Un año pasó en un abrir y cerrar de ojos en el ciclo de primavera y verano.
—Gloria y bendiciones al sol de Obelia.
Claude entrecerró los ojos mientras miraba a Lillian York, que estaba de pie frente a él. Seguí leyendo “Un día me convertí en una princesa – Epílogo – Capítulo 47”
Poco después, la niña volvió a hablar con valentía y luego, en secreto, retiró su mano de la de Félix y la escondió detrás de su espalda. Luego, rió como si todo estuviera bien. Ni Claude ni Félix dijeron nada por un momento.
Era evidente que un niño normal habría llorado o gimoteado por el dolor de ver sus manos heridas. Sin embargo, la niña permanecía fuerte y actuaba como si nada estuviera mal, a pesar de que las heridas de sus manos sangraban. Seguí leyendo “Un día me convertí en una princesa – Epílogo – Capítulo 46”