Traducido por Ichigo
Editado por Nemoné
En la habitación de Claire, Summer y Qiao Chuxin miraban boquiabiertas al encantador joven que se atiborraba de comida como si su vida dependiera de ello.
¿No era ya el décimo plato de comida?
El tipo parecía tan hermoso a primera vista, pero su forma de comer era tan desagradable. Y lo más importante, su estómago parecía no tener fondo. Quién sabe cuántas veces Walter y Jean ya habían ido en silencio a buscar comida al sótano. Por supuesto, aparte de ellos, nadie más conocía la situación actual.
—¿Antes también comías así? —preguntó Summer con cuidado, viendo a Dong Fenghou.
Él no podía hablar en ese momento, así que asintió, luego se metió un trozo de tocino en la boca y bebió un trago de zumo.
—¿Tu apetito siempre ha sido así de grande? —preguntó Qiao Chuxin, también cauteloso.
Dong Fenghou asintió, sin dejar de masticar tocino.
—Tch, ¿quién podría permitirse criarlo si come así? —dijo Walter con amargura.
—Yo… fui expulsado, como… demasiado.
Dong Fenghou dijo con unas palabras poco claras.
—Como comía demasiado, su familia le evitó y le echó para que dependiera de sí mismo.
Camille tradujo para Dong Fenghou, dejando de manera delicada una exquisita taza de té.
Todos se dieron cuenta de repente al ver la enorme pila de platos vacíos sobre la mesa y todos los huesos y latas vacías en el suelo. ¿Cómo podía una familia corriente permitirse semejante forma de comer?
—No has comido en tanto tiempo, ¿verdad?
Claire levantó la barbilla, apoyándose de manera perezosa en la mesa mientras le hablaba a Dong Fenghou.
Dong Fenghou asintió de forma vigorosa a Claire, mostrando una sonrisa satisfecha.
—Sígueme, escúchame y trabaja para mí. Nunca dejaré que pases hambre. Podrás comer mucho y además la comida será sabrosa —dijo Claire con indiferencia, haciendo que todos los presentes sintieran desprecio.
La boca de Walter se crispó. Por supuesto, la diablilla nunca sería capaz de ocultar sus verdaderos colores.
Los ojos de Dong Fenghou se iluminaron, tan excitado que se levantó, todavía sosteniendo una banqueta en una pierna, agitándola mientras decía de manera inarticulada;
—No, no cada vez, cada vez tanto, hambriento desde hace mucho tiempo, comí esto…
Justo cuando Camille iba a traducir, Claire asintió.
—Entiendo lo que quieres decir. Estás tratando de decir que no comes tanto siempre, solo que esta vez tuviste mucha hambre durante mucho tiempo, así que estás comiendo demasiado. Tus peticiones no son tantas y de seguro me servirás bien.
Dong Fenghou asintió de manera vigorosa, como un pollo picoteando para comer. Viendo la clara y descubrible alegría en sus ojos, todos se estremecieron. Este tipo no solo era puro, le habían contratado barato, ¡sino que actuaba como si hubiera tenido suerte y por fin hubiera encontrado un mecenas después de muchas dificultades!
Por supuesto, a continuación firmó un contrato, vendiéndose a sí mismo. Una vez que Claire guardó el contrato de Dong Fenghou, se encontró con miradas extrañas e insensibles.
—¿Qué? ¿Tienes algún problema? —Claire levantó la cabeza y habló con frialdad.
De inmediato, todos bajaron la cabeza, fingiendo que no pasaba nada y se pusieron a charlar.
Camille dejó con elegancia una taza de té, sacó un pañuelo limpio, se limpió con suavidad la boca y preguntó:
—Pero comandante, ¿qué piensa hacer ahora?
Las miradas de todos se posaron en Claire. Así es, ahora que habían encontrado a un invocador, ¿qué iban a hacer a continuación?
—Lo siguiente…
Una extraña sonrisa apareció en la boca de Claire. No siguió hablando, pero la extraña sensación hizo que el corazón de todos se estremeciera.
Lo que ella iba a hacer a continuación no era nada bueno.
¡Se atrevían a apostar su vida en ello!
—Muy bien, todo el mundo. Vayan y descansen bien. Mañana temprano habrá un buen espectáculo. —Aplaudió con suavidad, indicando a todos que volvieran a sus habitaciones y descansaran. Ya era tarde, así que no podrían descansar mucho más.
—Mañana, el Cuerpo de Mercenarios de Yuan Bao dará su primer paso hacia la fama —sonrió Camille con suavidad, alejándose.
Todos parpadearon y se miraron unos a otros, con una extraña sensación surgiendo en sus corazones.
Al día siguiente, temprano por la mañana, el sonido de la campana de alarma cortó el aire.
Las bestias marinas se reunían para atacar juntas. Y esta vez fue más intenso que ninguna otra. Unas olas feroces golpearon la muralla de la ciudad y ésta se estremeció con el ruido de un desmoronamiento. La expresión del señor de la ciudad era muy grave mientras se vestía rápido y subía a los magos aún cansados a la muralla, corriendo.
En la lejanía, justo cuando el cielo se iluminaba en el punto en el que el cielo y el mar se unían, las olas del océano rompían con espuma. Unas bestias marinas gigantes mostraron sus colmillos al acercarse.
Se oyó un fuerte estruendo. El río de la ciudad había crecido y las barcas que se habían refugiado en él subieron y luego bajaron, salpicando y creando grandes olas. El ensordecedor sonido resonó en el horizonte, tan alto como para ser oído desde el interior de Aguas Plácidas. Todos los habitantes de la ciudad que no habían huido rezaban, depositando todas sus esperanzas en su señor y en el grupo de mercenarios que ayer habían ayudado a repeler a las bestias marinas, con la esperanza de que hoy aún pudieran resistir con éxito contra las bestias marinas medio enloquecidas y perseverar hasta que llegara la ayuda. Pero el cielo se oscurecía cada vez más, ensombreciendo sus corazones.
El señor de la ciudad y los magos palidecieron al ver la situación ante ellos, sus corazones se hundieron. ¡Tal vez no iban a poder resistir la situación!
Hoy había más bestias marinas. Y se acercaban con velocidad, sus aullidos furiosos penetraban con dolor en sus oídos.
El señor de la ciudad frunció el ceño mientras miraba al frente, mordiéndose con fuerza el labio. Había tomado una decisión.
Como señor de la ciudad, una vez pasada la crisis, ni siquiera morir con la ciudad sería suficiente. Pero los magos que tenía delante eran valiosos activos del imperio, ¡no podían morir aquí! Tenía que ordenarles que se retiraran, ahora.
Justo cuando el señor de la ciudad estaba a punto de darles la orden, una serie de pasos sonaron detrás de él. Al volverse, vio el rostro indiferente de Claire, que dirigía a su grupo.
—Comandante White…
Justo cuando el señor de la ciudad iba a hablar, una ola gigante se precipitó con violencia, salpicando por todas partes.
Camille abrió con calma y elegancia una pequeña sombrilla, bloqueando las salpicaduras del agua del mar. El Emperador Blanco se escondió detrás de la cabeza de Camille, sobre su hombro, con cara de satisfacción. El Emperador Blanco había preferido quedarse con Camille desde que salieron de la capital porque Camille era pulcro y ordenado. Jean desenvainó su espada, estallando con Dou Qi, partió las olas, evaporando toda el agua al instante, y luego envainó su espada y se colocó detrás de Claire. Sus acciones eran suaves y fluidas.
El señor de la ciudad no tuvo tanta suerte. Como no había nadie abriendo una sombrilla ni nadie con tanta fuerza para que pudiera evaporar el agua por él, fue de inmediato salpicado por el agua del mar. La ropa de su cuerpo se le pegó de inmediato a la piel, su pelo le caía lacio y goteaba de forma continua, dando una imagen lamentable. Y sus dos guardaespaldas personales no estaban mejor, ambos empapados.
—Señor de la ciudad, no hace falta que diga nada. Le ayudaremos a repeler a las bestias marinas. Solo espero que después de repeler a las bestias, podamos salir al mar lo antes posible —dijo Claire con debilidad, como si lo hubiera planeado todo.
El señor de la ciudad se quedó helado. Nunca pensó que en un momento tan peligroso, la chica diría palabras tan tranquilas. ¿Tal vez no mostraron nada de su verdadero poder ayer? ¡Si era así! La felicidad brilló en los ojos del señor de la ciudad. Si de verdad fuera así, entonces Aguas Plácidas tendría esperanza. Entonces la actitud tranquila y serena de la chica tenía sentido.
—¿La comandante Pequeña Luna Blanca tiene una forma de repeler a las bestias marinas? —preguntó ansioso el señor de la ciudad.
—Sí. Además, las bestias marinas no volverán a atacar. Lo prometo —dijo Claire con seriedad, asintiendo.
—¿De verdad?
El señor de la ciudad estaba tan conmovido que temblaba. Aunque la chica que tenía delante parecía corriente y no tenía más de quince años, daba una sensación de confianza que no se podía explicar. El señor de la ciudad no sabía por qué. Tal vez fueran sus ojos rebosantes de confianza ilimitada o el brillo indescriptible que irradiaba.
—Sí, por eso espero que después de repeler a las bestias marinas, su señoría nos encuentre un barco para que podamos salir al mar lo más rápido posible. Tenemos asuntos que tratar.
Claire estaba solemne por completo. Luego miró al frente.
—No hay tiempo que perder, las bestias marinas están a punto de atacar. Debemos prepararnos.
—¡Bien, bien, bien!
El señor de la ciudad se apartó con rapidez, apartándose del camino, y luego añadió apresurado:
—Si las bestias marinas se retiran, prepararé el mayor y más grande navío y el mejor capitán para acompañarlos mar adentro.
—Espero que su señoría respete su promesa.
Claire se volvió y sonrió. Luego se irguió en lo alto de la muralla, recogiendo despacio el arco que llevaba a la espalda.
El señor de la ciudad y sus guardaespaldas personales se quedaron paralizados al ver las acciones de Claire, sin comprender lo que iba a hacer.
La fila de magos observaba con suspicacia los movimientos de Claire y los soldados que custodiaban la muralla también fruncían el ceño. ¿Acaso esa chica quería acabar con su vida? Estaba allí, en el punto más alto de la muralla, sin preocuparse por nada, ¡pero una ola gigante podía derribarla y ahogarla!
Claire se quedó allí, altiva, levantando despacio el arco que tenía en las manos, apuntando hacia delante.
Poco a poco, despacio, tiró de la cuerda del arco…
Las expresiones de los magos de la pared cambiaron porque podían sentir al mismo tiempo una enorme ondulación mágica que salía de la chica de aspecto corriente.
A medida que la cuerda del arco se tensaba más, los corazones de los magos latían con más intensidad. El poder mágico era cada vez mayor.
Una bola de fuego dorado se estaba formando en la punta del arco, agrandándose sin parar ante todas sus miradas incrédulas, haciéndose más y más grande.
El aura represiva, hirviente, se hizo insoportable para la gente de alrededor.
Antes de que la salpicadura pudiera acercarse, se evaporaron de inmediato.
La expresión de Claire era fría como el hielo.
Soltó el arco con atención embelesada.
La hermosa postura escultural de Claire se grabó en los ojos de todos los presentes, en lo profundo de sus corazones.
Tez fría como el hielo, mirada resuelta, hermoso cabello volando…
Un largo y melodioso zumbido cortó el aire oscuro, una imagen dorada se formó mientras la llama dorada salía disparada hacia delante.
El sonido de la explosión resonando en el horizonte sacudió a todo el mundo.
El señor de la ciudad se olvidó incluso de pensar mientras contemplaba la escena en el cielo.
Estuvo bueno imaginarse esa escena