Traducido por Kiara
Editado por Sharon
—Heidy creo que, en este momento, he sido bendecida —susurró Rosemarie con una expresión de seriedad, mientras miraba los jardines desde la ventana en la habitación del tercer piso.
La deslumbrante luz del sol de principios de verano brillaba sobre el patio, que estaba a rebosar con una variedad de rosas de diferentes colores. Al anochecer, serían iluminadas por la luz de la luna, que le daría al jardín una atmósfera de fantasía.
Nunca había visto un jardín de flores como este en Volland. Podría mirarlo todo el día y nunca cansarme de ello.
—¡Aunque el príncipe te ha ignorado todo este tiempo, han pasado siete días desde la boda, milady! —Heidy, que había estado preparando el té al lado de Rosemarie, pisoteó con fuerza el suelo, sin siquiera intentar ocultar su irritación. Mientras lo hacía, un par de adorables orejas de gato negro aparecieron en su cabeza, seguidas por una nariz rosa y grandes ojos verdes, convirtiendo su cabeza en la de un felino bastante hermoso.
A Rosemarie se le cortó la respiración por un segundo antes de soltar una pequeña y renuente risa. Su transformación no fue tan aterradora, ya que sabía la razón detrás de sus sentimientos.
—El príncipe es un hombre ocupado —le excusó Rosemarie.
—Pero su habitación está justo al lado de esta. ¡Justo al lado! No importa cuán ocupado esté, creo que lo menos que puede hacer es saludarte.
A pesar de su mal humor, Heidy con cabeza de gato preparó hábilmente el té. La princesa tomó la taza, dejando escapar un profundo suspiro internamente.
Aun así, prefiero que siga dejándome sola…
Todavía no había digerido por completo la impactante confesión de su noche de bodas, y había pasado los últimos días en una neblina de preocupación. Klaudio, mientras tanto, no la había mirado ni una sola vez. La vida había sido tan tranquila que le hizo preguntarse si todo había sido un sueño. Inicialmente, su sangre se congeló al pensar en lo que él podría hacerle, pero ahora, ese sentimiento había comenzado a desvanecerse.
—Pero él siempre envía todo tipo de regalos, por lo que parece no se ha olvidado de mí…
—¿No se ha olvidado de ti…? Su alteza … no, señora Rosemarie ustedes son recién casados No hable bien de él cuando no visita a su nueva esposa. ¿Qué pasa si descubres que ha estado en excursiones nocturnas o algo por el estilo?
—¿Excursiones nocturnas?
—Sí, usted sabe, galanteando por ahí. Divirtiéndose en la madrugada. En otras palabras, eso es caer muy bajo, mi señora. Eso es deplorable para un recién casado, ¿no le parece?
—Sí, sí, tienes razón.
Ella apartó los ojos con torpeza cuando Heidy se acercó. Los bigotes de gato de la doncella rozaron la mejilla de Rosemarie, haciéndola retroceder un poco.
Si le dijera la verdad, ella podría estrangular al príncipe…
Para Klaudio, Rosemarie no era su nueva novia, sino su bóveda de maná.
A partir de ese apodo, quedó muy claro que no la veía como una persona. Si bien no podía hacer nada para que no le gustara, deseaba que al menos le concediera un poco más de amabilidad.
—Aun así, pensemos bien las cosas. Si el príncipe no me visita, puedo vivir con una mayor libertad. Y aunque es posible que no pueda salir de la habitación sin su permiso, no me importa no tener que ver gente. En todo caso, es una mejora de estatus. Y todavía no se me han comunicado mis deberes oficiales como princesa heredera, por lo que no he tenido la fuerza para dormir por la noche con tranquilidad, por eso creo que he sido bendecida.
—Lady Rosemarie, eso no significa que esté siendo bendecida de ninguna forma… —La cara de Heidy volvió a su forma humana, mientras suspiraba y se encogía de hombros.
Rosemarie vio esto por el rabillo del ojo y felizmente acercó sus labios a la taza.
—¿Oh? Pero tú misma dijiste que todo lo que importa es que sea feliz. Realmente no me siento lastimada por esto. Aunque… Oh, pero ese jardín de rosas allá abajo tiene todo mi interés.
—¿Por qué no intentas invitar al príncipe? Estoy segura de que si lo haces…
—No, eso no era a lo que me refería. Esperaba que me dejara tener algunas de esas rosas para cultivar en mi habitación. También quiero usar a Hanna, ya que no he tenido la oportunidad en mucho tiempo.
Levantó una pequeña pala del escritorio, mirando embelesada el brillo plateado que desprendía. El área a su alrededor estaba llena de herramientas de jardinería, su cubo de confianza, por supuesto, así como una regadera y tijeras. Todos ellos tenían signos de uso frecuente, pero estaban bien mantenidos y libres de mugre porque Rosemarie los pulía casi todos los días. El tiempo que dedicaba a su mantenimiento era el momento más agradable para ella: se quedaba absorta, liberando su mente de sus constantes pensamientos.
—Oh, esta vez le has dado un nombre a la pala, ¿verdad? Te lo ruego, no dejes que el príncipe te vea admirando un montón de herramientas de jardinería. ¿Por favor? —Heidy puso su mano sobre su mejilla con consternación y suspiró. Fue entonces cuando sucedió.
—Ahí está. La princesa de Volland.
De repente, un susurro algo somnoliento llegó a sus oídos. Rosemarie volvió a sus sentidos después de mirar su palita en trance. Una vez que lo hizo, se encontró flotando en el aire.
—¡¿Qué?!
—¡Princesa! —llamó Heidy sorprendida.
Sus pies no tocaban el piso. Mientras Rosemarie luchaba en el aire en un intento por recuperar el equilibrio, se dio cuenta de que el mismo hechicero sombrío que vio en la boda había aparecido de repente cerca de la ventana. Debido a su capucha de gran tamaño, no podía ver su cara, llevaba guantes negros cubriendo sus manos, y no podía distinguir su edad o género.
—Klaudio. Mala condición. Ven. —El hechicero transmitió su mensaje en un discurso inteligible y dibujó un círculo en el aire con su dedo. Antes de que Rosemarie lo supiera, estaba encapsulada en lo que parecía ser una esfera de cristal.
—¡¿Princesa?! ¡Lady Rosemarie! —La cara de Heidy estaba llena de pánico mientras golpeaba desesperadamente la superficie de la esfera. Sin embargo, fue en vano, ya que no mostró ninguna grita.
—¡Disculpe! ¿Dónde me…? —escuchó que mencionaba el nombre de Klaudio justo antes de ser encerrada en esa bola. No estaba asustada como Heidy, pero se sentía tensa en cada parte de su cuerpo. ¿Podría ser este el comienzo de los experimentos para devolverle el maná a Klaudio?
El hechicero no se dio la vuelta para responder la pregunta de Rosemarie, sino que murmuró algo a la nerviosa Heidy. Ante sus palabras, ella cayó sin fuerzas al suelo.
—¡Heidy! —intentó acercarse a su doncella ahora incapacitada, pero su mano no pudo atravesar el cristal. Frustrada por la situación, sintió que comenzaba a moverse en el orbe tras el hechicero—. ¿Qué le hiciste a Heidy? Espera un segundo. ¡Este es el tercer piso!
Parecía que las súplicas de Rosemarie para detenerlo no llegaron a sus oídos. De cualquier manera, el hechicero se subió a la barandilla de la ventana y saltó hacia el vacío. Del mismo modo, el orbe lo siguió, saltando fuera de la ventana. Rosemarie contuvo su impulso de gritar y cerró los ojos con fuerza.
¡Oh Dios, Padre, Madre, Hermana Mayor, Charlotte…!
Todavía sostenía la pala que había estado examinando justo antes de quedar atrapada en el orbe. Apretó sus manos alrededor de ella, como si pudiera ayudarle a salvar su vida. Estaba en el curso perfecto para estrecharse contra el suelo. Pero justo cuando debería haber sentido un tremendo impacto… no sintió nada. Rosemarie abrió lentamente los ojos.
El jardín de rosas que había estado mirando hace un momento desde la ventana de su cámara se extendió ante sus propios ojos. Las rosas estaban en plena floración, cayendo en cascada como una inundación de color. Sin embargo, no pudo captar su aroma por encontrarse dentro del cristal.
Pensé que iba a morir allí, pero…
Se sentía sin fuerzas, sus brazos y rodillas también se sentian débiles. Mientras intentaba levantar su cuerpo exhausto, vio al hechicero, que había saltado al suelo a pesar de la caída de tres pisos, empezar a caminar sin siquiera volverse en su dirección.
—Debes ser el mago Edeltraud, ¿cierto? ¿A dónde vamos? ¿Me escuchas?
Suponiendo que fueran el Archimago que Klaudio había mencionado como uno de sus confidentes, ella trató tímidamente de llamar su atención, pero él no la miró. Era solo cuestión de tiempo antes de que su voz se atascara en su garganta.
El hechicero había entrado en el castillo real.
—¡Eeeek! ¡Espera, no puedo hacer esto! ¡Por favor, déjame volver a mi habitación…! ¡No!
¡Al menos dame mi cubo!
El hechicero caminó sin una pizca de vacilación entre los oficiales, caballeros, damas de la corte y aristócratas en servicio que atravesaron el corredor, todo el tiempo con el orbe de cristal que arrastraba a Rosemarie detrás de él.
Esto se había convertido en una exhibición de carnaval. Rosemarie sentía una mezcla de vergüenza y miedo, haciéndola sentir adormecida por dentro. Se cubrió la cara, que de alguna manera estaba caliente, teniendo en cuenta que estaba más pálida que un papel, y contrajo su cuerpo como un oso en plena hibernación.
Rosemarie pensó que esta tortura duraría para siempre, pero por suerte no pasó mucho tiempo antes de que llegara a su fin.
—¡Mago Edeltraud! ¿Qué rayos estás haciendo? —Cuando el hechicero llegó a su destino, la voz de un joven resonó fuerte y claro en el interior del castillo. Lentamente miró a través de los espacios entre sus dedos justo a tiempo para ver a un caballero con cabeza de ciervo y cuernos finos que se acercaba muy enojado.
—Muévete, Alto Clausen.
—No lo haré. ¿Qué haces trayendo a Su Alteza de esta manera? Por favor, le ruego que disipe su magia de inmediato. —El caballero con cabeza de venado llamado Alto lo miró fijamente, sin ceder ante el hechicero.
¿Alto Clausen? ¿Como el Escudero Alto Clausen? ¿El Vice Capitán de la Guardia Imperial que mencionó el príncipe?
Rosemarie miró temerosamente al caballero con cabeza de ciervo, su visión estaba borrosa por las lágrimas que amenazaban con salir de sus ojos. El hechicero, Edeltraud, sacudió lentamente la cabeza.
—No puedo. Necesito llevar a la princesa de Volland ahora. Para Klaudio.
—¿Para Su Alteza? ¡Oh, no se me pasó por la cabeza! Mil disculpas. Bueno, entonces, ¿debemos apurarnos?
Tan pronto como escuchó que era “para Klaudio”, su rostro de ciervo comenzó a flexionarse y deformarse. Rosemarie desvió la mirada y luego se volvió para ver a un caballero con rostro humano y cabello castaño oscuro peinado hacia atrás, de pie allí con una expresión intrépida. Este caballero, con sus ojos teñidos de azul oscuro y su firme personalidad, era alguien que recordaba haber visto a menudo al lado de Klaudio en los últimos tres meses durante su compromiso.
El caballero pasó de desafiar a Edeltraud a ponerse de su lado demasiado rápido, y Rosemarie esperó los resultados con la respiración entrecortada. Sintió que se debilitaba mientras se cubría la cara y se arrodillaba.
Oh, por el amor de Dios. El séquito del príncipe está cada vez más loco.
Ya sea el clérigo Fritz que cayó del techo el otro día, este hechicero, o ese caballero de allí, todos hicieron que Klaudio pareciera encantador en comparación.
Mientras Rosemarie se sentaba allí recordando a su esposo enfurecido, el clamor a su alrededor se detuvo de repente.
—Alto, te envié a ver de qué se trataba la conmoción… Así que, dime. ¿Qué significa esto? Maestro Edel, le pregunto lo mismo. ¿Qué está haciendo? —Rosemarie escuchó una voz rígida y profunda que no había oído en mucho tiempo y sintió que había sido salvada.
Parecía que las miradas sospechosas e interesadas de los transeúntes que se dirigían hacia ella habían disminuido un poco.
Mientras Rosemarie seguía ocultando su rostro y sus lágrimas de alivio, la esfera en la que estaba desapareció sin previo aviso. La palita que estaba embotellada con ella cayó al suelo con un ligero golpe.
—¿Eh…? —Fue superada por una sensación de seguir en el aire que le llenó el corazón de terror.
—Entregada —dijo Edeltraud en un tono sin emociones. Tan pronto como Rosemarie los escuchó, sintió que los brazos de alguien la atrapaban.
Cuando abrió lentamente los ojos, se encontró en los brazos del príncipe heredero que la miraba casualmente. Su complexión parecía incluso peor que cuando lo vio hace siete días.
—H-Hola, es muy agradable verte después de tanto… tiempo. —Rosemarie tartamudeó un saludo en voz baja mientras Klaudio estaba de pie en un silencio abrumador. Pestañeó una vez, y luego lentamente enroscó las comisuras de sus labios con una sonrisa.
—Sí, mis sinceras disculpas. Estuve tan ocupado que te descuidé durante bastante tiempo. El no poder verte hizo que me doliera mi solitario corazón.
Su pulso se aceleró un poco ante sus palabras, pero pronto lo reconsideró.
No quiere decir nada de esto. Todo es una actuación. Sólo una actuación. No le agrado, lo dijo solo porque la gente nos está mirando.
Aunque ella sabía que ninguna cantidad de ira interna haría que la cabeza de Klaudio se transformará, escucharlo decir esas líneas a través de esos labios humanos hizo que ella casi accidentalmente las creyera.
—Estaba a punto de tomar un pequeño respiro. Si no te importa acompañarme a mi oficina, ¿qué tal si tomamos una taza de té juntos?
—¿Eh? De ninguna manera… Um, no, quiero decir, sí, me gustaría participar. ¡Me encantaría, de hecho!
Casi dio a conocer la verdad. Pero cuando se enfrentó a su amplia y amenazante sonrisa, rápidamente aceptó sin dudar. Klaudio puso una ligera mueca de asco ante la respuesta instintiva que le dio, pero comenzó a caminar con Rosemarie todavía en sus brazos. Alto y Edeltraud le siguieron de cerca.
—Um, lo siento, pero ¿podrías por favor dejarme bajar?
Todos los transeúntes abrieron paso para Klaudio, inclinando sus cabezas. Mientras ellos se alejaban, Rosemarie captó sus miradas de sorpresa haciéndola sentir aun más incomoda. Trató de mover las piernas para tratar de bajar, pero Klaudio la abrazó aún más fuerte.
—¿No se me permite disfrutar de la alegría de llevar tu delicado cuerpo en mis brazos, querida? —La expresión desgarradora de su rostro aceleró el pulso de Rosemarie y calentó sus mejillas una vez más.
Quiero volver corriendo a mi habitación y esconderme bajo mi cama…
Eso es lo único que Rosemarie deseaba mientras continuaba sonriendo para disfrazar su verdadero estado de ánimo.
♦ ♦ ♦
Una vez abierta la pesada puerta blasonada con el León de Plata, se encontraron de lleno con un fuerte olor a tinta.
En la oficina, había un escritorio de aspecto robusto que denotaba años de uso. Las paredes estaban alineadas con estantes. También había un escritorio y un sofá para las visitas. No eran muy diferentes de los que estaban en la oficina real de su padre en Volland, pero le recordaban a su hogar. Mientras ella estaba atascada en la nostalgia, Klaudio abruptamente dejó salir un profundo suspiro.
—Dios, eres pesada.
En cuanto esas palabras salieron de su boca, Klaudio la soltó de repente.
—¡¿Eh?!
—¡¿Su Majestad?! —Mientras su cuerpo se preparaba para el esperado golpe, Alto, que había abierto la puerta, se apresuró a atraparla—. ¡¿Está a salvo, mi señora?!
Rosemarie asintió torpemente en respuesta mientras su pulso latía con fuerza. En respuesta, Alto dejó escapar un enorme suspiro de lo que parecía ser alivio. La cabeza de venado de Alto había regresado justo después de la caída, y envió una mirada crítica a Klaudio con sus ojos animales.
—¡Su Alteza! ¡¿Qué es lo que cree que está haciendo?!
—No grites así, Alto. Haces que mis oídos zumben.
—Sí, mil disculpas, pero, señor… —Él bajó a Rosmarie con cuidado, quien se hundió en el suelo, mirándolo de reojo mientras se quejaba de Klaudio.
Eso hizo que mi corazón saltara… Nunca hubiera imaginado que me dejaría ir así…
Estaba al menos algo preparada cuando Edeltraud la dejó caer desde la ventana del tercer piso, porque eso vino con la obvia expectativa de caer. Pero recibir el mismo tratamiento aquí, sin previo aviso, fue especialmente malo para su corazón.
—Aparte de eso, Maestro Edel. ¿Por qué trajo eso con usted? Estoy en medio del trabajo de regulación y preparación para el combate imperial. Los experimentos para recuperar mi magia tendrán que esperar hasta después.
Habiendo escuchado a medias las quejas de Alto, Klaudio se sentó en su escritorio, su falta de entusiasmo era evidente.
¿Eso…? Él realmente me está tratando como una bóveda de maná.
Mientras se convencía de que no había nada que pudiera hacer al respecto, vio la mirada del hechicero deslizarse perezosamente desde los libros de los estantes hacia ella.
—Parece estar en malas condiciones. Mantenga a la princesa de Volland a su lado. Seguro que te curará.
—¿Curarme? Esta princesa sólo continuará robando mi mana, no me curará.
—Cierto, pero eso no es del todo verdad. Debes haberte dado cuenta. Desde que la princesa de Volland llegó, no estuviste postrado en la cama ni una sola vez hasta el día de la boda. Su cuerpo se sentía mejor, ¿no?
Las declaraciones de Edeltraud hicieron que la expresión de Klaudio se volviera amarga.
Rosemarie echó un buen vistazo y notó que no sólo exudaba fatiga, sino que se habían formado ligeras bolsas bajo sus ojos.
La semilla que sella el maná es la razón por la que la vida de Su Alteza está en peligro.
Las palabras de Fritz de la noche de la boda aparecieron en su cabeza. Aunque los detalles estaban borrosos, era más que probable que se tratara de un asunto de gran importancia.
Rosemarie se sentó y reflexionó hasta que Alto, que había renunciado a reprender a Klaudio, extendió su mano hacia ella. Su cabeza había vuelto a tomar forma humana, pero el hecho de que su mano apareciera a la vista aún la hizo saltar un poco.
—Debes disculpar los comentarios y el comportamiento grosero de Su Alteza. No siempre es así.
—No, no, puedo entender su frustración, así que… Oh, estaré bien. Puedo estar de pie por mi cuenta. Además, si esa semilla de sellado está dañando el cuerpo del príncipe, ¿no deberíamos quitársela? —Ella rechazó mansamente la mano amiga y se puso de pie, mirando a Klaudio con una mirada de consideración. Su marido y el hechicero seguían intercambiando palabras. Alto bajó las cejas, pareciendo ligeramente desvalido.
—Sí, sobre eso, Bueno…
—La semilla de Sellado de Maná. Es un castigo para los criminales graves. Una vez colocado, no puedes quitarla hasta que mueras. —Las inquietantes palabras pronunciadas en la voz somnolienta del hechicero cortaron su conversación, sorprendiendo a Rosemarie—. Hace mucho tiempo, se usaba en hechiceros que cometían crímenes. Sin maná, los hechiceros no pueden hacer nada.
Aunque el hechicero no era tan alto, tenía un aura extrañamente intimidante, que hizo que Rosemarie se encogiera sin darse cuenta. Su expresión era un misterio, ya que la capucha de su capa cubría la mitad de su cara. Puede que no fuera peor que las veces que Rosemarie vio a gente con cabezas de bestia, pero la falta de emoción en su voz lo hizo parecer mucho más enigmático.
—Te preguntas por qué usarían algo tan peligroso, ¿verdad?
—Sí, sí —dijo, asintiendo tímidamente con la cabeza en respuesta. Klaudio puso su mano en la frente, frunciendo el ceño.
—Creo que lo mencioné antes, pero fue porque mi maná era demasiado grande y no podía ser contenido. Y sería imposible que se gastara convencionalmente. El maná, como la sangre, circula perpetuamente por el cuerpo. Se ha dicho que que sale del corazón de uno y que está ligado a su fuerza vital. Esto también fue el motivo por el que se creía que los hechiceros vivían más tiempo que los humanos normales. Sin embargo… Me robaron el maná. Ahora que la Semilla de Sellado de Maná ha sido implantada, ha transformado mi cabeza en un león, y está robando mi vitalidad, ambas cosas que nadie podría haber previsto.
Rosemarie se masticó el labio mientras la intensa culpa le oprimía el pecho. No era de extrañar que la llamara la “principal culpable” después de todo, si fue su culpa.
—Mi cuerpo se está marchitando gradualmente, y no sé qué pasará en el futuro. Aah, claro. Si muero pronto, entonces podrás volver a Volland, seguro que estás pensando eso.
—Yo… nunca…
Mientras Klaudio sonreía con el brazo apoyado sobre el escritorio, Rosemarie podía ver lo pálido que se veía… y no era sólo por la luz de fondo de la ventana. Ella estaba pensando que él podría colapsar en cualquier momento. No debía saber lo lamentable que era su débil sonrisa. Le dio ganas de llorar.
—Por eso traje a la princesa de Volland. Es una caja de maná. Como una fuente. Estoy seguro que el hecho de estar a su lado fue la razón por la que mejoró su condición. También te das cuenta de eso. Por eso… —El hechicero habló con diversión sentado en el escritorio. Sus palabras se parecían más a la letra de una canción que a una frase. Luego señaló con su dedo enguantado a Rosemarie. Al ver ese movimiento, levantó la guardia, recordando que ese mismo hechicero la había retenido en una prisión de cristal no hace mucho.
—Siempre mantenga a la princesa en brazos. El dolor de cabeza que tienes ahora desaparecerá rápidamente.
El comentario salvaje causó que Rosemarie saltara sorprendida. También escuchó a Alto, que había retrocedido a un lado de la puerta, casi ahogarse con su propio aliento.
—Mago Edeltraud, eso sería un poco… problemático…
—¿Por qué? La condición de Klaudio mejora. El maná vuelve poco a poco. La princesa Volland no se siente sola. Me alegra que mi discípulo se recupere. ¿Veis? Todos son felices.
La cabeza encapuchada se inclinó lentamente. Rosemarie agarró su falda nerviosa.
Bueno, no estoy feliz, ¡claro que no! Además ¿en sus brazos? ¿Todo el tiempo? ¿Incluso cuando hace su trabajo oficial?
No sólo estaría expuesta a las miradas de decenas de personas, sino que las probabilidades de ver como las cabezas de las personas se transformaban ante sus ojos aumentarían enormemente. Eso no era un asunto de risa.
Sus pensamientos giraban tanto que la mareaban. Ella miró fijamente a Klaudio. Él apretó los labios, aparentemente en conflicto consigo mismo, antes de eventualmente y a regañadientes abrir la boca.
—Bien.
—¡¿Perdón?!
Las exclamaciones de Rosemarie y Alto se superpusieron perfectamente. Aunque un poco aliviada de tener a alguien que la apoyara en todo esto, Rosemarie se inclinó desesperadamente hacia el escritorio de la oficina.
—No estoy sola. Y no me molesta que me descuides, más bien me alegra. Si me dijeras que no saliera de mi habitación, me quedaría felizmente encerrada allí para siempre. Estoy perfectamente bien con no tener que tener permiso para salir. De hecho, esa forma de vida me tranquiliza. Lo recibo con los brazos abiertos. Se lo suplico. Por favor, reconsidérelo.
—¡Eso es correcto, Su Alteza! Si se extiende el rumor de que has perdido tu voluntad por estar casado con Su Alteza, entonces manchará tu valiente y valeroso nombre como Capitán de la Guardia Imperial. ¡Te imploro que lo reconsideres!
Con Rosemarie y Alto presionandolo tan de cerca, Klaudio puso su mano sobre su cara, cubriendo su ojo izquierdo, antes de dejar salir un lánguido suspiro.
—Creí haberte dicho que no gritaras, Alto. Admitiré que mi estado físico mejoró durante un tiempo, pero tampoco tengo intención de poner en práctica el plan del maestro Edel. Sólo digo que podría ser beneficioso intentar algo parecido.
Bajo la aguda mirada del ojo derecho de Klaudio, Rosemarie comenzó a hundirse desde el escritorio que había acechado con consternación. Klaudio entonces tomó uno de sus brazos.
—Te quedarás a mi lado por unas horas hasta que sea la hora de la cena. Si mi dolor de cabeza mejora antes de eso, voy a hacer que me sigas a partir de mañana.
Esa noticia junto con esa sonrisa altiva hizo que el cuerpo de Rosemarie se estremeciera.
—Pero mucha gente entra y sale de esta oficina, ¿correcto? Me temo que no puedo. Siento que no podré soportarlo…
—Estuviste bien durante la boda, ¿verdad?
—Sólo estaba bien porque estaba preocupada por ti, príncipe. Si pudiera quedarme escondida bajo su escritorio, entonces… ¿Puedo elegir esa opción? —Miró a Klaudio, claramente complacida con su idea, pero su expresión sólo se volvió más severa.
—Claramente esa no es una opción. ¿Sabes siquiera lo que estás diciendo? De hecho, estabas diciendo algunas tonterías hace un segundo también. Todo eso de que ese estilo de vida te tranquiliza y que lo recibes con los brazos bien abiertos.
Las súplicas de Rosemarie fueron negadas de inmediato y al final terminó siendo acorralada por él.
No había manera de que pudiera huir de esa situación. Ella miró fijamente a Klaudio como un último esfuerzo desesperado.
—Um, en ese caso, ¿puedo usar un cubo en mi cabeza…?
—¿Podrías qué?
Klaudio la miraba como si estuviera viendo algo extraño. De vuelta a sus sentidos, todo lo que Rosemarie podía hacer era apartar la mirada torpemente.
♦ ♦ ♦
La oficina real del príncipe heredero ese día estaba envuelta en un aura anormal. Todos los oficiales, chambelanes, e incluso las damas de la corte que estaban entrando y saliendo de la oficina trataron de evitar su mirarlos. Además, ella tampoco quería verlos, tantos desconocidos la desconcertaban.
—Y en cuanto a este caso de aquí… —preguntó un funcionario.
—Ah, sí, esto será rechazado. Adjunte más materiales que expliquen su valor y tráiganlo de vuelta. El programa de inspección de las obras de irrigación necesita ser ajustado.
—Muy bien. También, hay…
Mientras Klaudio y un funcionario compartían una conversación a su lado, Rosemarie se acercó y simplemente rezó para que el tiempo pasara más rápido.
Las ocasionales miradas de preocupación del oficial mientras se sentaba en el sofá acurrucada al lado de Klaudio le dolían en el alma. Ella tenía el innegable y fuerte impulso de huir de todo. Sin embargo, aunque parecía sospechar de ella, no tenían malos pensamientos. El hecho de que no estuviera transformado era lo único bueno.
Me estoy interponiendo en su trabajo. Lo siento… Sólo imagina que soy un árbol o una roca, así que…
Tal vez fue porque ella estaba tratando de alejarse poco a poco de él mientras intentaba desesperadamente reivindicarse mentalmente, pero el brazo de Klaudio envuelto alrededor de la cintura de Rosemarie la llevó de vuelta a su posición.
Fue un acto menos vergonzoso y más bien doloroso. No importa cuán enfermo estuviera seguía siendo el mejor guerrero dentro y fuera del país. Tenía total control sobre ella y su cuerpo sin condición física.
—Um, príncipe… —le llamó con suavidad, sintiéndose culpable por interrumpirlo. Klaudio no se volvió hacia su llamada, tal vez no la escuchó o quizás sólo la ignoró. Ella tiró ligeramente de la esquina de su chaqueta a regañadientes, haciendo que el oficial que estaba delante de ellos se aclarara la garganta de manera forzada.
—Su Alteza, enviaré estos documentos a cada departamento. Mientras tanto, le agradecería que los revisara y firmara. Eso concluirá en su mayor parte los asuntos programados para hoy —dijo antes de salir corriendo, con el rostro sonrojado por alguna razón.
Una vez que la puerta fue cerrada, Rosemarie y Klaudio eran los únicos en la oficina, por lo cual tenía total libertad de tratarla como quisiera .
—¿Qué crees que estás haciendo? No interrumpas los asuntos oficiales.
—Lo siento mucho. Pero, um, tu agarre me está haciendo daño, así que yo… —Trató de llamar su atención a pesar de que estaba extremadamente pálida. Klaudio sólo arrugó su frente en respuesta.
—Fue porque trataste de escapar. Esta es la única manera de asegurarme de que obtendré resultados en un corto periodo de tiempo. Sólo tienes que lidiar con ello. Confía en mí, no estoy disfrutando esto más que tú.
—De… acuerdo.
El argumento razonable de Klaudio acabó con sus quejas, y ella se acurrucó más cerca de él, cada vez más nerviosa. Klaudio también se acurrucó a su lado con desdén y comenzó a escanear los documentos dejados por el oficial. Sin embargo, aflojó su mortal agarre alrededor de su cintura, quizás porque ella decidió acercarse voluntariamente.
Entonces el silencio cayó sobre la habitación. El sonido de las páginas siendo pasadas resonó por el cuarto, y Rosemarie dejó escapar un suspiro silencioso.
Me pregunto cómo está Heidy…
Le preguntó al Archimago Edeltraud, y le dijo que solo la había puesto a dormir. Probablemente estaría preocupada cuando se despertara, así que Alto le aseguro que le informaría de su paradero.
El perpetrador que puso a Heidy a dormir y creó este predicamento, se había alejado a otro lugar una vez que vio que su salvaje plan se estaba poniendo en práctica. Eran el epítome de un mago despreocupado.
Klaudio de repente dejó escapar un pequeño suspiro. Rosemarie miró en esa dirección para verlo en medio de la firma de un documento que ya había observado. Luego miró fijamente su perfil lateral.
Una cara tan seria. Él siempre está tan disgustado a mi alrededor, sin embargo…
No parecía ser el caso mientras trabajaba. Su expresión era seria, y su ceño no estaba arrugado, lo que le añadía una sensación de fuerza aún mayor a sus ya poderosos rasgos. Esto era algo que los ojos de otras personas no podían ver. Saber que había tenido que vivir con esta clase de desventaja la llenó de culpa.
—¿Qué es esta vez? —preguntó, con tono molesto, mientras borraba el exceso de tinta de su firma recién escrita. Probablemente se estaba cansando de que Rosemarie le mirara tanto tiempo.
—Erm, así que, eh, ¿podría preguntar si su dolor de cabeza ha aminorado?
—¿No sería mejor para tus intereses si no mejora? —dijo Klaudio, agarrando un documento diferente sin ni siquiera mirarlo. Rosemarie parpadeó en respuesta.
Está siendo sarcástico… Supongo que… No puedo decirlo considerando que su cara sigue siendo la misma, aunque… Odiaría ser forzada a seguir al príncipe a todas partes si su dolor mejora, pero tampoco quiero que sufra.
Ella miró fijamente la cara de Klaudio, y la tristeza se apoderó de ella. El color de su piel ha mejorado un poco, pero aún se notaba cansado.
De repente, los ojos abatidos de Rosemarie observaron a Klaudio tomar otro documento. Ella lo alcanzó en un esfuerzo inconsciente, y los hombros de Klaudio se movieron ligeramente en respuesta.
—¿Qué está haciendo? Suéltame.
Su acción fue recibida con su tono disgustado y su mirada dura. Esto la hizo recobrar el sentido y se dio cuenta de que, sin querer, había tomado su mano. Sin embargo, no lo soltó. Su mano, formada con dedos angulosos pero delgados, era mucho más grande que la de Rosemarie, y parecía estar lista para aplastar a la suya en cualquier momento. Pero no lo hizo, simplemente le frunció el ceño.
—Lo siento, pero estos documentos no son urgentes, ¿cierto? —dijo Rosemarie.
—Eso no tiene nada que ver contigo.
Normalmente, ella se habría retractado ante su actitud brusca y distante, pero el día de hoy se sintió impulsada por un extraño sentido del deber.
—No es urgente, ¿verdad? Incluso el funcionario dijo antes que el trabajo de hoy había terminado.
—¿Y qué si no lo es?
—Creo que sería mejor para ti que descansaras un poco.
Esas fueron las mismas palabras que pronunció la primera vez que lo conoció. Verlo tratar de empujarse a sí mismo a hacer trabajos innecesarios a pesar de su mala salud era inaceptable para ella.
—Su semblante ha mejorado un poco, pero aún tiene muchas ojeras. Si te esfuerzas demasiado y cometes un error de juicio, podría terminar siendo un desastre, o… por eso… creo…
Se las arregló para terminar la oración sin apartar la vista, a pesar de que estaba un poco desanimada por el ceño fruncido de Klaudio. Probablemente estaba acostumbrado a escuchar este mismo argumento de Alto y otras personas preocupadas que conocían su situación. Aun así, ahora mismo, ella quería que él descansara un poco.
La amarga expresión de Klaudio duró un tiempo, pero una vez que le dio la mano a Rosemarie, abandonó los documentos sobre su escritorio.
—Bueno, me dijiste que descansara, ¿no?
—Si, sí, lo hice.
—Bien, entonces terminé el trabajo por hoy —dijo Klaudio, asintiendo con la cabeza. Sus labios se curvaron en una sonrisa mientras tiraba abruptamente de la asustada Rosemarie para acercarla a sí mismo, y luego tiraba de su brazo para ponerla de pie.
—¿Eh? Um, pero pensé que ibas a descansar…
—Sí, un descanso del trabajo —respondió en un tono algo divertido, que finalmente hizo que Rosemarie volviera a sus sentidos.
Algo me dice que cometí un error, pero, bueno…
Rosemarie tuvo la sensación de que podría haberlo enojado de una manera que no debería. Mientras intentaba apresurarse y disculparse por sus acciones, Klaudio salió de la oficina real con ella a cuestas, temblando todo el tiempo.
—¿A dónde vamos…?
—Nos vamos a dar un paseo. Vamos a tomar un poco de aire fresco.
Incluso ella pudo ver el cambio radical en su piel. Rosemarie trató de zafarse del brazo de Klaudio y volver a la oficina, pero casi como si él hubiera estado preparado para que lo intentara, la tomó en sus brazos.
—Um, su dolor de cabeza…
—Apenas siento dolor. Lástima para ti.
La sonrisa intrépida de Klaudio hizo que Rosemarie se pusiera tensa. Incluso mientras hablaban, él continuó caminando por el pasillo del castillo real sin detenerse. De manera similar a cuando fue desfilada a la oficina real, las miradas inquisitivas de la gente se posaron en los dos. Rosemarie se cubrió la cara con ambas manos.
Ya no puedo huir, así que al menos déjame caminar sobre mis dos piernas… Pero si me suelta, podría correr a mi habitación…
Mientras se retorcía de vergüenza, las cosas empezaron a mejorar a su alrededor. Los rayos del deslumbrante sol de principios de verano brillaban por encima, lo que significaba que ahora debían estar fuera. Con el sonido del metal chocando entre sí, se asomó a través de los espacios entre sus dedos para inspeccionar sus alrededores.
El aire algo polvoriento incitó a Rosemarie a toser, y Klaudio finalmente decidió dejarla en el suelo. Miró a su alrededor para encontrar a varios caballeros que practicaban la espada dispersos por la plaza.
—¿Dónde estamos…?
—El campo de entrenamiento de la Guardia Imperial.
Eso le recordó que su ayudante de caballero y Vice Capitán de la Guardia Imperial, Alto Clausen, se había referido a Klaudio como Capitán.
—¡Su Alteza!
Alto emergió detrás de los caballeros de entrenamiento y corrió hasta ellos. La repentina llamada alertó a los otros de la visita de Klaudio, poniendo todos los ojos en su dirección. Al darse cuenta de la situación, los caballeros detuvieron su práctica para arrodillarse en reverencia, alineándose en una perfecta línea recta. La vista hizo que Rosemarie se acurrucara contra el lado de Klaudio, en parte sorprendida y en parte asustada.
—Parecen estar en forma, hombres —instó Klaudio con un saludo. Después de una corta reverencia, reanudaron su entrenamiento. Alto permaneció mirándolo aún más en serio que antes, mientras expresaba sus preocupaciones.
—¿Se siente mejor, señor?
—Sí, mucho mejor. Pensé que el Maestro Edel sólo estaba siendo excéntrico, pero parece que no se equivocaba —respondió Klaudio con una sonrisa irónica al aliviado Alto, lo que hizo que Rosemarie abriera mucho los ojos.
Esa expresión es tan tranquila… Nunca supe que podía ser tan expresivo.
Con solo verlo, se dio cuenta que todas las sonrisas que le había dado antes de la boda eran fabricadas.
Por un momento, la expresión extraordinariamente bondadosa de Klaudio la llenó de alivio. Justo cuando estaba pensando en lo bien que se vería desde el frente, Alto sonrió agradablemente y dijo:
—Todo es gracias a Su Alteza, ya veo.
El repentino comentario de Alto causó un aullido en la garganta de Rosemarie.
¡Por favor, deténgase, Señor Clausen! Ahora que por fin estaba de tan buen humor… Aah, ahora está enojado. Lo está, ¿verdad?
Klaudio le lanzó una mirada aguda. Rosemarie sonrió torpemente mientras se acordaba con miedo.
—Sí, es gracias a esto. Aparte de eso, ¿cómo le va a todo el mundo?
—Bien, señor. Las cosas parecen ir bien. Creo que serán perfectamente capaces de mostrar su destreza en el combate imperial también.
—Todo gracias al riguroso entrenamiento del Vice Capitán de la Guardia Imperial, sin duda.
—Ser riguroso es lo más lógico, señor. Si no cumplo con mis funciones cuando es el momento, entonces solo estoy ocupando un lugar.
Mientras Alto hacía esa audaz declaración, los soldados continuaron sus simulacros de combate detrás de él como si estuvieran en batallas reales. Entre ellos había algunos hombres de aspecto más bien rudo, posiblemente porque muchos en la Guardia Imperial servían como guardaespaldas de los aristócratas. Sus cabezas se transformaban entre bestia y humano de forma intermitente. Tal vez fue porque estaban en el calor de la batalla, o porque su obsesivo enfoque de derrotar a la persona frente a ellos se convirtió en resentimiento. De cualquier manera, no había ninguna señal de falsedad, la desagradable sensación que había sentido en la gala de la noche.
—Alto, pásame una espada. Me gustaría calentar un poco. —Klaudio inesperadamente extendió su mano y pidió una espada, posiblemente irritado al ver el duelo que se desarrollaba ante él.
Rosemarie estaba confundida por la mirada en su rostro, a la vez hambrienta de guerra y juvenilmente traviesa. Trató de discutir con Alto, quien dudaba en dejarle tomar la espada preocupado por su salud, lo que hizo que el príncipe se dirigiera de repente al centro del campo de entrenamiento.
—¡Cualquiera puede hacerlo! ¡Así que vengan! —gritó, provocando un clamor que resonó con fuerza y se escuchó en todo el campo de entrenamiento sin retraso. En un abrir y cerrar de ojos, los caballeros habían formado un círculo alrededor de Klaudio.
Rosemarie estaba asombrada por la sesión de entrenamiento que había comenzado.
Los caballeros cargaron uno a uno desde el círculo, pero a pesar de la ola constante, Klaudio esquivaba con gráciles movimientos.
Su mente y sus ojos estaban cautivados por su apariencia vivaz, por la sonrisa en sus labios que dejaba claro que difícilmente podía contener lo mucho que se estaba divirtiendo.
Parece que en verdad está disfrutando de esto…
Ella no estaba segura de si se había dejado llevar por la excitación de Klaudio, pero al poner una mano sobre su corazón que latía furiosamente, Alto rompió el hielo a su lado con una pregunta.
—¿Crees que Su Alteza es fuerte?
—Sí, sí, puede que no sepa nada de técnica, pero… creo que parece bastante fuerte —respondió con timidez. Alto sonrió entonces triunfante, con la mirada fija en Klaudio y los demás.
—Es realmente fuerte. Necesita ser así más que nadie.
Antes de que pudiera preguntarle qué quería decir, Klaudio lo convocó.
—Tú también puedes venir a mí.
Obligado, él se inclinó antes de saltar a la refriega. Mirando el duelo de Klaudio y Alto, Rosemarie repitió las palabras del caballero.
¿Más fuerte que nadie? ¿Por qué? Un príncipe heredero debe tener otras personas que lo protejan, así que no creo que necesite ser tan fuerte, pero…
Esta vaga frustración estaba empezando a inquietar su corazón. Mientras ese sentimiento corría a través de ella, Klaudio terminó de tratar con la línea de caballeros y regresó a su lado con una sonrisa encantada.
—Los estaré observando a todos por un poco más de tiempo, así que adelante y continúen, hombres.
—¡Sí, señor! —expresó Alto antes de volver con los otros caballeros. Mientras Klaudio lo observaba ir de regreso, Rosemarie notó el sudor que le corría por la mejilla, y sacó un pañuelo del bolsillo de su pecho. Se estiró para aplicarlo a su cara, pero fue interrumpida cuando Klaudio le agarró con fuerza la muñeca.
—¿Qué estás haciendo?
La amenaza inmediata hizo que Rosemarie dejará caer sus hombros. No quedaba ni una pizca de su alegre expresión. Aunque entendía por qué la miraba con el ceño fruncido, aun así le dolía.
—Estabas sudando, así que pensé en limpiarlo…
—¿Limpiarlo? —Klaudio parecía estar desconcertado por la explicación, pero rápidamente sonrió—. Oh, ya veo. Casi me olvido de que ves mi cara como un humano. ¿Y qué? ¿Su plan es ganar mi favor? Es un plan ingenuo, y algo exagerado.
Después de apartar su mano con una sonrisa cruel, Klaudio se sentó en las escaleras que conducían al campo de entrenamiento. Cansada, Rosemarie trató de sentarse en el escalón detrás de él.
—Siéntese aquí. No puedo alcanzarte si te sientas ahí.
Se levantó y se sentó una vez más, pero esta vez al lado de Klaudio como le ordenó. Entonces él procedió a envolver su brazo alrededor de su cintura y la atrajo como lo hizo en la oficina, permitiendo que el leve olor a sudor se reflejara en su nariz. Ella no odiaba hacer esto, pero no sólo estaban al aire libre en vez de dentro, sino también delante de tanta gente. Aunque ninguno de ellos les prestaba atención, este tipo de conducta era tan vergonzosa que quería simplemente huir. Abrumada, miró hacia el suelo.
—Um, parece que su dolor de cabeza ha disminuido, así que no creo que necesite estar tan cerca para que usted… —indico Rosemarie.
—Esto me permite respirar más fácilmente
Al notar que su tono estaba desprovisto de mala voluntad, Rosemarie se detuvo a mitad de la frase. Escucharlo decir eso la hizo perder los nervios.
A pesar de lo embarazosa que encontraba la situación, Klaudio probablemente sólo la veía como una fuente de maná que duplicaba su valor al sanarlo.
Debe ser por eso que él está bien con las percepciones de otras personas.
Tan resentido como estaba, Klaudio era básicamente apático. Era dudoso que supiera que Rosemarie estaba dispuesta a ayudarlo.
¿Realmente planeaba llevarla con él a partir de mañana? Al menos aquí, en el campo de entrenamiento, ella no tenía que temer ver tantas cabezas de bestia, pero sabía bien que no se libraría con facilidad. Además Klaudio parecía del tipo de persona que nunca se echa atrás una vez que ha decidido algo, sería imposible hacer que abandonara la idea.
¿No hay nada que pueda hacer sobre esto…?
Miró hacia abajo, hacia las escaleras vacías mientras continuaba pensando que hacer, y fue entonces cuando sintió que algo le tocaba ligeramente el hombro.
—¿Eh?
Una vista familiar de pelo negro y liso apareció frente sus ojos cuando giró en dirección al dueño. En su hombro, sintió el calor sombrío de otro. Por un momento, no entendió lo que estaba pasando.
Lo que había sucedido era que Klaudio se había desplomado sobre su hombro. Rosemarie se sorprendió, lo que hizo que el brazo que estaba envuelto alrededor de su cintura se cayera con un golpe.
Parecía que había sucedido lo que ella había temido. La condición de Klaudio no había mejorado.
¿Eh? ¿Qué? Espera un segundo…
Rosemarie se puso tensa cuando escuchó al príncipe comenzar a roncar. ¿Cómo podía dormirse y actuar tan indefenso con la misma chica que había tratado de una forma tan cruel? Ni siquiera le permitió secar el sudor de su frente, o tal vez estaba tan agotado que no podía aceptar sus cuidados.
Ella le miró fijamente mientras se mecía con cada inhalación y exhalación. El peso estaba haciendo que su corazón se enloqueciera por alguna razón. Su pelo negro rozaba su mejilla y le hacía cosquillas, aumentando aún más el calor en sus mejillas.
Esto no parece raro desde una perspectiva externa, ¿verdad? Como técnicamente es mi marido, no parece raro, ¿verdad?
Sin embargo, a este ritmo, terminaría con un resfriado.
—Um, príncipe… —Su susurro no fue suficiente para despertarlo, y su cabeza se deslizó hasta su regazo. El peso se deslizó desde sus hombros hasta su falda, llenándola tanto de vergüenza como de un terrible miedo.
¡Por favor, despierta! Espera, no, podría matarme si se despierta. No, de hecho, ¡definitivamente me vomitará en insultos!
Tener a alguien que odias mirándote mientras tu guardia está completamente abajo era probablemente el epítome de la desgracia para Klaudio.
Ella movió su mano para despertarlo, y luego la retiró asustada. Sin opciones, miró a su alrededor nerviosamente. Sus ojos se encontraron con Alto, que los había estado observando en estado de shock.
Estoy salvada… O eso creyó.
Su alivio duró poco, ya que Alto simplemente se protegió los ojos con un brazo y tembló un poco como si se hubiera dejado llevar por la emoción. Luego se inclinó reverentemente y se volvió hacia sus hombres, que observaban la situación con gran interés.
—No, por favor, sálvame… Por favor…
—Sabes, tampoco tengo el más mínimo deseo de salvarte —escuchó decir a una voz risueña desde atrás. Se dio la vuelta en un momento de confusión. Era el clérigo con el lunar bajo el ojo, Fritz, mirándola alegremente desde arriba. Una mirada y un parpadeo fue su única respuesta—. Buenas tardes, Su Esposa Real. Había estado buscando a Su Alteza, pero nunca esperé verle descansando con tan gran estilo.
—¡Fue un acto de Dios! —gritó sin pensar, la frase menos ideal que se le escapó de los labios al ver su sugerente sonrisa. Ella jadeó y cerró la boca. Por suerte, Klaudio sólo puso una pequeña mueca cuando se giró para ver cómo estaba, pero no se había despertado. Suspiró, dándose una palmadita en el pecho en señal de alivio.
—Te diré que ver a una bestia sagrada abrazada por una bella e indefensa doncella sería un cuadro extraordinario.
—Así que también lo ve como un León de Plata, Padre Fritz. Tenía un presentimiento.
Alto actuaba de manera similar a su alrededor, pero Fritz no le temía en absoluto a Klaudio, e interactuaba con él de manera casual, tan casual como podría ser, de hecho, así que ese hecho casi se le había pasado por alto.
—Um, esto siempre me ha parecido peculiar, pero… ¿por qué la gente de este país todavía lo reconoce como el príncipe heredero aunque se haya transformado en este deforme estado? Normalmente en una situación como esta, parecía que nadie pestañearía si fuera desheredado —preguntó Rosemarie.
—Oh, ¿eso? Como la bestia sagrada de nuestro país es el León de Plata, hemos proclamado a las masas que él es su reencarnación. Es por eso que todos acogen su presencia, aunque con temor. Su Alteza siempre dice que quien está en la cima debe al menos ser temido.
—Las circunstancias serían diferentes si este fuera un país diferente.
—Tal vez, pero en realidad está desprovisto de maná y está engañando a las masas, por lo que podría quedar aislado si se descubre esta farsa. De todas formas, ¿me asegura que está durmiendo? Han pasado unos cuantos años, así que supongo que no hay mucho que podamos hacer al respecto.
—¿Unos pocos años? ¿Qué quieres decir con eso? —respondió ella, confundida. La expresión de Fritz se oscureció un poco.
—Nunca nos dice nada específico, pero desde que le robaron su maná, Su Alteza ha tenido grandes dificultades para dormir.
El rostro de Rosemarie se tensó, él no había mencionado eso antes. Si había pasado años sin poder dormir, no era de extrañar que hubiera acumulado tanto resentimiento hacia ella. Sintiéndose aún más culpable, Rosemarie miró con dolor la dócil cara de Klaudio.
—¿Y por eso el señor Clausen no vendría a ayudarme, entonces? Ahora que lo pienso, mencionó que también podía respirar más fácilmente.
—Ah, entonces asumo que eso debe significar que pudo dormir porque usted está a su lado, sosteniendo su maná. Así que teniendo eso en cuenta, ¿te importaría dejarlo dormir un poco más?
Antes de que Fritz se diera cuenta, Rosemarie estaba haciendo una petición de vuelta.
—Es decir, si pudieras proporcionarme una forma de no ganarme la ira del príncipe cuando finalmente se despierte…
Fritz, que sonreía aliviado, apartó la vista y dio unos pasos hacia atrás.
—Um, bueno, tengo algo de trabajo que hacer, ver…
Una sonrisa forzada apareció en sus labios, la cabeza de Fritz se dobló y retorció hasta que se transformó en un zorro con un vívido pelaje naranja claro. Sin embargo, no era el momento de temer eso.
—Por favor, no me mientas. Te lo ruego, por favor, ayúdeme. Padre Fritz, usted dijo que estaría allí si necesitaba hablar de mis problemas, ¿no es así?
—No, no, son dos asuntos diferentes. Preferiría que Su Alteza no me matara.
—Siento lo mismo.
—Claro que eso no sucederá, estoy seguro de que estará bien. ¡Eres su querida, querida esposa, después de todo!
Klaudio refunfuñó un poco, probablemente debido a los gritos. Ambos se callaron de inmediato. La cara de Fritz volvió a su forma humana mientras hacía un gesto, acariciando su propia cabeza, y luego señaló a Klaudio.
¿Quiere que acaricie la cabeza del príncipe? ¿Eh? ¿Es una idea inteligente…?
Puso una mano suavemente sobre su pelo negro. Se sentía suave y esponjoso, y mientras movía sus dedos a través de su cabeza, las arrugas de su frente comenzaron a desaparecer, y sus ronquidos retomaron su tono más pacífico.
Ambos suspiraron al mismo tiempo en alivio. Fritz entrecerró sus ojos marrones mientras sonreía patéticamente.
—Tenía un informe para Su Alteza. Pero, bueno, no es tan urgente, así que supongo que puedo dejarlo para más tarde. Además, tengo demasiado miedo de despertarlo ahora.
Rosemarie deseaba mucho que despertara a Klaudio si tenía negocios que atender, pero Fritz simplemente le dio la mano y se despidió.
Cuando se fue, Rosemarie dejó de acariciar el cabello de Klaudio y lo miró, durmiendo con esa expresión dócil que nunca había visto antes. Puso una mano en su pecho.
Si él puede dormir en mi regazo de todas las personas, entonces supongo que un poco más de tiempo no le hará ningún daño…
Ella temió la reacción de Klaudio cuando despertará. Aun así, se sentía como si estuviera ganando una valiosa experiencia, que la hizo lo suficientemente feliz como para sonreír.
♦ ♦ ♦
Los sonidos de los garabatos de la pluma resonaban anormalmente fuertes en el silencioso despacho del príncipe heredero.
Rosemarie estaba sentada en el sofá mirando de lejos a Klaudio mientras firmaba documentos en su escritorio. De repente, él dejó su bolígrafo con un golpe, haciendo que ella contuviera la respiración.
Esto es tan incómodo…
Tres días habían pasado desde el día en que Klaudio tuvo esa siesta. Le había prometido a Edeltraud que mantendría a Rosemarie a su lado si los dolores de cabeza disminuían, así que le ordenó que fuera a su oficina.
Sin embargo, en los últimos días, Klaudio no se había aferrado a ella con el brazo alrededor de su cintura como el primer día. En su lugar, la tomaba de la mano durante unas horas con una expresión que sólo podía describirse como reacia.
Me preocupé cuando no dijo nada al despertar, pero…
En ese momento, Klaudio lució sorprendido de haberse dormido. Sin dirigirse a Rosemarie, simplemente ordenó a Alto que la llevara a su habitación, y no tocó el tema al día siguiente. Debe haberle sido humillante haberse dormido junto a alguien que detestaba, después de todo.
Ese día, pensó que era afortunada al vislumbrar un momento tan inestimable, pero esos sentimientos se habían diluido en su mayoría.
Al mismo tiempo que Rosemarie daba un pequeño suspiro, hubo un golpe en la puerta.
—Entra —respondió Klaudio.
A través de la puerta llegó un clérigo de mediana edad vestido con un elegante traje de sacerdote bordado con hilo de plata. Detrás de él estaba Fritz, cuyo rostro manso le hacía parecer una persona totalmente diferente. Klaudio hizo una ligera mueca.
—Bueno, esta es una visita bastante rara, Arzobispo Kastner.
—Dudé en pedirle que dejara su trabajo para venir hasta la iglesia, príncipe Klaudio —respondió el clérigo con una sonrisa. Su rostro tranquilo y sereno se torció de repente. Su cabeza llena de pelo negro plateado empezó a caerse, y las pupilas de sus suaves y bizcos ojos se transformaron en las de un reptil. Una lengua de serpiente cortada se abrió paso a través de su boca, que ahora estaba dividida desde el frente hasta sus orejas. Aunque su piel estaba cubierta de densas escamas, partes de él rezumaban como si se estuvieran pudriendo. Pero por alguna razón, esto sólo ocurría en el lado derecho de su cara, mientras que el otro conservaba su aspecto suave.
Esas pupilas verticales miraron a Rosemarie, y ella se cubrió la boca para intentar sofocar su grito de terror.
¿Qué es eso? ¿Por qué no tiene la cabeza de una bestia completa?
Ella nunca había visto un caso donde sólo la mitad del rostro se transformará. Con él en ese estado, prácticamente parecía un monstruo. Aunque las deformidades eran similares a las de Klaudio, las del príncipe eran un equilibrio entre el león y el carnero, así que esto era aún más aterrador.
Tratando frenéticamente de contener su impulso de huir, apretó sus manos en su regazo. El Arzobispo pasó sin decir palabra por delante de Rosemarie, sentada en el sofá, y se puso de pie ante Klaudio en su escritorio.
—Estoy aquí por el combate imperial de mañana. He oído que no participarás en esta ocasión.
—Oh, se trata de eso, ¿verdad? Sí, Su Majestad me ordenó que me abstuviera. Dijo que no sería entretenido para mí competir ya que es obvio que ganaría.
—Una orden de Su Majestad… ya veo. En realidad, Su Eminencia el Cardenal ha venido de Tierra Santa con grandes esperanzas de ver su combate, príncipe Klaudio.
—Siento decepcionarlo, pero si has venido a tratar de convencerme directamente de competir, estás ladrando al árbol equivocado. Debería probar con Su Majestad —dijo Klaudio sin rodeos, como para alejar al Arzobispo, y recogió un documento para señalar el final de la discusión. Sin embargo, Kastner no se echó atrás, sonriendo con ironía.
—Ya veo. Entendido, entonces. Iré a consultar a Su Majestad en su lugar. Después de todo, estoy seguro de que a Su Alteza le encantaría mostrar su habilidad a la princesa.
Rosemarie se estremeció cuando su nombre se introdujo en la conversación, y un sudor frío le recorrió la columna vertebral. Sintió sus ojos sobre ella, pero el miedo le había contraído la garganta, haciéndola incapaz de pronunciar una palabra.
—No del todo. La princesa es de la nación pacifista de Volland. No quisiera exponerla al combate y perder su favor. Además, los paladines de la iglesia estatal serían más atractivos y valdría la pena verlos.
—Oh, no. Ella pudo casarse con usted, príncipe Klaudio, así que su corazón debe ser muy fuerte. Iré a suplicarle a Su Majestad. Por insolente que sea mi petición, espero podamos ver sus magníficas habilidades, príncipe Klaudio.
Sin cumplir con el razonamiento de Klaudio, Kastner sonrió tranquilamente y dejó la oficina, sin mirar ni una sola vez a Rosemarie.
Tan pronto como el Arzobispo desapareció de la vista, Rosemarie se deshizo de su tensión, se acurrucó, cubriéndose la cabeza. No pudo evitar que sus dedos temblaran como locos.
¿Qué… fue eso? Honestamente, fue terrible…
Desde que empezó a quedarse más en la oficina de Klaudio, se las arregló para soportar ver visitantes con cabezas de bestia, pero no podía manejar esa forma monstruosa.
—Oye, ¿estás escuchando? —La pregunta malhumorada de Klaudio la hizo volver a la realidad. Levantando gradualmente la cabeza, lo vio mirándola con sospecha mientras aún estaba sentado en su escritorio. Al parecer había estado llamándola repetidamente—. Te pregunté cómo lo viste.
—La mitad de su cara era un lagarto en descomposición. La otra mitad era… humana.
Ella encontró la mitad humana restante más repulsiva que la mitad lagarto.
—Ya veo. Esa es una forma muy apropiada —dijo Klaudio con una sonrisa burlona.
—El Arzobispo… ¿tiene algo en contra de él?
—Ni idea. Por lo menos, solo ha estado desafiándome. Para la iglesia estatal, esta forma desfigurada podría ser considerada herética.
Aun así, ella nunca había visto ese nivel de malicia. Habría sido mucho mejor si hubiera tenido una cabeza de bestia estándar como todos los demás. Recordarlo le dio una ola de escalofríos.
—Sin embargo, las cosas se han vuelto bastante engorrosas. Esta vez definitivamente convencerá a Su Majestad.
Klaudio tensó su frente de una manera totalmente desanimada.
—¿No quieres competir en el combate imperial?
—¿Has olvidado cómo me veo? Nadie sería tan tonto como para hacer un espectáculo de esa manera. Además, el Cardenal estaría presente. Sería prácticamente un suicidio.
—Ah, sí, tienes razón.
Una pelea entre príncipes con cabeza de león habría sido una buena atracción. Ella había hecho la pregunta equivocada. Sin embargo, como parecía que había entrado el año pasado, podría haber pensado en ello como un asunto oficial.
—Me esforcé para que Su Majestad me diera órdenes para evitar la competición, pero ¿dónde escuchó algo de eso…?
—Su Majestad…supongo que piensa mucho en usted, príncipe.
Por muy deforme que fuera, seguía siendo su precioso hijo. Ese hecho calentó un poco su corazón, pero Klaudio parecía desconcertado.
—¿Estas escuchando lo que estaba diciendo? Fui donde Su Majestad para pedirle expresamente que me ordenara que me prohibieran participar. No fue una decisión consciente de Su Majestad en persona. Nunca me ha mimado ni me ha tratado de forma especial. Pero, por la misma razón, tampoco me ha desafiado nunca. Y además, nunca se trató de que él “pensara en lo mejor para mí” para empezar.
—Oh, ¿es así…? Pero si no pensara en ti, no habría aprobado que te retiraras de algo en lo que has estado entrando anualmente, ¿verdad?
Ella miró a Klaudio, y lentamente las arrugar en su frente comenzaron a disminuir. Tal vez fue porque él nunca había considerado eso, pero su expresión ligeramente aturdida llenó a Rosemarie de alegría. Sus labios se enroscaron en una sonrisa. Eso hizo que Klaudio volviera a sus sentidos, y un leve rubor se formó en sus mejillas.
—¿Y qué es tan divertido? Tienes esa mirada ingenua en tu cara. De cualquier manera, si participo, entonces servirá como una diversión dentro y fuera del país. Pensándolo bien, esto es justo lo que necesitaba.
A pesar de los comentarios despectivos, Klaudio cambió por la fuerza el tema, tal vez en un intento de ocultar su vergüenza. Eso ayudó a calmar el corazón de Rosemarie, pero una ola de preocupación se apoderó de ella repentinamente.
—Ah, pero, ¿estás en condiciones de hacerlo? Es sólo que parecía que te faltaba tanta resistencia que te quedaste dormido en el campo de entrenamiento… —preguntó nerviosa, y Klaudio frunció los labios en respuesta. El hecho de que él le estaba dando una mirada seria en vez de un ceño fruncido, hizo difícil decir si estaba enojado con ella. Rosemarie sonrió sólo para estar segura.
Cuando lo hizo, Klaudio mostró una amplia y sugerente sonrisa propia.
—Bien, sobre eso, vas a ayudarme.
Esa sonrisa tenía algunas implicaciones inquietantes, pero un nuevo visitante llamó a la puerta antes de que ella pudiera refutar, así que la oportunidad se perdió.
♦ ♦ ♦
Rosemarie se preguntaba si estaba teniendo una pesadilla con la noche de su boda.
Klaudio estaba sentado en la cama. Era la viva imagen de la compostura, y sintió el deseo de poner su cubo sobre su cabeza.
—Um, ¿puedo preguntar por qué estás en mi habitación?
—Porque voy a estar durmiendo aquí, obviamente. Te dije que me ibas a ayudar.
Esa tarde después de la visita del Arzobispo, tal como Klaudio había predicho, se le informó que estaba autorizado para participar en el combate imperial del rey Baltzar. Puede que haya pretendido que fuera un espectáculo, pero estaba ocultando su deseo de participar todo el tiempo. Klaudio había terminado su trabajo y parecía estar de buen humor cuando Rosemarie lo dejó. Después de su habitual cena y baño, le hizo una visita inesperada cuando ella se preparaba para ir a la cama.
Heidy, inconsciente de toda la situación, parecía estar en conflicto entre estar encantada o resentida. De cualquier manera, el hecho de que se estaba convirtiendo en un gato negro indicaba sus sentimientos.
—Después de todo, parece que puedo dormir cuando estás cerca. Así que me vas a ayudar por el bien de mi salud —declaró Klaudio de una manera refrescantemente clara. Rosemarie cubrió su cara sonrojada con ambas manos como reacción, tal vez viendo la escritura en la pared. Esta era una terrible forma de acoso.
Bueno, por supuesto, esta es una situación de vida o muerte para el príncipe. Pero como compensación… ahora soy quien tendrá problemas para dormir…
Klaudio la tomó por el brazo, y ella se subió a la cama nerviosa. A pesar de que él estaba allí, con su mano cálida agarrando la suya, no sentía que fueran en verdad cercanos a pesar de que la cama estaba hecha para dos personas. Además, no tenía el más mínimo deseo de dormir.
Lentamente abrió los ojos, miró a su lado, y encontró a Klaudio con los ojos bien cerrados. En parte fue gracias a la habitación poco iluminada, pero las sombras proyectadas sobre su rostro le preocupaban, haciéndole pensar si estaba vivo o no. Ella lo miró fijamente, preocupada de que no pudiera respirar. En ese momento vio que la frente de Klaudio se arrugaba, y abrió lentamente los ojos.
—¿Mi cara es tan poco común para ti? Debe ser eso, porque la estás mirando como si fuera así.
—No, poco común no es la palabra… Sólo estaba un poco preocupada en cuanto a lo pálido que se ve. Además, el hecho de que no te vea con cabeza de bestia ha sido una maravilla para mí.
Para ser alguien que siempre había expresado su mala voluntad hacia ella, no podía dejar de maravillarse. El simple hecho de poder ver una expresión con una abundancia de emociones humanas era invaluable.
—Una maravilla, ¿eh? Tengo que preguntarme cómo ves mi verdadero rostro a través de tus ojos.
Klaudio entrecerró los ojos mientras Rosemarie inclinaba la cabeza en respuesta.
—¿Tu rostro no parece humano ni siquiera para ti mismo?
—No, no lo hace, y no tiene el tacto de la piel humana si lo toco, tampoco. Posee la misma textura que la de una bestia —dijo Klaudio, sonriendo sarcásticamente.
Mirando su apariencia desordenada, Rosemarie tocó con la punta de su dedo la mejilla de Klaudio sin pensarlo. Se sentía fría, pero seguía siendo piel humana.
—Puedo ver tu cara como humana. También tienes la textura apropiada de la piel humana. Príncipe, usted no es una bestia.
Si la cabeza de Klaudio se hubiera convertido en la de la bestia sagrada hace siete años, todavía sería un niño entonces. Si hubiera sido temido por todos a su alrededor desde entonces, se habría vuelto absolutamente loca.
Klaudio levantó su mano de forma poco natural, probablemente en un intento de quitar la mano a Rosemarie, pero esta cayó en la cama sin fuerzas. Incluso en la tenue oscuridad, ella podía ver destellos de alivio que entraban y salían de sus ojos azules mientras se ensanchaban con sorpresa.
Aunque parece que nunca tiene nada que temer, ¿está una gran preocupación para él?
Klaudio no dijo una palabra, así que Rosemarie comenzó a formar palabras en un momento de agitación.
—Um, pero… lo siento. Haré mi mejor esfuerzo para no mirarte tanto.
Probablemente ya tenía suficiente gente mirándolo por curiosidad y miedo por su cabeza de león. Añadir a alguien que de por sí odiaba al conjunto no era para nada bueno.
—No te digo que te disculpes —murmuró Klaudio sin rodeos después de una corta pausa, volviendo la cara para escapar de la mano que le tocaba la mejilla. Al mismo tiempo, sin embargo, apretó su mano un poco más fuerte alrededor de la de ella.
Si es así, ¿qué querías que dijera?
Hasta ahora, Rosemarie había discernido si alguien estaba enojado basado en la naturaleza bestial de sus cabezas. Se había acostumbrado a Klaudio y sus rápidos cambios de ira, pero estaba perdiendo su control sobre qué hacer con respecto a sus gestos y tono, ninguno de los cuales tenía el mismo resentimiento que sus palabras.
—Deja de observarme y apresúrate a dormir. Mañana también estarás ocupada.
—¿Eh? ¿Quieres decir que yo también voy a desempeñar algún tipo de papel?
—¿No te lo he dicho ya?
—No, creo que no me informaron al respecto —respondió, parpadeando. Klaudio entonces puso su mano desocupada en su frente y dejó salir un profundo suspiro.
—Aah, casi lo olvido. Supongo que la carta vino después de que saliste del cuarto —murmuró para sí mismo, y luego la miró—. Según la tradición, el ganador del combate imperial recibe un pañuelo de la dama más importante de todo el país, en lugar de un premio formal.
—En reconocimiento a su valor, ¿cierto?
Incluso entre todos los conocimientos que se habían acumulado durante su compromiso antes de convertirse en princesa heredera, esta era una tradición que le parecía especialmente extraña.
—Volland no tiene tal tradición, así que… ¡¿Eh?! ¡No, no podría! ¡Simplemente no podría!
Rosemarie trajo el edredón sobre su cabeza como si tratara de huir cuando entendió lo que estaba diciendo.
—¿Quién más lo hará si no lo haces tú? La Reina Madre ha ocupado ese papel hasta el año pasado, pero ya es vieja. Este año te tenemos a ti, y recibí la noticia de que con gusto se retiraría si me voy a unir a la competencia. Te lo preguntaré una vez más: ¿quién más lo hará si tú no lo haces?
Su única respuesta a la exasperada pregunta de Klaudio desde el otro lado de su barrera consoladora fue un violento movimiento de cabeza. Si la Reina Madre, la abuela de Klaudio y la dama más importante de todo el país, renunciaba, los deberes deberían haber recaído sobre la reina. Pero la madre de Klaudio había fallecido cuando él era todavía un niño. Dado eso, los deberes recaerían inevitablemente en Rosemarie.
—¿Puedo atreverme a preguntar si puedo llevar mi cubo en la cabeza…?
—¿Qué es toda esta tontería del cubo? ¿Realizan asuntos oficiales con cubos en la cabeza en tu país? —preguntó Klaudio en un tono irritado, a lo que Rosemarie sacudió la cabeza mientras aún se acurrucaba en una bola.
Él tiene razón. Esto es un asunto oficial. Sí, es un asunto oficial… Aah, pero, estoy tan asustada… Me encantaría huir…
Un montón de gente bajo un mismo techo estaba destinado a estar lleno de animosidad… No en el mismo grado que el Arzobispo antes, pero a pesar de todo, estaba obligada a estar en medio de todas esas bestias. Con su cuerpo temblando como loco, apretó el edredón más fuerte.
—¿Tienes tanto miedo de ver las cabezas de las personas transformarse en bestias? Personalmente, no me parece nada incómodo el hecho de que puedas identificar al instante a la gente que alberga animosidad; de hecho, me da envidia.
El aliento de Rosemarie fue atrapado en su garganta por un segundo debido a la envidia de Klaudio.
¿Eh? ¿Él tiene envidia de mis ojos? Está… ¿envidioso de poder ver la animosidad de todos y cada uno?
Rosemarie sintió algunas emociones confusas brotando en la boca del estómago. Había estado plagada de esos ojos desde su infancia. A pesar de que era una princesa, su incapacidad para estar frente a extraños no sólo le había hecho pasar un mal rato a ella misma, sino a todos los que la rodeaban. El simple pensamiento era increíblemente patético y la llenaba de culpa, pero Klaudio le dijo que tenía envidia de esos mismos ojos.
—Muy bien. Tomaré el papel —expresó en un tono terriblemente apagado.
Mientras mantenía el escalofrío bajo control, su cuerpo se sentía frío como el hielo en el interior. La mano de Klaudio comenzó a sentirse pesada en la suya.
—Bueno, eso es un cambio repentino. ¿Por qué estás tan motivada de repente?
El cambio repentino de su actitud sin duda le dio a Klaudio espacio para sospechar mientras trataba de quitarle el edredón de su cabeza, pero ella desesperadamente agarró la manta. No sabía qué clase de expresión estaba haciendo ahora, pero no quería que Klaudio la viera de todas formas.
Probablemente cansado de lidiar con Rosemarie y su obstinación con ser un molusco, Klaudio renunció a continuar con su juego.
—No sé lo que te pasa, pero si dices que vas a tomar el papel, entonces mejor asegúrate de hacerlo bien.
Ella sintió que él apretaba su mano con más fuerza que antes. Ese único tirón sirvió como respuesta, Klaudio no tenía nada más que decir.
Después de un corto período, pudo oír los ronquidos silenciosos de Klaudio.
Estaba tan profundamente dormido, que era difícil creer que había tenido insomnio todas las noches como había dicho Fritz. Mirarlo la atormentaba, esparciendo una sensación sombría a través de su pecho.
¿Estaba molesta? ¿Estaba triste? ¿O quizás estaba insegura y nerviosa por su papel en el combate imperial de mañana? Rosemarie no pudo responder a ninguna de esas preguntas, y en cambio dejó escapar un profundo suspiro.
♦ ♦ ♦
—Hay tanta gente aquí princesa. ¡Quiero decir, Lady Rosemarie! —expresó Heidy emocionada, corriendo a la sala de espera con las mejillas sonrojadas, y causando que Rosemarie se levantara de su asiento.
—¿Eh? ¿Ya es mi señal? Espera, espera…
—No, todavía falta un rato. Por favor, cálmese, Su Alteza.
Los ojos de Rosemarie se movieron por toda la habitación sin una pizca de compostura. Allí, vio a Alto esperando en la puerta con una sonrisa irónica dibujada en su cara de confianza. Se hundió en su silla como si se hubiera quedado sin energía.
La noche había pasado, y ahora era el día del combate imperial.
Aparentemente, los preliminares habían estado ocurriendo durante unos días, pero una vez que llegó el momento del combate principal, el número de espectadores se disparó. Alto le había dicho que en Baltzar, aunque había muchos dispersados en todo el país, las batallas entre espadas sin uso de magia eran muy populares.
Los vítores y el fervor de la multitud se podían sentir incluso desde la sala de espera frente a la arena, tanto, de hecho, que hizo que Heidy pidiera inquietamente permiso para ir a ver cómo estaba fuera.
Al regresar, se dio una palmada en el pecho para recuperar el aliento.
—No me asustes así, Heidy.
—Mis disculpas. La emoción de todo esto me afectó. Oh, el príncipe Klaudio parece verse muy pequeño desde aquí, señora.
—Ya veo —dijo Rosemarie y asintió torpemente al escuchar el nombre de su esposo.
Desde anoche, no había sido capaz de aclarar su mente, y apenas pudo dormir. Era casi como si hubiera contraído el síndrome de insomnio del príncipe, sin embargo, parecía que él si había descansado bien, y se había ido al combate imperial de buen humor. También parecía que, como Klaudio era tan hábil, aunque era una entrada de última hora, fue puesto en el soporte principal.
La respuesta poco entusiasta de Rosemarie llevó a Heidy a fruncir el ceño con preocupación.
—¿Está nerviosa? Estará bien. Todo lo que tiene que hacer es tirar suavemente el pañuelo al vencedor.
—Veras, Heidy. No es solamente soltar el pañuelo, debo entregarlo correctamente en la mano de la otra persona.
—Oh, no es su trabajo ser una molestar a la princesa. Está demasiado tensa Su Alteza, no se preocupe por eso, solo deje caer suavemente el pañuelo. —Alto reprendió severamente a Heidy mientras hablaba en un tono más brillante y alegre de lo habitual. Al ver esto, Rosemarie se rió un poco.
Aliviada por ese gesto, Heidy se ofreció a hacer un poco de té y se excusó para dirigirse a un rincón de la habitación donde estaba preparado. Rosemarie apartó la mirada de Heidy y repentinamente llamó a Alto, que estaba parado en la puerta.
—Me disculpo por hacerte actuar como mi guardaespaldas, señor Clausen. Sé que quería participar en el combate imperial…
—Su preocupación es apreciada, pero innecesaria, milady. Habría algunas ligeras complicaciones si participara, así que me abstengo de entrar todos los años —dijo Alto, sonriendo sobre su dudosa declaración. Rosemarie parpadeó, perpleja, y la sonrisa de Alto se volvió problemática.
—Es vergonzoso tener que aceptar esto, pero mis técnicas con la espada no están a la altura. También tengo el hábito de irritarme fácilmente en el fragor de la batalla, lo que contribuye a que se nuble un poco mi juicio, por lo que no tendría muchas posibilidades.
Para un caballero cuyas convicciones se basan en el concepto de combate justo y limpio, eso era un pequeño problema. Tenía razón, no podía participar dado todo eso, pero era increíble que hubiera logrado ascender a través de las filas hasta el puesto de Vice Capitan a pesar de todo eso. Alto sonrió con suavidad al ver la duda escrita en el rostro de Rosemarie.
—Estoy muy agradecido a Su Alteza por considerarme un recurso inestimable a pesar de mis obvios defectos. Viendo que Su Alteza la mantiene tan cerca y la quiere, no tengo ninguna objeción en servir como su guardaespaldas. Así que por favor, tenga la seguridad de que no es un problema para mi, Su Alteza.
Alto dio su saludo de caballero poniendo su mano en su pecho. Rosemarie lo miró con sentimientos encontrados. Como su cabeza aún era humana, podía estar segura de que sus palabras salieron del corazón. Lo mismo ocurrió con Fritz, ese clérigo que se mantuvo despreocupado incluso estando alrededor de Klaudio.
El príncipe heredero debe haber sido un buen maestro para todos sus ayudantes y criados, de lo contrario, no habría sido tan querido.
Rosemarie pensó en lo mucho que le gustaría poder construir lazos tan fuertes obtenidos a través de la confianza.
Aun así, ¿a quién envidio de los dos: al príncipe o al escudero Clausen?
Rosemarie no estaba segura.
—Princesa, aquí está su té. Estaba bastante caliente, así que déjelo enfriar un poco. Desafortunadamente, no tenemos más Saola, así que en esta ocasión es diferente —dijo la sirvienta, presentándole de repente la taza de té caliente.
—Gracias, Heidy.
Después de ver su sonrisa, Rosemarie sintió que su estado de ánimo resurgió. Respondió con una sonrisa de gratitud hacia la criada, la única persona que nunca la había abandonado a pesar de sus defectos.
♦ ♦ ♦
Heidy se encontró abrumada por la emoción y el temblor. Vio a Rosemarie presentar el prestigioso pañuelo al vencedor del combate imperial desde una corta distancia, y su corazón se volvió positivamente salvaje.
Rosemarie estaba en la cima de la larga escalera que llevaba a la arena, tan nerviosa que su cara se quedó sin color. A pesar de todo, mantuvo la espalda recta y en pie con dignidad.
Sé que la princesa no tiene mucha seguridad en sí misma, pero…
Sus grandes ojos verdes temblaban de inseguridad, sus diminutos labios rosados estaban fruncidos, y su nariz estaba un poco plana. Pero en cuanto a su impresión general, le recordaba a un pequeño animal, del tipo que te hace querer protegerlo y alimentarlo. Junto con su cabeza pelirroja, se veía tan hermosa como una rosa silvestre.
Y la persona que se había arrodillado ante la encantadora princesa era el príncipe con cabeza de león y una brillante melena plateada. La armadura negra que adornaba su firme cuerpo sólo servía para acentuar su comportamiento varonil.
Una bestia salvaje atada a una doncella bella e indefensa… era como una escena sacada de una obra de teatro o de un cuento. Sin ningún tipo de realismo, era pura fantasía. Desde el punto de vista de cualquier espectador, era el máximo espectáculo.
Princesa, sólo te queda un poco más, así que aguanta, ¡por favor!
Aunque ella no tenía ni idea si Klaudio había sido el vencedor de forma intencional o no, fue probablemente un resultado afortunado para Rosemarie. Pararse en frente de una persona desconocida sería mucho peor para ella, que estar parada frente a su esposo.
Heidy miró con la respiración entrecortada mientras Klaudio presionaba el pañuelo contra su pecho, y procedió a besar la pequeña y delgada mano de Rosemarie.
Pero las conversaciones susurradas de las criadas que estaban a su lado le hicieron fruncir el ceño.
—Diré que es agradable mirarlo desde la distancia, pero odiaría tener a esa persona como mi marido. Tampoco ayuda mucho que se haya enamorado a primera vista de la manera en que lo hizo.
—Totalmente de acuerdo. Esa cabeza suya es horripilante. Creo que Su Alteza es una buena persona, pero no me sentiría tan inclinada a hablar con él. Dicho esto, es la pareja perfecta para esa densa princesa de campol
Ocasionalmente, conversaciones como esta llenas de miedo y vitriolo eran compartidas entre las criadas. Era una princesa densa que venía del campo y lamentable que se casó felizmente con un príncipe que se enamoró de ella a primera vista, a pesar de que su cabeza era la de una bestia literalmente.
No podía soportar decirle a Rosemarie lo que se decía sobre ella, ni quería dejar que la chica se acercara a la fuente. Después de todo, Rosemarie tenía la desgracia de ver la animosidad de los demás. Heidy quería protegerla de eso tanto como fuera posible.
Probablemente ni siquiera sabían que Heidy era una sirvienta de Volland que la había acompañado hasta aquí. Mientras esas sirvientas tenían su pequeña charla animada sin siquiera mirarla, Heidy se mordió el labio, tratando de contenerse.
¿Debería seguir adelante y decirles? Pero si lo hago y la princesa se entera, las cosas se pondrán feas.
Heidy contuvo su irritación para que no se notara en su cara y le dio la espalda a las sirvientas parlanchinas. Ya era hora de que Rosemarie volviera de la arena, así que no tenía tiempo de quedarse de pie escuchando charlas sin sentido.
—Disculpe, ¿podría ser la criada que atiende a Su Alteza Real? —la llamó una voz como si la persiguiera, por lo que forzó una amplia sonrisa y se dio la vuelta. Allí vio a una chica con un comportamiento tranquilo, vestida con un traje de criada inclinándose.
—Sí, así es. ¿Puedo ayudarla?
—En nombre de esas chicas, me disculpo. Usted fue seleccionada por Su Alteza personalmente, pero todos esos terribles chismes…
—No se preocupe. Tenemos que aprender a dejar el pasado atrás, después de todo —la tranquilizó con una amplia sonrisa. No había nada que pudiera hacer con sus ideas equivocadas, además no era a Heidy a quien debían pedir disculpas.
Hizo una reverencia a la otra criada, ahora tristemente callada y sin hacer nada, antes de girar sobre su talón.
¡Oh, por el amor de Dios, tengo que apurarme y llegar a la princesa!
Rosemarie estaba seguramente congelada por la tensión y el miedo. Tenía que llegar a su lado rápido y consolarla de cualquier manera que pudiera. Heidy trotó por el pasillo como una mujer poseída, imaginando a su pobre ama dirigiéndose hacia la arena, su cara pálida y sus hombros temblando de miedo por el calvario que tendría que atravesar.
♦ ♦ ♦
Su visión vaciló.
Una vez que Rosemarie logró mover su cuerpo congelado por la tensión y volver al edificio desde la arena, se tambaleó en sus pies.
—Su Alteza, ¿se encuentra bien? —preguntó Alto, a su lado como guardaespaldas, procediendo a sostenerla por los hombros. Rosemarie asintió débilmente en respuesta.
Había una presión sobre ella, incluso mayor que la que había sentido en su boda, por el hecho de que tanta gente viera cada paso que daba y cada movimiento que hacía. Eso incluía tanto a los de cabeza humana como, naturalmente, a los que se habían transformado que estaban presentes. Como resultado, su miedo se duplicó.
—Oh, estoy bien. Sólo tuve un pequeño mareo…
¿Quizás la falta de sueño fue la culpable? En el momento en que sus nervios se aflojaron, se sintió mareada. No sabía si se estaba poniendo pálida también, pero sentía algo de frío. Al cerrar los ojos, sintió una mano que no era la de Alto apoyándose en su hombro tembloroso.
Rosemarie sacudió la mano por reflejo mientras un olor a polvo rozaba su nariz. Cuando abrió los ojos, encontró a Klaudio, mirándola con la frente arrugada como siempre y ese brillo agudo en su mirada que causaba que sus músculos se tensaran.
—Oh… me disculpo, no… quería… no…
Klaudio la saludó ligeramente con la mano que ella había apartado, y luego miró hacia otro lado con desagrado.
—Alto, busca a la criada. Una cara familiar podría ayudar a calmarla un poco.
—Sí, señor —respondió el caballero, y salió de la habitación. En cuanto lo vio salir , Klaudio suspiró para sí mismo.
—¿Qué has visto esta vez? ¿Monos? ¿Osos? ¿O tal vez había algunas cabezas de león en la mezcla? Tu visión no es una sentencia de muerte, sabes. ¿Te llamas a ti misma la princesa de una nación cuando estás asustada por todo lo imaginable? Es patético. El rey Volland te mimó demasiado. No veo cómo vas a vivir en Baltzar con ese tipo de comportamiento.
Aunque los pasillos estaban desprovistos de actividad humana, Klaudio mantuvo su voz baja por si acaso; pero su irritación se mostraba en su tono. Rosemarie no hizo nada más que mirar al suelo.
—Personalmente, no me parece nada engorroso el hecho de que puedas identificar instantáneamente a las personas que albergan animosidad; de hecho, me da envidia.
Lo que le dijo antes de que se fuera a dormir anoche resonó en su mente.
Todo a su alrededor parecía ponerse rojo. Las emociones por las que había estado mareada antes habían empezado a hervir, y comenzaron a abrirse paso a través de su garganta.
—Si no te importa… Mi padre…
—No puedo oír lo que estás diciendo. Deja de murmurar y habla más alto.
—Dije que le agradecería que dejara de insultar a mi padre, si no le importa. Mi personalidad es producto de mi propio esfuerzo, y la razón por la que tengo esta clase de ojos es gracias a usted, príncipe. Si tuviera la opción, habría tomado la cabeza de la bestia en su lugar. Prefiero ser patética y temerosa que ser temida por todos los demás.
—¿Qué acabas de decir?
—Si tienes tanta envidia de mis ojos, entonces con todo el gusto te los daré. No es como si te hubiera robado tu maná porque deseaba hacerlo.
—Silencio. —Las perfectas cejas de Klaudio se hundieron en un intenso ceño fruncido. Forzó su cara contra su pecho, no dándole otra opción más que cerrar la boca—. ¿Sabes dónde estás? Por suerte, no hay nadie aquí, pero estamos en un pasillo público. Nunca se sabe quién puede estar escuchando y dónde. Suelta todo eso sin cuidado y dejarás que las cosas que tú también escondes salgan a la luz.
—No me importaría incluso si lo fueran.
Se apartó del pecho de Klaudio y levantó la cabeza. Enfurecido por la rabia, Klaudio le lanzó sus ojos azules. Pero la muchacha le devolvió la mirada sin inmutarse.
—Príncipe, ¿qué crees que soy? ¿Una bóveda de almacenamiento de maná? ¿Una almohada lista para dormir? Soy consciente de que me guardas rencor, pero no entiendes que yo también tengo sentimientos. Si los tuvieras, no…
—Estas diciendo que no entiendo tus sentimientos… ¿Escuché bien? No, es porque entiendo que he tratado de estar atento y he preparado una sala de espera para ti. Normalmente, se supone que debes esperar con Su Majestad y los criados. Considerando que teme tanto estar en la mira del público, arreglé las cosas para que no tenga que estarlo. Así que por favor, explique su tono.
—Que… no… —Ella no era consciente de eso. Principalmente porque Klaudio no le había dicho nada y tampoco era lo suficientemente inteligente para inferirlo. Además, está clase de evento no existían en su tierra natal, así que no había manera de que ella supiera lo que estaba fuera de la norma y lo que no—. Um, pero eso no es del todo correcto. Eso no es lo que estoy tratando de decir.
—Entonces, ¿qué demonios estás…?
Al ver el rostro de Klaudio tornarse rojo como un tomate, su ira comenzó a marchitarse, pero ella trató de seguir explicando con la esperanza de ayudarle a entender. Fue entonces cuando de repente se cortó. Vio que sus ojos se dirigían hacia el final del pasillo, y ella misma miró hacia allí. Vieron a una chica vestida con el atuendo de una dama de la corte que asomó la cabeza nerviosamente por la esquina. Rosemarie nunca había visto la cara de la chica antes.
—¿Qué pasa?
—¡O-Oh! Sí, bueno, Su Majestad ha estado buscándolo, príncipe Klaudio. El banquete de celebración está a punto de comenzar, ya ves… —Al escuchar la pregunta de Klaudio, la cara de la dama se puso muy pálida. Ella entregó su mensaje mientras miraba a Rosemarie, y Klaudio asintió con la cabeza en respuesta, completamente calmado.
—Está bien. Diles que sigan adelante y comiencen las festividades sin mí.
La señora despejó el área como si estuviera siendo perseguida por un monstruo al escuchar la respuesta del príncipe. Al hacerlo, Klaudio tiró con fuerza del brazo de Rosemarie y comenzó a caminar.
—Um, nunca escuché que necesitaba asistir.
—Sí, porque nunca lo mencioné. Sabía que no querrías participar, así que planeaba decirles que tenías que perderte el banquete porque te sentías mal. Pero he cambiado de opinión. Vas a venir conmigo. Después de todo, dijiste que no entiendo tus sentimientos.
Rosemarie intentó protestar mientras Klaudio la arrastraba, casi haciéndola caer, pero él respondió sin siquiera darse vuelta para enfrentarla. Por su tono de voz, sabía que no estaba bromeando y estaba claramente enfurecido.
Rosemarie procedió a seguirlo a través del pasillo siendo medio arrastrada por Klaudio, dirigiéndose hacia el gran salón donde se celebraba el banquete. En el camino, pasaron por varias personas que parecían sorprendidas, pero eso no impidió que Klaudio siguiera caminando.
Quiero decir, no sabía que él había puesto tanto en consideración de esa manera…
Ella nunca lo habría sabido a menos que él se lo dijera y como no lo había hecho no había forma de que lo supiera. Era reflexiva en sus acciones y reacia a la situación. Con su mente en ambos extremos del espectro, llegó a su destino.
El banquete de felicitación ya estaba en marcha, tal como Klaudio había ordenado.
—Su Majestad, mis más sinceras disculpas por no haber llegado a tiempo.
El clamor encapsuló su cuerpo. Las miradas de la gente en la sala a la que había sido arrastrada se clavaban en ella. Su corazón se agitaba como loco. Incluso mientras Klaudio se disculpaba con el rey Baltzar, ella tenía miedo de mirar alrededor de la habitación.
Klaudio caminó orgulloso entre la multitud de gente que clamaba por ver al invitado de honor. Rosemarie trató de agarrar su brazo, pero de repente él la liberó de su agarre.
—¿Alguien podría entretener a mi esposa por mí? Debo ir a cambiarme —dijo con una sonrisa forzada. Tan pronto como Klaudio habló, se marchó rápidamente sin darle tiempo a Rosemarie a reaccionar. No hace falta decir que esto la dejó en pánico.
—¿Eh…? Príncipe, por favor, espere un…
—Vamos, Su Alteza, ¿le gustaría hablar con nosotros hasta que Su Alteza regrese? —Sintió que la delgada mano de una noble mujer al azar la tocaba suavemente en la espalda. Rosemarie la miró con temor, y se llenó de alivio momentáneo cuando vio que el rostro de la noble dama era humano… Sin embargo, sus ojos se abrieron rápidamente ante la vista que se desarrollaba frente a ella.
Su cabello grueso y hermoso era tan negro como el cielo nocturno, pero en un abrir y cerrar de ojos, se había transformado en plumas de color amarillo. Sus ojos, que brillaban con curiosidad, tomaron una forma completamente circular. Su par de labios rojos bellamente pintados sobresalían hacia adelante, curvados, transformándose en un duro pico negro. La noble dama que se había transformado en la cabeza de un loro, una criatura que Rosemarie sólo había visto en forma ilustrada y ahora intentaba entablar una conversación amistosa.
—Se dice que Su Alteza dedica cada momento a estar con usted. Estoy bastante celosa de lo felices que se ven. —La mujer mostró una sonrisa forzada y ambigua mientras el rostro de Rosemarie se tensaba. Cuando lo hizo, otra mujer que estaba a su lado se inclinó hacia adelante. Su cabeza se había vuelto la de un perro blanca con su gran boca abierta que hizo que Rosemarie quisiera gritar, pero ella la sofocó.
—En efecto. También fuimos seleccionadas como candidatos al matrimonio de Su Alteza, pero parece que no fuimos de su gusto. Ahora que sabemos que prefiere chicas tan inocentes como usted, veo que no tuvimos oportunidad. —Los pares de ojos del animal que la miraban fijamente no estaban para nada felices.
Si querían ser la esposa de Klaudio lo suficiente como para albergar una verdadera envidia, deberían haber sido capaces de serlo. Reunieron a candidatas a la boda de países vecinos porque no había candidatas adecuadas en los alrededores.
Incluso si estas chicas no tenían ningún deseo de casarse, probablemente no les gustaba que alguna princesa criada en el campo fuera ahora la dama más importante de todo el país después de la Reina Madre.
Sus mentiras, sus palabras despectivas, las habían hecho tomar formas bestiales. El violento latido del corazón de Rosemarie estaba desenterrando malos recuerdos .
—No la soporto, Lady Rosemarie.
La primera vez que vio a una persona con la cabeza de una bestia fue la hija de un noble con quien era cercana.
—Siento lo que dije antes. En realidad te amo
Cuando dijo que no la soportaba, la chica tenía la cabeza de una rata sobre sus hombros. Aparentemente, sólo se disculpaba porque su madre la regañó cuando se enteró más tarde.
Ira, animosidad, emociones negativas. Ese fue el momento en el que aprendió que todas esas cosas le harían ver a la gente como bestias.
El desajuste entre sus palabras y su cara era horrible.
—¿Su Alteza? ¿Pasa algo?
—Supongo que no debe estar acostumbrado a un lugar tan ruidoso.
Las damas con cabeza de loro y perro soltaron risas burlonas mientras pronunciaban palabras de preocupación. Rosemarie sintió como si se volviera loca, apretando fuertemente su mano.
—Lo… lo siento… Por favor… discúlpeme.
Se las arregló para sacar esas palabras a través de su frenético jadeo mientras se alejaba. Sabía que lo que estaba haciendo era una mala muestra de modales. Sin embargo, quería huir a algún lugar solitario lo más rápido posible.
Esquivando a través de la gente, trató de huir hacia la salida, pero un individuo vestido con un traje de sacerdote de hilo de plata la interrumpió.
—Oh, Dios, si es Su Alteza Real. ¿No va a esperar aquí hasta que el príncipe Klaudio regrese? Si te fueras a ir antes, el príncipe se enfadará mucho con nosotros. Prometimos hacerle compañía, después de todo.
—¿Arzobispo?
Era el arzobispo Kastner, con la mitad de su cara reptil y derritiéndose. La parte humana de su rostro estaba sonriendo mientras la miraba.
—Ahora, por aquí, mi niña. —Kastner dio un paso adelante y presentó su mano. Su monstruosa forma se acercó. Rosemarie sacudió furiosamente su cabeza y dio un paso atrás.
¿Por qué su cara está así aunque el príncipe ni siquiera está aquí?
No tenían suficiente contacto entre ellos para que él tuviera tal animosidad hacia ella. Por mucho que estuviera confundida, estaba más aterrorizada.
El comportamiento de Rosemarie era extraño para la gente que la rodeaba y que la observaba dudosamente, pero ya no tenía la capacidad mental para preocuparse por eso. El Arzobispo con cabeza de monstruo estaba parado justo al lado de ella.
—Su Alteza Real.
—¡Por favor, no me toque! No, no, ¡vete a otro sitio! —Abofeteando sus dedos a medio alcanzar, Rosemarie se acobardó.
La multitud estaba enardecida. Ellos no veían a lo que se referería y comenzaron a murmurar sobre ella, pero no quería escucharlo y se cubrió los oídos con ambas manos.
Por favor, se lo ruego. No se acerque a mí. Déjeme en paz. No quiero oír nada, ver nada.
De repente, con los ojos bien cerrados, pudo ver la imagen de un joven que extendía sus brazos con una sonrisa consoladora en el bosque.
—¿P-Príncipe…? —Viendo la cara del joven con un parecido pasajero con Klaudio, tuvo una vaga sensación de mareo aunque sus ojos estuvieran cerrados.
Algo caliente inesperadamente vino sobre su cuerpo. Habiendo notado que estaba siendo abrazada por los brazos de alguien, trató de sacudirlos; pero eso sólo sirvió para fortalecer los esfuerzos de esta persona para retenerla.
Incapaz de moverse con libertad, abrió ligeramente los ojos para ver a su criada mirándola preocupada.
—Heidy…
Cuando Rosemarie hizo confirmación visual con su doncella de confianza, pudo encontrar un verdadero alivio que provocó que la energía saliera de su cuerpo, con los ojos llenos de lágrimas sin secar.
♦ ♦ ♦
—Parece que mi esposa no se sentía muy bien. Causó una gran escena. —Klaudio miró a su alrededor, sosteniendo con firmeza a la ahora inconsciente Rosemarie en sus brazos. Las caras sospechosas le llenaban de una sensación interna de impaciencia
—Parecería que sí. Me tenía bastante preocupado.
—Perdóname. Pronuncié esa petición sin siquiera pensarlo —indicó Klaudio.
—Oh, no piense en ello. Fue en parte culpa mía por intentar tocarla sin la debida consideración.
Klaudio se disculpó una vez más con Kastner, quien se quedó allí de pie con una suave sonrisa, y luego abandonó rápidamente el área. Heidy lo siguió, nerviosa, con Alto y su solemne expresión uniéndose justo después.
—Maestro Klaudio, ¿cuál es el significado de esto? —preguntó Heidy, claramente enfurecida, mientras él procedía por el pasillo con Rosemarie en sus brazos. Ignoró la pregunta y continuó caminando. Su temperamento llegó a un punto de ebullición, Heidy dio vueltas alrededor de él y lo cortó—. ¡Por favor, deje de ser tan reservado y dime qué le has hecho a la princesa!
Klaudio vio las cejas delgadas de Heidy hundirse en un ceño fruncido, y su cara tomó un giro muy agrio.
—La llevé al banquete y la dejé sola, sabiendo muy bien que no sabe manejarse en público. Eso es todo.
Sin hablar de su ira, la cara de Heidy se puso más y más roja por el instante.
—Nunca pensé que perdería la compostura de tal forma… —En la boda, en su oficina y en el combate imperial no hace mucho, Rosemarie se ponía pálida y empezaba a temblar, pero nunca antes había sacado a la luz sus emociones.
—¿Por qué hizo tal cosa? ¿Está diciendo que la princesa hizo algo que lo molestó tanto, príncipe Klaudio? ¿Y bien? ¿Lo hizo?
Klaudio estaba luchando para encontrar sus palabras. Aunque no escatimó en gastos para hacer que la despreciable persona que le robó su maná estuviera cómoda, ella había apartado su mano cuando intentó evitar que se cayera de pie con terror. Y luego le dijo que no entendía sus sentimientos, dos cosas que lo enviaron al fondo del abismo de la ira.
Mientras pensaba en ello ahora, no sabía por qué le hizo enfadar tanto.
—Buena criada, déjalo así. Si provocas una conmoción, dañará la reputación de Su Alteza. Príncipe, permítame llevar a su esposa a su habitación. Podría plantear problemas si el invitado de honor no está presente en su propio banquete.
Alto se entrometió para calmar la situación, y Heidy se retiró a regañadientes. Klaudio le pasó la inconsciente Rosemarie, y después de una rápida reverencia, comenzó a alejarse.
Cuando Klaudio los vio desaparecer detrás de una esquina del pasillo, su cansancio lo golpeó y se agarró la frente. Sintió una emoción que venía de dentro, una emoción llamada culpa. Era pesada, se sentía como plomo, y se apoyaba en su pecho.
—Ese fue un error garrafal de su parte, algo muy raro en usted —le dijo una voz alegre pero decepcionada por detrás. Cuando se dio la vuelta, pudo ver a Fritz, cuyo lunar bajo su ojo se levantaba por su sonrisa irónica. Klaudio hizo una mueca, sintiendo que estaba siendo criticado.
—Nunca esperé que tuviera tanto miedo de perder su orientación. Nunca había mostrado tal comportamiento hasta ahora.
—Lo había soportado porque no quería molestarle, Su Alteza. Una gran fortaleza mental, considerando que ni siquiera sabía hasta hace poco que le había robado el maná, diría yo.
Klaudio miró a Fritz mientras sacudía la cabeza en señal de decepción, luego se dio la vuelta y comenzó a caminar de vuelta al salón. Fritz lo siguió en su camino, pero no lo reprendió por hacerlo.
—Aun así, nunca hubiera pensado que la esposa real fuera capaz de decir algo que realmente te molestara. Pero tú dijiste algo para molestar a la esposa real de antemano, ¿no es así?
—Recuerdo haber mencionado al rey Volland, y que era patético que ella se preocupara por cada pequeña cosa. Sin embargo, ¿fue esa la única razón?
—No creo que ninguna persona sensata no se moleste por alguien que habla mal de su padre, pero… debe haber alguna otra razón también. ¿Por qué no intentar pensar en el pasado y recordar? Sólo disculparse por abandonarla no cuenta como una disculpa, después de todo —indicó Fritz.
—¿Por qué te pones del lado de esa cosa? Incluso dijo que había preferido tener una cabeza de bestia en lugar de sus ojos —expresó el príncipe.
Fritz pasó junto a Klaudio y caminó rápidamente hacia el salón, un acto que hizo que Klaudio apretara los dientes en frustración. El sacerdote se dio la vuelta y levantó una ceja.
—No me pongo de parte de nadie. Mi punto, Su Alteza, es que esta chica, que vive en constante temor, se enojó tanto que encontró en sí misma la manera de arremeter contra usted. Ahora, cálmese un poco y piensenlo —dijo como si estuviera amonestando a un niño pequeño. Luego se dio la vuelta y se fue, dejando a Klaudio atónito.
Fritz tenía razón, pero la frustración de tener que romperse la espalda por el bien de alguien a quien detestaba le hizo levantar la cabeza.
Se detuvo repentinamente y miró hacia el final del corredor por el que Rosemarie había sido llevada. Pero, al no ver ningún mérito en hacer algo ahora, se abrió camino de vuelta al banquete.