¡Cuidado con esos hermanos! – Capítulo 19: Banquete de sorpresas

El mes pasó volando. Todo avanzó en un abrir y cerrar de ojos.

—Esto es una locura…

¿Pero no es pasarse que ya sea el día del banquete? Me quejé un poco y luego negué con la cabeza mientras me levantaba. Seguí leyendo “¡Cuidado con esos hermanos! – Capítulo 19: Banquete de sorpresas”

La hija del Emperador – Capítulo 08.5

—Gloria al emperador.

Se esperaba que la conquista de Izarta tomara dos años, pero terminó mucho más rápido que eso. La gente del imperio dio la bienvenida al regreso de su emperador con corazones sinceros. Incluso los nobles que habrían lamido el suelo que él pisaba dieron la bienvenida al retorno de su gobernante, preparando una gran fiesta y mujeres para entretenerlo.

Sin embargo, lo primero que hizo el monarca al regresar no fue deleitarse en fastuosas fiestas ni llevar mujeres a su alcoba. En lugar de eso, fue a ver a la princesa, la primera hija que jamás le había nacido. Seguí leyendo “La hija del Emperador – Capítulo 08.5”

Un día me convertí en una princesa – Epílogo – Capítulo 24

Sí… ¿Arrastrarte a la cama? ¿No es una afirmación muy engañosa?

Oh, no. Es cierto que tomé la mano de Lucas ese día y nos acostamos juntos en la cama. Sin embargo, simplemente nos acostamos y dormimos inocentemente, ¿verdad? Seguí leyendo “Un día me convertí en una princesa – Epílogo – Capítulo 24”

Dama celebridad – Capítulo 8

Rebecca, que miraba el montón de golosinas con los ojos muy abiertos, preguntó:

—¿Y-Ya no va a comer golosinas?

—No. Cuando tenga hambre y te llame, me traes nueces y almendras bien molidas y mezcladas con leche. El batido de proteínas es imprescindible para prevenir la pérdida de músculo.

—S-Sí. E-Espere un momento…

Esperé un momento a que Rebecca terminara de escribir rápidamente con su pluma, y continué:

—A las cinco y media, comeré una ensalada sencilla y saldré a hacer ejercicio. Prepáramela con lechuga, tomate y pechuga de pollo. Hiérvela sin sal y córtala en trozos pequeños. Y nada de salsa.

—¡Sí, señorita!

¿Habrá notado en mí una determinación distinta a la de antes? Rebecca empezó a emocionarse, con los ojos brillantes, aunque no fuera asunto suyo. Le sonreí una vez, porque parecía una hermana pequeña adorable, y luego dije de nuevo con expresión seria:

—Tengo que hacer ejercicio, pero antes de eso…

No había ropa deportiva adecuada en la habitación de Rubette, donde abundaban los vestidos vistosos, los corsés ajustados e incluso los camisones de encaje de seda… No puedes correr 10 vueltas alrededor del patio con un vestido.

—Pide cita con el sastre para esta tarde.

♦♦♦

Tras pedirle a Rebecca que llamara al sastre, me dirigí inmediatamente a la habitación del duque Diollus.

La habitación de mi padre, recluida al final del ala del tercer piso de la mansión, era la lúgubre definición de la desolación. Un frío flotaba en el pasillo, y la enorme puerta, firmemente cerrada, no parecía que fuera a abrirse por mucho que llamara.

—¿Señorita? ¿Qué sucede?

Y, como era de esperar, Rob, el viejo mayordomo que montaba guardia ante la puerta, me recibió.

—¿Qué quieres decir con ‘qué sucede’? He venido a ver a mi padre.

¿Rubetria Diollus, la que sufre abusos en secreto, ha venido a ver al duque? Algo que nunca había ocurrido y que tampoco debía ocurrir.

Rob paseó la mirada con una mezcla de desconcierto y fastidio, y luego dijo cuidadosamente en voz baja:

—¿No está ausente ahora la Gran Dama? Cuando Su Señoría regrese de su descanso, entonces podrá verle, quizás acompañada por ella.

La Gran Dama de esta familia es Molga Diollus, la duquesa viuda. Había cortado estrictamente toda comunicación entre mi padre y yo, por si decía alguna inconveniencia, así que me resultaba difícil ver siquiera la cara de mi padre sin pasar por ella.

Pero, por suerte, como dijo Rob, Molga estaba fuera de la mansión. En otras palabras, era una de las pocas y valiosas oportunidades de ver a papá.

Crucé los brazos y dije:

—Es un poco extraño. No puedo creer que una hija no pueda venir a ver a su padre a voluntad en la misma casa. Y más extraño aún que un simple mayordomo le dé órdenes con tanta impertinencia a la Dama de la casa.

—¿Perdón? ¿Qué dijo?

Rob parpadeó, como si no diera crédito a sus oídos.

—Entiendo que con la edad te hayas quedado algo sordo, pero ese es tu problema; no te atrevas a hacer que tu señora se moleste en repetir sus palabras.

Sonreí, le di unas palmaditas en el hombro a Rob y añadí:

—¿No crees que deberías mantener al menos las virtudes básicas de un empleado para poder seguir ganándote la vida en esta casa?

—¿Señorita? ¿Qué está…

—Abre la puerta. ¿Cuántas veces vas a hacerme repetirlo?

Rob empezó entonces a temblar, al parecer de rabia. Era absurdo que un simple empleado se atreviera a enfadarse, pero, tristemente, hasta ayer era lo más normal. Esta actitud tan insolente del viejo mayordomo hacia la señora de la casa.

«Viejo zorro astuto. No solo hacía la vista gorda al abuso que sufría Rubette, sino que, para impedir que viera a papá o a mis hermanos, se dedicaba a vigilarme activamente en nombre de Molga».

El mayordomo Rob. Cómplice en mi total aislamiento, encargado de silenciar a los empleados con la confianza que Molga le había otorgado.

—He escuchado que la joven señorita ha intentado suicidarse y ha perdido un poco la cabeza, pero esto ya es pasarse. También sé que le dio una bofetada al Joven Amo Ricky en la cara.

»Cuando regrese la Gran Dama, se encargará de reeducarle debidamente en modales, así que, hasta entonces, quédese tranquilita y confinada en su habitación.

Rob, que ya había recuperado la compostura, esbozó una sonrisa burlona mientras se ajustaba ligeramente el monóculo.

Gran Dama, educación en modales, confinamiento… Una elección de palabras como esta estaba claramente destinada a asustarme. La ‘educación’ de Molga —sus insultos, sus gritos, sus ataques a la autoestima— era un tipo de abuso mental que Rubette odiaba enfermizamente.

—Me alegro de que sepas que se me ha ido un poco la cabeza.

Sin dudar, pasé junto a Rob y empecé a patear la puerta.

¡PUM! ¡PUM! ¡PUM!

—¡¿Q-Qué está haciendo…?!

Rob, sorprendido, intentó apartarme mientras yo pateaba la puerta. Le sonreí burlonamente al viejo zorro, que balbuceaba con los ojos desorbitados.

—Le diré personalmente a mi padre. El viejo mayordomo se ha quedado algo sordo, así que dudo que pueda seguir trabajando en nuestra casa ducal.

—¿Q-Qué…?

Rob, pálido como la cera, miró la puerta cerrada con ojos tensos.

Pronto, la pesada puerta se abrió lentamente y un frío desolador se filtró. A través de la rendija ligeramente abierta, se podía ver a un hombre con una expresión muy sombría.

—¿Qué pasa…?

Alto y de piel pálida. Ojos dorados sin foco. Ojeras que le llegaban hasta la barbilla y una expresión totalmente carente de emoción.

Mi padre, el duque Leonard Diollus.

Me miró desde arriba, a mí, una visitante inesperada, con ojos indiferentes.

—Padre, tengo algo que decir.

—¿Qué?

—¡Su Excelencia! ¡No es nada importante! Parece que la señorita necesita algo, pero yo puedo atenderla, así que lo haré. Disculpe por el alboroto durante su siesta.

—No, padre. Tengo algo que decir directamente, cara a cara.

—¡Excelencia! ¡No! Eso…

La voz alterada de Rob subió de tono, y papá, que odia los ruidos fuertes, frunció el ceño de inmediato. Rob cerró la boca de golpe ante la expresión hosca de papá.

—Entra.

Papá abrió un poco más la puerta con expresión cansada. Me reí del desconcertado Rob, luego entré rápidamente en la habitación y le cerré la puerta en las narices.

Uf, no veo nada.

Cuando la luz que se filtraba por la puerta abierta desapareció, la habitación quedó completamente a oscuras.

Mientras trataba de acostumbrarme a la oscuridad, pronto escuché los lentos pasos de mi padre y la habitación se iluminó un poco. Parecía haber encendido una vela en la mesa junto al sofá.

—¿Qué ocurre?

Papá me miró fijamente y preguntó brevemente, desplomado en el sofá como un muñeco de trapo y con la barbilla apoyada en la mano.

Está realmente mal…

Lo sabía, pero verlo en persona era, de nuevo, impactante.

El hombre de 36 años era un hombre muy apuesto, con un pelo rojo encendido y unos enigmáticos ojos dorados que eran idénticos a los míos. Si no fuera por las ojeras, la expresión sombría y el penetrante olor a alcohol, podría haber llorado elogiando su espléndida belleza en el momento en que conocí a este padre por primera vez.

Pero…

Llevaba una camisa que no había sido abotonada correctamente, e incluso sus ojos estaban borrosos por la borrachera.

¡Está hecho un desastre!

A medida que se iluminaba la habitación, podía ver las innumerables botellas de licor rodando sobre la mesa, y no pude evitar hacer una mueca de asco.

—Haa…

En lugar de responder, descarté mis primeras impresiones con un suspiro y fui directa a la ventana cubierta por las cortinas.

Cuando abrí la pesada cortina opaca, la luz se derramó a través de la amplia ventana.

Vamos a ventilar también.

Abrí la ventana con fuerza y, por fin, aire fresco entró en la sofocante habitación.

Cuando me di la vuelta, mi padre frunció el ceño y se cubrió los ojos con el brazo, como un vampiro torturado por la luz del sol.

Quizás se extrañara de mi comportamiento inesperado… pero ni siquiera lo mencionó, quizás demasiado molesto para preguntar, y lentamente, rebuscó en el bolsillo delantero de su camisa.

Lo que salió fue… una cajetilla de cigarrillos. Inmediatamente sacó uno, se lo puso en la boca y lo encendió.

Oye, ¿es normal que un padre fume delante de su hija menor de edad? Me he quedado sin palabras de la impresión.

No sabía ni por dónde empezar a reprocharle, pero como sabía por qué había llegado a esto, tampoco podía enfadarme sin más.

Echando de menos a su difunta esposa, consumiéndose entre el alcohol y el tabaco, murió a los 39 años.

Ahora tiene 36.

No sé si fue un problema de hígado o de pulmón, pero el tiempo apremia. Primero, hagamos que deje el alcohol y el tabaco.

Le dije a mi padre, que daba caladas al cigarrillo hasta hundir las mejillas:

—Apaga eso.

—¿Qué?

¿Será un rasgo de familia esto de hacer repetir las cosas dos veces?

Tapándome la nariz y la boca, y mostrando abiertamente mi desagrado, repetí:

—Que apagues eso. ¿No ves que tu hija está delante? ¿Quieres que inhale todo este humo nocivo?

Entonces, por un instante, algo brilló en los ojos desenfocados de mi padre. Parpadeando con los ojos ligeramente agrandados, mi padre nos miró alternativamente a mí, con mi expresión de insatisfacción, y al cigarrillo en su mano.

Luego, con una cara ligeramente desconcertada, apagó el cigarrillo en el cenicero de la mesa.

¡Me convertiré en la villana que pasará a la historia! – Capitulo 62

POV Alicia (Trece años)

¡Por fin, he alcanzado el nivel 80!

Honestamente, fue más fácil de lo que pensé. Y gracias a estos últimos tres años de prácticas diarias, poco a poco me he acostumbrado a usar magia.

Además, con los recordatorios casi constantes de mi padre de nunca saltar niveles, de aprender siempre nuevos hechizos en orden, he tenido mucho cuidado de seguir el libro. Y después de todo eso, al fin llegué al nivel 80.

¡Ser lento, pero constante, realmente gana la carrera!

He aprendido un montón de hechizos nuevos. Pero, por supuesto, no le he dicho a nadie que he llegado tan lejos todavía.

Me pregunto qué tipo de reacciones tendrán… Estoy deseando que llegue el momento.

Por lo general, los nobles de mi edad deberían estar comenzando a aprender magia, ¿verdad?

La Alicia del juego habría sido una villana aún más destacada si se hubiera esforzado un poco más… Es una pena; todo este talento sin explotar se estaba desperdiciando.

He intentado a menudo preguntarle a mi padre qué sucedió con ese chico que perdió su magia, pero cada vez que lo hacía, evitaba mis preguntas.

Supongo que debería encontrar las respuestas por mí misma.

Aunque dejaré ese asunto en segundo plano por ahora.

¡En estos últimos años, también he seguido puliendo mi habilidad con la espada y he adquirido muchos más conocimientos! Con esta trifecta de experiencia, debería poder enfrentarme a Liz de manera justa ahora, ¿verdad?

No la he visto desde aquel día en que colapsó. Por lo tanto, mi curiosidad por saber cuan fuerte se ha vuelto ha aumentado…

¡En los próximos dos años, antes de que pueda inscribirme en la Academia de Magia, tendré que trabajar más duro y mostrarles a todos lo brillante que puedo ser!

De pie frente al espejo, observo bien mi reflejo.

Es cierto que la apariencia de una persona puede cambiar mucho en tres años.

Aunque actualmente estoy usando el collar de diamantes que el joven Duke me regaló, ya no se ve fuera de lugar en lo más mínimo. Y mi cabello se ha vuelto mucho más largo, llegando ahora hasta la mitad de mi espalda… De alguna manera, me hace ver mucho más adulta.

¡Mi apariencia ahora emite una sensación muy perversa!

No puedo esperar a que llegue el día en el que la gente me señale y me maldiga como la villana.

¡Los días en que podré disfrutar de la gloria del mal están cerca!

Cuando lo imagino, no puedo evitar sonreír. ¡Necesito mantener mi enfoque para esta última milla!

—Señorita Alicia, el maestro le está llamando —escucho a Rosetta decirme desde el otro lado de la puerta.

¿Mi padre?

Me pregunto qué podría querer…

Oír que me llama suele ponerme un poco nerviosa.

Respiro hondo para calmarme y salgo de mi habitación con paso seguro.

Lucía – Capítulo 100: La fiesta fundadora (2)

Después de cambiar su apariencia, Anita salió de la sala de descanso, vestida con la ropa de la sirvienta. Los caballeros que fueron llamados por David, habían vuelto a vigilar la puerta, y cuando vieron salir a la familiar sirvienta, sus ojos se abrieron de par en par. Aprovechando la iniciativa, Anita bajó la voz y habló a los caballeros con una expresión grave en su rostro. Seguí leyendo “Lucía – Capítulo 100: La fiesta fundadora (2)”

El emperador y la mujer caballero – Capítulo 350

Todos dieron la bienvenida a la unión de Pollyanna y el emperador. Algunos creían que era realmente un matrimonio por amor, mientras que otros creían que era un matrimonio político. Lo principal era que nadie estaba en contra de la idea. Todos estaban dispuestos a aceptar a la emperatriz Pollyanna Clair. Seguí leyendo “El emperador y la mujer caballero – Capítulo 350”

Dejaré de ser la rival del protagonista – Capítulo 25

Ian Wade tenía catorce años, igual que yo.

Tenía un rostro despreocupado, casi inexpresivo, y vestía ropa de entrenamiento de alta calidad que contrastaba marcadamente con la mía. Todo en él era diferente: sus movimientos contenidos, su expresión indiferente, su magnífica espada de excelente calidad y ese aire aristocrático, irritantemente pulcro. Seguí leyendo “Dejaré de ser la rival del protagonista – Capítulo 25”

Dejaré de ser la rival del protagonista – Capítulo 24

La familia de mi padre biológico, el Marqués de Abedes, era una de las casas nobles de más alto rango del Imperio. Su poder era tal que mi madre, Caitlyn, llegó a suplicarle que la dejara quedarse con él; sin embargo, él simplemente se deshizo de ella arrojándole una considerable fortuna y un frío: «Toma esto y vete». Seguí leyendo “Dejaré de ser la rival del protagonista – Capítulo 24”

Katarina – Volumen 12 – Capítulo 4: Tiempos difíciles para Jared Stuart (3)

Vi paredes rosas, una mesa negra y una cama con armazón de metal. Sobre la cama, vi un edredón celeste y cojines azules. Era la habitación de mi mejor amiga, Acchan, donde yo había ido a pasar el rato todo el tiempo en mi vida pasada. Reconocí este sueño como el que empecé a tener cuando empecé a trabajar en el Ministerio de Magia. Seguí leyendo “Katarina – Volumen 12 – Capítulo 4: Tiempos difíciles para Jared Stuart (3)”

Prometida peligrosa – Capítulo 120

Como si se sintiera un poco mejor después de beber un buen vino, bajó la voz suavemente.

—Por ejemplo… tu esposa, Margaret, que es la sirvienta de la esposa de Elias, o tu hermano Liu, que trabaja en los establos de esta casa…

Pero la naturaleza salvaje de su lenguaje era más profunda que antes.

El hombre, que palideció al escuchar a Ober mencionar a los miembros de su familia, escupió saliva y extendió su brazo tembloroso.

—¡Marqués, por favor no toque a mi familia…! Seguí leyendo “Prometida peligrosa – Capítulo 120”

Prometida peligrosa – Capítulo 119

El dolor de las heridas en su espalda hacía que todo su cuerpo le doliera, pero en lugar de caer en la desesperación, anhelaba algo más.

Recordó la voz de reproche del doctor, que no era demasiado insistente, la temperatura de su cuerpo cuando lo levantaron, y cómo el hombre le abrochó y anudó su ropa.

—Por favor, dime que no quieres escucharme. Eso es mejor que tus sofismas —refunfuñó Ostashu, sin conocer la situación de Eckart. Seguí leyendo “Prometida peligrosa – Capítulo 119”

La propuesta del Héroe – Volumen 3 – Capítulo 13: Una princesa locamente enamorada del héroe

—¡¡P-Princesa!!

 —P-Princesa Louise…

Tiana murmuró con nerviosismo, dando un paso atrás mientras aún sostenía el vaso vacío en su mano temblorosa. Seguí leyendo “La propuesta del Héroe – Volumen 3 – Capítulo 13: Una princesa locamente enamorada del héroe”

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