Un lirio que florece en otro mundo – Día 5, tarde: Autointoxicación con miasma y la hija de un comerciante viajero

Traducido por Kiara

Editado por Tanuki


Se montaron en el carro de Shan Li y se encontraron en un pueblo lleno con otros carros. Sobre el hombro de Miyako estaba sentada Umi, ahora completamente transformada en un gato ordinario. En el camino, varios aldeanos lanzaron miradas curiosas a las dos chicas desconocidas, pero Shan Li no les prestó atención y condujo la carreta hacia adelante.

El cielo nocturno se estaba oscureciendo cuando llegaron a su destino.

—¡Bien, ya casi llegamos!

El comportamiento habitual de Shan Li de un amistoso viajero había desaparecido, parecía fuera de sí.

El carro se detuvo frente a una casa de aspecto ordinario.

—¿De quién es esta casa?

—Es mía —dijo Shan Li.

—Parece bastante normal. Imaginé que sería…

—¿Pensaste que se vería más al estilo continental? ¿O tal vez pensaste que sería más extraordinaria? —al ver que las dos jóvenes estaban sin palabras, Shan Li sonrió como un gato, pero su expresión carecía de su habitual confianza— lo normal es lo mejor. Si sobresales de la multitud, la gente se da cuenta de que tienes mucho dinero y de ahí no sale nada bueno —dijo la joven, la hábil comerciante viajera de treinta años.

—Esa es probablemente su propia marca de sabiduría —pensó Miyako.

—¡Muy bien, entremos!

Shan Li los llevó a una habitación en el segundo piso, probablemente un dormitorio. Antes de entrar, podían distinguir el sonido de alguien tosiendo violentamente.

Los oídos de Umi se elevaron ante el ruido.

—Siento una plaga… Miyako, Fuuka, ¡alejaos de ella! —dijo Umi.

—Eh, ¿de acuerdo? —dijo Miyako.

Shan Li no reaccionó a la joven voz que sonaba como una niña, más bien parecía que no podía escucharla.

—Sólo mi maestro y su familia pueden oír mi voz.

—Familia, Fa… —, Miyako se sonrojó.

—Aquí va… ¡Nya! ¡nya! —Umi agitó la cola, entre maullidos

—¿Esto es… protección?!

—Vaya, me siento con mucha más energía de alguna manera.

La brillante luz azul que emanaba de la cola de Umi llenaba el aire como la nieve. Cuando Miyako la inspiró, se sintió con más energía, o quizás la luz purificó su cuerpo de alguna manera.

—¿Vaya? ¿Así que puedes lanzar un hechizo de protección? Realmente puedes hacer magia blanca. Eso debería impedir que se extienda al menos un poco —dijo Shan Li.

—¿Eh? ¡Oh, por supuesto! —dijo Fuuka.

Shan Li asumió que Fuuka había usado magia blanca, y Fuuka rápidamente le siguió la corriente.

—Te lo dejo a ti, mi maga blanca.

Shan Li dijo eso, y luego abrió la puerta. Dentro había una chica. Estaba tendida en una cama, mortalmente delgada. Sus ojos hundidos se volvieron para mirarlas, pero no había luz detrás de ellos. Las toses que salía con fuerza de su garganta, una tras otra sonaban muy dolorosas.

—Esto es…

Tan pronto como vio el estado en el que estaba la chica, Fuuka pareció estar pensando en algo.

—Disculpe, señorita Shan Li. ¿Quién es esta chica?

—Ella es mi hija. Soy una de esas madres solteras que trabajan. Ella comenzó a sentirse mal anoche, ¡y no ha mejorado! ¡Los doctores no tienen ni idea de que le afecta!

—Ya veo… —Fuuka se perdió en sus pensamientos. Supongo que Shan Li recordó que dije hace unos días que la magia blanca era la principal elección de las chicas de familias nobles.

La magia blanca era una subdivisión de las artes mágicas que se centraba en la curación, la mejora y la fabricación de herramientas y medicinas. La legendaria hechicera Laplace, la hija menor del dragón y una de las primeras magas, estableció una rama de las artes arcanas basada en los ataques y el debilitamiento de los enemigos, esta división se conoció  como “magia”. Por otro lado, las artes arcanas que descendían de la magia que prefería la señora de los manantiales se llamaban, por razones de conveniencia, “magia blanca”. Aquellos que redujeron su enfoque de la magia blanca solo a la curación justa, construyeron su repertorio allí fueron llamados curanderos.

La sociedad veía la fabricación de medicinas como el pasatiempo de jóvenes, nobles y de algunas damas en particular, pero para una enfermedad como esta, ¿no sería mejor llamar a un renombrado mago blanco o curandero de la capital?

A nivel de afición de una dama, era posible tratar las leves heridas que se producían en casa, o alguien que se sentía generalmente mal. Una enfermedad como esta que mantenía a la chica delante de ellos pegada en su cama estaba generalmente fuera del alcance de ese tipo de magia blanca.

—Esto es…

—Quédate atrás. ¡Atrás!

Cuando Fuuka se acercó, la chica comenzó a retorcerse de dolor.

—¡Vamos! ¡¡Esta señorita es una maga blanca!! ¡Compórtate!

—¡Está bien, Shan Li! Ese es uno de los síntomas de la enfermedad —después de que Fuuka se apresuró a sofocar el malentendido, Shan Li se calmó. Fuuka dio unos pasos atrás, y la respiración de la chica se calmó.

Miyako estaba fuera de sí, y no podía hacer nada más que mirar y sostener a Umi en sus brazos.

Fuuka reflexiona un poco sobre algo, antes de volverse hacia Umi y susurrar en voz baja: —Umi, por favor, disipa el hechizo de protección que me has hecho.

—¿Qué? ¿Has perdido la cabeza? ¡Podría ser contagioso! —indicó Umi.

—Lo sé, pero hay algo que me gustaría comprobar.

Ante la mirada amenazadora de Fuuka, Umi dejó escapar un suspiro. Al mismo tiempo, el velo de luz azul que cubría a Fuuka se desvaneció.

Fuuka caminó hacia la cama. Esta vez, la hija de Shan Li no mostró signos de dolor.

Miyako contuvo la respiración y siguió mirando.

—Fuuka

Miyako había notado, o mejor dicho, sabía que Fuuka tenía un mayor sentido de la responsabilidad y era más amable que nadie, ella nunca abandonaría a un niño enfermo.

—Este… este calor —Fuuka rozó su mano contra la frente de la niña— esta nubosidad en los ojos —expresó levantando sus párpados—. Y este olor… —Fuuka olfateó— Umi ¿puedes volver a ponerme protección?

—Si —respondió Umi y de inmediato una luz azul envolvió a Fuuka una vez más.

El poderoso espíritu del agua arrojó con un solo golpe de su espesa cola un hechizo que un humano necesitaría un largo canto para replicar. Fuuka eligió sus palabras cuidadosamente al transmitir su proceso de pensamiento a Shan Li, quien estaba observando la escena con preocupación.

—Sólo tengo ocho libros de medicina memorizados, pero…

—Fuuka, realmente haces un esfuerzo extra con tus estudios… —elogio Miyako.

—Pero esto es definitivamente una autointoxicación con miasma. Es una enfermedad mágica en la que la magia venenosa, es decir, el miasma, comienza a acumularse dentro del cuerpo—explicó Fuuka con naturalidad.

Esta enfermedad es muy problemática porque el miasma se acumula desde el interior del cuerpo, y la aplicación de magia curativa no surte ningún efecto. De hecho, todo lo contrario: la bendición de la magia curativa infligiría daño al cuerpo. Si fuera una enfermedad normal, podrían usar la magia curativa de afinidad con el agua de la undine para curarla allí mismo, pero tan solo acercarme con el hechizo de protección le hizo daño, es obvio que no funcionaría…

—La enfermedad probablemente ha progresado bastante… A este ritmo, me temo que su hija no lo logrará.

—¡¡Eso no puede ser!!

—Puede que ni siquiera tenga hasta mañana por la mañana.

—¡El doctor nunca dijo algo así!

—Es un caso extremadamente raro, por lo que existe la posibilidad de que mi diagnóstico sea erróneo… pero si estoy en lo cierto, sólo hay una forma de tratarlo.

—¡Ah! —Miyako se dio cuenta de lo que podría ser —¿Hierba a la luz de la luna? —preguntó y Fuuka asintió.

Hierba de la luz de la luna. Una planta alpina tremendamente rara, que se dice que trabaja contra todas las enfermedades. Según Fuuka, sólo el pasto a la luz de la luna tenía un efecto sobre la autointoxicación miasmática.

—¡Había algo de hierba a la luz de la luna en los caminos de la montaña, en el camino a las aguas termales!

Miyako y Fuuka asintieron con la cabeza en un entendimiento mutuo.

Shan Li juntó sus pequeñas manos y las miró.

Ella puede ser un poco enérgica, pero siempre está alegre y nos trae cosas sabrosas para comer, este mercader viajero del continente. No hay manera de que podamos decepcionarla, no importa lo que pase —pensó Miyako

—¡Señorita Shan Li, por favor trae el carro!

Nadie negaría que los caminos nocturnos de la montaña eran aterradores. Las chicas podrían incluso toparse con monstruos. Aún así, Miyako agarró a Fuuka de la mano y se puso en marcha.

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