Traducido por Herijo
Editado por Sakuya
Una noche, un mes después, Ratoka abrió suavemente la puerta de su habitación.
Los pasillos estaban oscuros ya que las antorchas se habían apagado, y la única fuente de luz eran las estrellas brillando a través de las ventanas. Todo estaba tan silencioso que incluso el sonido de su propia respiración le parecía demasiado fuerte. Salió sigilosamente de su habitación y contuvo la respiración mientras avanzaba con cuidado por los oscuros pasillos.
Todos en la mansión estaban durmiendo. Esta era la segunda vez que se escapaba de su habitación de esta manera. La noche en que los soldados habían regresado, Ratoka también se había escapado para dirigirse hacia los cuarteles, sin embargo, desafortunadamente, en aquella ocasión fue descubierto por Bellway y recibió la orden de permanecer temporalmente confinado y se le impuso un toque de queda.
Al final, no obtuvo ninguna información ni pudo encontrarse con Elise durante todo ese tiempo. Esta vez, para no ser descubierto, Ratoka esperó hasta altas horas de la noche, cuando todos estarían dormidos, incluso los sirvientes. Su objetivo principal era poder salir primero de la mansión, así que saltó por una ventana en la planta baja y cayó al suelo.
El verano ya había terminado y hacía bastante frío afuera. Mientras se frotaba los brazos para calentarse, se apresuró hacia los cuarteles. A diferencia de la mansión, los cuarteles tenían luces encendidas incluso durante la noche.
Ratoka también sabía que siempre habría alguien de guardia despierto en todo momento pero, en la entrada sur, debería haber un solo soldado.
Realmente quería hablar con alguien y saber qué estaba pasando, así que se dirigió hacia allá. En la entrada sur, como esperaba, vio el contorno tenue de un soldado de pie iluminado por la luz de una vela. Había estado preocupado de que fuera un soldado que no reconociera, por lo que sintió alivio al ver quién era.
Mientras estuvo confinado durante un mes, es posible que los soldados restantes que habían estado ayudando a construir un pueblo para los refugiados hubieran regresado, por lo que la persona aquí podría no haber reconocido a Ratoka. Afortunadamente, la persona de guardia esta noche era alguien que lo había ayudado en su entrenamiento. Aunque no era necesariamente tan cercano como Paulo y Calvin, no era alguien que se burlara o tuviera una mala relación con él. Para no asustarlo, Ratoka salió lentamente de la oscuridad de la noche.
—¿Quién está ahí? —El soldado sacó inmediatamente su espada.
Ratoka pudo ver la sorpresa en el rostro del soldado a la tenue luz de la vela, y una vez que el soldado vio que era él, volvió a envainar su espada
—Ratoka… ¿eres tú?
—Sí, así es. Soy yo.
—¿Dónde has estado?… Más importante aún, ¿por qué estás aquí a estas horas de la noche?
El soldado no podía ocultar su confusión, mientras que Ratoka sentía el mayor alivio que había sentido en mucho tiempo. Las únicas dos personas que hablan con él en la mansión son Bellway y la señora Marshan, y ninguno de ellos muestra ninguna emoción frente suyo. Al ver más expresiones variadas frente a él por primera vez en mucho tiempo, relajó los hombros.
—Um, actualmente me están cuidando en otro lugar. Ha sido un poco estricto, así que no pude venir a visitar excepto en esta ocasión. Además, todos en la mansión no me dicen nada…
—¿Has venido a escuchar lo que nos ha sucedido?
Ratoka asintió y el soldado se rascó la mejilla como si estuviera confundido. Aunque había guardado su espada, parece que todavía mantenía un mínimo de vigilancia.
—Los vi a todos desde lejos cuando regresaron. En ese momento, había algunas personas que no pude ver… Me preocupaba si estaban heridos y tenía que venir a averiguarlo. Mi compañero de habitación, Igor… ¿Está bien? ¿Ha regresado?
Para no parecer demasiado sospechoso, Ratoka solo preguntó lo mínimo de lo que quería saber. Sin embargo, el soldado palideció al escuchar mencionar el nombre de Igor.
La luz de la vela parpadeaba sobre el rostro del soldado que se había vuelto blanco.
Ratoka apretó los labios y los dientes. La reacción del soldado parecía indicar que debía saber lo que le sucedió a Igor.
Durante un rato, tanto él como el soldado permanecieron en silencio. El viento del otoño seguía soplando. Lo hacía sentir frío y sus hombros temblaban. El frío era demasiado, y Ratoka fue el primero en romper el silencio estornudando. Luego, el soldado finalmente pareció volver en sí.
—Oye, no te resfríes o algo así aquí afuera. Estás usando ropa tan ligera…
—Estoy bien. Una vez que regrese, tengo una cama cálida en la que puedo dormir. Pero, antes de regresar, por favor, al menos dime qué le sucedió a Igor.
Ratoka miró directamente a los ojos del soldado y este vaciló ligeramente. El soldado se mordió los labios varias veces. Luego, finalmente suspiró y comenzó a hablar suavemente.
—Igor, ese tipo murió. Murió en el Fuerte Jugfena. Fue emboscado por detrás y apuñalado en el estómago… Richard, Dominic, Wojciech, Frederick, Joseph, y varios más, todos murieron. Charlie… Eliza, parece haber perdido el juicio porque también murió Kamil. Ahora solo duerme…
Todos los nombres pertenecían a soldados que Ratoka conocía, y sentía como si la sangre se le escapara del rostro, el cual tocó con dedos temblorosos mientras comenzaba a sentirse mareado. El soldado parecía bastante afectado mientras regresaba a su puesto de guardia en la entrada de los cuarteles.
Ratoka no pudo decir nada y simplemente se quedó congelado ahí por un rato. Aunque sabía que era una posibilidad, enfrentarse con el conocimiento de que las personas que conocía habían muerto, aún fue un gran shock para él.
Además, escuchar que Eliza, quien controlaba su propio destino, había perdido el juicio, esta noticia lo hizo tambalearse.
Se sentía terriblemente mareado mientras hacía todo lo posible para regresar a la mansión. El soldado lo despidió con una sensación de ansiedad mientras observaba la pequeña figura de Ratoka desaparecer en la oscuridad con un paso inestable.
Antes de darse cuenta, Ratoka logró regresar de alguna manera a su habitación. Su cerebro se sentía adormecido. Estaba extremadamente cansado y se quedó dormido en su cama.
Bellway lo estaba sacudiendo cuando Ratoka se despertó. Todavía estaba perdido y aturdido. Sus ojos se sentían ligeramente nublados y cálidos, casi dolorosos. Todo su cuerpo parecía no querer moverse, era pesado.
—¿Estás bien?
Escuchó una voz fría sin preocupación. Ratoka negó lentamente con la cabeza para aclarar su mente. Realmente no sabía si todo estaba bien, pero por ahora tenía que aclarar sus pensamientos primero y negar que algo estuviera mal.
—¿Pasa algo?
—No, todo está bien.
Ratoka sacudió la cabeza con más fuerza que antes, y Bellway lo miró como si intentara traspasarlo con la mirada. Era una mirada tan fría que Ratoka retrocedió involuntariamente.
—Ahora que lo pienso, supongo que sigues siendo un niño…
Bellway murmuró para sí mismo. Ratoka no escuchó lo que dijo y simplemente siguió mirándolo en blanco.
Ratoka volvió a encontrarse con los ojos de Bellway mientras fruncía el ceño, y bajó apresuradamente la mirada, sin ver la expresión en el rostro de Bellway que nunca había visto antes.