De manera repentina, los temblorosos niños en el túnel comenzaron a gritar. Mefuri, que probablemente sabía que un ataque llegaría al mismo tiempo que su planeada fuga de prisión, era la única que observaba el techo con calma.
Su atención se había desviado de su entorno y su nivel de vigilancia se había reducido un poco; este era el momento perfecto para una emboscada.
—¡Ahora! Seguí leyendo “Villana en un otome, ¿cómo acabaron las cosas así? – Capítulo 187: Campo minado de carne y sangre”
Era una visión tan repulsiva que me invadió el mareo. Para contrarrestar las arcadas, me agarré a la manga de Claudia, quien se agachó a mi lado.
Asemejándose a una depredadora en plena caza, Claudia mantenía una postura corporal baja, aparentemente lista para saltar en cualquier momento. Sus ojos azul celeste brillaban en la penumbra. Seguí leyendo “Villana en un otome, ¿cómo acabaron las cosas así? – Capítulo 186: La súplica de Vanita”
Rashiok se desplazaba a toda velocidad por los angostos pasadizos del fuerte. En nuestro camino, nos topamos con Claudia y la recogí. …O, más bien, como de costumbre, Claudia realizó algo tan incomprensible como saltar sobre la espalda de Rashiok por su cuenta mientras éste se movía a máxima velocidad.
—¿Qué buscas, Eliza? Seguí leyendo “Villana en un otome, ¿cómo acabaron las cosas así? – Capítulo 185: Rastreando a los niños a través de los pasadizos”