El Rey Demonio y la Bella Villana – Capítulo 1: Primer reinicio

Escrito por Noah

Asesorado por Maru

Editado por Michi


Entre los bellos páramos de un bosque, en la profundidad de sus zonas vírgenes, existía en su olvido las viejas ruinas de templo que resguardaba entre sus paredes los recuerdos de aquella lucha que había decidido el destino de la humanidad.

Dentro del templo, la naturaleza se arraigaba entre las paredes, mientras la luz apenas podía filtrarse entre sus grietas ante la falta de ventanas del lugar (siendo la entrada la única apertura que tenía), entregando a aquellas ruinas un ambiente de penumbra como si fuese una clase de tumba. Aun así, la única luz del lugar recaía en una oxidada espada clavada en una piedra en medio de la amplia habitación; esta era, entre extraños y ligeros latidos como si tratase de un ser vivo, la que mantenía el lúgubre ambiente.

Pronto, la tierra empezó a temblar, las viejas paredes se agrietaron y los árboles cayeron hasta que la roca que mantenía erguida la espada se agrietó, liberando de esta una espesa niebla negra. Lentamente la esencia adquirió una figura corpórea, cubriendo su cuerpo con una tela negra andrajosa. La misteriosa figura empezó a reírse hasta que sus fuertes carcajadas resonaron entre las ruinas.

—¡Libre! ¡Por fin libre! —reía la figura, mientras esbozaba una sonrisa maligna y daba sus primeros pasos con orgullo… para caer de cara.

El sonido sordo acabó con el momento, dejando al pequeño ser estremecerse y gemir de dolor (algo nuevo para él, nunca había sido tan débil). Tomó unos minutos para recoger la poca dignidad que quedaba de su antigua entrada para luego levantarse y notar por primera vez el extraño equilibrio de su cuerpo junto la desaparición de ciertos miembros de este.

—¡Mi cola! ¿Dónde está mi cola? —exclamó con una voz juvenil al descubrir la falta de esta.

Al instante, el ser tapó su boca tras escuchar su propia voz. Tal sonido era ajeno a él; pero pronto su atención recayó en sus manos: pequeñas, suaves y lampiñas*. Las garras afiladas habían sido sustituidas por uñas lisas y sin filo junto al incremento de un dedo extra (ligeramente más pequeño que los otros). Cuanto más miraba sus manos, más le parecían a las extrañas manos de los humanos.

Un escalofrío atravesó su menudo cuerpo ante el terrible presentimiento. Revisó a su alrededor frenéticamente, avistando una pequeña fuente de agua que se escurría en una pared cercana. Sin perder tiempo corrió hacia ella con pasos torpes para finalmente caer frente la poza de agua cristalina.

Un rostro infantil le dio la bienvenida al instante que miró su reflejo en el agua. El par de ojos rubí se abrieron de terror al ver las facciones humanas. Con una mano temblorosa tocó sus mejillas sintiendo la piel tersa y suave, la nariz fina y el cabello despeinado de un tono negro.

—¡¿Por qué luzco como esos insectos?! —gritó aterrado y revisó por completo su nueva forma —Mi verdadera forma… debo volver a mi verdadera forma.

Sin perder tiempo, se levantó bruscamente, casi perdiendo el equilibrio, y se concentró en su propia esencia. Una oscura aura lo rodeó en un intento de cubrirlo, mientras la tela andrajosa temblaba como una extensión de aquella energía; pero por más que se concentrara no podía causar ningún cambio.

Pasó más de una hora hasta que su propio cuerpo había llegado a su límite y el ser cayera de rodillas sobre el suelo. Respiró agitadamente, sintiendo su cuerpo temblar de debilidad. Ahogó un gemido de frustración; se sentía humillado ante la patética forma en se había reducido. No solo había sido atrapado en la figura de un cachorro humano (si su conocimiento estaba en lo correcto) sino que sus poderes se habían debilitado al punto que apenas podía invocar su aura. Miró furioso el sello que una vez lo había mantenido cautivo, gruñó y sujetó una pesada piedra para arremeter contra la espada.

—¡¿Por qué esta forma, vieja bruja?! ¿Por qué no otra forma? —se quejaba el ahora niño azabache —¡Devuélveme mi temible forma! ¡Quién me temerá con esta patética forma! ¡No me jodas, maldita vieja loca!

Pronto la piedra se agrietó acabando en simples escombros, logrando despertar de su histeria al pobre (ex) rey demonio. Su respiración se mantuvo agitada, mientras sentía la garganta ronca de tanto gritar; tragó con dificultad tratando de recuperar la compostura.

Fue entonces que observó con más detenimiento su alrededor: el lugar que antiguamente había sido su nido lleno de trofeos y cadáveres de sus adversarios ahora se hallaba deteriorado por las malezas invasoras y el tiempo. Era claro que habían pasado muchos años desde su encierro.

—¿Cuánto tiempo he estado dormido? —murmuró para sí mismo.

Respiró profundamente, sintiendo el húmedo y frío ambiente que le rodeaba. Los sonidos claros y lejanos apaciguaron un poco su mente; era bueno saber que sus sentidos se mantenían iguales a su antigua forma, no creía soportar sentirse más limitado como estaba. Pronto su mirada se tornó molesta y chasqueando la lengua se dirigió hacia la salida; no tenía tiempo para emociones inútiles, tenía un mundo que devorar.

—Debo recordarles quién es su rey.

♦ ♦ ♦

Caminar por los bosques vírgenes con un no tan acostumbrado equilibrio, sería peligroso para un niño humano, pero para él, el temible rey demonio, era sencillo…

Sin que se diera cuenta, sus pies se enredaron en su propia capa causando que cayera de cara. Gruñó frustrado tras haber saboreado la tierra, y lentamente se levantó para luego limpiar su rostro con su capa. Una helada brisa sopló entre los árboles, causando un estornudo en el pequeño rey demonio. Quizás era bueno saber que tenía el mínimo de poder para invocar su capa, ahora que se hallaba en una forma lampiña (cómo los humanos soportaban esto era algo fuera de su comprensión).

—¡Odio esta forma! —gritó.

El silencio le respondió, haciendo que el niño observara su alrededor. El bosque era grande y espeso, predominando entre malezas y humedad en todo el lugar gracias a sus altos árboles, y tan solitario ante la poca presencia de monstruos. Aun si las hojas de los árboles empezaban a escasear por el clima frío y nuboso, el bosque estaba en una extraña tranquilidad, contraria a los de sus tiempos cuando había sido uno de sus dominios principales y el hogar de una cantidad de monstruos. Se sentía tan antinatural al encontrarse tan solo, era como si fuera el único monstruo de todo el bosque.

—Debieron partir a otra parte…

Pronto percibió un ruido lejano, atrayendo la atención del rey demonio. Escuchó voces, aullidos y fuertes golpes de acero. Si su audición no le engañaba, era claro por aquellos sonidos que se trataba de una batalla. Con interés, el rey demonio se dirigió a dónde provenían aquellos ruidos, con suerte encontraría algo útil al llegar.

Caminó por un tiempo hasta que percibió el fuerte aroma a sangre, haciendo que el niño azabache sonriera sombríamente. Enderezó su postura y caminó de forma solemne, intentando mantener su temible presencia gracias a su capa y se presentó a la escena. Era un grupo de humanos combatiendo con una jauría de enormes lobos monstruosos.

Una batalla contra Wargs**… Observó el rey demonio..

No. Era el final de la exterminación de los monstruos. Los cadáveres de los wargs se mantenían en el camino, haciendo que el rey demonio los mirara por unos minutos.

—¿Un niño? —exclamó uno de los humanos, atrayendo la atención hacia el pequeño monstruo humanoide.

Las miradas curiosas cayeron sobre el rey demonio, mientras en susurros mencionaban la apariencia exótica del azabache. Varios humanos empezaron a acercarse a él, dando amigables sonrisas (muecas extrañas, según el punto de vista del rey demonio) en un intento de acercarse a él. Pero rápidamente retrocedieron al notar la mirada fría que había lanzado el pequeño.

—Hey… pequeño, ¿qué haces por aquí? —preguntó un hombre (¿quizás líder del grupo?), tratando de no evidenciar su miedo.

—Salgo del bosque.

—Ya veo… ¿Y tus padres están cerca? —el rey demonio no respondió. —Hey, si estás solo, ¿por qué no vienes con nosotros…?

El rey demonio se mantuvo en silencio y en su lugar miró las caravanas, notando los tesoros que se alcanzaban a ver, para luego observar la ancha carretera de tierra que atravesaba una parte del bosque. Frunció el ceño ante el atrevimiento que habían hecho los humanos al invadir sus dominios mientras él se hallaba sellado. El claro descaro hacia él era inaudito y merecía un castigo, pero por ahora debía ser permisivo al necesitar información sobre la actual época.

—¿Por qué, humanos, se hallan en mis… —tosió tratando de ocultar su desliz — en los dominios de los monstruos? ¿Nadie les dijo que serían devorados si entraban? —sonrió, causando ciertos escalofríos entre los adultos.

Sin embargo, pronto algunos humanos empezaron a reír ante las palabras del niño azabache, sorprendiendo al antiguo monarca.

—¿De dónde sacas esas cosas niño? Este camino ha sido por décadas una ruta de comercio muy conocida —dijo uno de los hombres.

—Cierto, puede ser que el reino haya estado bajo problemas en los últimos dos años, pero los monstruos son simples criaturas de caza. Son buenos para producir materia prima.

Un leve tic en el ojo pasó por el rostro del niño al escuchar las últimas palabras del humano, pero rápidamente forzó una sonrisa tratando de no enfurecer allí. Tal idea era equivocada y egocéntrica (típica de esas criaturas). Después de todo, los humanos no eran depredadores muy fuertes sin sus armas.

—¿Problemas? —murmuró curioso el rey demonio al notar el tema.

—Sí, el reino estuvo en declive por un tiempo. Plagas y otras cosas… muchos lo atribuyeron a viejas supersticiones.

—El miasma y el resurgimiento de monstruos —bromeó uno de los hombres, haciendo reír a los demás, a excepción del niño.

—Pero hay que admitir que después de que encontraron a la doncella sagrada todo mejoró, quizás esos cuentos eran ciertos —rió otro.

Entonces aún sigue entre los humanos. Pensó el rey demonio con interés.

Sí la doncella sagrada aún seguía resguardado a los humanos, quizás había una posibilidad de resolver sus problemas actuales. Una fría sonrisa adornó el rostro infantil del rey demonio al pensar en una forma de recuperar su poder. Sí el poder de Ahda (la vieja loca) lo había convertido en esta patética forma, su poder (o uno similar a él) debería ser capaz de revertirlo y la conexión que tenía con su hija mortal sería el indicado. Esa conexión se hallaba en la forma de una joya, un regalo que según los cuentos humanos la diosa le había dado a su hija como vínculo divino. Con ella podría efectuar el ritual necesario y la afamada doncella sagrada se convertiría en el sacrificio perfecto por su sangre divina… además fue esa mujer quien lo selló.

—¿Y dónde está esa… la doncella sagrada? —preguntó el azabache con interés, sin disimular su sonrisa.

—En la capital… —murmuró uno de los hombres, el cual parecía nervioso por el comportamiento del niño azabache.

Al escucharlo, el rey demonio meditó sus opciones. Necesitaba ir hacia ese pueblo humano sin alertar a los humanos, era claro que tenía que verse tan normal como ellos (esta forma sería útil por fin) y necesitaría esas telas que llamaban ropas. Ese grupo de humanos sería la perfecta coartada para infiltrarse. Decidido a cumplir su objetivo, incluso si tenía que soportar estar con humanos, expresó a los adultos:

—Deseo ir a la capital. Me llevarán hasta allá en sus caravanas —sonrió con orgullo ante su tan educada forma de hablar.

—Ya veo, pequeño… —murmuró el líder ante su petición —Es mejor que quedarse solo en el bosque —rio de forma vacilante, alzando su mano para despeinar de forma cariñosa el cabello del azabache, pero rápidamente retiró su mano ante la mirada fría del rey demonio —Bien… ¿eh, por cierto cuál es tu nombre?

—¿Nombre?

—Sí, ¿cómo te llamaban tus padres… o quien te cuida?

El rey demonio ladeó su cabeza frunciendo el ceño ligeramente ante las palabras del humano. Un nombre… no tenía alguno.

En realidad, los monstruos carecían de un nombre, simplemente se reconocían entre ellos sin la necesidad de uno. Quizás lo más cercano que tenían era lo que conocían como un título, que realzaba un acto o acción extraordinaria que los diferenciaba de su especie. Estos títulos solo eran obtenidos cuando los reconocían algún ser divino o los humanos… y él no tenía alguno.

No. Había sido reconocido como algo extraordinario, pero el título que había obtenido había sido Rey Demonio.  No podía entregar tal título a aquellos humanos, sería entregar su identidad.

—No es de tu incumbencia —dijo de forma cortante, cruzando sus brazos y luego exclamó — Lo que interesa ahora es cuándo partimos hacia la capital.

El hombre retrocedió ante su respuesta, quedándose en silencio; pero pronto uno de los hombres que le acompañaba respondió por él.

—Cuando terminemos de desollar estas cosas —dijo, dando un ligero golpe al cadáver del warg con su pie.

—¿Desollar? —murmuró el rey demonio sorprendido. Según recordaba, los humanos rara vez mostraban interés en llevarse algo del cadáver de los monstruos, normalmente solían preferir a los animales —¿Por qué necesitan desollarlos?

—Sus pieles… vamos, niño, no sabes que sus pieles son útiles, en especial cuando el invierno se acerca.

—Su pelaje no es tan impresionante —miró la piel grisácea y opaca de los wrags, luego observó cómo los humanos tras quitar su pelaje abandonaban el cadáver —¿No deberían tomar la carne también? Sería un desperdicio dejarla —expresó el azabache al observarlos trabajar.

En el fondo, escuchó a uno de ellos murmurar sobre una piel dañada para luego desechar el cuerpo del wrag con cicatrices y seguir con otro cadáver. El rey demonio apretó la mandíbula con fuerza. Debía ser paciente, debía mantenerse tranquilo.

—La carne es dura y tiene un terrible sabor, no vale más que dos monedas de cobre. No hay ganancias en ello —explicó con voz plana el líder del grupo.

Pronto algunos humanos dieron varias exclamaciones cuando un cachorro wrag salió de su escondite y trató de escapar con desesperación. Los humanos intentaron atraparlo, apuntando a sus patas para detenerlo. El monstruo humano mantuvo su mirada baja, mientras recitaba en su mente, como un mantra, su objetivo de ir hacia la aldea humana; pero las voces de los humanos hacían temblar de ira su pequeño cuerpo.

—¡Atrápenlo es una buena piel!

—¡Vale más de dos monedas de plata!

—¡Apunta bien, no dañes la piel!

Un chillido se escuchó. Habían logrado darle un golpe al cachorro que seguía luchando, arrastrándose en un intento de escapar; pronto el pequeño wrag alzó su mirada hacia el rey demonio llenando sus ojos de cierto brillo y reuniendo toda la fuerza de voluntad que tenía se levantó y corrió hacia su rey en un intento de sobrevivir. Los humanos ignoraron el extraño comportamiento del cachorro al ocultarse detrás del niño azabache o los aullidos furiosos del bosque o aquella aura oscura que desprendía aquel niño.

—Ah, por eso odio a los humanos… —murmuró el rey demonio entre una risa cansada.

♦ ♦ ♦

El fuerte aroma de sangre impregnaba gran parte del viejo camino a causa de los cadáveres despedazados de comerciantes y mercenarios humanos. Las caravanas que anteriormente resguardaban tesoros habían sido destrozadas, dejando solo unos cuantos de sus objetos dispersados en el suelo. Entre aquel caos, criaturas monstruosas como lobos caminaban entre ellos, moviendo de vez en cuando algún cadáver de su propia especie en espera de encontrar sobrevivientes de la batalla.

—Qué molesto… este cuerpo es tan débil. Necesitar ayuda para acabar con esos insectos es humillante —dijo con disgusto el responsable de aquella carnicería.

Allí en el centro de aquel terrible caos, se hallaba un niño azabache que trataba de colocarse ropa sobre su pequeño cuerpo. La ropa se hallaba ligeramente sucia y de una clara talla más grande para un niño, pero al pequeño azabache parecía no importarle. Hizo resurgir entre la oscuridad su capa andrajosa y se la colocó sobre su cuerpo.

—Esto servirá —dijo el rey demonio.

Movió su cuerpo, revisando su nueva ropa, mientras sentía la extraña sensación de estar cubierto más que su capa negra. A pesar de la sensación, con esta vestimenta podría infiltrarse tranquilamente… lo malo, tendría que ir por sí mismo a aquella aldea humana llamada: la capital.

—Espero que cumplan su palabra —dijo el azabache acomodándose las mangas largas de su camisa —Debo ir a ese lugar…

Un ladrido agudo le contestó, revelando a un pequeño cachorro de wrag que estaba a su lado. Volvió a ladrar, atrayendo a un wrag adulto que se inclinó ante el monstruo humanoide con gran respeto. El rey demonio no los miró, sino que simplemente sonrió.

—Nos veremos pronto, hija de Ahda.


Notas:

*Lampiñas: El término suele emplearse respecto al hombre que no tiene barba o que presenta escaso o nulo vello corporal.

**Wargs: Un huargo o wargo es una criatura fantástica semejante a un lobo, pero de mayor tamaño, fiereza e inteligencia. (Se puede leer más sobre ellos en las obras de J.R.R. Tolkien y George RR Martin).

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