Traducido por Shiro
Editado por Michi
1
El conejo asomó su cabeza entre los arbustos. Sus orejas se sacudieron y su nariz olfateó cautelosamente. El sobrecogedor olor perteneciente a un depredador que emanaba de la entrada de la cueva casi lo hizo caer hacia atrás.
Parece un poco más leve que ayer.
Parecía que el Sr. Leopardo no había regresado a dormir la noche anterior.
El conejo entonces miró a las piedras firmemente apiladas alrededor de la entrada de la cueva. Tras lo que tentativamente sacó su pata, comenzando a caminar con cuidado sobre las puntas de éstas en esa dirección. Sus largas orejas iban caídas y casi en contacto con la parte posterior de su cabeza. Ni siquiera se atrevía a respirar audiblemente. Puso lo que llevaba en sus brazos en el suelo de la entrada de la cueva, se giró ligeramente, saltó hacia la hierba y salió corriendo. Sus largas orejas ahora felizmente erguidas.
Poco después que se fue, la puerta de la cueva se abrió lentamente.
Era otro delicioso pastel de majuela[1].
El Sr. Leopardo levantó y miró el interior de la canasta de paja.
Después de comer el delicioso dulce, éste se preguntó cómo podía hacer que su olor fuera menos aterrador… para los conejos.
2
El conejo tenía una pastelería en Montaña Rocosa[2]. La tienda era pequeña, pero tenía muchos clientes habituales. Incluso el Dios de la Montaña la frecuentaba. El conejo se esforzaba mucho en sus pasteles, siempre reflexionando por largo tiempo en ellos. El pastel de arroz Ocho Tesoros[3] llevaba ocho tipos de frutas. Los lingotes crujientes[4] estaban hechos de manera que se los pudieran comer de un solo bocado. A demonios grandes y pequeños de la Montaña Rocosa les gustaba hacer negocios con el gentil, tímido y delicioso (?) Jefe Conejo.
Mucha fruta fresca era requerida para hacer los pasteles. El Jefe Conejo saltaba y brincaba lejos con una canasta más grande que él todos los días antes del amanecer. Y cuando la última gota de rocío lentamente se evaporaba bajo el sol, ya estaba saltando y brincando de vuelta con la canasta llena. Seleccionando ingredientes, amasando, haciendo pasteles, atendiendo clientes… El conejo estaba ocupado todos los días.
De entre todas las frutas, la majuela era especialmente las más difíciles de conseguir en la Montaña Rocosa. A pesar de que el árbol daba fruta durante todo el año, éstos sólo crecían a lo largo del acantilado. Los troncos eran altos y rectos, lo que hacía que fuera complicado escalarlos. También con frecuencia habría serpientes venenosas bajos árboles. Y aunque el conejo podía cambiar a una forma humana, el coraje no aumentaba junto con el cambio.
El conejo conoció al Sr. Leopardo cuando estaba recogiendo majuelas. Este último, el cual podía escalar árboles y tenía garras afiladas, pisaba elegante y fácilmente sobre las ramas. Llenando su boca tranquilamente con las majuelas que el conejo tan ansiosamente había estado intentando recoger durante tanto tiempo. Al verlo, éste dejó caer su cabeza abatido. Un par de orejas blancas decayeron junto con ánimo. Sus ojos como rubíes se hicieron más rojos.
Un leopardo… ¿Los leopardos no comen carne? ¿Por qué está comiendo fruta?
El conejo claramente las había visto primero.
Wuu…
El leopardo, el cual ahora masticaba las majuelas, de pronto bajó su cabeza. Mirando hacia una dirección en específico bajo el árbol. Un bollo se encontraba anidada en la profunda hierba. Era blanca, suave, y podía percibir un leve olor a aura espiritual fresca… Era un animal que había obtenido consciencia espiritual. No podía comerlo sin importar cuán delicioso su aroma fuera. Esto le sentir una sensación de pérdida.
—¿Quieres comer majuelas?
Las orejas del conejo se sacudieron ante la sorpresa. Entonces, sacudió su cabeza como un sonajero[5].
—Quiero hacer pastel de majuela.
—¿Pastel de majuela? ¿Sabe bien?
—Es buena. Es buena —dijo asintiendo fervientemente—. Sabe aun mejor que las majuelas. Es agria, dulce, y suave…
¿Realmente sabe tan bien?
La cola del Sr. Leopardo se agitó y con este movimiento tomó una fruta escarlata brillante. Lanzándola suavemente, la fruta aterrizó sobre la cabeza del conejo.
¿Huh?
¡Majuelas caían del cielo!
—¿Necesitas más? —El Sr. Leopardo lanzó más racimos de frutas. Observó al tonto conejo que miraba a su alrededor y sintió que el pequeño era muy interesante.
El conejo cambió a su forma humana y recogió una brazada de majuelas. Tras lo que comenzó a saltar, tratando de gesticular con el mentón.
—Es suficiente. Es suficiente. Muchas gracias, Sr. Leopardo.
El joven conejo se fue brincando. Un par de orejas subían y bajaban junto con él. El Sr. Leopardo se tocó la barbilla un poco arrepentido en el árbol. ¿Era en realidad tan buena?
Sin embargo, la siguiente mañana, el Sr. Leopardo encontró una pequeña canasta cubierta con tela afuera de su casa. El interior estaba lleno de de pasteles de majuela cuidadosamente colocados.
3
No sabían cuándo había comenzado, pero el Jefe Conejo y el Sr. Leopardo de Montaña Rocosa tenían un acuerdo tácito. Si había un día en que la canasta no estuviera llena con pasteles de majuela frente a la casa del Sr. Leopardo, eso quería decir que el inventario de majuelas del Jefe Conejo se había agotado y necesitaba reabastecerse.
Primavera pasó, otoño se fue, verano terminó, y llegó la época de cosecha del invierno. Un año transcurrió rápidamente. Nuevos residentes se mudaron a la Montaña Rocosa: el aparentemente amable y afable Sr. Jirafa y el animado y parlanchín Sr. Paloma. Los dos residentes trajeron consigo un pequeño cambio a la Montaña Rocosa. Operaban un negocio de envíos rápidos. Era un servicio integral desde la recogida hasta la entrega.
El atento y conveniente servicio de entregas recibió el cálido apoyo de los residentes de la Montaña Rocosa. El Jefe Conejo estaba más y más ocupado. No tenía menos clientes y tenía más pedidos para llevar. El conejo, ahora frenéticamente ocupado, ya no tenía tiempo para hacer los pasteles especiales para el Sr. Leopardo. El servicio de entregas a larga distancia de los Srs.es Jirafa y Paloma enviaban canastas al Sr. Leopardo todos los días.
Como atención especial debido a la cooperación a largo plazo, cuando el Sr. Jirafa venía todas las mañana a buscar los paquetes, él traería una cesta de majuelas frescas al Jefe Conejo. Esto se debía a que por la casa de los Srs. Jirafa y Paloma crecían muchos árboles frondosos de majuelas. Además, a sus nuevos socios también les gustaban los pasteles de majuela.
El Sr. Leopardo pronto descubrió qué iba mal. El pastel todos los días era de majuela. El conejo que saltaba y brincaba tenía mucho tiempo sin aparecer. El extraño olor hizo que el Sr. Leopardo caminara en círculos en la cueva.
¿Por qué no vino a buscarme para recoger majuelas?
El Sr. Leopardo, entonces, corrió hacia el bosquecillo de árboles de majuelas. También descubrió el origen del olor extraño en las cestas. Así que otro tipo le estaba ayudando a recoger majuelas.
¡Con razón los pasteles de majuelas sabían cada vez peor!, pensó con aspereza.
El Sr. Leopardo agitó su cola y regresó a su casa descontento. Al día siguiente, el Sr. Jirafa fue a entregarle otra cesta. Pero para su sorpresa, descubrió que la del día anterior estaba en el mismo lugar. No había sido tocada en lo absoluto.
4
Parecía que el Sr. Leopardo había desaparecido repentinamente.
Éste tampoco volvió a recibir pasteles.
El ocupado Jefe Conejo estaba muy preocupado. Cuando probaba los nuevos pasteles que preparaba, saboreaba un inexplicable sabor amargo. ¿Cómo podía estar pasando esto? El Festival del Medio Otoño[6] estaba por celebrarse. Los pasteles de luna[7] simbolizan que la unión no deberían ser amargos.
El preocupado Jefe Conejo de pronto cayó enfermo. La garganta le dolía y tosía en casa. Sólo le quedó cerrar la pastelería durante un par de días y descansar.
Una vez el Jefe Conejo dejó de trabajar, toda la Montaña Rocosa se quedó sin pasteles qué comer. Las noticias se extendieron desde el pie de la montaña hasta el templo en la cima y hasta los oídos del Sr. Leopardo, el cual frunció el ceño.
¿Enfermo?
Al día siguiente, el Jefe Conejo, quien no paraba de toser, frotó su roja nariz y encontró una cesta muy familiar cubierta con tela frente a su casa. Una mitad de la cesta estaba llena de majuelas y la otra de regaliz.
El Jefe Conejo sonrió lleno de felicidad.
5
El conejo pronto se recuperó. Saltó y brincó y abrió las puertas nuevamente. Introdujo un nuevo pastel de luna. El agridulce pastel de luna con relleno de majuelas.
La acidez era el sabor de la añoranza del hogar. La dulzura era el sabor de regresar a casa.
El pastel de luna con relleno de majuelas recibió elogios apenas llegó a las estanterías. Se agotaron rápidamente antes del Festival del Medio Otoño. Demonios grandes y pequeños llevaron a casa los pasteles de luna para celebrar el festival que representaba el reencuentro.
Como un conejo de la localidad de la Montaña Rocosa, el Jefe Conejo no tenía adónde ir. Se había quedado sin mercancía y miró hacia arriba para ver la redonda luna sobre él. Estaba listo para tomar un buen descanso.
Sin embargo, antes de eso, aún quedaba un pastel de luna que no había sido enviado…
Los Srs. Jirafa y aloma estaban de vacaciones. El conejo sólo podía entregarlo él mismo, por lo que saltó y brincó hasta llegar a una familiar cueva…
¿Huh? ¿Por qué está hoy la puerta abierta?
El Sr. Leopardo lentamente salió de la cueva, y gesticuló con la barbilla.
—¿Es eso para mí?
Su expresión se veía un poco peligrosa. Todo el pelaje del conejo se erizó, y asintió tímidamente.
—¿De qué es el relleno?
—¡Está relleno de ma-majuelas!
¿Huh? Ha pasado tanto tiempo. Con seguridad no está hecho con mis majuelas.
El Sr. Leopardo alzó la cabeza y dijo con voz severa:
—No lo comeré. ¡Estoy cansado de él!
—Entonces… Entonces, ¿qué relleno quieres comer? —preguntó el conejo con voz aguda; tratando de hacerse una bolita.
El Sr. Leopardo se estaba molestando de ver su temerosa apariencia. Simplemente sacudió la cola y tomó forma humana. El joven alto y fuerte se inclinó y le sonrió malévolamente a la pequeña bola que se encontraba en el suelo, revelando dientes blancos como la nieve.
—Cambia a tu forma humana y te lo diré.
Era un día festivo. ¡Resultaba obvio que comería carne!
Y el mejor, por su puesto, era el relleno de conejo… Je, je, je.
Unos días más tarde, los demonios que habían ido a visitar parientes, regresaron a la Montaña Rocosa. Pronto hicieron un descubrimiento. La pastelería del Jefe Conejo tenía un nuevo empleado, ¿y era un leopardo de aspecto majestuoso?
¿Por qué daba la impresión de que se parecía al famoso y violento Dios de la Montaña, el Comandante Leopardo?
El conejo, el cual estaba hecho una bola, bostezó frente al horno, y con sus patas alcanzó su nariz para frotarla. Se veía que tenía mucho sueño. En ese momento, el alto y fuerte empleado de pronto se coló a la cocina, recogió al suave conejo hecho bolita, y le dio un mordisco. Era fragante y dulce.
Fin
[1] Torta de majuela (?): es decir, así se ve pero pude encontrar el nombre en español. :v
[2] La montaña se llama Cuī Wéi lo cual significa literalmente montaña rocosa.
[3] Las ocho frutas son: dátil chino, pasas, kumquat o naranjo chino, ciruela, albaricoque, cereza, nuez, semillas de loto. Aunque podría estar equivocada. XD
[4] Los lingotes más que un dulce en sí es cuando le dan esta forma a un postre. De modo que luzca similar a esto:
[5] Como este:
[6] El Festival del Medio Otoño es una festividad anual celebrada por el pueblo chino, Pueblo vietnamita, coreano y japoneses. El festival se celebra el día 15 del octavo mes en el calendario chino y calendario vietnamita, durante la luna llena, que es en septiembre o principios de octubre en el calendario gregoriano, a lo largo de los 15 días del equinoccio de otoño.1 El día festivo es también celebrado en Corea (Chuseok) y Japón (Tsukimi). Más info aquí.
[7] Se ve así: