Traducido por Den
Editado por Meli
La explicación del vínculo entre la tripulación pirata de Lota con Edgar, la nieta desaparecida del gran duque de Cremona, la chica de nombre Betty; la fluorita Freya que se extrae en Wallcave y la existencia de una persona que usa el nombre del Conde Caballero Azul; dejó confundida a Lydia.
Pero entendió que ir sola habría sido peligroso y por eso Edgar la había secuestrado, aun así, su acto seguía siendo de mal gusto.
En la cubierta apoyada contra la barandilla, Lydia observaba el océano de color oscuro cuando estaba a punto de atardecer, levantó la mirada ante la presencia de alguien acercándose por el lado donde soplaba la brisa.
—Vamos a entrar en un puerto cercano antes de que oscurezca. —Dijo Edgar y se detuvo a su lado.
—¿No ibas a ir a Yorkshire en este barco?
—Bueno, no quiero dormir en el suelo en el fondo de un barco. Así que pasaremos la noche en alguna posada y planeo que tomemos el tren. Ya le dije a Nico que puede alcanzarnos en el barco de Lota. Fingiremos ser viajeros de paso y entraremos al pueblo.
Ella asintió y percibió que sus hombros se rozaron, entonces recordó cuando dijo que debería estar a punto de enamorarse de él y comenzó a sentir que le costaba respirar de nuevo.
Él en cambio, tenía una sonrisa amable en el rostro y la miraba con calma.
—Cuando estamos así, me hace recordar.
—¿Qué…?
—La primera vez que nos conocimos.
—Ahora que lo recuerdo, también me secuestraste en un barco. —Frunció el ceño.
—Oh, ¿de verdad?
Olvidas sin dificultad cuando se trata de recuerdos inconvenientes para ti.
—Sólo recuerdo que pasamos una noche maravillosa en el océano.
—No digas las cosas así para que suene engañoso.
—¿No sientes que ese fue el comienzo de nuestro amor predestinado?
—No.
—Con el tiempo pensarás así.
En definitiva, no lo haré.
—Oh, sí, tengo que decirte algo. Betty y yo hemos terminado por completo. Cuando la encontremos, no dejes que te moleste.
Lota dejó escapar la historia de que ambos se estaban cortejando cuando estaban en Estados Unidos.
Esa noticia la frustró, como si fuera una molestia, o como si estuviera mal sentirse molesta al respecto y no sabía qué se suponía que debía organizar: esos sentimientos dentro de ella u otra cosa.
Solo que pensó que debía concentrarse en encontrar a la chica como Doctora de Hadas.
—Si se llevaron a Betty como una niña cambiada, creo que podría ser difícil porque ha pasado bastante tiempo.
—¿A qué te refieres?
—Podría haberse acostumbrado al Mundo de las Hadas.
—Ya veo. Aunque no me importa si le gusta el Mundo de las Hadas.
—Eres bastante frío.
Edgar amaba la compañía de las mujeres, pero nunca se ataba a una. Lydia se reforzaba con eso cada día. Por lo que pensó que al final consideraría lo que había entre ella y él como «terminado» sin dudarlo.
Aunque nada siquiera ha comenzado.
—Las personas son seres que no pueden separarse del Mundo Humano.
—Entonces me gustaría que te volvieras seria sobre casarte conmigo para que no tengas que ir al Mundo de las Hadas con Kelpie.
—P-Podría no ser un ser humano.
—¿Qué parte de ti? ¿Es porque te pareces a un hada? —La miró confundido.
—A una niña cambiada, a menudo las hadas dejan a un bebé hada en su lugar. Cuando eso sucede, el bebé hada es hechizado para que las personas no puedan distinguirlo de un humano. Pero, en alguna parte de su cuerpo, debería haber algo que es diferente de un humano. En mi caso, es porque mis ojos son de un color raro.
—Los ojos verdes no son algo tan extraño.
También lo sabía. Pero, parecía que las personas estaban inquietas por sus ojos que parecían de un color verde dorado muy claro por los reflejos diferentes de la luz.
Más que por el color, sus ojos que podían ver a las hadas eran en esencia diferentes de los de las personas y eran un regalo que contenían la magia de un hada.
—Hay veces en las que pienso que la verdadera Lydia en el Mundo de las Hadas podría estar deseando regresar al Reino Humano.
—¿Pero tu madre no era una Doctora de Hadas? Si su hija fuera una niña cambiada, creo que no abandonaría a su hija.
—Sí. Mi padre siempre dice que no soy una niña cambiada.
—¿Por qué no estás convencida?
—Porque no puedo encajar en el Mundo Humano.
Creía en lo que decía su padre, pero a veces sentía que una parte de sí conectaba más con las hadas que con las personas.
—¿No soy suficiente? —dijo Edgar de repente, con una mirada que parecía como si estuviera siendo coaccionado y añadió—: ¿No puedo ser quien te mantenga atada al Mundo Humano?
—Eh… —La brisa movió su cabello y él tocó con suavidad su frente, en el lugar donde había una pequeña cicatriz.
—Lo siento, por dejar una cicatriz en el rostro de una dama.
—Esto sanará pronto. Siempre me hacía cicatrices como esta cuando era niña… Además, esto no es tu culpa.
—Fui quien te llevó allí.
Lydia sentía que últimamente Edgar había cambiado un poco. Estaba comenzando a hacerse responsable de lo que le había pasado. Como la responsabilidad que asumiría un prometido.
Incluso si sus comentarios superficiales de coqueteo eran diferentes a los del pasado, todavía le era difícil creer que esa era su forma de amar.
Sentía que estaba siendo atraída a actuar como una pareja de amantes y su cuerpo se puso rígido, resistiéndose.
—Quiero preguntarte algo. —La sujetó de manera sutil por los hombros.
—¿Qué es…?
—Extiende tu mano.
Mientras trataba de adivinar de qué se trataba, deslizó el anillo de piedra lunar en su dedo anular.
—Este guardián hada de la piedra lunar se supone que es un hechizo contra el mal, ¿verdad? El lugar al que nos dirigimos es donde ha sucedido el caso de un niño cambiado. Para protegerte de las cosas que no pueden ser vistas con los ojos de las personas normales, lo que puedo hacer es muy poco. Por eso, al menos, quiero que lleves esto hasta que este caso se resuelva de forma segura.
Besó las yemas de sus dedos y sonrió como diciendo: «Ahora puedo estar tranquilo».
Antes de que se diera cuenta, su mano se había acostumbrado a su beso que era como el que le da a una dama.
Incluso si se sentía acostumbrada a eso, eso significaba que no sentía que quería escapar o enfadarse o que se sentía confundida y hasta en la parte que sus labios tocaron, siempre había una sensación duradera de que ya no era su mano.
—No te estás molestando y diciendo que te lo quite. ¿Sientes que estás comenzando a enamorarte de mí un poco?
Oh, lo olvidé.
—Quítamelo. —espetó, pero como era de esperar él sólo sonrió.
♦ ♦ ♦
Escabulléndose de la posada en el pequeño pueblo portuario, Edgar fue solo a un bar.
Este era un país donde las personas iban a diferentes lugares para beber de acuerdo con su posición social, él estaba en un bar cerca de la posada, construido al estilo antiguo donde la entrada estaba dividida.
Poco más allá de la pequeña división, ordenó una cerveza mientras escuchaba el bullicio y los gritos de la clase trabajadora.
De este lado, los asientos estaban llenos de manera dispersa pero aún era silencioso.
Bebió solo hasta que apareció Ermine.
—¿Estará bien si me uno a usted?
—¿Viniste para vigilarme?
—Sí. Si se emborracha y comienza a coquetear con las mujeres y la señorita Carlton lo ve llevando una a la posada, entonces no se le ocurriría una buena mentira.
—Si se trata de lo que sucedió hace un tiempo, entonces no estaba mintiendo.
—Dejaré que se resuelva así.
Con una sonrisa amarga, Edgar bebió la cerveza.
—Pero, Lydia no me permitió un simple beso.
—Eso es porque no es simple.
Quiere decir que escucharlo por un rumor y verlo tú mismo es diferente.
—En serio, me siento disgustado conmigo mismo. Lydia dijo que no se sentía adaptada al Mundo Humano. Eso me dio la sensación de que podría irse al Mundo de las Hadas a este ritmo por mi culpa.
—¿Entonces podrá contenerse?
—Si se tratara de una conversación divertida, entonces no podrías considerarlo adulterio, ¿verdad?
—Si solo se trata de conversar, entonces solo converse conmigo.
—¿Estás bien si te seduzco?
—Cómo quiera —Tomó sus palabras como una broma porque sabía que no la seduciría.
—Ha pasado tanto tiempo, Ermine, desde que bebí contigo. Desde el pasado, a Raven no le ha gustado pasar tiempo en los bares y solo espera fuera.
—No le gusta cómo todavía lo ven como un niño. Puede que no lo parezca, pero le molesta mucho su cara de bebé.
—Cuando las doncellas le dijeron que parecía tener 15 años, se sintió bastante molesto por dentro.
—Si está comenzando a mostrar sus emociones, es un avance.
—Pero sus expresiones sutiles no las nota nadie —Edgar se echó a reír.
Su pequeña conversación despreocupada les dio una sensación de tranquilidad por un momento a ambos. Porque no podía ver lo que iba a pasar a partir de ahora, esta clase de momento era valioso.
—Oh, déjalo estar. En cualquier caso, creo que Raven está feliz de que hayas regresado.
—No estoy segura de eso. Puede que no se sienta cómodo porque mi cabello y uñas no crecen y mi cuerpo se pone frío como el agua cuando duermo.
—Estoy feliz. Incluso si eres un poco diferente de antes, puedo sentarme a hablar contigo así otra vez.
Ermine dejó ir la tensión en sus labios y pareció un poco perdida respecto a lo que hacer.
—¿Cómo se siente? ¿Te sientes sofocada al permanecer en tu forma humana?
—No, no siento nada. Hay momentos en que incluso olvido algunos días que soy una Selkie. Pero cuando me acerco al mar, siento que me llaman las olas.
—Ya veo. No tengo la intención de atarte, así que cuando llegue el momento, dímelo…
Cuando la parte Selkie de ella despierte.
Tomaron un trago tras otro y cayeron en un estado de embriaguez. En un momento dado el tabernero puso un vaso nuevo, dijo que era para el hada.
¿Los clientes de aquí tenían una práctica en la que invitaban a las hadas a bebidas?
Podría haber sido una medida para que pudieran cobrar a sus clientes borrachos, pero si era para un hada, entonces era interesante.
No le importó y le lanzó un chelín de plata.
Cuando miró el vaso que dejó el tabernero, la cantidad de cerveza desapareció poco a poco a pesar de que nadie bebía de una pajita.
Las hadas estaban al lado de las personas sin que ellas lo supieran. Ese hecho se lo reveló Lydia.
Terminando su bebida, Ermine se puso de pie.
—Me iré ahora.
—¿No vas a vigilarme hasta el final?
—No soy la única que lo está vigilando.
Al no entender a qué se refería, se sintió un poco insatisfecho con su actitud seca y despreocupada.
—¿Ermine crees que todo estará bien si me quedo con Lydia? —La sujetó de la mano para evitar que se fuera y continuó—: la trato con tanta persuasión y, sin embargo, cuando llegue el momento en que me acepte, no estoy seguro si podré continuar.
—¿No tomó la decisión de hacerlo?
—Pensé que tenía la determinación, pero vacilo de inmediato. No tengo ninguna garantía de que pueda protegerla, aun así, la obligo a unirse a mi guerra y cuando imagino que podría suceder algo que no se puede deshacer, me temo que podría hacer algo que haga que me odie.
—¿Se refiere a una aventura?
Se refiere a lo que arruinaría todo, al igual que el cuento de hadas que leyó en el libro de ilustraciones.
—Porque sé que eso es lo que más odia Lydia.
No sabía por qué estaba diciendo algo así.
—¿Estaría bien si fuera tan odiado que se vuelva irremediable?
—No. Pero si Lydia no me odia lo suficiente, entonces no podría dejarla ir.
Y entonces se dio cuenta… de que no era él mismo esta noche.
Pero, Edgar miró la mano de Ermine que todavía sostenía y ella no apartó la mirada de su rostro.
—¿Necesita una pareja de adulterio que haga que le odien mucho? —preguntó, leyendo sus intenciones.
—Tal vez… —A través de las yemas de los dedos sintió que Ermine se tensó.
Pensó que debería reírse y tomarlo como una broma. Aunque no estaba seguro de si era una broma o no.
Ermine soltó un suspiro con cautela.
—¿Creyó que puedo negarme? —Él la soltó.
—Estaba bromeando. No pongas una cara tan aterradora. —Ella no respondió, así que añadió—: fue horrible de mi parte… Debo haber bebido demasiado.
—Lord Edgar, se está menospreciando demasiado. ¿Por qué no pueden tomarse de las manos y resolver sus problemas juntos? Ya no estamos en Estados Unidos. No tenemos una batalla que luchar, debería permitirse ir por el camino que le traiga la felicidad.
—Me pregunto si tengo el poder para hacer feliz a una mujer. Mis amantes siempre terminan cansadas de quererme y Ermine, siempre te he lastimado.
—Si fuera la señorita Carlton, creo que es alguien que incluso trataría de apoyar las debilidades y defectos de su amado.
—Sí, si fuera amarme… Eso es…
—Desearé que eso se haga realidad.
Sintiendo la presencia de Ermine salir del bar a través de las puertas a su espalda, Edgar soltó un suspiro.
—Me pregunto qué quiero hacer.
Mientras miraba que la cerveza, que prepararon para el hada, seguía disminuyendo, se deslizó sobre la mesa.
—Tiene una personalidad bastante cínica, conde.
Quien dijo aquello fue un gato de pelo gris sentado en la mesa.
Sostuvo el vaso grande como si estuviera levantando un paquete demasiado grande para él y bebió la cerveza.
—Ya veo, así que eres quien vigila.
—Si tuvieras una aventura con ella, lastimarías a Lydia. Ya que esa señorita está enamorada de ti desde hace tiempo y Lydia también lo sabe, así que no sería aceptado como un mero capricho.
—No tengo esa clase de sentimientos hacia Ermine.
—Eso es una mentira. Lo sabes. —Se limpió la espuma de sus bigotes con la pata delantera—. Si eso sucediera, entonces eres el tipo de hombre más rastrero y el peor. Te aprovechas de los sentimientos de las mujeres y las lastimas. Incluso Lydia no querría verte la cara.
—No haré eso, no hay forma de que pueda hacerlo.
—¿Por el bien de quién? ¿Lydia? O, ¿Ermine?
—Ambas.
—Estás lleno de mentiras, Conde.
—Nico no irás a decirle nada innecesario a Lydia, ¿verdad?
—Tengo ganas de pescado frito.
—Está bien.
—Pero eso no significa que pueda prometerte que no diré nada.
Edgar estaba irritado hasta la médula y pensó que debería tocarlo y abrazarlo, pero como sabía que él era el culpable, apenas pudo calmar su impulso de desahogar su ira.
Ya que Nico ni siquiera quería que Lydia supiera sobre esta clase de cosas horribles.
♦ ♦ ♦
—¿Es un erudito?
—Oh, no, esto es solo un pasatiempo.
—Escuché que está recopilando historias de cuentos de hadas.
—Estaba pensando en escribir un libro sobre folclore.
Edgar decía una mentira con facilidad, incluso invitó a uno de los aldeanos a unirse a ellos y en el carruaje le pidió que los guiara al único alojamiento que se decía que existía en el pueblo de Wallcave.
—No creo que haya cuentos de hadas en este pueblo.
—En cualquier lugar o pueblo es seguro que habrá al menos uno o dos. Aunque esta clase de cosas las conocen mejor los residentes mayores o las mujeres.
—¿Pero cuál es la razón por la que viene a un lugar como este?
—Es solo una coincidencia. Viajo de imprevisto e improviso, pero escuché que las colinas alrededor de esta zona tienen las vistas más maravillosas y ya que mi prometida me está acompañando en este viaje, pensé que deberíamos pasar por aquí.
—Si era eso, entonces hay muchos lugares y cosas que disfrutar. Ya que a los visitantes de la ciudad les resulta bastante raro una pequeña colina o acantilado.
Mientras Lydia escuchaba su conversación, sintió que el aldeano no quería que hablaran sobre el tema de los cuentos de hadas.
El paisaje era colinas que se alzaban a lo lejos en una fila con altibajos en sus superficies rocosas. La vasta naturaleza era suficiente para complacer a los ojos. Sin embargo, incluso si se acercaban a la comunidad, sentía que había muy poca tierra de cultivo.
Incluso los campos de trigo que estaban rodeados por una cerca, en esta época de la temporada donde debería haber terminado la cosecha, debería haber montañas de paja apiladas, pero sólo estaban llenas con malas hierbas marchitas.
Le dijeron que el producto principal de este pueblo eran las fluoritas y debía haber una pequeña cantidad de tierras de cultivo, pero al escuchar que ni siquiera podían desenterrarse fluoritas se preguntó si la gente solo vivía del dinero que les enviaban quienes trabajaban fuera de la ciudad.
Mientras pensaba aquello, pasaron el centro del pueblo. El carruaje se detuvo frente a un edificio de piedra que era diferente a las casas del pueblo, el aldeano les explicó que era la propiedad del lord de la mansión. Y que por lo general la gente lo abría como un alojamiento.
—¿No vive allí el lord de la mansión?
—No viene tan a menudo. Ya que es un conde que tiene propiedades aquí y allá.
—¿Cuándo vino por última vez?
—Oh, no puedo decirlo con exactitud. Tal vez hace dos años.
Al escuchar eso, Edgar le dirigió una mirada a Lydia.
Como pensaba, alguien que afirmaba ser el Conde Caballero Azul había visitado el pueblo. Lydia asintió seria.
—Por favor, esperen un momento —dijo el aldeano y desapareció al fondo del edificio.
Después de un rato, aparecieron dos mujeres.
—Debe ser el vizconde Middlesworth. Si me sigue, lo guiaré.
Ese era el alias que Edgar había usado para presentarse al aldeano antes.
La mujer mayor abrió la puerta de entrada y le dio indicaciones a la mujer más joven.
Parecía que los únicos huéspedes serían ellos.
—¿Preferiría una habitación con vistas al mar, señorita Middlesworth?
—¿Eh? —Lydia entró en pánico ante el repentino llamado.
—Todavía es mi prometida, ¿podría darnos habitaciones separadas? Creo que es mejor tener adjunta una sala de espera para una doncella. Aunque sería mejor si tuviera vistas al mar.
¿Doncella? Pensó sorprendida y giró la cabeza, sus ojos se encontraron con Ermine, que tenía un rostro apacible.
Ocultando el hecho de que es una Doctora de Hadas y aunque era necesario entrar al pueblo, de alguna manera sentía que Edgar la estaba utilizando a su ventaja.
Incluso la hizo llevar un vestido que usaría una hija noble y debe haber parecido que vino a jugar con su prometido al solo traer a su doncella, pero tenía la sensación de que la estaban obligando a seguirle la corriente a la broma de mal gusto de Edgar.
—Martha, acompaña a la dama —indicó la mujer mayor a la más joven quien asintió en respuesta.
Lydia recordó que la carta sobre el niño cambiado estaba firmada por una mujer de nombre Martha.
—Lydia, hasta luego.
Edgar le dirigió una sonrisa agradable y desapareció en una habitación junto con Raven.
—Umm, ¿quizás está casada? —Le dijo a la mujer mientras la acompañaba a la otra habitación.
La mujer era del tipo callada y también daba una impresión de estar muy deprimida, por lo que Lydia se preocupó si podría ser la madre del niño cambiado.
—Sí. Ha pasado un año desde que me casé en este pueblo. Mi esposo está trabajando en la ciudad de al lado, por lo que no vive conmigo.
—¿Tienen hijos…?
—No.
Entonces no debe ser ella. Pero, según la historia de Edgar, parece que todo el pueblo está diciendo que abandonen al niño cambiado a todos los miembros del pueblo, así que por eso podría estar diciendo que no tiene hijos.
Aunque podría comenzar a dudar o parecer sospechosa, Lydia le preguntó:
—¿Hay otros esposos y esposas que se acaban de casar?
—Oh, no ya que es un pueblo pequeño, soy la única. ¿Sucede algo…?
—¿Eh? Ahh, umm…
—Mi lady no puede evitarlo, pero recientemente quiere escuchar historias de jóvenes recién casados. Ya que su matrimonio se acerca, parece que hay bastantes cosas sobre las que está preocupada. Pero, por favor, diga que lo único es que se alegra de haberse casado.
Ermine le echó una mano, el corazón de Lydia se tranquilizó.
—Ya veo. Pero si fuera yo, no creo que sea de ayuda para mi lady. Ya que lamento mi matrimonio.
¿Lamentar? ¿Porque su hijo fue cambiado?
Pero, decir que lo lamenta y que no deberían haberle quitado a su hijo, eso podría ser porque su esposo no estaba a su lado.
Dejando a un lado a Lydia que estaba sorprendida, la joven las guió a la habitación de manera profesional.
—La habitación para su asistente estará al fondo. ¿Puedo pedirte que vengas a buscar el carbón para el fuego más tarde? Lo siento, no hay suficientes manos trabajadoras en este momento.
Viendo de reojo a Ermine asentir, la joven fue rápida y brusca en sus movimientos al abrir las cortinas y cuando lo hizo, pareció que iba a irse, así que Lydia se apresuró e intentó detenerla.
—Eh, ¡p-puedo ver hadas!
La joven mujer la miró sospechosa.
—¿Tiene algo que la esté preocupando? Puedo hablar con las hadas, así que podría ser de ayuda…
De repente la expresión de su rostro cambió y dijo:
—Si es cierto, entonces le advertiré que es mejor que se vaya rápido y abandone de inmediato este pueblo. O de lo contrario, pondrá sus vidas en peligro —habló con tono amenazante y salió corriendo de la habitación.
—¿Qué se supone que significa eso? —murmuró Lydia mientras estaba perdida.
—Todo el pueblo podría estar amenazándola para que no diga ni una palabra sobre el caso del niño cambiado que ocurrió.
—¿Para que obedecieran la orden que les dio la persona que creen que es el Conde Caballero Azul? Sí, si es así, entonces los otros aldeanos podrían no hablar sobre las hadas tan fácil.
Pero entonces, ¿por qué las madres no pueden recuperar a su hijo cambiado?, se preguntó.
Ermine salió de la habitación para ir a buscar el carbón.
Fuera de la ventana, el viento seguía soplando sin cesar. Incluso si estaba dentro de la habitación, un edificio sin un fuego encendido era frío, pero no tenía ganas de ponerse el abrigo, así que se quedó como estaba y se sentó en el sofá.
Se dio cuenta de que la ventana estaba haciendo ruidos antinaturales y cuando levantó la mirada, vio a Nico afuera, tocando el vidrio de la ventana.
Al final, la razón por la que Nico decidió viajar en el tren podría haber sido porque estaba preocupado por Lydia y quería mantenerla vigilada. Se levantó y abrió la ventana. Nico saltó de la ventana y entró a la habitación.
—Oye, Lydia, este pueblo es tranquilo. Aunque camino por las calles, casi no hay gente y ni siquiera puedo ver a las hadas a pesar de que esta es una de las tierras que pertenece al Conde Caballero Azul.
La razón por la que el número de personas era bajo debe ser porque casi todos se fueron a trabajar a las ciudades, pero ahora que lo recordaba, era extraño no ver ningún hada.
Pensó eso, pero notó que una oscura figura se movía detrás de la esponjosa cola de Nico como si estuviera tratando de esconderse.
—¿Quién es ese? ¿Tu amigo, Nico?
—¿Eh?
Nico se dio la vuelta y levantó la cola, encontró un pequeño hada de color marrón allí, puso las patas en sus caderas y se giró para mirarlo.
—¿Quién eres? No vayas y toques mi cola como te plazca.
—¿Eh? Oh, lo siento… pensé que eras un gato desconocido.
—No soy un gato.
—¿Queeeé?
—Los gatos no hablan y sabes que no se ponen de pie ni caminan.
—Ahora que lo dices, tienes razón.
—¿Eres idiota?
Era una hada que llevaba una falda y una tela como sombrero. Parecía una Brownie, pero por lo débil que era su cerebro, podría ser una Dobby[1].
—Nico no digas esas cosas tan horribles.
La pequeña hada se volvió para mirarla y tan pronto como sus ojos se encontraron con los de Lydia, salió corriendo a esconderse detrás de la cola de Nico.
—Dije que pares, este humano no es alguien de quien tener miedo.
—¿Qué? ¿Puedes verme?
—Puedo verte. Porque soy una Doctora de Hadas.
—¡Una Doctora de Hadas!
El hada soltó un chillido como si estuviera sorprendida y corrió hacia los pies de Lydia y, de manera desesperada, se aferró al dobladillo de su falda.
—¡Por favor ayuda a mi hijo!
—¿Qué? ¿Qué quieres decir?
—Pusieron a mi hijo en una olla. ¡Si dejan a mi hijo así, van a hervir a mi bebé!
¿Poner un bebé hada en una olla? Esa era una de las medidas que un humano tomaría para descubrir la identidad del bebé cuando se sospecha que es un niño cambiado.
Había veces en que los padres hadas dejaban a su propio bebé hada a quien hechizaron para que pareciera un bebé humano en lugar del infante que robaron. En esos casos, si los humanos sometieran al bebé hada a algo terrible, revelaría su verdadera forma y la magia desaparecería y se dice que las hadas devolverían al bebé que robaron.
Era un método al que recurrían las personas que no sabían sobre las hadas, pero ella como Doctora de Hadas no lo recomendaría, puesto que no garantizaba que regresaran a tu bebé y en cambio, el bebé humano robado podía ser maltratado por las hadas.
—¿Tu bebé es el niño cambiado que intercambiaste con uno de los bebés del pueblo?
—Así es, pero qué horrible es de su parte poner a mi bebé en una olla.
Ya que a las hadas no les gusta el hierro, consideraban una crueldad poner a un hada en una olla en lugar de en una cuna. La joven mujer, Martha, que acababan de conocer, debe haber escuchado ese método en algún lugar y debe haberlo probado.
Sin embargo, estaba trabajando aquí y no parecía que hubiera tiempo para hervir una olla.
—Entonces es mejor que le devuelvas a su bebé.
—No puedo. Nadie me lo permitiría.
La Dobby se secó las lágrimas con la falda de Lydia. Ésta la levantó con cuidado y la colocó encima de la mesa.
—Dices todos, ¿te refieres a los de tu especie? ¿Por qué no te dejarán?
—Si lo hiciera, entonces nos comería el Wyrm[2].
¿Wyrm? Ese era un dragón que tenía un cuerpo enorme como una serpiente. Había ocasiones en que no tenían patas como una lagartija.
Era una especie diferente de dragón que tenía alas; esas especies de dragones eran mucho más comunes en Inglaterra.
—¿Hay un Wyrm aquí?
—El Wyrm es el que crea las Freya.
Se decía que de este lugar se extraían fluoritas preciosas con el nombre de Freya.
El nombre Freya, que significaba fuego, podría crearse a partir del fuego que exhalaba el Wyrm.
—El Wyrm quiere comer niños humanos. Y nos ordena robarlos. No podemos luchar, así que terminamos haciendo los cambios… Pero, no quiero hacerlo si mi bebé sufre ese dolor. ¡Por favor, salva a mi bebé, Doctora de Hadas!
Lo que significa que el bebé de Martha podría estar en el nido del Wyrm.
—¿Ya se comió al bebé humano?
—No lo creo. Esa bestia convierte poco a poco a los humanos en piedra y luego se los come.
Sin embargo, si todavía no ha sucedido, sería difícil recuperar al bebé.
Pero aún así, en el pasado, el Conde Caballero Azul debería haber hecho un intercambio con las hadas para que las joyas pudieran extraerse de esta tierra. En ese momento, debería haber hecho un intercambio con el Wyrm con respecto a las Freyas.
—Disculpa, Dobby, pero ¿no es reciente que el Wyrm quiere comer niños humanos?
—Así es. El Wyrm ha estado en hibernación todo este tiempo. Desde que lo derrotó el Conde Caballero Azul. Pero ahora se ha despertado.
—Entonces, tenemos que pensar en una forma para volverlo a hacer dormir.
—Eso es imposible. El Wyrm solo puede ser derrotado por el Conde Caballero Azul. Pero, fue él quien lo despertó. Sólo por el deseo de Freyas. Hace mucho tiempo, el conde dejó de escuchar nuestros deseos.
Un nuevo conde, no había duda de que era quien estaba haciendo que los aldeanos soportaran a los niños cambiados.
—Ese conde es un impostor.
—¿Un impostor? Entonces si el verdadero Conde Caballero Azul viene, ¿derrotará al Wyrm por nosotros?
Aunque Lydia dejó que esas palabras escaparan de su boca, no sabía cómo debería responder al respecto.
No había forma de que Edgar pudiera derrotar a un enorme dragón como lo habría hecho el anterior Conde Caballero Azul. Lo que significa que no podía ir diciendo que el verdadero estaba aquí.
—Ahh, pero más importante, Doctora de Hadas, por favor, salva a mi bebé y rescátalo de la olla. Si no te apresuras, hervirán a mi bebé.
—Está bien. Llévame ahí. —Lydia siguió a la pequeña hada que se movía rápido.
La mansión del lord de esa tierra estaba ubicada lejos de la comunidad. Lydia salió de allí y caminó por los matorrales de los arbustos.
La Dobby se detuvo frente a la puerta de la cocina de una casa que estaba a cierta distancia del pueblo. Lydia echó un vistazo adentro pero no vio signos de una olla.
—¿Dónde fue mi bebé? Hace un momento, había una olla justo aquí.
La Dobby buscó alrededor del suelo de tierra.
—Mi bebé parecía tener tanto frío y no podía soportar verlo así, así que llené la olla con patatas.
—Oye, Lydia, alguien viene.
A la voz de Nico, Lydia se escondió detrás de una de las columnas.
Esa persona podría ser la suegra de Martha. Cuando la anciana entró por la puerta de la cocina, pudo ver que la mujer llevaba una olla con patatas.
En la olla, había tanta agua que las patatas estaban hundidas. Cuando se escondió y observó, la mujer la colocó sobre el fuego de la chimenea.
—¡Qué! ¡Espere un momento!
Lydia saltó de detrás de las sombras de la columna.
Empujó a un lado a la mujer y metió las manos dentro de la olla. Removió las patatas y sus manos sintieron el suave toque de la ropa del bebé y lo sacó.
—¿Q-Quién demonios eres?
—¿Qué cree que está haciendo? Este bebé está empapado. ¡Y además de eso, estaba a punto de poner al bebé en el fuego!
La mujer frunció el ceño y sus ojos iban y venían entre el bebé que Lydia sostenía y la olla.
—No lo sabía. Mi nuera me pidió que pusiera a hervir las patatas. Pero ese bebé ni siquiera llora a pesar de que se ha hundido en el agua. No es normal.
Apartó los ojos del bebé, se encogió de hombros y se sentó en una silla.
Solo era un poco más pequeño que un bebé humano, pero este bebé hada tenía una cara marrón y arrugada. Sus orejas también eran puntiagudas, así que la magia para que pareciera humano no era de alto nivel.
Si la cara de tu bebé de repente se transformara en esto, cualquier madre sospecharía de que es un niño cambiado.
Incluso la abuela del bebé estaba perdida respecto a lo que hacer y parecía estar de luto.
La Dobby parecía estar conmocionada porque iban a poner a su bebé en el fuego y se desplomó en el suelo de tierra y gritó entre lágrimas. Por supuesto, Lydia era la única que podía ver eso.
Como casi intentó limpiarse la cara con la cola de Nico, él la apartó.
—Um, señora, no debe tratarlo tan mal solo porque es un niño cambiado. Por favor, póngale ropa de bebé limpia. Y no lo ponga a dormir dentro de una olla.
La mujer volvió a levantar su rostro con una mirada dudosa.
—¿Quién eres?
—Una Doctora de Hadas.
—¿Una Doctora de Hadas? Humph, una persona que dice que puede ver hadas se pone del lado de las hadas. Sólo se centran en conseguir el favor de las hadas.
—Eso no es cierto. Si las hadas hacen algo terrible, también les enseñamos una lección.
—Entonces, ¿por qué no traes a nuestro bebé…?
Casi lo deja escapar, pero volvió a guardar silencio.
Tal vez podría haber sido porque le dijeron una y otra vez que no recuperara a su nieto cambiado.
—Sal.
—Pero…
—Llamaré a gritos a alguien. Si andas por este pueblo diciendo que eres una Doctora de Hadas que se mete en los asuntos de las hadas, entonces no te dejarán en paz.
—¿Por qué? ¿Porque lo dijo el lord de la mansión? ¡Pero ese lord es un impostor!
—¡Qué crees que estás diciendo!
La mujer cambió su expresión de inmediato y se levantó.
—Por favor, no vayas diciendo esas cosas en esta casa. ¡Toda mi familia será atormentada!
En ese momento, Lydia notó la presencia de alguien que estaba bloqueando el paso a la puerta de la cocina.
Eran dos hombres que parecían ser aldeanos del pueblo y estaban de pie con los brazos cruzados.
—Así que eres una Doctora de Hadas. Pensé que era extraño que los viajeros de vacaciones vinieran a este pueblo —dijo uno de ellos mientras miraba a Lydia.
—M-Mi familia no tiene nada que ver con ella. No sé por qué pero esta chica entró a mi casa por su cuenta.
—Me pregunto si eso es cierto. ¿No la invitó nadie? De todas formas, tendremos que hablar con el jefe del pueblo.
♦ ♦ ♦
Edgar, junto con Raven, había ido al tercer piso de la casa del lord. Pensó que la habitación del lord de la mansión estaría allí y ese era el lugar adecuado para averiguar sobre la persona que afirmaba ser el Conde Caballero Azul y que apareció hace dos años.
Investigó una habitación a la vez. Tenía la espada de las Merrow en una mano, la trajo consigo en caso de que la necesitara ya que había venido a un pueblo donde no lo aceptaban como el Conde Caballero Azul.
En la actualidad, no había nobles que llevaran consigo espadas a menos que estuvieran en el ejército, pero se le pidió que la mantuviera con él en todo momento, así que no se podía evitar.
Había varias habitaciones que estaban cerradas, pero no hubo ningún problema para abrirlas.
Edgar se escabulló a una habitación que parecía ser la de un caballero y se detuvo en medio para mirar a su alrededor.
En la oscuridad creada por las cortinas cerradas, lo que brillaba y sobresalía en una esquina de la habitación era una estatua hecha de fluorita, se dirigió a ella.
La luz del candelabro que encendió Raven ayudó a que se viera con claridad la forma de la estatua roja y púrpura.
—Un cisne blanco a punto de volar hacia el cielo, eh. ¿Raven, no crees que es una obra de arte maravillosa?
Raven no estuvo de acuerdo ni en desacuerdo, pero no era como si esperara una respuesta de él.
Se alejó de la estatua y buscó encima del escritorio donde había papel de carta y un sello que tenía el escudo de armas de la familia del conde. Abrió todos los cajones, revisando todo lo que había dentro. Sin embargo, la mayoría estaban vacíos.
Raven abrió un armario que estaba cerrado con llave, pero no importa cuanto lo pienses, era extraño porque no había nada dentro.
Deben haber movido o escondido los documentos, que no querían que nadie viera y que se suponía que debían estar allí.
Edgar se acercó a la chimenea. La habían limpiado, pero en el montón de cenizas en un rincón, encontró un trozo quemado de una cuerda de cuero que se usaría para atar algo. Chasqueó la lengua.
Sin embargo, en un minuto sus ojos se posaron en la alfombra del suelo, de una sus esquinas sobresalía un pedazo de papel amarillento. Dio la vuelta a la alfombra y recogió el papel que habían escondido debajo.
—Lord Edgar, eso es…
—Parece ser parte de una cuenta…
Mientras sus ojos seguían las palabras escritas, Edgar al final frunció el ceño.
Enumeraba el porcentaje sacado de la cuenta.
Había una gran cantidad de joyas extraídas, que según se había informado, no se podían extraer.
—Lord Edgar, alguien viene.
Justo en ese momento, Edgar pudo escuchar varios pasos corriendo escaleras arribas.
Las personas que sospechaban de los veraneantes deben haber venido a investigar la propiedad del lord de la mansión.
Raven se acercó a la puerta e intentó ponerle el seguro, pero Edgar le dijo que era innecesario.
—No hay ninguna razón para que nos escondamos o huyamos. Escuchemos lo que tiene que decir la gente de aquí sobre sí mismos. —Se sentó en la silla que debía ser para el lord de la mansión.
Al mismo tiempo, la puerta se abrió de golpe y varios hombre entraron tropezando en la habitación.
Raven se acercó a Edgar, que permaneció sentado y sujetó con la mano el cuchillo, que antes tenía en la cintura.
♦ ♦ ♦
Un anciano que se presentó como el alcalde del pueblo, le dijo a Lydia que lo siguiera y había regresado a la propiedad del lord de la mansión.
La llevaron escaleras arriba, mientras permanecía rodeada por los hombres del pueblo con un aire alrededor de ellos como si esto fuera una procesión majestuosa.
Estaba preocupada de si revelar que era una Doctora de Hadas sin preguntarle si era una buena idea a Edgar, podría causarle problemas, pero no había nada que pudiera hacer al respecto.
Uno de los hombres del grupo que había ido a revisar la habitación donde se alojaba Edgar, regresó y le susurró algo al alcalde.
El alcalde asintió e hizo un gesto a Lydia para que lo siguiera y subieron las escaleras.
Se detuvieron frente a una de las habitaciones y escucharon a través de la puerta para saber qué pasaba dentro, pero al final se miraron los unos a los otros y asintieron. Luego abrieron de golpe la puerta e irrumpieron dentro.
—Caballeros, sería cortés de su parte llamar a la puerta y luego entrar si tenían negocios.
Lydia pudo escuchar el tono de voz indiferente de Edgar.
—¿Qué está haciendo en este tipo de lugar?
—¿Qué, dice? ¿Hay algún problema?
—¡Por supuesto que sí! ¡Esta es la habitación de nuestro lord!
—Bueno, solo esperen.
El alcalde entró en la habitación mientras llamaba al grupo de hombres jóvenes animados en un tono como si les estuviera dando un consejo paternal. Un hombre empujó a Lydia por la espalda y entró a la habitación.
Cuando sus ojos se encontraron con Edgar, hubo un segundo en que tanto él como Raven parecieron congelarse, pero ambos observaron con cuidado en silencio al alcalde que le permitió sentarse en una silla.
El alcalde se apartó del lado de Lydia, pero antes de hablar, se detuvo frente a la puerta como para no permitirles escapar.
—La joven dama que lo acompañaba ha afirmado ser una Doctora de Hadas y al parecer puso a uno de los hijos de una de las aldeanas en una olla.
—¡Qué! ¡No! Estaba tratando de salvar al bebé. Si maltratan a un niño cambiado, el bebé humano no regresará. Tienen que tomar las medidas correctas…
—Lo que está diciendo es ridículo; decir que existe un niño cambiado… La novia de esa casa solo estaba haciendo una conmoción porque su bebé que acababa de nacer tenía una cara un poco fea.
Era lo mismo por lo que Lydia estaba discutiendo en la casa del alcalde.
—¿Por qué todos van tan lejos como para esconder a un niño cambiado?
Ignorando a Lydia, el alcalde se enfrentó a Edgar.
—Si mal no recuerdo, su nombre era vizconde Middlesworth. Al parecer hay ladrones que tratan de robar los preciados objetos de la casa usando el alias de un noble y pasando la noche en una gran casa en el campo. Sería extraño de su parte que estuviera buscando en las habitaciones que estaban cerradas mientras esta joven dama causaba una conmoción en el pueblo. Me gustaría que se marcharan de este lugar antes de que los entregue a la policía.
—Para su desgracia, los ladrones aquí serían todos ustedes. Y sería problemático si involucraran a la policía. —Edgar mostró una suave sonrisa y se puso de pie.
Ese era el Edgar que era el más peligroso que Lydia conocía. Estaba pensando en cómo noquear por completo a sus oponentes.
—¿Qué? No sé de qué está hablando.
—Esta casa es mi propiedad, todo lo de aquí me pertenece. Ya sea que me lo lleve o lo rompa, es mi voluntad. —Tiró con el brazo un jarrón que parecía caro.
Ante el sonido inquietante de los cristales rotos uno de los hombres jóvenes sacó un cuchillo por acto reflejo y al siguiente segundo fue derribado por Raven y terminó golpeándose contra la pared.
—Raven, asegúrate de ponérselos fácil.
—Entendido.
—¿Saben quién soy? —Edgar miró al grupo que se quedó congelado.
Tomó y levantó lo que descansaba sobre el escritorio. Era la espada de las Merrow que todavía estaba en su vaina y mientras Lydia observaba inmóvil, él sacó la espada.
Para que los hombres pudieran ver bien la gran estrella zafiro, la sostuvo frente al alcalde que no hizo ningún ruido.
—Su maestro, soy el Conde de Ibrazel.
Todos los aldeanos se quedaron en completo silencio. Es probable que no tuvieron la oportunidad de ver la espada que demostraba la identidad del Conde Caballero Azul, pero deben conocer sobre la estrella zafiro que se llamaba la Estrella de las Merrow.
Incluso el azul oscuro que tenía un brillo tenue y sedoso y la estrella con forma de cruz que brillaba con nitidez no eran de una joya normal.
Ninguno ocultó la expresión de sorpresa en sus rostros. El alcalde respiró hondo como para calmarse.
—Me he visto con el lord de esta propiedad varias veces y por eso lo conozco. Usted no es él.
Edgar se encogió de hombros como si le resultara gracioso y tratara de decir «oh, cielos, cielos».
—Y hubiera sido mejor para todos ustedes si hubieran dicho que fueron engañados por él. Entonces esto los convierte a todos en sus cómplices. No se podría evitar si la sociedad considerara que tomaron su mano y me engañaron.
Con la espada colgando, caminó a paso lento frente a los aldeanos.
—En lo que respecta a «mis» fluoritas que se extraen en esta tierra, usted había reportado al mayordomo de la familia del conde que la veta minera estaba seca, cuando en realidad, la cantidad que se estaba extrayendo había aumentado bastante en comparación con el pasado. Oh, Dios mío, quién de nosotros es el ladrón aquí.
Cuando se acercó al escritorio, extendió un trozo de papel de color amarillento.
—Señor alcalde, ¿está dividiendo ilegalmente con el resto de los miembros del pueblo el dinero que ganan con las fluoritas? Lo que significa que existe una ruta comercial oculta. Ya que las fluoritas de aquí tienen un color único que sólo se extrae aquí en Inglaterra, no pudieron mentir sobre dónde fueron extraídas y las distribuyeron. Entonces, ¿por qué no les hago hablar sobre el ladrón que afirmó ser el Conde Caballero Azul, es el líder de su grupo y robó mis fluoritas después de haber tramado todo esto con ustedes y haber hecho negociaciones?
—La veta minera de las fluoritas se ha agotado —dijo el obstinado alcalde y continuó—: tal como usted dice, no podemos tomarnos la libertad de venderlas como queramos. Sólo es una nota y no hay ningún tipo de papeleo oficial. Incluso si busca en todo el pueblo, no encontrará fluoritas ni montañas de dinero. Todos aquí vivimos de manera modesta.
—Ya veo —dijo Edgar con una sonrisa como si le resultara divertido. Era una sonrisa que lucía su excelente apariencia y transmitía una presencia despiadada detrás de él.
Incluso Lydia podía decir que había perdido bastante la paciencia.
—Así que incluso si las cosas se han hecho públicas, todavía seguirás actuando como si no tuvieras nada que ocultar. Si tienes la intención de ir contra el lord de la mansión, entonces debes estar bastante preparado para esto.
—Nuestro maestro no es usted.
—Me han enfadado. Los enviaré a todos a los fuegos del infierno —dijo Edgar en un tono frío como un tirano en el pasado.
[1] Un/a Dobby es un tipo de trasgo travieso del folclore inglés. El nombre de Dobby no es invención de J.K Rowling. El brownie nativo de Anglia Oriental se llamaba Sr. o Maestro Dobbs; en Yorkshire era Dobby y más al norte en Northumberland y las fronteras, se llamaba Dobie.
[2] En el folclore europeo, un Wyrm es una monstruosa serpiente o un dragón.