Traducido por Lucy
Editado por Lugiia
Al despertarse por un timbre de su terminal portátil que le notificaba un nuevo correo electrónico, Lena se sentó y se estiró. Había dejado encendida la terminal de información, cuya pantalla holográfica mostraba una imagen en pausa de la señal de video proveniente de un arma, y en la propia terminal había un mar de papeles, registros de combate que había impreso.
La luz del sol, que entraba por la cortina de su habitación orientada al este, era brillante. Colocándose una bata fina y transparente que colgaba de su perchero y pasándose los dedos por su cabello, se levantó de la cama. Al abrir su correo electrónico, vio que el mensaje era de Annette.
El Festival de la Revolución se celebrará el mes que viene, ¿verdad? Vamos a elegir juntas algunos vestidos de fiesta en nuestro próximo día libre.
Tras una breve pausa para pensar, escribió su respuesta y pulsó “enviar”.
Lo siento. He estado un poco ocupada estos últimos días. Vuelve a invitarme en otro momento, ¿de acuerdo?
La respuesta fue inmediata.
Últimamente me das muchas vueltas, Lena.
Seguido de otro correo electrónico.
Dedicarte así a los Ochenta y Seis no le hace bien a nadie, ¿sabes?
Lena se giró un momento. Detrás de ella, estaban los diarios de combate del escuadrón Spearhead que ayer había intentado analizar. Había reunido de forma meticulosa los informes de misión mal garabateados y los archivos de datos del registrador de misiones de los Juggernauts. Los informes de las patrullas estaban, por alguna razón, tan vacíos como siempre, pero dejando eso de lado, era una verdadera montaña de oro, un verdadero tesoro de información sobre las tácticas contra la Legión.
Esto ayudaría a todos a sobrevivir. Sería útil. Estaba segura de ello.
Mientras reflexionaba, redactó una última respuesta para Annette.
Lo siento.
♦️ ♦️ ♦️
—¿Por qué no ir? —contestó Shin con indiferencia, respondiendo a la conversación ociosa que mantenían a través de la Resonancia Sensorial, mientras revisaba el rifle de asalto que de forma habitual guardaba en la cabina de Undertaker. Se habían puesto a charlar durante el informe, técnicamente cuando deberían haber salido a patrullar.
Era primera hora de la tarde, y Shin estaba en su habitación del cuartel. El gatito, al que había encerrado fuera de la habitación para evitar que jugara con las piezas del rifle, arañaba la puerta de forma desesperada.
—Pero ¿qué pasa si se produce un asalto en medio de la fiesta?
Lena parecía terriblemente insatisfecha. Era muy propio de ella ser tan seria al extremo, por no decir demasiado inflexible.
—No pasará nada en particular.
—Me sorprende que puedan celebrar una fiesta en medio de una guerra.
—Estoy seguro de que hay batallas en algún sector por ahí. Lo que ocurra dentro de las murallas no influye en lo que ocurre aquí fuera.
Sacó el pasador de leva y retiró el cerrojo del grupo portador, colocando las piezas en un paño que había extendido. Los rifles de asalto no eran eficaces contra la mayoría de la Legión, pero tenían sus usos. Podría llegar un momento en el que esta fuera la única arma de la que dispusiera, así que dejarla desatendida no era una opción.
—Creo que debería ir. Se agradece su análisis, pero no hay razón para que monopolicemos su tiempo, comandante.
Lena guardó silencio ante esas palabras.
—De casualidad, ¿lo que estoy haciendo es innecesario?
—En absoluto. Su ayuda es muy apreciada.
Esos eran sus sinceros sentimientos. Shin no diría o haría algo solo para acariciar el ego de un oficial al mando.
—Al final, solo conocemos el frente. Tener la perspectiva de un oficial educado y el análisis de datos que viene de una perspectiva con una comprensión de toda la situación no tiene precio.
—Es bueno escuchar eso…
—Pero dicho esto, no tiene que dedicar todo su tiempo a nosotros.
Pudo sentir a Lena haciendo un puchero al otro lado de la línea. Al retirar el perno extractor, Shin continuó hablando en su habitual tono monótono:
—Si mantiene su mente demasiado tiempo en el campo de batalla, acabará como yo.
♦️ ♦️ ♦️
Lena suspiró, incapaz de distinguir si esas palabras iban en serio o eran su idea de una broma. En cualquier caso, se quedó sin mucha motivación.
—Así que usted también bromea a veces, capitán Nouzen… Bien, lo entiendo. Intentaré divertirme mientras esté allí. Estoy segura de que me lo pasaré como nunca entre la estúpida fiesta, los tacones y el vestido.
Haber respondido a su broma con un chiste propio le valió, al parecer, una carcajada por parte de Shin.
—El Festival de la Revolución, ¿no? Hubo algo así en aquel entonces, ¿verdad?
—¿Recuerda algo de eso?
Shin guardó silencio por un momento.
—Creo que hubo fuegos artificiales… En un parque con una fuente, frente al palacio.
Lena levantó la cabeza, sorprendida.
—¡Así es! Ese es el palacio presidencial Luñè, en el primer sector… ¿Usted vivía en ese sector, capitán?
El bloque presidencial del primer sector había sido un barrio acomodado desde los tiempos de la monarquía, y sus habitantes eran todas familias que habían vivido allí desde épocas pasadas… Sin embargo, las familias provenientes de la sub-raza celena, quienes eran venerables casas nobles, parecían ser sus principales residentes. Era extraño ver allí habitantes Colorata, incluso antes de que todo cambiara hace nueve años.
Tal vez había pasado junto a Shin sin darse cuenta en algún momento.
Ese pensamiento dejó a Lena con un sentimiento de soledad en su corazón.
—No lo recuerdo, pero probablemente haya vivido allí con el resto de mi familia… Puedo recordar a mi hermano caminando conmigo en algún lugar, sosteniendo mi mano.
Lena tuvo que contener un jadeo al darse cuenta de lo que hizo de nuevo.
—Lo siento…
—¿Por qué…?
—Fue una insensibilidad por mi parte. La última vez también… Quiero decir, tu familia y tu hermano…
—Oh…
En contraste con el tono desanimado de Lena, Shin sonaba bastante cortante.
—No me importa. De todos modos, apenas me acuerdo.
Shin debía ser bastante joven cuando fue separado de su familia. O quizás cinco años de lucha por su vida entre las llamas de la guerra habían consumido incluso esos preciosos recuerdos.
Por un momento, la imagen de un niño inmóvil, quien había perdido el camino de vuelta a casa en el campo de batalla, pasó por la mente de Lena.
—Dijo que tenía que vivir y volver. Volver a ti.
Intentó recordar y transmitir las palabras que Rei había dejado grabadas en sus recuerdos con la mayor precisión posible. Lena habló mientras mantenía la imagen de Rei diciendo esas cosas en su mente. La Resonancia Sensorial transmitía sus voces al otro a través de su conciencia, y al resonar, podían saber lo que el otro sentía como si estuvieran frente a frente.
Esperaba que sus recuerdos de Rei se transmitieran, aunque Shin lo hubiera olvidado. Su rostro y su voz seguían en el corazón de Lena.
—Dijo, con tanto amor en sus ojos, que probablemente habías crecido. Se notaba lo mucho que significabas para él. Tu hermano de verdad… quería volver contigo.
—Sería bueno que tuviera razón, comandante…
Su respuesta llegó tras una pausa y llevaba un cierto titubeo, un escalofrío, como si esperara que ella tuviera razón pero supiera sin duda que las cosas no eran así.
—¿Capitán…?
Shin no respondió, y Lena guardó silencio, comprendiendo que no quería seguir hablando del tema. Lo único que perturbaba el silencio era el débil sonido de un traqueteo metálico. El sonido acabó por hacerse más fuerte, culminando en un “clack” muy particular y familiar. Lena ladeó la cabeza, sorprendida.
—Capitán, ¿está desmontando un rifle, por casualidad?
Shin pareció dudar un segundo.
—Sí…, lo estoy haciendo.
—Creía que estaba de patrulla ahora mismo.
Ante esas palabras, se produjo un silencio entre ambos.
Al darse cuenta de por qué los informes de patrulla eran siempre tan escasos, Lena suspiró con fuerza. Y sin embargo, de alguna manera, el tiempo de reacción del escuadrón Spearhead era siempre extraordinariamente rápido. Nunca se preguntó cómo podían saber siempre dónde estaba la Legión, incluso más rápido de lo que el radar podía localizarla.
—Si cree que las patrullas son innecesarias, entonces supongo que lo son… Y lo mismo ocurre con el rifle.
A los Ochenta y Seis no se les permitía llevar armas de fuego de ningún tipo.
—Creo que usted lo usa porque no le queda más remedio, así que no tengo intención de juzgarlo por ello… pero mantenga siempre un cuidado en él, para que esté en buen estado.
—Gracias…
No esperando escuchar ese tono viniendo de Shin, Lena parpadeó sorprendida.
—¿He… dicho algo tan inusual?
—No… Solo pensé que estaría más enfadada por esto, comandante.
Al oírle expresar su sorpresa, Lena descubrió que su mirada se desviaba. Era cierto que, cuando acababa de ser asignada, regañaba a Shin para que presentara sus informes y puede que tuviera la costumbre de quejarse de cómo sus colegas del cuartel general se burlaban de las normas.
—Eso no… No pretendo ser una estirada de las normas y prohibiciones que no tienen mucho sentido. Como he dicho, ustedes son los que están en posición de decidir lo que es necesario o no para sobrevivir en el campo de batalla, y pienso respetar sus decisiones.
Alguien como yo, que nunca ha conocido el campo de batalla, no tiene por qué discutir contigo.
Ese amargo pensamiento cruzó por un momento su mente. Lena sacudió su cabeza y volvió a encarrilar su tren de pensamientos.
—En cualquier caso, supongo que incluso las armas de repuesto que encuentra por ahí requieren mantenimiento. Los rifles de asalto de la República son terriblemente pesados. La gente de los ochenta y cinco sectores odia tener que llevarlos consigo, y mucho menos practicar su uso.
El modelo estándar utilizado por el ejército de la República empleaba balas de fusil de gran calibre y tamaño, y como tal estaba hecho por completo de una aleación metálica resistente. Esto se hizo asumiendo que podrían tener que luchar contra oponentes blindados, pero como resultado, los rifles eran de verdad pesados.
Shin estaba, por más extraño que parezca, bastante sorprendido.
—¿Pesado? ¿De verdad?
A Lena le sorprendió lo conmocionado de su voz, pero luego se le ocurrió: Sí, por supuesto. Al fin y al cabo, es un chico.
Esa constatación la hizo sentirse de verdad incómoda y cohibida. Porque, bueno, sí… Nunca había hablado con un chico a solas durante tanto tiempo.
—¿Comandante…?
La Resonancia Sensorial transmitía los sentimientos que uno podía leer en la expresión de otro, y desde la perspectiva de Shin, era como si Lena se hubiera sonrojado de repente sin previo aviso.
—No es nada. Ah, am…
De repente, la atmósfera en la Resonancia, por parte de Shin, se volvió extremadamente tensa. Pudo sentir que Shin se había puesto en pie en silencio, con la mirada fija en algún lugar lejano. La estática que siempre retumbaba en la distancia como un ruido continuo parecía haberse vuelto un poco más fuerte.
—¿Capitán Nouzen?
—Por favor, prepárese para la batalla.
Lena dirigió su mirada hacia el terminal de información en busca de una alerta, pero este seguía tan silencioso como siempre. Las palabras de Shin, sin embargo, fueron claras como el cristal:
—La Legión está llegando.
♦️ ♦️ ♦️
Al haber resonado con Shin de antemano, Lena fue capaz de participar en la reunión estratégica. Shin detalló todo de forma concisa pero precisa, desde los números del enemigo y la forma en que sus fuerzas estaban divididas y desplegadas, hasta la ruta estimada que atravesarían. Ver la cantidad de detalles que proporcionó dejó a Lena completamente asombrada.
¿Sus estrategias de interceptación incluían siempre información tan precisa y exhaustiva?
La reunión continuó, y mientras lo hacía, Lena propuso algunas opciones diferentes. Sus sugerencias fueron al final aceptadas, y la operación se inició tras una concisa descripción de la estrategia que aplicarían.
—La fuerza principal es, presumiblemente, un pelotón mixto de Grauwolf.
Cada unidad se situó en un punto diferente del área que designaron como zona de ataque para emboscar a la Legión. Lena informó de la composición de la unidad enemiga (el único detalle que no tenían claro, por extraño que parezca) y lo dedujo cruzando el radar y los registros de batallas anteriores.
—A juzgar por su tasa de producción y eficacia de mantenimiento, las máquinas de tipo tanque deben ser escasas debido a que destruimos muchas de ellas durante la última batalla. Dicho esto, me cuesta creer que adopten una estrategia que coloque a las máquinas de tipo artillería antitanque en el frente.
Los Stier [1] carecían de movilidad, y sus proyectiles autopropulsados antitanque estaban bastante mal blindados, lo que los hacía viables solo en emboscadas. Al haber sido diseñados de forma similar a los tanques, los Stier tenían debilidades parecidas, las mismas que la humanidad había intentado eliminar desde la invención del tanque con ruedas.
—Las balas antiblindaje pueden no ser efectivas en los de tipo tanque, pero aquellos de tipo dragón tienen un blindaje ligero en comparación y no pueden confiar en el fuego de cobertura de las máquinas de tipo artillería de largo alcance. Si eliminamos a los de tipo explorador rápido, deberíamos ser capaces de dejarlos indefensos.
—Hombre Lobo a todas las unidades, acabo de confirmarlo con la vista. La predicción de la comandante fue acertada.
Raiden, quien acababa de regresar de una misión de reconocimiento, confirmó las palabras de Lena.
Su tono pasó de la admiración al asombro.
—Sigues hablando de la tasa de producción y de la eficiencia del mantenimiento… ¿Acaso duermes por la noche, mujer?
Shin interrumpió su conversación de forma brusca.
—Comandante, ¿podría desconectar su para-RAID para esta misión?
—¿Eh?
—Lucharemos contra la unidad de tipo Grauwolf en una zona urbana, lo que debería dar lugar a enfrentamientos cuerpo a cuerpo. Estaremos en contacto cercano con el enemigo. Permanecer resonando conmigo con tantos… alrededor es peligroso.
Cada palabra que Shin pronunciaba estaba en perfecta lengua de la República, pero ella no podía descifrar lo que acababa de decir.
¿Qué acaba de decir Shin? ¿Con tantos Black Sheep alrededor?
—Si quiere una explicación, se la daré más tarde. Desconecte su para-RAID.
Se daba cuenta a la perfección de que no había tiempo para explicaciones cuando estaban al borde de la batalla, pero el hecho de que le dijeran que abandonara sus funciones sin una buena razón hizo que Lena se volviera desafiante por reflejo.
—Los otros miembros del escuadrón siguen conectados a ti, y con la interferencia de los Eintagsfliege, las transmisiones inalámbricas pueden no funcionar si ocurre algo. No cortaré mi conexión.
Ella negó su petición con malhumor. Shin parecía querer decir algo, pero al ver que la Legión se había acercado demasiado, se tragó sus palabras.
—Si sirve de algo…, se lo advertí.
Dejando a Lena con ese amargo comentario de despedida, Undertaker se puso de pie.
♦️ ♦️ ♦️
El combate era tan agitado como Shin había dicho que sería, con amigos y enemigos intercambiando lugares en un abrir y cerrar de ojos. Lena miró el radar, que se esforzaba por mostrar las señales de la unidad bajo la presión de la interferencia electrónica, mientras se llevaba una mano a la oreja.
¿Qué es esto?
El ruido era horrible. No procedía de su habitación, así que debía ser lo que Shin oía en el campo de batalla. ¿Pero qué era lo que hacía ese ruido?
Un punto rojo, que representaba una unidad enemiga, se acercaba a un punto azul, que representaba una amiga. Era Undertaker, la unidad de Shin. En el lejano campo de batalla, el punto rojo se acercaba a él, presionándolo en lo que era realmente el alcance de un brazo mientras los dos puntos de luz se cruzaban en la pantalla del radar. Una voz desconocida resonó con una claridad que helaba la sangre dentro de los oídos de Lena…
—Mami.
Era una súplica vacía y hueca, como el último y débil jadeo de un moribundo. Mientras Lena permanecía congelada en el lugar, el susurro continuaba, repitiendo esa única palabra que se había vaciado de toda su nostalgia y emoción ante la ilimitada totalidad de la muerte.
—Mami. Mami. Mamá. MaMi. Mamá. MaMá. MA. MAMI. Mami. Má. Mamá. MAmá. MaMá. MaMi. MAMÁ.
—¡¿Eek…?!
A Lena se le erizaron todos los pelos del cuerpo.
Intentó taparse los oídos con las manos, pero el sonido, que emanaba de la Resonancia Sensorial, ignoró esos esfuerzos infructuosos. Aquel lamento agonizante la asaltó una y otra vez, llamando a su madre. La palabra había perdido toda apariencia de lenguaje, degradándose a un ruido con una serie de enunciados. Aquel aliento agonizante se repetía sin piedad en sus oídos, su persistencia solo era comparable a lo roto que estaba.
Un grito procedente de la boca de su estómago ahuyentó la voz que clamaba por su madre, pero solo fue sustituido por otros gemidos de tono similar que se abrieron paso en su conciencia en una rápida sucesión.
—Ayúdenme, ayúdenme, ayúdenme, ayúdenme, ayúdenme, ayúdenme. Ayúdenme, ayúdenme, ayúdenme…
—Está caliente. Está caliente. Está caliente. Está caliente. Está caliente. Está caliente. Está caliente. Está caliente. Está caliente. Está caliente. Está caliente. Está caliente. Está caliente. Está caliente. Está caliente. Está caliente. Está caliente. Está caliente. Está caliente. Está caliente. Está caliente. Está caliente. Está caliente.
—No… No… NoNoNONONOnononononononononononononon…
—Mamá, mamá, mamá, mamá, mamá. MaMÁMamáMaMámAmÁ.
—No quiero morir. No quiero morir. No quiero morir. Noquieromorir. No quieromorir. Noquieromorir. NoquierOMoRIR. noQUIeroMORIR.
—N-No… ¡NOOO…!
Los gritos de agonía aplastaron sus pensamientos y razonamientos. En algún lugar del interminable ciclo de gemidos, pudo oír la voz de Shin.
—¡Comandante, corte el enlace! ¡Comandante Milizé!
Su habitual comportamiento sereno estaba inusualmente tenso, pero no logró penetrar el muro de pánico en la mente de Lena. Se tapó los oídos con todas sus fuerzas, acurrucándose de miedo y gritando para ahogar las voces, pero fue en vano. Y justo cuando pensaba que su cordura se rompería bajo la fuerza del coro moribundo…
—Tch —chasqueó Shin, con frustración, cortando la Resonancia. Los gemidos del otro mundo cesaron al instante.
—Ah…
Lena levantó la cabeza con miedo y retiró las manos de sus oídos con vacilación… Silencio total. Estaba por completo aislada de los procesadores.
Lena contempló la sala de control en penumbra, respirando con dificultad y con los ojos muy abiertos. Al parecer, se había caído de la silla en su ataque de pánico, porque estaba sentada en el suelo.
¿Qué… fue eso…?
No era ninguno de los procesadores. Además, ese cántico contenía demasiadas voces, un número incontable. Y dentro de esa cadencia de sufrimiento, había oído a alguien conocido. Era…
No quiero morir…
—Kirschblüte… ¿Kaie…?
♦️ ♦️ ♦️
Justo cuando cortó la Resonancia con Lena, el “rebaño” de Black Sheep comenzó a multiplicarse alrededor de Shin, quien entrecerró los ojos de dolor ante la incesante tormenta de lamentos y chillidos. La mayoría de las fuerzas enemigas eran de tipo Grauwolf, y el hecho de tener que abrirse paso a través de ellas en una ráfaga de tajos con la hoja de alta frecuencia, que cortaba su fina armadura como si fuera mantequilla, le hizo tardar demasiado en cortar la conexión con su controladora.
Innumerables gritos, resoplidos y gemidos se unieron en una cacofonía de angustia palpable que sacudió a Shin hasta el fondo y amenazó con romperle los tímpanos. Pero la compensación era que, a esa distancia, se podía escuchar cada voz individual con claridad, y Theo fue el primero en darse cuenta a través de su Resonancia con Shin.
—¡Santo cielo, no…! ¡Esa era Kaie hace un momento…!
Shin pudo sentir cómo varias personas jadeaban horrorizadas, y en un momento, la fila estalló en un alboroto.
—¡¿Kaie…?! ¿Esos hijos de puta se la llevaron…?
—Maldita sea… ¿No la incineró Anju…?
Mientras sus compañeros lamentaban el destino de su amiga, Shin se concentró en los innumerables llantos, tratando de rastrearlos hasta “Kaie”. Esto era una hazaña imposible para los demás, que solo resonaban gracias al para-RAID, pero Shin, al ser el oyente original, podía hacerlo. No tardó en encontrar lo que buscaba, y en poco tiempo supo su distancia y dirección. Lo que acababa de hacer era un acto aún más preciso que encontrar una aguja en un pajar, una hazaña que trascendía los cinco sentidos.
Kurena estaba más cerca del objetivo.
—Tiradora, dirección cero sesenta, distancia ochocientos. Hay un grupo de quince. Está en primera fila, segundo Grauwolf desde la derecha.
—Entendido…
La voz de Kaie, que de forma continua lloraba por no querer morir, se cortó en el momento en que el disparo conectó. Era un ejército de muertos, de fantasmas que persistían y no podían avanzar hasta ser destruidos.
Todavía dentro de ese espiral interminable de lamentos que amenazaba con aplastar su propia alma, Shin lanzó un único suspiro de lástima.
—¿Así que ahora es una batalla de rencor, eh…?
Un ejército de fantasmas que no podía avanzar hasta ser destruido. Como si quisieran pasar al lugar al que deberían haber ido.
De repente, se había dado cuenta de que la controladora probablemente no volvería a resonar con él… y se exasperó consigo mismo por pensar que era una pena.
♦️ ♦️ ♦️
Lena tardó hasta el atardecer en reunir la voluntad de reactivar el para-RAID.
Desde entonces, cada vez que intentaba conectarse, un auge de miedo la asaltaba junto con una ola de náuseas, y cuando por fin consiguió hacer la llamada, ya había caído la noche, casi a la hora de apagar las luces en la base.
Pensó de forma tímida que llamar tan tarde podría ser una molestia, pero levantó la cabeza para alejar ese pensamiento. Sabía que si lo posponía ahora, era probable que no volvería a resonar con ellos. Seguiría aplazándolo hasta el día siguiente, utilizando la misma excusa una y otra vez.
Consciente de su respiración acelerada, inhaló de forma profunda y activó el para-RAID. Por suerte, la persona con la que estaba contactando aún no se había acostado. La llamada se conectó de inmediato. Resonó con una persona, y solo con esa persona. Fue él quien le dijo que cortara el enlace, y también fue él quien le advirtió que seguir resonando sería peligroso. Pensó que era la persona adecuada para preguntarle.
—Capitán Nouzen…
Pudo sentir de manera débil que Shin abría los ojos.
—Es Milizé. ¿Se encuentra libre?
Hubo una extraña pausa antes de que hablara. Y por alguna razón, ella pudo escuchar de forma débil el sonido del agua corriendo desde que se conectó.
—Me estoy duchando en este momento…
—¡¿E-Eh?!
Lena nunca se había escuchado a sí misma gritar de forma tan histérica. Enrojecida hasta las orejas, le estaba costando pensar en algo que decir; sus pensamientos iban de un lado a otro en círculos nerviosos. Era un tipo de pánico diferente al de esta tarde, pero de alguna manera logró recomponerse y sacar las palabras.
—Lo siento. Sí, por supuesto, es tan tarde, después de todo… Voy a terminar la llamada ahora.
La voz de Shin era, como se esperaba, compuesta hasta un grado casi descarado.
—No me importa, pero me iré a dormir después de esto. Si tiene algo que preguntar, puede hacerlo ahora. Si no le importa, por supuesto, comandante.
—Muy bien, entonces… En ese caso…
En definitiva, el padre de Lena había muerto cuando ella era joven, y nunca había tenido hermanos, por no hablar de un amante. Esta situación era un toque demasiado estimulante para su puro corazón, y era impotentemente consciente de sus mejillas ardientes cuando abrió la boca para hablar.
—Ah… ¿Cómo terminó la batalla? ¿Alguien resultó herido o… muerto…?
—Todos estamos bien. ¿Para eso me ha llamado…?
—No, pero…
Incluso para élites como ellos, no había garantías cuando se luchaba contra la Legión. Y menos en medio de aquellos horribles gritos… No pudo contener la aterradora idea de que todos habían muerto engullidos por aquel ruido y que tal vez no habría nadie con quien resonar.
—Capitán… ¿Qué eran esas voces que escuché allá atrás?
En cuanto la pregunta salió de sus labios, sintió un terrible escalofrío en la boca del estómago. La estática que siempre había escuchado en el fondo de la Resonancia, latía de forma continua como el susurro de las hojas en las profundidades del bosque, como el sonido del tráfico lejano. Ahora se daba cuenta de que era el eco lejano de aquella masa de gritos y gemidos. Por fin se había dado cuenta de por qué Shin se llamaba la Parca y por qué todos los controladores que trabajaban con él estaban petrificados. Esta era la razón.
—¿Qué son…?
Por un momento, todo lo que pudo escuchar fue el golpeteo del agua.
—Hubo una vez en que no pude morir.
Un dolor sordo y distante recorrió el cuello de Lena. Una sensación de constricción tenue y pesada. Como si algo la estrangulara. No procedía del propio cuello de Lena, sino de la Resonancia Sensorial… En otras palabras, de Shin.
—No, probablemente morí ese día. Y puedo oír las voces porque soy igual que ellos… Las voces de los fantasmas, de los muertos que perduran sin desaparecer.
—Los fantasmas…
Recordó haber hablado con Annette sobre el accidente de su padre. Sobre cómo si uno aumentaba la estimulación nerviosa del dispositivo RAID a su máximo teórico y resonaba con la conciencia del propio mundo, con algo en el abismo, no habría vuelta atrás.
Pero entonces, ¿qué pasaría si todos los que murieran volvieran a ese mundo? ¿Al abismo? Tal vez los que estuvieron a punto de morir, los que estuvieron a punto de caer al abismo… podrían conectarse con lo que fuera que hubiera allí abajo, igual que los humanos conectados con el para-RAID. ¿Podrían, por ejemplo, conectar con los que habían muerto y caído al abismo? ¿Aquellos que anhelaban volver a los cuerpos que una vez habitaron? ¿Podrían conectar con los fantasmas?
Pero algo no cuadraba. Porque esos eran…
—La Legión… ¿verdad?
Ella había escuchado las voces en el momento en que las máquinas de tipo Grauwolf se habían acercado, y Shin había dicho algo en ese sentido antes de que comenzara la batalla.
—La Legión también son fantasmas. Perdieron su razón de ser como armas una vez que el Imperio cayó, así que vagan, cargados con la voluntad moribunda de sus creadores… Un ejército compuesto por los fantasmas de un país muerto.
—Así que la razón por la que siempre puedes saber cuándo viene la Legión…
—Sí. Es porque puedo oírlos. Puedo saber si empiezan a acercarse. Siempre lo sé, incluso cuando duermo.
—¡Espera un momento…! —gritó Lena.
Lo hizo parecer trivial, pero no había manera de que fuera tan simple. Podía saber cuando se estaban acercando… Incluso la base enemiga más cercana debía estar increíblemente lejos. ¡¿Quién sabía cuántos de la Legión podían estar en ese rango?!
Las voces de los fantasmas, ese sonido distante del tráfico, del crujido. El para-RAID estaba configurado con una relación de sincronización baja, por lo que solo podía captar la voz del interlocutor y el sonido de sus movimientos corporales. Las únicas cosas que podía detectar tenían que ser lo suficientemente fuertes como para reverberar contra el cuerpo. Si Lena solo podía oírlo como un leve crujido… ¿a qué le sonaba esa agitación que siempre había oído cuando resonaba con Shin?
—¿Qué puede oír ahora mismo, capitán? ¿A qué distancia está, y a qué suena…?
—No sé la distancia exacta, pero puedo oír a todas las Legiones dentro de las fronteras de la República… Aunque, cuando están lejos o se mueven en grupo, no puedo distinguirlas de forma individual.
Era un mundo que desafiaba toda descripción. Incluso si, de forma individual, solo se percibían como susurros, era cada Legión en cada frente. Y él lo sentía, cada momento de cada día. Incluso cuando dormía.
—¿No es… difícil para ti?
—Estoy acostumbrado. Ha pasado mucho tiempo.
—¿Cuánto tiempo…?
No contestó. Lena decidió pasar a la siguiente pregunta.
—La subteniente Kaia Taniya. Escuché su voz allá atrás. ¿Fue porque ella… se convirtió en un fantasma?
Todavía le resultaba difícil de procesar, y mucho menos de articular. Su sentido común se interponía en el camino. Hubo un breve silencio. El sonido del agua se detuvo y se sustituyó por la sensación de cabello mojado al ser cepillado.
—He oído que la República estima que la guerra debería terminar en dos años como máximo. ¿Es eso cierto?
—S-Sí… ¿Cómo lo sabes?
Ella asintió, sorprendida por el cambio de tema. Pensó que los procesadores no estaban informados, para no inspirarles ninguna esperanza innecesaria.
—Theo se enteró por el capitán del que te habló, y yo me enteré por él… Los procesadores centrales de la Legión tienen una vida útil incorporada, y deberían apagarse en algo menos de dos años, ¿correcto?
—Sí…
Los procesadores centrales de la Legión tenían un diagrama de estructura basado en el sistema nervioso central de un mamífero para crear nanomáquinas líquidas. En efecto, tenían un poder de procesamiento que rivalizaba con las capacidades cognitivas de un gran mamífero, pero también estaban integradas con un límite de tiempo fijo y un gran programa que borraría ese diagrama de estructura.
—Cuando me enteré por Theo, todo empezó a tener sentido. Al principio, aunque podía oír la voz de la Legión, solo era un ruido desordenado. Pero después de un cierto tiempo, empecé a oír las voces de la gente mezcladas con ellos. Tenía una idea de cómo ocurría, pero hasta entonces no sabía por qué lo hacían.
Lena podía sentir cómo Shin secaba su cabello con una aspereza que una mujer jamás pensaría en intentar y escuchar el crujido indistinto de la tela. Y, lo que era más irritante, incluso pudo notar lo almidonada y rígida que era la tela.
—Si la estructura de sus procesadores centrales se estaba perdiendo gradualmente, todo lo que tendrían que hacer es reemplazarla con el diagrama de estructura de otra cosa… Y había muchos sustitutos disponibles, después de todo.
—No…, no puede ser.
—Sí. El sistema nervioso central más desarrollado de todos los mamíferos: el cerebro humano.
La imagen que le vino a la mente hizo que a Lena se le revolviera el estómago. Iba más allá de lo grotesco, era una absoluta profanación de la dignidad humana. Sin embargo…, la voz de Shin se mantuvo tan serena como siempre.
—Para ser exactos, no creo que sea el propio cerebro, sino una copia del mismo. Si usaran cerebros reales, se pudrirían en poco tiempo, y las bajas no dejan cuerpos, en la mayoría de los casos. Los cadáveres con un daño cerebral mínimo son raros, supongo. Y en la práctica, nos encontramos con múltiples Legión que comparten la misma voz con bastante frecuencia. Kaie probablemente todavía está por ahí, en algún lugar.
Un fantasma mecánico, que repite de forma perpetua los últimos momentos de esa pobre chica como una caja de música incesante.
—Los llamamos fantasmas, pero creo que son diferentes de lo que la gente considera almas. Tal vez llamarlos vestigios de la propia existencia sería más preciso. Aunque lleven la conciencia de alguien, es imposible comunicarse con ellos. Y como multiplican el cerebro en el estado en que se encontraba después de morir, solo repiten los pensamientos que la persona tenía al borde de la muerte.
—Black Sheep…
—Correcto. Black Sheep, máquinas poseídas por los fantasmas de los muertos que se esconden entre el resto de la Legión, entre los White Sheep…
Aunque entrara en un estado de decadencia después de la muerte, el cerebro humano seguía siendo el más desarrollado entre todos los mamíferos. Su alta capacidad cognitiva era probablemente mayor que lo que los procesadores centrales de la Legión eran capaces en su origen. Así que dejados con la elección entre eso y tener su diagrama de estructura borrado, los Black Sheep, poseídos por los lamentos de los muertos, continuaron aumentando en número.
Había una pizca de piedad en la voz de Shin. Estos fantasmas mecánicos habían perdido su país, su razón de ser y de luchar, y se veían reducidos a devorar cadáveres para luchar y morir en nombre de esa última voluntad.
—Creo que puedo entender por qué están atacando a la República…
—¿Eh?
—Son fantasmas. Persisten aunque no deban, y no pueden seguir adelante hasta que alguien los destruya. Creo que quieren seguir adelante y atacar a otros compañeros fantasmas para poder seguir adelante juntos.
—¿Compañeros… fantasmas…?
¿Los fantasmas de quién?
Por sus palabras, Lena pudo entender que se refería a alguien que seguía vivo pero que se convirtió en inhumano…
¿Estará hablando de los Ochenta y Seis, que están muertos en lo que respecta a la sociedad?
—Me refiero a la República. ¿No murió hace nueve años…? ¿Hay un solo valor contenido en la bandera de cinco colores que la República aún mantenga?
Por lo silenciosas que fueron… no, por lo tranquilas que estaban… esas palabras sonaban aún más amargas. Libertad e igualdad. Hermandad, justicia y nobleza. Un país que interna y discrimina a los seres humanos sin ninguna razón justificable, que causó la muerte de incontables millones de personas sin siquiera una pizca de vergüenza… ¿tiene derecho a adherirse a ese credo nacional?
La República había muerto hace años, por su propia mano. Murió en el momento en que sus ciudadanos decidieron perseguir a sus hermanos. Tal vez Shin también podía escuchar esa voz… La voz del gigantesco fantasma de la República que aún no se había dado cuenta de que ya estaba muerto.
Habiendo perdido todas las palabras, Lena se quedó en silencio. Después de dejarla con su momento de pausa, Shin habló. Con el mismo tono distante de siempre, declaró el hecho que sabía que era cierto:
—Ustedes van a perder esta guerra, comandante.
Shin dijo “ustedes”, en lugar de “nosotros”.
—¿Qué quiere decir…?
—Como he dicho, la Legión no corre el riesgo de apagarse por sus procesadores centrales. Por lo que he visto, puede que los números de la Legión no estén creciendo, pero tampoco estén disminuyendo… Pero ¿qué pasa con los Ochenta y Seis? ¿Cuántos quedamos?
Lena no pudo responder. No lo sabía. La República no llevaba la cuenta de esas estadísticas.
—Creo que en dos o tres años todos habremos desaparecido. A la gente de los campos de internamiento no se le permite reproducirse, y la mayoría de los que eran niños cuando se produjo el internamiento ya han muerto.
Todos los adultos murieron en los tres primeros años de la guerra. Los que aceptaron alistarse murieron en el campo de batalla, y los que no lo hicieron fueron enviados a la Gran Mula, donde realizaron trabajos forzados tan rigurosos y duros que casi parecía que estaban diseñados únicamente para hacerlos trabajar hasta la muerte. Todos perecieron, dejando solo a los ancianos y a los enfermos, que fallecieron en estos nueve años.
—¿Por qué… murieron los bebés…?
—¿Sabe lo alta que es la tasa de mortalidad entre los bebés en un entorno sin atención médica…? Cuando estuve en los campos de internamiento, casi ninguno de los bebés sobrevivió al primer invierno. Estoy bastante seguro de que era lo mismo en todos los demás lugares. Y los que sobrevivieron probablemente fueron vendidos.
—¿Vendidos?
—Sí, algunos de los soldados y los Ochenta y Seis los vendieron para obtener beneficios. Aunque no estoy seguro de si fue por dinero o por bienes.
Al darse cuenta de la implicación, Lena sintió que se le iba el color de la cara. En otras palabras, había ciudadanos en la República que, a pesar de despreciar a los Ochenta y Seis como cerdos, habían utilizado a los bebés de esos cerdos como esclavos o vivían de que les transplantaran los órganos de esos infantes.
Y solo quedaban los niños, quienes estaban siendo enviados al campo de batalla, y muy pronto, no quedaría ninguno también.
—Los números de la Legión no están disminuyendo. Pero los Ochenta y Seis se extinguirán pronto. Y cuando lo hagamos, ¿lucharán los Alba? Ya que no saben nada cómo luchar ni conocen el campo de batalla, después de haber empujado el alistamiento para la guerra y los gastos de la misma a los Ochenta y Seis…, ¿serán capaces de seguir luchando tras nuestra partida?
Ustedes no…
Pudo notar que había una leve sonrisa en los labios de Shin. Era diferente a la sonrisa de una víctima que se reía de un castigo muy merecido. Era una sonrisa que se burlaba de una criatura desagradable que solo mantenía sus ojos fijos en su propio beneficio y se aislaba de la realidad, permaneciendo en una paz transitoria hasta que al final perdía los medios para defenderse.
—Si nadie se ofrece a luchar, habrá que recurrir al reclutamiento obligatorio. Pero un país democrático solo puede hacer eso cuando tiene al enemigo delante, y para cuando eso ocurra, será demasiado tarde… El hecho de no poder tomar una decisión hasta que la situación ya se ha vuelto crítica es el mayor defecto de la democracia moderna.
La verdadera catástrofe le vino a la mente con facilidad. Ante esa imagen de pesadilla, Lena sacudió la cabeza en señal de protesta. No había base para su negación; solo no podía aceptar la verdad que se le presentaba, la perdición que les esperaba en pocos años.
—¡Pero el número de Legión que hemos observado ha disminuido definitivamente! Ya se han reducido a la mitad de lo que eran hace unos años…
—En la medida de lo que pueden observar, ¿correcto? No tienen forma de confirmar nada sobre la Legión que acecha en las profundidades de las zonas disputadas, donde el bloqueo de los Eintagsfliege es constante… Es cierto que la Legión en el frente ha disminuido, pero eso es solo porque no necesitan desplegarse más que eso. Todo lo que tienen que hacer es lanzar ataques que nos desgasten gradualmente, y el resto puede quedarse en la retaguardia. Y su número no hace más que crecer, incluso ahora.
Ese patrón de comportamiento solo podía significar una cosa: estaban preservando y reforzando sus tropas. Al final, detendrían esta guerra de desgaste y pasarían a una ofensiva general para destrozar las líneas defensivas de la República de un solo golpe.
—Pero la Legión no pudo haber tenido la inteligencia para idear una estrategia que…
—No deberían haberla tenido. Y esa es la otra razón por la que perderán.
En contraste con el pánico creciente de Lena, Shin se encontraba, como siempre, tranquilo hasta el punto de llegar a considerarse grosero.
—Aunque los cadáveres con la cabeza intacta sean raros, este es un campo de batalla en el que los cadáveres no se recogen. Un campo de batalla donde han muerto millones de personas. La Legión debe haber puesto sus garras en más de unos cuantos… Y a una mente humana se le puede ocurrir, con facilidad la idea de reforzar sus fuerzas antes de pasar a la ofensiva. Entonces, ¿qué pasaría si la Legión se volviera igual de inteligente?
Los Black Sheep, la Legión que había adoptado la estructura cerebral de los humanos que, incluso en estado de descomposición, seguía siendo mucho más eficiente de lo que habían sido sus procesadores centrales. Entonces, ¿qué pasaría si adquirieran cerebros que acabaran de morir y aún no se hubieran descompuesto?
—Entre toda la Legión, los llamamos Shepherds. En un principio, la Legión era solo soldados que actuaban bajo órdenes preprogramadas, pero los Shepherds pueden dirigirlos. Son los comandantes de los fantasmas. Ya nos hemos encontrado con algunos de ellos, y las fuerzas dirigidas por ellos son mucho más difíciles de vencer que las que no lo están. Simplemente no hay comparación.
—Espera. ¿Así que esto no es teórico, sino que de verdad existen? ¿Eso significa que puedes…?
—Sí, puedo distinguirlos por sus voces. Las voces de los comandantes son especialmente claras, así que puedo distinguirlos incluso dentro de un ejército. Hay unas cuantas docenas en cada frente, y aquí, en el primer distrito, hay uno.
Por un momento, la voz de Shin se volvió mucho más sombría, justo como aquella vez que le había dicho con la frialdad de una espada desenvainada que buscaba a su hermano muerto. Una presencia de locura escalofriante y afilada.
Lena estaba aterrorizada. La República caería en la ruina, desarmada e indefensa por su propia insensatez. Había agotado las millones de vidas que envió al campo de batalla para ser arrastrada por los fantasmas de los Ochenta y Seis que nunca permitieron enterrar.
—Pero… —Las palabras se deslizaron por sus labios antes de que se diera cuenta—, eso es solo si ustedes mueren en los próximos años…, ¿verdad?
Pudo sentir como Shin parpadeaba un par de veces.
—Eso es… cierto.
—Entonces, simplemente tenemos que derrotar a la Legión antes de que eso ocurra. Si los tuviéramos a todos… ¿no sería posible contraatacar con el escuadrón Spearhead, que puede saber dónde atacará la Legión?
Si colocamos a los élites, quienes han sobrevivido combate tras combate, contra los más peligrosos de la Legión y vuelven relativamente intactos…
—Si pudiéramos conseguir el personal, el equipo y el tiempo necesario, debería ser posible. Eso es cierto para todas las guerras.
—¡Entonces, ganemos esta guerra! Yo también… haré todo lo que pueda.
Quería decir que lucharía con ellos, pero se dio cuenta de que probablemente era más de lo que merecía.
—Pondré todo mi empeño en que ganen. Ya sea analizando los movimientos del enemigo o ideando estrategias, haré todo lo que pueda… e intentaré que ocurra lo mismo en todos los demás frentes.
Si pudieran rastrear los movimientos del enemigo, debería ser posible crear una estrategia para mantenerlos a raya. De seguro, eso formaría parte del interés de la República. No debería ser muy difícil explicar eso a los comandantes y que se aplicara también a otros escuadrones.
—Terminas tu servicio este año, ¿verdad, capitán Nouzen? En ese caso, tienes que seguir ganando hasta entonces… Vamos a sobrevivir esta guerra. Los dos.
Shin sonrió con ironía, con un sentimiento débil y gentil tras esa sonrisa.
—Sí…, hagámoslo.
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Cortando la Resonancia con Lena, Shin volvió a caminar a través de la oscuridad de los dormitorios silenciosos hasta su habitación. Al entrar en el espacio con poca luz, miró su propia imagen iluminada por la luna que se reflejaba en el cristal de la ventana, observando principalmente su cuello. Durante la batalla, había usado aquella bufanda azul, pero no podía dormir con ella puesta, por supuesto. Había planeado acostarse justo después de la ducha, así que la tela azul tenue, que siempre cubría su cuello por encima de su uniforme de batalla, no estaba allí.
Su físico parecía esquelético a primera vista, pero en realidad estaba templado por los años de vida rigurosa en el campo de batalla, y su garganta llevaba una cicatriz que rodeaba su cuello en una línea roja. Esa línea no era recta, sino irregular y de color sangre: los restos rojos de una congestión vascular, como si le hubieran arrancado la cabeza y luego la hubieran cosido en su sitio.
En ese instante, Shin extendió la mano con calma y tocó con suavidad la cicatriz del cuello de su reflejo.
[1] Stier: máquinas de tipo artillería antitanque. Como poseen una gran potencia de fuego a costa de una baja movilidad y blindaje, su único despliegue viable es en emboscadas. La unidad utiliza bandas de rodadura en lugar de patas como método de propulsión.