comienzo de una vida lenta

Traducido por Kiara

Editado por Tanuki


Había una voz que la llamaba. Se sentía adormilada, Fuuka escuchó una voz. Le decía que se despertara y… muy fuerte.

—Fuuka, ¡¡buenos días!! Despierta.

Ella se quejó levemente.

—¡Increíble, eres tan linda como siempre hoy! No puedo creer que estoy despertando a tu lado. ¡Estoy tan feliz!

Esa voz ridículamente alta proclamó algo que le daría a cualquiera que lo escuchara una impresión equivocada.

—Oh, es cierto. Esta cama es muy dura. Esta no es mi casa. 

—¿Miyako?

Fuuka llamó ese nombre, el nombre de la mujer de pelo castaño que brillaba delante de ella. Fuuka se frotó los ojos somnolienta e inspeccionó los alrededores.

Ah, es cierto, ella recordó.

—Realmente me escapé de la mansión, ¿no?

—Si, así es. Fue un largo viaje, Fuuka.

—Y he venido a la región del Atika, de todos los lugares…

Fuuka dejó escapar un gran suspiro desde el interior de la cama caliente.

♦ ♦ ♦

Después de un día completo de viaje en el carruaje, el lugar al que finalmente llegaron la noche anterior era una casa rústica y aislada en la región del Atika, muy al norte de la capital Oda. Aparentemente la casa de campo pertenecía a la familia de Miyako. Tenía un comedor con chimenea, una cocina modesta, una despensa y sólo un dormitorio.

Acostumbrada a vivir en una mansión toda su vida, Fuuka casi se desmaya.

—Si sólo hay un dormitorio, ¿cómo se supone que Miyako y yo vamos a dormir? Dormir con otros es algo que sólo hacen los plebeyos de poca monta. Supongo que las noches son demasiado frías para hacerla dormir fuera.

—¿Eh? Fuuka, ¡¿Estas diciendo que quiere que duerma fuera como si fuera algo normal?! ¡Estoy sorprendida!

Esa fue la única conversación que tuvieron antes de irse a dormir.

 Aunque sólo había un dormitorio, dentro había dos camas dispuestas adyacentes a las paredes izquierda y derecha. Fuuka sacó el vestido de su cuerpo exhausto y se desplomó en la cama. La cama inmaculadamente preparada era mucho más firme que la cama de plumas de su mansión, pero no olía a moho.

Fuuka no recordaba exactamente cuándo se había quedado dormida. Su cuerpo estaba cansado y su corazón demasiado tenso, así que se durmió en un sueño agradable en el momento en que la tensión disminuyó.

♦ ♦ ♦

—Realmente he hecho todo el camino hasta la región del Atika, ¿no?

—Sí. ¡Es un gran lugar!

—¿Qué esperas que hagamos aquí?

—¿Eh?

El escenario que habían visto a través de la ventana del carruaje en la oscuridad habían sido campos de arroz, montañas, bosques y ríos donde quiera que mirara.

—¿Qué estás planeando, trayéndome hasta aquí? No puedo imaginar que haya algo de valor que podamos hacer aquí.

—Nada —expresó Miyako.

—¿Qué? —preguntó Fuuka.

—Como dije. He venido aquí para no hacer nada contigo, Fuuka.

Para hacer… ¿nada?

—¿Qué quieres decir?

Ahora era el turno de Fuuka de parecer desconcertada. Desde que ella podía recordar, siempre había estado en movimiento. Ya fuera por cortesía, por estudios o por magia blanca, ella había estudiado continuamente. Necesitaba conocimientos para salir victoriosa de las guerras nupciales, la batalla para forjar lazos matrimoniales con los más altos nobles, por el bien de la familia Hamilton. A Fuuka no se le permitió dejar de avanzar.

—Una vez más, es exactamente lo que parece. Aunque tomé prestada la idea de un oso amarillo amante de la miel.

—¿Un oso amarillo…?

—Lo siento, estaba hablando conmigo mismo allí. Más importante aún, Fuuka, vamos a almorzar.

Al escuchar la palabra almuerzo, Fuuka recordó lo hambrienta que estaba. Ella notó un olor cálido que se acercaba. Cuando olfateó, su estómago dejó salir un ruido, y se ruborizó.

 —Espera, ¿almuerzo? ¿No quieres decir desayuno?

—¿No? Ya es mediodía —respondió Miyako.

—¡¿Qué acabas de decir?!

Fuuka se levantó de un salto y miró por la ventana. Los campos de arroz se extendían más allá del jardín, y el sol estaba en medio del cielo. Era la imagen misma de una agradable y cálida tarde.

—¡No, no, no, no, no! —Fuuka perdió la compostura— ¡Me he quedado dormida! ¿Qué hago? ¿Qué hay de mi lectura matutina? ¡¿Y mis ejercicios de la siete en punto?! ¡Se suponía que debía saludar a mi padre a las ocho, y trabajar en mis ciencias comerciales y estudios de idiomas a partir de las nueve!

Miyako se echó a reír al escuchar las palabras de pánico de su compañera.

—¡Esto no es gracioso!

Fuuka acunó su cabeza en sus manos, preocupada por qué hacer.

—Tengo una agenda muy apretada desde que me levanto a las cinco hasta que me acuesto tarde en la noche. Se supone que es mi rutina. Si realizo mi trabajo duro diario, ¿qué me queda…?

—Fuuka-chan, tu cutis se ve mucho mejor —expresó Miyako

—.¿Qué?

—Toma, mirate en el espejo.

Fuuka se asomó al espejo que Miyako le dio y dejó escapar un suspiro. Las bolsas negras bajo sus ojos que siempre tenía que esconder con maquillaje no se encontraban por ningún lado.

Mi cara se ve suave, mis mejillas se ven rosadas, e incluso la tensión en mis hombros por la que me he estado preocupando parece haber disminuido. ¿Podría ser que ahora que he tenido un poco de alivio de mi falta crónica de sueño, mi salud haya mejorado?

—¿Ves? Es maravilloso lo duro que trabajas, pero también me gusta la forma en que te ves esta mañana.

—¿Supongo que quieres decir que descansar bien es parte del trabajo duro?

—¡Exactamente! —Miyako asintió, satisfecha, en respuesta a lo que Fuuka había dicho.

Ahora que lo pienso, me pregunto cuándo fue la última vez que dormí tanto. Parece que fue hace tanto tiempo que ni siquiera puedo recordar.

—Mientras estemos aquí, nos levantaremos por la mañana y haremos comida y saldremos a pasear. Haremos todo tipo de cosas y nos lo tomaremos con calma. De vez en cuando podemos sentarnos y mirar el cielo, puede resultar agradable ir a jugar al lado del río también. ¡Y hacer picnics!

—Picnics…

Espero que los picnics de los que habla Miyako no sean los mismos que los que están llenos de intrigas donde los nobles intentan burlarse unos de otros, sólo la versión exterior de la alta sociedad. Siempre me dolía el estómago por la presión de la noche anterior a un picnic organizado por algún noble poderoso. Un picnic sin restricciones de nada de eso podría ser realmente… divertido.

—¡Eso es lo que significa no hacer nada! —dijo Miyako con una sonrisa que desarmó a Fuuka.

—¡Vamos a comer! He hecho un buen trabajo con esto.

—¿Qué, lo hiciste tú misma? ¡¿No un sirviente?!

—Sí. Um, ¡no hay ningún sirviente aquí! Hice que el chofer regresará a la capital también, así que las dos haremos mucho mientras vivamos aquí. Oh, ¿podría ser que no puedes hacer las tareas domésticas, Fuuka?

—¡Puedo hacer cualquier cosa que tú puedas hacer! —expresó Fuuka nerviosa.

Miyako soltó una risa agradable.

—Fuuka, espero que podamos ser felices juntas.

—No veo cómo este estilo de vida perezoso y de clase baja me haga feliz.

—Tengo dos semanas… Catorce días completos. Haré todo lo posible para lograrlo.

—Bueno, lo prometí. Por el honor de la venerable familia Hamilton, cumpliré mi promesa.

Si Fuuka dice “soy feliz” en catorce días, Miyako ganaría. De lo contrario, Fuuka ganaría.

Esta fue la primera mañana de esa extraña vida lenta.

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