Traducido por Shisai
Editado por Sakuya
—Es demasiado peligroso volver así. Albert no es estúpido. Seguro que aumentará la seguridad donde están los rehenes —Tang Feng sacudió la cabeza y le dijo a Iván—. Sé que suena descabellado, pero si es posible, no quiero que nadie salga herido.
—Efectivamente, es descabellado. ¿Cuánto peso crees que tienes en la mente de Albert? —dijo Iván desdeñosamente. Había visto a mucha gente como Tang Feng. Cuando le gustas a alguien, eres un tesoro, pero cuando no, todo lo que haces está mal.
Albert, con su temperamento impredecible, podía mimarte en un momento y arrojarte a las profundidades del infierno al siguiente. No es que Iván no confiara en Tang Feng, pero en realidad, hay pocas personas tan devotas como los protagonistas de las películas.
—Para ser sincero, no estoy seguro —admitió Tang Feng, sin fingir confianza. Si no hubiera llegado a este punto, no habría considerado rendirse ante Albert.
Temía que, al final, se rindiera pero siguiera sin poder salvar a los demás. No obstante, basándose en su comprensión de Albert, el hombre no era tan mezquino. Era una intuición que tenía, pero Tang Feng no era tan tonto como para confiar únicamente en la intuición. Después de todo, Iván era un policía y el pequeño demonio era un asesino profesional. Ambos tenían mucha más experiencia que él en rescates de rehenes. Estaba dispuesto a escuchar sus consejos, siempre y cuando estuvieran dispuestos a salvar a Xiao Yu y a los demás.
Su gran discurso anterior era mitad genuino, mitad una táctica para provocarlos a la acción.
—¿Ese es el trato? No volverás con nosotros a menos que salvemos a esos tipos, e incluso entonces, tendrás que vértelas con el jefe. ¡Hmph! —El pequeño demonio fulminó con la mirada al actor. Sabía que era poco probable que las amenazas del tipo fueran ciertas, pero, aun así, no le gustaba que le amenacen.
—Vi dos helicópteros en el descampado delante de la casa. Son suficientes para transportar a todos fuera. ¿Alguno de ustedes sabe pilotar un helicóptero? —preguntó Tang Feng.
El pequeño demonio lanzó una mirada altiva.
—Es tan sencillo como conducir un coche de juguete.
—Yo puedo —también confirmó Iván.
—¿Qué tal si primero elaboramos un plan de operaciones? —sugirió Tang Feng, mirando a los demás.
Era probable que reaparecieran los hombres vestidos de negro que les habían tendido una emboscada antes. Tras apagar el fuego de la cueva, los tres avanzaron con cautela y rapidez por el bosque. Aunque el pequeño demonio había utilizado un coche para sacar a Tang Feng, se dirigían hacia la cueva donde estaban retenidos el director y los demás, por lo que no tardaron en ver una tenue luz de hoguera a lo lejos.
—Ustedes espérenme aquí. Iré a echar un vistazo —susurró el asesino antes de desaparecer entre los arbustos, corriendo velozmente hacia la cueva como una sombra.
La noche era fría y la nieve de los últimos días se había derretido casi por completo. El suelo estaba húmedo y helado, y ni siquiera se oía el ruido de los insectos en mitad de la noche.
—¿No tienes miedo? —preguntó de repente Iván desde un lado.
—Claro que sí, pero el miedo es inútil. No hay necesidad de prestarle atención —susurró Tang Feng.
—Tienes muchas filosofías, como mi padre —comentó el agente.
—Descubrirás que las secas y aburridas filosofías que te contaba tu padre son bastante útiles —Tang Feng rio suavemente—. ¿Estará bien el pequeño demonio yendo solo? —acto seguido exhaló una bocanada de vaho blanco.
—¿Él? No te preocupes. Los asesinos son mejores disfrazándose y ocultándose. No son fuertes en la confrontación directa, pero sobresalen en los ataques furtivos. Si pudiera ser descubierto fácilmente, ya habría muerto mil veces —dijo Iván con un resoplido frío mirando al actor—. Para ser sincero, a veces te envidio —admitió.
—¿Me envidias? Tú vienes de un entorno mejor, tienes un trabajo envidiable y eres guapo. El oficial Iván es al que la gente envidia —se rio Tang Feng.
—Yo carezco de tu ingenio y humor. Incluso como policía, a menudo dejo que mis emociones dicten mis acciones, haciendo cosas que un policía no debería hacer. A veces, sólo quiero que desaparezcas —confesó Iván.
Tang Feng sonrió.
—Efectivamente, el ingenio y el humor son cualidades atractivas, pero hay mucha gente encantadora que no es ingeniosa ni tiene sentido del humor. No hay por qué envidiar a los demás. Sé tú mismo. Los que te quieran de verdad adorarán tu personalidad y todo lo que hay en ti, no sólo tu humor.
Las personas inteligentes suelen ser tontas en muchos aspectos; el destino es bastante justo.
Iván no respondió y su silencio no duró mucho. El pequeño demonio no tardó en volver.
—¿Adivinen qué? El calvo y Albert están más adelante. También vi a ese tipo vestido de negro junto a Albert —informó el pequeño demonio—. Cuentan con que vuelvas.
—¿Están todos en la entrada de la cueva? —Tang Feng recordó la escena cuando lo sacaron de la cueva. Sólo había unas cuantas chozas improvisadas y gente moviendo armas. Tardó unos cinco o seis minutos en caminar desde la entrada hasta el interior.
—Sí, vi al calvo hablando con Albert —respondió el pequeño demonio, frotándose la nariz—. Pero, esto es bueno. Probablemente no haya mucha gente vigilando los helicópteros.
—¿Viste a Xiao Yu y a los otros? —Tang Feng recordó que ellos fueron drogados por el pequeño demonio en la villa.
El asesino negó con la cabeza.
—No, probablemente todavía están en la villa.
—No podemos salvar a nadie si están aquí. Tenemos que alejarlos —dijo Iván, frunciendo ligeramente el ceño. Luego miró a Tang Feng—. ¿Puedes atraerlos?
Decidido a salvar a todos, el actor aceptó. Iván y el pequeño demonio necesitaban rescatar primero a los rehenes, reduciendo sus preocupaciones. Si Tang Feng fuese capturado sería un problema a considerar más tarde. Aunque eso podría simplificar la misión de rescate, eliminando la necesidad de preocuparse por el equipo de filmación como pasivos potenciales.
—¿Algún consejo? —preguntó Tang Feng, queriendo asegurar el éxito del plan.
El pequeño demonio curvó ligeramente los labios: —¿Qué clase de truco podría haber? Simplemente corre tan rápido como puedas. Si te atrapan, piensa en formas de ganar tiempo. Yo volveré a la villa para rescatar a esas dos mujeres y ocuparme de los helicópteros. Oficial, usted es responsable de sacar a la gente de la cueva.
—Parece que va a llevar algo de tiempo. Haré lo que pueda. El resto depende de ustedes —exhaló Tang Feng, frunciendo ligeramente el ceño. Necesitaba pensar en un buen plan.
El grupo discutió brevemente qué hacer antes de dividirse para llevarlo a cabo.
El actor se frotó enérgicamente las manos heladas y se acercó en silencio a las inmediaciones de la cueva. A diferencia del pequeño demonio, él no era experto en el sigilo profesional. Sólo con pisar una ramita seca podría alertar fácilmente a la gente de dentro.
Con un suave crujido, el primero en darse la vuelta fue un joven vestido de negro que estaba junto a Albert. Como una pantera negra, el hombre corrió rápidamente hacia la posición de Tang Feng.
El repentino movimiento del hombre de negro sobresaltó a varios militantes locales cercanos. Instintivamente, algunos de ellos apuntaron sus armas hacia la fuente del sonido, pero antes de que pudieran disparar, Albert los derribó con una expresión inexpresiva.
—¡¿Qué están haciendo?! —El calvo lanzó una mirada furiosa al ver cómo mataban a sus subordinados.
—No disparen tan a la ligera, usen el cerebro. No actúen como estúpidos cerdos confiando únicamente en el instinto —Albert sonrió ligeramente—. No disparen y encuentren a Tang Feng —ordenó a sus hombres, ignorando la rabia del calvo—. Si le hacen daño aunque sea a un pelo de su cabeza, están muertos.
Respirando hondo, los ojos del calvo brillaron con malicia. Luego ordenó a sus hombres: —¿Lo han oído? Encuentren a ese gordito. No le disparen.
Albert y sus hombres se marcharon en su vehículo, y el calvo escupió en su dirección mientras se alejaban.
—¡Pah! Cuando consiga el dinero, no los dejaré irse, cerdos blancos. Qué gusto, encapricharse de alguien así. —Luego dirigió a sus hombres—: Algunos de ustedes vengan conmigo, el resto quédense aquí y hagan guardia.
La gente de la entrada de la cueva se fue dispersando poco a poco. Unos cinco minutos después de que Albert y su grupo se marcharan, Iván salió silenciosamente del bosque, agarró por el cuello al guardia más alejado y lo arrastró hasta los arbustos cercanos, dejándolo inconsciente y quitándole la ropa.
Sólo le quedaba rezar para que Tang Feng corriera lo bastante rápido y no lo atraparan demasiado pronto. Sabiendo lo astuto que era el actor, aunque lo atraparan, no dejaría que Albert regrese a la cueva.
Para cuando este pensara en volver a la villa del calvo, el pequeño demonio ya habría rescatado a las dos mujeres.
En cuanto a Tang Feng… Iván pensó para sí que Charles debería llegar en avión como muy tarde al día siguiente por la mañana. Entonces, ya no sería asunto suyo. Salvar al actor dependería de Charles y Lu Tian Chen, aunque había oído que ellos habían decidido alejarse temporalmente de ese hombre.