El Conde y el hada – Volumen 1 – Capítulo 1: ¿Es un caballero o un canalla?

Traducido por Den

Editado por Haru

Corregido por Gia


—Bueno, señor Gossam, ¿cómo puedo agradecerle su hospitalidad? —dijo un hombre joven y delgado, mientras mostraba una sonrisa pícara y apuntaba con una pistola al anciano, el cual poseía una barba orgullosamente cortada.

—¡Detente! Te pagaré todo lo que quieras —suplicó con una voz chirriante, su corpulento cuerpo temblaba en la silla.

—Qué generoso de su parte. Entonces, me gustaría preguntarle una cosa más. ¿Dónde puedo conseguir la legendaria Estrella Zafiro Merrow?[1]

—Eso es solo una leyenda, una historia, no existe —respondió Gossam.

El joven retrocedió, sosteniendo aún la pistola en su mano, y, lentamente, inspeccionó la habitación.

—Incluso cuando preparé este escenario especialmente para usted, no es capaz de complacerme.

Gossam estaba atado a una gran silla blanca de la sala de lo que utilizaba como laboratorio cuando desempeñaba su papel de doctor en psicología. La habitación estaba decorada con armarios llenos de vasos de precipitación, los cuales contenían cerebros humanos.[2]

Antes, fue Gossam quien observaba sin compasión a los sujetos de prueba que ataba a esa silla, pero las fichas se habían intercambiado. Se suponía que ese joven sería su próximo experimento. Sin embargo, ahora él tenía un arma en sus manos y pasaba sus dedos por los bisturíes de la mesa.

Él lo compró pensando que era otra rata inútil no deseada por la sociedad. No conocía el origen oculto de aquel hombre. Sus gestos eran elegantes y, a pesar de que su brillante cabellera estaba desaliñada y llevaba ropas andrajosas, seguía habiendo gracia en cada uno de sus movimientos.

El joven se detuvo y se volvió hacia Gossam con una mirada poderosa y silenciosa, la cual hizo que este se estremeciera más en su silla, como si estuviera ante una presencia superior. No era una rata de alcantarilla. Era un poderoso depredador que mostró su letalidad.

La criatura comprobó qué tan débil se había convertido su presa, dando vueltas alrededor de Gossam lentamente. Luego, levantó la pistola una vez más. Le dirigió una sonrisa perfecta que, en circunstancias normales, habría deslumbrado a cualquiera, pero él tembló de desesperación.

En un perfecto inglés, el joven habló con una voz lúgubre, como si fuera la misma muerte:

—Señor, necesitaré retirarme muy pronto. Es desafortunado que la Estrella Merrow no exista. Apuesto a que esta será la última vez que lo vea.

Puso el dedo en el gatillo.

—¡Espera! ¡Espera! —bramó Gossam.

No fue el miedo a morir lo que lo hizo confesar. Era un sentimiento abominable que, incluso después de la muerte, sentía que el diablo escondido dentro de ese hombre vendría tras él para asegurarse de que hubiera caído en las profundidades del infierno.

—¡Un Doctor de Hadas sabría si la leyenda de esa joya es verdadera o no! Debido a que, bueno, se dice que las hadas son las únicas que tienen la clave para ello, ¡así que, solo un especialista en ellas sabría cómo encontrarla! —exclamó Gossam.

—¿Un especialista en hadas? Si es un impostor espiritualista, ¿no hay muchos de ellos en la ciudad de Londres?

—La demanda para doctores de hadas ha disminuido estos días. Solo unos pocos permanecen en las afueras de Escocia y Gales, pero son viejos y algunos ya tienen un pie en la tumba. Por supuesto, los únicos que creen en las hadas en estos días son los niños.

—¿Pero usted está diciendo que ese conocimiento, que es solo para los niños, es lo que necesitamos?

—Sí, cuando se trata de merrows, pixies, silkies o lo que sea, ellos son los únicos quienes sabrían si existen o no. ¿Quién más podría? Es claro que un Doctor de Hadas conoce todo respecto a estas.

—Entonces, todos los que estaban calificados para la búsqueda del tesoro han pasado su tiempo de gloria, pero lo conozco lo suficiente como para saber que se ha encargado de todo y que ha encontrado a un Doctor de Hadas, el cual es perfecto para el trabajo, ¿estoy en lo cierto?

Gossam entendió que el joven ya había visto a través de él, por lo que cedió.

—Sí, he encontrado a uno. En un pueblo cerca de Edimburgo, Escocia…

El joven suspiró maravillado, como si estuviera oyendo sobre su amante perdida, e irradiaba una bella sonrisa mientras lo escuchaba. Cuando bajó la pistola, Gossam suspiró aliviado. Sin embargo, en ese momento, desde la parte más oscura del laboratorio, un disparo resonó en la noche.

♦ ♦ ♦

Una señal colgando en frente de una casa, invitaba nuevamente a la risa a los transeúntes de hoy: “Cualquier cuestión en relación con las hadas es bienvenida. Doctora de Hadas, Lydia Carlton”.

—¿Mamá, las hadas realmente existen? —preguntó un niño a su madre.

—Esos son solo cuentos. Por supuesto que no existen.

—¡No, son reales! —interrumpió Lydia, saliendo detrás del arbusto que estaba al lado del letrero, sorprendiendo a madre e hijo durante su conversación—. Las hadas son reales, incluso si no has visto una hasta ahora. Para comprobarlo, antes de ir a la cama, pon una taza de leche cerca de tu ventana, después, los brownies vendrán a visitarte.

Le sonrió al niño, pero la madre le lanzó una mirada, agarró el brazo de su hijo y lo haló camino abajo.

Lydia observó como madre e hijo se alejaban, mientras apoyaba su cabeza en su mano, imaginando si la llamaría anormal o loca.

—Lydia, no sirve de nada. No importa cuántas veces lo repitas, quien no ha visto a las hadas antes, nunca las verá. Aquellas personas no creerían en estas incluso si fueran golpeadas en la cabeza por una. Solo olvídalo y relájate —dijo un gato gris con largo pelaje, descansando en la rama de un árbol.

Ese gato, quien puede hablar y caminar en sus dos patas traseras, era su amigo. Él siempre llevaba una corbata para mostrar una imagen perfecta. Sin embargo, la manera en la que se estiraba para levantarse y se rascaba alrededor de su ombligo, solo lo hacía parecer, a ojos de Lydia, como un anciano metido en un traje.

—Oye, Nico, ¿crees que haya una manera para hacer entender a la gente sobre el trabajo de un Doctor de Hadas?

—Eso es preguntar demasiado. El tiempo cuando había doctores de hadas en cualquier sitio, y les pedían ayuda para resolver los problemas que sucedían cada día, ha terminado. Ahora estamos a mitad del siglo XIX.

—Pero eso no significa que las hadas se hayan marchado. Todavía viven al lado de la gente y hacen cosas buenas como malas. ¿No crees que es extraño que todo el mundo las ignore? Solo porque ellos no las puedan ver, ¿por qué tiene que significar que no existen?

Cuando toda su atención estaba enfocada en hablar, escuchó una voz vacilante, proveniente de más allá de los arbustos.

—Disculpe… Eh, entrega por correo… –dijo un nervioso joven cartero, asomándose por encima del arbusto con una carta en la mano. Su gato, quien podía desaparecer a voluntad, se había ido.

¡¿Le habrá parecido como si estuviera hablando conmigo misma?!

—Eh, no estaba hablando conmigo misma. Había un gato aquí. —Lydia trató de encubrir lo que parecía un comportamiento sospechoso, pero el cartero solo le lanzó una sonrisa incómoda—. No, quiero decir que él no es un gato normal, es un gato que puede hablar… —continuó Lydia.

Sin embargo, no importó cuánto lo intentó, aquello solo la hacía parecer más lunática. Además, notó que algunas pequeñas hadas, brownies por su aspecto, estaban jugando en la bolsa del cartero, por lo que no pudo evitar gritar:

—¡Deténganse! ¡¿Qué están haciendo?! ¡Paren de jugar con esas cartas! —Cuando los brownies se dispersaron en la bolsa llena de cartas, muchas de estas terminaron volando por los suelos—. Lo siento muchísimo, esos brownies son unos bromistas terribles. —Ayudó a recoger los sobres y se los entregó. El cartero los aceptó cautelosamente y, como si fuera una carrera, salió volando por el camino—. Otra vez lo mismo —dijo, dejando escapar un suspiro decepcionado.

Lydia también era bien conocida como la Extraña Carlton, quien no tenía amigos humanos. Eso se debía a que ella no intentaba esconder el hecho de que podía ver y hablar con las hadas. Quería ser una Doctora de Hadas para ayudar a la gente, pero todos sus intentos habían terminado en un fracaso.

—Vamos, no llores solo porque has espantado al nuevo cartero —dijo Nico.

Al entrar en la casa, vio que estaba sentado en el sofá, abriendo el periódico.

—Todo es culpa tuya —respondió furiosa.

No era como si le gustara el cartero, sucedía que había visto a algunas jóvenes de la ciudad, aproximadamente de su misma edad, hablando con él en una conversación encantadora y animada. En una ciudad tan campesina, la cual raras veces tiene cosas nuevas, la llegada de un joven era suficiente para excitar a las damas.

Lo que esperaba era que, si se trataba de alguien que no conocía los rumores acerca de ella, entonces podría tener una oportunidad de mantener una conversación normal con una persona normal, pero solo acabó presentándose como un bicho raro.

A Lydia no le importaba no ser comprendida por otros o sentirse sola. Cuando era pequeña y crecía, entendió que las hadas serían sus compañeras de juego y que pelearían con ella. Sin embargo, ahora tenía diecisiete años, por lo que era una joven dama que se acercaba a la edad del matrimonio. Si continuaba asustando a los solteros elegibles, se volvería un problema serio uno de estos días.

—Hmm, parece que hay un criminal a sueldo —dijo Nico, cambiando rápidamente el tema, mientras leía el periódico. Lydia quería mostrarle a la gente del pueblo la imagen de ese gato, sentado en el sofá como un humano, cruzando las piernas y sosteniendo un periódico con sus patas delanteras. De esa manera, ellos se darían cuenta de que aún existen muchas cosas inexplicables en el mundo—. La residencia de un psicólogo, el señor Gossam, fue saqueada por un ladrón, quien causó lesiones graves al propietario de la casa. Luego, robó una gran suma de dinero, el cual pertenecía a la familia.

—¡¿Oh, Dios mío, por qué hay un crimen de Londres en el periódico de un pueblo como este?!

—Es porque el hijo de la víctima está buscando al criminal, poniendo dinero como recompensa. Se dice que el ladrón parece ser un asesino en serie, quien ha matado a cientos de personas en América. Su edad es alrededor de veinte años y tiene el cabello rubio…

Un retrato espeluznante del hombre estaba impreso en el papel, pero, a pesar de eso, Lydia notó algo más importante. Una carta acababa de ser entregada.

—Mira Nico, es una carta de mi padre. Dice que debo ir a Londres, quiere pasar Pascuas conmigo.

—Es raro. Todavía no es Navidad.

El padre de Lydia era la única familia que le quedaba. Era un profesor en Mineralogía en la universidad de Londres.[3]

Había pasado mucho tiempo desde que recibió una carta de su padre, quien amaba investigar y pensaba que su deber como gemólogo era estudiar y clasificar cada especie y creación de la naturaleza.[4] Estaba tan concentrado en sus estudios, que pasaba todo su tiempo libre buscando rocas para recolectarlas.

—¿Vas a ir? Londres es un sitio peligroso.

—Es verdad, pero no hay de qué preocuparse, incluso si me encuentro con un ladrón, no soy lo suficientemente rica como para que me robe.

La madre de Lydia era una Doctora de Hadas. Antes de que se casara con su padre, residía en una isla del norte y ayudaba a la gente de la ciudad con sus problemas. Hace solo veinte años, ella vivió una vida no muy diferente a la de la época medieval.

Las islas pertenecían al enorme imperio Europeo, y cada una tenía sus propias culturas discretas, todavía vigentes. Sin embargo, Lydia nunca había visitado el lugar de nacimiento de su madre. Al casarse con su padre, quien era un extranjero, le dijeron que tenía que dejar la isla.

Aunque fuera de visita, no iba a ser bien recibida. Lydia recordaba muy poco de su madre, quien murió cuando ella era muy pequeña, pero, sorprendentemente, aún podía recordar las historias que le contaba.

El conocimiento de las diferentes especies, sus características, sus reglas, la comunicación y negociación con las hadas fueron un regalo que recibió de su madre. Por eso, al igual que ella, quería convertirse en una fantástica Doctora de Hadas.

No importaba si la llamaban un bicho raro, Lydia no quería avergonzarse ni ocultar el hecho de que podía ver a las hadas. Siempre y cuando existieran, seguramente habría gente que necesitaría la ayuda de un Doctor de Hadas.

♦ ♦ ♦

Dejando el cuidado de la casa de la familia al goblin, Lydia fue con Nico al puerto para abordar un barco, hacia la residencia de su padre en Londres[5]. Dejó un cartel en frente de su casa que decía: “Cerrado temporalmente”. Aunque, seguramente, no habrá nadie que extrañe su ausencia.

Había numerosos barcos de vapor estacionados en el muelle, el suelo estaba cubierto de pilas de cajas de equipaje, la multitud de pasajeros serpenteaba entre estas.

Su plan era ir a bordo del barco y dirigirse a Londres. Nico, como si fuera un gato ordinario, estaba montado encima de la maleta de Lydia.

—¿Por qué no caminas por tu cuenta? Pesas —le increpó.

—Es agotador caminar a cuatro patas —respondió, maullando a propósito, como si fuera un gato ordinario.

—Disculpe, ¿es usted la señorita Carlton? —Lydia se detuvo ante la mención de su nombre. Un hombre desconocido le sonreía mientras la saludaba, inclinando su sombrero—. Mi nombre es Huxley, soy un conocido de su padre.

—¿Eh? Entonces, ¿es un compañero de trabajo de mi padre?

—Así es, trabajo como su asistente en la universidad. He venido a escoltarla a Londres, es muy peligroso ir por su cuenta, ¿no lo cree? —le habló cortésmente.

Aparentaba tener más de veinte años. A primera impresión, le pareció un caballero.

—¿Padre le ha enviado especialmente para escoltarme? Bueno, es un poco abusivo de su parte utilizar su autoridad de esta manera.

—No tiene de qué preocuparse. Vine a Edimburgo por negocios de la universidad. Su padre le había enviado un mensaje a su residencia, pero parecía que estaba ausente. Le preocupaba que nos perdiéramos el uno al otro.

Lydia pensó que era muy considerado viniendo de su padre. Además de sus investigaciones, era del tipo de hombre tranquilo, relajado, parecido a un niño, que no se preocupaba mucho por los demás.

—Muchas gracias, señor Huxley. Por cierto, ¿cómo sabía que era la persona a quien buscaba?

—Una dama viajando sola, llamaría la atención a cualquiera.

Era verdad. Y una joven soltera como Lydia, no tendría muchas posibilidades de ir al extranjero en un barco en primer lugar. Además, estar en una clase social acomodada y vivir sola era inimaginable para una dama, por lo que eso la etiquetaba aún más como una extraña. Sin embargo, era inútil preocuparse por ello, dado que hasta la criada no quiso quedarse en su casa por más tiempo. Las hadas residentes causaban jaleos por la noche.

—La verdad, solo sabía que su color de cabello era oxida… quiero decir, de un castaño rojizo, así que no tuve ningún problema en reconocerla —agregó.

Pareció como si estuviera a punto de decir que era de un color hierro oxidado, una crítica que recibía a diario. Una descripción que se volvió un complejo, por lo que se puso un poco triste y decepcionada. Justo como estaba a punto de decir, su rústico cabello castaño rojizo era de ese color, y eso la hacía sentir un poco insegura.

Tal vez su padre se lo comentó. Estaba claro que era alguien que no le prestaba atención a ese tipo de pequeños detalles. Era algo que a las damas de edad próxima les preocupaba, por lo que no valía la pena tratar de hacerle entender. De todas maneras, Lydia pensó que no había nada por lo que ese gentil caballero se disculpara, así que sonrió.

A pesar de que no era alguien a quien la felicitaran por ser particularmente agradable, el señor Huxley la trató como a una chica normal.

Sin embargo, si le comentara el tema de las hadas, ¿cambiaría su actitud? Eso era algo de lo que no podía evitar sentir curiosidad. Quizás no mostraría ningún cambio en su expresión, pero definitivamente pensaría que era rara. Esperando aquello, Lydia siempre terminaba manteniendo la distancia entre ella y los demás.

Sea lo que sea que piensen los demás, siempre seré yo misma, pensó y se juntó a él, entregándole su pesado equipaje, el señor Huxley lo agarró con facilidad y dirigió la marcha.

—Oye, ¿vas a confiar en él? Está claro que es extraño que el profesor esté bien preparado con algo como esto, incluso si es por tu bien, ¿no crees? —le susurró Nico después de saltar de la maleta.

—Entonces, ¿cuál sería su intención al encontrarse con nosotros? Si quiere secuestrar a alguien por dinero, entonces habría optado por alguien más rico, ¿no? —respondió Lydia—. Incluso si fuéramos su objetivo, nuestros ahorros son utilizados por padre, quien es la clase de persona que gasta todo en sus investigaciones.

Nico todavía parecía estar en desacuerdo, pero era probable que no pudiera darle ninguna buena idea para cambiar su opinión, por lo que se quedó en silencio. Además, no había ningún motivo para estar preocupado, debido a que Huxley se dirigía al barco de vapor que Lydia planeaba embarcarse inicialmente.

La única cosa inesperada fue cuando entró a su habitación.

—Mi billete, no era para un dormitorio tan bonito —murmuró Lydia sorprendida al ver la espaciosa habitación a la que fue enviada, estaba bien amueblada y parecía cara.

—Sí, pero está bien, el profesor la reservó, así que, por favor, siéntase libre de usarla. Estaré en la habitación de al lado, si hay algo que usted necesite, déjeme saberlo —le explicó Huxley, antes de abandonar la sala.

Al final, parecía que no había nada de qué preocuparse.

—¿Viste, Nico? Te estabas preocupando demasiado. —Lydia se dejó caer en la gran cama de plumas para luego añadir—: Parece que todavía falta tiempo para que partamos. —Entonces, escuchó un extraño ruido que provenía de un rincón de la habitación—. ¿Qué…?

El ruido parecía venir del armario, por lo que se puso de pie y, de puntillas, se dirigió hacia este. Cuando estaba frente a las puertas de madera, estiró la mano y, con toda su valentía, abrió ambas puertas.

Vacío.

Justo cuando soltó un suspiro de alivio, sintió un movimiento detrás de ella. Una figura salió de entre las sombras de las cortinas y cubrió su boca con una mano, y la sujetó con fuerza por detrás. Intentó zafarse, pero no pudo moverse. Nico siseó al intruso con el pelaje de su espalda erizado, pero, al final, solo era un gato. Era inútil.

—Ayúdame. Te lo ruego… —susurró el desconocido al oído de Lydia.

¿Ayúdame? ¡Eso es lo que quiero decir!, pensó, mientras se resistía.

—Por favor, escúchame en silencio. Ese hombre… el que te trajo aquí, es miembro de una banda criminal. Si te quedas, estarás en grave peligro —agregó.

Sorprendentemente, la voz masculina era tranquila y fluía con elegancia de sus labios.

Espera, ¿Huxley es un villano?

Cuando Lydia se relajó, el intruso debió de pensar que no gritaría, por lo que retiró la mano de su boca. Sin embargo, aún la sostenía con fuerza.

—¿Qué quieres decir? ¿Quién eres? —cuestionó Lydia.

—Fui capturado y confinado por ese hombre. Me las arreglé para escapar y me escondí en esta habitación. Después, te trajo aquí. Él se dará cuenta de que he escapado, y tú estarás en peligro también. Es por eso que necesito tu ayuda.

—No tiene sentido.

—No hay tiempo. Tenemos que salir antes de que el barco salga del puerto, te lo explicaré todo más tarde. Solo puedo decir que tienes que confiar en mí.

Lydia, finalmente fue liberada, se volvió hacia él. Era un hombre delgado. Tenía el cabello rizado y descuidado, con un poco de barba en su rostro. Sin embargo, observando por encima de su ropa en mala condición, su rostro revelaba que era muy joven, probablemente tenía veinte años.

Era obvio que se encontraba en un estado desaliñado, pero era atractivo. Su mirada estaba puesta fijamente sobre ella, y sus dulces ojos ceniza la perturbaban y confundían.

—Si te atraparan, ¿qué te harían?

—Me matarán —respondió el desconocido.

Las aterradoras marcas teñidas de sangre, dejadas por una cuerda en ambas muñecas, eran más convincentes que sus palabras. Incluso había algunas marcas en su cuello, como si hubieran presionado un cuchillo contra su piel.

—¿Notaste que tu habitación está al final del pasillo? Huxley bien puede ser su alias, pero a menos de que pases por su habitación, no podrás ir a ninguna parte, planea confinarte aquí. Si llegaras a salir, sus hermanos te vigilarán. Son ocho hermanos y hay seis en este barco, son musculosos y fuertes. Huxley es el mayor, y ellos forman una banda que va en contra de la ley. —Se paró al lado de la puerta silenciosamente—. Incluso si te escabulleras, hay una cuerda atada al pomo, tan pronto como la gires, les avisará en la puerta de al lado. Lo más probable es que te duerman y te dejen en cualquiera de los puertos —agregó para tormento de Lydia.

Mirando de cerca, ciertamente había una cuerda brillante, delgada y transparente, amarrada al pomo de la puerta. Era todo lo que necesitaba. No había ninguna razón para que un asistente de la universidad, quien decía ser enviado por su padre, hiciera ese tipo de cosas.

Lydia cruzó sus brazos y se puso en frente del hombre.

—Entonces, ¿cómo podemos salir de aquí?

♦ ♦ ♦

Respiró hondo mientras se paraba en frente de la habitación de Huxley.

En el momento en que abrió la puerta de su cuarto, él ya debería saber que salió al vestíbulo. Incluso podría estar escuchando a través de la puerta que había entre ellos, por lo que llamó a su habitación. Al cabo de un rato, Huxley asomó la cabeza.

—Oh, ¿hay algún problema, señorita Carlton?

—Bueno, estoy escuchando ruidos extraños en mi habitación, como si hubiera algo escondiéndose en el armario… Es perturbador, ¿podría echarle un vistazo?

Su aspecto cambió de repente. Huxley volvió su cuello para mirar dentro de su habitación, probablemente a sus hermanos.

—Está en la otra habitación, estoy seguro de ello —les dijo.

Oh, por favor, bueno sí, debes estar seguro.

Ellos seguramente no creerían que Lydia sospecharía de la repentina presencia de sus hermanos de apariencia robusta y que, a causa de ello, no se sentiría segura con él.

—Señorita, puede ser un criminal. Será peligroso, por favor, espere aquí —le explicó Huxley.

Después de ver cómo entraban al cuarto de Lydia de una forma cautelosa, el joven de cabello rubio, quien se estaba escondiendo detrás del pilar del pasillo, pasó por enfrente de su puerta.

—Vamos —le dijo.

Tomó su mano con la suya, como si fuera de lo más natural. Lydia se vio obligada a seguirle mientras se lanzaba a correr.

—¿Nico, estás siguiéndonos?

Nico, quien aparentemente permanecía invisible, respondió mostrando la punta de su cola con un movimiento.

—¡Oye, han escapado!

Los dos escucharon el grito de un hombre. Parecía que fueron rápidamente vistos, y Lydia pudo escuchar el chasquido del joven, mientras sostenía con más fuerza su mano y seguían corriendo escaleras abajo.

Justo cuando iban bajando, uno de los hombres saltó por encima de la barandilla de la cubierta superior y aterrizó en el suelo, detrás de ellos. El hermano agarró su bolsa, haciendo que Lydia dejara escapar un grito mientras era empujada. El joven, quien la conducía, se arremolinó alrededor de ella y, con una patada, apartó al hermano de ellos.

Aún sosteniendo la bolsa de Lydia, el hombre se estrelló contra la barandilla y, debido a la fuerza, se dio la vuelta, haciendo que cayera al mar.

—Mi bolsa…

—No mires atrás.

La mano de Lydia fue halada nuevamente, dejándola sin más opción que seguir.

Pasando a través de la cubierta, bajando otro tramo de escaleras y corriendo por la plataforma, finalmente dejaron el barco. Sin embargo, el joven no se detuvo, de hecho, se apresuró, pasando a través de la multitud que estaba en el muelle. A pesar de quedarse sin aliento y que sintiera que sus pulmones se endurecían por el dolor, Lydia solo pensó, desesperada, en mantenerse con él.

Cuando finalmente se detuvieron, los dos colapsaron en el suelo. Ella jadeó para tomar todo el aire que pudo, calmando el frenético latido de su corazón y, solo después de que sus pulmones se relajaran, Lydia notó que el suelo en el que descansaba era muy suave, como si fuera una almohada.

No puedo creer lo suave que es esta alfombra.

Levantó su cabeza e inspeccionó lentamente el lugar en donde estaban, la habitación parecía el interior de un castillo, con un pesado mobiliario, elaboradas piezas de arte y baratijas.

—¿Dónde estamos? —preguntó Lydia.

—En un barco.

Justo al lado de ella, el joven aún respiraba con dificultad, apoyándose en su espalda y manteniendo los ojos cerrados. El panorama fuera de la ventana revelaba el océano. También podía ver el muelle.

Poco a poco, se preocupó de que pudieran ser reprendidos por entrar sin permiso a una habitación de invitados especiales como esa.

—Perdona, pero nosotros…

—Lo siento, pero déjame descansar un poco… He superado mi límite… —murmuró y cerró los ojos, y no importó cuánto Lydia intentó despertarlo, no respondió. Era como si hubiera perdido un tornillo.

No había nada que pudiera hacer, por lo que se levantó sola. No se le ocurrió nada más que revisar dentro de la habitación. Había una espaciosa sala de estar, tres recámaras de camas, una oficina, un baño y una ducha.

—Increíble, quién podría imaginar que hubiera una habitación como esta en un barco.

No dejó la habitación porque no quería que la tripulación del barco la encontrara, y por temor a que Huxley y sus hombres los siguieran buscando.

—Huele a pescado. —Era la voz de Nico. Observó las numerosas pinturas que estaban colgadas en la pared, sacudiendo sus bigotes—. ¿Quién es ese hombre?

—Quién sabe… pero nos salvó de ser engañados.

—No sé… Podríamos ser engañados por él.

¿Podríamos?

Los músculos de Lydia se tensaron y comenzaron a temblar. Sin embargo, no había ningún error de que ese hombre, quien se llamó a sí mismo Huxley, era sospechoso. Como un asistente que trabajaba para la universidad, no había nada que le dijera para convencerla de que necesitaban, en la misma habitación, a muchos hombres corpulentos como guardaespaldas.

—Supongo que tendremos que escuchar su versión de la historia —dijo, sentándose en el sofá de cuero.

Se acostó en la seda suave de los cojines, los cuales se asemejaban a un lecho de plumas, Lydia sintió el cálido susurro del sueño invadiéndola.

♦ ♦ ♦

—Oye, levántate, Lydia.

Sintió el suave pelaje de la cola de Nico rozarle la mejilla, provocando que se despertara. Parecía como si hubiera pasado algo de tiempo, debido a que el cielo había empezado a ponerse, y la oscura habitación estaba siendo iluminada por la luz de una lámpara de aceite.

Vio al hombre, quien había estado durmiendo sobre la alfombra, a través de la puerta abierta del baño. Sus miradas se encontraron en el reflejo del espejo. Lydia abrió mucho los ojos. Su cabello, que usualmente era castaño y desaliñado, ahora era de un oro brillante. También parecía como si se hubiera afeitado la barbilla.

Él le devolvió una sonrisa mientras peinaba el cabello con los dedos, su encanto le hizo aparentar ser una persona diferente.

—Estás despierta. Tu rostro dormido era muy adorable.

—Eh…

—Si tu gato no me hubiera gruñido, me hubiera gustado seguir viéndote un poco más.

Nico se sentó en uno de los cojines, mirando al otro lado, fingiendo ignorancia y rascando su oreja con una de sus patas. Normalmente, él no hubiera actuado como un gato.

—Más importante, tu cabello…

—Oh, tuve que teñirlo. Si usara mi color natural, destacaría. Sin embargo, de igual forma, terminé siendo encontrado por sus hermanos.

Secó su cabello dorado con indiferencia. Sus ojos eran de un tono malva ceniza. Permaneciendo aún en ese lugar, de manera desagradable empezó a despojarse de su camisa sucia y desgastada.

—Está en presencia de una dama, milord.

Fue un joven de tez oscura quien mencionó aquellas palabras. Ella supuso que debía de tener aproximadamente su misma edad, pero eso sí, aparentaba ser alguien demasiado tranquilo y tener un aire de nostalgia, un extraño criado como él, quien incluso no desvaneció su sonrisa en ningún momento.

Pero, espera… ¿sirviente? Y, ¿milord?

—Oh, discúlpeme. Supongo que mi mente todavía no se ha adaptado a esta situación —respondió aquel hombre.

El joven sirviente estaba a punto de ayudarle a ponerse las nuevas ropas que había traído consigo, pero se detuvo cuando notó sus heridas.

Milord, está herido…

—Solo son rasguños. Estarán ocultos una vez que me vista —dijo, poniendo sus manos en los hombros de su sirviente—. No te molestes por esto, Raven. No hay ningún motivo por el que se deba matar a alguien.

¿Matar?

Lydia frunció el ceño al escuchar tal perturbadora conversación. Incluso si se tratara de una broma, no tenía gracia.

—Sí, milord —respondió el sirviente sin expresión alguna en su rostro y se limitó a cerrar rápidamente los botones de la camisa con sus dedos y agregó—: pero estaba preocupado de que no lo hiciera a tiempo.

—Todo fue según lo planeado, Raven. Me gustaría presentarte a la señorita Carlton.

—Espera, ¿por qué sabes mi nombre…? —interrumpió Lydia.

—Los hermanos Huxley buscaban a una joven dama de nombre Lydia Carlton. Así que debes ser tú. —Detuvo a su sirviente con la mano, como si hubiera recordado algo, y se acercó a Lydia, cogió su mano y besó ligeramente sus dedos mientras decía—: lo siento, no me he presentado, milady. Soy el conde Edgar Ashenbert. Es un placer conocerla.

Lo miró con sorpresa y él le devolvió una sonrisa divertida. Lydia regresó a la realidad y retiró su mano del agarre.

—¿C-Conde? ¿Usted…? No lo creo. Necesito ir a Londres, si me disculpa…

—Ya es tarde. El barco ya ha salido del puerto.

—¡¿Qué?! —Se acercó a la ventana para comprobar que el puerto se veía como un pequeño punto a la distancia—. ¿Cuál es el significado de esto? ¡Esto es un secuestro! Dejé mi equipaje en el otro barco, se me cayó mi bolsa, estoy sin dinero y estamos en este barco sin boleto, ¡seremos atrapados como polizones! —exclamó Lydia exaltada.

—Estoy sorprendido de que pensaras en mí de esa manera. Prometo que te escoltaré hasta Londres, una vez que hayamos terminado mi trabajo. Tendré en cuenta todas tus necesidades. Este es mi camarote. Incluso tengo tu pasaje.

—Entonces… ¿su intención era tenerme a bordo de este barco desde el principio? Así que, eso de ser capturado por el señor Huxley, ¿fue todo una actuación?

—Eso era real. No tengo el gusto de cortarme por una actuación.

De hecho, había cortes en su muñeca y cuello. Al ver las marcas y recordar aquellos vívidos miedos, Lydia perdió su energía para atacarlo.

¡Sin embargo!

—Ser capturado parecía ser la única manera de encontrarte, debido a que ni siquiera conocía tu rostro o tu descripción —explicó Edgar.

Lo que significa, ¿que se hizo atrapar a propósito?

—Entonces, no tenía ningún motivo para teñirse el cabello.

—Oh, eso fue para que no pensaran que tenía la intención de ser capturado.

Lydia se sintió mareada, como si estuviera a punto de desmayarse. Completamente confundida, tanto que olvidó preguntarle lo más importante, ¿cuál era su objetivo?

—¿Qué hora es? —preguntó Edgar a su sirviente.

—Casi las siete.

—Necesitamos apresurarnos, la cena está por comenzar. Oh, sí, tendrás que cambiarte también. Hemos sido invitados a unirnos a la mesa de los marqueses Eugen, son nobles de Dinamarca, y son quienes me invitaron a este barco. Dado que no puedes estar abordo sin una respectiva invitación —le comentó a Lydia.

Un barco que podría llevar a Lydia, pero que Huxley y sus hermanos no podrían ni poner un pie abordo. No había manera de que fuera una coincidencia el ser invitado a un barco que estaba amarrado al puerto en el momento perfecto. Él debió de tener su ojo puesto en ese barco desde un principio, y seguramente se aprovechó del marqués y de la marquesa para negociar.

Empezó a temblar ante la idea de que quizás hubiera sido capturada por un hombre peligroso.

—No puede estar bromeando, señor…

—Por favor, llámame Edgar, Lydia. —Sin prestar atención a Lydia, quien le devolvió la mirada, continuó con su buen humor—: ¿Dónde está Ermine? Dile que traiga un vestido para la señorita Carlton.

—Sí, lo tengo listo, milord. Raven, ese pañuelo no irá acorde con el color de esos brazaletes. Usa este en su lugar —habló una voz femenina.

Quien entró con un vestido y una corbata en sus brazos, era una mujer vestida con un traje de hombre. Llevaba unos pantalones que se ajustaban a su cintura y un abrigo negro, como si fuera un joven sirviente. Su cabello era corto, apenas llegaba a sus hombros y, debido a que no trataba de esconder las curvas de su cuerpo, cualquiera podría decir, a primera vista, que era una mujer.

Lydia se preguntó si ella también era su sirvienta.

Milord, ¿cuál prefiere? —le consultó aquella mujer.

—Bueno… iré con el que digas. Sin embargo, Ermine, ese vestido no es de mi gusto.

—No será milord quien lo lleve.

—Lo sé, pero me gustaría más si la parte delantera fuera un poco más reveladora.

—No hay necesidad de que la vulgaridad esté presente en la mesa. Este se adapta perfectamente a milady —dijo Ermine. Incluso si fuera una sirvienta, parecía tener una relación más amistosa con él—. Ahora, milady, ¿podría seguirme, por favor?

La sirvienta la guió a una recámara, donde Lydia fue ayudada a desvestirse.

—Ah, puedo hacer esto yo misma —murmuró Lydia, quien no estaba acostumbrada a ser ayudada para vestirse.

Sin embargo, acabó necesitando toda la ayuda que fuera posible, dado que era un vestido demasiado formal, por lo que era incapaz de ponerse el corsé, el miriñaque y el vestido por sí sola. Prestó suma atención en no dañar los suaves encajes y las finas perlas que lo adornaban.[6]

—Ahora, vamos a arreglar su cabello.

Lydia sintió que la trataban como si fuera una niña pequeña.

Cuando ella se sentó frente al espejo, la bella Ermine le sonrió. Parecía una atractiva pieza creada por Dios, cuya sonrisa no hacía que otros se sintieran inferiores, solo encantados al verla. Su rostro mostraba una firme resolución, pero no era masculina en lo absoluto.

Incluso si su cabello era corto, era digno de halagos y no perjudicaba su feminidad. Su tez blanca era inmaculada y lisa, su cabello y sus ojos eran casi negros, de un marrón oscuro, sus cejas eran afiladas y sus labios rojos, como si fueran pétalos de flores. No había duda de que era absolutamente seductora.

Lydia miró su reflejo en el espejo. Era una chica a la que nadie se atrevería a decir que tiene una tez hermosa. Su cabello castaño rojizo, que era menos llamativo, y sus ojos verdosos eran tan poco comunes, que hacían que la gente se sintiera nerviosa, incluso se asustaban.

Sus ojos y su nariz eran bien proporcionados, y solo su padre la llamaría una belleza, pero debido a su impaciente personalidad, solo le daba una apariencia más severa. Sumándose a aquello, ella era considerada como un bicho raro, por lo que nadie la veía como una mujer.

Comprendía que al mantener su cabello largo y suelto, a pesar de tener diecisiete años, era infantil, pero ella no podía arreglarlo o ajustarlo para que se viera lo bonito, además, era algo que a nadie le importaba. El único peinado que Lydia podía manejar era arreglarlo en una trenza.

—Ermine, ya es hora —dijo una voz más allá de la puerta.

—De inmediato, milord, ya mismo terminamos.

Después de haberse perdido en sus pensamientos, vio en el espejo que ahora era una elegante, irreconocible y refinada dama. Sin embargo, eso fue durante el breve vistazo que le permitieron darse, antes de que la arrastraran de su silla y la regresaran al exterior.

—Increíble, te ves más hermosa —mencionó Edgar.

—Deje de bromear.

—¿Por qué? También pienso que si sonrieras, te verías aún más adorable.

—¿Para qué estaría sonriendo?

—Para mí.

¡Qué está mal con esta persona!

Lydia no escondió su expresión sobre lo absurdo que le parecía aquel comentario.

—Ahora que lo pienso… No hay necesidad de que le acompañe a cenar. —Se dio cuenta.

—Bueno, ¿no estás hambrienta? —preguntó Edgar de forma indiferente.

Era verdad. Lo estaba. Solo probó un bocado del pan que vendían en la sala de espera de la estación al mediodía.

—Quiero decir, sería más relajante si como sola.

—Eso es un desperdicio, no habría ninguna oportunidad para poder presentarte.

—¿Eh? No soy su accesorio.

—Por supuesto, eres la atracción principal. Yo solo sirvo como tu complemento. Te garantizo que te agradarán. Hay ocasiones donde un escolta ineficiente puede rebajar el valor de una mujer, pero si todo va bien, seremos capaces de mostrarnos mutuamente de la forma más atractiva.

Así que al final, es por su propio bien.

A pesar de que se sentía rebelde delante de él, fue conducida a través del barco y llevada hacia la puerta de la sala del comedor. El portero hizo una reverencia respetuosa y abrió la puerta. Fue dirigida por su acompañante con experiencia, quien la obligó a entrar en la sala.

—Como dije, Lydia. De ahora en adelante, me mostrarás. Recuerda eso.

Eso era algo muy arrogante de decir, pero ella no era un simple farol. En el gran salón, una ola musical de la orquesta los saludó. Un candelabro brillaba sobre ellos, la vajilla relucía y las joyas de las damas resplandecían. En muchas mesas se oyeron risas.

Lydia miraba alrededor, nerviosa, mientras era escoltada sin problemas por Edgar, quien era, sin objeciones, el elegante noble perfecto.

Cuando estuvo vestido con ese traje sucio, su delgada figura casi le hacía parecer más débil y cansado, pero ahora con ese costoso abrigo de noche ajustado, parecía no estar asociado a la preocupación o a la lucha, debido a que mostraba una elegante presencia a la perfección. El alto y rígido cuello blanco estaba levantado y atado con una corbata en cascada. El ojal era una mezcla de colores con tres tonos de violeta.

Sus rasgos faciales mostraban su dulzura y su agudeza, junto con su brillante cabello dorado. Aquellas características eran ideales para un noble a quien nadie podría conocer con facilidad.

Lo que Lydia estaba sintiendo, debía de ser el mismo pensamiento que cualquiera podría imaginar al conocer a alguien como él. Como un joven conde, Edgar deslumbró no solo a la anciana pareja de marqueses, sino también a los otros extravagantes miembros de su mesa. Y en cuanto a Lydia, quien fue introducida como su amiga, no tuvo que prestarles mucha atención, pero se le permitió disfrutar en silencio de los platos que se ponían en la mesa.

De acuerdo con la historia de Edgar, Lydia creció en Edimburgo con sus abuelos, era una joven dama respetable, quien ofrecía todos sus esfuerzos en trabajos de caridad, y estaba de camino a Leeds para asistir a la boda de un amigo de su infancia. Su estricto padre no permitiría que una joven fuera a un viaje corto, pero, después de que Edgar se propusiera a escoltarla de ida y vuelta, él finalmente accedió.

Era increíble cómo todo eso salía de él.

—Estoy muy sorprendido. El conde es alguien querido por los amigos.

—Si es para ganar la atención de un maravilloso amigo, entonces cualquiera estaría ansioso de ofrecerse. ¿No es cierto, milord?

—Me alegra que lo entienda, pero, desafortunadamente, ella solo me permitió ser su amigo todo este tiempo —respondió Edgar.

Acabamos de conocernos hoy.

Sin embargo, la actuación sincera del joven fue capaz de generar una impresión positiva por parte del marqués y su esposa, quienes miraban al conde como si fuera su nieto, y el resto de la multitud anciana, como un puro y adorable joven.

—Bueno, es un desperdicio —dijo una mujer.

—Un crucero por el océano es una buena oportunidad para alejarse de las viejas rutinas. Si es en el mar, cualquier mujer sentirá el romance. ¿No cree eso, jovencita?

—¿Es así, Lydia? —preguntó Edgar.

El entablar conversación con tantas amables voces se sentía extraño y nuevo para ella, debido a que parecía como si realmente fuera aceptada calurosamente por ellos.

—No sabría decirlo… —respondió Lydia de forma amable encogiendo los hombros.

Se sintió bastante satisfactorio, pero la mitad de aquello era frustrante.. Aquel hombre debía de ser consciente de que eso solo sumaba la cálida acogida de simpatía que recibía por parte de los miembros de esa mesa.

—En una posición de confianza de su padre, es una lástima que no pueda cortejarla más —mencionó uno de los invitados.

Se la veía como una chica reservada, quien era buscada por el apuesto y joven conde. Edgar había presentado a Lydia como si fuera una santa.

Así que esto es lo que quería decir con mostrarlo.

Sentada a su lado, recibió las miradas envidiosas de las jóvenes hijas, quienes estaban sentadas en otras mesas, pero aquello no tenía sentido para Lydia. Incluso si esa situación pareciera divertida y reconfortante, era obvio que Edgar no era su amigo. Todo era un farsa, como si la escena fuera embellecida por falsas joyas. Entonces, ¿cuál era el propósito de Edgar en presentarla como su fingida amiga?

Él parecía como si solo estuviera jugando, pero si todo eso era un juego, entonces se sentía como si fuera uno de los peones del tablero. Uno que era innecesario e insignificante una vez que saliera.

¿Será cierto que es un conde?, pensó Lydia.

—Oh, ahora que recuerdo, conde Ashenbert, he oído que usted era el descendiente del legendario noble Caballero Azul. —comentó un hombre que estaba sentado en el borde de la mesa. Él era quien sostenía un acalorado debate sobre Chaucer.[7]

—Decir famoso sería una exageración. Para la mayoría de la gente británica, el Conde Caballero Azul es solo otro personaje ficticio como Hamlet. Y ni siquiera es tan conocido como él —respondió Edgar.

—¿Así que el Conde Caballero Azul de verdad existió? He leído el libro de F. Brown y, ciertamente, fue una historia maravillosa —mencionó una dama.

Por supuesto que Lydia también conocía la historia del Conde Caballero Azul. Sorprendida por la inesperada noticia de oír que Edgar era el descendiente, inclinó intrigada su cabeza para escuchar la conversación.

El erudito comenzó con la interpretación de su lectura a la dama curiosa.

—Sí, señora. El modelo del personaje era un caballero que prometió su lealtad a Edward I. Él fue quien dirigió el ataque contra los cruzados junto al rey, cuando este todavía era el príncipe heredero. Él decía que era del Mundo de las Hadas, y contó varias historias de aventuras sobre tierras extranjeras, las cuales fascinaban a cualquiera… Las escrituras de Brown describen el trabajo de los sirvientes de hadas del Conde Caballero Azul, como una ayuda buena y confiable, y era por completo una novela de fantasía. De hecho, había un consejero de Edward I, llamado el Lord Caballero Azul.

Edgar permaneció en silencio, sonriendo ligeramente, y asintió, dejando que el erudito hablara a su antojo.

—Es verdad que al Lord Caballero Azul se le fue concedido el título de conde de Inglaterra por Edward I. ¿No cree usted que, siendo el gobernante del Mundo de las Hadas y jurando lealtad eterna, convirtiendo al rey de Inglaterra en el gobernante de esta tierra imaginaria, refleja el sentido del humor inglés?

—Está equivocado. Lord Caballero Azul era en realidad el señor de las hadas buenas. —Lydia no pudo evitar declarar la verdad. Todos los ojos en la mesa se centraron en ella.

Oh, no, seré el hazmerreír otra vez.

A pesar de que sabía aquello, no pudo quedarse en silencio después de sentirse ofendida por la historia del erudito.

—Hmm… porque, señor, si usted dice que cree en la existencia del Lord Caballero Azul, entonces, ¿por qué, arbitrariamente, decide que el Mundo de las Hadas es una broma? Ambas historias han sido transmitidas juntas, está mal decir que una es verdadera, pero que la otra es una invención —agregó Lydia.

—Joven dama, la parte de las hadas es algo muy absurdo. Sin embargo, desde que existen documentos que declaran que el título fue entregado al Lord Caballero Azul, no hay duda de su existencia.

—Sí, por supuesto, pero en esos documentos yo habría escrito acerca de Lord Caballero Azul con su otro nombre, como conde de Ibrazel.[8] En gaélico, Ibrazel significa la legendaria tierra más allá del mar, haciendo que esa parte de la historia sea cierta también. ¿Cree que la gente de esa época pensó que la tierra de las hadas era una broma?

Edgar le sonrió dulcemente.

Me podría haber ayudado.

Los ojos del grupo, que miraban a Lydia con escepticismo, rápidamente se compusieron.

—Es verdad, la gente del pasado parecía creer en la existencia de las hadas y demonios. Edward I debe haber creído también. Entonces, me gustaría preguntarle algo al conde. ¿Tiene usted su feudo en el Mundo de las Hadas?

—Por supuesto, me lo transmitió el antiguo conde. —Al responder de esa manera,con tanta facilidad, ocasionó que se lo tomaran como el mero sentido del humor británico.

—Oh, me gustaría ir de visita.

—La regla de la familia es que a la única persona que tengo permitido llevar es a mi novia —contestó Edgar.

—Oh, cielos, si una mujer fuera persuadida con eso, entonces entendería cómo la señorita Carlton querría creer en la tierra de las hadas.

—¿Eso quiere decir que puedo tener un poco de esperanza? —Edgar se dirigió a Lydia otra vez con ojos cálidos y cariñosos. Una conversación que fue tomada como una broma desde el principio. Sin embargo, fue un momento extraño porque nadie hizo negaciones sobre las hadas, como si se tratase de un simple juego para hacerles creer.

Gracias a la elocuente conversación que proporcionó Edgar, no se burlaron de Lydia, incluso fue observada con ojos cálidos. Su apagado cabello castaño rojizo, el cual no podría gustarle a nadie, era envidiado y elogiado por la manera en cómo no se rizaba, y sus ojos verdes, que la hacían ver como una bruja o un vampiro, eran comparados con la preciosa piedra peridoto.

Se embriagó con la alta calidad de los espíritus, el resplandor del candelabro y el olor a perfume. Lydia, distraídamente, pensó acerca del lord humano de las hadas, quizás el descendiente del Conde Caballero Azul podría simpatizar con ella y aceptarla.

♦ ♦ ♦

—Siento como si hubiera oído una vida de alabanzas —murmuró Lydia, mientras se refrescaba con la brisa que se sentía en la cubierta.

El mar estaba oscuro y no se podía observar nada. El blanco humo del barco de vapor flotaba y cubría la luna.

—Esto es ridículo, esos malos criados me sirvieron leche en un tazón. ¡¿Qué soy yo, un gato?! ¡¿Quién bebería de eso?! —Nico, un gato gris, sin importarle quién lo viera, estaba sentado arrogantemente en una silla de la cubierta, mientras bebía un trago de whisky. Había un plato de pescado frito a su lado—. Oye, Lydia, ¿podrías asegurarte de que traigan una comida decente mañana temprano? Quiero panqueques, tocino y un té de leche caliente.

—¡Pídelo tú mismo, puedes hablar bien! —exclamó Lydia con irritación.

—Incluso si digo algo, un humano normal solo pretendería no haber escuchado nada.

Bueno, nadie admitiría que un gato puede hablar.

—Así que, ¿cuál era el objetivo de ese hombre? —preguntó Nico.

—No le he consultado todavía, pero ha declarado ser el descendiente del Conde Caballero Azul. Tal vez es algo relacionado con eso.

—El Conde Caballero Azul… Si recuerdo bien, ¿no era esa la leyenda sobre haber gobernado el Mundo de las Hadas? Lo que significa que el señor conde quiere tu ayuda como una Doctora de Hadas.

¿No podría significar que él ya sabe que Lydia se llama a sí misma una Doctora de Hadas? Sin embargo, con la cabeza apenas despierta del alcohol, no podía pensar en él como el gobernante del Mundo de las Hadas, ni como alguien que la entendiera. Parecía ser más una persona práctica, un estratega.

—Sin embargo, pienso que todavía es mejor no involucrarse. Ese hombre, Huxley, y el señor conde están luchando uno contra el otro, ¿verdad? ¡Tú viste a ambos tratando de pretender ser asesinos de jóvenes o algo así! A su nivel, es solo vergonzoso —agregó Nico.

—Pienso que Edgar es bastante guapo.

—Gracias.

La voz detrás era la persona en cuestión. Ella dio su opinión sin pensar mucho en ello, pero no se imaginó ser oída por él, por lo que Lydia no pudo evitar sonrojarse.

—Eh, no, eso era… ¡Yo solo estaba repitiendo la opinión general! ¡Así que es diferente a si tengo buenos sentimientos por ti o cualquier cosa!

—Sí, por supuesto. Soy el único que te obligó a subir a bordo de este barco, así que no tengo ninguna esperanza de que sea fácil para ti abrirme tu corazón. Por cierto, ¿con quién hablabas?

—¿Eh…? Bueno, eso es… —Echó un vistazo a Nico, quien se había acurrucado como un gato—. ¿Es raro? Estaba hablando conmigo misma y con un gato.

Lydia solo tomó una actitud desafiante.

—¿Por qué? Pienso que es maravilloso que puedas comunicar tus sentimientos con los animales.

No hay manera de que pienses así.

Sin embargo, de nuevo, Edgar no mostró una expresión de burla en su rostro. Debió de haber visto la copa de whisky que estaba en la silla de la cubierta, de la cual Nico había estado bebiendo.

—¿Estabas tomando otro trago? ¿Te cansaste después de todo? —le preguntó.

Dije que me sentía un poco mareada, por lo que salí a tomar aire fresco y dejé la mesa, pero cuando lo dice así, hace que parezca como si fuera una borracha.

Se avergonzó y enfadó por Nico, quien fingía indiferencia. El temperamento de Lydia estalló y soltó:

—No fui yo, era Nico quien bebía. ¡Él bebe cuando quiere, no tiene modales y posee un mal comportamiento. Además de eso, tiene un gusto exigente por las corbatas y su abrigo brillante. Se queja de que debe beber leche en un tazón, y que quiere panqueques, tocino y té de leche para el desayuno, dice este tipo de cosas todo el tiempo!

Como era de esperar, Edgar miraba a Lydia con asombro.

Lo sabía, incluso para alguien como él, quien dice ser el descendiente del Lord Caballero Azul, soy un bicho raro.

Notando eso, afirmó:

—Es gracioso, puedes reírte, ¿sabes? No sé qué querías que hiciera, pero como puedes ver, soy una extraña. Solo déjame marcharme en el próximo puerto… —Lydia se detuvo a media frase, debido a que se le acercó repentinamente. Con aquellos ojos color malva ceniza, la observó con tranquilidad. Estaban tan cerca, que podía ver claramente sus doradas pestañas bajo la luz de la lámpara—. ¿Q-Qué?

—Me han dicho que los doctores de hadas pueden ver y oír lo que otros no. Es verdad, tus ojos, esos ojos verdes claros parecen como si pudieran ver a través de los misterios del mundo.

Así que ya sabía que Lydia era una Doctora de Hadas.

—Estás exagerando. No soy así de importante.

—No, si te pones bajo la luz, tus iris brillan como doradas flores. Te hace ver más mística.

Esa cualidad de sus ojos era lo que hacía que los demás la llamaran bruja, pero al escuchar aquellos elogios por primera vez, Lydia se sintió desconcertada.

—Más importante… ¿de verdad eres el descendiente del Lord Caballero Azul? Entonces, ¿eso quiere decir que también puedes ver hadas? Si no, no serás capaz de ir a tu tierra.

—Eso es verdad, pero la capacidad que mis antepasados tenían de cruzar mundos y el poder de hablar con las hadas se desvanecieron a través de cada generación. Lo único que heredé fue el título de conde. Mi padre, mi abuelo y mi bisabuelo viajaron por todo el mundo y vivieron en el extranjero. Finalmente, volví a Inglaterra, pero incluso si quisiera saludar a Su Alteza, no tengo la espada enjoyada que nos dio Edward I, la cual es la prueba que soy el Conde Caballero Azul.

Mientras hablaba, acortó la distancia entre ambos, por lo que Lydia se vio obligada a retroceder lentamente.

—¿Espada enjoyada?

—Julius Ashenbert, un conde de mi familia, la escondió hace 300 años en una de sus tierras y se marchó en un largo viaje, en el que murió. La ubicación oculta, solo se revela por un acertijo, y para llegar ahí, hay varios pasos relacionados con las hadas, por lo que para alguien como yo, quien no nació con ese poder, todo es incomprensible.

—La tierra de la que hablas, ¿es el Mundo de las Hadas?

—Mi familia tiene tierras y castillos incluso en el mundo humano. Tierras entregadas junto con nuestro título, unas como agradecimiento a nuestros servicios y otras que nos fueran dadas por terceros.

—Y es por eso que necesitas un Doctor de Hadas.

—Pero ese no es el único problema. Hay quienes están tras la Estrella Zafiro Merrow que adorna la espada enjoyada.

—¿Te refieres al señor Huxley?

—Sí, el hombre que intentó secuestrarte. Él no conoce que la espada atesorada es la prueba de nuestra nobleza, pero como estoy buscándola, está siendo malicioso conmigo. Si muriera, la línea de la familia del Conde Caballero Azul acabaría. Necesito encontrarla antes de que sea tomada y aclarar mi posición en mi familia. ¿Lydia, por favor, podrías ayudarme?

Lydia retrocedió un poco más, pero no sintió nada más que aire bajo sus pies y perdió el equilibrio.

Me voy a caer.

Se dio cuenta de que estaba en las escaleras. En ese momento, el brazo de Edgar se envolvió alrededor de su espalda y la agarró. Estaba firmemente estabilizada y la acercó a él. Lydia, instintivamente, se aferró.

—Ten cuidado, está oscuro —dijo Edgar con un suspiro.

Nunca había estado tan cerca de un hombre que no fuera su padre.

—S-Suéltame.

—Si lo hago, te caerás.

Lydia solo podía pensar que se estaba divirtiendo con ella por tener que aferrarse a él.

—¡Ya fue suficiente…!

Con la ligereza de un baile, hábilmente dio la vuelta mientras la sostenía. Situando su espalda lejos de las escaleras, la soltó lentamente, como si lo lamentara. Lydia lo estaba mirando, pero él solo le devolvió una sonrisa sin miedo. Él debía de pensar que no habría ninguna mujer de la que no pudiera conseguir lo que quisiera.

Qué ofensivo.

—En mi opinión, no creo que tú seas el descendiente del Lord Caballero Azul. No tengo ninguna intención de ayudar a un impostor a conseguir la espada enjoyada de este, por lo que yo…

—¿Te rehúsas? Entonces, ¿planeas volver a casa nadando desde aquí?

—¿Estás insinuando que me vas a tirar al mar?

Nerviosa, Lydia se alejó rápidamente de él y de la barandilla.

—No me atrevería, no soy un villano tan cruel. Solo quería advertirte. Será difícil volver a casa en el próximo puerto, o ir a Londres, cuando no tienes dinero. Además, Huxley y sus hermanos están buscándote ahora mismo.

Eso quiere decir que Lydia no tenía elección en el asunto. No había duda de que ella estaba siendo amenazada. Pensó que realmente era un villano cruel.

Edgar sacó una llave del interior de su bolsillo.

—Tu habitación. Está en la misma planta que la mía, al otro lado del pasillo. Por favor, úsala como te plazca.

Después de entregarle la llave, desapareció en el oscuro pasadizo.


[1] Los nombres de Estrella Zafiro Merrow, Estrella de la Merrow, Estrella Zafiro y Merrow’s Star corresponden al mismo objeto, la joya de la espada que busca Edgar. En los demás capítulos se nombrará de una manera diferente.

[2] Un vaso de precipitados es un recipiente cilíndrico de vidrio fino que se utiliza en un laboratorio, sobre todo para preparar y calentar sustancias, medir o traspasar líquidos.

[3] La mineralogía es la ciencia que estudia las propiedades físicas de los minerales, sus componentes químicos y sus características simétricas.

[4] Un gemólogo es una persona que trabaja en la investigación de las gemas o piedras preciosas.

[5] Un goblin es un monstruo del folclore europeo. Suele ser representado como una criatura pequeña de color verde con orejas puntiagudas y rasgos demoníacos.

[6] El miriñaque es una tela rígida de aros de metal, el cual se colocaba bajo una falda larga y se usaba como un soporte para los vestidos durante los principios del siglo XIX.

[7] Geoffrey Chaucer fue un escritor, filósofo, diplomático y poeta inglés, conocido sobre todo por ser autor de los “Cuentos de Canterbury”.

[8] Los nombres de Conde de Ibrazel, Conde de Inglaterra, Lord Caballero Azul, Conde del Mundo de las Hadas y Conde Caballero Azul son títulos personales que refieren al mismo personaje.

6 respuestas a “El Conde y el hada – Volumen 1 – Capítulo 1: ¿Es un caballero o un canalla?”

  1. Ya quisiera yo tener un gato hablador con el cual pudiera beber whisky. ¿El hombre que mató al principio no es el padre de la china o si? El que estaba estudiando el cuerpo humano y eso

  2. Kyaaaaa! Debo decir que me encanta!! Gracias por traducirlo, espero que sigan está hermosa y linda novela, por cierto Raven es uno de mis personajes favoritos 😍💖

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