Traducido por Lugiia
Editado por YukiroSaori
♦ ♦ ♦
—¿Qué acaba de decir, señor Rass? Dígamelo una vez más.
—El joven Allendis dejó la delegación diciendo que volvería después de ver más del mundo, señorita Aristia.
—¿Cuándo volverá?
—No lo mencionó.
Mi corazón se hundió. De repente, recordé la última vez que lo vi. Sus ojos verdes llenos de preocupación, su expresión amarga a pesar de su sonrisa despreocupada, y cómo me había estado contando cada pequeña cosa en voz baja, como si me estuviera dando un último adiós.
No es de extrañar que esto haya pesado en mi corazón. Cuando le entregué los lazos para el cabello con sus iniciales bordadas, me tendió la mano antes de retirarla torpemente. Parecía que iba a decir algo, pero se había callado hasta el final.
¿Había planeado esto desde el principio?
¿Por eso me había mirado como si se hubiera dado por vencido?
¿Tanto le dolían las heridas que le hice? ¿Tanto como para querer dejar su lugar de nacimiento, tanto como para irse a una tierra extranjera sin ningún plan para el futuro?
El tiempo fluía de forma diferente al pasado, el destino había empezado a equivocarse.
Tal vez mi identidad, como pionera de mi propio destino, había hecho que los destinos de otras personas se torcieran también. Si no hubiera vuelto como una niña de diez años, y si él hubiera seguido el curso de su destino anterior, Allendis habría llevado la vida de un joven genio prometedor en el gobierno. No habría sentido el corazón roto por mí, y tampoco habría abandonado el Imperio.
¿Por qué me envió Dios al pasado?
El día que fui al templo para intentar comprender la situación, Dios me dijo que me enviaría al pasado porque muchos destinos habían cambiado debido a su “niña bendita”.
Si ese era el caso, ¿qué pensaría Dios de mí ahora? Todas estas personas que no tenían ninguna conexión con Jieun en el pasado, ahora sus vidas habían cambiado por completo debido a mí. Si los destinos de estas personas habían comenzado a torcerse porque yo me había negado a vivir como mi destino decretaba, entonces no estaba desenredando mi hilo de destino enredado, sino que estaba haciendo las cosas un lío más enredado en su lugar.
Suspiré para mis adentros.
¿Por qué es esto tan complicado? No pedí mucho. Simplemente no quería vivir una vida patética como la de antes.
Sabía que la vida de los demás estaba cambiando un poco debido a los cambios en la mía. Mi padre había empezado a expresar sus emociones aunque seguía siendo tan cortante como siempre. El príncipe heredero ya no era tan frío como antes. Mis mejores amigos, Allendis y Carsein, se habían convertido en parte de mi vida, a diferencia del pasado. Y los simpáticos caballeros de mi casa, de los que antes ni siquiera sabía los nombres, formaban ahora parte de mi vida.
Sin embargo, no había imaginado que esos pequeños cambios alterarían tanto el destino de los demás. Solo me había cambiado a mí misma, solo había actuado de forma un poco diferente al pasado, pero había estado afectando los destinos de la gente que me rodeaba. ¿Cómo debería pagar a aquellos a los que les había robado su futuro cuando estaban en el camino correcto? ¿Qué debo hacer por Allendis, a quien se le torció el destino por mi culpa?
Mi visión se volvió oscura. No podía soportar la sensación en mi pecho, como si algo me oprimiera.
—¡Señorita…! Señorita Aristia, ¡¿se encuentra bien?!
Ante la fuerte sacudida de mis hombros, aparté la oscuridad que me envolvía. El señor Rass me sacudía con una expresión seria.
Parpadeé lentamente y logré exhalar. Solo entonces retiró sus manos de mis hombros y habló.
—Por favor, perdóneme por ser grosero.
—No. Debería estar agradecida. Siento haberle preocupado.
—¿Se encuentra bien? No tiene buen aspecto.
—Sí, estoy bien. No tiene que preocuparse.
—¿Está segura…?
Aunque parecía que no me creía, el señor Rass no preguntó nada más. En cambio, me dio una carta como si acabara de recordar que la tenía, diciendo que la había recibido en el camino. Me apresuré a mirar el sobre, pensando que podría ser de Allendis, pero la letra del sobre rosa claro no me resultaba familiar.
BEATRICE LO FEATHEN
Parece que la envía la princesa Beatriz.
Rasgué el sobre y abrí una invitación bellamente doblada. Leí el contenido mientras caminaba hacia el Primer Escuadrón de Caballeros, cuando de repente, una sombra se cernió sobre mi cabeza.
—¿A qué se debe la invitación? ¿De quién es esta vez?
—Hola, Carsein.
Carsein estaba usando una camisa blanca, como si se hubiera desprendido de su chaqueta en algún lugar. Vi sus clavículas entre el cuello de la camisa abierta, ya que se había desabrochado los botones.
¿Qué pasa con su atuendo?
Iba vestido de forma demasiado inapropiada. Sé que hace calor, pero si le atrapan así, no creo que la cosa acabe en una simple reprimenda.
—Ah, qué calor hace. —Carsein sacudió la cabeza con fastidio, apartando de su piel sudorosa el cabello que se le había pegado al cuello. Gracias a sus bruscos movimientos, el cabello rojo que le llegaba a los hombros se agitaba como las llamas. El sudor que colgaba de su piel también voló.
Es exactamente igual que Luna.
Me reí. La forma en que agitaba su cabello mojado me recordaba a cómo Luna se sacudía el agua después de que yo la bañara.
—¿Qué? ¿Por qué te ríes así?
—Ah, no es nada.
—Hmph. No parece que no sea nada. Olvídalo. ¿No tienes calor? ¿Por qué estás abotonada así?
—Yo también tengo calor, pero son las reglas. Hablando de eso, si te atrapa el duque Rass así, no solo acabará descontándote el sueldo.
—De todas formas, no necesito tanto el dinero. Si me suspende, mejor. Hace tanto calor que disfrutaría de no tener que trabajar fuera si eso ocurriera. Podría descansar cómodamente en casa. También podría venir a fastidiarte y a interrumpir tu trabajo. —Solo le dirigí una mirada, sin molestarme en contestar—. ¿Qué? ¿Es una idea tan buena que te deja sin palabras?
—En efecto, me he quedado sin palabras. —Doblé la invitación muy bien con una sonrisa y la volví a meter en el sobre.
Carsein ladeó la cabeza y me preguntó:
—¿Por qué guardas eso? ¿Vas a asistir?
—Sí. Conoces al señor Feathen, ¿verdad? Me invitó su esposa.
—Ah, ya veo. Qué bien. Hace tiempo que no lo visito. Vayamos juntos.
Ladeé la cabeza ante su respuesta despreocupada.
—¿Hmm? Carsein, ¿lo conoces lo suficientemente bien como para visitarlo?
La princesa Beatrice, el señor Feathen y Carsein. ¿Qué tienen ellos tres en común? Había visto a la princesa Beatrice en las fiestas, pero Carsein, quien no se preocupaba por la sociedad, no tendría motivos para llevarse bien con el señor Feathen.
—Bueno, tenía curiosidad por conocer la habilidad de los espadachines del reino de Lisa. El señor Feathen estaba asignado al Segundo Escuadrón de Caballeros. Era un poco incómodo para nosotros entrenar en el palacio, así que fui a verlo a su casa.
—Ya veo…
—Sí. Deberíamos aprender sobre todos los estilos famosos de esgrima, ¿no crees? Algún día me gustaría ver el manejo de la espada de la casa Lieg y la casa Dias, así como la Casa de Enethil. Especialmente la casa Enethil. He oído que son similares a nuestra casa, así que tengo mucha curiosidad.
Al verlo hablar con tanta emoción, no pude evitar sonreír. No puedo creer que se haya acercado solo porque tenía curiosidad por su habilidad con la espada. Parece muy propio de él.
¿Eh? Espera un momento.
—Oye. ¿Por qué dejaste de lado nuestra casa?
—¿Eh? ¿No te acuerdas? Se acordó que se me enseñaría la esgrima de tu casa más adelante. Después de que te enseñe, entonces podré aprenderlo oficialmente.
—Ah, cierto. Ese fue el acuerdo.
—¿Qué quieres decir con “Ah, cierto”? Eres imposible. Estoy muy ocupado, ¿sabes? Pero supongo que tendré que sacar tiempo para darte un entrenamiento extra y así poder aprender el estilo de tu casa incluso antes. Vamos. Tenemos que entrenar.
—¿Cómo es que preguntar por una invitación te lleva a hacerme entrenar?
—¿Qué quieres decir con eso? Sígueme.
—Oh, está bien.
Suspiré y seguí a Carsein, quien ardía de pasión, mientras yo empezaba a sudar frío.
♦ ♦ ♦
—Señorita Aristia, está aquí.
—Hola, baronesa. Ha pasado mucho tiempo.
—Tiene razón, parece que ha pasado mucho tiempo. Señor Carsein, ¿cómo ha estado?
—Espero que no sea demasiado descortés de nuestra parte visitarlos tan repentinamente.
La princesa Beatrice se había recogido el cabello rubio fresa de forma muy bonita. Nos saludó tímidamente con sus brillantes ojos turquesa. A su lado, un caballero de cabello castaño nos saludó secamente.
Antes de sentarme, vi que Carsein le pedía al señor Feathen un combate y negué con la cabeza.
¿Cómo podía pedir eso nada más llegar?
El señor Feathen había venido como guardia de la princesa Beatriz durante las fiestas a las que había acudido como candidata a esposa del príncipe heredero. Ahora se había convertido en caballero del Imperio.
El príncipe heredero, al que se le había dado plena autoridad para llevar a cabo negociaciones diplomáticas con el reino de Lisa, había conseguido adquirir algunas de las tierras del reino que limitaban con el Imperio utilizando el hecho de que la princesa Beatriz estaba embarazada.
En una situación así, era obvio que si simplemente se enviaba a la princesa de vuelta, esta podría ser asesinada, por lo que el príncipe heredero ofició la boda de la pareja y otorgó al señor Feathen el título de barón. Él también fue nombrado caballero oficial y asignado al Segundo Escuadrón de Caballeros durante la ceremonia de nombramiento.
Aunque había algunos que se oponían a él porque era de un país extranjero y había recibido un título que no era hereditario, había demostrado su valía por sus habilidades. La oposición se había acallado rápidamente.
En términos de poder militar, el reino de Lisa era el más fuerte de entre varios reinos que no formaban parte del Imperio. El hecho de haber sido elegido como guardia real de la princesa Beatriz significaba que era muy competente en el manejo de la espada.
Miré a los dos y me senté como sugirió la princesa Beatriz.
—¿Cómo es la vida en el Imperio, baronesa? —pregunté.
—Gracias a su consideración, nos va bien. No sé cómo puedo agradecérselo.
—Bueno, no sé si he hecho algo, pero si hay algo que le incomode, puede decírmelo cuando quiera. Haré todo lo posible para ayudarle tanto como pueda.
—Gracias por decir eso.
Mirando a la princesa que respondía dócilmente, pensé en algo que me daba curiosidad.
¿Cómo se enamoraron los dos?
Quería preguntarle sobre su historia, pero sentí que podría ser descortés preguntarlo ya que no éramos cercanas, así que suprimí ese pensamiento. No obstante, tenía mucha curiosidad. ¿Cómo es posible que esta pareja mansa y tímida tuviera un bebé incluso antes de casarse?
—Aunque es muy tardío, felicidades —dije—. He oído que tienen una hija preciosa.
—Gracias, señorita Aristia. Los artículos para el bebé que nos ha enviado son muy útiles.
—Gracias, pero no veo a su bebé. ¿Todavía no se permite que las visitas la vean?
—Ah, no. No es eso. Parecía estar sufriendo con el calor, así que envié a la niñera a llevarla a un lugar con sombra para que se refrescara.
—Ya veo. El tiempo es tan caluroso que me preocupa que cause daños a la salud del bebé y a la suya. Por favor, tengan cuidado.
No lo dije solo por cortesía. Estaba genuinamente preocupada. Habían conseguido su amor superando muchas dificultades. Además, su bebé podría ser un desastre para el reino de Lisa, pero era un amuleto para el Imperio. Gracias a ella, el príncipe heredero había podido adquirir una parte del reino sin derramar sangre.
—¿Cuál es el nombre de la niña?
—Todavía no le hemos puesto nombre.
—¿De verdad? ¿Por qué no?
—Para ser sincera, queríamos que el príncipe heredero o el emperador nombraran a la bebé por nosotros, ya que son nuestros salvadores, pero están muy ocupados. Parece que estaríamos cruzando una línea si hiciéramos esa petición, así que hemos estado dudando.
Ya veo.
Por supuesto, como el príncipe heredero estaba muy ocupado hoy en día y el emperador estaba enfermo, pensarían que era algo trivial y dudarían. Si hacían la petición, también podrían acabar burlándose de ella, ya que era una marginada en la sociedad, así que era natural que tuviera miedo.
La princesa era de origen extranjero y había traicionado a su reino; era de esperar que la sociedad la viera con malos ojos. Si hubiera sido una dama soltera, las cosas habrían sido mejores para ella, pero ahora era la esposa de un barón. Las mujeres de la nobleza casadas y las solteras no compartían las mismas reuniones sociales, así que también estaba limitada en cuanto a lo que podía apoyarla.
Había estado buscando a alguien que fuera su mentor, pero no había nadie que fuera adecuado. Princia era la opción más adecuada, ya que en su día también fue una princesa extranjera, pero era la nuera de la duquesa Rass, quien también participó en el ostracismo de la princesa Beatriz.
¿Debo hablar con la señorita Ilyia sobre esto?
Iba a casarse con el joven Alexis, el hijo mayor del duque Verita, este verano, por lo que la princesa Beatriz podría estar en mejor posición con la protección de la señorita Ilyia. Mientras pensaba en hablar con ella sobre esto, levanté mi taza de té, que desprendía una sutil fragancia.
♦ ♦ ♦
Carsein regresó después de haber terminado su combate. En ese periodo, yo había estado conversando con la princesa sobre varias cosas durante mucho tiempo.
Parecía que se hacía tarde, así que en cuanto volvió, me despedí de la princesa y me levanté. Me subí a un caballo en lugar de un carruaje por primera vez en mucho tiempo y cabalgué por la oscura calle con Carsein.
—Las calles están bastante vacías hoy —dije.
—Sí. Es natural que la gente no ande por ahí, pero ¿por qué no hay carruajes?
Asentí con la cabeza. Era natural que el distrito de los nobles estuviera tranquilo en comparación con el de los plebeyos, ya que menos gente vivía allí, pero hoy estaba especialmente vacío.
—Oye.
—¿Hmm? ¿Qué pasa, Carsein?
—He oído que Hierba no volverá por un tiempo.
—Ah…
Ante su comentario, recordé de repente todo lo que me preocupaba antes de nuestra visita. Mis dudas sobre por qué Dios me había enviado al pasado y mi arrepentimiento hacia Allendis por haber cambiado su destino. Y…
Carsein, ¿cuánto ha cambiado tu destino?
Me sentí culpable. Mi único recuerdo de Carsein en el pasado era que había sido un espadachín genial que fue nombrado caballero en cuanto alcanzó la mayoría de edad, y que había habido una disputa sobre si debía convertirse en heredero en lugar del señor Rass. No sabía cuál era su destino antes ni lo enredado que se estaba volviendo ahora.
—¡Ten cuidado, Tia!
Salí de mis pensamientos ante su grito urgente.
Una sombra negra voló hacia mí.
Por reflejo, me agaché sobre el lomo del caballo. Se me puso la piel de gallina al sentir la frialdad de algo que volaba por encima de mi cabeza. Intenté apresuradamente impulsar a mi caballo, pero alguien había lanzado una daga primero.
El caballo herido se derrumbó violentamente.
Apreté los dientes y solté las riendas. En lugar de intentar calmar al caballo, lo mejor sería saltar mientras disminuía el impacto en la medida de lo posible, y luego tratar de lidiar con los atacantes.
No obstante, aunque me había preparado, no pude evitar un gemido de dolor. Sentí un dolor agudo subiendo por mi espalda, pero no había tiempo para detenerme. Rodé rápidamente para evitar una daga que volaba hacia mí y me puse de pie. En ese momento, una sombra negra volvió a volar hacia mí.
¡No!
—¡Agh, maldita sea! —Carsein, quien me abrazaba, dejó escapar una maldición en voz baja. Su hombro izquierdo había sido golpeado profundamente con una daga. Al instante, su camisa blanca se volvió roja.
Apretando los dientes, desenfundé la espada que llevaba en la cintura. Aunque me preocupaba Carsein, mi máxima prioridad era detener el ataque.
Las calles habían comenzado a oscurecerse y los altos muros creaban una sombra oscura. ¿Dónde se escondían?
—¿Estás bien, Carsein?
—Estoy bien. Ten cuidado. —En cuanto Carsein pronunció esas palabras, empezaron a aparecer sombras negras desde las cuatro direcciones. La visión de los sombríos asesinos que nos rodeaban hizo que se me secara la garganta. Sentí que mis manos empezaban a sudar. La energía gélida y venenosa que desprendían hizo que un sudor frío recorriera mi espalda.
♦ ♦ ♦
Una de las sombras lanzó una daga apuntando a mi cuello.
Levanté mi espada en diagonal para bloquearla, pero me dolió la muñeca por el impacto. Otro enmascarado aprovechó para desenvainar su espada contra mí.
La espada desgarró mi uniforme. La sangre se filtró por el corte donde su espada había rozado mi piel.
Me giré hacia la derecha y lancé un profundo corte al tercer atacante que corría hacia mí. Sentí como si la punta de mi espada se hubiera enganchado en algo. Sentí la sensación de que mi espada cortaba la carne en la punta de los dedos. La sangre brotó del hombre enmascarado. Tenía un profundo corte en el pecho.
Jadeando, se retiró. Me sacudí la sangre roja que corría por mi espada y eché una mirada a Carsein. Su camisa estaba completamente empapada de rojo.
¿Está bien?
Un repentino grito de dolor escapó de mis labios. Mientras me distraía, una sombra negra me había apuñalado en la cintura. El corte no era superficial. La sangre caliente empezó a salir por debajo de mi ropa.
Todavía quedaban catorce asesinos de los diecisiete.
¿Seremos capaces de detenerlos a todos?
Incliné la cintura y evité una daga que apuntaba a mi cabeza. Le di un tajo en diagonal al pecho del asesino.
Me limpié rápidamente la sangre que me había salpicado la cara y empuñé mi espada.
Bien, quedan trece.
—¡Ahhh! —gritó Carsein como si estuviera enfurecido. El sonido cortó el aire junto con el sonido de alguien cayendo al suelo.
Doce. Sin embargo, no me sentí muy bien con su grito de antes.
Arrugando la frente, desvié la espada que intentaba apuñalarme.
No puede ser, Carsein no puede estar usando su brazo izquierdo también, ¿verdad?
Inspiré profundamente y recuperé el aliento. Estaba tensa, ya que su estilo de ataque era diferente al que había aprendido en los entrenamientos.
¿Dónde atacarán ahora?
Evitando la espada corta que volaba hacia mi pecho, me abalancé. En el momento en que golpeé el pecho del asesino, sentí de repente un escalofrío que me recorría la columna vertebral. En el tiempo que mi espada había estado ocupada, unas sombras negras se precipitaron hacia mí desde la izquierda y la derecha.
¡Oh, no!
Dejé caer mi espada y logré retroceder, pero no pude evitar el corte en mi mano.
¿Es este el final?
Miré una espada que un asesino había dejado caer a un paso delante de mí.
Si puedo alcanzarla, podré tratar de resistir de alguna manera.
Sin embargo, era obvio que en el momento en que me agachara para tomar la espada, me mataría al instante.
Mientras dudaba, sentí que varias espadas rozaban mi cuerpo.
Un líquido caliente goteó por mi cuerpo, seguido de un dolor ardiente. Pensé en todo tipo de cosas mientras la sombra de la muerte se cernía sobre mí.
¿Es este el precio de haber rechazado mi destino?
Los rostros de muchas personas revolotearon por mi mente.
Al pensar en mi padre, se me secó la garganta.
Dijo que seguía viviendo gracias a mí, así que si muero aquí de una forma tan insignificante, ¿qué hará él?
¿Me convertiré en una hija indigna, como lo fui en el pasado?
No. No puedo dejar que las cosas terminen aquí.
Me mordí el labio con fuerza. No podía permitir que mi recién adquirida vida terminara en vano aquí.
Debo luchar hasta el final. Aunque no saldré ilesa de esto.
En lugar de evitar las espadas que volaban hacia mí, me agaché y lancé mi cuerpo hacia delante. Un dolor punzante me atravesó inmediatamente el brazo izquierdo y de la herida brotó abundante sangre.
Aun así, conseguí agarrar la espada.
Intenté poner fuerza en mi brazo tembloroso y corregí mi agarre de la espada. Cuando intenté bloquear un golpe que se curvaba hacia mí, el mundo giró y mi visión se volvió negra.
¡No!
—Agh…
—¿Carsein?
Cuando mi visión volvió, vi a Carsein bloqueando horizontalmente al enmascarado que había intentado cortarme. Estaba sosteniendo la espada con las dos manos. Carsein había necesitado usar toda la fuerza de sus dos brazos para desviar el golpe y apuñalar a mi atacante en el pecho. La sangre corría por su camisa ya roja y goteaba en el suelo desde su hombro izquierdo.
—¿Estás bien, Tia? —preguntó.
—Tu brazo izquierdo…
—Ese no es el problema ahora.
Recuperó el aliento y señaló a los asesinos con la barbilla. Tal vez se sorprendieron ante la inesperada resistencia. Habían detenido sus ataques por un momento y se estaban reagrupando.
Se sentía desesperado. Todavía quedaban unos ocho y, aunque nosotros estábamos agotados, ellos parecían seguir con energía. Aunque intuía la derrota, me mordí el labio y fijé el agarre de mi espada.
¡No puedo rendirme!
Además, no estaba sola, tenía a Carsein, quien se había herido intentando protegerme.
Mientras buscábamos una oportunidad, preparándonos para cualquier hueco, vi dos sombras que venían corriendo desde un callejón. Gemí involuntariamente. ¿Había más de ellos?
—Ja, por supuesto que están preparados para esas cosas.
—¿Hmm?
—Esos son guardias reales. Están realmente preparados para cualquier situación.
Entrecerré los ojos, con la visión todavía borrosa.
Uniformes blancos, insignias doradas.
Realmente son guardias reales.
Parecía que también habían sido atacados. Sus uniformes blancos estaban manchados de rojo. Los enmascarados entraron en pánico ante la repentina aparición de los guardias reales. Después de intercambiar miradas, se dispersaron rápidamente en todas direcciones.
—Yo los perseguiré, así que encárgate de esos dos —dijo uno de los caballeros.
—Muy bien. Vayan.
El caballero rubio se volvió hacia nosotros después de que su colega se fuera. Nos observó a Carsein y a mí, y su rostro se contorsionó.
—Siento nuestra tardanza, señorita. Debieron darse cuenta de nuestra presencia y nos atacaron al mismo tiempo.
—No pasa nada. Gracias por salvarnos.
—Deberíamos tratar sus heridas de inmediato. La casa Monique está más cerca que la casa Rass. Vayamos allí.
Había muchas cosas que quería preguntar, pero le seguí sin decir nada. Me preocupaba mucho la sangre que brotaba sin cesar de la profunda herida en el hombro de Carsein. Rezaba para que no fuera grave.
—¿Estás bien? —me preguntó.
—Yo no soy el problema ahora. Tu hombro…
—Ah, ¿esto? Bueno, lo sabremos después de que el médico me vea.
Me mordí el labio. Era obvio quiénes eran los asesinos. Eran parte de la facción noble. Pero ¿por qué precisamente ahora? ¿Por qué no hubo ningún intento durante la celebración del Día de la Fundación el año pasado?
Estaba muy confundida. Habría sido más fácil para ellos llevar a cabo un ataque cuando había muchos invitados importantes presentes. ¿Por qué se habían quedado callados entonces cuando había princesas listas para ocupar mi lugar? ¿Y por qué eligieron ahora, cuando no había ninguna alternativa concreta disponible? No podía entender sus intenciones.
♦ ♦ ♦
Apenas entré en la mansión, vi a mi padre. Tal vez el caballero que custodiaba la puerta se había adelantado para darle la noticia, porque mi padre prácticamente voló hacia nosotros, levantando sus cejas plateadas en alto mientras daba una orden.
—Alan, llama al médico real de inmediato. Y avisa al templo. Diles que es una petición oficial de la casa Monique, y que envíen al sumo sacerdote, pase lo que pase. ¿Entendido?
—Lo haré, Su Excelencia.
Me sorprendió.
¿El sumo sacerdote? ¿Tan grave es el estado de Carsein?
Como si también estuviera sorprendido, Carsein amplió los ojos mientras decía:
—Su Excelencia, ¿qué quiere decir el sumo sacerdote?
—¿No conoces tu propia condición? Tus heridas no pueden ser curadas solo por un médico.
—Entonces, en ese caso, volveré a mi casa para hacer una petición al templo.
—Está bien. Sentémonos. Primero tenemos que hacer los primeros auxilios.
—Pero, Su Excelencia…
—Soy el amigo más cercano de tu padre. ¿Todavía te vas a negar?
Ante las firmes palabras de mi padre, Carsein expresó su gratitud y le siguió, como si no tuviera otra opción.
Estaba a punto de subir las escaleras mientras miraba su hombro manchado de rojo, cuando sentí que alguien me sujetaba con firmeza. Al girarme, vi el rostro de mi padre. Alternaba entre la preocupación y el enfado.
—Tia, ¿estás bien? Estás bastante herida —dijo.
—Estoy bien. Siento haberte preocupado.
—Vamos arriba. Te ayudaré a subir.
Me agarré al brazo de mi padre y subimos con cuidado las escaleras.
En cuanto llegué a mi habitación, Lina, quien ya me estaba esperando, me quitó con mucho cuidado el uniforme hecho jirones y me limpió las heridas con un paño limpio y húmedo. Después de recibir algunos cuidados básicos del médico que se había apresurado a venir, me dirigí a la habitación en la que estaba Carsein.
A diferencia de mí, quien no tenía heridas profundas, salvo mi brazo, el estado de Carsein no era bueno. Esto se debía a su hombro izquierdo que había sido malherido al salvarme dos veces.
—He hecho lo que he podido pero su hombro izquierdo…
—Está bien. Gracias. —Carsein sonrió. La parte superior de su cuerpo estaba fuertemente envuelta con vendas, especialmente su hombro izquierdo.
¿Realmente está de humor para sonreír?
Las emociones surgían en mí. Me las tragué y dije:
—El sumo sacerdote llegará pronto. Aguanta un poco más.
—Siento tener que agobiar a tu familia.
—¿De qué estás hablando? Concéntrate en que te traten.
Al verme enfadada, Carsein sonrió una vez más y asintió. Me senté con cuidado a su lado mientras él levantaba su mano derecha y me despeinaba.
—Estuviste muy bien antes —dijo—. Parece que ha merecido la pena enseñarte.
—Ni siquiera me di cuenta de que nos seguían.
—Eso es porque te estaba distrayendo. Pero más importante aún, ¿estás bien?
—Sí. No es una herida tan grave.
—Eso no. Me refería a cómo te sientes.
Ladeé la cabeza. ¿Se sentiría alguien bien después de haber sido emboscado?
Como si se diera cuenta de mi perplejidad, chasqueó ligeramente la lengua y explicó.
—Quiero decir que es la primera vez que matas a alguien, ¿no? ¿Cómo te sientes al respecto?
—Ah…
De repente, recordé vívidamente la sensación que había tenido durante la batalla. El asco cuando había cortado la carne, y cuando me salpicó la sangre que brotaba del enemigo. Pero eso no significaba que fuera a temblar y huir de la realidad.
¿Acaso era porque yo misma ya había experimentado la muerte? Ya había pasado por demasiadas cosas como para temblar de miedo al matar a un atacante desconocido.
Sobre todo, ellos no habrían dudado en matarme si yo no los hubiera matado primero. Tenía una oportunidad de compensar mi miserable vida anterior; no era lo suficientemente bondadoso como para renunciar a eso solo porque no quería matar a nadie.
—Sí, estoy bien —dije.
—Bien, entonces, eso es un alivio. Oye, pequeña. Eres bastante buena cuando el momento lo requiere. Debería felicitarte.
—No soy una niña.
—Sí, sí, lo sé, señorita. —Me examinó detenidamente y sonrió con alegría, acariciando mi cabello como si estuviera orgulloso de mí.
¿Cómo era capaz de actuar con tanta calma? Tenía que estar sufriendo un inmenso dolor con lo profunda que era la herida en su hombro.
Lo interrumpí con una mirada. Fingió no darse cuenta. Después de un rato, me giré hacia el señor Seymour.
—¿Señor Seymour?
—Sí, señorita.
—Viendo cómo han aparecido justo a tiempo, parece que me estaban vigilando por orden del emperador. Aunque se lo agradeceré en persona, por favor, transmita mi gratitud a Su Majestad.
—No es nada. Em… —El señor Seymour parecía querer decir algo más, pero simplemente cerró la boca tras dudar.
Incliné la cabeza y pregunté:
—¿Tiene algo más que decir?
—Bueno… En realidad, la persona que dio la orden de vigilarle en secreto no fue el emperador, sino el príncipe heredero. Así que transmitiré sus palabras al príncipe.
—¿Qué? ¿El príncipe heredero?
¿Fue él quien dio la orden? ¿No el emperador?
Cuando estaba a punto de preguntar más al respecto, entró un sacerdote joven vestido de blanco.
Tenía el cabello blanco puro y unos claros ojos amarillo-verdosos que parecían brillar ligeramente.
Estas eran las características de un sumo sacerdote. Cuando había oído sus descripciones, pensé que podía parecer muy extraño. Pero cuando me encontré directamente con sus ojos, me parecieron muy hermosos y misteriosos, y no me parecieron extraños en absoluto.
Su voz misteriosa y de otro mundo resonó en el aire.
—Sean bendecidos con la vida. Soy la tercera raíz de Vita, Tertius.
—Bienvenido, Su Eminencia.