La hija de la Casa Albert – Capítulo 36

Traducido por Maru

Editado por Ayanami


La reunión que comenzó de nuevo, a un ritmo lento, porque todos estaban evaluando la situación, tras un periodo de tiempo, comenzó a volverse caótica de nuevo.

En primer lugar, la situación no se resolvería solo porque Mary y el otro se unieron. Aunque Alice o Patrick recuperaron un poco la calma, no significaba que eso llevaría a una decisión.

Es por eso que Mary le lanzó una mirada interrogadora a su madre, porque no entendía la razón por la que la trajeron aquí. Sentada junto a su esposo y observando al caótico Parlamento, nada se podía discernir desde su digna forma. Sin embargo…para venir aquí, significaba que debía haber algo.

Ya que ella era la Señora de la Casa Albert, debería saber cuán importante es esta reunión y cuán pecaminoso era interrumpirla.

No me digas, de verdad…mamá…

Mary comenzó a preocuparse de nuevo, cuando la reunión comenzó a discutir acerca de si el sello es o no real.

Por qué Alice tenía el sello y si el sello era verdadero. Al final de la discusión, la decisión fue que Alice robó el sello y estaba tratando de convertirse en parte de la Familia Real…Mary estaba confundida sobre cómo todo termino así.

Desde el principio, era una historia asombrosa, pero el Parlamento era tan incoherente como la historia.

Sin embargo, a pesar de haber escuchado la decisión, Mary no podía decir nada. Como era de esperar, no podía decir: “¡Es real en el juego!”

—Sí puedo. —se escuchó decir a la hermosa voz de Carrel, que hizo eco en la habitación.

Naturalmente, todos le enviaron una mirada, al igual que Mary y Addie.

Su digna apariencia era hermosa, no palideció ni siquiera en comparación con esta sala del Parlamento. Mary se sentía incómoda a pesar de la figura noble de Carrel en la sala.

Recordó la única imagen fija del juego.

Ese escenario color sepia, cuando la pequeña Alice fue secuestrada. Si la adivina que secuestró a Alice era pariente de sangre…y su madre estaba tratando de confesar eso…

Cuanto más lo pensaba, más crecía la inquietud de Mary.

No sabía lo que su madre estaba pensando. Si el criminal que iba contra la Familia Real era alguien de la Casa Albert y escondió la verdad hasta ahora, no sería solo una caída para ellos. Sería un viaje familiar a la cárcel por traición.

—Por qué ella tiene el Sello Real y si es el Sello Real. Por favor, déjenme explicarme. Porque…

—Ah…espera, madre. Calma…

—Ese día, fui yo quien puso el sello dentro de la ropa de la joven princesa.

—…

— ¿Eh?

Ante la confesión de Carrel, la multitud se volvió loca. Parecía que ni siquiera se lo había dicho a su esposo porque, a diferencia de su yo habitual, él la miró con los ojos bien abiertos.

Pero esa reacción no podía evitarse, ya que la confesión tuvo un gran impacto.

El caso del secuestro de la princesa y, al mismo tiempo, el Sello Real faltante. Pensar que quien sabía toda la verdad era la esposa de la noble familia que solo era superada en poder por la Familia Real, el no estar sorprendido era algo imposible.

—La adivina, siempre me pareció sospechosa. Tal vez, porque soy una madre que también tiene una hija pequeña, pude sentir el odio que tenía su mirada hacia la princesa.

—Madre…

—Después de percatarme de ello, temí que algo pudiera sucederle a la princesa, así que vigilé constantemente a esa adivina. Así, ese día…

Según Carrel, después de mucho tiempo, esa adivina hizo un movimiento.

De modo que trató de proteger a la princesa, pero cayó en la trampa de la adivina y, como resultado, la princesa fue secuestrada. Esa era la imagen fija.

En ese momento, su pensamiento fue que al menos debía tener algo para probar su identidad, y la conclusión fue el sello.

—Conozco el peligro que conlleva el sostener el Sello Real. Pero aun así, el pensar en que al menos habría una oportunidad para que los padres y la niña se reunieran de nuevo…

Carrel bajó los ojos, mientras confesaba.

Sabía lo doloroso que era para la Reina el perder a la princesa, porque tenía una hija de la misma edad. Por eso, tomó una decisión tan audaz cuando, por lo general uno dudaría.

Como se esperaba de la intuición de una madre.

Pero no importa su posición como miembro de la Casa Albert, esto no se resolvería solo con su testimonio.

Varias personas intentaron dudar de la veracidad de la historia y el Congreso cayó en otro caos.

En ese mismo momento…

—Su historia es cierta.

La puerta se abrió con fuerza.

Todo el mundo estaba aturdido, de prisa se inclinaron ante la persona que apareció por la puerta.

Su suave cabello dorado se balanceó mientras miraba alrededor de la sala del Parlamento. Era una mujer hermosa pero adorable, que tenía tanto calidez como nobleza en sus modales.

La Reina y el Rey que estaba a su lado también expresaron una disculpa.

—Lamentamos llegar tarde. —dijeron con una gracia digna y tranquila.

En efecto, eran las personas que lideraban el país.

Más noble y exaltado que nadie. Mary, sorprendida como estaba, comenzó a comparar a la Reina y a Alice con los ojos muy abiertos.

Idénticas. Al igual que gemelas. Era en el nivel donde cualquiera debería darse cuenta de la similitud. No sería imposible si alguien dijera que Alice era la joven copia de la Reina.

Para ser honesta, ¿a dónde se había ido el gen del Rey? ¿No podrían darle algo de sus genes…?

—…Mi Señorita, ¡mi Señorita!

—… ¿Addie?

— ¿Qué sucede? Está ida.

Tal vez, para volver a la consciencia, Mary parpadeó varias veces ante la mano de Addie, mientras la agitaba frente a ella.

Parecía que su cerebro había tenido un cortocircuito debido al shock en el desarrollo. Cuando se dio cuenta, tanto el Rey como la Reina ya estaban sentados.

—…Estaba huyendo de la realidad.

—Qué injusto. Si está huyendo, por favor, lléveme a mí también.

— ¿Eh? …Tienes razón. La próxima vez te lo preguntaré. Por favor, ven conmigo para escapar de la realidad.

Al intercambiar bromas como esa, su frialdad regresó.

Ahora, no era el momento de detenerse en la similitud de la Reina y Alice. Más bien, su similitud debería aumentar la credibilidad de Alice como princesa.

Si miraban más de cerca, también se parecía al Rey. Como la esquina de sus ojos, o…sus gestos…si los mirabas desde lejos…no, esto definitivamente no era un obsequio de adulación.

—Mi Señorita, ¿está huyendo de la realidad de nuevo?

— ¿Eh? …No es nada…

Cuando respondió a la voz de Addie, su consciencia volvió de nuevo.

Volviendo al problema ante sus ojos en pánico, tanto el Rey como la Reina y Alice se miraron entre sí y se acercaron paso a paso con timidez.

Su impresionante mirada era como padres e hija, en el momento en que Alice y el cabello de la Reina se balancearon casi al mismo tiempo…

— ¡Madre! ¡Padre!

— ¡Ah, nuestra querida hija!

Se abrazaron fuertemente.


Maru
Oh, qué bonita escena. Vaya, vaya, así que la madre de Mary fue quien puso el sello ahí… Estaba muy lejos de ser una villana jaja

3 respuestas a “La hija de la Casa Albert – Capítulo 36”

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