Traducido por Yonile
Editado por YukiroSaori
La creciente actividad de los traficantes llamó la atención de Leah. Había tenido lugar una batalla en la que los traficantes de esclavos rivales buscaban posicionarse estratégicamente en Estia, el lugar más conveniente para los secuestros. Al tratar de reprimir los disturbios correspondientes, Leah se había familiarizado con la esclavitud de los kurkanos, y eso le causó un profundo dolor.
Le molestaba la cruel realidad y el destino de los esclavos de Kurkan, y se odiaba a sí misma porque no podía hacer nada al respecto, a pesar de que era la princesa de Estia.
Cuanto más pensaba en ello, más enojo se acumulaba en ella. Las vidas de los Kurkan deberían valer lo mismo. Incluso podía identificarse parcialmente con ellos de alguna manera. Leah se había visto obligada a soportar los esfuerzos desmedidos de Cerdina que intentó arruinar su vida entera. Al no poder oponerse, vivió oprimida, atada al reino desde su nacimiento. Su sangre real era su condena, casi como los kurkanos, cuya sangre y raza dictaban su coraje.
Debes ser la princesa perfecta, Leah.
Mientras Leah recordaba ciertos momentos del pasado, parecía como si escuchara la voz de Cerdina. Leah se mordió los labios para no pensar en ello. No estaba en una situación en la que pudiera estar recordando cosas deprimentes. Tenía una tarea que cumplir y personas que salvar.
Un último deber que cumplir para su país. El peso del futuro de Estia pesaba mucho sobre sus hombros.
El Kurkan masculino junto a Leah se inclinó hacia adelante y susurró mientras ella bajaba con cuidado su copa de vino.
—Tengo curiosidad por saber qué cara hay detrás de esta máscara… ¿Qué tan hermosa eres?
Un dedo delgado rozó los hombros de Leah. Al instante, ella se estremeció y lo apartó, tocando casualmente la mano del esclavo. Ella respiró hondo.
El esclavo simplemente sonrió. Quizás la hizo beber demasiado deliberadamente, con la intención de emborracharla. Después de mirarlo mientras se aferraba con fuerza a ella, Leah susurró:
—Escúchame con atención.
—¿Sí?
—No tengo intención de hacer nada contigo, así que compórtate con moderación —dijo y luego agregó en voz baja—: Estoy aquí para salvarte.
La mirada de Kurkan vaciló, pero hábilmente contuvo sus emociones.
—Tu broma es demasiado para soportar —respondió.
—Pronto descubrirás si estoy bromeando o no. ¿Puedes correr? Si no puedes, dímelo ahora.
Leah le preguntó con anticipación porque sabía que había casos en los que a los esclavos les cortaban ciertos músculos para dificultarles la huida. Esto les impedía escapar si querían o lo habían intentado previamente.
El Kurkan masculino sonrió delicadamente y floreció, pero la luz en sus ojos brilló.
—Por supuesto. —Leah pudo detectar una leve intención asesina bajo su dulce voz. La perspectiva de causar estragos lo emocionaba—. Puedo hacer más que eso —susurró a su oído.
Aunque parecía que la situación de Leah y los Kurkanos eran similares, había una diferencia clave entre ellos. Los Kurkan podrían ser esclavizados toda su vida, pero no dudarían en aprovechar la oportunidad para escapar, incluso si eso significaba soportar palizas y abusos.
Este esclavo Kurkan, por ejemplo, había superado el lavado de cerebro que le habían hecho durante toda su vida. Dentro de él, la sangre de los Kurkan fluía sin restricciones. Lo que, a través de la experiencia, los convirtió en guerreros formidables y oponentes imparables.
No importa cuán joven, enfermo o frágil fuera un Kurkan, su verdadera naturaleza estaba de su lado. No importaba si eran esclavos, guerreros, niños o ancianos. Si nacen como Kurkan, mueren como Kurkan.
Eran diferentes a Leah, que solo dudaba una y otra vez…
Detrás de su máscara, Leah volvió a morderse el labio con fuerza. La avalancha de emociones que vino de presenciar la esperanza y el coraje del esclavo la tomó por sorpresa. En un momento, sintió que las diferencias entre ellos eran tan grandes como la tierra y el cielo. Sin embargo, dejó a un lado esos sentimientos y levantó la voz para que todos la escucharan.
—Me gustaría hablar sobre la distribución de beneficios.
Al escuchar la palabra «beneficios», los traficantes de esclavos se centraron inmediatamente en ella. La codicia estaba en sus ojos. Le dieron a Leah toda su atención.
—¿Reparto de beneficios? —preguntó un traficante de esclavos, levantando su copa de vino y tomando un sorbo.
Era un hombre de cuerpo robusto, el que parecía tener la posición más alta entre ellos. Lea entendió la gran influencia de este hombre.
—Cada uno de nosotros tomará su parte respectiva —dijo—. Entonces dividiremos el 30% restante entre nosotros.
—Así es. Y, dado que compartiremos el 30%, quiero inspeccionar los Kurkans que está ofreciendo. Necesito ser minuciosa. Después de todo, no seríamos los únicos en sufrir si vendemos productos de mala calidad. —Leah inclinó la cabeza y continuó, de manera convincente—. Prefiero evitar cualquier pérdida.
—Eso suena bien. —Se rió de las palabras de Leah.
Incluso entonces, mientras bajaba su copa de vino, sus ojos nunca la dejaron. La esclava Kurkan a su lado se movió inmediatamente para llenar el vaso.
El traficante de esclavos se llevó la copa a los labios y bebió mientras seguía mirando a Leah. No podía deducir nada simplemente mirando la máscara que ocultaba su rostro y la túnica negra que vestía, por lo que solo podía mirar la piel desnuda de su mano.
—Tu confianza es bastante abrumadora —comentó con malicia— ¿crees que tus propios esclavos son tan buenos?
—Son lo suficientemente buenos como para cambiar el curso de esta subasta.
No era mentira porque el rey de Kurkan estaba presente, pero el traficante de esclavos se rió de la declaración aparentemente ridícula de Leah.
—Te mostraré todo lo que quieras, pero como lo que tengo es bastante confidencial, no puedo… ser descuidado y mostrárselo a alguien más. —Empujó a un lado a la esclava Kurkan que estaba sentada a su lado—. Estará bien si somos solo nosotros dos. Entonces puedes comprobarlo.
—Eso no suena mal —respondió Leah con indiferencia mientras asentía con la cabeza.
El traficante de esclavos se levantó de inmediato e hizo un gesto a Leah.
—Sígueme.
Abrió una puerta y Leah lo siguió de cerca. Sabía que no estaba sola, así que trató de ser lo más rápida posible.
El pasillo hacia la puerta trasera era muy diferente al que Leah había usado inicialmente para entrar a la sala de reuniones. Tenía luces brillantes y había una alfombra gruesa que cubría el piso. Era un corredor que conectaba la sala de reuniones con la casa de subastas.
El traficante de esclavos se detuvo frente a una gran puerta de hierro y sacó una llave.
Después de desbloquear la cerradura, abrió la puerta abruptamente. El comerciante extendió exageradamente los brazos, fingiendo actuar como un caballero que la escoltaba.
Cuando Leah entró, la puerta se cerró detrás de ella. La atmósfera interior le repugnaba más de lo que esperaba. El asco que sentía por dentro no podía explicarse.
Una pequeña niña Kurkan estaba acurrucada en una enorme cama cubierta con suaves edredones. Sus extremidades eran pequeñas y delgadas. Estaba claro que aún no había llegado a la pubertad. Tenía esposas grandes y pesadas que presionaban sus huesos prematuros.
Tan pronto como el traficante de esclavos entró en la habitación, la chica Kurkan se puso de pie, su expresión vacía se transformó en una expresión de miedo. Ella se estremeció, huyendo a la esquina de la habitación.
El comerciante de esclavos puso su brazo alrededor de los hombros de Leah.
—Como sabes, las chicas jóvenes de Kurkan son las más caras. Entonces, ¿qué piensas de esto? ¿Satisfecha? —preguntó con regocijo. Estaba claro lo orgulloso que estaba de su pieza.
Acercó su cuerpo al de Leah, lo suficientemente cerca como para que ella pudiera sentir su respiración áspera.
—Solo nosotros dos estamos aquí. Antes de irte, ¿por qué no te quitas todo esto? Desde el momento en que empezaste a hablar, no pude evitar preguntarme qué tipo de cara podría encontrar detrás de una voz tan hermosa…
No había necesidad de seguir escuchando la avalancha de suciedad que salía de la sucia boca del traficante de esclavos. Leah sabía que su protector debía haberla seguido.
Ella dijo su nombre.
—Ishakan.
El comerciante de esclavos tembló exhalando profundamente. Al instante siguiente, un ruido sordo resonó por toda la habitación. El pesado cuerpo del comerciante se derrumbó en el suelo. Un chorro de líquido caliente salió de su cuerpo, tiñendo la alfombra de un rojo oscuro intenso.
Un brazo sólido rodeó la cintura de Leah por detrás. Ishakan presionó su cara a un lado de su cuello.
—Estás poniendo a prueba mi paciencia, ¿verdad? —él susurró. Debajo de su tono relajado, había una rabia latente, aumentando lentamente—. Casi los mato a todos, Leah.
♦ ♦ ♦
La casa de subastas de esclavos pronto se llenó de compradores potenciales. Se apilaron como nubes reunidas en una tormenta gigantesca.
La posición de Estia en el centro del continente había permitido que se convirtiera en el epicentro de la trata de esclavos. Sin embargo, el reino había anunciado sus intenciones de tomar medidas drásticas contra la esclavitud, lo que motivó a los asistentes a acudir con los bolsillos llenos, conscientes de que este evento podría considerarse como la última subasta de esclavos en estos territorios.
En respuesta a las expectativas de los invitados, los traficantes de esclavos trajeron sus mejores productos para exhibirlos y se prepararon con orgullo para esta ocasión especial. Muchos rumores se habían extendido por toda la capital real. No se hablaba más que de los productos de alta calidad que se presentarían y de los esclavos codiciados que estarían en exhibición.
Por ello, la subasta se llenó al máximo de visitantes, escondidos en el sótano de una gran mansión. A pesar de la ubicación remota, lejos de la capital de la ciudad, no había ningún asiento vacío disponible.
Los ansiosos invitados disfrutaron del alcohol y la comida que les habían servido mientras esperaban en silencio a que comenzara la subasta. Incluso mientras hablaban entre ellos, discutiendo sobre los esclavos bárbaros que se venderían, no pudieron evitar volver la mirada hacia la gruesa cortina que cubría el escenario. Impacientes por la gran revelación, todos estaban atentos, curiosos por saber cuándo se levantaría finalmente el telón.
La audiencia estaba emocionada. Sin embargo, el tiempo designado para el inicio de la subasta ya había pasado y las cortinas aún no se habían movido ni un centímetro. Normalmente, si hubiera un retraso en el procedimiento, habría un anuncio para calmar las preocupaciones de los invitados.
Sin embargo, nada ocurrió.