Mientras guiaba a Mefuri, que parecía haberse vuelto más obediente, opté por alojar por el momento al resto de los niños esclavos en los cuarteles.
Los cuarteles en el Fuerte Jugfena cuentan con una sala que puede funcionar como sala de interrogatorios. Como líder del ejército de Kaldia, se me había informado de antemano sobre cómo desbloquearla. Para prevenir su uso indebido, se debe emplear un método sencillo, pero particular, para abrir la puerta, algo que sería complicado de descifrar para los desconocidos. Seguí leyendo “Villana en un otome, ¿cómo acabaron las cosas así? – Capítulo 190: Interrogatorio”
Tras atar los brazos y piernas de Mefuri, vendarle los ojos y amordazarla, finalmente nos alejamos del pasadizo subterráneo. Aún desconocíamos las condiciones precisas para activar su magia, por lo que solo podíamos basarnos en el ejemplo de Diferis, quien necesitaba gestos con los brazos y su voz para ejecutar su magia.
Respecto a las explosiones de Mefuri, aunque deduje que debían requerirse preparativos previos para que pudiera hacer explotar a los niños, todavía no conocía los detalles. Dado que había tocado accidentalmente a Mefuri, además de que debíamos mantener una prudente distancia con los niños restantes mientras regresábamos por el oscuro y estrecho túnel, Claudia, Rashiok y yo nos encontrábamos agotados al volver al fuerte. Seguí leyendo “Villana en un otome, ¿cómo acabaron las cosas así? – Capítulo 189: Pieza de ajedrez descartada”
A pesar de que pude usar mi abrigo para cubrirme y bloquear parte de los escombros de la explosión de carne, fui lanzada por los aires y rodé varias veces por el suelo del túnel. Parece que parte de mi cabello se chamuscó ya que podía oler un nauseabundo aroma a quemado.
Intenté recuperar el aliento y mi equilibrio, pero no pude evitar un ataque de tos y vomitar lo que tenía en el estómago. Mi vómito se esparció por todas partes, produciendo sonidos de salpicaduras. Seguí leyendo “Villana en un otome, ¿cómo acabaron las cosas así? – Capítulo 188: Submisión y extraño sentimiento”
De manera repentina, los temblorosos niños en el túnel comenzaron a gritar. Mefuri, que probablemente sabía que un ataque llegaría al mismo tiempo que su planeada fuga de prisión, era la única que observaba el techo con calma.
Su atención se había desviado de su entorno y su nivel de vigilancia se había reducido un poco; este era el momento perfecto para una emboscada.
—¡Ahora! Seguí leyendo “Villana en un otome, ¿cómo acabaron las cosas así? – Capítulo 187: Campo minado de carne y sangre”
Era una visión tan repulsiva que me invadió el mareo. Para contrarrestar las arcadas, me agarré a la manga de Claudia, quien se agachó a mi lado.
Asemejándose a una depredadora en plena caza, Claudia mantenía una postura corporal baja, aparentemente lista para saltar en cualquier momento. Sus ojos azul celeste brillaban en la penumbra. Seguí leyendo “Villana en un otome, ¿cómo acabaron las cosas así? – Capítulo 186: La súplica de Vanita”
Rashiok se desplazaba a toda velocidad por los angostos pasadizos del fuerte. En nuestro camino, nos topamos con Claudia y la recogí. …O, más bien, como de costumbre, Claudia realizó algo tan incomprensible como saltar sobre la espalda de Rashiok por su cuenta mientras éste se movía a máxima velocidad.
—¿Qué buscas, Eliza? Seguí leyendo “Villana en un otome, ¿cómo acabaron las cosas así? – Capítulo 185: Rastreando a los niños a través de los pasadizos”
Rashiok se precipitó hacia mí al instante. De pronto, pensé que había algo erróneo con mi vista.
A su espalda, un draconis de un blanco puro se deslizaba con gracia en descenso. Una chispa de inteligencia brillaba en sus ojos y se sentó junto a Rashiok, fijando su mirada en mí. Parecía estar aguardando mis instrucciones. Seguí leyendo “Villana en un otome, ¿cómo acabaron las cosas así? – Capítulo 184: Un mal presentimiento”
Cuando guié a Eric a la sala de conferencias, tanto Wiegraf como el Comandante General Rolentsor lo recibieron como si no hubiera habido ningún problema entre ellos, iniciando inmediatamente los preparativos para la declaración formal de ataque. La anterior renuencia de Eric a autorizar el ataque, al no beneficiar a nadie si se mencionara, y siendo conocida únicamente por nosotros, se mantuvo como un secreto a voces. Seguí leyendo “Villana en un otome, ¿cómo acabaron las cosas así? – Capitulo 183: El ridículo de Ergnade”
Tras asegurarme de que Eric había recuperado algo de calma, arrastré una silla y me senté frente a él. El tiempo apremia, pero esta es una excelente oportunidad. Necesito persuadir a Eric, hoy o a más tardar mañana.
—Comprendo a la perfección tus preocupaciones, Barón Dovadain —comencé—. Las inquietudes que has planteado, todos las hemos considerado, incluyéndome. Seguí leyendo “Villana en un otome, ¿cómo acabaron las cosas así? – Capítulo 182: Aprendiendo las responsabilidades de un rango”
Hoy conduje a Eric nuevamente al hospital de campaña, aguardando fuera de la puerta mientras examinaba el informe de Ratoka sobre los prisioneros.
Tal como Vanita me informó, los niños esclavos parecían desconfiar mutuamente. Había algunos que temían tanto ser delatados por un infiltrado, lo cual provocaría la ejecución de sus amigos y familiares, que optaban por suicidarse en nuestras mazmorras. Su estado mental era extremadamente frágil. Seguí leyendo “Villana en un otome, ¿cómo acabaron las cosas así? – Capítulo 181: La rectitud de Eric”
Al este de las vastas llanuras de Jugfena se encuentra una llanura salpicada de pequeñas colinas, las cuales, desde la distancia, parecen islas flotantes. En estas colinas se erigen castillos, establecidos como bastiones defensivos. Tras sufrir varias derrotas, el ejército de Rindarl abandonó estas bases y durante poco más de ocho meses, hemos estado ocupando estas fortificaciones como nuestra posición avanzada. Actualmente, el otoño se cierne sobre nosotros. Seguí leyendo “Villana en un otome, ¿cómo acabaron las cosas así? – Capítulo 180: Flecha de fuego de tubo corto”
Esto es lo que sucedió justo mientras suspiraba mentalmente por Eric…
—¡¡¡Eeeek!! ¿¡Por qué, por qué está aquí el vampiro!? ¡¡¡Noooo!! ¡No quiero morir, no quiero morir!!!
De la nada, se escuchó un grito histérico desde un rincón de la sala de enfermería. Fruncí el ceño al ser llamada “vampiro”, mientras el médico acudía a investigar lo que estaba ocurriendo. Eric se quedó petrificado por el impacto durante un instante, con los hombros temblorosos, luego miró alrededor de la sala de manera desconcertada. Seguí leyendo “Villana en un otome, ¿cómo acabaron las cosas así? – Capítulo 179: Experiencia traumática”
En épocas de guerra, el ejército de Arxia sigue básicamente una estrategia única y general.
Primero, resistir los embates del adversario. Segundo, esperar a que las fuerzas enemigas se retiren, sean derrotadas o aniquiladas, para luego lanzar un contraataque. Tercero, alcanzar rápidamente los objetivos preestablecidos, como la ocupación de puntos estratégicos. Es un enfoque bastante sencillo, respaldado por el vasto ejército permanente de Arxia. Seguí leyendo “Villana en un otome, ¿cómo acabaron las cosas así? – Capítulo 178: Condolencias”
En vez de desconfiar de la información que Vanita me proporcionó sobre su condición de soldado esclavo, lo que realmente cuestioné fue su relato personal. A pesar de la creciente oscuridad de mi habitación, continué meditando sobre sus palabras. Seguí leyendo “Villana en un otome, ¿cómo acabaron las cosas así? – Capítulo 177: En que confiar”
—Ah…
Casi al mismo tiempo, Ratoka también se percató de que al soldado esclavo le faltaba la pierna derecha, y ambos exclamamos al unísono.
Ahora que lo pienso, esta es la primera vez que me encuentro con alguien que ha perdido un brazo o una pierna. No he estado en el campo de batalla lo suficiente como para haber visto a un gran número de soldados heridos. Seguí leyendo “Villana en un otome, ¿cómo acabaron las cosas así? – Capítulo 176: Escuchando sus circunstancias”