Él y los otros cuatro oficiales se mantuvieron en perfecta fila, observando cómo el militar de la República salía de la vitrina y saludaba al presidente de la Federación. Todos eran jóvenes, todavía en la adolescencia, pero llevaban sus nuevos uniformes azul acero con una familiaridad y madurez que superaban sus años. Mirando el uniforme negro y el cabello plateado, un poco teñido de rojo, de la esbelta chica Alba, su vice-capitán susurró con suspicacia:
—Oye… ¿Estás seguro de que es ella? Es un poco… diferente de lo que me imaginaba.
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